Capítulo 4
Tardó varios minutos en recordar qué era lo que había pasado. Sakura fue despertando después de desmayarse y cuando fue consciente de lo que le había ocurrido, sintió cómo la vergüenza subía hasta sus mejillas. Jamás en su vida se había desmayado y, aunque no debería importarle, se preguntó qué habían pensado aquellos guerreros al ver que se desvanecía ni más ni menos que en los brazos de su líder.
Se preguntó dónde estarían, pero sentía cierto temor a abrir los ojos y descubrir que no le gustaba. Tras varios segundos, se dio cuenta de que se encontraba montada a caballo y que alguien la sujetaba con fuerza desde la cintura y la apretaba contra él, haciendo que su vergüenza fuera en aumento.
Poco a poco, Sakura fue abriendo los ojos y descubrió que era noche cerrada, aunque la luz de la luna seguía iluminando su camino. La lluvia por fin se había acabado y sus ropajes comenzaban a secarse, por lo que dedujo que hacía varias horas que se había desmayado, así que seguramente habrían recorrido un buen trecho. A cada movimiento del caballo, el cuerpo de Sakura chocaba contra el enorme pecho de un guerrero, pero no estaba segura de querer saber de quién se trataba, pues cualquiera que fuera haría que su corazón saltara de puro nerviosismo.
Con un gemido de dolor por la posición del cuello, Sakura levantó cabeza y cuando esta chocó contra el pecho del hombre que la sujetaba, inconscientemente levantó la mirada hacia él y lo miró con los ojos aún entrecerrados por el cansancio. Sin embargo, cuando su mirada chocó contra la del guerrero líder, Sakura abrió los ojos desmesuradamente y se incorporó en el caballo, intentando evitar por todos los medios que su cuerpo rozara contra el del guerrero, pero al moverse tan deprisa y al tener aún la cabeza algo aturdida, su movimiento provocó que la joven estuviera a punto de caerse del caballo. Y de no ser por la mano protectora de Itachi, habría dado con sus huesos contra el duro suelo.
—A menos que sigáis con la estúpida idea de querer morir, os aconsejo que no volváis a moveros así sobre el caballo.
—No creo que mi vida os importe mucho, Uchiha —le espetó.
—Tenéis razón, pero solo me servís mientras estéis viva. La joven lanzó un bufido, enfadada.
Aquella, sin lugar a dudas, no era la idea que tenía de escapar del convento para vivir en libertad.
—¿A dónde me lleváis o los prisioneros no tenemos el derecho a saberlo?
El tono de su voz iracunda e irónica llamó la atención de varios guerreros, que la miraron con enfado al ver cómo le hablaba a su laird. Pero especialmente le llamó la atención uno de los que cabalgaban más cerca, debido a su parecido con el laird.
—Vamos a nuestro castillo.
Sakura suspiró largamente con tristeza y negó con la cabeza.
—Estáis equivocado, Uchiha. Os repito que mi padre jamás hará nada por mí.
—¿Qué clase de padre no haría lo que fuera por su hija? —le preguntó con un tono que le indicaba que no la creía.
—Un tirano —respondió ella con dureza girando la cabeza para mirarlo a los ojos.
La firmeza de la joven lo sorprendió y agachó la cabeza para examinarla y ambos se sostuvieron la mirada durante unos segundos. Sakura sintió que se perdía en aquella mirada dura y un intenso nerviosismo se instaló en su vientre, haciendo que un escalofrío le recorriera la espalda.
Itachi la miró y sin saber por qué tuvo que reunir toda su fuerza de voluntad para no besarla y bajar todas las defensas de la joven para que no se resistiera contra él. No obstante, retiró la mirada, confundido, y volvió a mirar hacia adelante.
—No dejaré a mi hermano en manos de vuestro padre, y más después de escuchar de boca de su propia hija cómo es.
—Tal vez mi padre ya lo ha matado... —sugirió con apenas un hilo de voz.
Los ojos de Itachi volvieron a bajar hacia ella e Sakura sintió que la mano que sujetaba su cintura se tensó al instante y apretó los dedos contra su carne.
—No volváis a decir eso jamás.
