Muérdago
"¿Vas a colgarlo o no?" pregunté, jugando con un pétalo de rosa.
"¿Qué? No. Nunca lo cuelgo. Lo suelo colocar en un canasto," me respondió ella, tomando una rosa del mostrador y metiéndola en la decoración que estaba haciendo. "¿Por qué lo colgaría?"
Rodé los ojos. "¡Porque colgar el muérdago es tradicional!"
Me dirigió una mirada astuta y burlona. "¿Hay alguien con quien quieras estar debajo?"
"¿Qué? ¡No! ¡Es que es algo festivo! Sobre tener espíritu navideño y todo eso," me defendí, ruborizándome levemente.
"Sí, claro."
"¡Chicas!" Levanté la vista y vi a mi mejor amiga.
"Hola, Misao, ¿qué sucede?"
"Oh, no mucho. Sólo se me ocurrió pararme a verlas mientras iba a la tienda de mascotas," dijo, sacándose los guantes. "¡Qué frío hace afuera!"
"Lo sé," dije, mirando a través de la ventana cómo la nieve se arremolinaba por todos lados.
"¿Cuándo llegará el resto de tus cosas navideñas, Meg?"
"Esta semana."
"Ella ordenó muérdago," le dije, sonriendo.
"Ohhh, ¿en serio? ¿Vas a colgarlo?"
Reí. "No, dice que lo va a colocar en un canasto," respondí por ella.
"¡¿Qué?! Eso no tiene gracia, tienes que colgar al menos uno," insistió Misao.
Megumi se levantó y se llevó el arreglo que había estado haciendo hasta la heladera. "Está bien, puedo encontrar algún lugar en donde colgar muérdago. ¿Felices?"
Misao y yo asentimos y chillamos, "¡Sí!"
El muérdago llegó una semana después. Ayudé a Meg a colgar el que habíamos elegido con una gran sonrisa. Ella sacudió la cabeza y tomó una canasta para colocar el resto y exponerlo. Yo jugaba feliz debajo de la pieza colgante hasta que se fastidió y me llamó para poder hacer otras cosas.
Eso fue hace tres semanas. Ahora era Nochebuena y el muérdago seguía colgando alegremente.
"¿Estás segura de que no te importar cerrar la tienda hoy, Kaoru? Sabes que puedes irte temprano," me preguntó Megumi por milésima vez.
Rodé mis ojos. "¡No importa! Mis padres viajaron por Navidad y Yahiko está pasando las vacaciones con Yuutaro," le respondí también por milésima vez. "¡Estoy sola, así que mejor me quedo aquí!"
"Si estás segura-"
"¡Vete! ¡Ya puedes irte! ¡Sé que Sano muere por que llegues a casa!" le dije, empujándola hacia la puerta. "¡Vete!"
Ella rio, pero obedeció. "¡Está bien, está bien! ¡No te olvides de asegurar la puerta!"
"¡No me olvidaré!" le prometí, despidiéndola.
Ella se marchó y yo suspiré de alivio. Esa mujer trabajaba demasiado. Me sentía agradecida de que se diera por vencida y me dejara cerrar la tienda esta noche. Iba a ser aburrido, lo sabía, pero el cartel decía horario de cierre a las ocho y media y me quedaría hasta ese entonces. Y eran las seis.
Me senté, cantando canciones navideñas que escuchaba en la radio y haciendo lazos para las decoraciones. Casi no escuché la campañilla de la puerta al abrirse. Pero escuché. Me sobresalté y solté la cinta que tenía en las manos.
Caminé hacia el frente y me encontré con un rostro familiar en la entrada. "¡Kenshin! ¿Qué haces aquí? ¡Pensé que tu tío tenía un vuelo para sus vacaciones!"
Él sonrió. "Y lo tomó."
Fruncí el ceño. "¿Y por qué estás aquí? ¿Y no allá?" Estaba confundida.
"Bueno, al parecer la falta de decoración navideña en mi departamento era demasiado depresiva y decidió que necesitaba un arreglo," dijo encogiéndose de hombros. "De inmediato."
Me reí. "¡Pero es Nochebuena!"
"Lo sé," concordó, acariciando el pétalo de una poinsettia. "¿Tú qué haces aquí?"
"Aquí trabajo," le recordé con una sonrisa.
"Sí, pero es Nochebuena," me devolvió mis propias palabras.
