— Gracias, tía Luna.
Lorcan escuchó la voz en el pasillo y levantó la cabeza. ¿Albus? Albus nunca iba a su casa.
Se levantó de la silla delante del escritorio, estiró la espalda y salió de la habitación rehaciéndose el moño que solía hacerse cuando se sentaba a escribir. En él recibidor, Albus hablaba en voz baja con su madre, a la que le brillaban los ojos de una manera que no había visto en mucho tiempo.
— Ey, Al. ¿Te ibas sin saludarme?
El joven moreno se giró hacia él y le sonrió. Dio un par de pasos hacia él y le abrazó.
— Tu madre me ha dicho que trabajabas, no quería molestarte.
Le devolvió el abrazo, sorprendido. Albus no era normalmente el más afectuoso de sus amigos.
— Solo corregía. ¿Como tú por aquí?
— Necesitaba pedirle algo a tu madre.
— ¿Y ya te vas? Podemos tomar un té, hace días que no te veo.
Albus asintió, con las manos metidas en los bolsillos de su cazadora.
— Yo os dejo que habléis de vuestras cosas. —Luna se puso de puntillas para besar la mejilla barbuda de su hijo— Hablamos en unos días, Albus.
— Te escribo, tía.
Ambos jóvenes siguieron con la mirada a Luna alejándose por el pasillo canturreando.
— ¿Qué os traéis entre manos? —preguntó Lorcan mientras servía un trozo de pastel de manzana para cada uno y ponía la tetera.
— Cosas de mi madre, yo solo soy el mensajero —Albus esbozó una sonrisa Slytherin y Lorcan supo que era una verdad a medias nada más, pero que su amigo no soltaría prenda— ¿Cómo va el libro?
Llevaba meses escribiendo una segunda parte del libro de cuentos que había publicado dos años atrás, inspirados en las aventuras de sus padres viajando por el mundo estudiando criaturas mágicas.
— Un poco parado, la verdad.
Los agudos ojos verdes de Albus lo examinaron, siguiendo sus movimientos por la cocina sacando las tazas de té y la leche.
— ¿Hay algo que te distrae? —le preguntó finalmente cuando Lorcan se sentó frente a él.
— Últimamente tengo el cerebro lleno de ruido.
— Todo está un poco alterado con esto de la boda. La vuelta de tu hermano, las citas de mi madre… tu discusión con James.
Lorcan apretó los dedos alrededor de la taza. Su desencuentro con James era el tema de conversación favorito de todo el mundo por lo visto, Albus no era el primero que sacaba el tema, pero sí seguramente el más inesperado.
— Tú… —Albus se inclinó hacia delante, más serio— sabes de sobra que mi hermano y yo hemos tenido muchos desacuerdos estos años, así que probablemente soy el último que hablaría a su favor.
— Creo que ese sería Scorpius —apuntó Lorcan, llevándose la taza a los labios.
— Ahí tienes razón. ¿Lo ha intentado Lysander?
— Sorprendentemente… sí. Parece que ellos han arreglado las cosas.
Albus esbozó otra sonrisa Slytherin y Lorcan se estremeció, había secretos detrás de esa sonrisa.
— Solo dime una cosa, Lor, y la respuesta te juro que quedará entre tú y yo: ¿pensaste en decirle que sí?
Otro partido en casa y otra sorpresa en el palco. Montado en la escoba durante la vuelta de calentamiento, miró sorprendido al grupo que ocupaba los asientos que estaban reservados para sus invitados. Tuvo que esperar a la segunda vuelta para cerciorarse de que no estaba teniendo visiones. Ahí estaban, sentados en una hilera, Scorpius, Albus, Lily, Lorcan y Lysander. De hecho, sus hermanos le saludaron con la mano al pasar y todo.
Trató de sacarse la imagen de Lorcan del cerebro antes de que empezara el partido, para evitar distraerse. Pero era difícil, porque estaba jodidamente guapo, con el pelo rubio oscuro cayendo sobre los hombros, abrigado con un cárdigan de color gris y un foulard marrón oscuro. Era la única persona que conocía a la que le favorecían esos colores que en otro le parecerían sosos.
Sintió literalmente sus ojos siguiéndole al comenzar el partido. Cada vez que flotaba cerca del palco entre jugadas, quería girarse hacia él y devolverle la mirada, pero se contenía, fuertemente agarrado a la escoba, obligándose a estar atento al rápido juego del contrincante. No podía cagarla precisamente ese día, no con Lorcan mirando. Tenía que hacer el partido de su vida, tenía que demostrarle que no era un niñato que solo sabía ir de juerga y salir en la prensa del corazón.
