Capítulo 8
—Bella, tenemos que ir de compras —me dijo Rosalie saliendo de la universidad.
—¿Para qué? —pregunté confundida, como si la rubia no tuviera ya suficiente ropa.
—No puedes estar hablando en serio —dijo indignada—. ¿Qué planeas usar para la cena de Nochebuena?
—Traje un par de vestidos de casa.
—No, no, chica. Vas a conocer a tus suegros; tenemos que ir de compras.
—Bueno —quizás mis vestidos fueran muy sencillos para los parisinos.
—Mañana pasaré por ti.
La mañana siguiente, Rosalie apareció en mi puerta, con una sonrisa traviesa.
—¿Lista para la aventura de compras?
—Supongo que sí —respondí con una risa nerviosa.
Nos dirigimos al corazón de París, entrando en boutiques elegantes y tiendas de diseñadores. Rosalie tenía un ojo experto para la moda, y me guió a través de un torbellino de vestidos, faldas y blusas. Mientras probaba diferentes conjuntos, ella comentaba con entusiasmo.
—Este es perfecto para la cena. Y este otro, wow, te hará lucir espectacular.
—No sé, Rose, nunca he sido muy buena eligiendo ropa elegante.
Ella me miró con determinación.
—Eso va a cambiar hoy. Queremos que tus suegros se queden boquiabiertos cuando te vean.
Después de horas de búsqueda, finalmente encontramos el conjunto perfecto. Un vestido elegante que resaltaba mi figura sin ser demasiado llamativo. Rosalie estaba satisfecha.
—Te ves impresionante, Bella. Edward no podrá apartar los ojos de ti.
—Gracias, Rose. De verdad aprecio tu ayuda.
—Es un placer. Ahora, necesitas unos zapatos a juego y algunos accesorios. ¿Lista para más compras?
La tarde continuó con risas y amistad mientras Rosalie y yo explorábamos las tiendas en busca de los toques finales para mi atuendo. A medida que el sol se ponía sobre París, me di cuenta de que no solo estaba preparándome para conocer a los padres de Edward, sino también para una noche que prometía ser caminábamos de regreso a casa, no pude evitar sentir una mezcla de emoción y nerviosismo por la noche que se avecinaba.
Al llegar a mi departamento, me preparé con cuidado, asegurándome de que cada detalle estuviera perfecto. Rosalie, con su entusiasmo característico, me ayudó a elegir los accesorios adecuados y me recordó la importancia de dejar una buena impresión.
Finalmente, cuando Edward vino a recogerme, me miró con una sonrisa de aprobación.
—Bella, luces increíble —dijo, admirando el vestido y mi elección de estilo.
—Gracias —respondí, sintiéndome agradecida por su apoyo.
Nos dirigimos al hogar de sus padres, y en el camino, Edward tomó mi mano, transmitiéndome una sensación reconfortante de unidad.
La noche continuó con risas y charlas animadas, pero a medida que avanzaba la velada, sentí una creciente tensión en el aire. Los padres de Edward, Esme y Carlisle, me recibieron con calidez, pero sus miradas sugerían una expectación palpable.
Después de la deliciosa cena, nos dirigimos a la sala donde se llevaría a cabo el show. Edward me guió entre la multitud, y mientras avanzábamos, pude sentir las miradas curiosas de los invitados sobre nosotros.
—Mis padres están por acá —dijo Edward con una sonrisa y me llevó hacia una mujer de cabello caramelo—. Mama —dijo con alegría—, Bella, te presento a mi madre, Esme. Maman, c'est ma Bella —dijo con orgullo.
—Bella, comment ça va.
—El gusto es mío, señora.
—Solo Esme, chéri, me haces sentir vieja —dijo con simpatía.
—Et où est papa? —interrumpió Edward.
—Fue a revisar unas cosas para el show —respondió, guiñándole un ojo.
De repente, un chillido resonó en la sala, y una figura de cabello negro se abrazó a Edward.
—¡Edward!
—Petite sœur, ¿cómo estás?
—Bella —dijo saltando de sus brazos a los míos.
—Hola —dije nerviosa.
—Bella, te presento a Alice, mi hermana.
—Por fin nos conocemos como es debido —dijo Alice, soltándome. La reconocí rápidamente; ella cantaba en el mismo bar que Edward.
—¿Tu hermana? —dije sorprendida, preguntándome por qué no me la había presentado antes.
—Sí, no habíamos encontrado el momento adecuado para presentártela como es debido.
—Sí, chéri, el bar es un desastre después del show —dijo Alice, sonriente.
A medida que la noche avanzaba, la música llenó el espacio, creando un ambiente mágico. Edward y Alice subieron al escenario, y sus melodías envolvieron a la audiencia en una mezcla de emoción y pasión. Mientras observaba a Edward tocar el piano con maestría, sentí una oleada de orgullo y amor.
Luego, subieron al escenario los padres de Edward, y los cuatro comenzaron a cantar, creando una paz inimaginable. Alice y Edward se retiraron después de dos melodías más con sus padres, y el verdadero espectáculo comenzó cuando Carlisle y Esme dominaron el escenario. Parecían ajenos al público que los miraba embelesado; Esme movía sus dedos en el piano con maestría sin apartar los ojos de su esposo, mientras él cantaba especialmente para ella.
Por un momento, me sentí como una intrusa en ese momento tan especial para ellos, y entonces recordé las palabras de Edward: "Cuando mis padres están en el escenario, es como si hicieran el amor".
La conexión entre Carlisle y Esme era palpable, cada nota resonaba con la historia de su amor. Me perdí en la música, permitiéndome sentir la intensidad de sus emociones compartidas. La audiencia estaba envuelta en un silencio reverente, absorbida por la magia que se desplegaba ante nosotros.
Después de la última nota, el público estalló en aplausos, pero la mirada entre Carlisle y Esme permaneció inalterable. Edward se acercó a mí, y sus ojos reflejaban la misma admiración y respeto que yo sentía por sus padres.
—Es increíble, ¿verdad? —susurró Edward.
Asentí, sin palabras, emocionada por haber sido testigo de un momento tan íntimo y apasionado.
Edward me llevó hacia el centro del escenario, donde sus padres nos esperaban con sonrisas cálidas.
—Bella, gracias por estar aquí con nosotros —dijo Esme con gratitud.
—Fue un honor compartir este momento contigo, Bella —añadió Carlisle.
La noche continuó con risas, bailes y más música, pero ese momento íntimo entre los padres de Edward permaneció grabado en mi corazón. Sentí que había presenciado algo más que un espectáculo; había sido testigo de un amor eterno que trascendía la música y tocaba las fibras más profundas del alma.
Después del espectáculo, nos dirigimos al jardín iluminado por la luz de las estrellas. Edward me tomó de la mano y me llevó hacia un rincón más tranquilo.
—Bella, estoy tan feliz de que estés aquí conmigo. Te quiero en cada parte de mi vida.
Lo miré a los ojos, sintiendo la conexión profunda entre nosotros.
—Edward, yo también quiero ser parte de cada parte de tu vida. No hay nada que desee más.
Hizo una pausa, su mirada intensificándose antes de hablar de nuevo.
—Hay algo que quiero pedirte —dijo con los ojos brillantes—. No quiero que te sientas comprometida a aceptar, solo sé sincera —me pidió antes de meter una mano en su pantalón—. Bella, ¿quieres mudarte conmigo? —me entregó una llave con un listón rojo, dejándome sin palabras.
