¡Buenas noches! ¡Espero que estén bien y comenzando el año con mucha alegría, fe y esperanza! - ¡Como lo haría Candy sin importar las pruebas diarias! -

Con ustedes, un capítulo más de esta historia de amor. ¡Bendiciones!

"UNA VISIÓN DE AMOR"

CAPÍTULO XXII

Era un veinte de diciembre, en las primeras horas de la mañana, cuando los primeros copos de nieve del invierno comenzaron a caer sobre la silenciosa Mansión de las Rosas, en Lakewood. A principios de ese mes, Patty O'Brien y Annie Brighton, junto a sus familias, se habían despedido de ellos, y siendo escoltados hasta la estación de trenes desde la mansión Britter por el padre de Candy, por William, Charlotte, Stear, Archie, y Candy y Anthony esta vez; habían regresado ya a sus hogares en Canadá, con la promesa de visitarlos en primavera, para el nacimiento del pequeño primogénito de la pareja Brower.

"Te dije que todo saldría bien, amor," le decía Anthony a la pecosa ese veinte de diciembre, tras regresar él del pueblo, luego de haber ido esa mañana con el doctor Miller a su revisión semanal en compañía de sus primos. Ella se había quedado con pena porque, por su estado de embarazo, Anthony se había negado a que ella los acompañara, temiendo lo resbaloso del camino para el vehículo. Lo cual no la tranquilizó a ella en nada de que él sí fuera tras la nevada. Stear, sin embargo, le aseguró que lo traería sano y salvo de vuelta, aunque tuvieran que regresar cargándolo junto con Archie desde el pueblo a pie en la nieve. Felizmente, no habían tenido ningún inconveniente en su viaje, y el clima se había mantenido despejado.

Al mediodía, Candy los había estado esperando inquieta ya en la entrada de la mansión, y se sintió aliviada al verlos volver finalmente en una sola pieza.

"Amor, sé que no era para tanto, pero me alegro de que hayas vuelto con bien", dijo la pecosa, tras besar los labios de su amado en saludo.

Anthony sonrió y besó su frente con cariño también. Los cuatro ya habían entrado a la mansión y estaban en el ingreso a la estancia.

"Descuida, amor. Como verás, tuve una excelente compañía." Dijo el rubio, viendo a sus primos. "Hace mucho que no salíamos los tres juntos así."

"¡Es verdad!", dijo sonriendo Archie al recapitular que sí. "¡Fue como en los viejos tiempos otra vez!", añadió feliz.

Stear también asintió.

"Excepto por el hecho de que no me dejaron bajar del auto cuando pasaron por el edificio de correos a poner unos paquetes", se quejó Anthony.

"Había mucho hielo sobre la calle, Anthony…" protestó Stear, "Y con qué cara habríamos visto a Candy si algo te pasaba al bajar."

"Gracias, chicos", sonrió la pecosa agradecida.

"Bien, nosotros los dejamos.", sonrió Archie reconociendo que comenzaban a hacer mal tercio al ver que los rubios se quedaban viendo enamorados.

"Gracias por llevarme, Stear y Archie.", dijo Anthony regresando su atención a ellos. Candy les sonrió también, abrazada a su esposo, muy hermosa con su lindo vestido de maternidad, ya con su pancita de cuatro meses y medio.

"Sí, gracias, muchachos.", dijo la rubia también. "Gracias por traerlo a salvo a casa."

"Saben que lo hacemos con gusto." Les dijo Stear. "Bien, veré si sobró algo del pastel de melocotón de anoche en la cocina antes de que llamen al almuerzo.", dijo señalando hacia la otra parte de la casa, marchándose.

"Y yo veré si puedo responder correspondencia que acabo de recibir."

"Salúdame a Annie cuando lo hagas, Archie", le dijo la pecosa sonriente.

"Por supuesto, Candy", dijo el elegante muchacho haciendo el movimiento de marcharse, pero deteniéndose y volviéndose a verla sorprendido, "¿Cómo sabes-"

Candy lo vio divertida, y se encogió de hombros con una sonrisa.

"¿Te ha hablado acaso ella de mí?", preguntó su elegante primo interesado.

