Capitulo 31 Final parte II
Bella 21 años
—¿Dónde está mi esposo? —pregunté, insegura de saber.
—Los bomberos acaban de retirar el cuerpo del auto, no fue una tarea fácil. Ahora mismo está en la camilla de ahí, esperamos la autorización para trasladarlo.
Caminé como autómata hacia la camilla, necesitaba verlo, saber que estaba bien.
—Bella, espera —Charlie trató de detenerme, pero yo ya había llegado a la ambulancia.
—Necesito ver a mi esposo —le pedí a la paramédico que estaba ahí.
—No creo que sea una buena idea, señora.
—No le pregunté si era buena idea o no. Le dije que quiero ver a mi esposo.— dije desesperada
—Ya que insiste—La paramédico abrió lentamente la bolsa negra, revelando el rostro maltrecho de Edward. Su piel pálida estaba marcada por numerosos golpes, y dos cortes profundos en la ceja y el labio añadían una brutalidad adicional a su apariencia. El cabello despeinado y empapado por la lluvia caía desordenadamente sobre su frente.
Los ojos de Edward, generalmente llenos de vida y luminosidad, estaban ahora cerrados, como si estuviera sumido en un sueño profundo.
—Edward —le hablé, pero él seguía inmóvil con los ojos cerrados—. Edward, por favor, despierta —le rogué—. ¡Edward! No, no, no, por favor, mi amor, despierta —y ahí me quebré, comencé a llorar histéricamente sobre su cuerpo frío y húmedo— no puedes irte, no, no , puedes dejarnos.
—Señora, por favor —la paramédico trató de alejarme de él, pero se lo impedí.
Sus labios, que solían esbozar sonrisas reconfortantes, estaban ahora sellados en un silencio permanente. La palidez de su piel contrastaba con la intensidad de los moretones que marcaban su rostro, como una cruel manifestación del violento encuentro que le había arrebatado la vida.
Mi corazón se desgarró al observar cada detalle, cada herida que contaba la historia de su último momento. La expresión apacible que solía adornar su rostro estaba ahora cubierta por la sombra de la tragedia. La realidad se instauraba en mí, recordando que aquel hombre que tanto amaba ya no estaba aquí.
Mis lágrimas caían sin cesar, un sollozo desgarrador escapaba de mi garganta mientras aferraba la mano fría de Edward
—¡Edward, despierta! ¡No es gracioso! ¡Edward! ¡Despierta! ¡Edward!—grité, pero él yacía allí, inmóvil, en una escena que parecía escapar de cualquier lógica o razón.
Mis manos temblaban mientras trataba de limpiar la sangre de su rostro con mi suéter, como si pudiera borrar los vestigios de la brutalidad que había sufrido. La lluvia persistente añadía una capa más de desolación a la escena, empapando su ropa y acentuando la tragedia que se cernía sobre nosotros.
—Edward, por favor, por favor, no puedes dejarme—murmuré, mi voz quebrada por la desesperación—. Despierta, despierta, mi vida, por favor, ¡Edward!¡Edward! ¡Edward!¡Edward!, despierta, te lo ruego no me dejes
Charlie, impotente, observaba la escena. El paramédico intentaba tranquilizarme, pero mi dolor era incontenible. Aunque sabía que ya no podía despertarlo, algo en mí se aferraba a la esperanza de que este era solo un mal sueño del cual pronto despertaría.
Bella 27 años
Al día siguiente, todos volvieron y en cuanto vi a mi hija, no pude contenerme. La tomé entre mis brazos y la abracé mientras sollozaba desconsolada. Después de un tiempo, nos dieron privacidad.
—Te amo, eres lo mejor que me ha pasado en la vida. Jamás olvides cuánto te amo. Tienes que prometerme que serás una buena niña —le susurraba. Ella estaba un poco confundida al principio, pero poco a poco fue comprendiendo lo que pasaría y se unió a mi llanto.
—Te amo, mami, por favor, no te vayas —me rogaba.
—Iré con tu papá. Ha estado solo por un tiempo, y tengo que ir a cuidarlo.
—¿También te voy a olvidar como a él? —me preguntó asustada.
—No, jamás me olvidarás, como yo jamás te olvidaré.
