Disclaimer: Naruto no me pertenece.

Aclaraciones: Universo Alternativo. Modern Times. Este fic ha sido inspirado en el drama coreano The Glory transmitido entre 2022 y 2023 pero sin copiar los elementos ni las circunstancias tal cual presentadas en la historia. Solo ha servido como un medio para crear el siguiente trabajo.

Advertencias: A lo largo de la historia temas como acoso, bully, actos sexuales, violencia, maltrato, mención de suicidio, enfermedades, muerte de personajes, corrupción, abuso de poder, obsesiones, lenguaje malsonante, infidelidad, crímenes y situaciones incómodas para ciertos lectores serán incluidos. Favor de ser discretos y no leer en caso de sentir incomodidad. También he de informar que los comportamientos de ciertos personajes serán un tanto alterados, pero buscando una justificación o una razón lógica para explicar dicho comportamiento. Gracias.


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La Gloria de los Caídos

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Capítulo 1

Una sonrisa atrapada en una foto

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Primavera del 20...


Estaba dispuesto a dormir un poco más a pesar de escuchar el canto de las aves; mamá no tardaría en gritarle desde la planta de abajo que levantara el trasero y comenzara a asearse o llegaría tarde al trabajo, de nuevo.

Sabiendo que aquel destino era inevitable Naruto giró para el otro lado, buscando la posición perfecta en el nido cálido que era su cama en esos momentos, cubriéndose con las colchonetas en espera de ser arrullado nuevamente por los enviados de Morfeo para sumirlo nuevamente en el dulce encanto del sueño…

—¡Onii-chan! —el grito traspasó el grosor de la puerta y Naruto fue incapaz de conciliar el sueño. En seguido bruscos golpes siguieron, haciéndole gruñir y esconderse más a profundidad entre las sábanas—. ¡Sé que estás despierto, escuché que apagaste cinco veces tus alarmas! ¡Levántate de una vez! ¡Prometiste llevarme a la escuela!

Él recordó esa promesa que le hizo a su hermana menor en cuanto ésta pasó el examen de admisión. Suspiró al saber de antemano que no tenía más razones para quedarse en cama. Por más que así lo deseara, su deber como hermano mayor llamaba. Últimamente su pequeña hermana estaba adoptando el mismo carácter que su madre, y él no podría tolerar a tremendas fuerzas femeninas vivir bajo el mismo techo.

—Ya voy, ya voy… —Naruto intentó hacerse escuchar a pesar de que la voz salía más como un murmullo adormilado, aun así al otro lado de la puerta la pequeña ruidosa pareció entender.

—¡Alístate pronto, no quiero llegar tarde en mi primer día de clases!

Naruto escuchó el sonido de las pisadas, apresuradas, alejarse de su habitación. Abajo podía percibir el lejano ruido de los trastos moverse con armonía, seguramente era mamá preparando el desayuno. Bufó, levantándose de una vez de la cama, rascándose el trasero para abrir la puerta y caminar más somnoliento que despierto hacia el baño.

Humedeció su cara, teniendo que peinar los dorados mechones de la frente chorreando. Cada día el cabello parecía crecerle más rápido. Antes mamá solía reprenderle pero aquello terminó en cuestión de días cuando captaba esa mirada especial de su progenitora, con esos ojos purpura llenos de nostalgia y amor, enfocada en él, diciéndole con una sonrisa orgullosa lo mucho que se parecía a su difunto padre.

Tuvo que dejar los recuerdos felices a un lado para arreglarse, o nuevamente su pequeña hermana iría a apresurarlo. Y no sería una buena idea que lo hallara con los pantalones en los talones en una situación vergonzosa que sería una divertida anécdota que su madre y hermana no dejarían de contar durante las tres comidas diarias.

Al terminar de arreglarse envió un mensaje pidiéndole al viejo Azura que le diera permiso de llegar un poco tarde por ese día. Reconocía que no tenía un buen historial de puntualidad, pero sabía trabajo duro, por algo el viejo aún no lo despedía. Le prometió llevarle algo del desayuno de su madre para recompensar el retardo, recibiendo una respuesta positiva de regreso.

Con una playera que él estaba seguro no olía tan mal, Naruto bajó las escaleras a toda velocidad para encontrarse con la imagen de su hermana corriendo de un lado a otro, revisando que llevara todo listo dentro de su mochila, con Kushina preguntándole más de una vez si llevaba su pase, permisos, cualquier documentación que necesitara. Puso una sonrisa por verlas en tal estado, acercándose.

—Estuviste despierta hasta muy noche preparando todo. Si por ti fuera, estoy seguro que hasta meterías la casa adentro de tu mochila.

—¡Onii-chan, al fin despertaste! —en lugar de recibir un dulce "Buen día", lo que Naruto recibió fue una serie de golpecitos de parte de la castaña menor quien fruncía sus delicadas cejas con enojo—. ¡Si llego tarde, de verdad me enojaré contigo!