La fiereza con la que le habló el guerrero la asustó, por lo que la joven se giró de nuevo hacia adelante y apartó la mirada de él. Tragó saliva y notó cómo poco a poco el guerrero se relajó hasta dejar de clavarle los dedos en la cintura. Hasta entonces, Sakura contuvo la respiración y mantuvo el cuerpo tenso.
Desde entonces, la escasa conversación que habían mantenido se acabó, volviendo el silencio entre ellos y el resto del grupo. Sakura entonces desvió la mirada hacia los demás y descubrió que ellos encabezaban la marcha mientras el resto del grupo se repartían a los lados de su laird, aunque algo más detrás, y a la retaguardia. No descubrió por ningún lado el caballo que la madre superiora le había prestado para huir, por lo que dedujo que tal vez lo habían dejado volver o en libertad para evitar ralentizar la marcha.
Sakura intentaba no pensar en las sensaciones tan extrañas que le producía la mano del guerrero y el pecho del mismo contra su espalda. Era la primera vez en su vida que un hombre la tocaba de aquella forma y, aunque no había ningún sentimiento por parte de él con ese tacto, Sakura no podía evitar el nerviosismo.
La imagen del que supuso era otro hermano del laird apareció en su campo de visión e Sakura dejó a un lado los pensamientos que comenzaban a surgir en su mente, que habrían desmoralizado a la madre superiora si lo supiera, para escucharlo.
—Itachi, debemos tener cautela. Aunque aún sea de madrugada, no dejamos de estar tierras de los Hozuki, y puede que hagan guardia en sus fronteras.
Itachi asintió y miró a su alrededor.
—Para ser tierras de los Hozuki, todo está demasiado tranquilo.
Sakura vio asentir al guerrero y cuando este le dedicó una mirada de auténtico odio, la joven dio un respingo, que no pasó desapercibido para Itachi, y desvió la mirada al frente.
—Sasuke, dile a los demás que estén alerta.
El guerrero asintió, aunque antes de marcharse miró a Sakura y le habló a pesar de que esta miraba al frente:
—Más os vale, mujer, que mi hermano pequeño esté aún con vida o pagaréis con la vuestra.
La frialdad con la que dijo aquellas palabras le provoco otro escalofrío, pero la joven decidió no responder y seguir con la mirada hacia el camino. Por ello, su pasividad y poco interés en él, provocó en Sasuke una oleada de odio que le hizo acercar el caballo al de su hermano, alargar un brazo y tirar con fuerza del pelo de la joven, que lanzó un gemido de dolor. Esta sintió la profunda y negra mirada del guerrero clavada en la suya y necesitó de todas sus fuerzas para no derrumbarse moralmente ni caerse del caballo.
—No me gusta que me ignoren —siseó Sasuke.
Sakura tragó saliva y le sostuvo la mirada hasta que se armo de valor para responder.
—Yo no tengo culpa de lo que hace mi padre —se defendió intentando que las lágrimas no acudieran a sus ojos, más por el dolor que por miedo.
—Lleváis su misma sangre, no seréis muy diferente —le dijo con desprecio.
—Será mejor que nos centremos en el camino. Ya resolveremos nuestras diferencias cuando lleguemos a nuestro hogar —intervino Itachi al notar los incontrolables temblores de Sakura.
Sasuke lo miró durante unos segundos y finalmente asintió, soltando el cabello de la joven, que estuvo a punto de caer del caballo de no ser por la mano rápida del laird, que la aferró con fuerza contra él.
Itachi comenzó a sentirse incómodo al ver temblar tanto a aquella joven. Intentaba mantenerse al margen, pero algo dentro de él se agitaba cada vez que ella se sacudía. Y sin apenas darse cuenta, su mano apretó con más fuerza a Sakura y cuando la espalda de esta se apretó contra su pecho y el olor de su pelo traspasó su nariz, quien sintió un escalofrío fue él. Su ceño se frunció y necesitó varios minutos para convencerse de que aquel sentimiento se debía a que la joven estaba bajo su protección, era su prisionera; la vida de esta dependía de lo que él eligiera. Era suya...
