Pese a que habían decidido que lo más sensato sería olvidarse del equipo, de todo lo relacionado con los superhéroes, una vez más los Colegas de la Libertad se reunieron en la base. Las circunstancias lo requerían. A sus padres no les gustaba la idea de que estuvieran en la calle con esos monstruos rondando por ahí, pero consiguieron convencerlos con la excusa de que pensaban unirse a la Patrulla Ciudadana y diciéndoles que un grupo de gente joven tan numeroso no tendría problemas para defenderse. Los dejaron solos con la condición de que estuvieran atentos a los móviles. Algo se estaba fraguando y podrían necesitarlos más tarde...

— ¿Está bien?—preguntó Wendy.

Timmy se tocó la sien con el dedo y rastreó a Scott con su mente. Trató de conectar con la de él. En el mismo momento en que lo hizo, comenzó a estremecerse de forma visible, y su piel perdió un poco de color.

[— No mucho...No le están tratando bien...Están aprovechándose de su enfermedad para torturarle y conseguir información...Pero no hablará. Su voluntad es férrea]—volvió los ojos hacia Kyle—. [Siento darle la razón a Eric en algo, pero tu madre es un putón. No se detendrá ante nada para encontrar a la Cometa Humana.]

— Quizás debería...entregarme...—suspiró Kyle, con los brazos cruzados.

— ¿Estás majara? ¿Acaso no conoces a tu propia madre? ¡Te matará en cuanto te vea!—respondió Stan.

— ¡Pero si no lo hago, matará a Scott! Quizás, si lo hago bien...comprenderá que yo sólo quería ayudar a Ike...Soy su hijo, ella no...

¿Estás seguro de eso?, sus amigos parecían preguntarle con sus caras. El mismo Kyle tenía sus dudas.

— ¡Bueno, de todas maneras no podemos quedarnos de brazos cruzados mientras hacen daño a Scott!—dijo.

— Debería ser pan comido, ¿no? Token se teletransporta dentro de la comisaría, agarra a Scott y se va—Craig se encogió de hombros, con la cabeza apoyada sobre su mano.

— No puedo aparecerme en lugares que no conozco o no he visto antes—dijo Token.

[— Saben muy bien lo que podemos hacer. Nos están esperando. Scott está bajo la custodia de varios agentes armados con rifles semiautomáticos, listos para acribillarle a él y a cualquiera que entre en el recinto sin autorización]—dijo Timmy.

— Si no hacemos rápido, no de-deberíamos tener problema—dijo Jimmy—. Podría hacerme inv-v-visible, y sacar a Scott en cuanto a-abran la puerta. ¡Antes de que tengan tiempo de apretar el gatillo, ya habre...habre-e...hab..bbbb...habremos volado!

— Esperar a que abran la puerta para darle de comer o interrogarle no parece buena idea. Es posible que para cuando tengamos la oportunidad, Scott ya esté muerto—dijo Tweek—. Y quién sabe si no tendrán cámaras que detecten el calor corporal, o trampas, o rayos láser o...

— Es la comisaría de un pueblo pequeño, no Guantánamo—dijo Stan.

— Pero, aun así, será mejor tener una excusa para que nos abran la puerta—dijo Token.

— Si Barbrady estuviera aún al mano, habría sido perfecto, él nos habría ayudado...—suspiró Clyde.

— Pero ya no está, y su teléfono y redes sociales están pinchados. No podemos contar con él ahora mismo—dijo Wendy.

Token frunció el ceño.

— A no ser...

Dirigió una breve mirada hacia sus compañeros.

— Esperad un momento—dijo antes de desaparecer sin darle a sus amigos tiempo para preguntar qué se le estaba pasando por la cabeza.

— Le prepararé a Scott todo lo necesario. Documentos con una nueva identidad, un disfraz...Tendrá que desaparecer por un tiempo, hasta que se aclare todo—dijo Wendy.

