Sábado por la noche

- ¿Crees que estoy bien así? - se miró en el espejo de su habitación, observando detalladamente su vestimenta.

- Oye, mis padres son personas comunes, no se fijarán en esos detalles... pero, de igual forma, te ves hermosa - sonrió, sentado en su cama - Aún si te vistieras con harapos, te verías bien.

- Gracias - le devolvió la sonrisa.

Lucía un vestido acampanado, mangas largas, blanco con flores, corto pero no demasiado revelador y su cabello negro se encontraba sujetado en una media cola, unas sandalias rosas sin plataforma completaban su dulce look. Un pequeño suspiro abandonó sus labios, mientras cerraba sus ojos, serenándose de a poco.

- Actúas como si estuviéramos por ir a un evento de Sesshomaru - rio.

- Es fácil para ti decirlo - lo miró - Tú ya los conoces.

- Keh, el más complicado es mi hermano y ya te ve como parte de esta familia... además, mi madre te dio la bienvenida anticipada.

- ¿Y tu padre?

- Mi padre ya te ha visto en el gimnasio de la primaria, ¿lo olvidaste?

- ¿He? - se sonrojó - Pero... si hace mucho tiempo que no entro al gimnasio.

- Los primeros días, cuando todavía no te tenía... - sonrió, acercándose, besando sus labios y tomando sus manos - De hecho... ya me ha preguntado cuando iba a presentarte.

- ¿De verdad? - el color en su rostro aumentó - ¿Por qué no me lo dijiste?

- No quería que te pusieras nerviosa.

- ¡¿Y como crees que me siento en este momento?!

- Como no tienes que sentirte, asique relájate y vamos.

Salieron de la habitación, descendieron las escaleras y, antes de llegar a la puerta, fueron interceptados por la madre de Kagome.

- Cariño - juntó las palmas de sus manos, sonriendo - Se ven hermosos.

- Muchas gracias mamá.

- Gracias, señora Higurashi.

- Te deseo mucha suerte, Kag - colocó sus manos sobre su hombro - Eres una gran chica y estoy segura de que van a adorarte, además, si son como Inuyasha, serán personas muy cálidas.

- Mamá... - rio, un poco avergonzada.

- Ella tiene razón - sonrió el peliplata - Puede estar tranquila, señora... ellos son muy buenas personas.

- No tengo dudas de ello... que se diviertan.

Saludó a los jóvenes, mientras estos salían del hogar en dirección a las escaleras del templo. Subieron al taxi, en dónde Kagome emitió otro pequeño suspiro, al mismo tiempo en que el joven proporcionaba la dirección de su destino.

- ¿Puedo hacerte una pregunta? - lo miró.

- ¿Qué sucede?

- Con todo el dinero que gastas en taxi... ¿no sería mejor ahorrarlo para un carro?

Una sonora risa abandonó los labios del joven, mientras ella se debatía, internamente, si había hecho una pregunta demasiado tonta.

- Tal vez... pero sólo uso el taxi cuando tengo que ir a un lugar rápidamente, de lo contrario, uso el tren o el bus... ¿te gustaría tener un auto?

- No por mi, lo digo por ti, creo que te seria más práctico - miró la ventanilla - A mi me gusta el tren... a pesar de que pueda ser un poco caótico a veces.

- ¿Un poco?

- Bueno - rio - Muy... aún así me gusta.

- Jamás le había dado demasiada importancia al tren... hasta que te conocí - tomó su mano.

- Inuyasha - sonrió, apoyando su cabeza en su hombro - Eres todo un romántico.

- Keh... para nada - se sonrojó, desviando su mirada a la ventanilla - Sólo digo lo que pienso.

De hecho... suelo ser bastante reservado con mis sentimientos, pero... es tan sencillo ser honesto contigo.

Media hora de viaje después, llegaron a una casa de una sola planta, bastante modesta, pero confortante. El blanco de su pared exterior resaltaba aún en la oscuridad, al igual que su pequeño y bien arreglado jardín.

- Es... muy linda - sonrió Kagome al descender.

