80


Edward

La casa de los padres de Rosalie es un desastre.

Hay gente desconocida por todos lados y un montón de cajas en la gran sala. La isla de la cocina está llena de desayunos, que van de fruta picada hasta sándwiches.

Las mujeres están arriba, en la habitación que solía ser de Rose y parece que además de mi tarea como fotógrafo, también soy un sirviente.

Mi cámara cuelga alrededor de mi cuello (porque Rosalie decidió que quiere fotografiar cada momento del día), mientras subo lentamente la bandeja llena de comida, intentando no derramar nada, especialmente sobre mi cámara.

Pateo las puertas francesas (sí, porque al parecer las personas ricas necesitan puertas francesas para sus habitaciones) y luego Ángela la abre para mí, me da una sonrisa.

—Muchas gracias.

—No es nada—miento y voy adentro.

Dejo la charola sobre el carrito de servicio (sí, también las personas ricas suelen tener carritos de servicio) y miro alrededor.

Jessica está hablando con Bella en un rincón, pareciera que le da indicaciones. La madre de Rosalie habla por teléfono con alguien y Ángela ya está atacando la bandeja.

—Vamos a necesitar un sándwich—me dice, con la boca llena de fresas. Le doy una mirada—. Yo voy a necesitar un sándwich… por favor—añade.

—Bien.

—Deberías traer algunos para ti.

—Ah, voy a almorzar en la cocina… si es que encuentro un sitio libre.

Ella ya está sacudiendo la cabeza.

—No, Rosalie quiere que le tomes fotos mientras le ponen mascarillas.

La miro sin ninguna expresión. Tiene que estar jodiendo.

—¿Enserio?

—Mm-hm—asiente, tragando—. Está en el baño. Anda, apresúrate… y trae más jarabe.

—Bien—refunfuño.

De vuelta en la habitación, ellas están usando parches debajo de los ojos y Bella ajusta su bata mientras camina hacia mí, sonriéndome.

—Lo siento, te he dejado olvidado. ¿Cómo estás? ¿Ya almorzaste?

—Está bien—me encojo de hombros y alzo los platos en mis manos—. Lo haré. Estaba consiguiendo un sándwich para Ángela.

Ella hace "mmm."

—Espero que Rose no se dé cuenta de que ella está comiendo. Le gritará diciendo que el vestido no le cerrará.

—¿Te cierra a ti? —le alzo una ceja y ella me mira mal.

—Muy gracioso. Por supuesto que lo hace… o lo hacía hace una semana—me susurra, alcanzando una fresa.

—¿Qué? ¿Enserio?

Asiente ligeramente y mira a la distancia. Rosalie ha salido del baño. Está usando una bata blanca y su cabello está suelto, lleva también unos parches debajo de los ojos.

—¿Qué pasa si no te cierra?

—Mmm—ella traga—. De eso estaba hablando con Jessica. Se suponía que ayer nos los probaríamos… olvidamos hacerlo.

Ayer Bella regresó a casa luego de la madrugada. Fueron al salón de belleza a hacerse las uñas y dijo que despidieron a Rose temprano para "su sueño reparador," mientras ellas venían aquí y afinaban detalles.

Parece que olvidaron afinar uno importante.

—Ella no tiene por qué saberlo—dice.

—Esperemos que todo salga bien. ¿Ya almorzaste? ¿Quieres que te sirva…

—No, no—me muestra las palmas—. Ya comí una fresa antes y con esta ya son dos.

Le frunzo el ceño y su rostro se relaja.

—Edward, puede que el vestido no me cierre—cuchichea.

—Bueno, a mí me importa una mierda el vestido. Tienes que comer algo. No puedes andar por ahí sin haber comido.

Bella no dice nada, así que le sirvo fruta en un tazón y coloco dos mini panqués en un plato. Los baño con jarabe y ella toma primero los hot cakes.

—Bien.

Rosalie ya está sentada frente al espejo y mira a Bella a través de él.

—No te pasees frente a mí con comida—le dice.

—Estoy paseándome a tus espaldas—ella la corrige.

Rose se gira para enfrentarla y le entrecierra los ojos.

—Lo siento—Bella se encoge—. Mi doctor dijo que tengo que desayunar—Bella me señala con la barbilla.

Ahora la mirada molesta de Rose recae en mí. Trago mi bocado y le sonrío.

—Así es.

—Mamá, ¿puedo tener algo de fruta? —le pregunta a la Lillian.

—Claro, querida. No queremos que te desmayes.

Luego de mi almuerzo, tomo fotografías de las damas de honor y de Rose mientras comienzan a prepararla.

Bella está pasándose los dedos por su cabello frente al espejo. Su bata se frunce en su barriga y su escote está abierto, mostrando sus clavículas y el inicio de sus pechos. Le tomo una foto.

—Edward, aquí—Rose chasquea sus dedos—. A mí. Yo soy la protagonista hoy.

Bella gime en disgusto y le rueda los ojos.

—Cállate, Hale—y luego sonríe para la cámara, así que le tomo otra.

xxx

Soy el único hombre con autorización de estar en la habitación. Desearía no serlo. Desearía estar tirado en la cama, viendo televisión, con Bella ganchada a mí. Quiero salir de aquí.

Estoy a punto de tirarme por la ventana.

Es putamente aburrido.