— También podríamos tratar de limpiar su nombre. Nos llevará más, pero nos ahorraría las molestias. Tenemos que encontrar pruebas de que a Ike no le atacó la Cometa Humana. La confesión de Makowski parece no haber sido suficiente—dijo Tweek.

— Ese puto loco...—gruñó Kyle.

— No es culpa suya. No está bien de la cabeza y ese tal Mitch Conner se aprovechó de ello—dijo Clyde.

Sus palabras tuvieron un efecto inesperado en algunos de sus amigos. Kenny se levantó como si tuviera una chincheta en el trasero. Stan volvió la cabeza hacia él con la boca abierta. Kyle miró a Clyde con los ojos muy abiertos.

— ¡¿Qué has dicho?!—exclamó.

— Eh...He dicho que un fulano llamado Mitch Conner convenció a Makowski de que fuera por ahí mordiendo a la gente y nos echara el muerto a ti y a mí—repitió Clyde, no muy seguro de qué había dicho.

— ¡Mitch Conner!—exclamó Wendy—. ¡Ese es el influencer que ha vuelto a la opinión pública contra nosotros!

— Peor...Ese es uno de los alter egos de Cartman de cuando era niño...—murmuró Kenny.

— ¡¿Cartman?!—exclamó el grupo.

— ¡Pero si Timmy le jodió el cerebro y le hizo...!—dijo Tweek.

[— No ha podido...]—Timmy sacudió la cabeza con incredulidad.

— Cartman siempre ha sido una caja de sorpresas...Quizás tus poderes se hayan debilitado con todo lo que ha estado pasando, o que haya estado fingiendo—dijo Kyle, dando vueltas con nerviosismo por la habitación, nada más que pensando en ello.

— ¡Vaya...hijoputa!—masculló Craig, levantándose después de darle un golpe a la mesa, destrozándola sin querer.

— ¡Tenía que ser él! ¡Es un cabrón vengativo y envidioso! Si él no podía ser el héroe, nadie lo sería...—Stan se rascó el mentón.

— Si queremos detener esto, tenemos que encargarnos de él—dijo Wendy.

— Iré yo. Le voy a romper el pedazo de culo que tiene por haberse metido con mi hermano—dijo Kyle.

— Yo también—se le unió Stan.

— Y yo. Los demás deberíais poder liberar a Scott sin nosotros—dijo Kenny.

— Sí, pero volvemos a lo mismo: ¿c-cómo?

En ese momento Token hizo su reaparición. Sus amigos se dieron cuenta de que se había cambiado de ropa: ahora llevaba un traje de verano de color crema de Hermès, unas zapatillas Nike blancas, gafas de sol de Dolce & Gabbana y un Rolex muy brillante. En sus manos portaba un uniforme azul.


El sol se ponía, tiñendo las montañas de rojo. El cielo anaranjado y la suave brisa que soplaba eran un buen incentivo para salir afuera a dar un paseo. Era una lástima que Butters no pudiera salir de casa, se dijo Maxi, mientras cerraba la puerta. Debía de ser mortificante, estar ahí encerrado todo el día, sin ver a nadie más que a él, ni poder participar en la vida comunitaria, o simplemente disfrutar de las maravillas del Señor...Su pobre Butters estaba viviendo enjaulado, como un pajarito. Si hubiera podido hacer que su casa no resultara tanto una prisión...Quizás pudieran salir a dar una vuelta bien entrada la noche, cuando todos estuvieran durmiendo y lo que aún estuvieran levantados estuvieran borrachos perdidos y no lo reconocieran...

Cuando fue a entrar en su casa, se encontró con que Butters se disponía a salir.

Llevaba el mismo atuendo con el que lo encontró dos años antes, cuando se lo encontró inconsciente en el cementerio.

— ...¿Butters? ¿Adónde vas?

Butters parecía muy avergonzado.

