Sentada en una silla, descansando, Ginny miraba la pista de baile. En el centro, los novios bailaban como si estuvieran solos, a ratos estrechamente abrazados, a ratos hablándose en murmullos mirándose a los ojos.

— ¿En qué piensas? —preguntó Luna, sentándose en la silla vecina y poniéndole entre las manos un vaso.

Ginny se giró hacia ella. Su acompañante estaba realmente hermosa ese día, con el cabello artísticamente recogido, decorado con flores azules que hacían juego con su túnica. Pero sobre todo, brillaba de felicidad, con una gran sonrisa puesta todo el rato.

Se inclinó hacia ella y le dio un beso suave, que ruborizó a Luna. Luego entrelazó sus dedos y señaló con la barbilla a los novios, que seguían bailando indiferentes a los cambios de la música.

— En todos estos años, no les he visto nunca intercambiar una muestra de cariño. Ahora me pregunto cómo no han hecho esto antes. Nosotros nunca nos miramos así

— Yo te miro así —respondió Luna bajito.

— Debería ir a mirarme la vista —comentó Ginny al cabo de un rato en silencio, bebiendo y observando la pista.

— ¿Te ocurre algo? —cuestionó Luna, preocupada.

— Sí —Giró la cara hacia ella con una sonrisa ladeada— que no he visto lo que tenía delante hasta ahora.

Luna rio y se apretó contra ella.

— Humor de adolescente Weasley. Eso es algo que le habría dicho James a Lorcan.

Totalmente de acuerdo, Ginny bebió un poco más y buscó por la pista a su hijo. En un lado bailaba la gente joven, entre risas, empujones y comentarios. James estaba de pie en un lateral hablando con su hermana, hasta que los dos hijos de Luna se acercaron y los sacaron a bailar.

— Hacen buena pareja —dijo Ginny por lo bajo, viendo a James dando vueltas con Lorcan.

— Siempre lo he creído. Hay buena energía entre los Lovegood y los Weasley.

En la pista, James se acercó a Lorcan para decirle algo al oído que hizo que el rubio echara la cabeza hacia atrás y riera con fuerza. La manera en la que lo miró su hijo en ese momento hizo que a Ginny se le llenara un poco más el corazón de alegría.

— Mira —llamó su atención Luna sobre el otro gemelo y su reticente pareja de baile.

— Lily se resiste —observó divertida, tomando nota del ceño fruncido de su hija por algo que le había dicho Lysander.

— Caerá. Quiere caer, pero es como tú.

— ¿Como yo? — cuestionó,un poco distraída

— Necesita que alguien le quite la venda de los ojos.

Ginny dejó de mirar a su hija para mirar a su… ¿mejor amiga? ¿Acompañante? ¿Pareja?

— Gracias a todos los alguien —murmuró sobre sus labios—, pero sobre todo a ti, que no me has abandonado nunca.

— Eres mi corazón, Gin, ¿dónde iba a ir?

Por respuesta, Ginny le besó, poniendo una mano en la nuca delicada, haciendo que la gente de alrededor las mirara, aunque a ella todo lo que le importaba era lo que tenía entre los brazos.

En la pista, Lysander le dio una vuelta a Lily, colocándola de manera que pudiera ver a sus madres.

— Son tan perfectas juntas —murmuró a su oído.

Con una sonrisa malvada, Lily los giró hasta que lo que tenían a un par de metros era a James bailando muy pegado a Lorcan mientras se besaban.

— Ellos son ardientes, ¿no crees?

Lysander gruñó en su oído y le dio otra vuelta para quedar frente a frente, justo en el momento en el que empezaba una lenta.

— ¿Nosotros entonces seríamos perfectos y ardientes? —preguntó en su oído.

— Lo que más me fastidia en esta vida es que me digan que me parezco a mis padres en algo. Y ahora resulta que también tengo que parecerme a mi hermano mayor.

— A mi no me importaría que te parecieras al mediano también si eso te hiciera mirarme así —le chinchó Lysander al pasar por la pista junto a Albus y Scorpius, que bailaban como réplicas jóvenes de los novios, perdidos en su propio mundo.

Lily lo miró, pero no con pasión o con amor infinito, sino con el ceño fruncido, exasperada.

— Querías que viniera contigo a la boda. Pero ya estamos aquí, los plazos se acaban.

Lysander se puso serio. A unos metros bailaban entre risas Dean y Seamus.

— Parece que a mí cojefe de expedición no le va a apetecer viajar pronto —murmuró.

Su acompañante siguió su línea de mirada. Su profesor parecía feliz.

— No quiero ser otra de las personas que dejas atrás para desaparecer durante meses, Lys. No tengo alma ni paciencia para ser la pobre que espera en casa —admitió Lily por fin.

— No puedo dejarlo de repente, pelirroja. Hay más gente que trabaja conmigo y tengo compromisos con patrocinadores.

— Lo entiendo. Esto es un adiós entonces.

A Lysander no le salieron las palabras. Apretó más a Lily contra él y apoyó la barbilla entre su pelo. Mientras bailaban, con su pareja de baile por primera vez relajada contra él, volvió a mirar a las personas más importantes de su vida. Esta vez se marcharía dejando a su madre y su hermano en buenas manos. La cuestión no era cuándo se marcharía, que realmente era cuestión de días, sino cuanto tiempo aguantaría él antes de volver.