Punto y aparte.

Lunes.

Caminaba hacia la cocina, arrastrando su pantalón de pijama escarlata y sin camisa, tomo el calderito más pequeño que encontró en la alacena. Lo lleno de agua y después lo puso sobre la estufa. Busco el café con la mirada en una repisa por encima de su cabeza, al encontrarlo le echo dos cucharadas de este y tres de azúcar al agua. Trato de prender la estufa, pero al darse cuenta que el gas estaba apagado se dirigió a la llave que estaba a su derecha, en una pared un poco lejana. Prendió el gas y después fue nuevamente a prender la estufa; sabía muy bien que podía hacerlo con magia, pero tantos años de hacerlo así en la casa de sus tíos daba cierto efecto en él, además así sabía mejor, más real. Espero que hirviera lo suficiente, recostado a la encimera con una galleta de la canasta de comida que enviaba Molly a la semana. Se quedó mirando el fuego, en como la brisa hacía se moviese lentamente, vio el azul que estaba en la punta y el amarillo casi anaranjado que se notaba en la superficie, miraba también el cómo cerca del fuego un papelito se consumía y pensó en cómo él quería fundirse en el fuego y entrar en él y ser parte de él y, y…Sintió el olor del café, ese que te decía que ya estaba listo. Lo sirvió en una taza blanquita, blanquita. Parecía el cielo, pensó. Bebió el café con trocitos de pan sentado en un sillón mullido, de diseños extraños, en la sala del número doce de Grimmauld place. Absorbía el olor del café y se deleitaba con ese vapor que le pegaba en la cara. Al terminarse los pedacitos de pan, se tomó el café con un poco de urgencia. Llegaría tarde a su cita sino se apuraba y Daphne odiaba que llegara tarde a sus citas. Se levantó del sillón despacio, porque, de cierto modo, siempre pensaba que se caería si lo hacía muy rápido.

Se alisto, con una de esas extrañas túnicas que Kreacher le daba de vez en cuando y lo obligaba a usar. Se acercó a la chimenea, tomo los polvos flu, dijo la dirección fuerte y claro y en un momento estaba en la sala de esperas de un local pequeñito ubicado en el callejón diagón. Espero a que la doctora lo llamase, puesto que esta no tenía secretaria. Por un tiempo Harry pensó en buscarle una, pero por alguna razón extraña nadie aceptaba el puesto. La mujer salió de una puerta a su izquierda, le hizo una seña para que pasara y este se levantó. Entraron al consultorio y Daphne lo invito a sentarse en un sillón de tres plazas frente a una mesita y una silla que parecía bastante incomoda.

- ¿Cómo has estado, Harry? –

-Es principio de semana, no me han llamado para hacer un discurso de salvador mágico en el centro del Londres mágico y sigo vivo, así que bien- Harry le sonrió con los labios y le recibió las galletas que esta le ofrecía.

-Eso suena agradable, ¿has hablado con tus amigos? –

-Ron y Mione están ocupados por el embarazo, pero hablamos- dejo salir las palabras de a poco –a veces-

-Trata de verte más con ellos-

-Umjum-

-Y…sobre lo que me comentaste; esta en Francia con su madre-

-Gracia, por eso-

-Siempre es un gusto, Potter- y esa sonrisa con que lo miraba es lo que lo hacía ir allí todos los lunes por la mañana, pues lo hacía sentir seguro, entendido.

󠄀

-Harry- decía con voz melosa Hermione acercándose a él con los brazos abiertos - ¿Por qué siempre llegas tarde cuando nos encontramos los lunes? - replicaba su amiga estrechándolo en sus brazos. Ron estaba en sillón más atrás comiendo galletas, también enviadas por Molly.

-Compañero- saludo el otro hombre - ¿ya te decidiste por volver al escuadrón de Aurores? – Hermione lo miro con el ceño fruncido. Harry solo se apartó un poco.

-Ronald, ¿Cómo puedes ser tan insensible? Si Harry no quiere volver, pues que no vuelva. Nadie lo va a obligar-

–Pero- su esposa le alzo las cejas, aún con la panza regordeta seguía siendo igual de amenazante, esperando que continuase –no puede quedarse sin hacer nada en esa casa fea por toda su vida- a Ron le cayó un balde de agua, que salió de la cocina, en su cabeza y Hermione sonreía al ver que se callaba. Luego, ella misma lo ayudaba con un hechizo de secado.

Sí, así eran sus amigos.