—E-Está bien, ya puedes dejar de golpearme, Matsuri. Ni siquiera es tan… —más cuando la madre de ambos alzó un reloj, la calmada expresión de Naruto se tornó en una de pánico—. ¡Mierda, ya es muy tarde!

—¡Te dije que era tarde! —Matsuri se sumió a la desesperación de su hermano y tomó la mochila, junto con el bentou que su madre le preparó. Caminó hacia la pelirroja, dedicándole una radiante sonrisa que fue correspondida por la mujer —. ¡Me voy mamá!

—Suerte en tu primer día, Matsuri-chan —deseó Kushina, mirando con dulzura la cara de su pequeña hija que asentía a lo dicho por ella—. Y come todo lo que te preparé para que termines bien tu primer día.

—¡Hai! —dijo, dando un saludo al estilo militar, cogiendo la playera de su hermano que apenas se metía a la boca un pan tostado con mermelada—. ¡Vamos, onii-chan!

—¡Uhm! —Naruto miró a su madre, haciendo muecas y gestos con la mano que Kushina entendió a la perfección.

—¡Vayan con cuidado! —les gritó en cuanto escuchó los pasos apurados de ambos caminar hacia la salida principal. Luego recordó otro asunto importante—. ¡Y más vale que ningún policía los atrape, ¿entienden?!

—¡Hai!

Kushina suspiró, esperando que hicieran caso. Naruto aún no tenía la edad suficiente para tener un permiso de conducir, sobre todo la motoneta que venía usando desde hace año y medio. Solo esperaba que nadie lo viera o podría causar problemas.

Caminó hacia la sala y se arrodilló para abrir el altar que tenían en honor a su difunto marido. Limpió con las yemas de los dedos el rostro sonriente de él plasmado para toda la eternidad en esa foto, sonriéndole dulcemente pero sin que el brillo de tristeza dejara de vérsele en los ojos.

—Minato, por favor, cuida a tus hijos donde quiera que estés —pidió en un susurro lleno de fe, como si de verdad él la estuviera escuchando a pesar de que la presencia de Minato Namikaze partió hace mucho tiempo.


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La zona donde la familia de Naruto vivía era una especie de laberinto que los ancestros que ocuparon en esas tierras crearon para refugiarse de las guerras que se generaban con los samurái. Al ser un vestigio histórico y representativo del poblado de Konoha, la alcaldía lo había dejado, e incluso mejorado para ser uno de los principales atractivos turísticos. Sin embargo, para él servía mucho para esconderse de los ojos vigilantes de ese par de oficiales que siempre le repetían que algún día lo atraparían conduciendo su motoneta sin poseer un permiso dictado por una autoridad, además de llevar a pasajeros sin la debida protección.

Él era bastante ágil para evadir a la autoridad y Matsuri era la perfecta compañera que servía como sus ojos para distinguir un uniformado a la distancia.

—¡Por eso te dije si podías dejarme hoy! —gruñía Matsuri, sin dejar de afianzarse a la espalda del rubio, peleando con las ráfagas del viento salado chocarle contra la cara.

La brisa marina de esa mañana era fresca por el camellón que cruzaban. Konoha Gauken se hallaba al otro extremo, cruzando el puente. Tomaba alrededor de quince minutos arribar hacia el lugar, ella lo había contado, planeando las rutas más rápidas. Había soñado con ese momento desde hace mucho, ingresar a la preparatoria y tener la oportunidad de continuar con sus sueños de convertirse en una médico, y así ayudar a su familia. Era una promesa que le había hecho a su padre y reafirmaba frente a su madre y hermano mayor.

No iba a fallar.

Y tampoco llegaría tarde a su primer día de escuela.

—¡Ya entendí, Matsuri, ahora deja de golpearme o me harás perder el control! —regañó Naruto con una mueca, enfocándose en el camino y en la velocidad con la cual manejaba. No era que Konoha tuviera una excesiva población pero había más carros con cada nuevo año que llegaba, y era más complicado viajar entre los carriles. Apretó el acelerador de mano, peinándose los cabellos rebeldes que le estorbaban—. ¡Ahora sostente, haré que este bebé vuele!

Matsuri se abrazó más fuerte de su hermano mayor, sintiéndole la velocidad afectarle en todo el cuerpo, especialmente el estómago. Empero en lugar de sentir miedo, una enorme adrenalina y emoción la hicieron sonreír, apoyando la mejilla con la amplia espalda de su querido hermana, viendo con esos ojos castaño claro el bello horizonte del mar que se izaba ante ellos.

El día era soleado y el sitio web que informaba sobre la buena fortuna a los signos zodiacales había informado que ese sería un buen día para ella.


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El chirrido de una moto desvió la atención de Sakura de su celular para alzar los ojos y ver a escasos metros de ella a una joven castaña bajar de una carcacha de dos ruedas. Alzó una ceja al reconocer esa rubia cabellera y sonrisa de bobo.

