Al acercarse el fin de año, lo único que se respiraba en la casa Loud era un ambiente lleno de paz, armonía y mucha camaradería; y aunque parezca difícil de creer, ya no había tantas peleas como en un principio.

Por estas fechas todo era felicidad, y eso se notaba hasta en mi propia escuela, ya que en esta época se llevaba a cabo uno de los eventos más esperados por la gran mayoría de mis compañeros; al enmarcar la inminente llegada de las vacaciones de fin de año. Y dicho acontecimiento no era otro más que, ¡La velada de Sadíe Hawkins!

Faltaban un par de semanas para ese famosísimo baile de despedida del otoño, que se celebraba anualmente en la primaria de Royal Woods; y como en ocasiones anteriores, no tenía ni la más mínima intención de hacer parte de él.

A decir verdad, nunca me habían agradado esa clase de eventos, y mucho menos desde la partida de Ronnie Anne; ya que me hacían recordar su ausencia a cada rato que lo veía, y no quería estar triste durante ese día. Pero por desgracia, varias de mis hermanas no pensaban lo mismo; y al parecer tenían otro tipo de planes en su mente, que me incluían de manera directa.

Recuerdo muy claramente el día en que anunciaron la fecha del baile, ya que tan pronto llegué a casa, fui recibido por Luan, Luna y Lynn; quienes permanecían de pie junto a la escalera, mientras esbozaban una enorme sonrisa en sus labios, y una extraña mirada en sus expectantes rostros.

Ver a esas tres juntas mientras me miraban fijamente, me llenó el cuerpo de muchísima incertidumbre; ya que estaba más que seguro de que no estarían tramando nada bueno.

Fue así como al verme rodeado, y luego de atar un par de cabos que resultaban más que evidentes, me di cuenta de lo que realmente pretendían. Es por ello que, sin siquiera dudarlo, les hice saber lo que pensaba al respecto.

—¡Oh, no! ¡No, no, no, no, nooó! Conozco esas miradas, y desde ya les digo que no.

—¡Pero qué pasa, Linc! Si ni siquiera hemos abierto la boca. —esbozó Lynn con ironía.

—Ah, no... ¡Y no lo harán! —le respondí con rapidez— Esta vez no pienso hacerles caso como el año pasado. Y para que les quede claro, no pienso asistir a ese ridículo evento.

—¡Como puedes decir eso, Hermano! —dijo Luna con gran sobresalto—. La noche de danza de Sadíe Hawkins es el baile más importante en la vida de una chica. ¡¿Es que acaso no tienes corazón?!

—¡Luna tiene razón! —intervino Luan—. Y es por eso que tan pronto se anunció el baile, mi amiga Risas me dijo que quería ir contigo; justamente para que no pasara lo mismo que en el último año.

—Espera... ¡¿Qué?! ¡De eso justamente es de lo que estaba hablando! No voy a ir a ese ridículo baile, y mucho menos con Risas. Ella y yo somos muy diferentes, y no tenemos nada en común.

—¡El apestoso tiene razón! —atinó a decir Lynn—. Lo que el necesita es una chica que sea ruda, fuerte y decidida; para que lo ayude a olvidarse de una vez por todas de esa tal Ronnie Anne. ¡Pero no te preocupes! Ya te arreglé una cita con Polly Paín. ¡Créeme! No existe mejor opción.

—¡Pero de que rayos hablas, hermana! —expresó Luna con bastante enojo—. Lincoln si necesita ir a ese baile, pero no con esa chica tan violenta; sino con una que sea bonita, alegre, divertida y amante de las buenas rolas. Por eso es que irá con mi amiga y seguidora Tabby.

Debí haberme imaginado que algo así sucedería. Y es que con mis hermanas siempre pasaba lo mismo. Les encantaba inmiscuirse en todos mis asuntos, para luego tratar de manipularme; y obligarme a hacer lo que se les diera la gana. Pero este año eso se termina, ya que no pensaba salir con ninguna de esas chicas.

Cuando me sentía totalmente envalentonado, y mucho más que dispuesto a acabar con todo ese alboroto de una buena vez; escucho junto a mí a una voz perturbadora, que nos hizo brincar a todos del innegable susto.

Al mirar hacia el lugar de donde provenía tan aterrador sonido, noto con displicencia que la dueña de tan misteriosa voz, no era otra sino Lucy.

¡Rayos! ¡Siempre me olvido de Lucy!

Rápidamente Lucy interviene en la conversación, totalmente dispuesta a impartir su singular opinión al respecto:

—¡Lincoln está en lo correcto! Todas sus amigas son muy raras e infantiles. Es por eso que debe ir con Haiku. Ella es hermosa, elegante y muy madura; y estoy segura de que lo hará olvidarse de todos sus problemas.

—¿Pero te has vuelto loca mujer? —refutó velozmente Luna con gran intensidad—. ¡Ella es la peor de todas! Y de seguro lo hará deprimirse hasta hacerlo llorar.

—¡Es verdad! —dijo Lynn—. Claramente esa chica es la más rara de todas. Y no me extrañaría que dejase a Lincoln abandonado en algún callejón oscuro, y sin uno de sus riñones.

—¡Lynn tiene razón! —intervino Luan—. Esa chica es más rara que una serpiente con tetas. ¡Jajajaja! ¡Entienden!

Mis hermanas me tenían acorralado, y por más que lo intentaba, no lograba salir de tan terrible encrucijada. Pero por suerte recordé como fue que me había escapado la última vez que estuve en una situación similar, por lo que mi mente se iluminó de manera espontánea:

—¡Chicas, chicas! Tengo la solución a tan molesto inconveniente.

