Percy Jackson, pertenece a Rick Riordan.
Corrige tus errores y sonríe al futuro.
12: Llegando al Inframundo.
No pude evitar que una sonrisa, apareciera en mi rostro, cuando tomamos el taxi. —Buenas tardes caballero.
—Hola chica me saludó él, MIENTRAS que yo, tomaba el asiento del copiloto y mis novias, se sentaban detrás. — ¿A dónde?
—Antes de eso, ¿aceptas tarjetas de casinos?
El Taxista mordió el puro y nos miró. — Algunas de ellas. Igual que las tarjetas de crédito. Tengo que verificarlas primero. —Yo le entregué su tarjeta verde de Lotus-Cash. Él la miró con escepticismo.
—Verifícala —Clarisse lo invitó.
Él lo hizo. Su máquina de medidor comenzó a hacer ruidos comenzó. Las luces brillaban. Por último, un símbolo de infinito se acercó junto al signo de dólar. El cigarro se le cayó de la boca del conductor. Volvió a mirar a nosotros, sus ojos muy abiertos. — ¿Dónde, en Los Ángeles... eh, Alteza?
—Lo más cerca que te sea posible dejarnos, de los Estudios de Grabación: El Otro Barrio. —dije yo sonriente, mis novias me miraron fijamente, como preguntándome en qué pensaba yo, exactamente.
Pasmos Wasteland y un cartel que decía: «LINEA DEL ESTADO DE CALIFORNIA, 12 MILLAS.»
Cada ráfaga de viento a través del Valle de la Muerte sonaba como un espíritu de la muerte. Cada vez que los frenos silbaban en un camión de dieciocho ruedas, me recordó la voz reptil de Equidna.
Me pasé una mano por el cabello y agarré mi cabello con mi moña, solo para intentar pensar en otra cosa, pero no pude evitar que el escalofrío me recorriera.
Cada vez que un automóvil o camión pasaba sobre un bache, yo pegaba un respingo. Me maldije por estar tan nerviosa y empuñé mi espada, en su forma de lapicero, pero no lo destapé.
— ¡Penny, vamos! —salté en el asiento y miré a mi derecha, topándome con que Thalía me llamaba, mientras me daba una sonrisa burlona. Suspiré y me bajé para seguirla.
Se hizo de noche, y cara de los personajes hambrientos empezaron a salir a jugar en la calle. Ahora, no me malinterpreten. Soy de Nueva York. No me asusto fácilmente. Pero L.A. es totalmente diferente de Nueva York. De vuelta a casa, todo parecía cercano. No importa lo grande que la ciudad fuese, podrías llegar a cualquier parte sin perderse. El patrón de la calle y el metro tienen sentido. Allí había un sistema de cómo funcionaban las cosas. Un niño podía estar seguro, siempre y cuando no fuera estúpido.
L.A. no era así. Se extendía, caótica, difícil de moverse. Me recordó a mi querido suegrito Ares... y estoy a punto de toparme con otro suegro: Hades. Aunque la ciudad no era lo suficiente grande para Los Ángeles, sino que tenía que probar que era lo suficientemente por ser fuerte y extraña y difícil de navegar, también. Yo no sabía cómo alguna vez vamos a encontrar la entrada del Inframundo pronto.
Caminamos pasando pandilleros, vagos, y los vendedores ambulantes, que nos miraban como si trataran de entender si valía la pena de asaltarnos. A medida que pasábamos corriendo a la entrada de un callejón, una voz dijo desde la oscuridad, dijo: — ¡Oye, tú! —En esta ocasión, no me detuve y seguimos nuestro camino, apretamos el paso.
Antes de darme cuenta, estábamos rodeados. Un grupo de niños nos habían rodeado. Seis de ellos en todos -los niños de color blanco con ropa cara y medias en la cara-. Al igual que los chicos de la Academia Yancy: mocosos ricos jugando a ser los chicos malos.
Clarisse dio un paso al frente y luego les saltó encima, golpeándolos distintas, mordiéndolos, dejándoles moretones por puñetazos, codazos y patadas, sacándoles sangre a golpes o a mordidas, antes de que se quedaran en el suelo lloriqueando y les sacamos el dinero de los bolsillos, para luego irnos de allí, tan rápido como nos fue posible.