- Si... pienso lo mismo - la tomó de la mano y comenzaron a caminar por el estrecho sendero, adornado por flores violetas a sus costados.

Llegaron a la puerta y él toco el timbre, segundos después, el hombre de ojos dorados y cabello plateado, elevado en una cola alta, apareció.

- Inuyasha - sonrió ampliamente - Bienvenido.

- Padre - respondió con cautela, estrechando la mano que él había extendido.

- Señorita... - llevó su mano a la morena, quién la tomó.

- Kagome, señor - le devolvió la sonrisa.

- Puedes llamarme Toga, pueden decirme señor cuando sea abuelo - se burló - No, no es una invitación a que me den ese título.

- Padre... - gruñó, avergonzado, mientras Kagome soltaba una pequeña risa.

- Lo siento, me disculpo por el hecho de que a mi hijo le disguste mi sentido del humor - se hizo un lado - Por favor, pasen, tu madre está terminando la cena.

Los jóvenes se abrieron paso hacía el interior de la casa. Una pared gris, que contenía algunos cuadros de la familia, era lo primero que se divisaba al entrar. A la derecha, en el centro del living, unos sillones reposaban frente al televisor, el cual estaba sujeto a la pared. Detrás de los sillones, una mesa y sillas de madera, se ubicaban frente a la puerta que conectaba a la cocina.

- ¡Bienvenidos! - la puerta se abrió, dejando ver a una sonriente Izayoi, cubierta de harina - Lamento recibirlos de esta manera, pero no podía no recibir a mi nuera y no prepararle mi famoso pan de ajo - se acercó a ellos, sacudiéndose - Te daría un abrazo querida, pero no quiero ensuciarte.

- No se preocupe, no me molesta - se acercó, rodeando con sus brazos a la mujer, quién le correspondió de inmediato.

- Mi hermosa... eres tan dulce - sonrió, cerrando sus ojos

El pecho del peliplata se inundó de emociones en ese momento y, por un segundo, sintió que sus ojos se estaban humedeciendo.

- Más te vale que la cuides bien - sentenció Izayoi - O seré yo quien te desherede.

- Lo bueno es que mi esposa es la tranquila - sonrió Taisho, con sus brazos cruzados, detrás de su hijo, provocando la risa de ambas.

- Ya deja de hablar tanto y ayúdame - pronunció la mujer.

- Yo puedo ayudarla - intervino Kagome.

- Oh no te preocupes, hija... ustedes son nuestros invitados y nuestro deber es agasajarlos como tal.

- En esta casa no existen los roles de género, querida - dijo él - Aquí todos somos sirvientes.

- Ya, ya... lo que digas, no la asustes desde el comienzo - lo llevo, a pequeños empujones, hacia la cocina.

Los padres del joven desaparecieron detrás de la puerta, mientras ella se acercaba a él y lo abrazaba cálidamente.

- Son... magníficos - sonrió, con sus ojos llenos de lágrimas.

- Feh... a veces pueden ser un poco... molestos - suspiró - Sobre todo papá con sus bromas.

- Pues, a mi me parece que tienen una hermosa personalidad - lo miró - ¿Sabes? tus padres representan todo lo que aspiró en una relación.

- De acuerdo - suspiró - Eso significa, que deberé prestarle más atención a los chistes de papá.

- No creo que sea muy necesario... hay mucho de él, en ti.

- Oye... - entrecerró sus ojos - ¿Eso es un cumplido o un insulto?

- Como yo lo veo, es un cumplido.

- Y, como yo lo veo, creo que serás más hija de ellos, que yo - sonrió - Y... eso me pone muy feliz - volvió a abrazarla.

- ¿Y Sesshomaru?

- Él sólo es hijo de mi padre, su madre no vive en esta ciudad...

- Es verdad - pronunció el hombre, con una fila de platos y cubiertos en sus manos - Lady Irasue es una viajera contemporánea, nunca sabes en que país se encontrará - suspiró, acomodando los platos en su lugar - Lo bueno es que lo hace con su propio dinero.

