Some Things That Glitter
Tras una satisfactoria presentación en el festival universitario, Ao no Danjon comenzó a prepararse para el concierto que tendrían junto a Cement Adiction en Make Some Noise. En un acuerdo entre ambas bandas, se decidió que nuestro cuarteto tendría un máximo de cincuenta minutos para presentarse, tiempo más que suficiente para ellos.
Por otra parte, y siguiendo lo acordado con el señor Horiuchi, Hibuki escribió una letra destinada a ser parte del primer sencillo que publicarían. Su inspiración fue la historia de Miyuki, con la perspectiva de que, aun con las dificultades, ella estaba mejor ahora que bajo las cadenas de sus padres. Por obvias razones, su idea era que Miyuki cantara esa canción, convirtiéndola así en la vocalista principal del grupo. Ni la bajista ni ninguna de las guitarristas tuvieron alguna objeción al respecto, así que la idea fue aprobada.
Sin embargo, Natsuki había comenzado a mostrar un comportamiento inusual en ella durante los ensayos previos a la grabación del primer demo del sencillo, demo que sería mostrado al señor Horiuchi para que diera su opinión como productor musical y, dependiendo de su respuesta, usado como guía para grabar el sencillo en sí mismo. La guitarrista parecía estresada, renegaba cuando se equivocaba, y no tardaba en regañar a sus compañeros cuando alguno cometía un error. Aun así, hacía lo posible por mantener la calma, temiendo decir algo hiriente.
Yuuko se mantenía en silencio, sabiendo que cualquier cosa que dijera podría empeorar las cosas. Dicha actitud, si bien era agradecida por Hibuki y Miyuki, también causaba extrañeza en ellos.
—Me sorprende que no le estés discutiendo de vuelta a tu novia —comentó la bajista en una ocasión en que Natsuki fue al baño.
—Natsuki está demasiado nerviosa queriendo causarle una buena impresión a una de sus bandas favoritas —respondió la rubia, mirando a la puerta del salón con cierto tinte de preocupación—. Una discusión ahora puede desencadenar una pelea en serio, y no quiero eso.
Miyuki siguió la mirada de Yuuko, meditando lo que acababa de escuchar. Ella nunca había visto que una discusión entre las guitarristas se tornara en algo serio. Ver a la rubia algo temerosa al respecto le daba mala espina.
—¿Alguna vez ha sucedido eso?
Yuuko hizo memoria, emitiendo una larga eme.
—Nos hemos enojado en más de una ocasión, pero nunca hemos tenido un conflicto. Siempre que notamos que la molestia escala, nos hemos detenido y dejamos que nuestros ánimos se calmen.
—¿Eso también habría pasado esa vez que discutieron en la biblioteca cuando dijiste que te nos unirías como bajista? —intervino Hibuki.
—Seguramente. Viéndolo en retrospectiva, incluso con lo sensibles que estábamos, y a pesar de que lo interpreté como que Natsuki me estaba subestimando, ahora creo que ella entró en su modo protector para que no diera más de lo que pudiera dar.
—En parte sí te subestimé, chiquilla —intervino Natsuki, entrando de nuevo al salón. Al parecer había escuchado parte de la conversación tras la puerta—. Has sabido manejar bastante bien tus horarios sin colapsar ni descuidar nada, pese a que tú misma insistías en que no podrías hacerlo.
—Bueno, creo que no habría podido hacerlo sin la flexibilidad que el señor Yamazaki nos ofrece. —Mientras hablaba, Yuuko abrazó con gentileza a su novia—. Estás algo tensa. Puede que seas tú quien llegue a colapsar si sigues así.
Natsuki suspiró, correspondiendo el abrazo.
—Lo siento por preocuparte, pero realmente quiero que nuestro concierto salga bien. No solo por darle una buena impresión a Cement Adiction, sino también por nuestro futuro.
—Entiendo, pero si noto que te estás excediendo, te detendré.
Tras decir esto, Yuuko le dio un fugaz beso a su novia y ambas regresaron a sus lugares para retomar el ensayo.
El acorde final del demo aún resonaba en los monitores del estudio 3 de Make Some Noise. El señor Horiuchi, reunido con los ingredientes de Ao no Danjon, meditaba con los ojos cerrados, asimilando lo que acababa de escuchar. El silencio era abrumador para los nerviosos chicos, lo que se reflejaba en un impaciente movimiento del pie izquierdo de Natsuki.
—¿Qué tal estuvo? —preguntó Miyuki. Su voz alcanzó a quebrarse por lo nerviosa que estaba.
