DULCECITO311: Sí, fue un capítulo muy bonito, que nos dejó ese final abierto que nos permite imaginar que lucharon contra viento y marea. Espero que este también sea de tu agrado. ¡Saludos!


Hermosa


A veces, una sólo necesita que se le diga que es hermosa.

Desafortunadamente, cuando vives en una casa llena de parásitos desconsiderados, no sucede tan a menudo. Todo lo contrario, a decir verdad. Si ganara un yen por cada vez que alguien me dice fea... apreté mis dientes y sacudí la cabeza.

"No, está mal, Yahiko," le dije mientras seguía sacudiendo la cabeza.

"¡Entonces veamos cómo lo haces tú, fea!" He allí un ejemplo.

Le di un golpe en la cabeza con mi bokken. "¡Esta vez mira cómo lo hago!"

Él se frotó la cabeza, pero obedeció, no obstante. Ya era hora. Repasé la kata por cuarta vez ese día para él. Estuvo atento por primera vez en toda la tarde. Me irritaba que le hubiera tomado tanto tiempo.

"Ahora vuelve a intentarlo," le ordené cuando terminé.

"Sí, sí," murmuró él. Cuando lo hizo, lo hizo bien. Sonreí. Después de todo, se le podía enseñar.

"Bien, Yahiko, bien. Ahora puedes descansar y luego hacer quinientas repeticiones," le dije, colocando mi bokken por sobre el hombro.

"¡¿Quéeee?! ¡Lo hice bien! ¿Por qué tengo que hacer quinientas repeticiones?"

"Porque si hubieras prestado atención las tres primeras veces que te lo mostré, probablemente lo hubieras hecho bien a la primera," le informé.

"¡¿Por qué te empeñas en hacer mi vida miserable, bruja fea!?"

Ese pequeño... ¡Era tan ingrato! ¿Quién lo acogió? ¿Quién le dio de comer? ¿Quién le ha estado entrenando gratis? Respiré hondo y conté hasta diez antes de responderle con cuidado.

"Yahiko, no me empeño en hacer tu vida miserable. Intento hacerte entender tus errores. Las repeticiones son la mejor manera de entrenar. Y si no te gusta, vete." Con eso dicho, me di la vuelta y me alejé.

¿Era demasiado pedir que mostrara un poco de aprecio por lo que he hecho por él? De verdad. No esperaba a que me elogiara ni cambiara demasiado conmigo, pero realmente me enfermaba que me dijera fea todos los días. Por mucho que yo supiera que no era cierto, seguía tocándome una fibra sensible.

Soy mujer. Toda mujer tiene inseguridades sobre sí misma. Y no era como si antes hubiera tenido la atención de los hombres. No tenía razón para creer que era hermosa excepto mi propia seguridad. Además, jamás he actuado como una dama. Siempre practiqué kendo, por amor a Dios.

Volví a sacudir mi cabeza y me dirigí a la cocina para ver si Kenshin había comenzado a hacer la cena. Estaba a punto de doblar la esquina cuando escuché a Yahiko y a Sano hablar. Decidí esperar. Si ese chico se quería quejar, lo mejor sería dejar que se desahogara.

"...y luego me dijo que si no me gustaba, podría irme. Es como ella hace o nada. ¡Es una dictadora!"

"Mira, niño, creo que estás siendo muy duro con ella-" trató de decir Sano, pero fue interrumpido.

"¿Duro con ella? ¿Qué hay de mí? ¡Me golpea todos los días!"

"Nos golpea a todos," le corrigió Sano.

"No sé por qué lo hace. Nunca encontrará marido si sigue así," dijo el niño, cambiando de tema. "¿Ne, Kenshin?"

¡Así que Kenshin estaba allí! ¡Y el estúpido rurouni no había dicho nada en mi defensa! De verdad, pensé que él era diferente.

"No es incumbencia de sessha decir algo al respecto, Yahiko-kun."

Neutral, como siempre.

"¡Vamos! No tiene cualidades. No sabe cocinar, no sabe coser, no es bonita, y enseña kenjutsu. ¿Qué clase de hombre quiere a una mujer así?"

Silencio.

