Separación II


Después de disfrutar de unos sándwiches de jamón y queso junto con una gaseosa, regresaron a sus asientos y continuaron charlando. Los temas dejaron de ser tan aleatorios como antes, lo cual tranquilizó un poco a Loid. Él habló de su trabajo y su rutina diaria, mientras que Yor compartió detalles sobre su empleo en el ayuntamiento y cómo ayudaba a las personas.

Cuando Loid mencionó que era huérfano desde la guerra y quiso saber más de Yor, esta se excusó para ir al baño.

—Emm, disculpe, joven —le preguntó alguien a Loid—. ¿Me podría decir la hora?

—Son las 20:36 pm, señor.

—Ah, muchas gracias —contestó el hombre y comenzó a avanzar, pero se detuvo—. Esto está por acabar, ¿no?

—¿Eh? Sí, supongo —dijo Loid sin entender a qué se refería. Supuso que era la espera para que se reanudara el servicio—. Dicen que solo falta sacar el cuerpo del camino.

—Claro, así se descansa.

Antes de que pudiera preguntar, el señor se alejó. Pensando que era una de esas personas que hablaban consigo misma, Loid volvió la vista al metro que se alejaba con destino al centro de Berlint. Era la quinta formación desde que prestaba servicio limitado y la espera continuaba en esa estación; el accidente parecía no haberse resuelto y ya iban a cumplirse las dos horas desde el suceso.

Yor llevaba quince minutos en el baño sin dar señales de que fuera a salir pronto.

Loid suspiró. Durante la comida, la tensión entre ambos disminuyó, y comenzó a apreciar a la auténtica mujer que le había levantado sus auriculares hacía un par de horas: alguien hermosa y jovial, pero con un gran carácter.

Sin embargo, algo seguía carcomiendo la mente de Loid y levantaba sus sospechas. Al principio, ella intentó decirle algo de suma importancia, pero que, debido a la manera en que él había comenzado a hablar de su vida, Yor desvió la conversación hacia la idea de ir por comida; cosa qué la tenía encerrada en el baño.

Decidiendo despejar su mente del misterio, Loid regresó para golpear la puerta del baño.

—Yor, ¿está todo en orden? —reiteró.

—Sí, Loid. Todo está bien, ya salgo —respondió ella.

—¿De verdad estás bien? Si quieres, puedo llamar a un empleado. Dijo que podíamos pedir su ayuda en cualquier momento.

Esta vez, no hubo respuesta.

—¿Yor…?

Silencio total.

—Yor, por favor, responde.

«Se les comunica a los pasajeros que la línea se encuentra con servicio limitado entre las estaciones General y Academia Edén debido a arrollamiento de persona. Muchas gracias».

Loid sacudió con fuerza la puerta y quiso forzar la manija, pero estaba bloqueada.

—¿Qué hay en ese baño que tanto quieres?

—¡Franky! —exclamó Loid. Tomó algo de distancia como para no levantar sospechas, pero por el rostro serio del empleado, supo que había fallado—. Una amiga está allí dentro por una comida que le cayó mal, pero ya lleva veinte minutos así.

Franky asintió.

—Bien, continúa.

—Le he dicho que podía pedirte ayuda, pero ella dice que saldrá pronto, aunque ahora no me responde —le explicó, su preocupación aumentando en cada oración—. ¿Crees que puedas hacer algo?

Ante la mirada de súplica de Loid, el empleado comenzó a reírse.

—Parece que captó tu interés —señaló Franky. Al ver la mirada asombrada de Loid y cómo su rostro se contrajo, continuó—. Debe ser extraño para alguien calmado como tú alterarte por una mujer bonita, ¿eh?

Loid se sonrojó.

—¡No, eso no es así, estoy preocupado por su salud!

—Porque te pareció bonita.

—No, eso no…

—Tu cara lo dice todo —se burló Franky, riendo aún más. Loid hizo un gesto incómodo como un niño pequeño—. No hay nada de malo en enamorarse a primera vista, ¿sabes? Nada está escrito, ni siquiera en momentos así.

