- ¿Dónde estoy? - murmuró, caminando por aquel eterno pasillo - ¿Acaso es... el mismo hospital?
La poca iluminación le otorgaba una tétrica visión, lo que provocaba que su corazón se mantuviera al límite en todo momento.
- ¡¿Qué es eso?! - gritó, volteando rápidamente al escuchar el llanto de un bebé.
¿Estoy en el mismo sueño?
Regresó sobre sus pasos, tratando de ver algo en la penumbra de la oscuridad.
- Tranquila... ya estoy aquí - una espantosa voz retumbó por todo el lugar, erizándole los vellos de su piel - Tranquila... papi estará contigo.
La figura de un hombre se hizo visible. Le estaba dando la espalda y, a juzgar por su postura, estaba sosteniendo algo entre sus brazos, algo que con toda seguridad, era el bebé que había escuchado. Una corta cabellera plateada besaba sus hombros, contrastando notablemente con el negro de su elegante traje y la atmosfera del contexto.
- Es él
Otra vos femenina retumbó en su mente, en el mismo momento en que aquella figura masculina volteaba, encontrando sus ojos rojos con los castaños de ella.
¿Qué... qué sucede? No puedo... mover mi cuerpo.
- Aléjate... - escuchó la voz de él, sin embargo sus labios no se movieron en ningún momento - de Kikyo.
¿Kikyo?
- ¡KIKYO!
Se sentó, gritando profundamente su nombre, al mismo tiempo en que reaccionaba, encontrándose en su habitación. Miró en dirección de la ventana, en donde el sol se colaba a través de las cortinas. Suspiró, notando que su cuerpo sudaba y sus manos temblaban.
- ¿Qué fue eso? - murmuró, sentándose - ¿Por qué estoy teniendo estos sueños? - rememoraba, una y otra vez, aquellas secuencias.
Dio un respingo al sentir el sonido de su celular sobre la mesa de noche. Dubitativamente, extendió su mano y lo tomó.
Buenos días, bonita, ¿Qué haremos esta tarde?
- Inuyasha - suspiró, calmando un poco su corazón.
Dejo el móvil en su lugar, sin responder, mientras se ponía de pie y se dirigía hacia el ventanal con la intención de bañarse en la luz que ingresaba. Cerró sus ojos, sintiendo el contacto directo de los tenues rayos de sol contra su piel y un nuevo suspiro abandonó sus labios.
Fue hasta su armario, eligiendo su ropa para darse una larga ducha, buscando relajar su cuerpo y mente. Alrededor de una hora después, estaba lista, secando su cabello frente a su espejo.
Tomó nuevamente el celular y respondió el mensaje de su novio.
Buenos días Inu, lo lamento, pero no podré verte hoy... tengo algunas cosas que hacer, pero... podrías aprovechar para adelantar tu tesis.
Envió el mensaje, al mismo tiempo en que la secuencia de la noche anterior, pasaba por su mente.
- Oh no, yo también estoy interesada en esto - pronunció su madre.
Un leve quejido abandonó los labios de Inuyasha y ella pudo notar como su cuerpo se tensó.
- Estoy en eso - respondió seriamente.
- "Estoy en eso" no es una respuesta válida - el tono de su padre también se mostró diferente, haciéndole saber que ya no estaba bromeando.
- Inuyasha - su madre se mostro más comprensiva - Hijo, estas en tu último año... debes darle mayor importancia a tus estudios.
- Lo se... sólo es una pausa, nada más.
- Sólo prométenos, que te esforzarás por continuar - intervino Taisho, suavizando su expresión.
- Sabes que lo haré.
El ambiente se había tensado, demasiado para su gusto, sin embargo, los padres de él tenían la capacidad de regresar todo a la normalidad sólo con un par de palabras, por lo que el resto de la noche fue perfecta.
