Podemos hablar de ese largo tema de Neil, pero voy a resumir lo que me dijo mi tío, ya que sería demasiado largo para esta sola historia. Parece ser que Candy lo ayudó en un momento en que era la víctima de unos ladronzuelos en Chicago, y desde entonces, pareció haberse inclinado hacia sus encantos, innegables, casi igual que cada uno de nosotros. Después de ese episodio, comenzó a perseguirla, a buscarla y cuando se dio cuenta de que vivía con un hombre, con el tío, no le importó. Pero sí, comenzó a considerarlo un rival al nivel de que quiso forzarla para que estuviera con él, aún viviendo con su amigo. A él no le importaba para nada esa convivencia, si ellos habían intimado de otras formas. El tío me dice que no, que sólo eran compañeros de cuarto, nada más.

"Soy hombre, y Candy es muy guapa. Tuve que hacer esfuerzos supremos para resistir. Y más aún, porque ella afirmaba que me amaba, pero yo sencillamente pensé que se dejaba llevar por sus miedos. No, no quería un amor a medias, y más con todo lo que he vivido desde niño. Quería su amor completo, incondicional, entregado, y no pensaba que lo tuviera".

La realidad es que sí, lo tenía, y desde mucho antes de lo que ninguno de ellos dos pudo reconocerlo. El corazón de Candy siempre fue de Albert. Todos, de algún modo, nos habíamos dado cuenta, aunque quizás Annie tenía la fe de que ella se quedara con Terry. Probablemente fuera una duda momentánea de su parte, porque lo de Terry fue tan fuerte, fue una poderosa ilusión, que distrajo a Candy de todo lo demás. Además, no dudo que ella sintiera cierto grado de miedo de perder a Archi, y siempre sintiera celos de Candy. Quizás indirectamente lo que quiso siempre fue alejar a Candy de Archi. Y quizás Archi guarda ese recuerdo de lo que sintió al principio por Candy, igual que yo. Sí, es doloroso a veces, pero es de las cosas que sólo Dios entiende, aunque la verdad es que es un recuerdo, bello, pero recuerdo al fin, y hay gente, como Annie, que viven en el presente, y no reconocen el valor de un recuerdo. Lo toman como algo perenne y duradero. Quizás todavía, en el fondo, aún sienta esos celos por su amiga.

Pienso a veces que la atracción de todos se debió a que Candy no era igual que las otras chicas. Ella nunca pensó en lo que se esperaba de ella. De algún modo, disfrutaba de las libertades que nunca disfrutamos ninguno de nosotros, ni siendo varones. Parece que la crianza que recibió del Hogar fue pura, porque ella parecía no creer en los convencionalismos sociales. Bueno, de la sociedad completa, porque hasta la gente que puede considerarse como pobre sigue un código social muy arraigado, algo que a Candy no se le dio nunca. Y ahora, que es una gran dama (aunque siempre lo fue de algún modo), no hay nadie que la confunda con una rica vanidosa como a veces Annie o la misma Eliza antes de su transformación. El día anterior se había probado como toda una Ardlay, pero también como la Candy de siempre, cuando puso en su lugar a esa señora altanera del hostal. Eso mismo también se nos hizo obvio cuando abandonó el colegio para perseguir a Terry, cuando se mudó a vivir sola con Albert y hasta cuando también se fue detrás suyo cuando abandonó el Magnolia. Candy nunca tuvo filtros. Ella era y es lo que todos vemos, y no hay nada más, joven, niña o mujer. Por eso no es difícil enamorarse de ella. Incluso para un patán como Neil, eso era lo que se esperaba que ocurriera. Tomó tiempo, y una situación inesperada, para despertar en él esa misma atracción que nosotros también sentimos, para que cayera en sus redes.

Me cuenta el tío que tuvo que contratar agentes cuando se fue del departamento para que la cuidaran. Neil incluso trató de secuestrarla y llevársela a la villa de los Leagan en las afueras de Chicago. Supuestamente le dijo que Terry estaba allí, y ella aparentemente para asegurarse de que él retomara el buen camino, que regresara con Susanna y con la Compañía Stratford. Lo último que se le ocurrió, meses después de que abandonara el Magnolia por causa de los vecinos chismosos, que comenzaron a amenazarla por los movimientos extraños del tío, fue eso de que se quería comprometer con Candy bajo amenaza de que se enlistaría, como yo, y se iría como soldado. A la tía Elroy por poco le da el soponcio, y por eso se negaba a perder otro miembro joven de la familia por la guerra. Pero como Albert mismo le afirmó a ella, Neil era demasiado cobarde para tal cosa cuando todo se supo. Es que todo era simplemente una manipulación de niño mimado, para lograr que Candy no pudiera negarse a ser suya. Eso era todo. No había nada más detrás de sus pataletas, sí, porque eso mismo era: una pataleta de niño mimado, al que siempre le dieron todo, y que no estaba acostumbrado a que le dijeran que no a lo que quería.

