Las comidas de los domingos en la Madriguera eran una tradición familiar. Y no solo para la familia Weasley, había una gran cantidad de amigos que se habían convertido en familia también con el paso del tiempo, así que Molly disfrutaba de alimentar a una gran familia una vez a la semana. Aun más cuando se celebraban cumpleaños y podía preparar una de sus fantásticas tartas. El primer domingo de abril era uno de esos días ultitudinarios: había doble cumpleaños, George cumplía 49 y Teddy Lupin 29.

Sentado junto a una mesa, James observaba en silencio la alegre conversación de un grupito unos metros más allá. Lily, Lorcan, Albus y Scorpius charlaban animadamente. Estaba distraído observando a Lorcan reír, le fascinaba ver cómo echaba la cabeza hacia atrás y entrecerraba los ojos. El pelo dorado brillaba, suelto esta vez, y la barba encuadraba perfectamente sus rasgos, era una jodida obra de arte.

— ¿Por qué no te unes a ellos en lugar de hacer el mirón? —le preguntó una voz guasona a su lado.

Levantó los ojos, haciendo visera con una mano, para mirar al cumpleañero.

— ¿Me acabas de llamar mirón? —Estiró la mano para obligarlo a sentarse en la silla más cercana.

— Por no hablar de la cara extraña que se te pone al mirarlo. Tienes suerte de que yo sea el más observador del lugar, si te ve tu padre te estaría haciendo un tercer grado como poco.

James rio con desgana y desvió la vista al otro extremo del jardín, donde su padre y su futuro padrastro hablaban con Luna y Neville.

— Pensaría que estoy otra vez preparando una discusión con Scorpius.

La mala relación de James con su cuñado era legendaria ya en la familia y venía desde Hogwarts. Nadie acaba de entenderla, porque Scorpius era una persona adorable para todo el mundo, pero había estropeado la relación entre James y Albus. Su padre había tratado de intervenir en más de una ocasión, pero no había hecho más que empeorar las cosas, así que había acabado por renunciar.

— Algún día tendrás que arreglar las cosas con Albus, Jamie —le reconvino Teddy con suavidad, mirando también al cuarteto.

— Últimamente todo el mundo tiene muchas opiniones sobre mi comportamiento.

— ¿Todo el mundo? Ya será menos —se burló Teddy—. Imagino que te refieres a Lysander.

— ¿Cómo lo hiciste? Conseguir que Victoire te perdonara por enamorarte de su hermana.

Lupin le miró un momento, antes de dejar vagar la mirada por el jardín hasta su veela. Mientras fueron niños, su relación con Victoire era tan estrecha que toda la familia dio por sentado que acabaría siendo una relación al hacerse mayores. Todos menos Bill y Fleur, que sabían cómo funcionaban las personas con genes como ellos, un licántropo y una veela.

Podían quererse mucho, como hermanos, pero sus criaturas interiores no reaccionaban. Al madurar Dominique y manifestar su parte veela, quedó claro que el vínculo con Victoire era amistad e incluso sentimiento de familia por parte de sus partes animales, pero era la mediana de la familia la que estaba destinada a Teddy.

— No creo que Vic tuviera que perdonarme nada, James. Éramos amigos, no la traicioné de ninguna manera. Lysander y tú tenéis que dejar de pensar que Lorcan no tiene ni voz ni voto.

— ¿Sobre qué no tengo voz ni voto?

James maldijo interiormente a Teddy. Y se preguntó cuando Lorcan, que era el epítome de la torpeza y tropezaba con un pelo, se había vuelto tan silencioso. Intentó sujetar a Teddy del brazo para que no se marchara, pero el auror se levantó rápidamente, murmurando algo de que Dom le buscaba, dejando libre la silla para Lorcan.

— ¿James?

Volvió a maldecir, preguntándose cómo una voz podía sonar a la vez tan dulce y tan exigente, lo que generó una cascada de imágenes inapropiadas que hicieron aparecer un sonrojo Weasley de primera.

— Ignorar a alguien es de mala educación.

Con un esfuerzo de voluntad, se giró a mirarle. Lorcan tenía los brazos cruzados sobre el pecho y las cejas bajas, estaba claramente molesto.

— Preferiría no hablar de esto aquí.

Le escuchó soltar aire violentamente por la nariz. Lo que pasó a continuación fue muy rápido: Lorcan lo tomó del jersey y los desapareció a los dos.

No fueron muy lejos, cuando reaparecieron y recuperó su estabilidad se dio cuenta de que estaban en el dormitorio que solían usar cuando vivían con sus abuelos.

— Me tenéis harto, los dos. Habla, James. Ahora.

Abrió la boca, pero, por una puñetera vez, su cerebro de listillo no era capaz de armar oraciones coherentes. Muy enfadado, Lorcan comenzó a recogerse el pelo y se remangó el jersey, dispuesto a sacar la varita para obligarle a hablar.