—¿Qué hace ese perdedor aquí? —la voz al lado de Sakura invitó a la joven rosada a ver a su derecha donde una hermosa rubia se posicionaba a su lado, mirando con cierta burla la figura del rubio quien parecía revisar que todo estuviera bien con la chica—. ¿No fue expulsado después de haber tenido una pelea con Sasuke-kun?

—Lo fue. Está expulsado —respondió Sakura sin interesarle mucho el tema, observando a la castaña usar el mismo uniforme que todas. Aunque por el moño que usaba, era obvio que ella era de primer año.

Sakura cerró la tapa de su celular rosa, alistándose para entrar de una vez a la escuela. Pronto la campana anunciaría el inicio y las rejas se cerrarían. No sería buena idea llegar tarde a la ceremonia de inauguración del inicio se semestre, menos siendo la hija del alcalde.

Sin embargo, se había quedado afuera a pesar de llegar con demasiado tiempo de sobra con la esperanza de ver llegar a un hermoso chico de ojos y cabello oscuros. Creyó que él llegaría puntual, como siempre, pero viendo que faltaba poco le daba la idea de que probablemente él no se presentaría el primer día. Y de cierta manera, ahora teniendo a Ino a su lado, agradecía que así fuera. No quería que el chico de sus sueños viera la belleza con la cual Ino había sido dotada, siendo realzada con ese largo cabello que daba la ilusión de que cada hebra estaba hecha de oro puro.

Tuvo que pasearse la mano por su cabellera rosada, esperando que la textura suave y agradable continuara presente; no quería que nada en su imagen se viera mal, no quería causar una mala impresión al amor de su vida.

—¿Sasuke-kun no ha llegado?

Sakura estuvo tentada a resoplar por la tercera visita desagradable de la mañana, viendo a un cabello rojizo caminar hacia ellas. De no ser por Sasuke, estaba segura de que jamás compartiría palabra con Karin.

—No —respondió Sakura, esforzándose en escucharse indiferente, aunque le pesaba un poco no ver el rostro del joven.

El año pasado dio todo de sí para que éste le mirara aunque fuera un minuto, siendo cordial y amable con él, pero ni así Sasuke le prestó atención. Temió que Ino o cualquier otra chica llamara la atención del joven Uchiha, pero el azabache se comportaba completamente indiferente ante cualquier presencia femenina a sus alrededores. Era tan complicado acercarse a Sasuke. Pero su situación actual le hacía sentir, de alguna manera, ser más cercana a Sasuke. Claro que ese privilegio debía compartirlo con más personas, temporalmente.

—¿Ese no es Naruto Uzumaki? —Karin ajustó las gafas para tratar de estudiar el rostro de ese escandaloso que provocaba que la castaña que le acompañaba no dejara de tirarle golpecitos que solo le causaban risa al rubio—. ¿Qué está haciendo aquí? Ese idiota ni siquiera presentó examen.

—Creo que solo vino a dejar a esa chica —señaló Sakura, preparándose para caminar hacia el interior de Konoha Gakuen.

—Creí que estaba embobado contigo, Frentona —Ino dijo con burla, mirando a Sakura quien puso una expresión fastidiada—. ¿No temes que alguien haya encantado a tu perrito fiel?

—Deja de decir tonterías, Cerda. Jamás en la vida me fijaría en un perdedor como él. Los días de secundaria con él yendo detrás de mí a todos lados fue la peor experiencia. Estoy feliz de no tener que verlo jamás desde que lo expulsaron —bufó con claro desprecio—. Eso le ocurre por osar molestar a Sasuke-kun.

Ino siguió burlándose, incluso Karin se sumó a la placentera tarea de recordarle a la Haruno esos días que ella consideraba los más humillantes de su vida.


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—¡Onii-chan, se me hace tarde! —Matsuri infló las mejillas en un claro reproche—. ¡Me cerrarán la reja!

—¡Vamos, solo una última foto, ¿sí?!

Matsuri apretó los labios, sintiéndose tan apenada de que Naruto hiciera todo eso. Ya había recibido más de una mirada de los estudiantes que aun aguardaban a las afueras, seguramente conversando sobre lo que hicieron durante las vacaciones. Pero ver la mueca de perrito abandonado del rubio le ablandó el corazón y no tuvo más opción que cumplirle los caprichos, colocándose al lado de la puerta, donde el emblema de la preparatoria del poblado de Konoha se alzaba orgullosamente, con las mejillas sonrojadas y la mirada clavada al suelo.

—S-Solo toma la foto y ya.

—No lo haré hasta que sonrías.

—¡Onii-chan!

—Vamos, mamá seguramente le encantará verte con tu uniforme. Es algo especial, no todos los días son tu primer día de preparatoria —Naruto enfocó la cámara de su celular en el rostro de su hermanita quien seguía con esa mueca de niña caprichosa—. ¡Ahora sonríe o no te dejaré entrar!

—Eres un bobo —reprendió Matsuri pero con una sonrisa honesta y radiante, como esas que su familia mostraba cada mañana—. Bien, bien. ¡Pero solo será está, eh!