No podía evitar sentirse culpable por el hecho de que el joven se hubiera atrasado, aunque en el fondo no era su responsabilidad, sentía la necesidad de impulsarlo a continuar con sus cosas. Como si el joven hubiera leído su mente, respondió al instante.
- Dices eso por lo que sucedió con mis padres, ¿verdad?
- No, lo digo porque no estaba enterada de la situación de tus estudios... podemos vernos otro día.
- Eres cruel, aunque justa... sigues siendo cruel al fin del día.
Sonrió ante aquel comentario, tecleando su respuesta final.
- Te quiero...
- Y yo te adoro.
Su corazón aún latía con fuerza cada vez que leía o escuchaba la manera en la que él le expresaba su cariño, pero, por el momento, cada uno debía reconectarse con su rutina diaria.
Estaba a punto de dejar el móvil nuevamente, cuando la imagen del rostro de la morena pasó por su mente y decidió buscar su nombre en su lista de contactos.
- Hola, Kikyo... ¿Cómo te encuentras?
Lo envió, sintiendo una pequeña punzada en su pecho. Se puso de pie y salió de la habitación, en dirección a la sala, en donde su familia se preparaba para el almuerzo.
- Kagome - sonrió su abuelo - Al fin te veo por aquí.
- Lo siento - le devolvió la sonrisa - Sé que he estado un poco ausente...
- ¿Un poco? - acotó Sota, sentado frente al televisor, jugando sus videojuegos.
- Y tú podrías ayudar un poco más en la casa, ¿no te parece?
- Oye, yo ayudo - se quejó.
- Sota - pronunció su madre, saliendo de la cocina - No seas tan grosero, por favor.
- Mamá - sonrió Kagome - ¿Necesitas ayuda?
- No te preocupes, puedes ayudarme cuando el almuerzo este listo - se sentó al lado de su padre.
- De acuerdo.
Charlaron amenamente sobre cuestiones irrelevantes, hasta que la sopa de miso se encontró lista y ella, junto a su madre, prepararon todo lo necesario.
- Hija, ¿quieres que salgamos a caminar más tarde?
- ¡Claro! - se mostró entusiasmada, después de todo, hacia mucho que no pasaban tiempo juntas.
Alrededor de una hora después
Kagome
Estaba demasiado feliz y se notaba en mi sonrisa al mirarme al espejo. Había optado por una camiseta mangas largas, completamente blanca y unos leggins negros, amén de mis zapatillas deportivas.
Revisé mi celular una última vez antes de guardarlo en mi bolsillo. Ella no me había respondido y, por alguna razón, estaba preocupada por eso.
- ¿Estas lista, hija?
La voz de mi madre me sacó de mis pensamientos, por lo que, rápidamente, descendí las escaleras y la encontré esperándome en la puerta.
- Mucha suerte, hijas - nos despidió el abuelo.
Salimos, encontrándonos con que el día estaba más fresco de lo esperado, pero no importaba, después de todo, haríamos un poco de ejercicio.
La caminata comenzó tranquila, hablamos de cuestiones irrelevantes, como por ejemplo de lo que cenaríamos esa noche, luego continuamos con la cena en casa de los padres de Inuyasha y no pude evitar emocionarme un poco al relatarle la cálida bienvenida que me habían otorgado. A modo de respuesta, ella sonreía tiernamente ante cada una de mis palabras.
Unos diez minutos después, llegamos al parque, en donde nuestros pasos se alentaron un poco, disfrutando de la pequeña brisa y el olor de las últimas flores que veríamos en meses. Mi pecho de llenó de paz al escucharla relatar cosas referidas a su trabajo de limpieza en la casa de su jefa y es que, a pesar de que detestaba que tuviera que hacer ese trabajo, sabía que ella se llevaba bien con aquella señora y le agradaba su compañía, pero, en ese momento, otro pensamiento pasó por mi mente: la señora que había perdido a su madre en el hospital tiempo atrás.