- Taisho - lo regañó Izayoi, con una gran fuente de verduras ahumadas, panecillos y arroz - No le hagas caso, amor, Irasue es una gran persona.

- No dije lo contrario - elevó sus manos.

- Por favor, hijos, tomen asiento, sólo resta traer el pan y el pescado.

- ¿Seguro no quiere que la ayude? - volvió a preguntar la jovencita.

- Eres muy servicial, hermosa, pero esta vez, seré yo quien los consienta - sonrió, limpiando sus mano - Cuando vayamos a su... bueno... a la casa de alguno de ustedes, dejaré que nos sirvan - rio, regresando a la cocina.

- Al parecer, tu madre ya se imaginó la historia completa - se sentó.

- ¿Y tú no? - los jóvenes imitaron su acción.

El peliplata pasó sus orbes dorados por ambos, sin perder la sonrisa.

- Sus hijos serán muy bonitos - elevó su copa con agua.

- No era la respuesta que esperaba - gruñó, sonrojado.

- A ella le agradan mis chistes, ¿verdad hija?

- Es muy gracioso, señor.

- Oficialmente ha comenzado el apocalipsis - respondió Inuyasha.

Nuevas risas invadieron el ambiente, mientras Izayoi emergía de la cocina con la comida restante en sus manos. Segundos después, todos se encontraban comiendo.

- ¿Qué te parece el pan, querida?

- Mmm, es una delicia - respondió con sinceridad - ¡Me encanta!

- Eres una dulzura - extendió su mano, tomando la de la joven, mientras compartían una cálida sonrisa.

- Entonces, Kagome... ¿A que te dedicas? - preguntó él.

- Estoy estudiando enfermería, señor... planeo... planeo trabajar en el hospital, en donde realizo mis prácticas.

- Oh, impresionante, tendremos una enfermera en la familia - miró a su esposa - Querida, ya podemos cometer un crimen y salir ilesos, Sesshomaru puede evitar que vayamos a la cárcel y Kagome nos curará las heridas.

- ¡Keh! Si te encargaran algo de eso a ti, ten por seguro que atraparían a todos los implicados en menos de un día.

Las risas retumbaban a través de las paredes, mientras Kagome se tomaba el estómago, en un esfuerzo para recuperar el aliento.

- Seré sincera - pronunció Izayoi, limpiando una pequeña lágrima de la comisura de sus ojos - Pero... hacia mucho tiempo que las carcajadas no se escuchaban por aquí.

La joven pudo notar como el semblante de Inu No Taisho se modificaba, pasando de la alegría a la nostalgia en sólo una mirada.

- Tienes razón... - observó a su hijo - Hacia mucho tiempo que no veía una sonrisa así, Inuyasha.

- Tal vez, porque hacia mucho tiempo que no me sentía de esta manera - tomó la mano de su novia.

Ambos padres miraron a la pareja con ojos llenos de ternura y amor, mientras la mujer reparaba en un detalle que no había notado.

- Estas usando el collar - pronunció, con la emoción a flor de piel.

- Si - llevó su mano hacia él - No me lo he quitado desde que me lo regaló.

- ¿Le comentaste sobre la leyenda de la Shikon No Tama?

- Cada detalle.

- Kagome - la miró - Espero no sonar como una loca, pero... tú me recuerdas mucho a la jovencita que viajó en el tiempo y logró curar el corazón de aquel híbrido... casi... como la luz que habitaba en la perla de Shikon, la misma que ayudó a derrotar al villano.

- La luz en medio de la oscuridad - intervino Taisho.

- Oigan... hablan como si hubiera estado viviendo en la penumbra.

- No, pero eras bastante molesto - respondió su padre, con total sinceridad - Siempre estabas de mal humor, de hecho, lo estás cuando ella no está presente - bebió un sorbo de agua - Comenzaré a recibirte sólo cuando estés con Kagome.

- Discúlpalo, querida - dijo ella, mientras seguían riendo - Toga se toma la vida muy a la ligera, pero... es justo lo que necesito para ser feliz - ambos compartieron una mirada llena de amor.

