*Advertencia*
El siguiente capítulo tiene contenido para mayores de edad
Menores, vayan a rezar.
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Mirando las inmensas paredes de piedra caliza que imponentemente lo rodeaban vigilantes alrededor de sí, los ojos de Hades miraban una a una de las piedras colocadas perfectamente, cada estructura, cada columna y cada ornamentada entrada; aspirando y exhalando con un pausado ritmo, tratando de mantener una respiración acompasada, siento irónicamente, el vacío aún más presente.
Casi de inmediato, su mirada se colocaba encima de la decorada puerta de la Gran Sala del Olimpo. Un umbral que en ese preciso momento se sentía como una inquebrantable barrera entre él y lo que quería obtener.
Su agotado cuerpo estaba cediendo ante la presión que el lugar le provocaba, así como sentía como poco a poco sus latidos, comenzaban a aumentar de ritmo, escuchándolos en sus oídos absortos por el molesto palpitar, que el silencio sepulcral no había más que hacerlos más notorios, y a su vez aumentando la molesta pesadez de su pecho.
"Sabes, a pesar de pelear por lo mismo, siempre he tenido cierto... interés por él, puedes llamarlo curiosidad si quieres, pero he deseado en tenerlo... aunque sea una noche."
En su mente las palabras de Poseidón aparecían dando vueltas incesantes, y repetidamente se escuchaban casi encimadas unas palabras de otras.
Había dejado que su hermano manipulara su cabeza, con el entrecejo arrugado, el dios el Inframundo evitaba de cualquier manera que esa asquerosa imagen apareciera en su imaginación.
No obstante, sin quererlo, aparecía de un momento a otro, cada vez más impetuosa.
Su hermano dejando expuesta cada parte de su desnudez, montando sobre las caderas del joven dios, y este sosteniendo sus nalgas, con tal fuerza que se hundían en la suave piel, en cada fiera embestida. Los gemidos de placer de Poseidón saliendo de sus lujuriosos labios dejando expuesto su delgado cuello y su polla completamente erecta, goteando con descaro un lechoso líquido. En un delicado movimiento el fuerte cuerpo de Atheno se erguía para rodear el delgado cuerpo, para presionarlo entre sus fornidos brazos y pegarlo a su húmedo cuerpo.
Levantando las comisuras de sus labios en una sonrisa cínica, para pegarlos a los labios de su hermano, con ese hipócrita gesto, que no era más que el reflejo de los ojos de Atheno, una mirada que ardía de un genuino deseo.
Una indescriptible ira comenzaba a ira junto con el recuerdo de las dolorosas escenas que se habían reproducido una y otra vea, durante un sueño que había durado más de ciento treinta años, que lo único que le provocaban, era pena y un dolor completamente indescriptible.
Repentinamente, el desesperante silencio era desquebrajado con un sonoro crujir. Su mirada se posaba en la pesada puerta de madera que se abría con lentitud. Podía sentirse como estremecía ligeramente los cimientos del sagrado templo. Una figura fuerte, armada salía de la habitación; el ángel de piel bronceada, cuyo hermoso rostro, era adornado con rubios cabellos alborotados, meneándose con delicadeza hasta dentarse a pasos enfrente de él.
Inclinando lentamente la cabeza, los largos cabellos caían en una deslumbrante cascada. Hades entrecerraba los ojos, frotando sus dedos entre ello sintiendo como la impaciencia se apoderaba de su razón.
—Disculpe la demora, dios Hades —la solemne voz de Ganimedes se escuchaba tan tranquila como su expresión inmutable—, el dios Zeus lo recibirá.
El momento había llegado.
Sus manos puestas a sus costados, iba cerrándose en un fuerte puño, aumentando la fuerza de ella, sintiendo cada tendón y nervio se tensaban sintiendo el dolor, y escuchando el leve crujido de cada uno de ellos.
Adentrando su cuerpo pausadamente, fijaba su mirada en la imponente imagen de su hermano. Sentado majestuosamente con ambos brazos recostados a cada costado de su inmortal cuerpo. Su mirada clara no dejaba de mirarlo, escudriñando cada gesto que era potencialmente posible de hacer su indiferente rostro.
Otro golpe se escuchaba a sus espaldas, la puerta había sido cerrada con una fuerza notable, empero, no era momento de perder todo el valioso tiempo y esfuerzo que había puesto en asistir a ese lugar. Pues, el punto sin retorno era no haber dejado el Inframundo ante las provocadoras palabras de su hermano. Y ahora, solamente tenía que seguir adelante con su decisión.
