Los hermanos son sagrados. Eso era algo que les habían inculcado desde pequeños y ellos lo tenían interiorizado como un dogma. Desde que había vuelto a Londres esta última vez ese dogma se estaba tambaleando.

Sospechaba que su madre sabía lo que había pasado el otoño anterior, durante su última visita. Lo habría leído en su aura, igual que cuando eran niños y podía adivinar cual de los dos era el responsable de una travesura solo mirándolos. Le sorprendía que hubiera aguantado tantos días hasta decidir arrastrarle por la fuerza a ver a James.

¿La verdad? Ahora igual podía entenderle un poco mejor. Y había sido bueno verlo, abrazar a su mejor amigo, aunque aún había cosas que arreglar.

Suspiró. La boda se acercaba y los dos sabían con quien querían ir, pero eso iba a ser un problema entre ellos, seguro.

— Los suspiros son huecos en el alma, hijo.

Estaba posando para ella, sentado en una silla junto a una ventana que daba al jardín.

— Anoche tu hermano vino disgustado de casa de Ginny.

Se olvidó de la pose para girarse a mirar a su madre con alarma.

— ¿Te dijo algo?

Luna negó con la cabeza, sin dejar de esbozar con el carboncillo.

— Pero Ginny estaba en casa de Hermione y Lily en la academia. Solo pudo discutir con James.

Lo sabía, su madre lo sabía.

— Mamá…

Le hizo un gesto con la mano para que volviera a la pose y permaneciera en silencio.

— Entiendo que quieras proteger a tu hermano. Y James va a querer hacer lo mismo.

Esta vez el suspiro que dejó ir fue de frustración.

— James es un conquistador, mamá. De cama en cama desde los quince años.

Los pequeños hombros de su madre se contrajeron en un gesto indiferente.

— Él seguramente dirá lo mismo de ti si invitas a salir a Lily.

— ¿Y a ti te parecería bien? —preguntó más suave, buscando el beneplácito de su madre.

Ella frunció el ceño, no supo si de enojo o de concentración. Permaneció unos minutos callada, dibujando afanosamente, como si no hubiera una pregunta en el aire.

— Lily es joven, pero no es una tonta florecilla, sabe protegerse sola. Y tú hermano igual. Deberíais darles más crédito. Y dejar de creeros tan irresistibles, creo que no habéis contemplado la posibilidad de que os den calabazas. Los sentimientos no siempre son recíprocos —le pareció que decía su madre en un susurro.

Esta vez fue Lorcan el que lo buscó para dormir. Abrazado a él, como en el colegio cuando se colaba en Gryffindor las noches que la separación se le hacía muy difícil, esperó.

— James no quiso decirme porque os peleasteis —murmuró con la frente pegada a su pecho.

— ¿Por qué tienes tanto interés en esa discusión? —preguntó con suavidad, enredando sus piernas.

Lorcan se separó lo suficiente como para mirar a su gemelo, con un gesto de molestia.

— Porque todo lo que te afecta a ti me afecta a mí. Que me alejes no hace que no sienta tu pena, hermano.

Volvió a apretarlo contra él.

— Nunca he pretendido alejarte, Lor.

— Pero lo haces. Cada vez que vienes de visita tengo la sensación de que no quieres estar aquí, que necesitas alejarte de nosotros.

La fragilidad en la voz de su hermano le dolió. Quizá había sido egoísta, se había centrado en él, intentando olvidar que siempre habían sido dos.

— Creo que la muerte de papá te cambió, Lys. Es más fácil alejarse de la gente que sufrir cuando los pierdes.

Aquel pensamiento le cayó encima como una losa. Nadie le conocía mejor que su gemelo, ni siquiera él mismo.

— No puedo contarte porqué discutí con James. Al menos no sin hablarlo con él primero.

— Me dijo que tenía que ver conmigo.

Maldito James, preocupando a su hermano sin necesidad, pensó, apretando los dientes.

— Deja de preocuparte. Él y yo lo arreglaremos.

— Y después me contarás todo —afirmó Lorcan, con tono exigente.

No respondió, pero lo abrazó más fuerte.

— ¿Crees que hay alguien en la vida de mamá? —preguntó Lysander al cabo de un rato en cómodo silencio.

Lorcan dio un respingo, estaba casi dormido.

— Que yo sepa no, ¿por?

— Está mañana me ha dicho algo. Bueno, creo que se lo ha dicho más bien a sí misma.

— ¿Cómo? —cuestionó su hermano, confuso por el sueño.

— Le he preguntado si ella aprobaría que le pidiera una cita a Lily. —Detuvo el comentario de su hermano con un gesto de la mano— Ella me ha recordado que Lily no es tonta y puede decidir por ella misma, sin James, tú o ella opinando. Y que me puede dar calabazas. Después ha murmurado "Los sentimientos no siempre son recíprocos".

— Y te ha parecido que se refería a ella misma.

Asintió.

— No ha salido con nadie desde que yo vivo aquí —reflexionó Lorcan.

— Pero eso no quiere decir que no le interese alguien. Han pasado cinco años y ella es joven, puede conocer a alguien.

— No se trata de su edad o del tiempo que ha pasado, Lys. Hemos dado por sentado que lo que la tiene triste es que no ha superado la pérdida de papá. ¿Y si es otra cosa?

Lysander apretó los labios, mientras pasaba los dedos por el pelo largo de su hermano.

— ¿Quién podrá ser? —se preguntó en un murmullo.