De vuelta en la escuela la joven Rin se acercó a Aome, la hanyō estaba sentada en su salón tratando de escribir algo en un papel mientras jugueteaba con su cabello bicolor. La menor se acercó a Higurashi y se sentó en una silla frente a ella, inmediatamente el olor de aquella joven llegó a sus fosas nasales descubriendo de quién se trataba.

—Superior Higurashi — llamó Rin —¿Podría volver a tocar esa melodía que tocó en el café donde trabajo?

—¿Por qué trabajas allí? Rin, tú apenas tienes quince años — Aome se encogió de hombros —además no traje el violín.

—Oh... qué mala suerte — la más joven se desanimó —¿Ya se dió cuenta, superior Higurashi, que habrá un concurso de talentos en tres semanas?

—¿Es cierto eso? — sonrió la muchacha ampliamente.

—Así es — con una sonrisa Rin le confirmó —¿Usted conoce a Kikyo Tanaka?

Ese nombre daba vueltas en la mente de Aome, por un lado estaba realmente molesta con Kikyo por llamarla patética pero el hecho es que le resultaba muy contradictorio, no pudo evitar mostrarse enfadada al escuchar esas palabras de parte de la menor y entonces Rin retrocedió un poco sintiendo algo de temor de aquellos vibrantes ojos azules.

—¿No le cae bien?

—Digamos que no hablamos mucho — murmuró la hanyō —. ¡Ket! ¿Para qué me necesitará ella?

—Si gusta puedo preguntarle yo misma — Rin se ofreció amablemente.

—No es necesario — murmuró Aome viéndola fijamente —sé donde estudia. Iré a hablar con ella cuando salgamos de estudiar, además veo que redecoraron toda la escuela. La hicieron más... occidental.

Rin soltó una risilla de felicidad al ver un poco más tranquila a Aome, en definitiva las cosas en aquella escuela de sólo señoritas dejaban sentir un aura de tranquilidad en la hanyō. Los olores, sonidos y situaciones le daban paz, por otro lado sus nuevas tres mejores amigas; Ayumi, Eri y Yuka, dos de las tres eran humanas y a diferencia de una quien era una loba no eran capaces de ver los detalles.

Las tres funcionaban como una suerte de lectoras beta en el nuevo comic de la chica Higurashi, las muchachas estaban revisando los bocetos y las ideas que su amiga escribía en su libreta acerca de la manera más adecuada de continuar su historia.

—¿Entonces la tumba del dios padre del protagonista está dentro de una joya incrustada en su ojo? — Eri preguntó y Aome asintió —¡Kag, es muy cruel!

—Lo sé. Pero casi siempre lo estoy basando las cosas que pasan en mis sueños — la Higurashi asintió —anoche soñé eso, raramente recuerdo que yo era hombre y que otro me metía los dedos en el ojo derecho y sacaba una perla. Había una chica muy parecida a mí pero ahí acaba el sueño.

—Hmm... esto es raro — Yuka habló con seguridad —¿Conoces a alguien más que haya tenido esas experiencias? — le preguntó intrigada.

La mirada de Aome de posó en su amiga Yuka, estaba realmente consciente de algo que sus amigas no sabían y era aquello que le hacía estar insegura ante el cuestionamiento de su amigas. Ayumi notó el cambio de olor de su amiga al tiempo que Eri. Entonces recordó que Inuyasha le había contado acerca de qué él también tenía sueños extraños.

—Conozco a alguien que puede ayudarte con esos sueños — mencionó Yuka.

—¿Pero qué tonterías estás diciendo? ¡Estoy perfectamente bien, Yuka! — la hanyō se cruzó de brazos con molestia.

—Eres demasiado... Agresiva — Eri habló confundida —a veces se te sale esa agresividad.

Aome siguió de brazos cruzados aunque algo apenada por su actitud ya que, sí bien trataba de controlar ese impulso desde aquella vez que soño con Inuyasha le era cada vez más difícil lograr su cometido. De la vergüenza la hanyō escondió sus manos en los bolsillos de su falda, se sentía mal por haberle gritado a su amiga

—Sí... Eso lo sé y trato de evitar que salga pero es como un instinto — murmuró la hanyō —¡Es algo que me cuesta cada vez más controlar!