Ellas sólo hablan de tonterías a las que no les presto atención mientras las estilistas están a su alrededor.

He pasado los últimos diez minutos viendo cómo pasan incesantemente una esponja por el rostro de Bella. ¿Enserio? ¿Qué tanto hacen de todas formas? No veo la diferencia.

Mantengo mi rostro entre mis manos, con mis codos apoyados en las rodillas.

Lo único bueno es que puedo estar observando a Bella.

Si ella no estuviera aquí, ya habría renunciado.

Suspiro.

Me mira y alcanza su celular, teclea y entonces el mío vibra con un mensaje.

Bella: Estás muriéndote.

Edward: Cómo no tienes idea. ¿Cómo puedes estar tan entretenida?

Bella: No lo estoy. Estoy a punto de arrojar la esponja por la ventana.

Me río entre dientes.

Edward: Mátame.

Bella: Lo lamento.

Edward: O esto podría ponerse divertido. ¿Has visto Bajos Instintos? Deberías cruzar las piernas.

Bella se muerde el labio para no reír.

Bella: Estás enfermo.

Edward: Y aburrido.

Bella: ¿Tienes hambre? Hay comida en la cocina.

Edward: ¿Señorita Mandona no va a enojarse si me doy a la fuga?

Bella: No. Te cubriré.

Edward: Bien.

Paso un buen rato abajo luego de comer. Robo dip y Doritos de la alacena. También como una paleta de hielo.

Eventualmente regreso a la habitación. Ha habido un cambio. Ellas ya tienen los ojos maquillados. Al menos.

Tomo más fotografías y, finalmente, llega la hora de colocarse los vestidos, así que tengo que volver a salir… hasta que gritos comienzan a traspasar las puertas francesas.

—Suena como a una crisis—comenta el padre de Rose, caminando por el pasillo.

No sé en dónde había estado todo el día. Ese tipo tuvo suerte.

—¿Qué están haciendo? —pregunta.

—Los vestidos—respondo, cayendo en cuenta de que Bella pudo haber sido quien desató la crisis.

No tarda mucho tiempo para que la puerta se abra.

—Tienes que documentar esto—Jessica me dice, riéndose.

—¿Es enserio? —Rose observa a Bella desde su lugar frente al espejo. Ella sigue usando su bata, pero al parecer su peinado y maquillaje están listos—, ¿cuánto pudiste haber crecido en una semana?

Bella está sentada en el sillón de pie de cama, se da golpecitos con las yemas de los dedos en la frente, aunque ya usa su vestido.

—¡No es mi culpa! —gime.

—¿Sabes qué? Si no hubieras comido ese hot dog extra el 4 de julio, esto no estaría pasando—continúa Rose.

Voy hacia Bella mientras la madre de Rose parece estar abrochando el vestido de Ángela. Si, Bella está usando el suyo, pero ahora veo que no está cerrado. Me siento a su lado.

—¿Crees que haya sido el hot dog? —Bella pregunta en un murmullo.

—¡Claro que es el hot dog!

—No es el hot dog—interrumpe Ángela—. Es el bebé.

—¿Un hot dog bebé? Ja, bromeo—se corrige Jessica cuando Rose la fulmina con la mirada.

—No pasa nada, Rose—su madre la aplaca—. Tiene arreglo.

—Es tu culpa—Jessica señala a Rose—. Seguro te equivocaste al tomar sus medidas.

—¡No me equivoqué!

—Bien—el padre de Rose aplaude, deteniendo el alboroto—. Bella está embarazada, Rosalie, tal vez debiste dejar un par de centímetros de más.

Ella está a punto de refutar, pero su padre la detiene con un gesto de mano.

—Tiene arreglo. Silencio.

Rose sólo suspira y enfrenta el espejo de nueva cuenta.

Es un buen momento para tomar una fotografía.

Rose está haciendo pucheros, su padre observa todo desde la puerta, Jessica está totalmente inafectada y continúa mirándose al espejo, Ángela frunce el ceño en preocupación viendo cómo Lilian maniobra alrededor de Bella.

—Ven, nena, vayamos a mi estudio—le dice.

Bella me da una mirada de niña perdida, así que la sigo.

—Te gusta ver el mundo arder—murmuro cuando la madre de Rose pelea con el vestido y con su máquina de costura.

Bella está sentada a mi lado, con brazos cruzados, usando su bata y apoya su cabeza en mi hombro.

—No es una boda sin peleas.

—Te ves preciosa—susurro.

Ella me sonríe ligeramente.

Lleva el cabello medio suelto, con una especie de trenza y ondas que le caen por la espalda. Sus labios son color rojo vino.

—Gracias. Tú también te ves bien.

—Ni siquiera tengo mi traje todavía.

—Igual te ves bien.

Ya en el pasillo, con su vestido bien sujeto, tomo una foto de ella.

—Si Rose viera esto…

—Sonríe.

—Y en su día…—agrega cuando reanudamos el camino hacia la gran habitación.

—¡La novia se va a poner el vestido! —Jessica grita desde adentro.

—Ella no es la bonita aquí—resuelvo.

Bella

Rosalie se ve espléndida en su vestido. Se ve tan hermosa que hace que me den ganas de llorar, pero sólo me abanico con mi mano, fingiendo un bochorno, para no arruinar mi maquillaje.