"Algunas veces. Por teléfono hoy en realidad." Concedió la rubia con una sonrisa. "Pero ella sí me pidió que te saludara de su parte, cuando regresaran del pueblo. Que te agradece el dato de la nueva tienda de música en Toronto que le enviaste en tu última carta. Me dejó su número y su nueva dirección, estará en Montreal, para pasar las fiestas con su familia materna. De hecho, se verán con Patty la otra semana ya que como sabes ella vive allí." Dijo la pecosa. "Me avisó que hasta mediados de febrero regresará a Vancouver, si el clima lo permite. Pedí al mayordomo que pusiera sobre tu escritorio en tu habitación una copia de los datos que me dio, para que también tú los tengas."

Archie asintió con una sonrisa. "¡Muchas gracias, Candy! Probaré llamarla esta noche entonces. Y le daré tus saludos también." Le aseguró el joven y con una sonrisa encantadora se retiró, caminando hacia una de las escalinatas principales con prisa.

"Vaya…", dijo Anthony entonces, viéndolo marchar.

Candy lo miró inquisitiva. "¿Qué, amor?"

"Creo que la tía abuela tendrá buenas noticias para los Brighton antes de lo que ella misma cree", dijo divertido viendo a su primo con una sonrisa.

"¿Tú crees?", preguntó la pecosa ilusionada, viendo a Archie subir la escalinata también.

Anthony asintió en silencio.

"Amor," dijo entonces Anthony cambiando de tema, volviéndose hacia su pecosa. "Tu padre habló conmigo ayer respecto del avance de las remodelaciones en la casa Britter."

"Brower", le corrigió su esposa contenta, yendo con él hacia uno de los sillones de la estancia decorada en el alegre, pero elegante, ambiente navideño de la época, sentándose cerca del hermoso árbol navideño.

Anthony sonrió, dejando su bastón a un lado, y tomando asiento junto a ella. "Será Brower cuando lleguemos a vivir allí, amor. Por lo pronto, es la residencia de tus padres."

"Y… ¿papá te comentó sobre su viaje?"

"Así es." Le respondió el rubio. "Me confirmó que sí, que viajarán junto con tu madre a Nueva York, luego de las fiestas. Y que regresarán en abril, a tiempo para esperar el nacimiento de nuestro hijo.", dijo acariciando la pancita de Candy, haciéndola sonreír, colocando ella su mano también sobre la de él en una caricia.

"¿Cómo se ha portado esta mañana nuestro caballerito?", preguntó feliz el rubio.

"Muy juiciocito en realidad", rió Candy. "Creo que se parece mucho a ti."

Anthony rió. "Pues anoche se parecía más a ti, creo yo.", le dijo divertido. Candy le hizo un lindo puchero, pero sin poder rebatirle, sonrió asintiendo.

Para felicidad de la joven pareja, habían comenzado a sentirlo moverse por primera vez la noche anterior, cuando se arreglaban para dormir, creando un verdadero revuelo entre ellos en la habitación. Para su sorpresa se había estado moviendo mucho antes para Candy, pero hasta entonces se había sentido al tocar su pancita. Y cuando finalmente se acostaron, Anthony había dormido abrazado esa noche a su pecosa, manteniendo su mano en su vientre, sintiendo sus movimientos largo rato, hasta que pareció dormirse también, junto con sus ilusionados padres.

"Mamá me preguntó hoy en la mañana cómo es que sabíamos que era un varoncito."

"¿Y qué le respondiste?", le sonrió su esposo, viéndola.

"Le dije que ambos, en diferentes momentos, habíamos soñado con él, siendo un varoncito.", le sonrió tierna, acariciando su pancita al igual que lo hacía Anthony en aquel momento. Ambos recordaban las experiencias de los días más difíciles que habían vivido tras el accidente. Ninguno de los dos recordaba con claridad sus sueños, pero sentían que, de alguna manera, lo habían conocido, que lo habían visto en ellos. Por más imposible que fuera… ambos reconocían ese encuentro como real.

"¿Le dijiste su nombre también?", le preguntó entonces curioso.

"Aún no. Que sea una sorpresa para todos.", sonrió la pecosa feliz, Anthony asintió sonriente, estando de acuerdo en conservarlo para ellos.