Esa fue respuesta suficiente. Decidí que no importaba si Kenshin hacía la cena o no. Perdí el apetito. Me encaminé hacia el baño, con la intención de asearme. Estaba sudada y asquerosa. Me sentí peor conmigo misma.

El agua estaba fría, ya que Kenshin no la había calentado. Pero estaba bien. Era una tarde calurosa y sólo quería refrescarme y estar limpia. Me desnudé y me senté en el pequeño taburete para luego agarrar el balde de agua. Vertí el agua fría sobre mi cabeza y solté un pequeño suspiro.

Agarré el jabón e hice espuma con mis manos por unos segundos antes de pasarlo por mi cabello. Mientras me fregaba, pensé en lo que había oído. Tal vez no era lo que un hombre querría, pero al menos era honesta. Nunca mentí sobre quién era. Si un hombre llegaba a aparecer, sabría exactamente en lo que se estaba metiendo.

Por supuesto, el único hombre al que quería ya sabía en dónde se estaba metiendo. Y tal vez esa era la razón por la que callaba cada vez que abordaba el tema. No quería lastimarme. Bien, me estaba cansando de eso. Cansada de ese baile interminable que hacíamos. Era ridículo.

Me estaba resignando al hecho de que él no me amaba, para ser honesta. Especialmente ahora, que no dijo nada cuando Yahiko estaba hablando mal de mí en la cocina. No, sí dijo algo. Una oración neutral y carente de emoción que no tenía anda que ver con la conversación.

Aparté las manos de mi cabello y volví a alcanzar el balde de agua, volcándolo sobre mi cabeza de nuevo. Enjaboné mi cuerpo rápidamente después de haberme quitado la espuma de la cabeza, queriendo meterme a la bañera. Ese fue mi mejor pensamiento. Bueno, el más productivo.

Una vez lista, me sumergí en el agua fría. No estaba tan refrescante como esperaba. Hacía frío y ya no tenía tanto calor como antes. Estúpidos rituales de limpieza.

De todos modos, suspiré y me hundí en el agua. Ni siquiera me molesté en envolver mi cabello en una toalla. Ya estaba mojado, así que, ¿qué le haría un poco más de agua?

Extendí mis dedos sobre la superficie del agua y volví a suspirar. ¿Habrá estado de acuerdo Kenshin con lo que dijo Yahiko? Sabía que no era intención de ese niño... pero aun así. Vamos. A nadie le gusta que le falten el respeto.

Mi reflejo se veía desastroso en el agua. Lo miré. Mi flequillo estaba pegado a mi frente y otros mechones a mis mejillas. Mis ojos estaban claros y mi piel aún lucía enrojecida a causa del ejercicio. Vi lo que siempre veía. A Kaoru.

"Dios," susurré. "¿Qué sucede conmigo?"

¿Además de lo obvio? No tenía ni idea.

Mis pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de la puerta corriéndose. Me levanté y agarré la toalla que estaba junto a la bañera. Apenas me había envuelto en ella cuando Kenshin entró, con la impresión pintada en su rostro.

"¡K-Kaoru-dono! ¿Por-qué-tú-bañ-?"

"Sí, Kenshin, estaba en el baño. Vine aquí porque lo necesitaba," le expliqué con calma. "¿Eso responde a tu pregunta?"

Él parecía confundido. "¡Pero sessha no calentó el agua!" Era como si se le acabara de ocurrir.

"Está bien," le aseguré, caminando hacia la otra habitación, palmeándole un hombro en el camino. "No lo pedí."

"Pero sessha siempre calienta tu baño," dijo en voz baja.

Lo miré. "Mira, Kenshin, si hubiera querido un baño caliente, te hubiera pedido que lo calentaras o lo hubiera hecho yo. Ya soy grande."

"Pero sessha-"

"Kenshin, hazme un favor y cállate, ¿está bien?" Me estaba hartando de su 'sessha'. Aún seguía molesta y lastimada. Y él no ayudaba.

Como dije antes, a veces una sólo necesitaba que se le dijera que era hermosa. Pero si esperaba a que Kenshin estallara en poesía sobre mis ojos combinando con el cielo nocturno, me estaba engañando a mí misma.

"¿Kaoru-dono?"