"Oh, estoy pasando la Navidad sola este año, así que me ofrecí para cerrar la tienda esta noche," le expliqué sin darle importancia al asunto.
"Qué deprimente," señaló con esas palabras lo que yo había estado pensando durante la última semana.
"No tanto. Un descanso, en realidad," mentí. "Mi familia puede ser un poco abrumadora a veces."
"Todos pueden serlo," dijo, paseando por toda la tienda.
Me sentí incómoda. No sabía si seguirlo y sacar a relucir mis habilidades de vendedora o simplemente quedarme donde estaba y dejarlo hacer. Quería seguirlo sólo para mirarlo. Himura Kenshin había sido el objeto de mis fantasías desde que tenía memoria. Y ahora estábamos solos en la tienda.
Lo seguí. No sabía si sacaría mis dotes de vendedora, pero sí tendría mis ojos sobre él.
"¿Tienes una idea de lo que buscas de decoración navideña?" pregunté, incapaz de contenerme.
"No sé. Tú eres la experta, ¿qué me sugieres?"
La palabra "poinsettia" estaba en la punta de mi lengua. Las odiaba. No las quería. Pero en vez de sugerirlo, lo pensé mejor. ¿Qué teníamos que fuera la mejor representación de la Navidad? Teníamos unas ridículas coronas que Meg había ordenado, unos pinos de Norfolk, unos pequeños helechos con pájaros adentro, arreglos navideños, plantas de acebo, y... muérdago. Todavía teníamos muérdago.
"¡Muérdago!" exclamé, chasqueando los dedos. "¡Tenemos muérdago!"
"¿Oh?"
"¡Sí, ven! Está aquí." Caminé hasta donde estaba la canasta y se la señalé. "Saldrá de circulación en unos días, así que es buen momento para comprarlo," le dije, orgullosa de mí misma.
"¿De verdad?" Él no me miraba. Contemplaba algo que estaba arriba. Y ahí recordé que había un muérdago colgando sobre la canasta. Porque le había pedido a Meg que lo hiciera. Y ahora él y yo estábamos debajo de ese muérdago.
"Señorita Kamiya," comenzó a decir con voz burlona. "¿Acaso me has atraído hasta debajo del muérdago?"
Mi rostro se puso rojo. "¡N-No!" farfullé, sacudiendo la cabeza. "¡Bueno, no a propósito!" insistí.
Él se acercó a mí, sonriendo. "De alguna manera... No te creo."
Me encontré a mí misma retrocediendo ante su avance. No tenía palabras con las cuales responderle, y allí estaba, reculando mientras él seguía acercándose. Hasta que mi espalda dio contra el refrigerador y me quedé sin salida.
Abrí mi boca para decir algo, cualquier cosa, pero él no lo permitió. De repente, su boca estaba sobre la mía, volviendo mis fantasías realidad. No lo podía creer. Al menos no lo creía en mi mente, porque mi cuerpo sí lo creía y respondió de inmediato. Rodeé su cuello con mis brazos y mis labios decidieron que le habían gustado esa sorpresa y se presionaron ansiosamente contra los suyos.
Una de sus manos descansaba sobre mi cintura mientras la otra se ahuecaba sobre mi nuca. Gemí desde el fondo de mi garganta cuando separó mis labios con su lengua tan gentilmente. Pero no hubo nada de cuidadoso de mi parte para recibirlo en mi boca y empecé a luchar por el control. Sentí su mano apretar su agarre a mi nuca antes de dejarla y soltar la cinta de mi cabello. Sus dedos se enredaron en él mientras su lengua comenzaba a retroceder de vuelta a su propia boca.
Quería decepcionarme, pero la experiencia había sido demasiado eléctrica. Me siguió dando unos pequeños besos antes de separarse y tirar de mi cuerpo en un abrazo. Le devolví el abrazo y traté de mantener mi respiración bajo control.
Él tenía mejor control sobre la situación que yo. Se apartó y me dedicó una sonrisa de complicidad, con sus ojos bailando pícaros. Iba a decir algo, pero él negó con la cabeza y se me adelantó.
"Feliz Navidad."
No pude evitar pensar que sería una Navidad muy feliz.
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Nota: ¡Espero que estén pasando unas muy Felices Fiestas!
Poinsettia: es la "estrella federal" o "flor de pascua", muy tradicional en la decoración navideña