— ...Perdóneme, Padre...No pensaba decirle adiós...—le dijo, mirando hacia sus propias botas, como un niño al que pillan haciendo una travesura—. Odio las despedidas...Todo este tiempo...La conciencia me ha estado torturando...Tengo una mancha enorme en la conciencia y tengo que limpiarla como sea...Usted tenía razón: aún me importan mis amigos. Me necesitan...Los matones no paran hasta que han destruido a sus víctimas, hasta que les han quitado la vida del todo...Entonces, sólo entonces, se van a por la siguiente...La única forma de que la gente se olvide de ellos es que aparezca alguien peor. Alguien tan malo que a su lado sus fechorías no sean para tanto...

Butters por fin se sintió capaz de mirar a Maxi a los ojos.

— Soy un villano. Un monstruo. Estoy lleno de ira y de porquería. No me resultará muy difícil hacerle sombra a sus delitos. Estos poderes que tengo...los usaré para el bien...

— Pero ya sabes las consecuencias que eso traerá para ti...—murmuró Maxi.

— ...Lo sé. Pero nada es peor que lo que hay ahora. Digo, no quiero decir que sea una tortura estar con usted. Estos años que he pasado con usted han sido los mejores de mi vida...Desearía poder vivir así para siempre...Pero tengo que hacerlo. Algo dentro de mí me dice que es lo correcto. Moriré siendo algo más que un pecador. Y usted...muchas gracias por todo...

A Butters se le estaban humedeciendo los ojos.

— Hay tantas cosas q-que me gustaría decirle...Le voy a echar de menos, Padre...

El párroco cerró los ojos, dejando escapar un suspiro triste, y abrazó a Butters, un gesto que él correspondió con fuerza y con toda la ternura de su corazón.

— Que Dios te bendiga y te guarde—dijo finalmente Maxi.

— No me importa lo que pase, siempre que Él me perdone...—replicó Butters.

— Seguro que ya te ha perdonado, Butters. Seguro que sí...

Se quedaron mirando un segundo más. Cuánto había crecido, pensó Maxi; aún recordaba cuando era un niñito que apenas le llegaba a las rodillas, y ahora estaba hecho todo un hombre...En cuanto a Butters, él por su parte pensó que Maxi siempre había sido el mismo, la idea que tenía de él no había cambiado, ni siquiera después de lo que había hecho...

Se fue corriendo, porque si se quedaba un poco más, se lo pensaría dos veces y no querría dejar al único hombre en el mundo a quien había llamado con todo el cariño 'Padre'. Maxi sólo pudo ver cómo se marchaba con una oración muda en los labios.


— Wendy...

Todos se estaban preparando. Cada uno tenía una tarea y la estaban repasando en sus cabezas, con cuidado de no fastidiarla porque la vida de Scott y las suyas propias estaban en juego. Stan tenía el cinturón lleno de sus mejores herramientas y un taladro listo en la mano; Wendy se encontraba pensando que su uniforme comenzaba a precisar de unos pocos ajustes cuando Stan se acercó a ella.

— ¿Sí?—preguntó.

Stan se volvió a mirar al resto del equipo, como si no quisiera que le oyeran.

— No sé qué pasará esta noche...—comenzó a decir.

— Por favor, Stan, intenta ser optimista, sólo por esta vez—sonrió Wendy.

— Déjame terminar. No sé qué pasará esta noche, pero, en todo caso, quiero que los dos nos tomemos un descanso largo de todo esto de los superhéroes. Te mereces un embarazo tranquilo y yo quiero cuidar de ti. Nos mantendremos alejados de todo el mundo, nos tomaremos unas largas vacaciones, nos iremos de South Park si hace falta, pero nos olvidaremos de toda esta pesadilla, hasta que nazca el bebé...Tú necesitas tiempo, yo necesito tiempo...Tampoco esto es fácil para los papás, ¿sabes? A decir verdad...No sé un carajo sobre niñas.

— Nunca lo hubiera dicho—se burló Wendy.