󠄀

-Háblame de él-

-Cuando lo conocí, cuando lo vi por primera vez, pensé que era uno de esos ángeles muggles de los que hablaba mi tía- Harry miraba al piso mientras jugueteaba con sus manos. Dejo escapar un suspiro cansado –luego, todo cambio al entrar a Hogwarts. La forma en la que hablaba y en cómo se refería a los demás me hizo despreciarlo, de cierta manera-

- ¿Cuándo comenzó todo? -

-Creo que fue en quinto año. Un día él dejo de mirarme y al otro yo…yo lo besaba. Si te soy sincero no sé cómo paso-

- ¿Él te correspondió? -

-Cuando lo hice me golpeo. Luego yo lo golpee y comenzábamos a ser rivales nuevamente-

- ¿Puedes decir su nombre? – Harry la miro a los ojos, muy fijo.

-No-

Martes.

Harry estaba sentado en el suelo frente a la chimenea, viendo el crepitar del fuego cuando escucho el suave murmullo de su voz en su cabeza, y, en ese momento, creyó que él estaba ahí. Cerca, fuera de su casa, tocando su puerta, pero luego despertó y se encontró con el techo de su cuarto en Grimmauld place.

Eran las tres de la mañana y su cita con Daphne era en la tarde; porque sí, tenía cuatro días de terapia en la semana con Daphne. Antes eran dos vece, pero después de terminar su relación con Ginny agrego otras más porque ella era un lugar en donde poner sus pesos, así que cuando terminaron, su mundo perdió un poco de equilibrio; pero está bien, pues ella no era feliz con Harry, y Harry no puede amar a alguien que no sea él.

󠄀

- ¿Y cómo es que llegaron a eso? – Harry se mordió el interior del cachete hasta dejar una herida en este.

-Fue una noche de insomnio, tuve una pesadilla, así que me escabullí bajo la capa de invisibilidad y fui a la torre de astronomía y ahí, sentado en el piso con los pies fuera de las barandillas lo vi a él. Su cabello se movía al compás del viento y su cuerpo parecía un espectro que brillaba bajo la luz de luna. Él me encontró a los segundos, aunque yo seguía bajo la capa.

- ¿Qué hace el elegido despierto a estas horas? - se burló sin ganas. No lo miraba al hablar.

- ¿Qué hace un sangrepura como tú tirado en el piso? -

-Depende quien seas para contarte-

-Soy Harry Potter- parecía que lo pensaba.

-Estaba haciendo un plan de cómo matarte- Harry sonrió. Luego, recordó con quien estaba y frunció el ceño. Se sentó a su lado, se quedó viendo su perfil, sus ojos grises, sus labios finos, su cabello que le caía en el rostro y ese leve rosado que cubría sus mejillas. Él no volteo el rostro, no lo miraba, pero tampoco le dijo que se fuese.

󠄀

Era día de ir a la madriguera para buscar su suministro semanal de comida, aunque eso solo era una excusa para visitarlos; Daphne le dijo que fuera de vez en cuando.

-Harry Potter- una Molly furiosa se acercaba a él con las manos en la cadera - ¿Por qué no viniste a visitarnos la semana pasada? -

Ese día se quedó toda la tarde con Daphne y por eso no fue a visitar a los Weasley.

-Lo siento mucho, mamá Molly- ese era un apodo que después de la guerra la señora Weasley le dijo que usase con ella, Harry le pregunto a Daphne y esta le dijo que, si no reflejaba a Lily en ella, era bastante sano –ese día estaba limpiando Grimmauld Place y no pude venir-

-Oh, Harry, no te disculpes- la mujer le tomaba las manos y lo miraba con ternura –me hubieras dicho, habría mandado a Ron a ayudarte- el mencionado se la quedó mirando con unos ojos de "y porque yo", ella no le importo –tienes que estar tan cansado. Ven siéntate- le decía mientras lo sentaba en el comedor. Harry quedo frente a varios y diferentes platos de comida –come todo lo que quieras. Mira, allí hay tarta de melaza- Molly señalaba un gran plato con la tarta. Harry tomo un pedazo y se lo comió de a poco mientras todos los Weasley le contaban cosas dispersas a las que él no les prestaba mucha atención.

Miércoles.

Esa mañana era fría, pero su cuerpo estaba cubierto de sudor a causa de la anterior pesadilla. Se levantó lentamente de la cama, aún después de meses de terapia no lograba dejar de pensar en que todo se derrumbaría si daba un paso en falso.

Harry odiaba las mañanas, a excepción de las mañanas de los lunes, le parecían demasiado largas. Aunque ciertamente había algo en las mañanas que las hacían, por muy raro que parezca, su momento favorito del día; olían a él. Sí, podría ser contradictorio, pero sí.