"¡Ey!", se sorprendió entonces Anthony, viendo su pancita con agrado. "¡Parece que se acaba de despertar!", dijo tras sentir el movimiento de su hijo nuevamente con insistencia. "¡Hola, campeón!", le dijo contento inclinándose hacia él. "Sí, ya regresé. Me dicen que te portaste muy bien con tu mamá hoy." Continuó. "Así me gusta. Ambos debemos cuidar mucho de mamá."

"Anthony…", le dijo enternecida la rubia, viéndolo platicarle a su bebé.

El pequeño pateó otra vez, pero con más fuerza, haciendo reír a Anthony de manera espontánea.

"¿Qué pasó?", le preguntó la rubia curiosa.

"Me reclama que fui yo quien no se portó bien porque yo sí te dejé sola hoy", sonrió.

"¿Y cómo sabes que eso te dijo?" le preguntó sorprendida la rubia.

"Cosas de padre-hijo, amor." Le dijo divertido, ganándose una risita igual de divertida de parte de Candy, quien, sacudiendo su cabeza, lo miraba con amor por su ocurrencia, y lo veía a él besar con cariño su pancita.

"Conque aquí están." Escucharon una voz tras de ellos, al ingreso de la sala.

"Mamá.", dijo Candy sonriendo, viendo a su elegante madre entrar en el salón.

"Señora Britter.", dijo Anthony poniéndose de pie con cortesía de inmediato.

"Hola, hijo.", dijo la señora con cariño, al verlo asentir hacia ella en saludo. "Me dijeron que ya habías regresado, ¿Cómo te fue? - Ya te he dicho que puedes decirme mamá. -" lo amonestó con cariño. Anthony sonrió apenado.

"¡Es verdad!", se sorprendió la despistada rubia de pronto, todavía sentada en el sillón, "Ya ni te pregunté qué te dijo el doctor Miller en la consulta, amor", se apenó por su omisión.

Anthony les sonrió a ambas. "¡Pues me fue muy bien!", les respondió contento y orgulloso el alto rubio. "Me dijo que ya podía dejar de usar la silla de ruedas, pero sin extralimitarme. Me cambió un medicamento también, y… me deseó feliz navidad y feliz año nuevo, extensivo a mi familia". Sonrió. "Me dejó cita hasta para la primera semana de enero."

"¡Qué bien, Anthony!", dijo la pecosa poniéndose de pie, abrazándolo emocionada, para felicitarlo. Ella más que nadie sabía lo mucho que le molestaba a su esposo usar la silla tanto. Eso le daría más independencia de movimiento y dejaba notar su avance. Por el clima, la natación ahora la hacían juntos cuatro veces por semana, por la noche, para irse a dormir sin salir al frío. El esfuerzo parecía estar rindiendo frutos.

"Me alegro mucho por ti, hijo." Lo felicitó también su suegra, abrazándolo.

"Gracias, mamá.", le dijo el rubio usando el epíteto solicitado, con una sonrisa.

"También venía yo a buscarlos porque mi madrina pidió que les avisara que el almuerzo se servirá en unos minutos.", dijo sonriente la señora Britter.

"En ese caso," dijo Anthony, "señoras, permítanme escoltarlas al comedor." Dijo el rubio, ofreciendo galante ambos brazos a las damas, dejando su bastón en la sala.

Viendo la preocupación de Candy mientras avanzaban, él le sonrió. "Descuida, amor, recuerda que no es la primera vez que lo dejo atrás, al menos hoy no tengo que agacharme para avanzar.", le sonrió. Y la pecosa recordado el Día de Acción de Gracias recién pasado, rió divertida, asintiendo.

"Lo mandaré buscar más tarde con el mayordomo." La tranquilizó. "No te preocupes." La pecosa asintió nuevamente, no quería que se excediera ahora que tenía el permiso del médico de movilizarse más.

Tras el almuerzo de familia y de descansar Anthony de su viaje al pueblo, ambos esposos Brower pidieron audiencia para hablar con la tía abuela y con el patriarca.

"¿A principios de enero?", preguntó sorprendida la matriarca. Todos estaban sentados en la sala privada del despacho. Anthony y Candy juntos en el sillón más grande.