— De verdad que no sé qué se os pasa por la cabeza...Nunca os he entendido...No sé nada de la regla, de moda, o de chicos guapos, arcoíris y rayos de sol, ponis...Pero quiero aprender. Aprenderé a hacerle trenzas en el pelo a nuestra niña, y los nombres de los miembros de sus grupos favoritos. Si tengo que llevarla a conciertos de tipos que me dan grima, lo haré. Si algún día un chico le rompe el corazón, le secaré las lágrimas y luego iré a por el muy hijo de puta y le partiré las piernas. Jugaré a las fiestas de té y le daré paseos a caballito con una diadema de unicornio puesta, incluso le dejaré que me maquille...Quiero ser el padre que desearía haber tenido. Quiero tener una familia de la que no quiera escapar...Wendy...Cuando todo esto termine...Quiero hacer las cosas bien. Quiero casarme contigo.

Wendy lo miró con una sonrisa creciendo en su cara.

— En fin, sé que todo podría haber salido mejor, con...un anillo, hincando la rodilla en el suelo y todo eso...Te prometo que pillaré uno y lo haré en público, para que todo el mundo vea que no soy un marica que huye de sus responsabilidades y que te quiero y quiero pasar mi vida contigo—continuó Stan.

— No hace falta nada de eso—respondió Wendy, dejando sus múltiples teléfonos sobre la superficie más cercana para abrazarle—. Sí, quiero.

Se dieron un largo beso.

— ¿Listo, Stan?—lo llamó Kyle desde la distancia.

— Ten cuidado, ¿vale?—le dijo Stan a Wendy tras darle un último piquito.

— Vosotros también. Y, Stan...—Wendy se puso un poco más seria—. Rómpele las pelotas a Cartman de mi parte.


El agente que custodiaba la entrada no miró realmente a quienes estaban entrando. Algo iba mal con su cuenta de Facebook: ¡todos los mensajes que había estado enviando a su amante Christine se estaban mandando a su mujer! ¡Ella, claro, lo estaba llamando una y otra vez para exigirle una explicación! Tenía tal desastre entre manos que no prestó atención a nada que no fuera su teléfono. El equipo tuvo completa libertad para entrar.

El agente Mitch Murphy, ajeno a ello, miró por la ventana, tamborileando los dedos sobre su marco.

— ¿Alguna señal de ellos?—preguntó a un hombre que estaba detrás de él.

Cuando dijo 'alguna', la lente de una de las cámaras del cuarto quedó pintada con espray negro. Para cuando pronunció 'señal', otra quedó inutilizada. Al terminar la frase, el único cambio que notó en el cuarto fue que alguna corriente de aire había hecho volar unos papeles del escritorio.

— No, señor—respondió él.

Murphy usó luego su walkie-talkie:

— ¿Veis algo? Cambio.

— Nada, señor. Corto—respondieron los agentes apostados en el tejado.

Murphy frunció las cejas.

— ¿Dónde están? ¿A qué están esperando?—murmuró. Sacó un cigarrillo del paquete que guardaba dentro del bolsillo de su camisa.

Mientras lo hacía, algo pasó por la ventana, algo que hacía un sonido atronador, casi como una moto. Estaba tan ocupado con lo que estaba haciendo que se lo perdió, pero el agente que se encontraba a su lado vio la sombra y pegó un brinco.

— ¡Eh! ¡¿Habéis visto eso?!

— ¿El qué?—preguntó Murphy, volviéndose rápido, con el mechero en la mano.

— Era...¡enorme!—le aseguró el agente, pero Murphy, por más que miró, no vio nada.

— Vamos a echar un vistazo—Murphy sacó su pistola y estaba a punto de seguir a sus hombres cuando entró otro agente, seguro que un administrativo, porque estaba tullido, iba en silla de ruedas.

— Señor, tenemos un prisionero—dijo el agente, acercándose. Con una mano movía la palanca de mando y con la otra tenía agarrado a un joven de raza negra.

— ¡Yo no he hecho nada! ¡Yo no he hecho nada!—se quejaba el susodicho, resistiéndose.

Aquello no hablaba mucho en su favor, como tampoco la ropa y los accesorios caros. Otro jodido afroamericano rico...

— Aquí se lo traigo, señor—dijo el agente discapacitado.

