"Maes Hughes".

Decir que Roy Mustang estaba congelado era quedarse corto, con la boca repentinamente seca su respiración se detuvo y si no estuviera seguro el diría que su corazón también, después de lo que pareció una eternidad pero no pudieron ser más que unos segundos la verdad continuó hablando.

"Ve a ese mundo y elimina al hombre que quiere desafiar a la muerte, a pesar de condenar a su mundo y cierra la brecha que extrae la energía de mi reino, a cambio volverás aquí cuando termines, con la misma edad, sin heridas, tu peaje estará saldado y puedes llevarte a Maes Hughes ¿es un trato alquimista de fuego?" pregunto la verdad de forma burlona extendiendo su mano hacia él.

El lo miro, podía saber, estaba seguro que era un trato con el diablo, no podía ser otra cosa, pero eso no lo detuvo, consciente o inconsciente, él sabía que la decisión se tomó en cuanto Maes se unió a la ecuación, su mano estrechó la de la verdad sin mas palabras, iría al infierno y de regreso si eso le daba a su amigo y motor de regreso.

"Oh, y esos humanos le llaman magia a mi energía, ¡suerte!" dijo la verdad con alegría mientras la puerta detrás de Roy se abría.

"¡¿Que-"

Sin mas el fue jalado hacia el vacío negro detrás de la puerta, sintiendo como el conocimiento era forzado en su cabeza sin tiempo para procesarlo, oprimiendo su cerebro hasta el limite, llegando a sentir que se perdía en el conocimiento, cualquier pensamiento que intentara tener era callado entre ecuaciones, idiomas, historia, como si mil voces gritaran dentro de su cráneo, hasta que tan pronto como empezó, termino con el al caer en un callejón encima de alguien que se quejo bajo el.

"Estás pesado" Comentó una voz familiar que hizo que Roy olvidara todo y volviera su vista al hombre.

Con los ojos abiertos y a punto de colapsar, el no podía hacer mas que buscar algo que le diga que no es el, el Hughes que lo molesta con fotos de su esposa, el que llama a diario para contarle de su hija, quien no lo deja de molestar para sentar cabeza y lo acompaña al bar para recordarle que tiene que salir.

Pero todo está ahí, su tonta barba, sus lentes mal colocados (seguramente por la caída), su pelo revuelto y esa sonrisa que llega hasta sus ojos verdes que parecen destellar… *demasiado tiempo conviviendo con Armstrong* Roy almacena esa observación al fondo de su mente mientras era recibido por un abrazo que por primera vez en mucho tiempo no se negó a regresar con el doble de fuerza.

Escuchó un quejido de su amigo pero no podía importarle, está ahí, completo, vivo… vivo, no a tres metros bajo tierra, jodidamente vivo y respirando.

"Awwww ¿me extrañaste?" Dijo Hughes en tono burlón.

"Cállate" le contestó sin soltarlo, siendo recibido por una risa, sintió como el pecho de Maes temblaba con la misma y de nuevo era como si hubiera pasado una década desde que lo escucho y más tiempo aún desde que sus hombros se sentían tan ligeros.

Luego de unos minutos ambos hombres se levantaron y miraron el callejón en donde se encontraban.

"¿Eso te dijo por qué estamos aquí?" preguntó Roy luego de dejar el silencio más de lo que le hubiera gustado.

"Nop" dijo simplemente con humor.

"Bueno por una vez se más que tú" bromeó aún asimilando la situación, pero sintiendo todo tan irreal que necesitaba estar en piloto automático hasta poder asimilar todo de nuevo.

Escuchar de nuevo su risa hizo que su sonrisa también se ensanchara sin su permiso, pero volvió su vista al callejón "Vamos a tener que empezar de cero" Comentó contemplativo.

"Genial, podemos imitar los viajes de Ed y Al, yo soy Al, no destruyas un edificio y estaremos bien"

Poniendo los ojos en blanco Roy finalmente niega y ríe acompañando a su amigo a la salida del callejón mientras ambos limpian sus uniformes de la suciedad.

"No estoy siendo full metal" él contesta mirando afuera y luego a ellos, dándose cuenta de que no son la mejor imagen, dos hombres uniformados cubiertos de sangre, recordando así el dolor de sus manos al ser atravesadas por los espadas de Bradley.

"Lo pondría en duda, tienen el mismo carácter" regresa Hughes mientras su mirada recorre la calle.

"Vete a la mierda" Roy recibe una carcajada en respuesta mientras ambos vuelven al callejón "Quédate quieto".

El ordena sin esperar respuesta mientras se quita sus guantes destrozados y los guarda en su bolsillo antes de, de forma dudosa, imitar la acción que vio tantas veces hacer a su subordinado mas joven, aplaudiendo y tocando el pantalón de Hughes, cambiándolo a un pantalón de vestir negro completamente pulcro, tomándose solo un segundo para asombrarse y con la mirada ahora calculadora de su amigo sobre el, no tardo en vestirlo con una camisa azul oscuro y un saco trasmutado desde su antigua ropa, siendo plenamente consiente como ignora a su amigo para terminar esa tarea.

Repitiendo el proceso sobre él, hasta estar vestido con una camisa blanca, pantalón y gabardina negra.

"Hiciste una transmutación humana" afirmó Hughes de forma seria.

Él le devolvió la mirada algo frustrado "No exactamente".

Ambos se miraron por un momento, los ojos calculadores de Hughes se clavaban en él, fuera de práctica él consideró ceder ante esa mirada, pero no se lo permitió.

"¿Quedaste atrapado en medio de una?" pregunto preocupado.

"Eso es más cercano a lo que sucedió, pero será más fácil ponerte al día en otro lugar o al menos mientras buscamos donde dormir".

Ambos hombres hicieron un acuerdo silencioso con eso antes de salir del callejón y caminar en medio de la noche a algún lugar.

Con la calle vacía pero ambos razonablemente paranoicos se mantuvieron en silencio la mayoría del tiempo, solo haciendo señas para comunicarse algún lugar de interés futuro como una tienda de conveniencia o una biblioteca.

Llegaron a un hotel de mala muerte, pero ninguno de los dos tenía la energía para quejarse, tomaron eso como una victoria cuando no les cobraron en la entrada, solo preguntando cuántas noches planean quedarse.

En un rápido intercambio llegaron a la conclusión de que tres eran suficientes, tomando la llave ofrecida y yendo al departamento de dos habitaciones.

Roy estaba muy dispuesto a hundirse en la cama y no despertar hasta que los corrieran dentro de tres días, pero Hughes lo arrastró a un sofá viejo, trayendo una sábana y ordenándole hacer vendas con eso.

A regañadientes él hizo los vendajes que Hughes no tardó en usar para tratar sus heridas en las manos, forzándolo a contarle la situación mientras se encargaba de eso, Roy no estaba tan sorprendido de que su amigo se diera cuenta de las heridas, rindiéndose en esa batalla para empezar a hablar.

Para cuando terminaron ambos estaban lo suficientemente cansados mental y físicamente como para separarse y desmayarse en sus respectivas camas.