Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer. La historia es de mi total invención.
Prólogo
―Puedes dormir en mi cama. Necesitas descansar.
Lo miré por unos segundos. Él parecía tan pacífico; su rostro mantenía un semblante relajado mientras yo estaba a punto de tener un colapso.
Quería hacerle tantas preguntas. ¿Si estaría conmigo? ¿Si…? Miles de dudas persistían como telarañas tejiéndose en mi cabeza.
Mis pensamientos estaban revueltos, me sentía tan agotada. Solo me recosté en la mullida cama, ya no salían más lágrimas, quizás estaba seca y el cansancio emocional me tenía abatida.
―¿De verdad me crees? ―dispare una de mis dudas. Mi voz era afónica producto del desgaste del infierno que acababa de vivir.
Volteó hacia mí. No me había dado cuenta que estaba sentado en el borde de la cama, justo a mis pies.
La tenue luz de la lamparilla de noche me permitía apreciar sus rasgos: cara afilada, nariz recta, también tenía una escasa barba cubriendo sus mejillas y mentón. Pero sin duda sus ojos verdes eran lo que más llamaba mi atención.
¿Por qué no lo noté antes? En ellos había una paz que en estos momentos necesitaba. Quería aferrarme con fuerza a la protección que me hacía sentir, necesitaba arañar un poco de la cordura que presentaba, simplemente para no enloquecer.
Todo mi mundo colapsó… pero tal vez no fue hoy. Quizá mi infierno surgió cuando acepté esa estúpida propuesta.
Hice mis manos en puños y lloré. Me deshice en llanto de nuevo por ser una estúpida que nunca supo decir que no.
Quise salvar y me esforcé por rescatar algo que ya estaba roto y muerto, así como ahora lo estaba yo.
―Tranquila, Bella ―su mano envolvió las mías, sus dedos apretando suavemente.
Me paralicé al sentir su tacto cálido frente a mi fría piel. Pude sentir que mis mejillas se encendían porque su cercanía me trajo recuerdos…
Cerré fuertemente mis ojos y me negué a ir ahí.
―No has respondido.
―Sí, te creo ―aseguró con firmeza―. Sé que el bebé es mío y no de tu esposo.
