UNA TARDE CUALQUIERA

Anya observó boquiabierta la trayectoria perfecta de aquel frisbee que acababa de lanzar su padre. Atravesaba el parque moviéndose todo recto, sin desviarse ni siquiera un centímetro arriba o abajo… hasta que una gran bola blanca de pelo lo atrapó de un solo salto.

-Buen chico – felicitó Loid a Bond mientras este último le devolvía el disco volador.

-¡Guau! – contestó el perro con felicidad y entonces su dueño le acarició la cabeza.

-¡Ahora quiero lanzar yo! ¡Es mi turno! – pidió Anya dando saltitos.

-Está bien – respondió Loid cediéndole el frisbee a su hija – ¿Sabes cómo se lanza?

-Claro que sí, papi. Antes te he visto – le contestó ella – Prepárese, agente Bond – se dirigió al perro mientras se ponía en posición de lanzar – Tres, dos, uno… ¡ya!

El frisbee salió torpemente de la mano de la niña y después cayó en picado al suelo. El perro se lo devolvió obedientemente de todas formas.

-¿Qué ha podido fallar en el lanzamiento…? – se preguntó perpleja.

"¡Qué técnica tan horrible!" escuchó que pensaba su padre.

-¿Quieres que te enseñe? – le ofreció él entonces.

-Vale.

-Mira. En primer lugar, tienes que sujetar el disco así – explicó mientras le mostraba la forma – Después hay que colocar el brazo de esta manera – añadió enseñándole cómo – Y luego tu mano tiene que describir suavemente esta trayectoria – agregó lanzando.

"Jo, son demasiadas cosas que recordar…" pensó Anya con aburrimiento mientras veía cómo Bond iba de nuevo tras el frisbee.

El perro regresó y, tras devolver el disco a Loid, miró a la niña con seriedad.

"¿Eh? ¿Intentas decirme algo, Bond?" pensó Anya mientras unas imágenes llegaban a su mente.

Era ese mismo parque, pero por la noche. En el centro había un tipo disparando a bocajarro contra todo el que pasaba. Escondidos detrás de un árbol había un par de personas, que Anya reconoció como compañeros de su padre.

-¡Mierda! No habríamos llegado a esta situación si hubiéramos podido contar con Twilight… – se lamentaba la jefa frotándose un brazo, que parecía tener una herida de bala.

"¡¿Dónde está mi papi?!" preguntó desesperada Anya mentalmente a Bond.

El perro se concentró y mandó otra visión a la niña, Loid estaba tirado en el suelo del salón y Yor lo miraba angustiada.

-Has echado azúcar en vez de sal en el guiso… – comentó él retorciéndose del dolor.

-¡Es mi culpa! ¡No soy una buena esposa! – chilló la mujer.

En ese momento, la visión terminó.

"Entiendo, Bond. Tenemos que cambiar lo que va a pasar para que papi esté bien y pueda ir a su misión" pensó Anya mirando al perro.

-Anya, ¿quieres probar a lanzar el frisbee de nuevo? – le ofreció su padre tendiéndoselo.

"¡Ahora no es momento para jugar! ¡Tenemos que volver a casa cuanto antes para cambiar el futuro!" pensó la niña montándose sobre la espalda del enorme perro.

-Pero bueno, ¿adónde crees que vas? – le preguntó Loid con seriedad bajándola.

"Jo, papi reacciona muy rápido. No podré huir de esta forma" pensó frustrada. "¡Ya sé! Tengo que hacer que él quiera llevarme a casa".

-Papi – dijo Anya tirando un poco de la manga de la chaqueta de él.

-¿Sí? ¿Pasa algo? – quiso saber mirándola con preocupación.

-Tengo pipí – se le ocurrió.

-¿Qué? ¿Es que no has pasado al baño antes de salir de casa? – preguntó el rubio poniéndose serio.

-Se me olvidó.

El hombre suspiró fuertemente y después miró hacia todas partes.

-Está bien. Ven conmigo – contestó Loid tendiéndole la mano.

Los dos entraron a un restaurante cercano, mientras Bond se quedó atado en la puerta.

-Está mal pasar al baño de un restaurante y no pedir nada de comer, así que venga, ve mientras yo pido lo que sea – dijo Loid.