—¿Cómo era él, como era mi papá? —me preguntó, sus ojitos llenos de curiosidad y melancolía.
—Papi era alto, como un gigante bueno que siempre te protege. Tenía el pelo del color de las hojas de otoño, así, como las que recogemos juntas en el parque —le expliqué, acariciando su cabello rizado, que era ligeramente más oscuro que el de mi Edward
—¿Y sus ojos? —preguntó con esa inocencia única de los niños.
—Tenía ojos verdes, como las esmeraldas más brillantes que puedas imaginar. Cuando te miraba, podías ver todo su amor y sabiduría en ellos.
—¿Igual a los míos?— asentí—¿Era amable? —inquirió con una sonrisa tierna.
—Sí, mi amor, papi era la persona más amable que puedas conocer. Siempre tenía palabras dulces y gestos cariñosos para todos a su alrededor.
—¿Cómo era su sonrisa? —preguntó mientras imitaba una amplia sonrisa con sus pequeños dientes.
—Su sonrisa era mágica, como un rayo de sol en un día nublado. Iluminaba todo a su alrededor y nos hacía sentir felices.
—¿Y papi era listo? —preguntó, frunciendo el ceño como si estuviera pensando en algo importante.
—¡Oh, sí! Papi era muy, muy listo. Siempre quería aprender cosas nuevas y compartía ese conocimiento de una manera que todos pudieran entender.
—Ojala lo pudiera recordar— suspiro con añoranza
—Mi amor. Papi estará contigo siempre, en tu corazón. Aunque no lo veas, siempre te cuidará y te guiará. Y si alguna vez necesitas recordar cómo era, solo cierra los ojos y escucha en tu corazón. Papi siempre estará allí, como un angelito en el cielo.—Edward era el amor de mi vida, el compañero de todas mis aventuras y el padre amoroso de Renesmee, aunque ella no lo recordara.
Después llegó el momento de despedirme de papá y de Sue.
—Bella, mi niña, ¿cómo estás? —preguntó entre lágrimas Charlie mientras sostenía mi mano.
—Todo está bien, papá —dije haciéndome la fuerte. No quería lastimarlo más de lo que ya lo había hecho.
—Cuidaremos a Remy —me prometió Sue—. Ella está en buenas manos, cariño.
—Lo sé, gracias, muchas gracias, Sue.
—Tus hermanos quieren despedirse de ti —me dijo tímidamente.
—Yo también quiero. —Jacob entró seguido de Leah en un silencio tenso—. Gracias por haber venido, significa mucho para mí. Fui la primera en hablar.
—Lo... lo siento mucho, Bella. Es una pena que todo termine así —me sorprendieron las palabras de Leah.
Jacob miró al suelo, como si buscar las palabras adecuadas fuera una tarea imposible. Finalmente, levantó la mirada y dijo con sinceridad:
—Bella, sé que las cosas entre nosotros han sido complicadas, pero quiero que sepas que lamento mucho lo que ha pasado. Ojalá las cosas hubieran sido diferentes.
—Gracias, Jacob. Aprecio tus palabras —respondí con cautela, reconociendo la rareza de la situación. Leah, aunque con menos palabras, expresó su pesar:
—Siento mucho lo que estás pasando, Bella. Nadie debería tener que enfrentar esto— Asentí, agradeciendo por dentro la muestra de compasión.
—Cuida de ti misma, Bella. Y de Remy —dijo Jacob, apretando levemente mi hombro antes de salir junto con Leah. La puerta se cerró detrás de ellos, dejándome con un nudo en la garganta. Miré a papá y a Sue, quienes me rodearon con un abrazo silencioso pero reconfortante.
—Hija, recuerda que siempre estamos aquí para ti —dijo Sue con cariño.
—Te queremos mucho, Bella. No estás sola en esto —añadió papá.
Emmett entró con una computadora poco tiempo después.
—Hola, mira quién quiere saludarte —dijo poniendo la laptop en mis piernas. Del otro lado, Rosalie y dos hermosas bebés me saludaban.
—Rose —dije con una gran sonrisa.
—Oh, dios, Bella —no pudo contener el llanto al verme.
—Lo sé, mi peinado es horrible —traté de ía perfectamente como lucia.