Cerré los ojos y corrí la puerta en su rostro. ¡Ese estúpido -dono! Si no es 'sessha' esto o 'sessha' lo otro, es 'Kaoru-dono' esto y 'Kaoru-dono' lo otro. Para reiterarlo; estaba harta de todo esto.

"¡Hombres!" murmuré con vehemencia. Me coloqué una yukata limpia tan pronto como pude. ¿Tan difícil era para él dejarse ir de vez en cuando? ¿En serio? Quiero decir, las únicas veces en las que me trataba como a una persona normal eran las situaciones de peligro.

Me di cuenta de que probablemente no estaba siendo justa, pero no me importaba. Escuché que tocaba la puerta. La corrí de golpe.

"Kaoru-dono," Apreté los dientes, pero dejé que continuara, "Lo siento."

Lo miré atentamente antes de darme por vencida. "Está bien, Kenshin," le dije. "No hiciste nada malo."

"Pero no estás feliz." explicó.

"Olvídalo, Kenshin," le dije, dándome la vuelta.

Al menos, esa era mi intención. Pero Kenshin me agarró del brazo y tiró de mí. Le dirigí una mirada que decía claramente, '¿qué?' y él suspiró antes de jalarme a sus brazos.

"Lamento por lo que Yahiko dijo," aclaró por fin. Me tensé en sus brazos. ¿Cómo fue que...? Pero era obvio. Kenshin solía ser Battousai. Un pequeño ki no era nada para él.

"Si sabías que estaba allí, ¿por qué no callaste al chico?" demandé con amargura, golpeando suavemente su pecho.

Él rio. "Necesitaba desahogarse. Y supongo que te diste cuenta de que no era su intención," me explicó.

Dejé de golpearlo. Tenía razón. Sabía que Yahiko no quería decir ni la mitad de lo que dijo. Aunque eso no quitaba que doliera. Levanté la vista hacia Kenshin.

"Sé que no lo decía en serio, pero a veces..."

Sus dedos levantaron mi barbilla mientras nuestras miradas se encontraban. "Kaoru," hizo una pausa, "no eres ninguna de las cosas que él dijo. Eres una mujer hermosa, fuerte y obstinada, y no te querría de otra manera."

Él no había agregado el horrible honorífico a mi nombre y había hilado más de dos oraciones sin ese discurso formal de siempre. Pensé que me desmayaría. Si eso no era suficiente para desvanecerme, seguramente los cumplidos lo serían.

Me había llamado hermosa.

Sentí que una sonrisa aparecía en mi rostro y tuve que luchar para evitar que las lágrimas brotaran, pero lo logré. No quería parecer una llorona frente a Kenshin.

"Ano... Arigatou, Kenshin," dije, dándole un abrazo. Él dejó escapar un 'oro' pero me correspondió el abrazo.

Nos separamos después de unos momentos, pero él no me dejaba ir. Me miraba con una expresión extraña... Y entonces se inclinó y me besó. Así, sin más. Había esperado por ello... ¿cuánto tiempo? No importaba. El tiempo se desvaneció y me dejé llevar.

Sentí que sus labios eran como el cielo y noté que su lengua presionaba los míos, pidiendo permiso. Como si fuera a negárselo. Abrí mi boca para él y dejé que su lengua acariciara la mía.

De alguna manera, mis dedos se las arreglaron para encontrar su cabello y aferrarse de la manera que siempre había soñado. Ni siquiera cuando rompimos el beso lo solté. Ambos respirábamos pesadamente y lo contemplaba con algo parecido a la fascinación.

¿Quién hubiera imaginado que un día tan horrible podría terminar en lo que siempre deseé? Sentí que mis labios esbozaban una amplia sonrisa antes de poder evitarlo. Kenshin hizo lo mismo y los dos terminamos sonriéndonos como idiotas.

Apoyé mi cabeza contra su pecho y susurré lo que siempre quise decirle, pero que nunca me atreví. "Te amo, Kenshin."

Sus brazos se apretaron alrededor de mí, y por un momento entré en pánico hasta que dijo algo. "Yo también te amo," respondió al fin, apoyando su cabeza sobre la mía.

Era agradable sentirse hermosa.

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