—Bueno... es raro — murmuró Yuka —. Pero puedes ir con una chica que se llama Tsubaki. Ella es excelente en la interpretación de los sueños.

—Tch... no lo necesito — masculló ella.

Ya las amigas de Aome no insistieron más en el asunto y siguieron revisando los bocetos de la joven hanyō, aunque esa idea de ir donde Tsubaki para ver si en verdad ella era buena en la realización en la interpretación de los sueños.

(...)

Tras salir de la escuela Inuyasha se fue a casa en bicicleta, más por gusto que por necesidad, disfrutaba sentir el viento mover su larga cabellera blanca mientras pedaleaba por las calles de la ciudad, cada vez más le gustaba aprovechar los días para pasear en su caballito de acero. Sintiendo el poco calor que el otoño brindaba, las hermosas hojas rosadas de los árboles de cerezo, él entonces se detuvo en una cafetería cerca del barrio donde vivía. Sacó su teléfono y miró las fotos que le tomó a Aome en Yokimura, sonrió bobamente al verla tan feliz sonriendo y se sentía como un loco enamorado.

—Cielos — un niño chilló mirando su bici —se me dañó la cadena

—Oh — Inuyasha se acercó a él —es fácil, mira — el hanyō pasó con delicadeza la cadena de la bicicleta por los engranes de la rueda trasera —. Creo que es algo más grave, niño — Inuyasha dirigió si mirada al chico —¿Sota?

—Claro que sí, Inuyasha — sonrió el pequeño Higurashi —. Mi hermana salió de la escuela y está en el templo de mi abuelo.

El corazón de Inuyasha dió un vuelco, estaba latiendo fuertemente con solo escuchar hablar sobre Aome

—Claro le dije al señor Higurashi que iría a ayudarle — el hanyō mayor se subió a su bicicleta.

—El abuelo no es tan estricto, aunque sí es buena idea que llegues temprano — afirmó el pequeño Sota.

Los dos hanyōs siguieron su camino sin afán y seguros porque los esperaban, Sota estaba tranquilo pedaleando junto a Inuyasha asumía con calma su lugar en la familia Higurashi, era obviamente bienvenido por Naomi y Hiroyuki e, incluso, por el mismo abuelo Higurashi. Pararon varias veces en algunos lugares de juegos en los cuales el hanyō adolescente le mostraba sus habilidades al pequeño Sota.

Sin darse cuenta que mucha gente los veía como si fueran dos hermanos ambos chicos salieron del centro de videojuegos y pedalearon hasta el templo Higurashi. Lugar donde los esperaba el abuelo Higurashi pero donde Aome ya no estaba, allí decidieron ponerse a jugar con un balón que el pequeño Sota tenía allí.

—¡Sota! — llamó otro pequeño niño dos años mayor que el mencionado.

—¡Kohaku! — saludó Sota.

—¿Qué Kohaku? — Inuyasha miró hacia la salida del templo y encontró a Sango en las escaleras.

Allí estaba Sango tranquilamente hablando con el abuelo Higurashi, parecía que estuvieran conversando sobre trivialidades; en el pensamiento de Inuyasha no existía más que la necesidad de averiguar qué había en el fondo del pozo devorador de huesos y aunque le fuera difícil aceptar las cosas necesitaba comprender su conexión.

—Señor Higurashi — Inuyasha lo llamó —, ¿sabe dónde está Aome?

—Se acaba de ir — el señor Higurashi mencionó.

Parecía algo triste al sentirse ilusionado creyendo que allí estaría Aome, algo que no le gusta

—¿Te sucede algo, Inu? — la castaña miró a su mejor amigo.

—¿Podría hablarme sobre el pozo devorador de huesos, por favor? — pidió el hanyō.

El abuelo enserió su rostro al escuchar las palabras de Inuyasha entonces se acercó a él acompañado por Sango, los tres se sentaron bajo el árbol sagrado y se mantuvieron en silencio varios segundos solo escuchando el sonido del viento y los gritos de los niños corriendo tras un balón.