Hizo café con la cafetera que Hermione le regalo por su cumpleaños. Ese día no tenía cita con Daphne, pero sí tenía cita, como amigos; un día Harry le preguntó si podían verse fuera del consultorio, esta le dijo que era poco profesional, pero después de mucha insistencia Daphne le acepto una salida a un restaurante cerca del consultorio, y por alguna razón ahora salían todos los miércoles por la tarde, para almorzar.

󠄀

- ¿Entablar una relación con él como te hizo sentir? -

-Natural- se tardó treinta segundos en responder –como si me dijeran una verdad que ya sabía-

󠄀

Era medio día cuando se apareció en el consultorio de Daphne. Cuando tocó la puerta que dirigía a su oficina se sorprendió al ver quien abrió era Draco Malfoy con una túnica blanca que hacía resaltar su cabello, ahora más platinado que antes, y sus ojos están tan, tan grises al verlo.

-Potter- saludo, ladeando la cabeza a un lado y las cejas en alto.

-Malfoy- susurro. Solo podía concentrarse en sus ojos y en como notaba cierto destello en ellos; tal vez estaba loco, pensó.

-Harry- la cabeza de Daphne salió por debajo del brazo de Malfoy, que todavía sostenía la puerta.

-Hablamos después sobre eso, Draco- la mujer sonreía, aún en la misma posición. El mago asintió y paso al lado de Harry, sin mirarlo.

No miro a donde se dirigía, y no miro cuando se apareció dentro del local. No podía, no debía.

- ¿Mucho tiempo sin verlo, Harry? - la bruja quiso sonreírle, de verdad trato, él igual, ninguno pudo.

Almorzaron en el mismo restaurante de siempre, comieron la misma comida de siempre, pero no se sintió como siempre.

Esa noche soñó con la guerra y con él.

Jueves.

Se despertó fatigado, cansado, y por alguna razón, molesto. Tuvo pesadillas, soñó con él y tenía cita con Daphne.

󠄀

Al llegar al consultorio Malfoy le abrió la puerta y Daphne salió detrás suyo, sonriendo. Draco lo miro y se apareció en seguida, Daphne lo hizo pasar a la sala.

- ¿Por qué viene tanto? -

-También es mi paciente, Harry-

Harry se sentó en el sillón frente a la silla incomoda y empezó a juguetear con sus manos, pensando en la bonita túnica que Malfoy utilizaba hoy; negra con destellos dorados y símbolos plateados. Su cabello recogido en una coleta, que lo hacía parecerse un poco más a Lucius Malfoy.

- ¿Quieres hablar hoy de él, Harry? -

-No-

-Entonces te hablare sobre algunos temas que debemos tocar-

Harry levanto el rostro y alzo las cejas, en una pregunta silencios, que no obtuvo respuesta. Daphne se cruzó de piernas y se acomodó el cabello, al más estilo sangrepura.

-Las pesadillas han aumentado, lo sé, hay que hablar más sobre eso- Harry se tronó los dedos sin cuidado y aparto la vista –y…hay que quitar algunas sesiones de terapia-

-Pero- la bruja lo interrumpió antes de que terminara.

-Ningún pero, Potter- esa forma en la que a veces le hablaba la hacía parecerse tanto a él -lo estas comenzando a reflejar en mí y eso es mucho peor de lo que crees-

Viernes.

Nuevamente tenía cita con Daphne, nuevamente Malfoy le abrió la puerta de la sala, pero estaba vez Daphne no salió de sus espaldas. No estaba.

-Hola-

-Hola- Malfoy le tendió la mano y en serio Harry quería, quería, quería…

Veía sus labios y Draco lo noto, todavía con la mano extendida. Malfoy tenía el ceño fruncido y los labios apretados. Harry solo pudo dejar que sus instintos lo guiaran como hace años atrás.

Se lanzó hacía él con los brazos abiertos, lo rodeo por completó con los ojos llenos de lágrimas y el corazón oprimido. Draco no lo rodeo, se quedó inmóvil, pero sin apartarse. Harry solo quería quedarse así el resto de su vida.

-Harry, suéltame- su voz se escuchó quebrada, oxidada, como si tuviera años sin pronunciar su nombre. Lo soltó lento, suave, sin querer hacerlo. Se alejó unos pasos de él y le susurro una disculpa casi inaudible, pero que sabía él escucharía; él siempre lo escuchaba. En un momento, y sin darse cuenta, él ya no estaba.

Esa tarde no vio a Daphne. Se quedó en Grimmauld Place con un pijama que Kreacher le dio, porque según él elfo no se podía estar en la casa con ropa de calle. Paseo por todos los lugares de la Mansión a pie descalzo, recorrió cuartos que nunca había visto, toco las paredes, y algunos no le creerían cuando años después les dijese que sintió a su padrino en ellas. Entro a una habitación muy vieja en donde había ropa muy vieja de alguien muy joven y cuadros de Sirius con un chico que no reconoció.