—A ver... ¡Ilumínanos, genio! —sollozó de muy mala gana Luan, mientras arrugaba su empalidecido rostro con bastante apatía.

—La última vez que sus amigas asistieron al baile conmigo, se la pasaron mucho mejor con Clyde y con el resto de los chicos; así que... ¿Porque mejor no les dicen que vayan con ellos?

Después de haberles manifestado mi fabulosa idea, mis hermanas no dejaban de mirarme fijamente a los ojos; casi al tiempo en que realizaban un par de incomparables gestos de desaprobación con sus rostros. ¡¿Pero que rayos?!

No entendía por qué no les parecía buena la solución que les estaba dando, si claramente había funcionado la última vez que habíamos estado todos juntos. Hasta que de un momento al otro Luan interviene con la cabeza bien levantada, dispuesta a acabar con cada una de mis nacientes dudas.

—¡Ay, Lincoln, Lincoln! ¡Como se nota que aún no sabes nada sobre mujeres!

—¡¿Pero de que estás hablando?! —le respondí con indignación.

—¡Es muy fácil! Risas y el resto de las chicas no quieren ir contigo por tu desbordante encanto, o porque estén enamoradas de ti; sino porque quieren demostrarle a las demás, que son mejores que ellas.

—¡Así es hermano! —intervino Luna—. Por desgracia, estás en medio de una atroz lucha territorial entre mujeres; y aunque no te guste la idea, eres el premio mayor.

—Mis hermanas tienen razón. ¡Suspiro! Desde el momento en que las dejaste tiradas el año pasado, surgió un inmenso odio y resentimiento entre cada una de ellas; que las volvió enemigas juradas por el resto de sus vidas.

—¡Así es tontolón! Y al parecer este baile es solo otro capítulo más de su interminable rencilla. ¡Es por eso que debes ir con Polly Paín!

—De que estás hablando, él va a ir con Tabby.

—¡Jajaja! ¡Ustedes son muy graciosas! Pero ya hablando en serio, su pareja será Risas.

—Se equivocan, ¡Haiku será la elegida!

Mientras mis hermanas discutían entre ellas tratando de determinar cuál sería mi mejor elección para ir al baile, aproveché su leve descuido para escaparme a mi habitación. Una vez ahí, y a pesar de lo lejos que me encontraba de la sala, podía escuchar cada uno de los acalorados insultos; que habían comenzado a lanzarse las unas a las otras. ¡Era evidente que esta pelea estaba lejos de terminar!

Mis hermanas cada vez estaban más descontroladas, y pronto se encontraban gritándose las unas a las otras; sin importarles en lo más mínimo, si alguien más las llegase a escuchar.

Está de más decir que esa misma escena se repitió durante el resto de la tarde, hasta que de a poco la casa se fue convirtiendo en un auténtico hervidero; lleno de rencillas, alegatos, y mucho alboroto.

Los diversos altercados presentes entre Luan, Lynn, Lucy y Luna, no tardaron en arrastrar al resto de mis hermanas a la pelea; provocando con esto que nuestra casa se dividiese entre varios bandos, hasta parecer un completo campo de batallas.

Fue así como con el pasar de las horas, el caos presente en la casa Loud comenzó a subir gradualmente de nivel, pasando de "Gato que silva" a "Estampida de Tiranosaurio Rex"; hasta quedar a las puertas de la tan temida, y pocas veces vista "Erupción volcánica".

Por suerte las chicas sabían cómo solucionar este tipo de situaciones, por lo que rápidamente decidieron implementar una vez más su famoso protocolo de peleas de hermanas, para tratar de resolver todas sus diferencias cuanto antes; y de esta manera, acabar con el enorme caos presente en nuestro hogar.

Como en casi todos los protocolos de peleas, mis hermanas permanecieron reunidas en el cuarto de Lori; mientras debatían y se escuchaban las unas a las otras. Hasta que finalmente y tras varias horas encerradas, llegaron a la conclusión de que la mejor manera de preservar la paz en nuestro hogar, era que dejasen de intervenir en mi decisión de escoger pareja para el dichoso baile. ¡Al parecer ya había pasado lo peor!

Durante un par de días mi vida volvió a la normalidad, y me sentía mucho más relajado que de costumbre. Al punto que podía caminar con libertad por toda la casa, sin temor a que mis hermanas se me abalanzaran encima; tratando de que escogiese a alguna de sus extrañas amigas.

Pero a medida que iba pasando la semana, y al comprobar que aún no me había decidido por ninguna de sus "protegidas"; poco a poco mis hermanas volvieron al acecho, dispuestas a imponer su voluntad por encima de quien sea.

Al parecer no solo Tabby, Haiku, Polly Paín y Risas estaban compitiendo entre ellas para ver cuál era capaz de llevarme al baile. Ya que, por lo visto en casa, mis hermanas habían creado una rencilla similar; mientras trataban de determinar cuál de ellas era mejor "celestina" para sus amigas.

Por lo general mis hermanas siempre se habían caracterizado por ser perseverantes, rudas y algo obstinadas cuando de competir se trataba. Y no les gustaba perder de ninguna manera, mucho menos si la competencia era entre ellas mismas; así que no era de extrañar, que de un momento al otro volviesen a las andadas.

Y fue así que con el pasar de los días, Luan, Lynn, Lucy y Luna volvieron a intervenir nuevamente en mi vida; pero esta vez de manera mucho más reservada.

Recuerdo muy bien, como faltando un par de días para el inicio de tan controversial evento, Luan se hizo presente en mi habitación poco después de las 10:30 pm; completamente decidida a interceder por su querida amiga de la escuela de payasos, "Risas".