— No, llévelo a la celda usted mismo, yo tengo que...

— ¿Le importaría enseñarme el camino, señor?

Por alguna razón, aquella parecía una petición muy justa...Los otros agentes podían ocuparse de aquella extraña silueta sin él...

— ...Claro...Por aquí...

Todas las unidades habían salido corriendo tras la aparición. No había nadie que pudiera llamar la atención sobre el curioso hecho de que los labios de aquel agente se movían pero ningún sonido salía de ellos.

[— Se lo agradezco un montón]—dijo Timmy telepáticamente, y siguió a Murphy hacia las celdas. Tuvo que seguir agarrando a Token de aquella manera tan desagradable un tiempo más, hasta que se deshicieran de los guardas.

— Venga, vamos—susurró Jimmy a su lado, el cual vibraba tan rápido que se había vuelto invisible.

Siguieron a Murphy al piso superior, hacia el área para autorizados. Encontraron cámaras por el camino, pero Wendy lo tenía todo bajo control. Muchas cámaras en el mercado requerían conexión a Internet, y aquel era su elemento. Los agentes encargados de controlar las cámaras (un trabajo normalmente muy aburrido) ni siquiera se dieron cuenta de que ella había remplazado la imagen por una grabación tomada dos días antes. El otro problema que tenían eran los agentes que trabajaban en el edificio. Más les valía que nadie salvo Murphy les viera. Y por eso Craig salió en su ayuda.

Se coló en el aparcamiento y observó lo bonitos que eran sus coches. Algunos eran nuevos, estaban repletos de juguecitos con los que atrapar a los malos...Qué pena...Con sus puños, arremetió contra tres de ellos hasta que quedaron igual que bolas de papel de plata. Pero eso no le bastó. Se permitió desquitarse de algunas cosillas agarrando una caja de cerillas y prendiéndole fuego a dos de ellos.

Cuando el depósito de gasolina de uno de ellos explotó, prácticamente todo el mundo salió afuera, con las armas en la mano, a ver qué había ocurrido. Tan sólo a uno se le ocurrió quedarse para custodiar a los prisioneros, y Jimmy se ocupó de él con un puñetazo en la cabeza que le dejó sin conocimiento.

[— Pobre hombre, seguro que eso es falta de vitamina C. Dejemos que descanse, jefe, y sigamos]—dijo Timmy a Murphy, y él siguió su camino sin preocuparse.

Murphy usó su tarjeta identificativa para permitirles el paso a las celdas. Allí se encontraron con un buen número de hombres negros y ricos, aunque eso no era lo que estaban buscando.

— Deben de tener a Scott en una habitación especial...—dijo Token. Aun así, le dolía ver a todos esos inocentes encarcelados sólo por ser ricos y negros, y por eso, antes de seguir, cogió la tarjeta de Murphy y la usó para abrir las celdas.

— ¡Gracias! Pero...—les dijo uno de ellos, mientras que los demás salieron corriendo como almas que lleva el diablo.

— Tan sólo olvide mi cara—dijo Token, y siguió a sus compañeros.

[— ¿Dónde está Scott Malkinson, Mitch?]—preguntó Timmy al comisario.

— Por aquí...En una habitación especial...donde nadie pueda oírle gritar...—respondió Murphy lentamente, como si hablara en sueños.

Mientras tanto, la calle se estaba llenando de policías. Algunos no encontraron a aquella enorme cosa que había pasado volando por la ventana, otros, tras apagar el fuego, sólo podían quedarse mirando el desastre. Se encontraron unos y otros en el aparcamiento, intercambiaron impresiones. Todos estaban allí por algo que habían visto u oído. ¿Había alguien dentro? ¿Nadie?

— Esto no me gusta...—dijo alguien. Estaba claro que algo raro estaba pasando, y por eso decidieron regresar rápidamente.

Pero no pudieron. Cuando quisieron darse cuenta, el pavimento bajo sus pies estaba cubierto de una gruesa capa de hielo que les había atrapado los pies. Por mucho que lo intentaron, no podían moverse.

