Eliii Shojo: ¡Hola! Kenshin vs Enishi, sea como sea que se de, siempre será bienvenido. Espero que te guste este capítulo y gracias por tu review. ¡Saludos!


Confianza: Parte III


Decir que Enishi no estaba contento era quedarse corto. Se pasaba la mayor parte del tiempo merodeando por el palacio con malhumor. Había tratado de llegar a mí una vez después de que Kenshin comenzara su trabajo, pero fue cuidadosamente expulsado de la habitación.

Por otro lado, yo estaba feliz. Kenshin siempre estaba conmigo. Era mi mejor amigo, mi protector, mi... todo. Sonreía de manera muy tonta mientras jugueteaba con las puntas de mi cabello. Estaba en la biblioteca, esperándolo. Me dijo que tenía algo que hacer y que luego estaría conmigo. Y ya habían pasado diez minutos.

Fruncí ligeramente el ceño y me pregunté qué lo retenía. Tenía té en la mesa y ya se estaba enfriando. Dejé de jugar con mi cabello y me levanté de la silla que ocupaba. Nunca había tardado tanto. O mejor dicho, nunca me dejó sola tanto tiempo. Sabía que no me gustaba quedarme sola.

Me dirigí hacia las puertas, decidida a encontrarlo mientras seguía los pasillos. Abrí la puerta y miré a la derecha del corredor. Ojalá me hubiera dicho qué era lo que tenía que hacer. Tal vez así sabría en qué parte del castillo se encontraba.

Sin embargo, como no tenía idea, me conformé con deambular, pasando la mano por las paredes a medida que avanzaba. Mis pasos hacían un ruido suave mientras mis zapatos raspaban el piso de piedra. Mis ojos se abrieron mucho cuando doblé una esquina y escuché voces. Luego se entrecerraron cuando me detuve para intentar identificarlos.

Ni idea.

Seguí caminando. Despacio, en silencio. No quería que me pillaran escuchando a escondidas, pero tampoco quería meterme en medio de una discusión. Especialmente si eran las sirvientas. Sus peleas eran las peores. Y siempre querían mi opinión sobre el asunto en cuestión, sin importar cuál fuera. Suspiré y me asomé por una esquina mientras las voces se escuchaban más fuertes.

Las voces eran claramente masculinas y, cuando me terminé de asomar por la esquina, sus identidades se revelaron. Había encontrado a Kenshin. Y también a Enishi. Reprimí un grito y eché la cabeza hacia atrás por un momento, antes de que la curiosidad me ganara.

Kenshin tenía a Enishi contra la pared, con una mano apretando su camisa. Se veía incómodo, ya que Enishi era más alto que él, pero sus ojos reflejaban una mirada asesina, haciéndolo mucho más intimidante que Enishi. Lo empujó y dijo algo más.

"Si la miras," le advirtió, "no tendrás que preocuparte por lo que tu padre y tu tío puedan llegar a hacerte, porque no quedará suficiente de ti para ellos después de que yo haya acabado contigo."

Retuve otro grito y presioné mi espalda contra la pared. Estaba amenazando a Enishi. Lo había escuchado claro. Me lamí los labios para luego alejarme y volver a la biblioteca. No quería que Kenshin pensara que lo estaba espiando. Además, si lo hice, no fue intencional.

El camino de regreso fue borroso y, antes de darme cuenta, me encontré a mí misma sentada en mi silla. La cabeza me daba vueltas. Había demasiado en qué pensar. Había pensado en Kenshin como mi protector, pero no me quedaba claro qué implicaba exactamente. El hecho de que comenzara a amenazar física y verbalmente a Enishi me producía una mezcla de emociones. Una parte de mí se sentía ridículamente feliz. Sin embargo, esa felicidad se transformó en vergüenza. ¿Cómo podía estar feliz con el sufrimiento de otra persona? Esa parte feliz de mí argumentaba que podía alegrarme, ya que el que estaba sufriendo era quien me había hecho sufrir mucho.

Suspiré. Pero esa parte de mí tendría que esperar, porque Kenshin entró en ese momento y se sentó junto a mí. Le saludé con una sonrisa y le señalé el té.

"Ya está frío, pero todavía debería tener buen sabor," le dije con mi sonrisa forzada. Estaba a punto de estallar. Quería preguntarle sobre su confrontación con Enishi. Tal vez lo haría. "¿Qué te tomó tanto tiempo?"

Él se encogió de hombros. "Nada importante. Sólo un... problemita," respondió, mientras sus ojos se levantaban del té para mirar los míos.

Mis cejas se elevaron y lo miré escéptica. "¿Oh? ¿Y ese problemita fue algo violento?" Pregunté inocentemente, colocando un bollo en un platito antes de pasárselo.

Él tragó en seco. "No particularmente."

"¿Y qué es lo que consideras violento, entonces?" seguí cuestionando, levantándome para quedar por encima de él. Él guardó silencio y sus ojos me evaluaron. Era bastante obvio que se había dado cuenta de lo que estaba hablando, así que continué. "¿Tal vez golpear a la gente contra la pared?"