- No tiene que disculparse - sonrió la morena - De hecho, me parece un buen momento para decirles lo bien que la estoy pasando y lo cómoda que me siento aquí... les agradezco mucho por recibirme esta noche.

- Espero que sea la primera, de muchas visitas... Kagome, eres bienvenida a esta casa cuando lo desees, con o sin Inuyasha.

- ¿Ves? Te dije que serías más hija de ellos que yo - bromeó.

- No digas tonterías - se quejó su madre - Tú eres mi pequeño bebe.

- Bu...bu... - lo fastidió su padre.

- ¡Keh! Creo que prefiero que sigan hablando con ella.

- No, no... mejor hablemos de ti, ¿Cómo va tu tesis?

- Kagome... ayúdame... - bromeó.

- Oh no - se adelantó su madre - Yo también estoy interesada en esto.

Continuaron la cena en un ambiente ameno y familiar, casi como si la jovencita hubiese pertenecido a su familia desde siempre.


Extra: Corazón sobresaltado

Llevaba unas horas despierta, después de todo y a pesar de haber bebido la noche anterior, el haberse retirado temprano le había dado tiempo suficiente para dormir plácidamente y recuperarse por completo.

Su madre estaba preparando el almuerzo y no tenía planes para ese sábado, por lo que decidió adelantar algunas cosas de los casos de su jefa.

Kagura.

Pensó, deteniendo el movimiento de las hojas y llevando su mente hacia el rostro de la morena. No sabía nada de ella desde hacía más de una semana, tampoco había preguntado y mucho menos había escuchado su nombre de boca de Sesshomaru.

Meneo la cabeza al recordar el rostro del hombre, cerrando sus ojos con fuerza. La semana a su lado había sido espectacular, a pesar de sólo tratar temas de trabajo, la calidez que encontró en su manera de desenvolverse y una extraña dulzura en su tono de voz, la había hecho sentir bastante cómoda en su compañía. De repente, la secuencia de su encuentro en la discoteca, pasó por su mente, cambiando de color sus mejillas.

- Por dios, que vergüenza... - tapó su rostro con el informe entre sus manos.

Espero no haberle dado una mala imagen.

Como si el universo decidiera otorgarle la respuesta a aquella duda, su celular sonó brevemente en la mesa de noche. Extendió su mano, sin observarlo y, al encender la pantalla, sus labios se separaron ligeramente.

Buenos días, Rin, espero no ser impertinente con mi mensaje, pero... mañana luego del trabajo, quisiera ir a tomar un café contigo, ya que anoche no pude quedarme a tu lado.

El día siguiente era domingo, sin embargo, ya que el peliplata había quedado a cargo de todo, logró llegar a un acuerdo con las tres secretarias, consensuando que, de ahora y hasta que Kagura regresara, deberían trabajar aquellos días, los cuales serian remunerados con el pago doble de la jornada y sumando los domingos trabajados, a sus vacaciones de verano.

La joven pellizco ligeramente su mejilla, asegurándose de no estar en un sueño, al mismo tiempo en que lograba sentir los latidos de su corazón retumbando en el silencio de la habitación. Releyó el mensaje un par de veces, antes de teclear su respuesta.

Buenos días, señor Sesshomaru. Por supuesto que me agradaría ir a tomar un café con usted, no se preocupe, no es impertinente en lo absoluto.

- ¿Estará bien? ¿Quedaré como una desesperada? Es decir, no quiero que piense que me gusta...

Aunque verdaderamente me encanta.

- Pero, sobre todo no quiero que se malinterpreten las cosas si su situación con Kagura no esta clara... no quiero ser la tercera rueda...

¡¿Qué estoy diciendo?! Hablo como si ya estuviéramos por iniciar algo...

Para su mayor sorpresa, la respuesta del hombre no se hizo esperar.

De acuerdo, nos vemos mañana.