Franky no estaba equivocado. Sin que se diera cuenta, Yor se había metido bajo su piel. Todo lo que Loid suponía sobre las mujeres, basado en malas experiencias, había sido destruido por los comentarios y una conversación sin sentido con alguien que le había devuelto los auriculares.

«¿Es posible enamorarme tan rápido por cosas simples?», se preguntó en silencio.

La forma en que se sentía al pensar en Yor le decía que sí.

—Tienes razón —reflexionó—. Hasta hace poco, solo quería volver y relajarme —suspiró con alegría—. Pero ahora creo que quiero conocer más a Yor —se carcajeó al final.

A diferencia de antes, Franky ya no sonreía. Estaba serio.

—¿No te has dado cuenta? —le preguntó.

—¿Eh? —Loid lo miró, sin entender.

El empleado cambió su postura, poniéndose muy rígido. Loid sintió una presión que había ignorado antes, atribuyéndole al hecho de llevar dos horas esperando para volver a su hogar y relajarse.

—Eres el joven del accidente —le dijo Franky y apoyó ambas manos en sus hombros con fuerza. El dolor se reflejaba en su mirada mientras miraba directamente a Loid—. Estás muerto.

Entonces, lo comprendió.

«¿Tenías algo importante que hacer?».

—Muerto, pero…

—Estamos aquí porque esto es como un lugar entre este mundo y el otro lado, ¿entiendes? —explicó el empleado—. Algunos lo llaman la Puerta antes del Paraíso o el Limbo. El punto es que dejaras este mundo con ayuda de ella —agregó y señaló a su costado.

De repente, Yor se manifestó con una especie de aura, y Franky lo sostuvo para evitar que se desmayara del susto.

—Pero —balbuceó Loid, sin creer lo que estaba pasando—. ¿Cómo es posible esto?

—No sé los detalles de tu muerte y por qué estabas distraído —dijo Franky—. Nuestra tarea es solamente retener a las personas hasta que acepten su muerte.

—Loid —susurró Yor, acercándose al doctor, tratando darle alguna especie de consuelo.

Loid la observó con confusión, intentando comprender las palabras que acababa de escuchar. La idea de dejar ese mundo y aceptar su partida le resultaba dolorosa. Aun así, Yor parecía hablar con una certeza que lo inquietaba.

—¿De verdad estoy muerto?

Yor asintió con tristeza, y una lágrima se deslizó por su mejilla.

—Sí, Loid. Lo siento mucho. Has pasado al otro lado.

—Pero ¿cómo…? —se preguntó de nuevo—. ¿Cómo es que…?

—Loid, cariño —dijo ella entre lágrimas y tomó su rostro entre sus manos—. Esas son cosas que no podemos saber en estas zonas de paso. Será Dios o algo más quien te muestre todo.

Él asintió, asimilando la realidad de su situación.

—Entonces, ¿qué se supone que debo hacer ahora? —preguntó Loid, mirando a los ojos de Franky y Yor con una expresión angustiada.

—Tienes que irte y aceptar que dejaste este mundo —explicó Franky con seriedad.

Yor le ofreció a Loid una sonrisa, tratando de transmitirle tranquilidad, pero él negó con la cabeza.

—No. No haré eso.

—No hay otra salida —añadió Franky, subrayando nuevamente su situación—. No puedes quedarte en este lugar.

Echó un vistazo a Yor, la mujer que había llegado a significar tanto en tan poco tiempo, con ojos suplicantes. Sus lágrimas reflejaban la desesperación y el miedo de perder lo que acababa de encontrar. Se aferró al último hilo de esperanza, deseando con todas sus fuerzas que no fuera el final.

—No puedo irme. Acabo de conocerte —confesó Loid, sollozando mientras se desplomaba entre las manos de la mujer—. Yor, sé que esto es muy pronto, pero te amo. Te amo y me duele mucho.