Su simple presencia me tenía con los pelos de punta, ya que de entre todas mis hermanas, Luan podía llegar a ser realmente cruel cuando esta se lo proponía. ¡Hmm! Aunque en esta ocasión, todo parecía indicar que venía en son de paz.

Al entrar, Luan se queda parada justo a un lado de la entrada; y tras girar su cabeza levemente hacia un costado, me dice con un tono bastante terrorífico:

—¡Hooola Linkyy! ¡¿Te desperteé?!

—N-No, ¡no te preocupes Luan! Aún no tengo sueño. ¡¿Necesitas algo?!

Podía apreciar un inusual brillo presente en su perturbadora mirada. Y a medida que se acercaba a mí lado, con su cabello recogido, y su clásica pijama a cuadros de dos piezas; me resultaba difícil el no sentirme intimidado.

Una vez que la tuve cerca, no tardé en temblar de manera alterada; hecho del que rápidamente se percató Luan, y que le generó una leve sonrisa en su enigmático rostro.

Tan pronto estuvo a mi lado, Luan me coloca una de sus peligrosas manos en el hombro; y sin dejar de mirarme fijamente al rostro, me dice de forma suave y pausada:

—No tienes por qué temer hermanito. ¡Tan solo he venido a proponerte un trato!

Espera... ¡¿Qué?! ¿Un trato? ¡Como así que un trato! ¿Que será lo que estaría tramando ahora?

—Se que no quieres decidirte por alguna de las chicas para no herir a las demás. Pero para simplificarte las cosas, te tengo una propuesta que de seguro te resultará mucho más que tentadora; y de paso facilitará tu elección final.

Las palabras de Luan me tenían bastante intrigado, aunque ciertamente no sabía que pensar; ya que, tratándose de Luan, ¡Cualquier cosa era posible!

—¡Veras Linky! Si escoges a Risas como compañera, estoy dispuesta a darte ciertas, Mmm... "Concesiones", que estoy más que segura de que te resultarán bastante interesantes.

—¡¿Concesiones?! ¿Pero de que rayos me estás hablando?

—Si… ¡Concesiones! Como recordarás, tienes una enorme deuda pendiente conmigo; la cual pienso cobrarte el próximo día de las bromas a como dé lugar.

—Espera... ¡¿Qué?! —expresé con sobresalto.

Al parecer Luan no había dejado de pensar en el encuentro que sostuvimos el pasado día de las bromas, lo cual era una muy mala señal para mí; y para mi preciada salud. ¡Rayos!

—¡Mmm! Aunque si juegas muy bien tus cartas, las cosas no tienen por qué ser de esa manera. —señaló Luan con bastante suavidad.

Mientras la escuchaba hablar, no podía dejar de observar como de a poco se iba formando una enorme mueca de maldad en su aclarado rostro; la cual me hizo estremecer completamente.

¡En ese instante no tenía dudas de que Luan era sumamente peligrosa!

—Si eliges a mi amiga quizás no sea tan severa contigo, y hasta te permita llegar ligeramente ileso hasta el próximo año.

¡No podía ser cierto lo que estaba escuchando! Luan me estaba amenazando directamente para que eligiese a su tonta amiga. Y si no lo hacía, me haría pagar de una forma tan cruel y despiadada; que de seguro sería el final de mi triste travesía. ¡Ahora sí que estaba contra la pared!

Mientras me encontraba con la mirada perdida, y el cuerpo cada vez más exaltado; Luan acerca su mano a mi rostro, y me dice con bastante lentitud:

—Y para que no pienses que soy una especie de monstruo, quizás y hasta te permita volver a jugar al barbero conmigo.

—¡¿A-Al barbero?! —repliqué con incredulidad.

—Sí, ¡al barbero! Ya que aún recuerdo lo mucho que te divertiste mientras me afeitabas entre las piernas. ¡Uhm! Sin mencionar que hiciste un gran trabajo.

Después de expresar tan repentinas palabras, Luan extiende una de sus esbeltas manos hacia la parte alta de su pantalón, y lentamente empieza a bajárselo con todo y ropa interior; hasta dejar su frondosa vagina al descubierto.

Luego, con su mano libre sujeta una de las mías, y la lleva hasta su entrepierna; para que palpase la creciente pelambrera que había en su interior. y al verme sorprendido por su inusual movimiento, me dice con un tono bastante provocativo:

—¡Creo que necesito una buena afeitada! ¡¿No te parece?!

Al escuchar la impactante oferta propuesta por Luan, el corazón se me quería salir del pecho, ya que jamás imaginé que sería capaz de llegar tan lejos; con tal de conseguir lo que ella quería.

Luego de decir sus inesperadas palabras, acerca su rostro poco a poco al mío; hasta dejar nuestros labios tan solo separados por un par de escasos milímetros. Y una vez ahí, y empleando un tono bastante sensual; me susurra levemente:

—Ahora sí que la viste peluda, ¡¿Eh?! ¡Jajajaja! Pero ya hablando en serio, ¡tienes hasta el viernes para responderme!

Diciendo eso, Luan comienza a retirarse lentamente de mi habitación, con una enorme sonrisa de satisfacción en su rostro, y con un contorneo de caderas de lo más hipnotizante; dejándome mucho más que confundido, y sin saber que hacer.

A medida que se acercaba tan absurdo evento, mi vida se estaba tornando cada vez más complicada; y al parecer, no podía hacer nada para evitarlo.