"Kaoru-"

"Sólo quiero saber por qué," le pedí con tranquilidad. No quería que pensara que estaba enojada con él, porque no era así, sólo un poco... confundida.

"Por ti," respondió, también con tranquilidad.

"Kenshin, no quiero que lastimes a nadie por mí. Odio la violencia," repuse, mientras me volvía a sentar.

"Haría cualquier cosa por ti," susurró mientras extendía sus manos para agarrar las mías. "Cualquier cosa."

Mi mirada se suavizó cuando lo miré. Él era peligroso. Lo sabía. Podía sentirlo en él en oleadas, pero esas olas chocaban con otras en las que sentía el afecto y el cuidado. Él era más que alguien peligroso. Creaba un problema para mí y mi corazón. Derribaba mis barreras, lentamente, hasta conocerme mejor de lo que yo misma me conocía. Y no sabía si eso me gustaba.

"Lo sé," le dije al fin, entrelazando mis dedos con los suyos. Bajé los ojos hasta nuestras manos unidas. Era algo que nos gustaba hacer. Nos tomábamos las manos con frecuencia. Necesitaba la seguridad de que él estaba allí, pero no sabía qué obtenía él de ello. Aunque parecía disfrutarlo.

Apartó el flequillo de mis ojos con su mano libre. Sus dedos permanecieron en mi rostro por un momento, recorriéndolo hasta llegar debajo de mi barbilla. Se inclinó hasta que nuestros ojos se encontraron. Lo vi procesando todo lo que veía en mis ojos. Los suyos eran de un amatista sin fondo con motas color ámbar arremolinándose alrededor.

"Kaoru," me dijo. "¿Qué te perturba?"

Me quedé callada. No sabía qué decir. ¿Qué me perturbaba? Bueno, en primer lugar, lo que provocaba en mí. Cada vez que estaba con Kenshin yo... No había palabras para describirlo adecuadamente. Me sentía feliz de una manera que nunca había sentido antes. Me sentía segura, algo que tampoco había experimentado. Y... había una palabra que no quería pronunciar. Sólo lo había reconocido para mis adentros, pero ahora estaba completamente segura...

Negué con la cabeza. "Nada." Cambié de tema y mi mente volvió a los pensamientos previos a su llegada a la biblioteca. "¿Crees... que mi padre y mi tío saben lo que él estuvo haciendo?" pregunté.

Él asintió. "Yo les dije."

"¡¿Tú... qué?!" aparté mis manos de las suyas, mis ojos brillaron mientras me volvía a poner de pie.

"No exag-"

"¡No estoy exagerando!" siseé. "¡¿Por qué!?" Demandé luego.

"Necesitaban saberlo. Y yo necesitaba saber si se me permitiría intervenir," respondió con toda la diplomacia del mundo. Noté que él tenía mucho mejor control sobre sus emociones que yo.

Me dejé caer en el asiento. "Jamás iba a decirles," murmuré, cruzándome de brazos. "Nunca"

"Tu tío ya tenía sospechas, amor," con eso, me confirmó lo que creía de él.

Me mordí el labio. "¿Cómo se lo tomó mi padre?"

"No muy bien." fue todo lo que dijo, pero sus labios se apretaron de una manera que jamás había visto.

Suspiré y me llevé una mano a los ojos. Estaban secos, por suerte, pero, por la montaña rusa emocional por la que estaba pasando últimamente, sabía que no duraría mucho. Respiré hondo antes de apartar mi mano y abrir los ojos. Él seguía mirándome. Bueno, tampoco esperaba encontrarlo mirando para otro lado. Sacudí la cabeza.

"¿Estás bien?" me preguntó, volviendo a buscar mi mano. Lo dejé mientras reflexionaba sobre sus palabras. ¿Estaba yo bien? Podría. Y, aunque no lo estuviera, lo estaría después. Enishi tenía demasiados ojos encima como para intentar algo ahora. Mi padre no me había mencionado nada y probablemente no lo haría. Mi tío actuaría como siempre. Y Kenshin...

Sólo su nombre hizo que mis pensamientos se dispararan. ¿Estaríamos bien? ¿Qué éramos? ¿El uno para el otro? Yo estaba enamorada de él. Eso lo tenía claro. Y sabía que él sentía afecto por mí y que disfrutaba de estar conmigo, lo cual era bueno porque pasábamos mucho tiempo juntos. El único momento en el que nos separábamos era a la hora de dormir, y aún así, él dormía en la habitación contigua a la mía.

Reprimí otro suspiro. ¿Cómo respondería esa pregunta? "Sí," dije con firmeza. "Estoy bien."

Él asintió y me atrajo a él. Me senté en su regazo y rodeé sus hombros con mis brazos, apoyando mi cabeza contra la suya. Sentí sus brazos cerrarse alrededor de mi cintura, apretando el agarre. Me encantaba estar cerca de él. No me preocupaba. Y a él le encantaba estar cerca de mí. Y eso estaba bien para mí. Sólo necesitaba saber qué sentía por mí y si estaría dispuesto a explorar algo más... emocional conmigo.

Esa sería la próxima conversación importante que tendríamos.

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