Instintivamente y casi por inercia, lleve mis manos a la perla en mi cuello, pensando por un milisegundo en la madre de Inuyasha y lo bien que me sentía al tenerlas a ambas en mi vida. Aquel cálido recuerdo se mezcló con el otro pensamiento nostálgico, llegando a una conclusión invaluable: Debía aprovechar cada minuto a su lado.
- ¿Cuándo fue la última vez que hicimos esto? - me sonrió.
- No lo se - respondí con sinceridad - Creo que aún estaba en la secundaria - reí.
- Vaya, el tiempo corre muy rápido.
Un pequeño silencio se formó entre las dos, sin embargo, fue suficiente para que el rostro de Kikyo apareciera nuevamente frente a mi, junto a los recuerdos de la reacción de ella, la tarde en la que fue a casa.
- Mamá - mi tono se mostró dubitativo - ¿Puede hacerte una pregunta?
- ¿Sucede algo malo?
- No, bueno... no lo sé - suspiré.
Miré al frente, juntando todo el coraje de mi ser para preguntarle por ella y, en ese momento, mi respiración se detuvo.
Es... es él.
Pensé, al mismo tiempo en que mis ojos se abrían ampliamente y mis labios se separaban al encontrarme con la mirada gélida y amenazante, del hombre con el que había soñado esa mañana.
Extra: Encuentro
La mañana de trabajo había transcurrido muy calmada, inclusive para Ayame, quién solía ser la más quejosa, se había mantenido tranquila.
- Oye - le murmuró a su compañera - ¿Sabes lo que le sucede? - miró a Sesshomaru, quién tenía la puerta de su oficina abierta.
- No... - respondió Rin - ¿Por qué preguntas? - trató de no mirar en la misma dirección.
- Esta tenso... ¿no lo notas? es como si algo le incomodara.
- ¿Tú crees? - su rostro mostraba una mezcla de emociones.
- Conozco a ese hombre desde hace años y he logrado reconocer los pequeños detalles que muestran que esta inquieto...
- Me alaga saber que sabe tanto de mi, señorita Ayame - ambas giraron, completamente sorprendidas - Sin embargo, no es una cuestión que deba charlarse en el trabajo, ¿no le parece?
- Por supuesto, señor - volvió a mirar su computadora - Lo siento por eso.
- Rin - pronunció seriamente - ¿Puedes venir un momento?
La jovencita asintió, mientras él giraba y se adentraba en su despacho.
- ¡¿Por qué no me dijiste que estaba ahí?! - le gritó en baja voz.
- ¡Porque no lo vi! - le respondió en el mismo tono, poniéndose de pie y acercándose al lugar señalado.
Ingresó, al mismo tiempo en que el hombre le realizaba una seña, indicándole que se sentara frente a él. Se puso de pie y cerró la puerta, regresando a su asiento.
- ¿Cómo te encuentras? - preguntó, en el mismo tono de siempre.
- Muy bien, señor... ¿Usted?
- Igual - sonrió levemente - Me tomé la libertad de reservar un lugar en el Royal Coffe, y quería preguntarte si estas de acuerdo.
¡¿El Royal Coffe?! ¡Pero si es uno de los lugares más sofisticados de la ciudad!
Sonrió, tratando de ocultar el semi colapso que su corazón estaba teniendo, sin tener idea que, aquella pequeña acción, provocaba el mismo efecto en su jefe.
- Me parece perfecto.
- De acuerdo... - miró su computadora - ¿Prefieres que salgamos de aquí o quieres ir a tu casa a cambiarte?
¡Ni loca voy vestida de esta manera!
- Definitivamente iré a cambiarme - respondió de manera automática, avergonzándose al instante - Lo... lo siento.
- ¿Por qué? - tecleaba en su ordenador - Sólo me diste una respuesta... Kohaku te llevará a tu casa.
¡¿Kohaku?!
Su sonrisa se desvaneció de inmediato.
- Si - la miró - ¿Hay algún problema con él?
- No... no, no para nada.
¿Realmente era necesario?
- Entonces, puedes retirarte.