Cada paso retumbaba con fuerza, sintiendo como la mirada del regente de los dioses seguía encima suyo; la rigidez de su cuerpo le dificultaba cada paso que daba, sin embargo, estaba decidido a avanzar, acortando la distancia entre el estrado de su hermano menor, hacer frente a él.
—Ha pasado tiempo —Sentía como la sonora voz de Zeus lo estremecía desde cada rincón de adentro de su ser—. No hemos sabido de ti en décadas, ¿sucedió algo?
"¡Carajo! ¡Malditos entrometidos"
—No —contestando su voz se conservaba carente de emociones, por un breve instante, la mirada de Hades parecía intentar desviarse de los ojos claros de su hermano—, he estado ocupado, según tú, ¿qué debía suceder?
Deteniendo sus pasos a escasos metros de las largas escaleras que, de una manera se elevaban exageradamente sublime, para terminar ante los pies de ese magnánimo dios.
Alzando la mirada, Hades clavaba con fuerza su mirada en los ojos de su hermano. Tenía razón, sus ojos nunca habían dejado de observarlo desde que había colocado un pie en esa cámara. Cada movimiento, cada gesto, inclusive se atrevía a suponer que cada pensamiento era cuidadosamente vigilado por él.
—Bien, ¿qué te trae aquí, Hades? —La voz de su hermano resonaba en cada pared, produciendo un eco, que se estrellaba en sus oídos—. Es extraño que vengas nuevamente, en tan poco tiempo.
"Tsk… ¡maldito!"
Sintiendo como en su interior la rabia comenzaba a emerger, tan violenta y salvaje como lava volcánica ardiendo, al mismo tiempo que la sangre de sus venas de su frente parecía punzar notablemente.
—No he venido a ti como tu hermano, he venido como el dios que gobierna en el Inframundo y la muerte —respondía aspirando aire profundamente sin dejar de mirarlo, casi de inmediato, frunciendo su ceño, levantaba la cabeza firmemente—, y dirigirme a ti, como el dios que gobierna sobre el Olimpo, y la morada de los dioses, para hacerte una petición.
El dios de los cielos abría sus ojos abruptamente, dejando sus labios semi abiertos, provocando que su cuerpo y su rostro se veían completamente petrificados, ante las obviamente inesperadas palabras de su hermano. Casi de inmediato, el dios poco a poco componía su rostro, relajando cada parte de su rostro, mostrando lentamente su rostro pacifico.
—Te escucho.
—He venido a pedirte algo que quiero —con una voz clara y seria Hades se dirigía tratando de mantener contenida su rabia—; algo que tienes en tu posesión
—¿Algo que tengo en mi posesión? —Las palabras de Zeus sonaban un tanto lejanas, al mismo tiempo que sus ojos se desviaban por unos segundos, para luego, regresar con los parpados entrecerrados—. No entiendo a qué te refieres, Hades.
—Quiero que me entregues a Atheno —declarando con firmeza, los ojos de Hades se mostraban fieros, llenos de un fuego que hace tanto tiempo no sentía correr con su sangre.
No sabía cómo nombrar a lo que sentía en su interior, ni en qué momento había comenzado a sentirlo, sin embargo, sabía que era igual a lo que sentía desde su primer encuentro con Atheno en la era del mito; y que simplemente haría hasta lo imposible, para evitar que su Poseidón y su lujurioso deseo se realizara, algo que le resultaba jodidamente molesto.
A pesar de la serenidad de su rostro, la inquietud de su interior era completamente devastadora. Cada palabra no para de girar en su mente, sintiendo cada palabra resonaba fuertemente como un millón de avispas zumbando en cada rincón de su cerebro.
La convicción en cada centímetro de la expresión del rostro de Hades era muy diferente a su último encuentro; Aunque a sabiendas que estaba siendo cuidadosos con sus propios pensamientos, podía sentir como algo, aunque fuera diminuto, parecía haber cambiado en él.
Desde el momento en que su hijo había sido capaz de aprisionar a Hades en el mundo humano, temía por la vida de él. Sintiendo a cada momento que, en un descuido, podría ser el último de su existencia. Sin contar que cada uno de los dioses dentro y fuera del Olimpo, preguntaban día y noche, sobre el paradero del dios.