Las tres estamos usando maquillaje dorado, con labios carmín oscuro, mientras nuestro cabello está medio sujeto con una trenza y con ondas. Los vestidos están bien. Incluso el mío. La madre de Rose colocó algún tipo de elástico a los costados. Ni siquiera tuvo que hacer tanto arreglo, Rosalie sólo está loca.

Edward no deja de mirarme. Puedo sentir su mirada hambrienta de la cabeza a los pies, incluso es tan descarado como para caminar a mi alrededor. Es como un león merodeando a su presa y ¡oh! ¡cómo deseo que me devore!

Él toma más fotos de Rose una vez que ella está en su gran vestido y finalmente nos ponemos en marcha al lugar de la recepción. Edward le da una palmada a mi muslo antes de apretarlo y agitarlo.

—Me pones caliente, Bella—dice, iniciando el motor—, deberíamos saltarnos la boda.

—¿Y tener una luna de miel que no es para nosotros?

—Efectivamente.

—Por más que quiera escaparme, también quiero bailar. Será una buena fiesta.

—¿Sí?

—Habrá helado—me encojo.

Fue difícil convencer a Rosalie de dar helado. Dijo que no era una fiesta infantil, pero cuando la chica de catering le mostró las fotografías del helado formal y para adultos, dijo que sí. Ponle una hoja de menta encima al Napolitano y será lujoso.

—Eso es suficiente para mí—él acepta.

Cuando llegamos al lugar, la mayoría de los invitados está ahí. Sólo hay algunos asientos vacíos.

Jessica nos asegura de que todo está en orden y en perfectas condiciones, siendo ella quien tiene contacto con sus compañeras planeadoras de bodas.

A la distancia, veo a Billy y a Jake. Esperaba que Jake no asistiera. Supongo que lo hace más por cortesía que por querer estar aquí en realidad. Hablan entre ellos y su charla es interrumpida cuando el hombre calvo, cuyo nombre seguimos olvidando, palmea el hombro de Billy. Entonces lo incluyen en la conversación.

—¿Estás bien? —Edward pregunta a mi lado. Me doy cuenta de que siguió mi mirada.

—Si, muy bien—le sonrío—. ¿Tú? ¿No tienes hambre?

—No—él sacude la cabeza ligeramente, mientras parece ajustar el lente de su cámara—. Fui capaz de robar un sándwich.

—Bien.

—¿Tú? ¿Tienes hambre?

—No puedo comer. Esta cosa va a reventar—sacudo la falda del vestido y él curvea sus labios.

—Puedo conseguirte algo.

—No, no—lo aplaco—. Tan pronto como la ceremonia acabe, comeré algo. Lo que sea.

—Mmm—él no parece contento, pero mira alrededor, notando a las personas—, ¿quiénes son todos ellos?

—Amigos de la familia. Socios. Personas que a Rose ni siquiera le importan. Aquellos son sus primos, los de los sombreros elegantes.

Edward ríe entre dientes y mira hacia donde están Jessica y Ángela.

—Deberías ir con ellas. Caminaré alrededor, eligiendo buenas escenas para las fotos.

—No te pierdas—le sonrío y dejo un breve beso en su boca.

Jess y Ángela me sonríen cuando camino hacia ellas. El día es soleado (afortunadamente) y por esa razón nos mantenemos refugiadas bajo la sombra de los árboles.

—Bella, te ves genial—Ángela acomoda mi cabello detrás de mis hombros.

—Te ves caliente, nena—Jess me guiña—. Como demasiado plena, exuberante.

—¿Abundante? —ofrezco con una risa—. Vamos, sólo di que me veo gorda.

—No, no—ella me aplaca rápidamente—. Te ves preciosa.

—Si, la falda disimula bien tu panza—Ángela asiente, agitándola.

Emmett no se ve por ningún lado, pero sus padrinos ya están aquí: Alec, James y Félix. Los saludamos a la distancia y también les lanzamos sonrisas a los amigos de Edward, que están dispersos en dos bancas.

Paul tiene a Renata a su lado, Heidi viene con Demetri y Seth cuchichea con Diego. Es genial verlos aquí. Es genial que le hayan agradado a Rosalie como para invitarlos a esta cosa tan especial para ella y es genial que ellos se sientan lo suficientemente tomados en cuenta y bienvenidos como para hacer uso de sus pases dobles para traer a alguien más.

Eric y Victoria vienen solos, pero parece que se harán buena compañía.

—¿Todo está listo? —Jessica le pregunta a su compañera, Lexi, cuando esta se acerca.

—Está listo—ella asiente y mira su reloj—. ¿Tienen los votos de los novios?

—Si, justo aquí—Ángela palmea su bolso—. Mi bolso lo sostendrá Lillian, que está en la primera fila y de nuestro lado.

—Eso es perfecto—Lexi sonríe—. Está a punto de comenzar.

—¿En dónde está Emmett? —pregunto.

—¿Emmett? Eh… creí que ustedes sabían dónde estaba—me da una sonrisa incómoda.

Mierda.

Ese idiota.

—No, no lo sabemos—le respondo. Jessica y Ángela me miran con ojos enormes.

—Oh, tengo que ir a revisar que las luces de la pista estén…

—Seguro, ve a hacer eso—Jessica la corta—. Nosotras encontraremos al novio.