Alzó el pulgar en señal de aceptación y Matsuri posó. Capturó esa imagen de su hermanita, con la cabeza ladeada y la sonrisa más bonita, mucho más bonita que la de Sakura Haruno. Hasta los pétalos de cerezo revolotearon a los alrededores, embelleciendo el marco de Matsuri que viviría por siempre en el álbum de la familia Uzumaki.

Naruto le sonrió a Matsuri, y después de escucharle decir que ya era hora de irse, que regresaría a casa y les contaría toda sus nuevas aventuras, él solo pudo quedarse en el lugar, aun después de que los vigilantes cerraran las rejas, viendo correr a la joven castaña hacia los interiores, esperando que ese día fuera el mejor para su pequeña hermanita.


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—Otoño del 20...—

Afuera llovía y el interior era gris. Frío y desolado. No importaba cuanta gente estuviera reunida, para él el lugar era demasiado. Apenas podía percibir la calidez de su madre a su lado, tan débil como una flama que queda en medio de una tormenta, amenazando con apagarla.

Él debía comportarse como el fuerte pero dentro de sí se estaba desgarrando. Apenas podía mantenerse de pie, agradecer los gestos de consuelo de los invitados, tratando de dar una reverencia educada aunque los pulmones le pesaran cual plomo endurecido.

La foto que con tanto cariño le tomó a su hermanita se hallaba rodeada de flores blancas y el listón negro colocado en las esquinas superiores, con su sonrisa radiante e inocente recibiendo a todo aquel que quisiera despedirse del recuerdo de la traviesa y siempre feliz Matsuri Uzumaki.

Era la segunda vez que Naruto vestía ese pesado traje tonalidad negro, con la corbata ahogándole y queriendo desvestirse para salir corriendo a un destino indeciso. Hasta que los músculos de las piernas se desgarraran por el esfuerzo. Pero no podía dejar a su madre sola. Eso sería cobarde, ella lo necesitaba.

La primera vez que estuvo al lado de esa fuerte mujer, ella se enjuagaba los ojos para que él no se percatara, contestando a sus preguntas que de niño no comprendía, queriendo ver a papá. El tacto de ella en su mano, tratando de consolarle a pesar de que era a ella a quien debía darle las palabras de aliento que en esos momentos necesitó tanto, siempre se mantuvo firme, fuerte y con una expresión de valentía al recibir a todos que mostraron sus respetos a la memoria del buen hombre que Minato Namikaze siempre fue.

Ahora era el turno de Naruto de ser la base sólida para que su pequeña familia no se desmoronara pero dicha tarea no era simple por el dolor escalarle por la espalda, temiendo toparse con los ojos felices de Matsuri atrapados para siempre en esa foto donde ella viviría eternamente.

Respiró hondo para que las lágrimas se quedaran guardadas para un momento de derrota porque ahora era obligatoria su fortaleza, esa misma fuerza que su madre le heredó y le enseñó a afrontar los problemas.

Naruto atrapó la mano de su madre, apenas recibiendo un débil apretón, pero no la soltó en ningún momento hasta que el final de la ceremonia funeraria llegó.


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—¡Sakura! —Mebuki tocó una vez más la puerta de la habitación de su única hija, esperando respuesta de parte de ella pero solo recibió silencio. Arrugando el ceño por los modales de la rosada, volvió a repetir el gesto con más fuerza—. ¡Sakura! Llevas encerrada ahí por tres días, no has comido bocado. ¿Acaso estás a dieta otra vez?

La nula respuesta de parte de Sakura al otro lado hizo a Mebuki suspirar, rindiéndose temporalmente con el comportamiento de su hija, regresando al primer nivel de la casa para sentarse al lado de su esposo quien leía con entretenimiento el periódico.

—Ya se le pasará —comentó el hombre de ojos azules y cabello rosa pálido, dando vuelta a la siguiente hoja.

—No se está comportando como otras veces —confesó Mebuki sus honestas preocupaciones, observando la segunda planta—. Algo sucede con esa niña.

Kizashi dejó de lado su entretenimiento para ver a su esposa y tratar de calmarla con respecto al comportamiento de su hija.

—Deja que tome su tiempo, ¿sí? —tomó las manos de la mujer—. Hay que entenderla, cariño. Con lo sucedido recientemente, bueno, es de esperarse que nuestra hija tenga una reacción.

—¿Hablas de la niña que se suicidó? —Mebuki alzó una ceja, resoplando—. ¿Por qué la muerte de Matsuri Uzumaki debería estar afectando a nuestra hija? Ni siquiera se conocían.

—Sakura es una jovencita dulce, siempre viendo por el bienestar de todos. Por supuesto que esto tuvo que afectarla, sabes lo sensible que suele ser.

—Y precisamente no entiendo el punto. Nuestra Sakura no tenía roces con esa niña, y me alegra de que así fuera. Con todo lo dicho sobre ella no me gustaría que la mala fama afectara a nuestra hija.