Estuvo en su cuarto, tirado en la cama llorando, sin razón aparente. Solo quería que se fuese ese dolor punzante en su pecho, ese nudo en la garganta y esas ganas de vomitar incesantes.

Recibió una carta de Daphne, la cual no leyó, no es que no le alivien todo ese dolor es que el silencio es a veces lo que hace falta. Se quedó pensando en porque, ese día, como en 1998, decidió dejarlo ir.

󠄀

En la noche Harry sintió el leve escalofrió que le avisaba que alguien, alguien en quien confía, atravesaban las barreras de Grimmauld Place. Se levantó de la cama, pensado que Ron, nuevamente, había discutido con Mione y venía a dormir allí. Pero, entonces, lo vio a él con ropa casual y el cabello desordenado como esas noches en la casa de los gritos.

-Draco- murmuro, acercándose a pasos lentos, no por que tuviera miedo, bueno, no esa clase de miedo. Temía que fuera un sueño.

-Toma- le tendió un café humeante, se notaba que fue hecho con magia; al parecer nunca aprendió hacerlo, pensó sonriendo. Se sentaron en un sillón frente a la chimenea.

-Discúlpame por llegar tan tarde, tenía que arreglar unos asuntos- y ahí estaba, Draco y no Malfoy, el que le hablaba en susurros y le acariciaba las manos cuando nadie lo veía. Todo volvía a ser así de fácil, como era antes, y no entendía cómo es que pensaba dejarlo ir.

- ¿Qué asuntos? - tomaba el café a sorbos pequeños, como él le enseño hacia un sangrepura.

-Estaba saliendo con Astoria Greengrass-

-Oh-

-Sí, oh-

Draco le paso las manos por el cabello, en un tonto intento de peinarlo.

- ¿Salías, hace cuánto? –

-Hace dos horas-

-Daphne se enojará cuando sepa que dejaste a su hermana así-

Harry le sonrió con una burla extraña, sin humor.

-Ella sabe porque lo hice-

- ¿Y porque lo hiciste? -

Draco junto sus cabezas, frente con frente, y sus ojos estaban tan, tan cerca. Ellos estaban tan cerca, podía sentir su respiración, su aliento cálido y con olor a menta y sus ojos, que eran tan grises y…sus labios.

-Por ti- acerco más sus rostros y unió sus labios en un pequeño roce.

Harry solo pudo balbucear palabras sin sentido y gesticular con las manos hasta que Draco lo callo con otro beso.

-No, Draco. No podemos- Harry se levantó del sillón tropezando en el proceso –tú-tú ya hiciste una vida. Astoria es una mujer preciosa y no puedes hacerle esto-

Draco se levantó del sillón y le tomó las manos, reteniéndolo, cuando él quiso apartarse –ya no tendremos que empezar de cero- beso en la mejilla –porque tú fuiste mi punto y aparte- beso en las manos –y se exactamente cuándo darte un beso- beso en los labios –y cuando ahorrarme un beso- beso en la nariz –para ir a abrazarte- lo rodeo con los brazos y en serio Harry debía alejarlo. Podía alejarlo, pero no quiso hacerlo.

No se permitió volverlo a dejarlo ir.

Lunes.

Sintió el olor del café hirviendo entrar por sus fosas nasales. Se levantó de la cama guiándose por el olor, dirigiéndose a la cocina y, entonces, lo vio a él, vestido con una de sus pijamas y en calcetines, sirviendo el café en esa taza blanquita; parecida a su piel. Lo vio moverse en la cocina con delicadeza buscando un plato para servir el desayuno y, en cierto momento, se fijó en Harry y una sonrisa se asomó en su rostro, y sus ojos se volvieron muy, muy grises. Se acercó despacio, pues pensaba que esa hermosa ilusión podía desaparecer en cualquier momento.

Harry lo rodeo por la cintura cuando ya estaba cerca de él, absorbió el olor de su cabello, que años atrás había sido su amortentia.

-Harry- susurro volteando el rostro y quedaron tan cerca. Draco le dio un pequeño beso en la nariz, y se quedaron ahí, en la cocina, comiendo de pie, apoyados en la encimera, y viéndose a los ojos. Porque ya no tenían que empezar de cero para enamorarse.

󠄀

- ¿Puedes decir su nombre? - le pregunto Daphne, en su única cita en la semana, pues ya no necesitaba hablar de sus cargas con una sola persona.

-Draco, Draco Malfoy- Harry sonreía, con esas sonrisas que iluminan mundos –su nombre es Draco Malfoy-