Cinco palabras que hicieron que su sonrisa se ampliara enormemente. Los informes quedaron esparcidos en su cama, mientras se ponía de pie, observándose en el espejo e imaginando el look perfecto para su ¿cita? no, reunión, al menos así lo catalogaría por ahora.


Extra: Siguiente fase

- ¿Para que me llamaste? - preguntó Yura, ingresando al departamento en donde se reunían siempre, escoltada por Kyokotsu.

- ¡¿Cómo mierda no me avisaste que...?! - el silencio reinó durante unos momentos, mientras observaba a la mujer - ¿Qué te ocurre? - su tono de voz se suavizó notablemente - Pareces un saco de harina - cruzó sus brazos.

El rostro y las manos de la mujer estaban completamente pálidos, casi como si por su cuerpo, la sangre no estuviera circulando. Su respiración era baja, como si el oxígeno no quisiera quedarse en sus pulmones, pero, aún en su estado deplorable, lograba mantenerse de pie y disimula su gran mareo y malestar.

- ¿Qué paso anoche con Inuyasha? - preguntó sin más.

Estuvo a punto de relatarle lo ocurrido, sin embargo, otra idea atravesó su mente.

- Nada - respondió con desdén - Sólo me sentí mal de repente.

- No te creo.

- No es mi problema - se encogió de hombros - Si tanto deseas saber lo que suceda en ese nido de ratas, coloca cámaras de seguridad.

- La discoteca no es de mi propiedad y lo sabes.

- Y yo te repito, que no me interesa.

- Eres una verdadera molestia - apretó su nariz entre sus dedos, dándole la espalda - Ya, lárgate... y más te vale mantenerte quieta mientras elaboro la siguiente fase, de lo contrario, me encargaré de ti.

- Si, si... lo que digas - volteó, comenzando a caminar hacia la salida, en compañía de su guardaespaldas.

Bankotsu no tiene idea de lo que Inuyasha es capaz de hacer cuando esa niña esta en peligro... si no le menciono nada de lo sucedido, no estará preparado para cuando éste lo ataque... quizás y, con un poco de suerte, morirá en sus manos.

Una pequeña sonrisa se formó en sus labios, mientras subía al vehículo que la escoltaría nuevamente a su casa.

Maldición... siento como si una parte de mi energía hubiera sido arrancada de mi cuerpo.

Pensó, masajeando sus cienes y cerrando sus ojos.


Extra: Sorpresa

El atardecer se reflejaba en el gran ventanal, mientras sus orbes dorados se mezclaban con el anaranjado del cielo. Su sábado había sido tranquilo y silencioso, todo lo contrario a los que compartía con Kagura y su familia, aún así, no se sentía mal por ello.

Su mente vagaba por muchas incógnitas que esperaba despejar pronto. ¿Por qué se sentía emocionado por ir a tomar un café con su secretaria? ¿Por qué su pecho se había apretado al ver a Kohaku besarla? ¿Por qué su mente se había calmado al pensar en ella aquella noche en la que su segunda sangre quiso tomar el control de su cuerpo?, demasiados ¿por que? ninguna respuesta concisa.

Estaba dispuesto a irse a dar una vuelta por la ciudad, quizás en busca de un lugar en el que cenar y, posteriormente, regresar a dormir, sin embargo, el timbre de la casa provocó que sus planes se fueran por la borda en cuestión de segundos.

Descendió, como siempre, con paso firme, sin embargo, sus piernas amenazaron con flaquear al ver a la mujer parada frente a sus ojos.

- Kagura - pronunció con su típico tono.

- Hola - sonrió - Recibí tu mensaje, ¿puedo pasar?

A modo de respuesta, se hizo un lado, mientras ella ingresaba. Su corazón latía con fuerza, sobre todo por la sorpresa de verla nuevamente, sin siquiera imaginarlo. No sabía que decir, también desconocía las intenciones de ella, ¿Y si había vuelto a recomponer las cosas? ¿Cómo reaccionaría su cuerpo al sentir nuevamente sus brazos rodeándolo? ¿Sería suficiente para olvidarse de la reunión con Rin? o, peor aún, ¿Y si su reencuentro terminaba entre las sábanas? ¿Qué haría al día siguiente?