Itachi carraspeó para alejar esos pensamientos y miró hacia el frente justo cuando tuvo la sensación de escuchar algo extraño. El guerrero levantó su mano derecha para detenerlos y miró a su hermano, que se acercó al instante.
—¿Has escuchado lo mismo que yo?
Sasuke asintió y ambos intentaron vislumbrar algo entre los árboles que había a su alrededor. Pero a pesar de que la luna iluminaba los senderos, no había ningún movimiento extraño por allí. Sin embargo, volvieron a escuchar lo mismo: el graznido de un cuervo.
Incluso Sakura se sorprendió al escucharlo. Desde muy niña había oído ese sonido durante el día, pero jamás por la noche y giró la cabeza para dirigirle una mirada a Itachi. Este mostraba una expresión de concentración máxima y no la miró, sino que se dirigió a Sasuke.
—Ese sonido a estas horas solo significa una cosa.
—Hozuki —sentenció Sasuke.
Y sin saber por qué, Sakura volvió a sentir miedo. La joven miró desesperada a su alrededor, pero no vio nada. Los Hozuki también eran enemigos de su padre y, aunque nunca habían entrado en guerra
abierta, sí había cierta tensión entre ellos, por lo que si eran atacados, ella estaba entre la espada y la pared, pues si los Uchiha perdían la lucha, ella no estaría libre, sino en manos de un enemigo tal vez peor, pues la fama que tenían los de ese clan no era precisamente buena.
Con el corazón acelerado, Sakura intentó encogerse y si hubiera podido, se habría hecho invisible a ojos de los demás. La joven vio que los demás guerreros del grupo parecían colocarse de una manera especial, tal vez preparándose para atacar. Pero lo que más la sobresaltó fue una voz varonil y ronca contra su oído demasiado cerca para el manojo de nervios que tenía en su interior...
—A mi señal escondeos detrás de aquella piedra grande que hay a nuestra izquierda. —La mano del guerrero apenas hizo un gesto para señalarle el lugar, pero Sakura lo comprendió al instante.
—¿Por qué? —preguntó ella.
Él chasqueó la lengua, contrariado.
—No cuestionéis mis órdenes —respondió con énfasis.
—Tengo derecho a saberlo...
Itachi abrió la boca para responder por última vez, pero el sonido de una flecha, que pasó casi rozándolos, lo cortó y le hizo reaccionar.
—Por vuestro bien espero que no intentéis huir...
Sakura intentó responder, pero para su sorpresa, Itachi la empujó del caballo, haciéndole soltar un quejido de dolor cuando su cuerpo chocó contra el suelo.
—¡Escóndete! —gritó él.
Sakura actuó al instante, intentando obviar que el guerrero había dejado de emplear las formas con ella y la había tuteado. Sin pensárselo dos veces, la joven se incorporó como pudo y corrió hacia la piedra que Itachi le había indicado al mismo tiempo que los guerreros sacaban sus espadas. El silencio en ese momento resultaba casi aterrador, pero al instante fue interrumpido por unos gritos procedentes de los árboles. Y gracias a la luz de la luna, Sakura pudo ver cómo de entre ellos salían una decena de hombres también armados y corrían con fiereza hacia el grupo Uchiha.
Intentando pasar desapercibida, Sakura se refugió como pudo detrás de la enorme piedra y tan solo dejó entrever parte de su cabeza, ya que la lucha que se estaba llevando a cabo a tan solo diez metros de ella parecía tenerla hipnotizada. Sus ojos vagaron entre las varias parejas de guerreros que luchaban entre sí, pero finalmente, y sin saber por qué, su mirada buscó a Itachi. Cuando lo encontró, un escalofrío recorrió su espalda. La fortaleza y masculinidad del joven la aturdió. Desde su posición lo vio descargar su espada con rabia contra su oponente. Los músculos de sus brazos se le marcaban bajo la chaqueta que llevaba para protegerse del frío y tenía la sensación de que en cualquier momento la tela cedería y se rompería.