Al día siguiente por la tarde, mientras me encontraba en mi habitación tratando de encontrar una salida a tan inusual predicamento, escucho un leve ruido a mi lado; que me llamó repentinamente la atención. Al abrir los ojos con cuidado, me llevé un inmenso susto que me aceleró el corazón, al ver como Lucy permanecía parada en un extremo de mi cama; mientras me observaba con enorme fijación. ¡¿Pero que rayos?!

Brindar esa clase de impresiones, se había convirtiendo en todo un pasatiempo para ella; y estaba más que seguro de que uno de estos días, Lucy me iba a provocar un ataque al corazón.

Al ver a Lucy junto a mi cama, viéndome fijamente, y sin intención alguna de apartarse de mi lado; empiezo a respirar profundo, y le digo con enorme calma:

—Pe-Pero Lucy... ¡¿Que rayos haces en mi cuarto?! ¡Casi mojo mis pantalones!

—¡Lo lamento Lincoln! Esa no era mi intención. ¡Suspiro!

—Entonces cual era... ¡¿Matarme de un susto?!

—Solo vengo a traerte un mensaje de Haiku.

¿Un mensaje de Haiku? Pero que rayos tendría que decirme esa chica tan rara y misteriosa.

Lleno de curiosidad, y con el cuerpo ya un poco menos tensionado, le hago un par de señas rápidas con la mano; para que me diga de que se trataba.

Al ver mi respuesta aprobatoria Lucy se abalanza rápidamente sobre mí, y comienza a besarme poco a poco en los labios; hasta hacerme temblar del total desconcierto. ¡¿Pero que rayos?!

A medida que me besaba, comienza a deslizar su hábil mano izquierda por gran parte de mi agitado pecho, hasta lograr meterla por debajo de mi camiseta; haciéndome retorcer con cada una de sus contundentes caricias.

Estaba demás decir que, con el paso de los meses, Lucy se había convertido en toda una experta a la hora de besar; al punto que me tenía con el cuerpo completamente erizado, y cargado de un extraño júbilo.

A medida que Lucy me deleitaba con sus sensuales labios, no perdía la oportunidad de apretarla cada vez más contra mi extasiado cuerpo; como deseando de que no se apartase nunca de mi lado.

Mientras Lucy continuaba haciéndome suspirar, aproveché la cercanía de nuestros cuerpos para adueñarme de su redondeado trasero; el cual apretujé con todas mis ansias, mientras nos entregábamos completamente al placer que deambulaba por nuestras entrañas.

Llena de calma, Lucy empieza a deslizar su delgada mano sobre mi alterada figura, hasta posarla con delicadeza sobre el enorme bulto que me había formado sobre mi pantalón. Y tras un rápido e inapreciable movimiento de muñeca, mete su mano por debajo de este; hasta atrapar con firmeza mi estresado pene con soltura.

Sus pequeñas manos se sentían tan increíblemente cálidas, que en el instante en que sus dedos se adueñaron de mi polla, tuve que tensar todo mi cuerpo para no correrme.

Así continuamos durante un largo rato, intercambiando toda clase de caricias, e innumerables gemidos de placer; como si no hubiese un mañana.

De un momento al otro Lucy extiende ambas manos sobre mi cintura, y desciende mi pantalón junto con mi ropa interior; hasta dejarlos sobre mis rodillas. Luego, y como si se estuviese desplazando en cámara lenta, acerca su cabeza lentamente hacia mi polla; quedando frente a esta.

Fue ahí cuando en un veloz movimiento, Lucy la hizo desaparecer en la profundidad de sus lascivos labios; como si fuese el más placentero de los trucos de magia.

—¡Ohh, Oohh… Lucy! ¡Ooghh!

¡Lucy era maravillosa con su boca! A medida que se engullía mi tembloroso miembro con absoluta naturalidad, no perdía la oportunidad de arroparlo con su delgada lengua; como si estuviese dispuesta a sacarle brillo a como diera lugar.

De repente, Lucy empieza a pasarme la puntita de su lengua por todo el sensitivo frenillo que tenía mi verga; haciéndome jadear del desbordante gusto.

A medida que mi habilidosa amante hacia desaparecer una y otra vez mi acalambrado falo en medio de sus empalidecidos labios, no podía evitar empezar a respirar de manera ampliamente entrecortada; debido a la vistosa mamada que me estaba propinando.

Fue así como sin pensarlo, Lucy me tenía con las bolas altamente electrificadas; y con el corazón latiendo a toda marcha. ¡Pero que feliz me sentía!

En ese momento no me cambiaba por nadie, y lo único que deseaba era poder correrme cuanto antes; para lograr inundar su ajustada garganta con mi leche.

Pero tan pronto estuve a punto de conseguirlo, Lucy se aparta de mi lado con inigualable rapidez, dejándome la polla mucho más que tambaleando; y con el rostro cargado de agobiante frustración.

Desesperado, trate de perseguirla para que terminase la mamada cuanto antes. Pero al tener mi ropa atorada en los tobillos, mis movimientos se hacían cada vez torpes y lentos; haciéndome caminar como un pingüino lujurioso.

Al no poder alcanzarla, y con el cuerpo altamente descompuesto; tan solo atiné a decirle:

—Pe-Pero Lucy... ¡¿Por qué me dejas así?!

No salía de mi completo asombro, al ver la manera tan inesperada con la que había reaccionado Lucy; y me sentía de lo más agobiado, al palpar todo el ardor que se me había comenzado a acumular en mis palpitantes bolas.

Al ver mi mirada plagada de desconcierto, Lucy se pone poco a poco de pie; y tras empezar a limpiarse su pequeña boca con la mano; me dice con un tono bastante melancólico:

—¡Lo siento hermano! Tú sabes que me encanta el sabor de tu semen, pero solo estoy haciendo lo que Haiku me pidió que hiciera.