—Lo siento, pensé que era lo suficientemente fuerte.
—Bella —Emmett tomó la palabra por su esposa—. Te prometo que cuidaremos a Renesmee como si se tratara de una de nuestras hijas.
Rosalie asintió con la mirada aún empañada por las lágrimas.—Gracias, chicos. Sé que Remy estará en buenas manos con ustedes —dije con gratitud.
La videollamada continuó, compartiendo risas y anécdotas que nos ayudaron a distanciarnos momentáneamente de la tristeza que nos rodeaba.
Finalmente, la hora de visitas terminó y Harry entró a la habitación. Desde que había despertado, él había mantenido su distancia conmigo, sabía que le debía una disculpa.
—Harry, lo siento tanto, lo lamento —empecé, pero me interrumpió enojado.
—¿Tú lo lamentas? —me increpó—. Yo realmente lamento haberte conocido —sus palabras me lastimaron mucho, pero las merecía—. ¿Sabías que estabas embarazada? —me reclamó.
—¿Qué? Yo, no, no puede ser —dije confundida.
—Estabas embarazada de mi bebé y ¡lo mataste! —gritó.
—Lo siento, yo no lo sabía, tomaba pastillas anticonceptivas, debieron fallar —traté de explicarle.
—¿Por qué, Bella? ¿No querías un hijo mío? ¿No querías un niño con mis ojos, con mi cabello? ¿No querías un hijo que no fuera de él? —dijo con amargura.
—No, no es así. Después de lo que he pasado, no quería más hijos.
—Oh, hablas de tu primer hijo, Edward James —me quedé muda, no se suponía que él supiera eso.
—¿Cómo?
—Durante el tiempo que no has estado, he descubierto todas tus mentiras. ¿Cómo has podido mentirme con tanta facilidad?
—Harry, yo... —no sabía qué decir, no tenía idea de cuánto sabía él. La tensión en la habitación era palpable mientras ambos nos enfrentamos a una verdad incómoda.
La habitación se llenó de un silencio pesado, solo interrumpido por las palabras dolorosas que flotaban en el aire. — Mi vida ha sido muy difícil, y no estoy justificándome. Es solo que eso fue antes de ti. No quería que cargaras con toda mi mierda —traté de explicar, aunque sabía que no había excusa para mis acciones pasadas.
— Pero he cargado con ella, todos estos años sin saberlo. Pensé que de verdad me amabas —respondió Harry con voz entrecortada por la decepción y el dolor.
— Lo siento, Harry. No hay excusa para lo que hice. Estaba perdida, rota, y cometí errores que nunca podré enmendar. Pero te amo, más de lo que puedo expresar con palabras. No puedo cambiar el pasado, pero quiero estar aquí contigo el tiempo que me queda—le dije sinceramente, buscando desesperadamente alguna forma de reparar el dañ me miró con ojos llenos de dolor, y en su mirada encontré una mezcla de ira, tristeza y una profunda sensación de traición.
— No sé si puedo superar esto, Bella. No sé si puedo seguir amándote después de todo lo que he descubierto —confesó con honestidad, dejando en el aire la incertidumbre de nuestro futuro juntos. La habitación se sumió en un silencio incómodo mientras ambos procesábamos la magnitud de la verdad revelada y las consecuencias de mis acciones.
—¿Aún cuidarás a mi hija? —pregunté con cautela—. ¿O tu odio por mí se extiende a ella? —Acababa de darle la custodia de mi hija, pero esto cambiaba todo.
Harry suspiró profundamente antes de responder; su expresión revelaba la complejidad de sus sentimientos.
— Renesmee es un tema aparte. Jamás podría odiarla. Ella es inocente, no tiene que sufrir más por tus errores —dijo con sinceridad.
Una mezcla de alivio y tristeza se apoderó de mí al escuchar esas palabras. Harry aún tenía un corazón compasivo para con mi hija.
— Gracias, Harry. Aprecio que, a pesar de todo, puedas separar a Renesmee de nuestras complicaciones —le dije con gratitud. — Espero que algún día puedas perdonarme. Te amé de verdad, de una manera única, porque tú eres muy especial y siempre tendrás un lugar en mi corazón.