Lexi nos da una mirada insegura, pero se va.

—¿Él no va a…—inicia Ángela.

—No, no hará eso—la detengo—. Le llamaré.

Emmett no contesta. Lo llamo tres veces antes de que responda en la cuarta llamada.

—¿Hola? —hay eco de su lado.

—¿En dónde rayos estás? La ceremonia está a punto de comenzar.

—¿Y Rose? —su voz se escucha pequeña, asustada.

—Esperando—le digo, sólo para ponerle más presión al asunto y hacer que traiga su tonto trasero hacia acá.

—¿Qué? ¿Enserio?

—Si, enserio. Ya todo el mundo está sentado, esperando—Jessica y Ángela sueltan risitas. El mundo está lejos de estar sentado. Eric incluso le está mostrando su camisa a Edward, mientras todos se ríen de él.

—Oh—musita Emmett—. Bella, no puedo hacerlo.

Mi sonrisa se borra. Él no puede estar hablando enserio. Le prometimos a Lexi que encontraríamos al novio.

—¿De qué hablas? ¿En dónde estás?

Jess y Ángela dejan de reírse también y sus ceños se fruncen.

—No te lo diré. Vendrás aquí y me sacarás a rastras.

—Si, bueno, todos estamos vestidos y peinados. No puedes dejarnos plantados. ¡Rose se puso tres mascarillas porque al parecer ninguna cantidad de ácido hialurónico es suficiente!

—Seh—él deja escapar una risita—. A ella le gusta mucho ese.

—Emmett.

—Bella…—él gime—, por favor.

—¡No! Por favor tú… estás en el baño, ¿cierto? Puedo escuchar el eco.

—No—él se apresura en responder y sé que miente.

—Bien, Emmett, no vengas. Le diré a todo el mundo que la boda está cancelada—y entonces cuelgo.

—¿Qué? ¿Cómo que la boda está cancelada? —pregunta Jessica, demasiado alto. Las personas de alrededor se giran a vernos.

—¿Qué? Era una broma. Está a punto de comenzar—le respondo también en voz alta. Las personas me lanzan miradas.

—Lo siento—Jess susurra.

—Iré a buscar a Emmett.

Me muevo por entre los cuerpos y los asientos. Rodeo el lugar, ansiando llegar al baño. Miro a mis espaldas antes de perderme por el pasillo que lleva a los baños. Todo el mundo está sonriendo y riendo y hablando animadamente. Todos lucen tan guapos. Y Emmett no va a arruinar esto.

Empujo la puerta de los baños de hombres, pero está cerrada. Ese idiota en verdad me hará entrar ahí. Dios, veré mingitorios. Ugh.

—¡Abre la puerta! —la golpeo con mi puño—¡Emmett!

Luego de unos segundos, escucho el seguro y la puerta se abre lentamente. La empujo, golpeándolo en el proceso y le lanzo una mala mirada.

Él no está vestido. O al menos no completamente. Usa sus pantalones y sus zapatos, pero su camisa y el traje están colgados en la puerta de un cubículo.

—¿Qué intentas hacer aquí?

—Tengo miedo—él responde. Sus ojos se ven atormentados y su frente tiene una mueca de preocupación.

Suspiro, rindiéndome.

—Emmett, nada malo pasará.

—¿Qué si digo la cosa equivocada? Todo el mundo estará viendo. ¿Qué si no funciona?

—¿No funciona qué?

—El matrimonio.

Me abstengo de rodar los ojos. Él en verdad no está preguntándose eso apenas ahora, ¿cierto? Es decir, tuvo toda la vida para pensar en eso.

—Te estás adelantando a los hechos. Ahora, sólo tienes que vestirte y salir a decir "acepto."

—No puedo salir así.

—¡Por supuesto que no! Por eso dije que tenías que vestirte primero, ¿por qué te desnudaste en primer lugar?

—Ah, estaba sudando profusamente—dice casualmente.

Observo su pecho. El frente de su camisa interior está empapado. Arrugo la nariz en disgusto.

—No puedes usar eso.

—¡Lo sé, Bella! Arruiné mi ropa.

—Usa el secador de manos—tanteo su abdomen intentando alcanzar el borde de su playera—. Dame esto.

Emmett se sienta sobre la mesada de los lavabos mientras sostengo su playera debajo del aire del secador de manos. Me mira con cara de acongojado y le alzo las cejas, infundiéndole valor.

Mi teléfono vibra a su lado.

—Es Jessica—dice.

Me apresuro a contestar. Su voz se escucha acelerada.

—¿Lo encontraste? Tenemos que comenzar, Bella.

—Si, lo encontré—le doy una mirada desdeñosa a Emmett y le arrojo la playera al pecho—. Dame cinco minutos.

—Apresúrate. Rose me llamó.

—Uuhh—chiflo por lo bajo mientras observo a Emmett vestirse rápidamente—, ¿qué quería?

—Dijo que por qué estábamos tardando tanto. Le colgué antes de que le diera una crisis.

—Le va a dar una crisis porque le colgaste.

—Ni me lo digas. Le llamó a Ángela y ella está a punto de llorar—se ríe.

—No estoy llorando—escucho que Ángela dice al fondo.

—Estamos en camino—prometo.

—Bien. Adiós.