"Así es, tía abuela.", respondió Anthony con calma, a la elegante dama frente a él.

"¿No les parece algo precipitado?", insistió la señora Andley con el ceño fruncido. "Todavía estás en recuperación, hijo."

"Agradezco su preocupación por mí, tía abuela, pero como sabe, en mi cita hoy, el doctor Miller dijo que ya estoy mejor," dijo Anthony. "Además, con Candy creemos que ha llegado el momento de que nos traslademos a nuestro nuevo hogar.", agregó tomando la mano de su pecosa, ganándose una sonrisa.

"Pero aún no están concluidas las remodelaciones de la casa", protestó otra vez la anciana. "Apenas si comenzaron los trabajos de remodelación luego de que las amigas de Candy y sus familias se marcharan."

"Lo sabemos, tía abuela." habló Candy, interviniendo comprensiva. "Pero junto con Anthony hemos pedido al arquitecto que los trabajadores avancen todo lo que puedan este mes, y ya para enero serán solo detalles los que falten. También quería agradecerles que mis padres hayan podido venir a quedarse aquí con nosotros mientras tanto, para que no sufran de las molestias del ruido y del polvo de la remodelación."

"Ni lo menciones, Candy. Lo hacemos con gusto.", dijo la matriarca.

"Además, lo más grande que falta es la capilla" dijo Anthony. "Y no será sino hasta en abril que se comience su construcción, según lo programado."

"¿Están seguros ambos de querer continuar con esto entonces?", preguntó William Albert con seriedad, desde el sillón junto al de la tía abuela. Había estado escuchando la conversación hasta ahora sin intervenir.

"Así es, tío.", le dijo el rubio menor con serenidad, mirándolo. "Será una etapa más para nosotros que comienza, y ambos creemos que estamos listos para dar ese paso. Además, no es como si nos cambiáramos de Estado o algo por el estilo", dijo con una sonrisa, "estaremos solo al otro lado del pueblo nada más. Nos veremos seguido, como hasta ahora", agregó con ánimo, tratando de animarlos.

Ese ánimo, sin embargo, no encontró eco alguno en la expresión de su tía abuela ni del patriarca frente a ellos.

El silencio se prolongó, haciendo que Candy se sintiera nerviosa por primera vez por su reacción a su mudanza.

"Bien," dijo finalmente William, "están en su derecho de tomar las decisiones que crean más convenientes para su familia.", dijo, haciendo alusión al próximo nacimiento de su hijo. "Nosotros los apoyamos, por supuesto. Pero queremos que sepan que, literalmente, ésta será siempre también su casa".

"¡Gracias, William!", dijo Candy contenta.

"Gracias, tío" sonrió Anthony sintiéndose aliviado de escucharlo. Por un momento había pensado que tendría que lidiar con una negativa de último momento de parte de su familia.

"En ese caso, hablaré con George para que apresure el traspaso de las cuentas y propiedades de tu herencia, Anthony, y-"

"Tío, sabes que eso no es necesario", protestó el rubio.

William sonrió. "Sé que no lo consideras importante ahora, Anthony, pero legalmente lo es. Tus padres dejaron instrucciones específicas de que recibieras el dinero de tu herencia y de los fideicomisos a tu nombre al momento de independizarte de la familia, y que esta casa pasara a tu nombre al tú contraer matrimonio."

"Tío…"

"Esa fue la voluntad de mi hermana y la de tu padre, y pienso cumplirla a cabalidad.", concluyó William.

Anthony, mirándolo con seriedad, asintió conforme. "Gracias, tío.", le sonrió.

"Tus padres estarían muy felices por ustedes, Anthony.", agregó la tía abuela. "Nos duele que se marchen de esta casa, no se los vamos a negar." Les dijo viéndolos a ambos. "Pero, como dijo bien William, ahora ustedes son una familia y deben seguir su camino."

Candy se conmovió mucho con lo dicho y comenzó a llorar.

"Candy…", dijo Anthony viéndola con cariño. "No estés triste, pecosa."