— No… no hagas eso —atinó a decir James, dando un paso hacia delante.

— ¿Que no haga qué? —preguntó con la varita ya en la mano.

James dio otro paso. Cogió aire para armarse de valor.

— No te recojas el pelo.

Lorcan le miró sin entender nada, con las cejas arqueadas y la boca ligeramente abierta.

Con otro paso más, James estuvo lo suficientemente cerca como para llevar una mano a ese pelo que lo volvía loco. Lo acarició con reverencia, sin dejar de mirar el gesto sorprendido de Lorcan.

— Me gusta suelto —susurró, mirando los ojos azules— Merlín, Lor, yo…

—¿Es una broma, James? —preguntó con voz temblorosa— No tiene gracia.

Dio un paso atrás.

— Creía que ya habíais superado las bromas sobre gays. Sois imbéciles, los dos. Joder, y yo preocupado porque estabais enfadados…

— ¿Qué? No, Lorcan. Yo… de verdad…

— ¿Qué pasa aquí?

Mierda, el que faltaba, pensó James, cerrando los ojos con frustración. En el marco de la puerta, la imponente figura de Lysander le cortaba el paso a su hermano.

— Déjame salir —farfulló Lorcan, empujándolo.

— ¿Qué has hecho, James? —preguntó Lysander con un tono bastante amenazador.

— No te metas, Lysander. Déjame que lo aclare —respondió James, levantando la mano con la palma por delante hacia él.

— No quiero estar aquí, Lys, déjame salir —intentó esquivar Lorcan a su hermano, que seguía ocupando el espacio bajo el marco de la puerta.

Lysander miró alternativamente de su hermano a su mejor amigo. Apretó la mandíbula, tomando una decisión.

— Díselo, James —le dijo, con una mirada muy amenazadora, cerrando la puerta tras él.

James se volvió a acercar a Lorcan, que se abrazaba a sí mismo. Con cuidado, le rodeó con sus brazos aunque se revolvía contra él.

— No hay ninguna broma, Lorcan. No sé porqué crees que seríamos capaces de reírnos de ti —le dijo con suavidad, tratando de encontrar su mirada—. Yo sería incapaz de hacerte daño de ninguna manera, aunque tu hermano esté convencido de lo contrario.

— ¿Por qué? —preguntó con voz ahogada, la cara apretada contra su hombro.

— Porque Lysander cree que no estoy a la altura.

— ¿A la altura de qué? No entiendo nada.

— A tu altura, Lor. Cree que soy un calientacamas sin sentimientos incapaz de quererte como mereces.

Lorcan se separó con brusquedad para estudiar su cara.

— ¿Espera, qué?

— Estoy enamorado de ti —murmuró, sonrojándose otra vez, pero sin dejar de mirarle a los ojos.

— ¿Desde cuándo? —preguntó con voz aguda por la sorpresa.

— Desde siempre, supongo —respondió con un encogimiento de hombros.

Lo dejó marchar cuando se liberó con brusquedad de su abrazo. Lorcan paseó por la habitación, respirando aceleradamente.

— ¿Y en vez de hablar conmigo, acudiste a Lysander?

Esa no era la pregunta que esperaba. Lo miró desconcertado.

— No se lo dije, él se dio cuenta.

— ¿Por eso os peleasteis?

James asintió lentamente.

— Sois imbéciles. Los dos.

— Tienes razón.

Lorcan detuvo su paseo para volver a mirarle.

— ¿Desde cuándo te gustan los hombres a ti?

Entendió el tono de incredulidad. Además de su fama de conquistador, James había sido bastante intolerante cuando su padre anunció que tenía una relación con un hombre. Y todo el mundo creía que ese era también el motivo de que se llevara mal con Scorpius.

— Me gustas tú —aseguró, dando un paso hacia delante.

— Esto no va así, James —se alejó, negando con la cabeza.

James se encogió de hombros, componiendo un gesto entre triste y pillo.

— Ya hemos aclarado que soy imbécil y algo bisexual. ¿Quieres preguntar algo más?

Se esforzó para no dejarse ablandar por la cara de arrepentimiento de James, que era la misma que ponía de pequeño para conseguir salvarse de un castigo cuando hacía una gamberrada.

— Ahórrate la sonrisilla conmigo, Potter. Eres un homófobo de mierda, —Levantó una mano para hacerlo callar cuando James fue a protestar, echo los hombros hacia atrás— llevas años tratando fatal a tu padre y a tu hermano por tener relaciones con hombres. ¿Y crees que voy a correr a tus brazos?

— Las cosas no son exactamente así, yo…

— Ahórrate el discurso y arregla tus mierdas primero antes de lanzarte a declaraciones estúpidas.

El portazo de Lorcan al salir de la habitación hizo que la casa entera temblara. La cara de Lysander al entrar a la habitación dejó claro que su amigo no iba a apoyarle ni le iba a permitir correr detrás de su hermano para intentar explicarse.