— Cuidaré a Renesmee, porque sin importar las circunstancias, ella es mi hija y siempre lo será —añadió con determinación antes de salir por la puerta. Sin voltear, dijo con voz firme: —Si ese lugar es junto a él, puedes quedártelo.
La puerta se cerró, dejándome con una mezcla de emociones. Traté de dormir, juro que lo intenté. Estaba muy cansada después de las emociones del día, pero no quería desperdiciar mi poco tiempo en dormir. Alrededor de las 3 am, Jacob apareció en mi habitación.
—¿Hola? —le dije confundida.
—Bella, tenemos que hablar, yo tengo que hablar —dijo nervioso—. Tengo que decirte esto, lo he estado ocultando tanto tiempo y no puedo seguir mintiendo.
— ¿Jacob, qué sucede? —su tono me estaba asustando.
— La... la noche que Edward murió, ¿la recuerdas? —suspiró—. Cuando salí de tu casa estaba ciego por la ira, el rechazo, tenía el corazón roto —me explicó desesperado—. Tienes que saber que jamás fue mi intención hacerte daño, siempre he querido que seas feliz.
— Jacob, habla claro —le exigí. Me estaba abrumando demasiado y no me sentía muy bien para soportarlo.
— Fui a un bar, bebí un par de cervezas y entonces empecé a despotricar de Edward y de ti. Unos tipos se ofrecieron a darle un susto por un par de dólares, pero entonces todo salió mal —dijo sin mirarme a la cara.
— Tú... —susurré con odio—. ¡Tú lo mataste! —le grité mientras me levantaba. Tenía que golpearlo, hacerlo pagar. Él había matado a Edward. Sabías cuánto lo amaba y aun así —dije con rabia.
— Bella, cálmate —trató de regresarme a la cama, pero no se lo permití.
Luchaba contra la ira y el dolor, y mi corazón latía con fuerza desbordante. De repente, un dolor agudo atravesó mi pecho, y mi respiración se volvió entrecortada. Jacob, al ver mi angustia, dejó de insistir y se acercó, preocupado.
—Bella, cálmate, por favor —rogó, tomando mi mano.
Pero el dolor persistía, intensificándose con cada latido acelerado de mi corazón. Mi visión se volvió borrosa, y la sala comenzó a dar vueltas. Intenté hablar, pero solo logré emitir un susurro ahogado.
—Llama a una doctor, algo no está bien —murmuré con esfuerzo, sintiendo cómo mis fuerzas se desvanecían.
Jacob reaccionó rápidamente y salio a buscar a un doctor. Mientras esperaba ayuda, me aferré al borde de la conciencia, pero la oscuridad se apoderó de mí.
Después de ese arrebato de dolor y oscuridad, de repente, me encontré en un lugar luminoso y sereno. Una playa extendiéndose hasta donde alcanzaba la vista, con olas suaves acariciando la orilla. Al levantar la mirada, lo vi. Edward estaba allí, con una expresión de amor en sus ojos esmeralda. Corrí hacia él, y antes de que pudiera entenderlo, me encontré en sus brazos. Un abrazo que trascendía el tiempo y el espacio. Las lágrimas de alegría y alivio se mezclaron con las risas mientras nos sosteníamos mutuamente.
—He esperado mucho por ti—, susurró Edward, su voz resonando como una melodía familiar. —Por fin estaremos juntos para siempre.
Me miró con ternura y me envolvió en un beso que sellaba la eternidad. Todo el dolor y la tristeza se disolvieron en ese momento, dejando solo una calma inmensurable. En ese abrazo y beso, comprendí que esta playa, en este momento, era nuestro paraíso compartido, donde no existían las despedidas y el amor perduraba más allá de los límites del tiempo y la mortalidad. Juntos, abrazados por la eternidad, empezamos nuestro viaje en ese rincón atemporal del universo.
FIN
Bella 21 años
A partir de ahí, el tiempo pareció ir más lento, y creo que estaba bien, ya que me sentía agotada. Charlie y nuestro abogado se encargaron de todo. El entierro se haría en nuestro estanque, bajo el mismo roble donde habíamos enterrado la memoria de nuestro hijo que jamás conocimos. Los padres de Edward vinieron para el funeral, al igual que Emmett y su novia.