Nota mental para mí: No molestar a Clary.
No sé cómo carajos, pero terminamos entrando en el Palacio de Camas de Crusty y yo no tenía tiempo, para jugar con El Estirador, así que solo me dirigí directamente hacía él, desenfundé a Terraemōtus y lo decapité, agarré su cabeza y se la mandé a mi padre, antes de agarrar los Dragmas que pudiera tener y seguimos hacía el estudio de grabación El Otro Barrio, para acabar de una buena vez, esta misión.
Nosotros estuvimos de pie en las sombras del Boulevard Valencia, mirando hacia arriba a las letras doradas grabadas en mármol negro: DOA ESTUDIOS DE GRABACION.
Debajo, grabado en las puertas de vidrio: NO ABOGADOS. NO VAGANCIA. NO SERES VIVOS. Era casi media noche, pero el lobby estaba bien iluminado y lleno de gente. Detrás del escritorio de seguridad estaba sentado un guardia de seguridad de mirada-dura con lentes de sol y un auricular.
Caminamos hacia dentro del lobby DOA.
Muzak tocaba suavemente en los altavoces ocultos. La alfombra y paredes eran gris acero. Cactus de lápiz crecían en las esquinas como manos de esqueleto. Los muebles eran de cuero negro, y todos los asientos estaban ocupados. Había gente sentada en sofás, gente parada, gente mirando hacia afuera por las ventanas o esperando por el ascensor. Nadie se movía, o hablaba, o hacia mucho de nada. Por el rabillo de mi ojo, podía verlos a todos perfectamente bien, pero si me enfocaba en cualquiera de ellos en particular, ellos empezaban a verse…transparentes. Podía ver directo a través de sus cuerpos.
El escritorio del guardia de seguridad era un podium alzada, así que tuvimos que mirar hacia arriba.
Él era alto y elegante, con piel chocolate-coloreada y cabello rubio-blanqueado rapado al estilo militar. El vestía en tonos de carey y un traje de seda italiana que combinaba con su cabello. Una rosa negra estaba colgada a su solapa debajo de una etiqueta de nombre plateada.
—Hola Caronte, es un... placer verte —dije yo.
El tipo apenas y levantó la mirada de la revista. — ¿Qué quieres princesa?
Le entregué una de las bolsas de Dragmas, que encontré donde Crusty. —Necesitamos descender al Inframundo y hablar con Lord Hades de inmediato dije yo.
—Es muy urgente, Sr. Caronte —dijo mi prima/novia.
¿Quiénes son ustedes?
—Clarisse Larue, hija de Ares.
—Penelope Jackson, hija de Poseidón e hija adoptiva de Anfitrite.
—Thalía Grace, hija de Zeus.
Caronte jadeó. —Lord Hades supo que vendrían. Por aquí, por favor —y comenzó a quitarse de encima las almas de los muertos, mientras nos escoltaba dentro del ascensor, que ya estaba replete de almas de la muerte, cada una sosteniendo un pasaje de embarque verde. Caronte agarro dos espíritus que estaban intentando seguir con nosotros y los empujo de regreso al lobby. —Correcto. Ahora, nadie se haga ilusiones mientras no estoy, y si alguien mueve el dial de mi estación suave-escucha de nuevo, yo me asegurare de que ustedes estén aquí por otros mil años. ¿Entendido? —El cerró las puertas. Puso una tarjeta llave dentro de una ranura en el panel del ascensor y nosotros empezamos a descender.
El cerró las puertas.
Puso una tarjeta llave dentro de una ranura en el panel del ascensor y nosotros empezamos a descender. "¿Qué les pasa a los espíritus esperando en el lobby?" Clarisse pregunto.
"Nada," Caronte dijo.
"¿Por cuánto tiempo?"
"Para siempre, o hasta que yo me sienta generoso."
"OH," ella dijo. "Eso es…justo."
Caronte enarco una ceja. "¿Quién dijo que la muerte era justa, joven señorita? Espera hasta que sea tu turno. Ustedes morirán lo suficientemente pronto, por el camino en que van."
"Nosotras saldremos vivas," yo dije.
"¡Ha!"