¡Esa perra! Ya se me había hecho extraño el haber recibido un mensaje tan apasionado, proveniente de una chica tan sombría como lo era Haiku; por lo que lleno de una inmensa frustración, le dije poco a poco:

—¡¿Es decir que solo viniste a provocarme?!

—Haiku me dijo que los hombres piensan más con su otra cabeza, y que si hacía exactamente lo que me había pedido, de seguro captaría toda tu atención.

—¡¿Y para qué demonios quieres mi atención?! —le esbocé a Lucy con bastante enojo.

—Me dijo que de seguro te molestarías, y que tan pronto tuviese toda tu atención, te dijera que si la llevabas al baile, te haría disfrutar de todo el fulgor presente en su palpitante cuerpo; así como de toda la desbordante pasión, que se escondía en su acongojada alma.

Haiku era una maldita loca, pero había que reconocérselo... ¡Era muy buena para llamar la atención!

—Entonces, hermano mayor... ¿Cuál es tu respuesta?

Lleno de una enorme ira en todo el cuerpo, le dije casi sin pensar:

—Dile a esa lunática que si quiere algo de mí, tendrá que venir ella misma a tratar de convencerme.

Las bolas me dolían a cada minuto que pasaba, y me costaba un inmenso trabajo el respirar con normalidad; es por ello que, de continuar con esta ridícula competencia, de seguro no le iba a quedar mucho a la ganadora.

Tratando de mantener la calma, miré a Lucy con recelo; y le dije con inigualable lentitud:

—Lucy, ¡¿E-En verdad me vas a dejar así?!

—Lo siento Lincoln, pero no puedo hacer más nada. ¡Tú sabes que me gusta cumplir con mis promesas!

Diciendo esas tristes palabras, Lucy se acomoda su traje, y lentamente empieza a marcharse de la habitación, dejándome con las bolas mucho más que adoloridas; y con un amargo recuerdo de su visita. ¡Rayos!

Aunque el resto del día estuvo relativamente tranquilo, tan solo era cuestión de tiempo para que mis otras hermanas volvieran al acecho.

Un par de días después llegó el turno de Lynn, quien tan pronto se percató de mi llegada del colegio, me toma fuertemente del brazo, y me lanza con mucha violencia hacia su alcoba.

Tan pronto estuve dentro de su recámara, asegura la puerta con enojo; y sin darme tiempo de reaccionar, me dice sin el más mínimo recato:

—¡Hola apestoso! ¡Te estaba esperando!

—S-Siií, de eso ya me había dado cuenta. ¡Qué es lo que quieres Lynn!

Lynn se caracterizaba por ser bastante seca y directa, ya que, según ella, no le gustaba malgastar su valioso tiempo en tonterías.

Así que, sin darle demasiadas vueltas al asunto, y de la manera más despreocupada posible, extiende una de sus pequeñas manos hasta agarrarme vigorosamente por el cuello; y acercando su rostro al mío, me dice sin titubear:

—¡Escúchame con atención apestoso! Si no llevas a Polly Paín al baile, cuando menos te lo esperes, voy a entrar a tu cuarto y te voy a dar una paliza tan grande; que te hará desear no haber nacido.

—Espera... ¡¿Qué?!

—¡Eso sí! Si es que mi amiga no acaba primero contigo.

Las certeras palabras de Lynn me dejaron completamente paralizado, y lleno de un prolongado pánico en todo el cuerpo, ya que ella podía ser bastante "ruda" con quien se atreviese a desafiarla; y esta vez no estaba sola, ya que contaba con el apoyo incondicional de su musculosa amiga. ¡Rayos!

—¡Que dices tontolón! ¿Tenemos un trato?

—De-De… ¡Déjame pensarlo!

—De acuerdo Linc... ¡Pero no te tardes mucho! Sabes que detesto esperar.

Luego de escuchar sus aterradoras palabras, reuní las pocas energías que aún me acompañaban; y salí a toda prisa con rumbo a mi habitación.

Poco a poco las cosas se estaban saliendo de control, por lo que tan solo era cuestión de tiempo, para que mis hermanas terminasen acabando conmigo.

Con el paso de los días, y con la fecha del baile cada vez más cerca, mi vida se estaba tornando cada vez más complicada; y en ese punto aún no tenía claro como escapar de todo ese frenético caos, que se estaba gestando en mi propia casa.

A falta de un par de días para el inicio del festival de otoño, y mientras me encontraba terminando las tareas que tenía pendientes para el colegio, recuerdo muy bien como de un momento al otro entra Luna a mi habitación; dispuesta a poner a poner a prueba una vez más, mi reducida resistencia.

Verla entrar a tan altas horas de la noche no era ninguna novedad, dado que, desde hacía ya algún tiempo, se le había vuelto costumbre el entrar a mi cuarto a cualquier hora del día; con la única intención de tratar de seducirme, para que eligiese a su devota amiga, "Tabby".

Esa noche en particular no parecía ser la excepción, ya que Luna llevaba puesta su habitual pijama violeta con una calavera blanca en el pecho; la cual resaltaba enormemente, toda la belleza y magia que se escondía tras su vistosa figura.

Al entrar Luna se me acerca rápidamente, mientras continuaba sentado de frente al escritorio, tratando de terminar unos incomprensibles problemas de matemáticas que me tenían con la cabeza a punto de estallar. Y tan pronto estuvo a mi lado, empieza a revolverme poco a poco el cabello con sus finos dedos; haciéndome perder casi de manera inmediata, la poca concentración que hasta ese instante mantenía.

—¡Que te pasa hermano! ¡¿Porque tan callado?! —me pregunta Luna con ingenuidad.