-Vale – asintió Anya obedientemente.

La niña entró al baño y para cuando salió, su padre ya se había sentado en una de las mesas. Un delicioso olor le llegó al acercarse hasta allí.

-¡Bien! ¡Hamburguesa! – exclamó la del pelo rosa aplaudiendo contenta – ¿Y el juguete que viene con el menú? – preguntó mientras se sentaba frente a Loid.

-Aquí está – respondió él pasándole un muñequito.

-¡Hala! ¡Este no lo tenía! – exclamó ella admirando aquel juguete.

-Bien, cuando te hayas comido la hamburguesa volveremos al parque – le indicó su padre.

-Misión aceptada, jefe. La agente Anya se comerá la hamburguesa inmediatamente – contestó con una mano en la frente y él la miró con una ceja arqueada.

"¿Por qué estará tan obsesionada con los espías? ¿Será por esa serie de dibujos que ve?" se preguntó el hombre.

La niña entonces devoró aquel delicioso manjar en un abrir y cerrar de ojos.

-Límpiate con la servilleta – le indicó Loid tendiéndole una.

-¡Sí, señor! – exclamó Anya obedientemente y después se pasó la servilleta por la boca.

-Muy bien, volvamos al parque – dijo el rubio levantándose.

"Qué rica estaba la hamburguesa…" pensó la niña felizmente mientras seguía a su padre. "Y tengo un juguete nuevo. ¡Qué suerte!".

Al salir del restaurante, la de pelo rosa vio a Bond atado a un lado de la puerta y al coincidir sus miradas este le recordó su visión.

"¡Oh, no! ¡Se me había olvidado!" pensó Anya horrorizada. "Tengo que decir algo que haga que papi quiera regresar a casa…" se dijo y entonces se le ocurrió algo. "¡No! ¡Eso no!".

Loid desató al perro y después le tendió una mano a la niña, pero ella no le correspondió el gesto.

-¿Eh? ¿Te pasa algo, Anya? – preguntó el hombre empezando a preocuparse.

"¡No puedo decirle eso!" pensó ella con miedo. "Pero… tal vez sea mi única opción".

-Papi, tenemos que volver a casa – habló la niña con seriedad.

-¿Por qué? – preguntó él sin entender.

-Es que… no terminé los deberes – admitió mirando hacia el suelo.

-¡¿Cómo?! – exclamó Loid indignado – ¡Anya! Te tengo dicho que hay que hacer la tarea todos los días. Ya sabes que es muy importante que mantengas una buena reputación en la escuela. Venga, vamos a casa – añadió tomándola de la mano y tirando de ella.

"Antes mentí diciendo que había hecho los deberes para poder salir al parque un rato" pensó la de pelo rosa mientras caminaban por la calle. "Sé que está muy enfadado, pero al menos ha terminado siendo útil para poder volver a casa".

Tras andar un poco más entraron a su bloque de pisos, subieron las escaleras y Loid abrió la puerta de su casa. Al pasar escucharon algo de ruido proveniente de la cocina.

-Vaya, Yor. ¿Ya has vuelto del trabajo? – preguntó el rubio sorprendido al asomarse.

-Oh, hola. Hoy he salido un poco antes, así que quería aprovechar para prepararos una sorpresa para la cena – respondió la morena.

-Ya veo. Gracias por encargarte – contestó él – Aunque si necesitas ayuda… – añadió sin fiarse demasiado de las habilidades culinarias de su esposa.

-No, no – negó Yor inmediatamente – Quiero intentar cocinar algo por mi cuenta.

-Está bien – accedió Loid.

"Bueno, ya estamos en el lugar del crimen" pensó Anya. "Y la asesina… es ella" añadió mirando a su madre, la cual le sonrió ampliamente.

La niña entró a la cocina dispuesta a llevar a cabo su plan, pero entonces sintió una mano en el hombro.

-¿Adónde crees que vas, señorita? – le preguntó Loid con seriedad.

-Quiero ayudar a mami.

-Ni hablar. Tú tienes que terminar tu tarea – le mandó él señalando la mesa del salón.

-Jooo – se quejó la niña.