En ese momento, fuese cual fuese lo que había impulsado a Atheno a raptara a su hermano, ponía en juego el equilibrio de las cosas, peligrando severamente cada, sin embargo, como padre y regente del Olimpo esas prioridades chocaban, causándole un serio conflicto interno.
Una situación que, para su desagrado, le había obligado a mirar por primera vez a Hypnos, después de tantos siglos de su exilio, sarcásticamente era quién le había ayudado a informar a fondo de lo sucedido con ambos dioses, dando a su vez la excusa perfecta para poder intervenir, en los asuntos de los consejeros de su hermano.
A pesar de todo, Atheno siempre le había dificultado las cosas, desde ese instante en que había raptado a Hades, se había vuelto demasiado imprudente, demasiado irracional, por alguien que había terminado por destrozarlo.
Todavía podía mirar el rostro inexpresivo de su hijo, con sus ojos faltantes de esa chispa de vida que siempre había llevado, incluyendo en los momentos más difíciles de su larga inmortalidad.
Durante su violento nacimiento, podía recordar ese miedo en sus ojos que, por primera vez, al ver al nuevo dios, que surgía de su interior. Ese momento fue que lo entendía; un nuevo dios nacido del ser encerrado en su interior imitaba su rostro, su alegría, su amor por la vida, su sonrisa, en la piel de un alfa dominante.
Tras su exilio le preocupaba el estado precario de su hijo, conocía su temperamento. Estaba completamente seguro de que, durante ese periodo, él cumpliría impecablemente con sus deberes, así también, arreglaría el desastre creado por él mismo, antes de que todo se complicara y fuese una situación irremediable.
Sin embargo, sabía que su inestabilidad actual, inevitablemente sería un riesgo.
"—Aquiles —Hablaba con una voz baja, sin dejar de mirar su camino al alejarse con lentitud de los aposentos de su hijo, con las manos aún colocadas a sus espaldas.
"—Sí, mi señor—el ángel hablaba inclinando su cabeza.
"—Necesito que Ganimedes y tú desciendan con Atheno, a la Tierra. Deben vigilarlo de cerca, cuando se aleje del Santuario manténgase alerta, no debe tener contacto con ningún otro dios, ni ángel —La voz de Zeus se escuchaba lejana a pesar de su semblante sereno—. Es preciso que se enfoque en su tarea, no debe tener distracciones. Cuando pasen sesenta años, regresen junto con él; no obstante, no le dirás nada, hasta que el plazo se haya cumplido, ¿entendido?
"—… Como ordene, mi señor."
Escuchar la petición de Hades le había sorprendido, aunque las expresiones de su rostro que su hermano, no le había dejado la opción de negarse.
De pies a cabeza, cada musculo de su cuerpo, parecía que se movía con una clara dificultad a lo largo del casi interminable pasillo. Mirando como cada intercalada antorcha iluminaba con su fuerte luz de ese túnel; entrecerrando sus ojos miraba a un hermoso ángel de cabellos largos y azulados como las aguas más profundas de los mares, caminando tranquilamente.
—Dios Zeus —Los ángeles lo miraban con tranquilidad a la vez que, en un movimiento relajado y fluido, ambos seres agachaban la cabeza con una reverencia rebosante de respeto.
—Abran.
—Lamento la molestia, dios Zeus, pero el dios Atheno no se encuentra —uno de los ángeles elevaba ligeramente la cabeza mirando con calma el rostro del dios supremo—, hace unos momentos salió a los jardines junto Deucalión, llevaba algunos pergaminos, decía que quería tomar aire fresco.
Su cuerpo quedaba completamente paralizado, mirando con aturdimiento al par de ángeles enfrente de él. Parecía una extraña broma, tras su regreso, se había confinado completamente a la soledad de sus aposentos, había acatado a la perfección su orden. Y así como le habían ordenado, no había salido de la tranquilidad de su templo, así como nunca había tenido la osadía de enfrentar a los ángeles que no permitían que saliera de los alrededores de su templo, así como de que cualquiera que no fuera él, entrara.
Justamente cuando podía ver una mejoría en su semblante, y decidía salir pacíficamente.
"¡Maldita sea!"
La delicada brisa del Olimpo bailoteaba con sus largos cabellos dejando que su mirada se clavara en las lejanas estrellas que destacaban fulminantemente en medio de la perpetua noche.