En cuanto Esme me vio, sus ojos destellaron enrabietados y su mano se estrelló contra mi mejilla en un sonido de bofetada que resonó en la habitación. Ni Emmett ni Charlie pudieron detenerla; sus golpes físicos no me afectaron, mi cuerpo estaba entumecido por dentro, pero sus palabras, afiladas como cuchillas, calaron hondo en mi alma.
—¡Tú deberías estar dos metros bajo tierra, no mi hijo! —gritó Esme con una furia que eclipsaba sus ojos. Emmett, con firmeza, la alejó de mí.
—Lo sé— murmuré con amargura, aceptando las palabras justificadas de Esme como una cruel verdad ineludible.
Carlisle, visiblemente afectado, se acercó, pero evitó encontrarse con mi mirada.
—Lo siento mucho, Isabella—, dijo con una voz llena de pesar.
Alice, en su usual expresión imperturbable, simplemente siguió a su padre sin pronunciar palabra alguna, dejando que el silencio pesara en el aire.
Papá, con preocupación marcada en sus ojos, se acercó a mí y me abrazo.
—¿Hija, estás bien?—preguntó con una mezcla de ansiedad y dolor en su voz.
—Así es, papá. No es nada—, respondí sin darle importancia, mi atención estaba puesta en otra cosa: —¿Dónde está mi hija?
—Sue la traerá en un segundo—, informó papá, pero su voz estaba cargada de una tristeza compartida. Mientras esperaba la llegada de Renesmee, el silencio se apoderó del lugar, solo roto por el susurro de los lamentos internos y las lágrimas reprimidas que amenazaban con desbordarse en cualquier momento.
Después de ese episodio, me limité a cargar a Renesmee mientras todos me daban sus algún momento, Alice se sentó junto a mí, y el silencio entre nosotras se llenó de la ausencia de Edward. Remy, jugaba con sus pequeñas manos, ajena a la tristeza que la rodeaba.
—No puedo creer que tengo una sobrina —dijo Alice, mientras jugueteaba con las manos de Remy—. ¿Cuántos años tiene?
—Hoy está cumpliendo 2 años —respondí, conteniendo las lágrimas que amenazaban con escapar ante el simple pensamiento de que Edward no estaría aquí para celebrar el cumpleaños de nuestra hija.
—¿Puedo cargarla? —preguntó, y en un instante, me aferré aún más a mi bebé y negué con la cabeza. No estaba lista para soltar a mi hija, era lo único que impedía que me desmoronaba.
—Tiene los ojos y el cabello de Edward —cambió el tema.
—Sí, es idéntica a él —respondí con un nudo en la garganta, incapaz de pronunciar su nombre sin que una parte de mí se desgarrara por dentro.
Alice, evidentemente afectada por la tristeza en la habitación, confesó entre lágrimas
—Sabes, he estado intentando recordar su voz, pero no logro hacerlo. ¿Qué fue lo último que te dijo?
Mi mente retrocedió a ese último recuerdo vívido. Edward, impecable en su traje, con esa sonrisa que me derretía el corazón. "Te amo, Bella. Cuida a mi luciérnaga, volveré pronto y traeré la cena de ese restaurante italiano que adoras", sus palabras resonaron en mi mente, y una mezcla de amor y dolor se apoderó de mí.
—Me dijo que traería la cena —dije en medio de lágrimas, guardando para mí el resto, la parte donde juró volver.
—Lo siento mucho —murmuró Alice entre sollozos—. Siento tanto haberme peleado con él por ti. ¡Dios! — podía sentir el peso de la culpa en cada una de sus palabras — Soy tan estúpida. Debió contestar sus llamadas, comprar su nuevo libro— se fue sin decir más
El funeral continuó en un silencio interrumpido por los sollozos.
Al terminar la ceremonia, el sacerdote me pidió que dijera unas palabras. Mis piernas temblaban al acercarme al improvisado púlpito, sosteniendo un ramo de rosas blancas, en mi otra mano. Renesmee, aún sin entender la magnitud de la tragedia, me miraba con ojos curiosos.