"Hija, no llores...", se conmovió la matriarca también. Y poniéndose de pie, cambiándose de lugar, se sentó junto a ella en el sillón mayor, y al hacerlo, y colocar su mano en su hombro, Candy se volvió hacia ella de pronto, abrazándola, llorando. La tía abuela se petrificó ante su abrazo. Anthony y William se consternaron de inmediato ante la escena. Pero para sorpresa de ambos caballeros, la tía abuela, tras recuperarse de su primera reacción, los sorprendió doblemente a ellos al estrechar en sus brazos a la llorona pecosa, comenzando a llorar también, junto con ella.

"Tía abuela…", dijo Anthony conmovido de verlas.

"Tía…", dijo William también enternecido y sorprendido por la escena.

Luego de varios momentos, ambos caballeros prestaron sus pañuelos a las conmovidas damas, que apenadas, aceptaban su ofrecimiento, secando sus lágrimas con una sonrisa.

"No estén tristes", dijo Anthony empático, "Tía abuela, usted sabe que siempre será bienvenida para quedarse con nosotros. - El tiempo que quiera. -" le dijo a su tía.

"Y, amor, sabes bien que vendremos siempre que quieras a visitarlos", le dijo a su esposa sonriendo comprensivo. Le encantaba ver lo unidas que ambas se habían vuelto en los últimos meses.

"Tía abuela, nosotros la queremos mucho…" insistió el rubio otra vez, agachándose frente a su pecosa para alcanzar a la anciana al otro lado de ella, y estrechar en confort su mano.

La apenada Matriarca le sonrió de vuelta, "Gracias, hijo.", le dijo, apretando su mano agradecida, secando luego una última lágrima con el pañuelo que le había prestado William.

"Es cierto, tía abuela.", dijo Candy, volviéndose hacia ella, recuperando su ánimo, "Además, me gustaría mucho que usted me ayudara en nuestra casa con el cuidado del pequeño Matthew cuando nazca." Le dijo la pecosa sincera.

"¿Matthew?", dijo la señora Andley sorprendida.

"¡Oh!", Candy se asustó de pronto, dándose cuenta de su repentino desliz.

Anthony rió divertido por la expresión de su esposa. Y palmeando la espalda de ella, besó su dorada cabecita, recostándola a ella contra sí, y orgulloso continuó por ambos. "Así es, tía abuela. - Tío.-", dijo viéndole también. Entonces contento continuó. "Cuando nazca, nuestro hijo se llamará Matthew Benjamin Brower Britter."

William Albert sonrió de lado, "¿Benjamin como tu abuelo paterno?, preguntó curioso.

"Así es, tío.", dijo Anthony asintiendo. "Sé que a papá le habría gustado que su nieto llevara su nombre…", dijo con añoranza. "Según me dijo él una vez, cuando pequeño, de haber tenido yo un hermano, ese es el nombre que habría tenido."

William asintió pensativo, recordando a su estricto pero cariñoso cuñado. Aunque él mismo era muy pequeño entonces, sí recordaba que Vincent, el padre de Anthony, había querido mucho al abuelo Brower, su padre. Este, sin embargo, había fallecido al año siguiente de él haberse casado con su hermana en Londres.

Candy tomó la mano de su esposo con cariño y le sonrió enternecida. Ella también comprendía el cariño de su esposo por su difunto padre, y había aceptado gustosa la sugerencia del segundo nombre para su pequeño.

"Para mí será una alegría el poder ayudarte a cuidar a Matthew, hija." Le sonrió la tía abuela, ilusionada. - Niño o niña, ella sabía que sería muy feliz cuidándolo. - "Y para comenzar, veré de inmediato que la cuna de Anthony sea preparada para ser enviada a la Casa Britter para que esté a tu disposición."

"¿¡Tiene usted la cuna que usó Anthony!?", preguntó la pecosa emocionada.

"Así es. La conservo en una de las habitaciones de esta casa, que sirvió de guardería en su momento para él", dijo la matriarca feliz de verla emocionada con la idea.

"¿Puedo verla, tía abuela?", inquirió Candy ilusionada, poniéndose de pie impaciente.

"Por supuesto, hija", dijo la señora Andley, poniéndose de pie también. "Si nos disculpan," dijo volviéndose a los caballeros que permanecían observando su conversación, "estaremos en el tercer piso si nos necesitan."