Sus pies se movían lentamente al mismo tiempo que su mirada poco a poco iba inclinándose hasta llegar a las coloridas y dispersas flores que decoraban en medio de largos y verdosos pastizales. Enmarcando al no muy lejos de su posición las imperiosas paredes del templo frente de él se levantaban sin reservas. Volviéndose le daba la espalda al hermoso templo, para mirar la infinitud del vacío de que le rodeaba.
Donde las pálidas estrellas aparecían refulgentes inmortales nocturnos. Había olvidado la última vez que había visto esas delicadas luces en la bóveda celeste, tan etéreo y puro. Un efímero y borroso recuerdo, de mirarlas con su cuerpo adolorido, en un intento por recupera su razón, ya que tantos años encerrados en la densa oscuridad de la prisión donde su padre los había encarcelado, le habían hecho sentir que estaba en una perpetua cárcel, y ver esas maravillosas luces, le hacían sentir un sentimiento tan extraño y a su vez, calentaba lentamente su pecho.
Tan similares al brillo de los ojos azules de Atheno.
Alzando una de sus pálidas manos, descendía su mirada para poder mirar como la herida que recién se había hecho, había dejado de sangrar y lentamente se cerraba sin problemas.
"La mirada absorta de Zeus, había captado su atención.
"—No lo haré. Estoy al tanto que Atheno descendió al Inframundo, así como se atrevió a revivir a sus caballeros —no dejaba de mantener su mirada en él, y casi de inmediato levantaba su cuerpo, con sumo cuidado, hasta quedar completamente erguido—, acaso, ¿deseas adelantar la Guerra Santa?
"'¡Maldito bastardo!'
"—¿De verdad, te atreves a interrogarme?
"—Sí, creo que no debo repetirlo.
"—Él tiene una deuda conmigo —mintiendo Hades fijaba una vez más su mirada en la de su hermano, quien lentamente, comenzaba a descender paso por paso, hacia él—, debe pagarla antes que la Guerra Santa comience. De otra manera, se esconderá detrás de esos malditos humanos, otra vez.
"Soltando un suspiro, el regente de los dioses entrecerraba los ojos suavemente. Volviendo a abrir los ojos Hades aumentaba la presión de sus dedos en su puño, sintiendo la ira alimentando la fuerza de su cuerpo.
"—No confió que ustedes estén cerca y a solas siendo enemigos, pueden corromper la paz de este sagrado lugar —sin dejar mirarlo el dios llegaba al pie de los escalones, deteniendo su avance mientras arrastrabas sus inmaculadas túnicas—. Espera en los jardines cerca al templo de Atheno; yo estaré presente e intermediaré la situación. Sólo así podré decidir si debo entregarte a Atheno o no."
—¿Qué haces aquí, Hades? —El sonido de una voz a sus espaldas irrumpía sus pensamientos, al mismo tiempo que su corazón daba un salto inesperado, iniciando una desenfrenada carrera que parecía no detenerse.
El dios del Inframundo se volvía con un movimiento pausado, intentando de no hacer movimientos bruscos, sintiendo a su vez como su cuerpo, amenazando con traicionarlo, quería volverse rápidamente.
Nuevamente estando frente a frente, sus ojos buscaban inconscientemente la mirada del dios. Sus ojos azules se mostraban límpidos, llenos de vida y fuerza, aunque aún parecían penosamente turbios.
—He venido por ti —respondía firmemente, al mismo tiempo que una de sus manos intentaba moverse inconscientemente, para elevarse y ofrecérsela; a la vez que su mirada deambulaba entre cada rincón de los jardines, la presencia de Zeus estaba lejos del lugar, sin embargo, carecía de tiempo para actuar.
Atheno comenzaba a disminuir la distancia entre ambos, mientras el ángel alto de cabellos alborotados y rojizos se quedaba atrás del dios, con los pergaminos en los brazos.
—Lamento la intromisión, mis señores —interrumpiendo, Deucalión se acortaba su distancia con el dios delante suyo, intentando bloquear el camino de ambos dioses—, debo hacerles el recordatorio de que no está permitido pelear en este sagrado lugar.
—No derramaremos sangre —la voz amable de Atheno se escuchaba dirigiéndose al ángel, en su interior la rabia que lo consumía aumentaba de fuerza, golpeando por salir de su interior, mirando impotentemente al joven dios, para que este inmediatamente se volviera a él, mirándolo fríamente mientras avanzaba sin dudas—, además no tengo intención ir contigo.