Las manos de Emmett son torpes alrededor de su corbata y las alejo con un golpe.

—Lo estás haciendo mal.

—¿Cuándo aprendiste a hacer nudos?

—En la prepa. Alguien tenía que hacerle el nudo a mi cita luego de tener sexo.

—¡Aahh, Bella! —él gime.

Me río.

—Bromeo. Mi papá me enseñó a hacerlos.

—Bien.

—No sudes, por favor—le ordeno cuando salimos del baño.

Emmett suspira sonoramente cuando salimos al claro y aprieto su bíceps.

—Vamos, Em, puedes hacerlo.

—¿Qué si no sale bien?

—Va a salir bien.

Me da una mirada por el rabillo del ojo y lo miro desde abajo.

—Y si no…—comienzo—iremos a la casa de tus padres, a tirarnos sobre el césped mientras le encontramos formas a las nubes—ofrezco, recordándole lo que solíamos hacer cuando éramos más jóvenes y algo salía terriblemente mal.

—Irías con Rosalie.

—Iré contigo, Emmett—miento y lo empujo ligeramente para que siga avanzando.

Jessica y Ángela me asienten a la distancia y luego me señalan la salida, así que vamos hacia allá.

—Ahora salgamos para que vuelvas a entrar. De todas formas, ya todo el mundo te vio.

Él dice algo entre dientes que no logro escuchar y luego nos encontramos con Edward, que viene dispuesto a seguir tomando fotos.

—No te caigas, por favor—me dice.

—Cierra la boca.

Él ríe entre dientes y continuamos nuestro camino mientras él va hacia el frente.

Afuera, hay un gran alboroto. Los padrinos ríen con las dos damas de honor. Carmen se acomoda su cabello y Lillian se ajusta su vestido.

—¿Lista? —Jessica me pregunta.

Asiento.

—Todo está listo.

Retocamos nuestra apariencia y luego Jessica nos ordena a guardar silencio y a formar una fila, "como ya sabemos."

El auto del padre de Rose está en el sendero, así que Rosalie no puede ver nada.

Jessica alcanza su teléfono al tiempo que se coloca junto a James. Él deja de bailar sin música y se acomoda su traje, aplacándose en su sitio. Luego del "ahora" ordenado de Jessica, la música comienza a sonar. Lexi les ha dado la indicación.

Félix me sonríe.

—¿Puedes caminar bien? —me pregunta desde arriba. Félix es un hombre enorme. Tengo que alzar la cabeza para poder verlo.

Le entrecierro los ojos y él me muestra las manos.

—Sólo decía.

—Si puedo… pero no dejes que me caiga.

—Siempre podemos levantarte—ofrece con una de sus grandes sonrisas.

Le ruedo los ojos y entrelazo mi brazo con el suyo cuando me lo tiende.

Los primeros en entrar, por supuesto, son Emmett y Carmen. Él sigue moviéndose impacientemente en su sitio, hasta que Carmen jalonea su brazo y lo hace caminar parsimoniosamente.

Jessica continúa con su celular pegado a su oreja, esperando las instrucciones de Lexi. Es una planeadora de bodas y una dama de honor muy comprometida. Es raro verla siendo tan responsable. No puedo tomarla enserio.

Ángela y yo intercambiamos miradas y risas, pensando en lo mismo.

Jessica mira a William.

—Lexi vendrá a la puerta y te dirá cuándo debes entrar con Rose—le explica—. Ve por ella.

William asiente y trota por la acera, yendo en busca de Rose.

—Lillian, Eleazar—Jessica musita luego de una eternidad, o tal vez sólo ha pasado un minuto, pero estoy tan ansiosa que todo me parece muy lento.

Muevo mis hombros. Esto en realidad está pasando. Pareciera que apenas fue ayer cuando Rose era una loca pensando en bodas sin estar comprometida.

—Sonrían, chicos—nos recuerda en voz baja desde atrás.

La emoción es palpable en el ambiente. Todos intercambiamos miradas y risitas.

—Bien, Félix, Bella, siguen ustedes.

—¿Ya? —la miro sobre mi hombro.

—No, sólo estén preparados.

Otro minuto pasa.

Ángela lanza un jadeo y todos seguimos su mirada. Rosalie camina hacia nosotros, luciendo etérea, mientras William carga la cola de su vestido.

Estoy tan ansiosa que incluso ver que Jessica acomoda el vestido de Rose me saca de quicio. Siento que ha pasado mucho tiempo desde que Lillian y Eleazar entraron.

Las manos comienzan a sudarme.

—Lexi te ayudará—Jessica le promete a Rose.

—Bien—ella exhala. Está tan nerviosa. Se abanica con su mano.

—Tranquila, Rose—Jessica la toma por los hombros.

Ella vuelve a asentir y nos sonríe temblorosamente, así que Ángela y yo le infundimos valor con una gran sonrisa y con los pulgares alzados.

—Bien. Bella, Félix, ahora.

Jesús.

—Tranquila, Bella—Félix me susurra y palmea mi mano que reposa en su antebrazo. Supongo que notó mis temblores.

—Lo siento—respondo, apenas moviendo mis labios.

Edward está al final del pasillo, junto a Emmett, pero en cuclillas. Su lente no nos abandona y una vez que estoy en mi sitio, me da una sonrisa brillante.