—Tiene potencial para ser un éxito —respondió el hombre, abriendo los ojos y mostrando una amable sonrisa. —Quizás podríamos añadir un arreglo de cuerdas de fondo para sazonarla un poco.
Miyuki suspiró aliviada. Hibuki se mostraba dudoso acerca de aquella sugerencia del productor musical.
—Ninguno de nosotros sabe tocar ese tipo de instrumentos —comentó Natsuki. Una pizca de impaciencia se colaba en su voz.
—No te preocupes por eso. Tenemos un par de buenas librerías de sonidos con las que podemos hacer el arreglo. —El señor Horiuchi se sorprendió ante la mirada inquisitiva que Hibuki le lanzaba—. No me mires así. Somos un sello pequeño, así que no tenemos presupuesto para contratar un ensamble de cuerdas completo. No hay nada de malo en usar las ayudas tecnológicas con las que disponemos.
—De acuerdo, creo que podemos intentarlo —accedió el baterista.
Miyuki emitió un pequeño quejido mientras ensayaba en su cuarto. Practicando una de sus líneas, un pinchazo de dolor en uno de sus dedos la hizo detenerse. Al revisar su mano, notó que tenía una ampolla reventada.
—¿Hace cuánto no me pasaba esto? —se preguntó mientras dejaba su bajo sobre la cama e iba a buscar algo para vendarse—. Espero que esto no me afecte mi forma de tocar en la grabación.
—¿Todo bien, Miyuki? —preguntó Hibuki al encontrar a su amiga mirando su mano mientras caminaba por los pasillos de la casa.
—Sí, solo una ampolla reventada, no es la gran cosa.
—Vaya, parece que tus dedos retrocedieron varios años.
Miyuki rio ante el comentario de su amigo. En verdad, pasó un buen tiempo desde la última vez que la práctica la había herido, pero también su tiempo de práctica había aumentado en los últimos días. Los dos jóvenes se dirigieron al baño principal de la casa, donde había un botiquín con todo lo necesario para tratar la pequeña lesión de la bajista. Para su sorpresa, una vez que Hibuki terminó de vendar la zona afectada, puso sus labios sobre esta.
—Para que sane más rápido —aseguró con una sonrisa traviesa, deleitándose al ver lo rojas que se tornaron las mejillas de la chica.
Sin embargo, el sonido de notificaciones del teléfono de Miyuki rompió por completo el ambiente. Gruñendo, la bajista sacó el dispositivo de su bolsillo para revisar quién se había atrevido a interrumpir lo que fuera que estaba sucediendo, para encontrar que se trataba de un mensaje de voz enviado por su madre. ¿Habría sucedido el milagro de que ellos comprendieran su forma de vivir su propia vida?, se preguntó antes de reproducir el mensaje.
—Miyuki, no sé qué demonios hiciste para poner a nuestros principales socios de tu lado. Por tu culpa hemos pasado una enorme vergüenza ante ellos, y nuestras relaciones comerciales están en crisis. ¿Cómo se les ocurre que debemos estar orgullosos de que estés perdiendo el tiempo con esa banda? Al contrario, estamos muy decepcionados de que hayas botado todo lo que te hemos enseñado a la basura y te hayas dejado llevar por la mala influencia de los Yamazaki.
Miyuki detuvo la reproducción del mensaje, asqueada por lo que escuchó. No hubo ningún milagro que los hiciera recapacitar y darse cuenta de lo malos padres que son. Sin dar una respuesta, bloqueó los números de sus progenitores y borró sus contactos de su teléfono.
—Definitivamente ustedes son mi verdadera familia, Hibuki —afirmó tras suspirar—. Me acogieron como a una hija desde el principio y nunca han dudado a la hora de ayudarme. No veo la hora de casarme contigo para adoptar el apellido Yamazaki.
Ahora fue el turno de Hibuki para sonrojarse ante la sorpresiva declaración de la bajista.
—Creo que esta es la forma menos romántica de declarársele a alguien —dijo tras aclararse la garganta.
—Si quieres, puedo organizar una cena romántica y pedir tu mano como en las películas. —Miyuki sonreía mientras decía aquellas palabras, mientras sus mejillas volvían a teñirse de rojo.
—Eso suena bien, aunque debería ser yo quien pida tu mano.
Ambos rieron, superando así ese trago amargo del último mensaje de la señora Tsujimoto. Miyuki besó con ternura la mejilla de Hibuki y ambos regresaron a sus habitaciones.