—E-Es que estoy tratando de resolver unos problemas de aritmética que no he logrado comprender.

—¡Haberlo dicho antes! Soy muy buena en esa materia.

—¿En verdad lo eres? Porque estaba a punto de ir a buscar a Lisa para que me ayudase a resolverlos.

—¡Claro que sí, hermano! —exclamó con emoción—. Solo déjame revisarlo.

Diciendo esto, y sin darme tiempo de reaccionar, Luna cruza sus largas piernas sobre las mías; hasta quedar sentada sobre mi regazo.

En esa posición podía sentir toda la humedad y el penetrante calor, que provenían de su abultado coño; lo cual me tenía completamente delirando, y a punto de enloquecer.

Luna permanecía de espaldas a mí, mientras trataba de descifrar el enigmático problema matemático que había en mi libro; y mientras lo hacía, no tardó en empezar a batir sus animadas caderas muy suavemente sobre mí frágil hombría, hasta hacerme estremecer con deslumbrante intensidad.

Mientras Luna masajeaba de forma descarada, el descomunal bulto que se me alzaba entre las piernas, empecé a lamentar el no llevar puesto el pantalón de mi pijama; ya que de ese modo, podía sentir con mayor facilidad cada uno de sus lascivos movimientos. ¡Oh, cielos!

Poco a poco Luna iba batiendo con mayor desfachatez, sus fogosas caderas sobre mi polla; y mientras lo hacía, no dejaba de indicarme la dudosa solución al problema que estaba tratando de resolver.

—¡Relájate hermano! Esto es muy sencillo. Verás... Lo primero que tienes que tener muy claro, es que el valor de la constante X puede ser positivo o negativo; y para lograr despejar su respectivo valor, tendrás de ir despejando cada una de las fórmulas que la integran.

Desde el mismísimo instante en que Luna se sentó sobre mi polla, deje de escuchar lo que estaba diciendo; y la única cosa que tenía en mi mente, era el tratar de no correrme ante los constantes roces que estaba experimentando.

Pero por desgracia, Luna venía con todo; y entre más batía su acalorada raja sobre mi entrepierna, me resultaba cada vez más fácil el palpar la innegable humedad que se estaba formando sobre mi pene. ¡Rayos!

En ese momento no podía entender por qué sentía tanta humedad cubriendo mis vistosos calzoncillos. Pero tan pronto como empecé a descender mis manos sobre su tibia espalda, me pude dar cuenta de una buena vez, de la despampanante respuesta a mi fugaz predicamento. ¡Luna no traía puesta ropa interior!

Con razón estaba sintiendo mucho más calor que en otras ocasiones, y por eso era que mis calzoncillos estaban completamente remojados. La muy infeliz había venido sin ropa interior, para tratar de doblegar la poca fortaleza que aún prevalecía en mí mente.

Entre más se frotaba contra mí endeble cuerpo, más fácil se me hacía sentir los acalorados pliegues de su encharcada intimidad; y la manera como estos, envolvían con enormes ganas mi enloquecida verga. ¡El cuerpo de Luna era mucho para mí!

A medida que sacudía sus extasiadas caderas sobre mi polla, podía sentir con absoluta facilidad, la manera en la que sus firmes labios vaginales masajeaban mi adolorido miembro una y otra vez; y como habían comenzado a emanar cada vez más de sus tibios flujos, empapando completamente mi colorida ropa interior.

Mientras continuaba torturándome con su frenético movimiento de cintura, Luna mantenía una perfecta compostura sobre mi cuerpo; casi al tiempo en que intentaba explicarme sin mayores éxitos, el dichoso ejercicio que había sobre la mesa.

—¡A ver, Bro! Para hallar el N-ésimo término de la sucesión provista, solo debes despejar la fórmula a(n) = 8 (n - 1)·3. ¿Ves cómo es de sencillo?

¡Ya no podía más! Luna me tenía cautivo bajo los improvisados movimientos de cadera, que muy levemente me estaba propinando; y en ese momento tan solo deseaba que terminase su trabajo, para poder correrme dentro de mis ensanchados calzoncillos.

Completamente perdido, sujeté a Luna por su esbelta cinturita, y comencé a mover mi pelvis de manera desesperada, para tratar de alcanzar una mayor sensación de roce; que me ayudase a lograr venirme cuanto antes.

—Lu-Luna, que bu... ¡Mmm! ¡Qué buena eres explicando!

—¿Te parece hermano?

—¡Sin duda! Eres sencillamente fabulosa.

—¡Gracias Hermano! Y en verdad me doy cuenta de lo mucho que estas disfrutando de la explicación.

Al terminar de hablar, Luna soltó el lápiz, y empezó a batir de adelante hacia atrás sus hambrientas caderas con fastuosa velocidad; hasta hacerme sentir como de a poco, mi leche empezaba a acumularse en la punta de mi polla. Faltaba poco... ¡Faltaba muy poco!

De repente, Luna detiene cada uno de sus sistemáticos movimientos, y sin decir palabra alguna se pone de pie; dejándome con el cuerpo sumamente tembloroso, y con gran parte de mi sudado rostro, cada vez más arrugado. ¡Rayos! ¡No otra vez!

En ese momento temí lo peor, y no pude evitar recordar lo que me había hecho Lucy un par de días antes. Pero por suerte, Luna dio media vuelta hasta colocarse frente a mí; y tan pronto lo hizo, procedió a levantarse su bata hasta dejarla sobre su cintura, dejándome con una inigualable vista de su peludo sexo.