La sensación en la estación era angustiosa, como si el tiempo se hubiera detenido para presenciar ese momento crucial. Yor, con ojos llenos de compasión y amor, besó la frente de Loid. Aunque sabía que no podían cambiar el destino, deseaba poder quedarse con él.

Después, Yor levantó el rostro de Loid y lo besó. Aunque las lágrimas corrían, él le correspondió para intensificar la expresión de amor. Al pensar en la pregunta sobre si tenía algo importante que hacer, comprendió que eso había surgido no en la vida, sino en la muerte.

Darse cuenta de que deseaba una vida junto a Yor Briar, pero que ya no pertenecía al plano terrenal, fue un acontecimiento hermoso, pero amargo porque no podría vivir como pensó.

Ese era el inicio y el final. Ningún escenario hipotético era posible para él. Para ellos.

—¿Qué me pasará ahora? —se preguntó, separándose de Yor y viendo con seriedad a Franky.

A comparación de la expresión seria de antes, el empleado cargaba un rostro algo apagado.

—Por tu forma de vida y buenas acciones, vas a ascender. Eventualmente, podrás reencarnar y vas a olvidar todo sobre esta vida —le explicó—. Y considerando que ya percibiste tu muerte, es cuestión de tiempo para que desaparezcas de este plano.

—¿Cuándo sucederá…?

—Cuando lo decidan arriba —murmuró Franky, consumido. Había visto muchas personas no comprender su muerte, pero jamás conoció a alguien que se enamorará en ese lapso, sabiendo que iba a olvidarlo. Era un evento interesante, pero trágico—. Miren, hay otros a quienes debo atender y evitar que se enloquezcan. Yor, cuando él suba, no evites nada. Sabes cómo se ponen allá arriba si desobedecemos.

Con la advertencia de Franky resonando en su mente, Yor miró a Loid con determinación. Aunque el tiempo estaba contado, ella estaba decidida a hacer que sus últimos momentos fueran significativos.

—No sé cuánto tendremos, pero me gustaría estar contigo.

Loid asintió, sintiéndose agradecido por tener a Yor a su lado en este momento tan peculiar. Aunque la sombra de la inevitable transición estaba sobre ellos, decidió sonreír.

—Si te hubiera conocido antes, te hubiera llevado a comer más que un sándwich.

—¡Oh, Loid! —exclamó ella con una sonrisa que le hizo soltar algunas lágrimas—. Eso estuvo bien.

—¿De verdad? —preguntó Loid levantando una ceja con curiosidad—. Me hubiera gustado cocinarte.

—¿Sabes cocinar? —se asombró Yor.

Loid asintió y comenzaron a hablar en aquel extraño plano entre la vida y la muerte. Cada risa, cada mirada, se convirtió en un tesoro mientras se enfrentaban al inminente olvido.

A medida que se alejaba, Franky vio cómo Loid y Yor se demostraban el mayor afecto que se tenían. Eso lo hizo refunfuñar de frustración, pensando que ninguna buena historia debía concluir de esa manera.

—Oye, ¿no crees que podrían hacer algo? —exclamó, mirando al cielo. A pesar de las limitaciones, siempre encontraba maneras de desafiarlos—. Loid solo quería descansar en casa, ¿verdad? —dijo, sin esperar una respuesta inmediata—. Podrían cambiar la situación. Tal vez haya una forma de hacer que las cosas sean diferentes.

Como era de esperar, no hubo nada que pudiera interpretarse como una respuesta. Franky, con su identificación de empleado en su lugar, continuó con los eventos de la estación.

«Se les informa a los pasajeros que la línea ha vuelto a su servicio normal entre las cabeceras. Muchas gracias».


Nota de la autora: ¡Y así termina esta historia doble! No me esperaba hacer este tipo de actualización, pero resultó interesante y un buen ejercicio en lo respecta a otros géneros para escribir.

Quiero avisar que nos estamos acercando a la última actualización y que creo que llegará el siguiente domingo.

Ciao.