Y nuevamente, tuve una sensación de mareo repentino. Nosotras ya no estábamos yendo más hacia abajo, si no hacia adelante. El aire se volvió brumoso. Los espíritus alrededor de mi empezaron a cambiar de forma. Sus ropas modernas parpadeaban, volviéndose unas capas con capucha grises. El piso del ascensor comenzó a balancearse. Pestañee con fuerza. Cuando abrí mis ojos, el traje italiano cremoso de Caronte fue remplazado por una larga capucha negra. Sus lentes de carey se habían ido. Donde sus ojos deberían estar había cuencas vacías, como los ojos de Ares, excepto que Caronte era completamente oscuro, lleno de noche y muerte y desesperación. El me vio mirándolo, y dijo, "¿Entonces?"
—Nada —Yo logre decir. Pensé que él estaba sonriendo, pero no era eso. La carne de su cara de estaba volviendo transparente, dejándome ver derecho a través de su cráneo. El piso seguía balanceándose.
Thalía dijo, —Yo creo que estoy mareado.
Cuando pestañee de nuevo, el ascensor ya no era un ascensor. Nosotros estábamos parados en un barco de madera. Caronte nos estaba llevando a través de un oscuro, aceitoso rio, atestado con huesos, pescados muertos, y otras, cosas extrañas muñecas de plástico, claveles aplastados, diplomas esponjosos con bordes dorados.
—El rio Estigio, —Clarisse murmuro. —Es tan…
—Contaminado, —dijo Caronte. —Por miles de años, ustedes humanos han estado tirando todo con lo que se topan: esperanzas, sueños, deseos que nunca se hicieron realidad. Irresponsable perdida de administración, si me preguntan. —La niebla se ondulaba hacia afuera del agua sucia. Por encima de nosotros, casi perdido en la oscuridad, había un techo de estalactitas. Más adelante, la otra orilla brillaba con luz verdosa, el color del veneno. Impedí que el pánico me cerrara la garganta y se adueñara de mi corazón, veía a Clarisse esforzándose por conseguirlo y afortunadamente, lo logró.
— ¿Qué estamos haciendo aquí? —Clarisse y yo, nos miramos. Nosotros eramos mortales, Thalía había sido inmortal, jamás experimentó la muerte en verdad, pues fue transformada en un pino, antes de sufrir. —Esta gente a nuestro alrededor… ¡ellos estaban muertos! —Clarisse sostuvo mi mano. Bajo circunstancias normales, esto me daría pena, pero entendía como ella se sentía. Ella quería asegurarse de que alguien más estaba vivo en el bote. Me encontré a mí misma murmurando una plegaria al Olimpo y al tío Hades. La orilla del inframundo se pudo visualizar. Rocas escarpadas y arena volcánica negra se extendían tierra adentro aproximadamente a cien yardas de la base de una alta pared de piedra, la cual se marchaba en cualquier dirección tan lejos como podíamos ver. Un sonido vino de algún lugar cercano de la penumbra verde, haciendo eco en las piedras—el aullido de un animal grande.
—El viejo tres-caras tiene hambre, —Caronte dijo. Su sonrisa se volvió esquelética en la luz verdecida. —Mala suerte para ustedes, Diosecitos. —La parte inferior de nuestro barco se deslizo en la arena negra. La muerte empezó a desembarcar. Una mujer sosteniendo la mano de una pequeña niña. Un hombre viejo y una mujer vieja cojeando brazo con brazo. Un niño no más viejo de lo que yo soy, arrastrando los pies silenciosamente solo en su túnica gris. Caronte dijo, —Les deseo suerte, muchachas, pero no hay ninguna de ella aquí abajo. Eso sí, no te olvides de mencionar mi aumento de sueldo. —Él contó nuestras monedas de oro dentro de su bolsa, luego tomo su mástil. El gorgoreaba algo que sonaba como la canción de Barry Manilow mientras trasladaba el barco vacío de vuelta a través del rio. Nosotros seguimos a los espíritus a través de un bien-desgastado camino. No estoy segura de que estaba esperando: puertas perladas, o un gran rastrillo negro, o algo. Pero la entrada al inframundo se veía como una mezcla entre la seguridad de un aeropuerto y la autopista de peaje de Jersey. Ahí había tres entradas separadoras debajo de un enorme arco negro que decía «USTED ESTA ENTRANDO AHORA EN EREBO.» Cada entrada tenía un pasador de metales con cámaras de seguridad montadas en la parte de arriba. Más allá de estas había cabinas de peajes manejadas por espíritus crueles vestidos de negro como Caronte. Los aullidos del animal hambriento estaban muy fuertes ahora, pero yo no podía ver de donde provenían. El perro de tres-cabezas, Cerberus, quien se suponía que tenía que cuidar la puerta de Hades, estaba en ningún lugar para ser visto. Los muertos hacían fila en las tres líneas, dos marcadas como OPERADORA DE SERVICIOS, y una marcada como EZ MUERTE. La línea EZ MUERTE se estaba moviendo derecho sola. Las otras dos estaban acaudaladas.