Ambos caballeros se pusieron de pie al ellas hacer el movimiento de retirarse. "Por supuesto, tía abuela.", dijo William cortésmente.

"Gracias, tía abuela." le sonrió Anthony agradeciéndole con una mirada significativa sus atenciones para con su esposa.

La tía abuela le asintió con una sonrisa maternal, palmeando su brazo al pasar junto a él, y las dos damas, platicando sobre otros muebles disponibles, también de los días de infancia del rubio, salieron conversando amenamente del despacho.

Tras cerrarse la puerta tras ellas, tío y sobrino, aún de pie, se quedaron viendo en silencio.

"Sabes que ya no es necesario que se vayan, ¿verdad, sobrino?" le dijo el rubio mayor con seriedad.

Anthony asintió. "Lo sé, tío." El rubio menor mantuvo su mirada.

William le sonrió luego de un momento, exhalando con cansancio. "Sabes que no rebatiría frente a la tía abuela tu decisión sobre algo tan serio como esto, pero… ¿en verdad prefieren vivir en la propiedad Britter, en vez de aquí en la Mansión de las Rosas?", dijo el patriarca tomando asiento nuevamente, y convidando con su mano a hacer lo mismo a Anthony. Luego continuó. "Sabes bien que, tras nuestra boda con Charlotte en julio, nos trasladaremos a vivir a la Mansión Andley de Chicago" continuó, "y lo más probable es que la familia entera se traslade junto con nosotros. Esta casa quedaría a su disposición a partir de entonces."

"Te agradezco la preocupación, tío William, pero con Candy lo hemos conversado ya, y preferimos que, por lo pronto, esta casa siga a disposición de toda la familia, para que nos vengan a visitar seguido." Le sonrió. "Candy está muy ilusionada con la otra casa, le encantó la idea cuando se la propuse en un comienzo, y ha trabajado mucho en su preparación, y bueno, siendo de su familia, tiene un significado especial para ella que comencemos nuestra vida allí."

"Entiendo." Dijo el joven patriarca asintiendo.

"Hay algo más que quería conversar contigo, tío William," Agregó Anthony, viendo que la discusión sobre su mudanza había llegado a feliz término. "De hecho, es algo que, en realidad, quisiera pedirte que hicieras también por mí", aclaró.

"Por supuesto, Anthony", dijo su tío, irguiéndose en su asiento con interés, sonriéndole. "Dime, ¿de qué se trata?"

"Tengo entendido de que, en el contrato matrimonial firmado con mi suegro para nuestro matrimonio, el monto y propiedades de la dote de Candy permanecieron siendo los mismos… a los acordados en el primer contrato que se había suscrito con anterioridad para Rose", dijo con un poco de dificultad de traer un tema tan delicado a colación otra vez.

"Así es.", dijo simplemente William.

"Lo cierto es que… la familia Britter está pasando por un momento un poco difícil con sus negocios por la guerra. Y me gustaría encontrar la manera de reinvertir ese dinero apoyando sus empresas, pero sin que el padre de Candy se entere de que soy yo el inversor. Al menos no por lo pronto."

"¿Quieres iniciar una sociedad anónima para apoyarlos?"

Anthony asintió.

"Quisiera estudiar el caso, al menos, de las dos empresas principales de los Britter y ver cómo podría apoyarlas en su crecimiento. No me atrevo a hacerlo directamente con el señor Robert aún. Él es muy celoso de sus negocios y ha evadido mis preguntas al respecto durante los últimos meses."

William asintió. "Bien, veré que George averigüe de manera discreta sobre la situación de las empresas Britter. Y le pediré que comience con el trámite de la sociedad anónima desde ahora. ¿Supongo que no tendrás ya algún nombre comercial que quisieras utilizar?"

Anthony sonrió, "A&C, Sociedad Anónima. Con Candy y yo como únicos accionistas."

William rió divertido de escucharlo. "Muy apropiado en verdad. Está bien, Anthony. Veré eso antes de que entre el receso por las fiestas."

"Gracias, tío. Lamento molestarte tanto", dijo el rubio menor poniéndose de pie, y tomando su bastón.