Las rodillas me tiemblan.

Se ve guapísimo. Quiero arrancarle esa corbata con los dientes.

Él continúa de cuclillas, con su pantalón ciñéndose en sus muslos y el traje frunciéndose en sus omoplatos, cuando la puerta del recinto es abierta por Lexi y luego Rosalie está ahí. En toda su gloria.

La luz del sol hace resplandecer su vestido blanco pomposo, parece que brilla. Ángela lanza un chillido bajito detrás de mí y sonrío abiertamente ante la vista.

Con delicada parsimonia, ella camina del brazo de su padre. Su cabello rubio está sujeto en un moño, su cuello se ve tan delicado y sus clavículas la hacen ver esbelta. El inicio de sus pechos brilla y las miles de flores que componen su falda parecen agitarse con una brisa ligera cada vez que ella da un paso.

Carmen se lleva las manos a la boca, ocultando un jadeo. La madre de Rose tiene una mano en el pecho y Emmett… dios, Emmett tiene una gran sonrisa en su cara, tiene las manos a sus espaldas y puedo ver cómo tiemblan incontrolablemente.

Mi pecho se comprime y un nudo se coloca en mi garganta. Trago, pero no hay alivio.

William deja la mano de Rose sobre la de mi primo con delicadeza y besa la mejilla de su hija antes de ir a su lugar.

Los ojos se me llenan de lágrimas, pero parpadeo, deseando ahuyentarlas. Eventualmente, se van e intento sorber mi nariz lo más silencioso posible.

Emmett y Rose se miran como si el otro fuera el sol y comparten sonrisas sin soltar nunca sus manos.

Carmen lleva los anillos hacia ellos y Ángela les tiende sus votos.

Finalmente, son marido y mujer y Emmett puede besar a la novia. Contrario a lo que pensaba que harían, comparten un beso breve, con Emmett sosteniendo a Rose por su nuca.

Miro a Edward, que sonríe mientras toma las fotos de ese importante momento y luego parece sentir mi mirada porque sus ojos conectan con los míos, suavizándose.

Ya afuera, les lanzamos arroz y confeti. Félix, siendo el padrino más alto, lanza confeti desde arriba mientras nosotras nos limitamos a lanzarles arroz a una altura promedio.

Rosalie está radiante, no suelta la mano de Emmett y noto los nudillos de ambos volviéndose blancos.

Les gritamos y los observamos entrar al auto del padre de Rosalie, en donde tendrán un momento a solas mientras llevamos a los invitados del otro lado, hacia la diversión de la fiesta.

—Eso fue maravilloso, Bella. Mira, siente mis manos, estoy temblando—Ángela las coloca sobre las mías y, en efecto, tiemblan y están frías.

—Fue precioso. Fue genial—acepto.

—Se veía maravillosa. Incluso mejor a cómo se veía en la habitación—Jessica acepta con una sonrisa—, ¿notaron la luz del sol cuando Lexi abrió la puerta?

—La hizo brillar—concuerda Ángela.

Una gran mano cálida se coloca en mi espalda y lo siento antes de siquiera verlo.

—¿Cómo estás? —pregunta Edward, dejando un beso en mi cuello.

—Genialmente. ¿Tú? ¿Cansado de las fotos?

—Esto apenas comienza—sonríe—. Rosalie me dio una lista de personas de las cuales quiere tener una foto. ¿Me dejan tomarles una? —agita su cámara.

La gente está por todos lados, así que Edward nos lleva hacia el muro y las tres posamos para él. Rosalie quiere varias fotos nuestras, en todas las combinaciones posibles, en pares e individuales.

—Quiere una foto tuya con Eleazar y Carmen—me dice, cuando Jessica tiene que irse para escuchar indicaciones de Lexi—. Terminemos con las tuyas, para que comas algo.

—Esa es una buena idea. ¿Desde cuándo no comes? —intercede Ángela—, ¿quieres galletas? Tengo galletas en mi bolso.

Entonces así pasamos el rato. Recorriendo los alrededores para encontrar a las personas en la lista de Rosalie, el brazo de Ángela está entrelazado con el mío mientras como sus galletas. Somos unas buenas ayudantes para Edward y, afortunadamente, él termina con las fotos antes de que sea momento de que las personas avancen a la recepción.

Todo el mundo hace un gran alboroto cuando Rose y Emmett entran al lugar tomados de la mano. Al parecer Lillian se encargó de sacar el arroz y el confeti de ella y ahora luce impecable.

El primer baile, el brindis para inaugurar la barra libre… todo es perfecto y finalmente llega el momento de divertirnos.

Jessica ha dejado sus tareas de planeadora de bodas atrás y ahora disfruta de su copa de champaña. Edward traza círculos distraídamente en la piel expuesta de mi espalda y termina su gran vaso de agua.

Rosalie se acerca a nosotros.

—Hola—saluda con voz suave—, ¿cómo están? —es obvio que sus preguntas van dirigidas a Edward y a mí, así que Jessica se gira para pedir otra copa de champaña mientras se ríe de algo con Ángela.

—Hola, Rose. Estamos bien—le respondo mientras juego con el vaso de agua en mis manos.

Ella hace una mueca de disgusto.

—Esto de las fotos no está siendo molesto, ¿verdad? —le pregunta a Edward—. Es decir, sigues siendo un invitado—agita sus manos, como tranquilizando una situación.

