Debería haber previsto aquello, pero ay, se había sentido tan halagada cuando James lo sugirió mientras tomaban el té el lunes pasado.
— Viktor me ha preguntado un par de veces por ti.
Viktor, Viktor Krum, el mejor jugador de quidditch de la historia. Que jugaba todavía como buscador en el equipo en el que militaba James. Impresionantemente guapo y con un cuerpazo a pesar de estar a punto de cumplir los 50. Seguía siendo el póster central de Corazón de bruja una vez al año al menos.
Y se había interesado en ella. Una madre de mediana edad, ya no tan en forma como diez años atrás cuando una de sus rodillas le hizo dejar la carrera de jugadora. No era para nada como las típicas mujeres que salían en las revistas con él.
— No sé qué ponerme.
Allí estaba su amiga inseparable, sentada en su cama, ayudándola a elegir un vestido. Su sonrisa no era tan brillante como otras veces, pero la presencia de Luna en su vida seguía siendo una fuente de calidez, como un pequeño sol.
— Me gusta el vestido verde —señaló con su voz musical.
Ginny se quitó la bata, quedándose en ropa interior. Se acercó a la cómoda a tomar unas medias negras y se sentó en la cama junto a Luna a ponérselas.
— ¿Dónde vais a ir?
— Les étoiles.
— Las estrellas… suena bonito.
Sonrió. De vez en cuando la inocente Lovegood de la escuela volvía a aparecer.
— Es el restaurante de moda. Viktor ha conseguido mesa, normalmente hay que esperar meses — le explicó con una sonrisa.
— Se te ve contenta.
La sonrisa se hizo más grande.
— No recordaba lo emocionante que es una primera cita.
Luna sonrió también.
— Me alegra. Entonces, ¿llevas bien todo esto de la boda?
Asintió, mientras se ponía el vestido por la cabeza. Se sentó junto a ella para que le subiera la cremallera.
— Lo único que me agobia de esta boda es que James acabe discutiendo con algún Malfoy.
— Es triste que Albus y él estén así —apuntó Luna.
Ginny se sintió un poco mal. Sus hijos llevaban tanto tiempo peleados que ya lo había asumido como normal. Sin embargo, James y Lysander habían peleado y Luna se había preocupado por ello. Con uno de sus habituales impulsos, abrazó fuerte a su amiga.
— No se que haría sin ti, Luna —le dijo bajito.
Luna tomó aire, como cogiendo fuerzas para decirle algo, pero en ese momento unos nudillos llamaron a la puerta.
— Mamá, el señor Krum está aquí —dijo Lily mientras se alejaba por el pasillo hacia su propia habitación.
Apresurada, se puso los zapatos y se miró al espejo, comprobando su pelo y su maquilaje antes de salir de la habitación, despidiéndose de su amiga con un gesto de la mano y una sonrisa nerviosa.
La primera señal de que algo no iba bien la detectó nada más llegar al restaurante y encontrarse a un montón de periodistas en la puerta. Y cuando quiso acelerar el paso para entrar evitándolos lo más posible, Viktor fue más rápido y la sujetó del brazo, obligándola a posar para los fotógrafos.
Se sentó a la mesa con el estómago revuelto. Odiaba con toda su alma a la prensa del corazón, había sido una amargura durante su juventud por la persecución a la que habían sometido a Harry y por ende a ella. Después de casarse la cosa se había calmado algo, pero cuando se divorciaron el acoso se multiplicó por diez, empeorando aún más cuando se supo que Harry tenía una relación ni más ni menos que con Draco Malfoy.
— Siento eso —se disculpó Viktor, mostrando una sonrisa pesarosa que Ginny no acabó de creerse—. Mi representante insiste en que necesito más presencia en los medios.
— ¿No eres ya suficientemente famoso por el quidditch? —preguntó ella, ojeando el menú.
— Nunca se es suficientemente famoso, Ginny.
El tono en el que dijo su nombre hizo que le volviera a prestar atención. Su cara era… depredadora. ¿Quién podía pensar que un gesto así sería atractivo? Parecía un león mirando un antílope.
— Me temo que no puedo estar de acuerdo contigo. ¿Qué vas a pedir? —cuestionó, volviendo al menú.
— Ya he pedido por los dos.
Ginny soltó el menú, que cayó sobre el plato y golpeó una de las copas, haciéndola caer. Los rápidos reflejos del buscador enviaron que acabara rompiéndose.
— He supuesto que el menú en francés igual era un problema —se disculpó, de nuevo de una manera que Ginny, que había crecido con sus hermanos y criado a sus hijos y sobrinos, no creyó de ninguna de las maneras.
— Eres muy amable —se forzó a contestar.
La sonrisa depredadora estaba de vuelta y ella empezó a desear estar en su casa en bata en el sofá con un tazón de sopa hablando con Luna. Aún así, consiguió una charla intrascendente sobre quidditch durante el primer plato, que disfrutó, igual que el vino.
— He oído que Harry se va a casar.
La frase, soltada de repente durante un silencio después de retirarles los platos, le puso en alerta.
— Sí.
— ¿Cómo lo llevas?
No se dejó llevar por la falsa empatía, le había bastado una hora con él para saber que ese hombre no hacía nada por nada.
— Somos amigos. Me alegro por ellos, llevan mucho tiempo juntos.
A Viktor pareció sorprenderle la respuesta.
— No sabía que teníais buena relación.
— Por supuesto. Es el padre de mis hijos —respondió, levantando un poco la barbilla, de ninguna manera le diría otra cosa a alguien con tanto afán de publicidad.
— Bueno, se va a casar con el hombre por el que te dejó. Supongo que no vas a ir.
La mandíbula de Ginny se endureció. Tenía que recordar decirle a su hijo que no socializara con ese hombre, era una persona horrible.
— A pesar de que no es asunto tuyo, te diré que sí que voy a ir. Y que Harry no me dejó por Draco, él entró en su vida después.
— Eso queréis creer todas —contestó Krum, con repulsiva suficiencia—. De cualquier forma, puedo hacerte una oferta que te interesa —Se inclinó hacia delante y apoyó los codos en la mesa, las manos unidas con los dedos entrelazados, haciendo que los fuertes bíceps se marcaran llamativamente.
— ¿Ah sí? —respondió, distraída intentando llamar la atención del camarero, dispuesta a pedir la cuenta y marcharse.
— Llévame de pareja a la boda.
Ella volvió a mirarlo, con ambas cejas alzadas.
— ¿Disculpa?
— Sería una publicidad fantástica para ambos.
— Yo no necesito publicidad, Viktor —respondió, airada, levantando la mano para intentar llamar la atención del camarero.
El buscador se inclinó más hacia delante, su sonrisa pasando directamente a escalofriante.
— Tu carrera como entrenadora está estancada, vives a la sombra de tu hijo mayor y de la fama de tu ex marido. Necesitas un representante que te ponga en primera plana. Me necesitas, necesitas mi fama para dejar de ser una fracasada.
Ginny se puso en pie, con calma, cogió su copa de vino y se la lanzó a la cara justo en el momento en el que uno de los periodistas se colaba en el local.
— Y tú necesitas dejar de ser un imbécil narcisista, Krum —se inclinó para hablarle al oído— ¿Le hablo a este simpático periodista de lo que cuentan tus compañeros acerca de las pociones que tomas para la impotencia? ¿quién es el fracasado aquí, yo que tengo una vida y una familia o tú, que ni siquiera puedes hacer que se te levante?
Y se dio media vuelta para coger su abrigo y su bolso y salir con la barbilla muy alta del local.