—Edward —comencé, luchando contra las lágrimas que amenazaban con ahogar mis palabras—. Fuiste más que solo mi esposo; fuiste mi mejor amigo, mi cómplice, mi compañero, mi luz en la oscuridad. Eres mi vida, mi amor eterno. Tu partida deja un vacío imposible de llenar, y no sé cómo voy a continuar sin ti —en ese momento, mi voz se quebró y las lágrimas rodaron por mis mejillas, la desolación pintada en mi rostro—. Siempre serás mi anhelo, mi suspiro en la oscuridad. Cuida de E.J mientras yo cuido a nuestra luciérnaga. Y jamás olvides que te amaré por toda la eternidad. —Finalicé mi discurso colocando el ramo de flores encima del ataúd
El silencio pesado que siguió se rompió con un sollozo apagado de Renesmee, incapaz de comprender la tristeza que envolvía el aire.
Después, Emmett tomó la palabra con una solemnidad que resonó en los huesos, su voz ronca temblaba con la tristeza que compartiamos:
—Edward, hermano, tu recuerdo seguirá vivo en las personas que tanto amaste. Cada rincón de esta casa, cada rastro de tu risa, será un recordatorio constante de lo que fuiste para nosotros.
Carlisle habló inmediatamente después, con una voz cargada de nostalgia y amor:
—Edward, saluda a tu madre por mí y dile que jamás he dejado de amarla. Que encuentres la paz en el más allá, donde quiera que estés.
El aire se volvió aún más denso cuando Esme, enojada y dolida, expresó su pesar:
—Edward, deberías estar aquí — su voz temblorosa por la furia contenida. Su expresión de ira se mezclaba con la tristeza
Carlisle y Emmett, aún controlando a Esme mientras lidiaban con su ira contenida, me miraron con compasión. El roble, testigo de nuestras alegrías y penas, ahora se convertía en el guardián de Edward en su último descanso.
Mientras cada palada de tierra caía sobre el ataúd, sentí que mi mundo se sumía en una oscuridad eterna, cada palada parecía enterrar un pedazo de mi propia vida entera estaba ahí con él, se había llevado todo de mí. Quería irme con él, abandonar este mundo que ahora carecía de sentido sin su presencia. La tierra que sepultaba sus sueños compartidos conmigo parecía también sepultar cualquier rastro de esperanza en mi corazón destrozado.
Renesmee, ajena a la gravedad del momento, continuaba jugando en la distancia, y esa imagen, agridulce en su inocencia, sólo aumentaba la cruel realidad de mi pérdida.
Cuando Carlisle y Emmett finalmente completaron la tarea de sellar el ataúd en la fría tierra, pude sentir que, en ese mismo instante, mi deseo de seguir viviendo se desvanecía. Anhelaba unirme a Edward en el reino más allá de esta oscura realidad.
FIN
Dios, no puedo creer que finalmente haya terminado. He entregado una gran parte de mí a esta historia y a mis lectores. Muchas gracias a todes por el apoyo. Espero que lo hayan disfrutado tanto como yo. Este viaje creativo ha sido increíble, y me llena de gratitud poder compartirlo con ustedes. ¡Hasta la próxima aventura literaria!
Habrá un epílogo desde la perspectiva de Renesmee varios años después de los sucesos de esta historia, se llamará "Luciérnagas en la oscuridad". Les dejo un pequeño adelanto:
La historia es un viaje personal para Renesmee, la hija de Bella y Edward. Tras perder a sus padres, se sumerge en un proceso de autodescubrimiento y enfrenta complicadas relaciones familiares, especialmente con Harry, su nuevo padre. A medida que desentraña secretos oscuros, se ve obligada a confrontar el perdón, la pérdida y a construir su propia identidad. La narrativa explora temas de amor, trauma y valentía, llevando a Renesmee a través de un viaje emocional para encontrar su propio camino en la vida.
"Ser una niña" realmente apesta, todo el mundo te miente y te tratan como una verdadera idiota solo para protegerte, pero hoy finalmente cumpliré 21 años, dejaré de ser una niña. Además de tener acceso a la herencia de mis padres biológicos, el notario me leerá su testamento, desenterrando secretos y revelando la verdad oculta tras la imagen perfecta de mi familia. A medida que me adentro en este nuevo capítulo, descubro que la transición a la adultez trae consigo desafíos y revelaciones que cambiarán mi vida para siempre.