—Está bien, Rosalie—él le responde—. Sólo estoy haciendo mi trabajo.

—Lo sé, pero también quiero que se diviertan juntos.

—Lo haremos—él soluciona—. Luego de que termine.

Rose está a punto de decir algo más, pero desiste, sus hombros se rinden.

—Estaba pensando en iniciar con el vídeo—continúa Edward—, antes de que todo el mundo comience a bailar.

—Bien—Rose responde—. Eso está bien. ¿Tienes mi lista?

—Si, justo aquí—Edward rebusca en su bolsillo y agita un trozo de papel. Me mira—. Ahora vuelvo.

—Está bien—respondo, intentando ocultar mi decepción.

Observamos a Edward irse y Rosalie me mira otra vez.

—Me odias, ¿cierto?

—Como él dijo, sólo está haciendo su trabajo—respondo—, pero sí. Te odio.

Rose sofoca una risa y me pica el brazo. Entonces Carmen y Eleazar se acercan. Emmett viene con ellos, caminando con las manos en sus bolsillos.

—Si saben que tenemos que saludar a los invitados, ¿verdad? —ella pregunta.

Gimo, lanzando mi cabeza hacia atrás. Me despido de Ángela y de Jessica y emprendemos la horrible caminata para saludar a las personas. Es bueno saludar a conocidos, pero es horrible saludar a los socios de la compañía.

Ni siquiera los conocemos muy bien y es tremendamente aburrido fingir interés en pláticas breves.

—Quién diría que tendría que saludar a estas personas en mi boda, eh—Rose farfulla a mi lado—, ojalá no los hubiera invitado.

—Nunca es mal momento para saludar convenientemente a alguien—Carmen dice entre dientes, sin perder su sonrisa, cuando nos estamos acercando al hombre calvo y su esposa.

Todo el mundo felicita a Rose y a Emmett y algunos de ellos se giran a verme para felicitarme también por mi embarazo. Espero que manden obsequios de cortesía. Después de todo, somos excelentes socios, ¿cierto?

A la distancia, veo el incómodo momento en el que Edward se acerca a Billy y a Jake, para pedirles decir unas palabras frente a la cámara. Jake se balancea sobre sus talones y su mirada se cruza con la mía. Afortunadamente, Carmen rodea mis hombros con su brazo, llevándome a la siguiente pareja de socios.

Para cuando Edward termina su recorrido, nosotros apenas hemos terminado el nuestro y me encuentro con Jessica, Ángela y los amigos de Edward en la barra libre. Ellos parecen estar engarzados en una competencia para ver quién se emborracha primero.

—Tienen que estar sobrias para el ramo—Rose les advierte, alcanzando otra copa de champaña.

Ella sigue luciendo fenomenal, con ningún cabello fuera de lugar, maquillaje intacto y vestido alabado por todos. No puedo mantener mi mirada alejada de ella, luce preciosa, raya en la perfección.

Emmett parece pensar lo mismo porque, aunque el resto esté hablando, él no deja de mirarla. Intercambian miradas y caricias y puedo notar lo feliz que ambos están.

La cena es deliciosa. Edward finalmente puede sentarse a mi lado, ahora que su trabajo ha terminado… o al menos hasta que las personas comiencen a bailar. Rose quiere fotos nuestras en la pista de baile.

Emmett hace un gran alboroto cuando es hora de quitarle el liguero a Rose. La ayuda a subirse a la mesa, porque su vestido es demasiado pesado como para que ella pueda estar en una silla.

Él pega un brinco para trepar a la mesa también y grita, animando a la multitud de hombres congregados alrededor. Careless Whisper comienza a sonar mientras Emmett se pierde en la pomposa falda de Rose y tarda ahí un buen rato, hasta que la multitud comienza a lanzar chiflidos. Rose ríe y pega un brinco, sorprendida, entonces comienza a abanicarse.

La multitud se vuelve más salvaje.

Es divertido verlos pelear cuando la liga sale disparada por los aires. Las manos se alzan y Félix, con su enorme estatura, es quien la atrapa.

Regresan agitados a nuestro lado y Edward le da un trago a su champaña.

—Se intentó—dice.

—Ni siquiera te esforzaste—mascullo, picándole el costado. Pega un brinco.

—Supéralo. Él no quiere casarse—Jessica dice, entrometiéndose a la conversación y entre nosotros, para alcanzar un canapé.

—Largo. Ve a atrapar ramos—la empujo ligeramente.

—No quiero casarme, pero iré a pelear, porque yo nunca pierdo—finaliza, echándose el canapé completo a la boca y se aleja para unirse a las mujeres en el centro de la pista.

No iré a pelear por el ramo. Las mujeres son salvajes y pueden empujarme. Prefiero meterle presión a Edward de otra manera, prefiero lo pasivo-agresivo.

Rose continúa sobre la mesa y se divierte al ver a las mujeres frente a ella. Les da la espalda y las engaña con fintas. Estoy riéndome cuando el ramo viene directo hacia mi cara.

Logro escudarme con mis manos y el ramo amenaza con resbalarse de mis dedos. Lo atrapo antes de que toque el piso.

Esa idiota.

Las mujeres abuchean, molestas.