- ¿Cómo te encuentras? - preguntó, tratando de borrar el silencio incómodo del lugar.

- Estoy bien - respondió cálidamente.

Contra todo pronostico, el perfume que ella desprendía había despertado un cierto dejo de nostalgia en su interior, inundando su mente de pequeño recuerdos, los mismos en los que sus días eran felices y su amor parecía soportarlo todo.

- ¿Quieres tomar un café?

- Por supuesto - asintió, dejándolo pasar al mismo tiempo en que lo seguía hasta la cocina.

El silencio prevaleció durante unos momentos, mientras el peliplata preparaba las dos tazas y ella permanecía de pie.

- ¿No vas a sentarte?

- He estado demasiado tiempo sentada en el avión y en el auto, prefiero estar aquí.

- ¿Viniste solo por mi mensaje? - extendió su bebida.

- No en realidad - le dio un sorbo - Ya tenía pensado volver y, si mal no recuerdo, tu mensaje decía que querías hablar... finalicemos con esto de una vez, por favor.

Aquella frase provocó que su pecho se estrujara, ya que realmente ese iba a ser el fin de todo. En el fondo lo sabía y estaba dispuesto a aceptarlo, sin embargo, cuando las acciones se materializan, el golpe siempre causa sensaciones encontradas.

- De acuerdo - bebió un sorbo - ¿Qué pasará con la firma?

- Seguiré trabajando con ustedes, siempre y cuando no tengas problema con ello.

- No lo tengo... eres una excelente profesional.

- ¿Quieres quedarte con la casa? - preguntó ella.

- No en realidad - sus miradas se encontraron - ¿Y tú?

- Tampoco - suspiró - Es demasiado grande para una persona.

- Pienso lo mismo, sin embargo, creo que tú le darías una mejor utilidad.

- Creo que lo mejor sería venderla, ya que ninguno desea estar aquí y ambos somos dueños.

- Si es tu deseo, acepto.

Un nuevo silenció se apoderó del lugar, mientras ambos bebían sus café. La morena dejó su taza sobre el lavabo, bajo la atenta mirada de él.

- Desearía hablar sobre todo lo demás, pero... la verdad es que me siento muy cansada - suspiró - ¿Te molestaría continuar en otra ocasión?

- No, para nada... ¿Quieres quedarte aquí? Puedo dormir en la habitación de huéspedes.

- Te lo agradezco, pero no es necesario - sonrió - Tengo el departamento en el centro, listo para recibirme.

- No me sentiré cómodo al estar aquí y que tú estés en aquel lugar.

- Es mi decisión, ya no tiene que ser una preocupación tuya.

- Comprendo... lamento si soné impertinente.

- No, no lo hiciste - sonrió cálidamente - Sólo... que aquellas cosas que antes eran costumbre, ya no tienen que serlo.

- ¿Cómo tomar decisiones por los dos?

- Exacto - ambos compartieron una pequeña risa - Bueno... creo que...

- Kagura - tomó su mano de repente, sorprendiéndola - Quiero... pedirte discul...

- No lo hagas - apartó su mano de la suya - Te prometo que hablaremos de nosotros en otro momento, pero... verdaderamente me siento muy cansada y este lugar no me ayuda en lo absoluto.

- De acuerdo... te entiendo... ¿Quieres que te lleve?

- Tengo mi chofer afuera, después de todo, le había dicho que sólo serían unos momentos - sonrió - Te escribiré, ¿de acuerdo?

Él asintió, mientras ella giraba.

- Te acompaño.

- Tampoco es necesario, sé donde esta la salida... puedes lavar las tazas, ahórrale el trabajo a la señora Azumi, hasta que se vaya conmigo - bromeó

- Lo que digas - respondió sonriendo, mientras ella se perdía en la inmensidad de la casa.

Apoyó sus manos en la mesada, cerrando sus ojos mientras su pecho era un mar de emociones y su mente estaba más confundida que antes.