-Ni "jo", ni "ja" – respondió el rubio cruzándose de brazos – Las responsabilidades son lo primero.

-Está bien… – murmuró vencida.

Anya fue a por sus libros y después empezó a escribir bajo la atenta mirada de su padre.

-¿Cuánto son seis por siete? – le preguntó Loid al ver que se trababa.

-Eh… – dudó – ¿Cincuenta?

-Cuarenta y dos – la corrigió inmediatamente – ¿Aún no te sabes las tablas de multiplicar? Pero si las repasamos a diario – añadió incrédulo – Tienes que prestar más atención.

-Que sí, que sí…

-Venga, siguiente ejercicio – pidió él.

"Así va a ser imposible cambiar lo que va a pasar…" pensó Anya preocupada.

En ese momento sonó el timbre.

-Voy a abrir. Tú sigue con los deberes, ¿vale? – le ordenó el rubio mientras se levantaba y se dirigía a la puerta principal.

-Vaaale – respondió la niña sin mucha ilusión.

Loid abrió y en el rellano pudo verse una mujer vestida de mensajera.

-Traigo una entrega a nombre de Loid Forger – dijo ella.

-Soy yo.

-Firme aquí, por favor – indicó la mujer.

"Twilight, voy a darte los detalles de tu próxima misión" escuchó Anya los pensamientos de la mensajera mientras esta última gesticulaba de forma extraña.

"Entendido" escuchó los pensamientos de su padre, el cual asentía con la cabeza.

"¡Bien! Es la jefa de papi" se dio cuenta Anya. "Eso me dará algo de tiempo".

La niña se levantó corriendo de la silla y se coló en la cocina, donde Yor parecía estar removiendo el contenido de una olla.

"En la visión papi decía que mami había echado azúcar al guiso en vez de sal" recordó la de pelo rosa mientras se subía a una silla para llegar a la encimera. "Solo tengo que encontrar el azucarero y llevármelo" añadió buscando a toda velocidad, hasta que en un rincón divisó dos botes, uno que ponía "azúcar" y otro que ponía "sal".

Anya estiró la mano para llegar hasta el azucarero, pero en ese momento se vio en el aire.

-¡Los cuchillos son peligrosos! – exclamó entonces su madre bajándola al suelo – Aquí no hay nada para jugar, Anya. Podrías cortarte con algo y hacerte pupa.

"Como aquella vez que le clavé un cuchillo a ese tipo y empezó a sangrar como si fuera una fuente…" recordó Yor uno de sus "trabajos" y Anya trató de pensar en otra cosa rápidamente para censurar aquello.

"No me dejará llevarme el azucarero. Tengo que despistarla de alguna manera…" pensó la niña y entonces sus ojos dieron con algo.

-Mami – le llamó tirando un poco de su vestido para llamar su atención.

-Dime – contestó Yor amablemente.

-Se quema la comida – respondió señalando detrás.

-¡Oh, no! – exclamó al darse cuenta del humo que había empezado a salir de la olla.

Aprovechando la confusión, Anya saltó de nuevo a la silla y rápidamente se llevó el pequeño bote que ponía "azúcar".

"¡Ya lo tengo!" pensó triunfalmente, escondiéndoselo en un bolsillo.

Bond se asomó a la puerta de la cocina en ese momento.

"¿Hemos cambiado el futuro?" preguntó la de pelo rosa mirando a su perro.

De nuevo tuvo una visión. Su papá ya no estaba tirado en el suelo. Estaba en el parque deteniendo a ese tipo y la jefa y los demás espías parecían estar perfectamente.

"¡Sí! ¡Lo hemos conseguido, Bond!" pensó Anya contenta.

-Ya… ya no sale humo – dijo Yor aliviada y entonces la niña vio cómo su madre tanteaba sin mirar la zona de los botes y se llevaba el salero – Anya, pronto estará lista la cena. ¿Por qué no vas recogiendo la mesa? – le pidió con una sonrisa.

-¡Entendido! ¡La agente Anya pondrá la mesa inmediatamente! – exclamó llevándose una mano a la frente a lo militar, haciendo reír un poco a su madre.

La niña salió corriendo y quitó las cosas de la escuela y poco después su padre se unió y le ayudó a poner el mantel.