El pitido del árbitro cuando su buscador cogió la snitch desató una celebración en las gradas de los seguidores locales. Respirando todavía con fuerza por la adrenalina de la última jugada, miró el marcador. Finalmente se había metido tanto en el partido, uno de los más largos que había jugado nunca, que había perdido la cuenta de los tantos. Habían ganado por un margen importante y en ese momento el estadio cantaba el nombre del joven buscador reserva… y el suyo.
Codo con codo, dieron una vuelta al campo los dos, saludando.
— Has estado tremendo hoy, Potter —escuchó a su compañero gritar por encima del ruido de la multitud—, más de veinte goles y he perdido la cuenta de las asistencias...
Pero él no estaba atento y dejó que la voz del chaval se la llevara el viento, porque su atención estaba en el palco de invitados. En pie, sus hermanos, su mejor amigo y… Lorcan, aplaudían y silbaban entusiasmados. Se enderezó más en la escoba y sacó pecho inconscientemente mientras les saludaba con la mano.
Al pasar justo por delante del palco, el buscador hizo un rápido quiebro y voló directo hacia alguien. Aturdido, James se quedó parado, mirando hacia allí. Unas filas por delante de su familia, varias personas abrazaban al chico con entusiasmo, hasta llegar a una chica que recordaba vagamante de Hogwarts, del curso de su hermana, y besarla de un modo que hizo que hasta él se sonrojara.
Aún quieto en el aire, a mitad de su vuelta triunfal, volvió a mirar a su gente en el palco. Algo en la mirada de Lorcan hizo clic en su cerebro, porque se lanzó también en picado hasta él. Hizo una frenada brusca a un metro y le tendió la mano. Más de una vez algún compañero había llevado pasajero en una vuelta de honor, normalmente un niño que lo miraba todo con los ojos llenos de asombro, pero eso solo eran detalles nimios en ese momento mientras esperaba con la mano extendida.
Lorcan lo miró con los labios apretados unos segundos. Luego cogió una goma de pelo de su muñeca, se recogió el pelo y estiró la mano para estrechar la de James. Le abrazó con fuerza por la cintura por detrás justo antes de que despegara. Completó la vuelta de honor, con la cara de Lorcan seguramente sonrojada escondida en su espalda. Pero en lugar de volver a llevarlo al palco, inclinó la escoba hacia arriba para sobrevolar el estadio.
James se detuvo en el aire, examinando las gradas que empezaban a vaciarse. Detectó un palco alto ya vacío y enfiló hacia él. Aterrizó con cuidado y se giró para ayudar a Lorcan a desmontar, pero el rubio ya estaba de pie a un metro, pasándose las manos por el pelo.
— Hacía mucho que no me subía a una escoba.
— ¿He sido muy brusco? —preguntó, preocupado, acercándose un poco.
— Ha sido increíble.
Una sonrisa que Lorcan nunca le dedicaba a él llenó su atractiva cara.
— Gracias por haber venido —murmuró, acercándose todavía más.
— Tu hermano me convenció. Pero no esperaba este final, la verdad.
— ¿Albus?
— Si. Él estuvo en casa hace unos días, en algo andan con mi madre. Tomamos un té y…
— ¿Y qué pasó?
Quería ponerle la mano en la cintura, romper la distancia y sentir que Lorcan no iba a salir corriendo de nuevo, pero se contuvo, mordiéndose un labio, esperando una respuesta.
— Me preguntó si se me había pasado por la cabeza decirte que sí.
— Voy a deberle una muy gorda a mi hermano.
fue Lorcan el que rompió la poca distancia que los separaba y cogió una de sus manos, haciendo que el corazón de James comenzara a golpear como un tambor.
— Yo nunca… —carraspeó— nunca me había planteado que tú…
— Que yo… — le animó a seguir hablando.
— Fueras una opción. Estabas ahí, siempre con mi hermano, los dos siendo el centro de atención en la escuela, siempre rodeados de admiradoras, las historias de tus conquistas por todas partes.
— ¿Y podrías planteártelo ahora? —preguntó suavemente James, apretando su mano.
Los ojos azules le miraron un momento, entre asustados y aturdidos. No pudo evitar levantar la mano para acariciarle la cara, para intentar hacer desaparecer la incertidumbre.
— Quizá. No sé, la verdad. Todo esto es tan extraño…
Se inclinó hacia delante, hasta que sus narices se rozaron.
— ¿Extraño malo o extraño bueno? —susurró sobre sus labios.
— Extraño. ¿Vas a besarme, James? Porque Lysander sigue eahí abajo y está mirando hacia aquí.
Le dedicó la sonrisa Sirius. Y sí, en el palco de autoridades Lysander soltó un gruñido de hermano híper protector, pero a los dos les daba igual su reacción porque estaban muy concentrados en besarse.