—Querida…

—¿Si quiera has escuchado lo que esa niña hizo? —Mebuki se soltó de las manos de su esposo para servirse el té y calmarse—. Tan inmoral. Pero teniendo a ese chico problema como hermano, no me extrañaría saber de quién heredó tales comportamientos.

—Independientemente de lo que se hable o no de Matsuri Uzumaki, hay que tener respeto. Estoy seguro que Kushina-san está pasándola mal. Perdió a su esposo, y ahora a su hija. A pesar de que no compartían sangre, ella la adoptó y cuidó de la pequeña como si hubiera nacido de su vientre. Trata de ser más cuidadosa con tus palabras, querida.

—Se me dificulta hacerlo sabiendo lo que ese mocoso se atrevió a decir de Sakura. ¡Ja! ¿Qué Sakura y sus amigas tuvieron algo que ver con la decisión de ésa? Sí que tiene una creativa imaginación —miró a su marido—. Espero te hayas encargado que esas falsas acusaciones hayan cesado.

Kizashi asintió en silencio, acompañando a su esposa a beber el té.

—Lo hice. Por más veces que ese Uzumaki asista a la comisaría, nadie le tomará en cuenta los disparates que un joven destrozado por la muerte de su hermana menor dice sin césar.

—Pues que así sea porque no quiero que estos rumores sin evidencia, que solo arruinan la imagen de mi hija, puedan perjudicarla para su ingreso a la universidad. Este año debe enfocarse en sus estudios e ingresar a la Universidad de Tokio. Todos los hijos de los más influyentes asisten ahí.

—Así será, querida, no te preocupes.


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Inoichi dio un vistazo a su hija quien se hallaba sospechosamente silenciosa. No era un experto en adivinar el comportamiento adolescente pero intuía que algo estaba ocurriendo con su hija para mantenerla así de callado en el comedor, especialmente con su actual pareja acompañándoles.

Ino odiaba a Shizune. Y lo dejaba claro cada que la joven mujer les visitaba. No tenía reparos en señalar la diferencia de edad entre ambos, mirándola con desprecio y a él clavándole su azulada mirada como un puñal ardiendo.

Luego recordó que una alumna de Konoha Gauken había muerto hacía poco. Independientemente de las circunstancias que orillaron a esa jovencita a tomar aquella decisión, esperaba que la nube grisácea que se había instalado en el poblado se disipara. Y con ella el mutismo de su hija desapareciera. Era más complicado lidiar con su hija así de callada y distante que la rebelde Ino que no se guardaba sus opiniones y siempre le repetía lo disgustada que se sentía de traer a una mujer más joven que él a casa, el lugar donde compartió la vida con su difunta madre.

—Ino —la llamó en un arranque de valentía, atrayendo por un segundo la mirada de la rubia hacia su persona—. ¿Te sucede algo, Florecita?

—Te he dicho que odio ese mote —gruñó Ino, dejando los palillos al costado.

Inoichi rio con incomodidad.

—Lo siento… Uhm —se removió inquieto, mirando a Shizune que le incitaba con un mensaje silencioso a través de miradas a que continuara—. Has estado callada. ¿Deseas hablar…? Seguramente lo que sucedió con esa jovencita te está afectando…

Ino se levantó de la silla en un brusco movimiento, mirando a los dos adultos con una expresión severa.

—Perdí el apetito, me voy a mi habitación —gruñó, alejándose rápidamente del comedor, dejando a su padre y a su nueva novia a media oración.


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Por más que caminara el pasillo se alargaba. Allá afuera el sonido de la pelota ser lanzada de un lado a otro, así como los gritos de júbilo de los estudiantes eran como ecos fantasmales, un lejano disfrute, a los gloriosos días del ayer en que todo parecía radiante para él.

La secretaria lo condujo hasta el casillero de su hermanita. Él vino en lugar de su madre para vaciarlo y llevar las pertenencias de Matsuri a casa donde se atesorarían. Mamá se hallaba más débil. Planeaba llevarla al hospital en cuanto terminara con el asunto del locker de su hermana, esperando que aquel mal que afectaba a su progenitora no fuera grave; había visto los recipientes vacíos de medicinas, eran tantos que sospechaba que lo que tumbaba a su madre en la cama desde lo ocurrido con Matsuri había estado más presente de lo que imaginaba.

—Es aquí.

Los tacones de la mujer dejaron de sonar y Naruto detuvo sus pasos, dejando de ver el piso lustrado para encarar el frío casillero. Número 45. Matsuri Uzumaki.

—Ésta es la combinación —la mujer tuvo que ayudar al rubio a que sostuviera el papelito con los número para abrir el casillero, era el protocolo cada vez que un estudiante moría. Carraspeó, sintiendo pena por el rubio. Por la apariencia de su rostro y esas ojeras podía intuir que el pobre chico no había dormido en días—. Toma el tiempo que necesites. En cuanto tengas todo, pasa a la oficina para firmar. Con permiso —hizo una educada reverencia y emprendió el camino de vuelta a las oficinas administrativas del plantel.

