Escucha cómo su smartphone suena, pero lo ignora. Apenas puede escuchar los grillos cantar afuera de la ventana donde la oscuridad sume el jardín trasero y su propia habitación. No le gusta llorar y no dejó de hacerlo desde que se enteró que Gilbert y Felicia rompieron su relación. Agradecía que su hermana no buscara consuelo o no en ella.

Sabía qué pasaría ahora. Su hermana menor rompía corazones más rápido de lo que debería estar permitido. Tenía la apariencia de un ángel, pero las mañas de un demonio. Era una chica dulce y muy hermosa, a pesar de que ambas se parecían la belleza de la familia era Felicia, cualquiera se enamoraría de ella.

Ludwig había estado enamorado durante años de su hermana menor, por tanto el siguiente paso ahora que ella estaba disponible era obvio. Iría tras su Feli y haría de cuenta que las cosas con Chiara nunca pasaron, bueno, sus hermanos no lo sabían tampoco, ni sus familiares de ambos lados, así que podía funcionar. Los padres de los chicos trabajaban demasiado, así que al ir a su casa no tenían testigos, podían para acercarse y pasar tiempo juntos, cuando sus hermanos estaban en una cita, para evitar sospechas. Eso hicieron.

¿Ese tiempo que pasaron juntos significaba algo? Lo dudaba, después de todo ella no era su hermana menor, el rubio no era tonto, no desaprovecharía la gran oportunidad.

Fue una idiota. Lo de ambos nunca debió pasar, solo se hizo daño a sí misma al atreverse. Qué patético si lo pensaba bien. Uniéndose solo por ser rechazados por el objeto de su amor, para intentar calmar el dolor, para distraerse, fueron dos perdedores, pero al final la perdedora es ella. Ahora todo lo que quedaba era olvidar esos besos, esas tardes, el cariño que empezó a tenerle. Quería odiarlo, pero no podía. No era culpa suya, fue ella la idiota que lo inició a pesar de que se supone Ludwig no era su tipo.

Chiara ni siquiera debería estar sufriendo por esto, lo veía venir, pues nunca definieron esa relación. ¿Qué esperaba?