Luna era muy hermosa, y aunque no llegaba a igualar la belleza de sus dos hermanas mayores, era lo suficientemente sensual como para volver loco al hombre que desease; y en este momento lo estaba demostrando conmigo.

Desde mi privilegiada posición, podía ver como desde su raja habían comenzado a escapar toda una infinidad de gotas de sus más espesos flujos; que se balanceaban con total libertad sobre los oscurecidos vellos que cubrían su imponente raja, hasta dejarlos completamente brillantes.

Al ver su jugosa abertura tan cerca de mí rostro, instintivamente sujeté a Luna de su fenomenal trasero, y casi sin pensar le introduje mi lengua en medio de sus empapados labios; dispuesto a disfrutar directamente de todo el calor y dulzura, que emanaba de su apasionante zanja.

En él instante en que Luna sintió la manera en la que mi inquieta lengua hurgaba en medio de su dilatado coño, pegó un leve gemido cargado de placer; y tras sujetarme con fortaleza por el cabello, empezó a sacudirse muy fuertemente, como si estuviese sufriendo alguna especie de choque eléctrico:

—¡Aghh! ¡Aagjjjhh! ¡Nghh!

Me sentía cada vez más extasiado, a medida que continuaba acariciando sus prodigiosas entrañas con mi lengua. Hasta que de manera repentina, Luna no pudo continuar soportando la desbordante intensidad que sacudía sus temblorosa gruta; por lo que dándome un rápido empujón hacia atrás, me apartó de su lado.

Una vez que estuvimos separados, se sentó nuevamente sobre mis piernas, permitiéndome verla directamente a los ojos; al tiempo en que podía volver a sentir, toda la humedad que emanaba de su punzante gruta.

Una vez que estuvo acomodada, Luna retomó sus incesantes y cada vez más permisivos movimientos de cadera; hasta retomar el control que tenía sobre mi frágil cuerpo.

Mientras meneaba con efusividad su región pélvica sobre mi verga, no pude evitar plantarle un apasionado beso en sus carnosos labios; el cual, para mi fortuna, me regreso mucho más que gustosa.

—¡Oohh! ¡Mmm, Mmhh! —sollozaba Luna.

Mientras dábamos rienda suelta a toda nuestra desbordante calentura, Luna no dejaba de masturbarme lentamente con su ardiente coño; y a medida que lo hacía, se veía cada vez más eufórica y desesperada. Quien lo iba a decir, ¡Luna estaba cerca de alcanzar su orgasmo!

Entre más nos besábamos, más excitados nos poníamos, al punto que empecé a deslizar mis sudorosas manos por toda su suave espalda; hasta adueñarme una vez más, de su fenomenal retaguardia.

En ese momento, no tardé en mover mis ágiles manos bajo la pequeña bata que traía puesta; hasta aprisionar directamente con mis nerviosas manos, el aterciopelado trasero de mi acalorada hermana mayor.

—¡Ohh, Oohh! ¡Pero que atrevido te has vuelto, hermano! —esbozó con gran alegría, al momento de sentir el atrevido tacto de mis inquietas manos.

Estábamos sumergidos en un mar de suntuosas sensaciones, que amenazaban con hacernos delirar por tanto erotismo. Y cuando pensé que las cosas no podía mejorar, Luna aparta hacia un lado mi pegajoso calzoncillo, hasta dejar mi vigorizante miembro en libertad; y una vez que consigue, atrapa mi polla entre los abultados labios de su coño, e iniciar por última vez sus fulminantes movimientos de cadera.

Luna me estaba masturbando directamente con su ardiente concha, y eso me estaba haciendo resoplar con descontrol.

—¡Ohh, Oohh! Luna, ¡Lunnaaa!

Los ágiles movimientos que realizaba mi enloquecida hermana con su furibundo sexo, comenzaron a provocarme un sin fin de prolongados espasmos electrificados en todo el cuerpo; que no hacían otra cosa más que sacudir mi desgastada resistencia, y acercarme cada vez más a mi inevitable final.

Las bolas me dolían, la polla me hormigueaba, y el cuerpo no me dejaba de temblar. Luna estaba acabando muy lentamente conmigo, y estaba mucho más que deseoso de que eso pasara.

Sentir directamente su raja, a medida que danzaba con desespero sobre mi vibrante falo, fue mucho para mí; por lo que dándole un apasionado beso en los labios, empecé a correrme de manera desenfrenada, llenándole toda su lubricada entrepierna con mi espesa semilla.

—¡Lu-Lunnaaa! ¡Uughhm! ¡Nnghh! ¡Aahh!

En el instante en que Luna se percató de mi brutal corrida, no pudo evitar explotar de igual manera, uniéndose a mí cuerpo en un fuerte abrazo; hasta quedar totalmente extenuados sobre la silla de mi escritorio.

Había sido una experiencia mucho más que gratificante, que nos será muy difícil de poder olvidar.

Luego de permanecer unidos durante varios segundos más, Luna me mira a los ojos con dulzura; y me susurra tiernamente:

—Creo que te quedó bien claro lo mucho que nos entendemos, y lo bien que podemos pasarla cuando estemos juntos.

En ese momento trataba de mantener las pocas fuerzas que aún quedaban en mi ser, para no desplomarme sobre su transpirado cuerpecito.

—Solo quiero que sepas que, si aceptas ir al baile con Tabby, no sólo yo estaría muy agradecida contigo, sino que también lo estaría Sam; y si eso sucede, estoy más que segura de que juntas hallaríamos la manera más "apropiada", de demostrarte con creces nuestra infinita gratitud.

Mientras hablaba, continuaba sacudiendo sus fenomenales caderas a un ritmo ya un poco más pausado; haciéndome sentir el envolvente calor de su palpitante vagina, hasta que mi cansada polla se encogió por completo.