Por supuesto, Albert en ese momento estaba aquí, en Lakewood, tratando de aclarar sus ideas. Faltaba poco tiempo para su presentación en sociedad entonces, y quería, antes de hacer el anuncio formal frente a todos los miembros del clan, hablar con Candy. La verdad, me dijo que le aterraba su reacción. Ella había conocido a Albert, el buen Albert, y no a William, que, para ella, y para todos nosotros, era un anciano en su lecho de muerte. Hubiera, por cierto, entendido una reacción violenta de parte Candy, pero Albert me dijo que ni siquiera pudo acercarse a ella para conversar. Georges había desobedecido una orden suya de que no le dijera a nadie donde estaba cuando ocurrió lo del asunto del compromiso forzado, y la envió para la villa, donde por fin supo la verdad. Candy estaba muy molesta por el asunto, pero luego de pasar dos días juntos y compartir las mismas cosas que cuando vivieron en el Magnolia, tuvieron tiempo de dejar sus asuntos claros y de definir, eventualmente, su relación. Bueno, esa parte, pues recordemos que después vino lo del broche y el príncipe. Ahí sí que todo quedó plasmado: una relación a prueba de todo, y unos lazos que ni Terry, ni Neil, ni nadie más puede romper.

….

Luego de toda esa conversación, que por momento nos trajo tensión a ambos, y de conversar de otros temas de la familia, le pedí permiso al tío para que me dejara procesar toda esa información. Para eso, decidí irme a la cabaña de caza, a caballo, como en antaño, y para lo que quería estar solo. Sabía que Marie Helène estaba en Lakewood, pero para procesar todo lo que rondaba mi cabeza, quería pasar unas horas alejado de todo y de todos. Ya habría tiempo para comenzar de lleno esa relación con ella. La realidad es que, aunque me estaba enamorando cada vez más, aún el poco tiempo de conocernos, toda esa información de mi familia me distrajo lo suficiente como para no ser buena compañía en ese momento.

También quería escribir un poco, alejado del ruido, del entra y sale de la villa. Quería sortear las ideas desde cuando estaba en la isla desierta, de las cosas que podían parecer imposibles que de pronto eran extrañas, aunque no tanto inesperada realidad. También comencé a entender que Dios tenía un propósito para mí. Podía ayudar a mi hermano a encontrar paz con Annie, podía ayudar a Albert con los negocios de la familia, y también podía ofrecer mis talentos para llevarnos a una nueva era en la familia. Albert se sorprendió bastante. Y sí, había tenido demasiado tiempo para pensar, cuando estaba en la isla, sobre los posibles escenarios de lo que encontraría en el mundo si lograba salir de allí. Aunque algunas cosas eran más bien de sentido común, no dejaba de lado las dudas sobre la evolución de mi familia y todo lo que descubrí esa mañana. Sí, era una evolución. Y hablar de lo ocurrido con la tía Elroy, y cuál fue su contribución a todo lo que había logrado la familia, fue una gran sorpresa. Ahora entiendo que ella, en parte, me salvó de la muerte, y le debo todo o casi todo. Es mucho lo que le debo. Es mucho lo que los Ardlay le debemos a ella.

En un tiempo en que las mujeres no participaban de la vida de negocios de sus maridos, la tía Elroy fue un miembro activo y muy respetado dentro del círculo del comité de los Ardlay. Sí, Albert me habló del comité de ancianos. A ese tiempo, sin embargo, ese comité no era ni sombra de lo que era cuando se estableció hacía más de 20 años. Pero tuvo la función de mantener a flote al clan cuando el tío William Charles dejó este mundo, y su hijo, un niño, se convirtió en la alternativa de fe para mantener viva la esencia y todo el esfuerzo de una familia. La tía abuela jugó bien sus cartas en el asunto. Y Albert, él la perdonó por haberle robado su vida desde tan niño. No, él no lo llama así, pero soy lo suficientemente maduro como para entender que eso fue precisamente lo que le ocurrió.