—Es lo que se espera—dice el DJ—. Alguien fue por el pastel completo, en lugar de sólo la cereza—todo el mundo ríe y puedo sentir mi rostro en llamas—, ¿lo ves, amigo? Puedes huir de la liga, pero no del ramo—se burla de Edward, cuyas mejillas se tiñen de rosa y la vena de su frente se salta mientras se ríe.

¿Eso que dijeron que mi vestido disimula mi barriga? Al parecer era un montón de mierda.

Las miradas de todos están sobre nosotros y entonces Rosalie recupera la atención al lanzar otro ramo.

Jessica lo atrapa y lo agita frente a nuestro rostro.

—¿Lo ven? Stanley nunca pierde.

La pista la inauguran Emmett y Rose y entonces todos nos unimos a ellos, mostrando nuestros mejores y peores pasos.

Conforme la noche avanza y la cena hace digestión en nuestras barrigas, el sudor comienza a recorrernos el cuello y las bebidas continúan sirviéndose.

Heidi y Jessica se emborrachan horriblemente, se hacen tropezar la una a la otra y no pasa mucho tiempo para que Eric intente seguirles el paso, seguro de que puede con ellas.

No lo logra.

Está vomitando en el baño antes de lo planeado. Seth le hace compañía, pero parece aburrirse y pronto está de vuelta en la pista.

—¿Dónde está Eric? —le pregunta Edward.

—Ah, lo dejé en el baño—responde casual y gira a Ángela en su eje.

Jessica parece estar intentando volver hetero a Diego y él sólo está increíblemente sonrojado.

—No podré levantarme mañana—me asegura Heidi, rodeándome por los hombros—. ¡Bella! ¡Estás embarazada!

Me río de ella y luego comienza a agitar la cadera, animándome.

Me siento a ratos, con dolor de cintura y observo a Edward en la pista junto a nuestras ebrias amistades. Ahora él baila con Ángela, girándola en su eje y ella lanza la cabeza hacia atrás, felizmente borracha.

El pastel es delicioso y logro tener dos raciones de helado.

Cuando es hora de que Rose y Emmett dejen el recinto, Jessica está vomitando en el baño. Ellos son rociados de arroz y confeti otra vez. Los gritos se alzan y Emmett choca los cinco con sus padrinos.

—Ah, me lo perdí—ella dice molesta al regresar. Alcanza un plato de pastel olvidado y Ángela le advierte sobre volver a vomitar.

Ella le muestra el dedo.

Entonces todo llega a su fin, todo el esfuerzo de Rosalie en este largo año, valiendo la pena. Ahora está casada con el amor de su vida y esta noche será irremplazable.

Mis pies duelen, así que me descalzo en el auto de Edward y él emprende el camino a casa.

Ya en nuestra habitación, entre las mantas, Edward me sostiene contra él y paso mis uñas a lo largo de su espalda.

Gime en apreciación.

—Fue divertido—murmuro.

—Si, lo fue.

—Entonces… ¿Ibiza? —él cuestiona. Emmett se la ha pasado diciendo que compró boletos de avión a Ibiza para la luna de miel. Edward no se lo cree.

Sonrío contra su pecho.

—Nah, vuelan a Italia.

Él chifla, impresionado.

—Lujoso.

—Como sea, ellos tienen Italia y nosotros tenemos Port Angeles—le recuerdo.

Edward mantuvo su promesa de la escapada luego de la boda de Rose y Emmett. Por un momento pensamos en ir a un lugar más lejano, pero luego contemplamos los viajes en carretera y mi vejiga que quiere explotar cada media hora y desechamos la idea.

Además de que nos da algo de miedo alejarnos mucho de casa a estas alturas del embarazo.

De igual forma, ya acordamos ir a Seattle tan pronto como el bebé lo permita y Edward quiere regresar a Nueva York en otoño. Esperemos que Charlie sea un bebé lindo y no represente un gran problema en los viajes. Edward quiere mostrarle Central Park. Yo sólo quiero que no llore en todo el vuelo.

Edward ríe.

—Ay, como si Port Angeles pudiera compararse a Venecia.

Me río con él.

—Port Angeles no se hunde.

—Quién sabe—murmura, ya borrando su sonrisa—. ¿Regresarías?

—¿Eh? —acaricio su pecho perezosamente con mi boca.

—A Ibiza.

—No—resuelvo—. Ibiza no fue bueno.

—¿Algo pasó?

—No, sólo…—otro beso en su pecho—estaba intentando huir.

—Ah.

—Además…—me pego más a él—encontré algo mejor al volver—tomo su mano que está en mi espalda y la deslizo por mi cuerpo, encaminándola a la cinturilla de mi ropa interior.

—¿Sí? —ronronea. Él no pierde mucho tiempo y pronto su dedo está acariciándome.

Me muerdo el labio para no gemir.

—Si… ya habíamos acordado que tenías que ser tú.

—Y tú—finaliza antes de cernirse sobre mí e ir por mi boca.


¡Hola! Cómo están?

Pues Rosalie finalmente se nos casó, cómo olvidar cuando empezó a planear una boda sin siquiera estar comprometida.

Y Edward y Bella ya tienen planes de escapada.

Nos leemos en el próximo capítulo con el epílogo.

Muchas gracias por leer y comentar.

¡Feliz Navidad a todas aquellas que celebran!