Sakura se obligó a tragar saliva, pues sentía que se le estaba secando la garganta con aquella visión. Desde muy pequeña había visto entrenar a los hombres de su padre, pero ninguno le había llamado la atención tanto como el guerrero Uchiha en ese momento. Vio cómo su rostro se tornaba lívido cuando la espada de su oponente rozó levemente su hombro, abriéndole una brecha. Sin saber por qué, Sakura contuvo la respiración y apretó los puños, pero desde su posición pudo ver que Itachi se mantenía con la misma fuerza que antes.
No entendía mucho de luchar, pero tenía la sensación de que tanto un grupo como otro estaban en el mismo nivel y ni uno ni otro estaban venciendo. Por ello, al ver que todos estaban enfrascados en la refriega, decidió que aquella era la única oportunidad que tendría para escapar de allí; y tras dirigirle una última mirada al laird Uchiha, Sakura se levantó y huyó.
No sabía a dónde iría, pero sí tenía clara una cosa: no quería regresar al convento ni a su hogar. Ya se las apañaría cuando llegara al primer pueblo donde pudieran ayudarla. Pero no estaba dispuesta a ser usada como moneda de cambio de los Uchiha. Además, temía que su padre, después de todo, la culpara a ella de algo y la encerrara en las mazmorras del castillo, ya que lo creía capaz de eso y más.
Con la escasa luz que se colaba entre los árboles, Sakura los sorteó con gracia. Sin embargo, no había recorrido ni cien metros cuando unas fuertes manos aparecieron detrás de un árbol y la empujaron contra él. Sakura intentó gritar, pero una de las manos se cernió sobre ella y tapó su boca con fuerza. La joven se vio impulsada hacia el pecho de un hombre y un aroma poco agradable llegó hasta sus fosas nasales, obligándola a arrugar la nariz por el asco que le produjo. Sakura se revolvió contra él, intentando soltarse, sin éxito.
—Vaya, vaya —dijo una voz varonil en su oído—. ¿Qué tenemos aquí? Hola, preciosa.
La peligrosidad que pudo leer la joven en sus palabras la llenó de pánico y su corazón saltó frenético, llenándola de fuerza que empleó para intentar soltarse.
—Desconocía que los Uchiha tuvieran una gata tan bonita entre ellos...
Sakura sintió el picor que le producían las lágrimas en sus ojos, pero no se rindió. Estaba dispuesta a escapar tanto de él como de los Uchiha, por lo que su fuerza no disminuyó a pesar del miedo. No
obstante, cuando sintió contra su cuello la punta de una daga, sus fuerzas se vinieron abajo y dejó de moverse al instante, paralizada por el miedo.
—Así me gusta, gatita —ronroneó el hombre en su oído—. Vamos a jugar un ratito...
Itachi estaba demasiado enfrascado en la lucha y apenas tenía tiempo para echar un vistazo a su alrededor y ver cómo estaban los demás. Sabía que más de uno estaba herido, pues los quejidos y maldiciones de rabia llegaban hasta él, pero no podía quitarse de encima al hijo del laird Hozuki. Este, llamado Suigetsu, luchaba con la misma fuerza que Itachi, aunque este último tuvo la sensación de que sus enemigos no intentaban matarlos, sino darles un escarmiento por pisar sus tierras sin permiso.
—¿Qué hacéis es nuestras tierras a esta hora, Uchiha? —La voz de su oponente llamó su atención.
—No es asunto tuyo, Hozuki —vociferó al tiempo que paraba una estocada del joven—. ¿Y tu padre?
¿Ha corrido a esconderse de nosotros?
Itachi se burló con una sonrisa de Ian Hozuki, padre de Suigetsu, y laird de su clan. Conocía la fama de mujeriego y cobarde que tenía su enemigo y quiso aprovecharla para intentar desconcentrarlo. Sin embargo, la voz del hombre que estaba buscando llamó su atención, y fue Itachi quien se desconcentró de la lucha, algo que aprovechó Suigetsu para abrirle otra brecha en el costado.
—¡Uchiha, creo que tengo algo que te pertenece! ¡Dejad la lucha si no queréis perderlo!
Poco a poco, los hombres de Itachi, a una señal suya, fueron bajando las armas, aunque no perdieron de vista a sus oponentes, que les sonreían con gesto burlón, algo que Sasuke hizo que estuviera a punto de volver a la refriega. Pero logró contenerse debido a la aparición del laird de los Hozuki.