-¡Viene la cena! – anunció Yor apareciendo con la olla para después dejarla justo en el centro de la mesa.

La mujer sirvió los tres platos y observó cómo Loid y Anya probaban aquel guiso.

-¿Qué tal? – preguntó la morena nerviosa.

La niña tragó despacio aquella comida. No estaba demasiado sabrosa, pero tampoco estaba asquerosa…

-No está mal… – opinó Anya entonces.

-Pero tampoco está bien, ¿verdad…? – preguntó Yor algo hundida.

-Creo que al menos vas mejorando con tu cocina – intervino Loid tratando de animarla y ella se puso algo colorada.

-Oh… Gracias – murmuró la morena con algo de timidez.

Tras disfrutar de una agradable cena en familia, Anya se sentó en el suelo, dispuesta a ver la tele. Bond se tumbó a su lado después de haberse dado también un buen festín.

-Buen trabajo, agente Bond. La familia y la ciudad están a salvo un día más – le dijo la niña con satisfacción.

-¡Guau! – ladró él contento.

Loid se levantó entonces también de la mesa.

-Voy a salir – anunció él poniéndose un sombrero – Hoy hay bastante jaleo en el hospital psiquiátrico y necesitan mi ayuda.

-De acuerdo. Nos vemos luego – se despidió Yor.

"Mi papi es un mentiroso. En realidad, va al parque a detener a ese tipo malo" pensó Anya divertida.

-Eh, señorita. ¿Has terminado ya los deberes? – le preguntó Loid con seriedad mientras terminaba de abrocharse la gabardina.

-Uy…

-Eso es que no, ¿verdad? – adivinó el rubio – ¡Quiero que estén hechos para cuando regrese, así que nada de ver la tele! ¿Entendido?

-Va… vale – murmuró ella cabizbaja.

-¿Y qué es eso que llevas ahí? – preguntó él acercándose con curiosidad y sacando un bulto del bolsillo de la niña – ¿Azúcar? ¿Pensabas comértela a escondidas?

-¡Anya! – le regañó también Yor.

-Ah… Eh… – balbuceó la niña pasando su mirada del uno al otro.

"¡No puedo explicarles que la he robado para salvar la ciudad!" pensó con ganas de llorar. "¡Siempre soy una heroína incomprendida!".

Loid suspiró.

-Está bien, haremos un trato. Como tengo que salir te traeré un dulce, pero solo te lo daré si para cuando regrese has terminado los deberes – propuso él – ¿Te parece bien?

-¡Me parece bien! – exclamó Anya con los ojos brillantes.

La niña se dio la vuelta y se fue corriendo a por sus libros con una gran sonrisa en su cara. Amaba a su papá, amaba a su mamá y amaba a Bond, y poder pasar los días con ellos sí que era la verdadera felicidad.

OoOoO

-Papi… me va a traer… un dulce… – murmuraba Anya en sueños mientras Yor terminaba de arroparla.

-Dulces sueños – le deseó la mujer apagando la luz de la lámpara.

Salió de la habitación y justo cuando iba a cerrar la puerta, escuchó algo de ruido y vio aparecer a Loid al otro lado del pasillo.

-Ven, ven – susurró ella haciéndole un gesto con la mano.

El rubio se acercó y se asomó por la puerta para ver a Anya durmiendo.

-¿No es adorable? – comentó Yor – Aunque es una pena. Ha terminado los deberes y ha estado esperando tu regreso, pero finalmente el sueño la ha vencido y se ha dormido hace apenas cinco minutos…

-Vaya, y eso que le traigo pastel, tal como le había prometido – contestó él – En fin, ¿quieres probar un trozo ahora que está reciente?

-Vale.

Bond asomó por el pasillo y los miró con seriedad.

-Sí, sí, por supuesto que le vamos a guardar a Anya un trozo. No te preocupes – le dijo Loid y el perro empezó a mover la cola contento.

-Es que él la adora – opinó Yor con una sonrisa.

-Eso parece.

El hombre y la mujer se rieron un poco entonces. Puede que fueran una familia de conveniencia, pero era agradable poder disfrutar de la tranquilidad del hogar que habían creado entre los cuatro.