"Ni siquiera lo menciones, Anthony. Además… tú sabes que debo quedar bien con mi futuro padrino de bodas, ¿no es así?", le dijo divertido.

Anthony rió. Una semana después del anuncio de la boda del patriarca, William le había pedido a Anthony y a Candy que fueran sus padrinos de boda. Charlotte había estado de acuerdo con la idea y como su hermano se casaba hasta en mayo, lo consideró apropiado. Sabía cuánto William apreciaba a su sobrino.

"Antes de que te vayas…"

"¿Sí?" Anthony se volvió, viendo a su tío caminar a su escritorio cubierto de documentos del consorcio, y abriendo un cajón, sacó algo, y tomándolo, regresó junto a él.

"Aquí tienes." Anthony sonrió al recibir lo que le daba.

"Todo está listo.", le dijo su tío. "Solo tienes que decir tu nombre."

"Gracias, tío William. No sabes cuánto te agradezco que me apoyes con esto", le dijo el rubio menor. "Y, sobre todo, gracias por comprender", agregó.

"Descuida, Anthony." William palmeó su hombro. "Lo hago con todo gusto. Y por los demás, no te preocupes. Yo se los explicaré".

Anthony asintió con una sonrisa, agradecido, y guardando el objeto en su bolsillo, "Gracias, tío.", dijo y salió del despacho para dejar a su tío trabajar en paz. Su tío lo vio salir con un último asentimiento hacia él con una sonrisa antes de él salir.

Con un corazón emocionado, el joven Brower decidió ir en busca de su joven esposa para dar inicio a su plan. Conociéndola, sabía debía estar fascinada, junto a su tía abuela, mirando todos sus objetos guardados de bebé en el tercer piso. Caminó hacia el ascensor y subió dos pisos más. Al salir, vio el largo pasillo al fondo hacia la actual habitación de su tío, escoltada por todas las estatuas de los anteriores patriarcas de la familia, ahora iluminada y decorada con plantas y una alfombra larga para evitar el eco de pasos en el pasillo. Y mirando hacia su derecha, caminó hacia el pasillo contrario, dirigiéndose rumbo a la habitación que una vez fuera de sus padres y hacia la habitación contigua, que suponía era el lugar del que hablaba su tía abuela. Y efectivamente, al aproximarse, la voz de su pecosa tras una puerta medio abierta, lo enterneció…

"¡Es hermoso, tía abuela….!" Decía ella emocionada. "¿Puedo llevármelo también?" Anthony se asomó discreto.

"Por supuesto. Rosemary lo mandó a hacer para el bautizo de su primogénito.", le dijo la tía abuela que la miraba con cariño, desde una pequeña cama de niño, mientras la pecosa hincada revisaba un baúl abierto al pie de ésta.

"¡Es encantador!", dijo feliz la rubia, viendo desplegado entre sus manos el traje en encaje y seda blanca de bautizo de su rubio adorado. Había estado envuelto en una bolsa de tela hecha con mucho detalle, y por ello había mantenido el traje su color blanco original.

"Veo que han estado entretenidas", dijo el rubio entrando a la conversación al ingresar, y notar todas las cosas que parecían estar apartadas sobre la cama tras la tía abuela. Ropita, juguetes e incluso su caballito blanco de madera, con el que él jugaba en el jardín a que saltaba grama alta, cuando su tío aún no le había enseñado a cabalgar porque era muy pequeño.

"¡Apolo!", dijo con una sonrisa acercándose al juguete y tomándolo en sus manos. "¡Hace años que no lo veía!", dijo emocionado, viendo los detalles de su antiguo juguete.

"Costó muchísimo que dejara de llevarlo a todas partes, insistía también en dormir con él.", dijo su tía abuela divertida en confidencia a Candy, viendo la misma expresión de alegría en su nieto adulto que había visto en su joven rostro de cinco años.

"Escuché eso, tía…", le dijo el rubio, alzando una ceja hacia ella.

La matriarca rió, "No te apenes, Anthony. Candy sabe muchas más historias que también consideró adorables."

Candy rió por el puchero molesto de su esposo. "No te enfades, amor. Yo le pedí que me contara. - Mejor ven y ayúdame a levantarme. Creo que se me entumecieron las piernas y no puedo sola -", dijo cerrando el baúl y extendiendo su mano hacia él.