Él se quedó congelado en el mismo sitio. Incluso podía sentir el paso del reloj apresurarse pero no sentía la fuerza necesaria para girar y abrir el casillero, se sentía incapaz de hacerlo. Pero tenía que.

Callando cualquier sollozo rebelde que quería escapar de la profundidad de su pecho, se obligó a levantar la mano y marcar la combinación. Al escuchar el clic volvió a respirar hondo, mentalizándose que debía ser fuerte.

—No seas un maldito gallina, a Matsuri-chan no le habría gustado… —tuvo que animarse, recordar la imagen que su hermanita siempre tuvo de él. Que por más fastidioso y bobo que pudiese resultar, para Matsuri él siempre sería su superhéroe. Y en esos momentos debía actuar como uno.

No podía dejar que las pertenencias de su hermana se quedaran en ese lugar tan frío.

Cuando abrió la puertecilla completamente Naruto se topó con todas las cosas que Matsuri puso en ese pedazo cuadrado de metal, desde fotos de sus artistas favoritos, stickers infantiles de Hello Kitty o cualquier otro personaje que a ella le resultó adorable. Apretó los labios cuando vio varias fotografías de ellos pegadas al reverso de la puerta, así como sus notas adhesivas sobresaliendo de los libros aun ordenados y sus cuadernos. Incluso el amuleto que su madre y él le compraron en Año Nuevo seguía ahí, y la nota de buena fortuna que él le dio cuando ella sacó mala suerte en el templo.

La fuerza en las piernas de Naruto desapareció y cayó, pegando la frente los casilleros de abajo, sintiéndose tan culpable de no haberle creído, de no escucharle y asumir algo que no era. Ahora debía vivir con esa culpa incrustada en el fondo de su ser; vivir sabiendo que Matsuri nunca volvería.


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Firmó lo que sea que la secretaria le puso en frente, sin fijarse demasiado en los detalles. Solo quería marcharse y llevar las cosas a casa lo más pronto posible. En cuanto terminó el papeleo restante y recibió la documentación y archivos de Matsuri durante su estadía en la preparatoria, por fin fue libre de salir de las asfixiantes oficinas y caminar hacia la salida.

El atardecer pintaba las paredes de naranja cálido pero ni así Naruto podía sentir la tibies de ésta sino el frío calarle los huesos. Sus pasos solitarios resonaban en el vacío de aquel pasillo, pasando entre aulas igualmente desoladas…

Una puerta ser azotada rudamente llamó la atención de Naruto quien despertó de su sueño agotador, mirando hacia el costado, específicamente hacia las escaleras que conducían al sótano. No conocía completamente los planos del plantel porque no era alumno del lugar, pero no era difícil intuir que a eso llevaba esa ruta. Naruto miró el anuncio de "Exit" encima y se acercó, solo para corroborar que solo fue su imaginación por la falta de descanso, pero más azotes se lograron percibir.

Observó a todos lados, buscando con quien dirigirse para pedir permiso. Después de todo, solo había venido por las cosas de Matsuri, no tenía más razones por las cuales andar deambulando, seguramente alguien podría llamarle la atención.

Pero algo le llamaba a bajar, a investigar cuál era la fuente de tanto escándalo cuando suponía que todos estaban afuera con sus actividades de club.

Naruto decidió bajar, llevando la caja con los tesoros de Matsuri en el interior, haciendo resonar sus zapatillas deportivas con el piso lustrado. Avanzó por otro pasillo menos iluminado, con la apariencia de que ahí todas las cosas del club de teatro se guardaban, así como material restante que se podría usar en los próximos festivales de la escuela. Incluso notó que la oficina del conserje se hallaba ahí pero no había rastro de nadie.

—Eh, ¿hola? —llamó, inseguro de dar a conocer o no su presencia en el lugar. Más no recibió respuesta.

Negó. ¿Qué carajos estaba haciendo? Debía marcharse y dejar esas estupideces. Era hora de estar en casa. Pronto su permiso para faltar al trabajo terminaría y no podía darse el lujo de requerir más tiempo, perder el trabajo no era una opción.

Empero antes de siquiera dar un paso, voces silenciadas lograron detener a Naruto y mirar de nuevo hacia el fondo, donde las luces no daban luz. Arrugó el ceño, despejando pensamientos infantiles sobre apariciones de fantasmas, o las leyendas urbanas que toda escuela japonesa tenía. Él se acercó más, tratando de escuchar con más claridad esas voces que parecían murmurar como si no desearan ser escuchados. Daba pasos lentos para retener el ruido de sus pisadas chirriantes, respirando incluso con cautela.

De pronto se vio consumido por la oscuridad, caminando a ciegas hasta que una luz lejana lo guio. Aun así tomó sus precauciones, considerando todo eso algo sospechoso. Si se tratara de una reunión entre conserjes o un juego de cartas de estudiantes, estaba seguro que sería más ruidoso.