En ese instante, el rostro de Itachi cambió de expresión, pasando de la sorpresa a la preocupación para después terminar con la ira. Cato Hozuki salió de entre los árboles sujetando contra él a Sakura y amenazándola con una daga en el cuello. La joven presentaba una expresión aterrada en el rostro y a pesar de la distancia, Itachi pudo ver que sus ojos estaban llenos de lágrimas. El joven apretó con fuerza la empuñadura de su espada y necesitó de todas sus fuerzas para evitar lanzarse contra Cato. Aquella visión, para su sorpresa, le produjo demasiados sentimientos en su interior y, aunque no pudo reconocer ninguno, se obligó a apartarlos.
Cato Hozuki empujó a Sakura hacia adelante. La joven temblaba incontrolablemente y sabía, por el dolor, que ese hombre le había hecho ya un pequeño corte en la base del cuello, pues sentía cómo corría una gota de sangre hasta perderse entre sus ropajes.
—¿Es tuya, verdad Uchiha? —preguntó apretando con más fuerza a Sakura—. Aunque no estoy seguro de que ella quiera estar contigo porque huía como si fuera perseguida por el mismísimo diablo.
Los hombres de Hozuki lanzaron una carcajada, haciendo que los ojos de Itachi brillaran por la rabia. Sakura sentía la mirada del joven sobre ella y cuando lo miró no supo adivinar si estaba furioso por la situación o porque ella lo había desobedecido y había intentado huir de él.
—¿Por qué no la sueltas y luchas como un hombre? —le sugirió Itachi intentando no mostrar las ansias que sentía por querer que dejara de tocarla.
Cato negó con la cabeza y apartó la daga del cuello de Sakura tan solo para señalar a Itachi.
—¿Por qué estáis en mis tierras? No recuerdo haberte invitado.
—Asuntos del clan Uchiha —respondió Itachi con tranquilidad.
—¿Y qué asuntos son esos?
Itachi dio un paso hacia él, pero Cato colocó de nuevo la daga sobre el cuello de Sakura, que se sobresaltó y lanzó una exclamación de dolor. El guerrero frenó en seco y apretó aún más los puños. No quería dar explicaciones, pero tampoco deseaba que el mujeriego de Hozuki siguiera con sus sucias manos sobre aquella joven, ya que, sin saber por qué, le molestaba.
Una lágrima solitaria cayó desde los ojos de Sakura y corrió por sus mejillas, haciendo que el corazón de Itachi se encogiera para su sorpresa, muy a su pesar.
—Venga, Uchiha, ¿acaso quieres que la sangre de ella corra por mis tierras?
Cato apretó algo más la daga contra Sakura, que no pudo evitar lanzar un sollozo a pesar de que apretaba con fuerza los labios.
—¿Sabes, Hozuki? —comenzó Itachi—. Realmente me importa poco si la matas o no. Tal vez así me ahorras el trabajo de tener que hacerlo yo.
Sakura abrió los ojos desmesuradamente y su rostro se transformó en auténtico terror mientras Cato Hozuki reía a su espalda.
—¡Vaya! —exclamó—. Pensaba que esta gatita era tu putita, Uchiha. Itachi soltó un bufido.
—¿Ella? —preguntó con sorna—. La acabo de sacar de un convento de las tierras de los Haruno y te aseguro que no es el tipo de mujer que metería en mi lecho.
Sakura apretó los ojos con fuerza. A medida que pasaban los segundos, la mezcla de pánico y rabia crecían en su interior y sabía que esos sentimientos no iban a desaparecer hasta que salieran de ella como un torrente sin control. La joven intentó volver a soltarse, pero Cato volvió a apretarla contra él.
—Pues si tú no quieres a esta gatita, no te importará que me la quede yo... —sugirió antes de pasar su lengua por la mejilla de la joven, que tuvo que apretar el estómago con fuerza para no vomitar.
Itachi chasqueó la lengua y dio un paso más hacia él, que esta vez no hizo nada contra ella para detenerlo.
—Si no me hiciera falta, podrías quedártela, Hozuki —dijo despacio—, pero la necesito para acabar con Kisashi Haruno.