"¡Oh!, ¡Claro, amor!", dijo Anthony de inmediato, dándole el apoyo para levantarse y sentarse también sobre la cama, junto a la tía.

"Hay muchas cosas aquí lindas que quisiera llevar a nuestra casa, Anthony", dijo sonriente su esposa. "¡A Matthew le encantarán cuando crezca un poco!"

"Como tú quieras, amor", le sonrió su esposo fascinado. Le encantaba verla tan ilusionada con la llegada de su hijo.

"Ahora si me lo permiten" dijo la tía abuela luego de un momento, viendo que la pareja había caído una vez más en uno de esos extensos silencios en que solo se sonreían mutuamente, mirándose. "…creo que iré a revisar que todo vaya bien para la cena."

"¡¿Eh?!" Los esposos se sorprendieron y apenaron de inmediato, porque ya sabían que siempre olvidaban a los demás al mirarse, y eso era descortés.

"Perdone, tía abuela." Dijo Anthony por los dos. La señora Elroy solo les sonrió.

"No hay por qué.", respondió. "Solo dejen las cosas sobre la cama como están. Mañana veré que las empaquen para llevarlas a su futura residencia junto con la cuna y las demás cosas que elegiste, Candy".

"Gracias, tía abuela", sonrió la pecosa verdaderamente emocionada.

"Gracias, tía abuela." dijo también el rubio, y tras un asentimiento elegante, la altiva dama se marchó de la habitación, dejando la puerta abierta tras de sí.

"Qué pena con la tía abuela.", dijo Candy con un bello rubor, tocando su mejilla con su blanca mano. "Es como la tercera vez en la semana que nos pasa con ella." Anthony rió al escucharla y se sentó junto a ella sonriente también en la cama, tomando su otra mano en la suya.

"No te preocupes, amor." Le dijo afable. "Ella está feliz por nosotros. Créeme. Ella no se ofende. Solo… que no nos pase otra vez frente a tus padres, como antier en la sala. Esa vez sí que me apenó. Tu padre me estaba hablando."

Ahora la que rió divertida fue la pecosa. "Descuida, amor", le dijo la pecosa, abrazando el brazo de su esposo contenta, "Créeme. Ellos tampoco se ofenden." Le imitó la frase, haciendo sonreír a su apuesto esposo mirándole con gracia.

"Bien, señora Brower," dijo el rubio entonces, "ya que estuvo ocupada eligiendo varias cosas para nuestro pequeño… ahora me gustaría consentirla a usted e invitarla a acompañarme a un pequeño paseo antes de la cena."

"¿Ahora?", dijo extrañada la rubia. "Pero… si pronto oscurecerá." Dijo sorprendida, viendo con sus bellos ojos verdes hacia el ventanal frente a ellos, notando la luz violácea del atardecer.

"Usted no se preocupe por eso. Yo la traeré con bien de vuelta. Se lo prometo." Y poniéndose de pie extendió su mano hacia ella, "¿Confías en mí, pecosa?", le dijo con una sonrisa deslumbrante y una mirada que podría derretir glaciares con su calidez.

La rubia lo vio enamorada tras sentir que su corazón se detenía por un momento al contemplarlo, y extendiendo su mano hacia él, aceptando la calidez de la suya, se puso de pie con su ayuda y acercándose a él, mirándolo con candor, susurró con todo el sentir de su corazón, "Siempre…"

Anthony, embelesado, se inclinó hacia ella y cerrando sus ojos, atrapó los sensuales labios de su esposa en un sentido y apasionado beso entre ambos.

Continuará…

¡Gracias por leer!

Con todo cariño, les agradezco su tiempo y por darle una oportunidad a esta visión de amor de Candy y Anthony. Gracias queridas Anguie, Sharick, Guest 1 y Guest 2 por comentar y ver que les gustó. Y a todas las demás les agradezco por leer en silencio y darle su cariño a los personajes en su corazón.

La historia avanza. ¡Espero hayan tenido un Feliz Día de Reyes!

¡Bendiciones!

lemh2001

6 de enero de 2024

P.D. Publicaré el jueves 11 de enero. ¡Hgs!