El corazón le bombeaba con fuerza, acercándose más, pegándose todo lo posible en la pared. Las voces se hicieron más claras. Era muchas personas, personas que daban pasos apresurados, que se quejaban, gritaban para luego callar, se movían con inquietud. Miró fijamente las sombras que se proyectaban, no podía distinguirlas a la perfección pero entre más tiempo se quedaba en silencio, escuchando los secretos, Naruto dibujaba en su cabeza las identidades de las personas hablando en esa habitación escondida.

—Insisto —hablaba la voz femenina—, ¿qué mierda hacemos aquí? ¿Reunirnos en secreto? ¡No tenemos la culpa de nada! —daba la apariencia de sonar calmada pero levantaba la voz cada vez más, sonando chillante—. Esa idiota se mató, ella solita saltó del edificio viejo. Ninguno de nosotros la tumbó.

—Concuerdo con Karin. No tuvimos nada qué ver con el suicidio de Matsuri Uzumaki.

Karin. Sí, conocía a Karin Shimura. Esa pelirroja ególatra que siempre gustaba mirarle desde arriba, como si fuera alguien superior solo por pertenecer a un grupo de personas medianamente popular. Ignoró ese temblor que sufría todo su cuerpo al escucharles hablar sobre la muerte de Matsuri, tomándolo tan a la ligera, como si la muerte de una persona no fuera algo grave.

Tuvo que callar los impulsos que le ordenaban ir hacia ahí y exigirles respuestas que no recibía desde que se les informó que el cuerpo de su hermana estaba en la morgue.

—Agh, ¿pueden callarse? Van a reventarme la cabeza con sus chillidos de brujas —otra voz pero masculina interrumpió a las demás, la cual Naruto identificó fácilmente.

Suigetsu. Suigetsu Hozuki. Era el capitán de un club que no le interesaba saber, pero escucharlo participar en esa conversación le hizo arrepentirse de no indagar más sobre ese chico de mirada perversa y sonrisa fastidiosa.

—No te atrevas a hablar, pedazo de idiota, ¡si no hubieras insistido en alargar la broma, no estaríamos aquí!

—Un momento, la idea de jugar con esa mocosa fue de Ino, no me echen la culpa. No fui yo quien metió su mano en los calzoncillos de Gaara Sabaku para que hiciera sus movimientos con ésa. No se zafen de la situación.

«¿G-Gaara…? ¿Gaara Sabaku…? —la imagen distorsionada de un pelirrojo se arraigó en su mente, como si hubiera un momento de claridad. Ojos fríos tonalidades aguamarina. Cabello de fuego. Era así como su hermanita describía con un tono soñador al chico solitario que veía desde la ventana de su aula».

Apretó los puños.

—De verdad que todos ustedes son unos paranoicos —la voz de Ino resonó y para Naruto fue tan desagradable—. El padre de Sakura se encargó de que ningún policía tome en serio los disparates que Naruto o su madre dicen. No entiendo por qué se preocupan. Además, no fuimos quienes orillaron a Matsuri a matarse. Era demasiado débil, simplemente no supo lidiar con la presión —un bufido seguido de su explicación—. Eso le sucede por hacerse la valiente. Si hubiera dejado que siguiéramos con nuestros asuntos, nada de esto habría ocurrido. Ella se lo buscó. Además, si insiste, tenemos cuartadas. Y Gaara moverá sus influencias en caso de que quieran inmiscuirlo a él. ¿Ahora podemos largarnos? Este lugar apesta.

—Bueno, dile eso al responsable de citarnos a este lugar —Suigetsu volvió a hablar—. En serio, Sasuke, pudiste invitarnos algo de beber en tu casa, sería más cómodo que estas mierdas en las que estoy sentado, me lastiman el trasero.

La caja que sostenía por poco se le cae de la impresión por escuchar el nombre de un participante más, de alguien que jamás imaginó estaría envuelto en lo que él creía era la razón por la cual Matsuri tomó esa decisión de tirarse desde la azotea de un edificio abandonado. Hizo todo lo posible por evitar que se dieran cuenta de que estaba ahí, respirando agitado ante lo que escuchaba.

¿Sasuke Uchiha estaba involucrado? ¿Ese tal Gaara y Sasuke tenían algo que ver con el suicidio de su hermanita?

«Hijos de puta… S-Si de verdad fueron ustedes los que orillaron a Matsuri a hacer eso…».

Un silencio siguió, parecía ser que nadie se atrevía a decir algo más. Él solo percibió el sonido de unos pasos llegar hasta la pared en la cual se hallaba apoyado. El latir de su corazón era anormal, sudaba frío ante la idea de ser atrapado escuchando esa conversación. Tardíamente reaccionó al pensar que aquello podría servir como una evidencia, pero las manos las tenía ocupadas como para sacar el celular y grabar todo.

Era como si al otro lado pudiera sentir la mirada fría hecha de ónix de Sasuke Uchiha traspasarlo.

—Solo los dejé hablar, no era mi intención escuchar toda esta sarta de idioteces y persecuciones imaginarias —la voz de Sasuke no había cambiado, seguía fría como siempre, prepotente y con ese tono que detonaba completa seguridad.