Timmy, ¿puedes oírme? Será mejor que os deis prisa, no sé por cuánto tiempo podremos contenerlos..., pensó Tweek tan fuerte como pudo para que su amigo le oyera.

— Aquí está— Murphy por fin se detuvo frente a la puerta. 'Máxima seguridad', rezaba un cartel que colgaba de ella.

[— ¿Qué tal si entra ahí y saluda a los caballeros que hay dentro?]— sugirió Timmy a Murphy.

Y a él, por supuesto, le pareció buena idea.

Usó su tarjeta para desbloquear la puerta. Jimmy se puso en posición para echar a correr.

Scott alzó la cabeza, temblando, cuando oyó la puerta. No llegó a ver quién era, porque todo pasó tan rápido que se encontró jadeando aire fresco.

Lo que había ocurrido era que, en el milisegundo en que la puerta había quedado lo suficientemente abierta como para caber a través del resquicio, Jimmy corrió adentro, trató de desatar a Scott, ya que no lo consiguió decidió cogerlo con silla incluida y salió de allí pitando. Una vez Scott estaba con ellos, Token rodeó con los brazos a sus amigos y se teleportó fuera. Mientras esto ocurría, el agente Murphy echó un vistazo al interior del cuarto, miró a los hombres armados y les dijo:

— Hola, espero que estéis pasando una buena noche, muchachos. Estoy muy orgullosos de vosotros.

Y sin más volvió a cerrar la puerta, dejándolos confusos. Siguiendo las instrucciones de Timmy, se sirvió una taza de café; se lo había ganado.

— ¡¿Q-QUÉ?!—exclamó Scott, mirando a su alrededor.

— Tranquilo, Scott, somos nosotros—dijo Token. Usando su golpe especial, consiguió romper las cadenas.

Scott necesitó un momento para darse cuenta de con quién estaba. Entonces soltó una exclamación de alivio.

— ¡Chicos! ¡Creía que nunca vendríais...!

— ¿Pensabas que te d-dejaríamos ahí, tonto?—sonrió Jimmy—. ¿Cómo te encuentras?

— Ahora estoy genial.

Timmy les dio a sus compañeros sus uniformes.

[— Será mejor que escondamos nuestras caras antes de que alguien nos relacione con esto]—dijo, poniéndose su traje mientras hablaba.

Sus compañeros se reunieron con ellos.

— ¡Scott, estás bien!—sonrió Wendy.

— ¡Oh, gracias a Dios! ¡Empezaba a creer que te estaban torturando en el potro o algo así!—dijo Tweek.

— No, pero me da la sensación de que la madre de Kyle estaba buscando uno en Amazon...—dijo Scott, quien decidió no ponerse la máscara. ¿Para qué? A esas alturas todo South Park sabía ya que él era el Capitán Diabetes—. ¿Dónde está, por cierto?

— Ocupándose de cierta bola de grasa junto con Stan y Kenny—respondió Wendy—. De acuerdo, vayámonos antes de...

Calló al oír algo que se acercaba. Era como un murmullo. Venía de todas partes...Los otros también lo estaban oyendo. Clyde ascendió para ver desde el aire qué era.

— Oh-oh...—murmuró.

No hacía falta preguntarle qué había visto: los demás lo vieron con sus propios ojos. La calle a su izquierda estaba atestada de gente que acudía a su encuentro. Otro grupo venía de la dirección opuesta. Una jauría también se acercaba desde el frente. Craig y Token se dieron la vuelta para ver que había más detrás de ellos.

Todo South Park iba a por ellos, con antorchas hechas en casa en la mano, gritando, insultándolos, empuñando pistolas, bates de béisbol, cuchillos de cocina, todo cuanto habían podido encontrar. Sus padres, hermanos, vecinos, amigos. Todos estaban allí, listos para lincharlos.

— ¡AHÍ ESTÁN! ¡MATADLOS!—chilló Jimbo con todas sus fuerzas.