Luego de varias horas en la tarde, y ya que estaba oscureciendo temprano, decidí regresar a Lakewood. Tenía que hablar con Candy sobre el asunto de la tía Elroy. Sí, de pronto, Candy podría darme claridad sobre el asunto de la tía me parece que hasta mejor que Albert. Según me dijo el tío, Candy y la tía Elroy comenzaron a relacionarse de otra manera cuando ella le iba a pasar la batuta del matriarcado, luego de saber lo que ella había hecho para ayudarlo cuando lo encontró sin memoria en el Hospital Santa Juana, su relación con Candy cambió radicalmente, y rápido. Ocurrió, me dijo, desde la fiesta de compromiso convertida en presentación en sociedad. Albert me dijo que, incluso, al momento en que habló con ella, se dio cuenta de inmediato de que Candy no era la culpable de las desgracias de la familia, y que no le había dado, como era justo, una oportunidad. De pronto, se me hizo claro que la tía había hecho una extraordinaria labor con Candy, luego de admitir su error, porque, aunque era la misma en muchos aspectos, en otros, su hermosa personalidad ahora brillaba con luz propia, pero también como gema pulida, quizás por propia mano de la tía abuela. No, definitivamente, la tía debía tener algo que ver con eso de resaltar la bella y ahora más pulida imagen de nuestra Candy al punto de decir que siento un gran orgullo de ella. Es brillante como una estrella desde lo alto del cielo.

Todos estaban, sin embargo, cuando llegué a Lakewood, y luego de entregar el caballo al encargado, esperándome para la cena. Me pidieron que me arreglara para ese evento familiar, y yo me fui a hacerlo como me lo indicaron, porque llegué algo desarreglado ciertamente después de una tarde tan ejercitada. Me senté con mis amigos, con la que comencé a considerar mi novia y con la familia a una cena como pocas, con manjares de todos tipos y la mejor compañía. Más tarde, bueno, unas horas más tarde, y luego de enviarle una invitación para verme en el solario, Candy llegó, con una sonrisa tranquila y gesto renovado, aún el esfuerzo por caminar que hacía por su embarazo. Ya sabía lo que yo había conversado con el tío. Y ahora, nuestra conversación final sobre el tema le daría otro giro un poco diferente a mi historia.

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Recordaba muy bien la conversación que tuvimos sobre el broche y la historia detrás de su encuentro. Eso me dio una guía para la conversación que después tuve con el tío, pero hubo unas partes que quedaron pendientes, como las de la tía Elroy ayudando a Candy después del asunto del compromiso con Neil. No, no podía imaginarlo, aunque las veces que me pareció ver a la tía Elroy en la isla desierta, recuerdo que ella no parecía la misma de la que recuerdo de niño y de joven. De algún modo, me ayudó, pero a veces pienso que fue una alucinación en mi delirio, y más porque soy más lógico que nada, y esas cosas del más allá como que no cuadran dentro de mi mente científica. Claro, pasaron muchas cosas que debieron haberme dado pistas de cómo trabaja Dios, pero siempre que lo analizo bien, nada de lo que ahora recuerdo de la tía Elroy se ajusta a lo que sé. Más bien cabe dentro de lo que creo, pero a veces lo que creo es menos de lo que sé.

Pero lo dicho, la tía Elroy era muy justa, cuando estaba viva. Jamás nos regañó sin causa, porque sí. Claro, era más cercana a Neil y Eliza, pero aún así, a Anthony, y también a Albert, según me expresó el tío, ellos eran especiales en su corazón de otra manera. Eran niños que fueron criados con el amor de la tía Rosemary, que según tengo entendido, era un ángel en vida. Tía Sarah, a diferencia de ella, era más de crianza de sociedad, de lucir bien delante de todos. Por eso, la atención de la tía era distinta para todos.

Sin embargo, con Candy fue una verdadera tirana. No la quería, y nosotros no entendíamos por qué. Iba más allá de la antipatía que le tenía Sarah por los celos de su hija ante la atención desmedida prodigada por Anthony, especialmente con los afectos de Eliza definidos. La tía le echaba la culpa a Candy por todas las desgracias familiares, y excepto el hecho de que se encargó del heredero, su cambio posterior por ella fue un poco inexplicable, porque llegó a considerarla parte del clan, y no cualquier parte, sino parte importante. Tenía que dejar que Candy me explicara. Nada se me hacía lógico en ese cambio. Raro, quería entenderlo, porque no es todos los días que alguien que fuera odiado por la tía cambiara de la noche a la mañana para convertirse en su ser favorito. Quizás fue la magia que la propia Candy tenía en su corazón, un corazón muy grande como para albergar odio. Quizás fue el mismo amor que exudaba Candy, que era más fuerte que todas las ofensas reales o imaginadas de la tía Elroy. Pudieron, por esto, perdonarse mutuamente, y ese odio de la tía Elroy, que realmente era miedo de perder sus costumbres y a los suyos se convirtió después en su felicidad.

Continuará