Un bastardo.

—Sakura no dejaba de llamar a mi celular, molestándome con su paranoia. Así que quise poner punto final a todo eso. Comienza a cabrearme.

—L-Lo siento, Sasuke-kun, n-no quise molestar. E-Es solo que me preocupé de que… B-Bueno, Naruto siempre hace escandalo a donde quiera que vaya, y temí que pudiera meterte en problemas… —por la manera en la que esa voz se dulcificaba, llena de tanta preocupación que llegaba a ser desbordante, Naruto no tuvo dudas de que se trataba de Sakura Haruno.

—¿Por qué las tonterías que ese perdedor dice me afectarían? Todo lo relacionado a esa chica no es mi asunto. Quienes jugaron con ella fueron ustedes, no yo.

—P-Pero Sasuke-kun —ahora era Karin, con voz nerviosa—. Solo tratábamos de cuidarte. Esa chica, Sari, se atrevió a meter una sucia carta a tu casillero. No podíamos permitirlo. Sabemos lo mucho que te fastidia, así que decidimos darle una lección… Y esa tonta se interpuso. ¡Se atrevió a insultarnos!

—En ningún momento les pedí nada. Fueron ustedes quienes asumieron ese tonto papel —bufó Sasuke con un gruñido en el fondo—. Ino ya explicó que el padre de Sakura se encargó de que todos ignoren lo que Naruto dice, no veo la razón por la cual seguirme molestando con asuntos que no me conciernen. Si eso ha sido todo, me largo. Tengo muchas cosas que hacer…

—E-Entendemos, Sasuke-kun, l-lamentamos haberte robado tu tiempo…

—Así que, ¿vas a asumir que nosotros somos los únicos culpables?

Antes de que Sakura terminara su oración, dándole la razón a Sasuke, Ino intervino. Por el tono que usaba estaba molesta, casi ofendida.

—La única razón por la cual he soportado estar con estas idiotas ha sido para que siquiera mires a mi dirección, sepas el enorme esfuerzo que hago para ser alguien digna de tu atención. ¿Y es así cómo me pagas? Por años me he encargado de alejar cualquier molestia de ti, limitando las interacciones de cualquier chica quien piense tiene una oportunidad contigo. He gastado parte de mi juventud haciendo todo eso para agradarte, ¿y te atreves a tratarnos así…?

—Ino, cierra la maldita boca —exigió Karin, enojada también.

La risa de Suigetsu hizo eco.

—No te metas, Karin, esto se pone divertido.

—¡Tú cállate!

Una risa corta se escuchó, menos escandalosa que la de Suigetsu pero con el poder de helarle la piel a Naruto a pesar de no estar en la misma presencia que Sasuke.

—En serio son patéticas ustedes tres —dijo con divertida frialdad e indiferencia—, pero sobre todo tú, Ino. Me sorprende que se hayan creado todas esas fantasías absurdas con tan poco. Si desean ir y acusarme que fui la razón por la cual Matsuri Uzumaki decidió suicidarse, adelante, hazlo. Estoy seguro que todos se reirán por escuchar tan ridículas acusaciones. Quizá el único crimen que cometí fue no ser lo suficientemente claro con ustedes… Ninguna me interesa y jamás me veré interesado en mujeres tan patéticas y con poca dignidad como ustedes, que fácilmente se arrastran ante la mínima muestra de atención.

—¡Tú, hijo de…!

Hubo un golpe sordo y exclamaciones de sorpresa, incluso una silla ser arrastrada. Hasta la pared en la cual Naruto estaba apoyado tembló. Y escuchó perfectamente el sonido de Ino ahogarse.

—Oi, S-Sasuke, no creo que… —por una vez Naruto escuchaba a Suigetsu nervioso.

—Recuerda, Ino, que sería muy fácil para mí romperte el cuello. No tiendo a ser comprensivo como esos idiotas a quienes engatusas, así que no pongas a prueba mi paciencia. Me has hecho perder el tiempo escuchando tus reclamaciones infantiles y tus amenazas sin solidez, y eso es algo que me irrita profundamente. Así que quiero que recuerdes, cada vez que decidas abrir tu estúpida boca, en lo que puedo ser capaz de hacer con una sola mano.

Después de esas palabras dichas con el más profundo odio que incluso Naruto se sintió marcado, escuchó a Ino toser con fuerza, recuperándose de la falta de aire. Tragó seco, sintiéndose en peligro pero también con una furia encenderse en su interior por querer saltar y…

El instinto le obligó a mirar hacia el otro lado, topándose con unos irises de negro absoluto con la misma profundidad de un abismo observándole de vuelta. La caja que sostenía calló en un ruido seco y la adrenalina ahora le hacía temblar todo el cuerpo de ver a Sasuke Uchiha recargado en el umbral de la puerta, de brazos cruzados, viéndole sin un ápice de sorpresa y esa maldita sonrisa arrogante y cruel pintada en los labios.

—Hola, perdedor.