El pájaro amarillo gigante aún está en sus brazos, es grande y pesado, mas de pronto se siente como un yunque. La forma en que el rubio la está mirando fijo, su rostro desconcertado, sus manos hechas puños mientras su mirada parece perdida. Ludwig se queda congelado con el ceño fruncido, pensando, como su tuviera una lucha interna. ¿Sobre qué? Ella no sabe, no quiere ilusionarse.

Él se toca la frente y dice cosas en alemán que Chiara no entiende para nada pero puede captar un insulto cuando se lo dan, enrabiada está por dar un portazo en su cara pero como era de esperarse él lo detiene con su maldita fuerza.

—¡No entres a mi habitación, maldita sea!

Mas a Ludwig no le importa, la toma del brazo haciendo que se le caiga el peluche y la aleja de la puerta para no darle chance de huir. Luego de forcejear y que ella grite que se largue a buscar a Felicia tratando de no mirarle a la cara, él agarra su rostro entre sus manos y la calla de un beso.

Está shockeada por esto, sus ojos abiertos de par en par y su corazón latiendo a mil por este giro inesperado de los acontecimientos. En su corazón una pequeña esperanza se abre paso, aun si el rubio la suelta muy rápido en comparación a otros besos que se han dado ambos.

Cuando sube la mirada, lo sabe.

Él no está decidido a alejarse de ella, no quiere dejarla ir.

—Yo no soy Felicia, ¿sabes? —dice tragando en seco, desviando la mirada.

—Y yo no soy Gilbert —él la toma de la barbilla para que lo mire a los ojos.

—No quiero que lo seas —admite ella.

—Lo sé.

La forma en que lo dice, la forma en que la mira, ella nunca lo había visto tan decidido. Solo puede llevar su mano detrás de la nuca rubia y alzarse de puntitas para besarlo. Está muy aliviada, feliz.