"Un poco más…"
Los pasos de Atheno continuaban su camino, mirando como su rostro divino se mantenía completamente inexpresivo. Centímetro a centímetro, sentía como su cuerpo se erizaba, y sentía una fuerte corriente eléctrica atravesando cada espacio de su cuerpo, el aire que aspiraba con fuerza parecía llenar, por primera vez en años, el molesto vacío que lo quemaba tan lento y profundo.
Atheno detenía sus pasos, mirando con frialdad su rostro, en el instante en que parecía buscar algo en su expresión, que trataba de mantener firme.
Teniéndolo más cerca instintivamente comenzaba a aspirar profundamente el aire a su alrededor, buscando algún rastro del aroma que lo envolvía; para que, sin notarlo, su propia esencia se liberaba. Un familiar olor a olivo comenzaba a percibirse, estremeciendo aún más su piel y cada rincón de su ser, sintiendo como ese aroma encendía un ya conocido fuego que nacía desde lo más bajo en su vientre.
—¡Atheno! —La voz de Zeus interrumpía en sus pensamientos, girando la vista ligeramente a un costado, una figura de blanco se acercaba a pasos agigantados—. ¡Aléjate de Hades!
—Tsk…
Volviendo su cabeza, Atheno agitaba sus largos cabellos violetas; arrugando el entrecejo profundamente hasta casi juntar sus cejas, unas hebras violáceas de un cosmos oscuro, comenzaba a rodear salvajemente a Hades.
Un sonido pesado y tintineante podía percibirse con claridad, volviéndose más profundo al instante en que un par de cadenas oscuras bañadas en un cálido líquido escarlata se levantaban serpenteando con rabia el fuerte el cuerpo del dios, rodeándolo, de arriba abajo, cruzándose, entre sí bajando y de un lado a otro, dejando la posibilidad de liberarse completamente fuera.
Cayendo de rodillas Atheno quedaba completamente inmóvil, agachando la cabeza dejando sus cabellos como una bella cortina, que ocultaba celosamente su rostro.
—¡Dios Atheno! —El grave grito del ángel alimentaba el caos en la escena, al mismo tiempo que los pergaminos en sus brazos, eran arrojados al suelo, cayendo desordenadamente.
Poniendo sus pasos en marcha, arrastrando su cosmos que rápidamente esos hilos tomaban fuerza hasta convertirse en lenguas negruzcas, que en un abrir y cerrar de ojos, que en esa desproporcionada velocidad tomaba, alrededor de su cuerpo solidificándose hasta formar nuevamente su amada armadura.
Zeus intentaba acercarse a ellos, a pasos agigantados, acortaba la distancia, hacia su hijo, a su vez que Hades, sin pensarlo alejaba su mano diestra una llamativa luz violácea que se materializaba en su mortífera y brillante espada.
Levantándola con fuerza, Hades la llevaba apuntando a su hermano, cuando el ángel en un momento a otro colocaba su cuerpo entre ambos dioses, dejando su cuello expuesto a la punta de la espada.
—¡Hades! ¡Detén esta locura!
—No obedeceré tus ordenes, Zeus —Con calma e indiferencia, la mano libre de Hades se colocaba ligeramente sobre el hombro desnudo de Atheno, sin apartar la mirada de su hermano menor.
El ligero contacto con las puntas de sus dedos mandaba una segunda corriente electica que estremecía su ser, aumentando el calor que sentía en su interior; mientras tanto sentía como Atheno temblaba ligeramente a su contacto. Con sus cosmos aun llameando, comenzaba a invadir el cuerpo inerte del joven dios, envolviéndolos a ambos en llamaradas violentas de cosmos.
—¡Hades!
—¡Te pedí que me lo entregarás, Zeus! —Lentamente consumiéndose con el poder del dios del Inframundo, ambos dioses, comenzaban a perderse en la oscuridad de su energía—. ¡No permitiré, que me arrebates esta oportunidad!
Tan rápido como violento, las lenguas de cosmos se extinguían inesperadamente, únicamente para dejarlos pastizales carbonizados y la ausente presencia de ambas deidades.
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Holis ('')
*¿Qué les pareció este capítulo
*Espero les haya gustado.
*Originalmente sería un solo capitulo,
no obstante,
salió un poco más largo de lo que esperaba.
*La segunda parte de este capítulo, estáen proceso y así se
publicaráen el transcurso de esta semana.
*Bueno espero que les haya emocionado tanto como a mí,
nos vemos en la siguiente parte.
Bye, bye (・ω・*)