— ¿Qué te preguntas? —le pregunte a Clarisse, mientras le tomaba del hombro.
—La línea rápida debe ir derecho a los campos de Asfódelo. — dijo ella, mientras temblaba ligeramente.
—Es lógico —contesté y me encogí de hombros, mientras le daba la otra mano a Thalía —Sin juicio. Ellos no quieren arriesgarse a una sentencia de la corte, porque eso tal vez valla en contra de ellos. El rey Minos, Thomas Jefferson y Shakespeare. Algunas veces ellos miran una vida y deciden que esa persona necesita una recompensa especial: los campos de Elysium. Algunas veces ellos deciden el castigo. Pero la mayoría de la gente, bueno, ellos solo viven. Nada especial, bueno o malo. Así que ellos van a los campos de Asfódelo.
— ¿Y qué hacen? —me preguntó Thalía—Los visité con Nico: Imagínate estar parado en un campo húmedo en Kansas. Para siempre.
—Duro, —yo dije.
"No tan duro como eso," Thalía murmuro. "Mira." Una pareja de espíritus crueles vestidos de negro, habían empujado hacia un lado a un espíritu y estaban registrándolo en el escritorio de seguridad. La cara del hombre muerto parecía vagamente familiar.
"Él es ese predicador que, había las noticias, a principio del año ¿recuerdan?" Thalía pregunto. "OH, sí." Yo recordaba ahora. Él era este molesto tele-evangelista del norte del estado de Nueva York quien amasó millones de doladores por orfanatos y luego fue atrapado gastando el dinero en cosas para su mansión, como tapas de oro para las tazas del baño, y un puesto de golf interior. El murió en una persecución policial cuando su Lamborghini se salió de un acantilado.
Nosotras estábamos más cerca de las puertas. El gruñido era tan ruidoso ahora que sacudió el piso en mis pies, pero yo todavía no podía averiguar de dónde provenía. Entonces, como a quince pies en frente de nosotros, la niebla verde brillaba. Parado justo donde el camino se dividía en tres caminos estaba un enorme monstruo sombrío. No lo había visto antes porque era mitad transparente, como la muerte. Hasta que se movió, se mezcló con lo que sea que estaba detrás de él. Solo sus ojos y dientes se veían sólidos. Y estaba mirando derecho hacia mí. Mi mandíbula colgó abierta. Todo lo que podía pensar en decir era, "Él es un Rottweiler." Yo siempre imagine a Cerberos como un gran mastín negro. Pero él era obviamente un Rottweiler pura raza, excepto por supuesto de que él era dos veces del tamaño de un lanudo mamut, casi invisible, y tenía tres cabezas. La muerte camino directo hacia el —sin nada de miedo.
Las filas de OPERADORA DE SERVICIOS se separaban a cada lado de él. Los espíritus de EZ MUERTE caminaban derecho entre sus patas delanteras y debajo de su vientre, cosa que podían hacer sin siquiera agacharse.
—Me temo que es porque estamos más cerca de estar muertos. —La cabeza del medio del perro se estiro hacia nosotros. El olisqueo el aire y gruño.
Se acercó más a nosotros, olisqueó de nuevo y su cabeza central, me lamió la cara, antes de levantarse y dejarnos pasar.
Pasamos bajo el letrero de: Muerte Rápida y una voz dijo: «Magia detectada, quédese donde está para ser arrestado»
Y nos arrojamos por Muerte Rápida, corriendo y buscando el palacio, entonces no noté como los dos objetos: El falso Casco de Invisibilidad y el falso Rayo Maestro, desaparecían de la mochila, solo corrí hacía el palacio.