Sin perder tiempo, la castaña se puso de pie, saliendo rápidamente de la oficina, mientras una sonrisa victoriosa se formaba en los labios del peliplata.
Dos horas después
Revisó su look en el espejo, completamente complacida con el resultado. Una falda larga, ajustada a su cadera y un pronunciado tajo a uno de los costados, complementaba a la perfección con el top negro y la campera blanca, que había escogido.
- ¿Será demasiado?
No... debes dejarlo completamente boquiabierto.
La parte seductora de su mente se despertó brevemente, lanzando aquel comentario antes de volver a dormirse, completamente opacada por la vergüenza que sintió.
Un pronunciado suspiro abandonó sus labios antes de salir de su casa y dirigirse hacia el auto, en donde Kohaku la estaba esperando.
- Vaya - pronunció el muchacho al observarla descender los escalones de su casa - Te ves increíble, Rin.
- Muchas gracias - respondió, sonriendo y sintiéndose verdaderamente halagada.
Ambos subieron al carro y emprendieron su viaje.
- ¿Tendrás una cita con el jefe? - preguntó, mirándola por el retrovisor.
- ¡¿Qué?! - la sorpresa se reflejó en el tono de su voz - ¡¿Quién te dijo eso?!
- Él - sonrió.
¡¿HEEEE?!
- Al menos sus indicaciones fueron: Lleva a Rin a su casa, espérala ahí y asegúrate de que llegue a tiempo a nuestra cita - imitó su voz.
- ¿De verdad te dijo eso?
- Si - rio - ¿Están saliendo?
- No... no, para nada, de hecho, creía que esto era una reunión de trabajo - mintió.
- Bueno, parece que tienen ideas diferentes.
Kohaku se mostraba muy tranquilo hablando del tema, incluso mucho más de lo que ella hubiera imaginado.
- No lo se... ¿Qué me cuentas? - desvió el tema.
Continuaron hablando de otras cosas hasta llegar al lugar, en donde el castaño descendió y le abrió la puerta.
- El señor dijo que me enviaría un mensaje cuando estuvieras lista para recogerte.
- De acuerdo.
- Mucha suerte - guiñó su ojo.
- Ya... tonto - sonrió, caminando en dirección a la entrada.
No hizo falta buscarlo con la mirada, ya que su imponente cabello plateado y el dorado de sus ojos, resaltaban notablemente. Fue consiente de la manera en la que él la observó y, podría jurar que por un momento, lo vio apretar sus labios, aunque también podía ser producto de su imaginación.
De acuerdo, señor Sesshomaru... si usted dice que esto es una cita...
Sesshomaru
Miré mi reloj como tercera vez desde que había llegado y suspire por lo bajo. Si había algo que detestaba más que a Bankotsu, era la espera.
De repente, la puerta se abrió y nuestras miradas se encontraron. Inevitablemente, mis ojos recorrieron cada parte de su cuerpo, observando como su vestimenta se ajustaba a su perfecta figura. No pude evitar apretar mis labios al intercalar su imagen con la de aquel sueño húmedo, sin embargo, logré disimularlo bien.
Maldición... se veía una como una modelo de revista, de esas que lucen inalcanzables. Maldije al destino, internamente, por no haberla puesto en mi camino antes, aunque, si he de ser honesto, de haberla conocido antes, lo más probable era que hubiera sido una mujer más que trabajaba para mi, ya que mi corazón le pertenecía a ella.
Kagura.
Su rostro apareció en mi mente y cualquier dejo de lujuria que pudo haber en mis ojos, se desvaneció. Caí en cuenta de que debía pronunciarme sobre su regreso y abrir la puerta de mi vida personal, aunque la idea no me agradara demasiado.
¿Qué esperaba de mi reunión con Rin? ¿Era el comienzo de algo o simplemente sería la nada misma? No lo sabía aún, sin embargo, esperaba obtener la respuesta en el transcurso de la tarde.