Cato frunció el ceño.
—¿Y qué tienes ahora con ese viejo desgraciado? —preguntó Hozuki.
—Eso es asunto de nuestro clan. Hemos pisado vuestras tierras para acortar camino con las nuestras.
No queremos nada vuestro.
—Soy una persona muy curiosa, Uchiha. No pienso soltarla hasta que no me digas todo.
Itachi dio otro paso hacia él y aferró con fuerza la espada, pero el sonido de las armas de los guerreros Hozuki le hizo parar en seco.
—Estás agotando mi paciencia, Hozuki. Ya te he dicho que no hemos venido a robaros nada. Tan solo estamos de paso.
—Y yo te creo, Uchiha. Pero es que me gusta demasiado esta gatita y no quiero soltarla. Tan solo volverá a ser tuya cuando me cuentes todo.
Itachi respiró hondo. Sabía que si le contaba la verdad a los Hozuki, estos podrían unirse a los Haruno en su contra, pero también estaba en su conocimiento que esos dos clanes eran enemigos, por lo que intentó hacer caso a su intuición y finalmente se decidió. Debía conservar a Sakura con él si quería salvar a su hermano, por lo que no le quedaba otra opción.
—Kisashi Haruno tiene prisionero a mi hermano Shisui y nos llevamos a esta muchacha para hacer el cambio con él.
Cato soltó una risa.
—¿Y de verdad crees que Haruno soltará a tu hermano por una furcia cualquiera? —se burló.
—No es una cualquiera. Es su hija.
El silencio fue la respuesta que lanzó Cato Hozuki a Itachi. El laird miró ceñudo a la joven que tenía entre sus brazos y temblaba como una hoja por el miedo. Aquella era la hija de uno de sus enemigos y tenía la vida de la muchacha entre sus manos, pero a pesar de ser todo demasiado fácil, no quería empezar una guerra con el clan de la muchacha.
—Así que sois la hija de mi enemigo... —dijo contra su oído—. Qué pena que se me haya adelantado el Uchiha. Si no, te habría enseñado en mi lecho cómo tratamos a nuestros enemigos...
Sakura no respondió. Estaba demasiado asustada para hacerlo. Tan solo se limitó a girar la cabeza para alejar su rostro de aquel aliento tan pestilente.
—Terminemos con esto ya, Hozuki —intervino de nuevo Itachi con voz tranquila—. Suelta a la chica y deja que cumpla con mi venganza contra Kisashi Haruno.
—¡No lo hagáis, padre! —vociferó Suigetsu desde la distancia—. Esa muchacha también podría resultarnos útil.
Cato lo sopesó durante unos segundos que para todos fueron eternos. Itachi apretaba con fuerza la empuñadura de la espada, dispuesto a levantarla contra el Hozuki si no soltaba a Sakura. No obstante, finalmente el laird bajó la daga del cuello de la joven y la empujó hacia Itachi, que logró sostenerla a tiempo antes de que se cayera.
—Salid de nuestras tierras antes de que me arrepienta —les advirtió—. Y espero no volver a encontraros por aquí sin mi permiso.
Itachi asintió y agradeció su gesto, sorprendido porque el Hozuki hubiera cedido sin pensárselo. Desde allí los Uchiha vieron cómo se perdían de nuevo entre los bosques los guerreros Hozuki hasta que el silencio se instauró de nuevo entre ellos.
—Será mejor que nos vayamos pronto de aquí y crucemos la frontera antes del amanecer.
Itachi puso una mano en el brazo de Sakura para llevarla hacia los caballos, pero la joven se soltó con fiereza y levantó los ojos, perlados de lágrimas, hacia él. Lo miró con rabia contenida mientras su cuerpo
no podía controlar los temblores que la atenazaban. El guerrero podía escuchar el castañeo de sus dientes y, durante unos segundos, sintió pena por ella, llegándose a plantear incluso si aquella idea que tenía en mente era la correcta para liberar a su hermano.
—En los caballos tenemos whisky. Lograréis calmar vuestros nervios con un trago.
Sakura negó con la cabeza.
—No quiero nada vuestro —respondió entre dientes—. Tan solo que todo esto acabe de una vez.