Al terminar, Luna me da un suave beso en la frente y se marcha de mi cuarto como si nada hubiese pasado; dejándome totalmente bañado en sudor, y mucho más que delirante.

Entre más se acercaba la fecha límite del baile, mayor era la indecisión que envolvía mi mente. Y en ese instante lo único que tenía claro en mi cabeza, era que llevase a quien llevase, me ganaría desprecio del resto de mis hermanas durante un largo, largo tiempo. ¡Rayos!

Después de múltiples amenazas e ilimitados contratiempos, finalmente llegó el día antes del tan ansiado baile de fin de año; por lo que tenía que tener mayor cuidado, si es que quería escapar de tan tortuoso predicamento.

Al llegar de la escuela, lo primero que hice fue dejar mis cosas en mi recamara. Y tras cambiarme de ropa con rapidez, y buscar algo de dinero, decidí marcharme cuanto antes de la casa; para no darle la oportunidad a ninguna de mis hermanas, ni a su selecto grupo de desquiciadas amigas, de que arruinasen completamente mi pacifico fin de semana.

Una vez que estuve a punto de bajar por las escaleras, comencé a notar con algo de recelo, como alguien tocaba el timbre de la entrada. Y tras asomarme poco a poco y con cuidado, pude ver como Luna abría la puerta enorme entusiasmo; al percatarse de que la persona que había llegado, no era otra sino su entrañable amiga Tabby. ¡Rayos!

Y por si eso fuera poco, justo en el instante en que iban a cerrar la puerta, aparece de la nada Haiku; totalmente decidida a complicarme aún más la existencia.

Ver a esas dos chicas en la entrada, no tardó en provocarme una inmensa desesperación en todo el cuerpo, ya que tan solo era cuestión de segundos, para volver a estar situado en el centro del huracán.

¡No sabía que hacer! No podía regresar nuevamente a mi cuarto, ya que sería el primer lugar en donde ellas me buscarían. Debía pensar en algo, ¡y tenía de ser rápido!

Fue así como aprovechando que las gemelas aun no estaban en la casa, entré a su alcoba y me escondí rápidamente en su congestionado closet; por si alguna de mis otras hermanas, decidían asomarse en ese lugar.

¡Esto no podía ser cierto! Estaba escondiéndome de mis hermanas, y en mi propia casa. Apuesto a que Ace Savvy jamás pasó por una situación similar.

Lleno de un inusual nerviosismo, y con el corazón cada vez más acelerado, permanecí escondido dentro de tan estrecho recinto; mientras escuchaba la manera en la que un par de decididas pisadas, se iban acercando cada vez más a mi pequeña habitación.

Desde mi escondite podía sentir con total claridad, cada uno de los exaltados movimientos que realizaban tanto Luna, como el resto de las chicas; mientras se adentraban sin ningún tipo de interrupciones, hacia mi reducida morada. Y al llegar, logré palpar el inmenso desconcierto que en ese instante cada una de ellas transmitía; al darse cuenta de que no me encontraba en ese lugar.

—No, no lo entiendo chicas. ¡Pensé que estaba aquí! —exclamó Luna con gran incredulidad.

—¡No se preocupen! ¡Suspiro! Debe estar en algún lugar de la casa. —susurró Lucy.

Pese a no haberme encontrado en mi alcoba, mis hermanas se negaban a aceptar la idea de que no estuviese en casa; por lo que sin más por hacer, empezaron a revisar en el resto de habitaciones, para ver si me encontraba en alguna de ellas.

Su primer destino fue la alcoba de las gemelas, lugar al que prontamente ingresaron; dejándome con los nervios cada vez mas de punta. Pero tan pronto vieron que todo estaba apagado, y que aparentemente no había nadie en ese lugar; se marcharon hacia su próximo destino.

Podía escuchar con auténtica facilidad la manera en la que iban entrando a cada una de las demás habitaciones, en su desesperado afán por tratar de localizarme. Pero al cabo de unos cuantos minutos más, y tras no haber logrado encontrarme en ninguna parte; decidieron continuar su búsqueda en el primer piso. ¡Uff! ¡Estuvo cerca!

Esa era mi oportunidad de escapar de mi improvisado escondite. Pero antes de hacerlo, decidí esperar durante unos cuantos minutos más; por si a alguna otra de mis hermanas, se le daba por regresar.

Justo cuando estaba a punto de salir de mi madriguera, escuché como alguien más se acercaba poco a poco a la habitación; por lo que volví a quedarme quieto y en completo silencio, a la espera de no ser descubierto.

A medida que escuchaba la manera en la que se abría la puerta, me mantuve cada vez más quieto, y sin atreverme a estremecer ni un solo músculo; por miedo a ser descubierto. Así permanecí durante unos infartantes segundos más, hasta que finalmente esta se abrió por completo; dejándome en vilo sobre quien había llegado.

Mi creciente tensión llegó a su fin, luego de comprobar que la persona que aparecía por esa puerta, no era otra sino Lana; quien venía acompañada solamente por nuestro amigable perro Charles. ¡Que alivio!

Tan pronto ingresan a la alcoba, Lana asegura la puerta con candado, y procede a acomodarse muy lentamente justo en frente de su pequeña cama. Fue ahí cuando decidí que había llegado el momento de salir de mi escondite.

Pero justo cuando iba a abrir la puerta del closet, Lana comienza a desvestirse con mucha impaciencia; dejándome completamente intrigado ante su inusual comportamiento. ¡¿Será acaso que se iba a bañar?!

Tan pronto estuvo desnuda, se acuesta sobre su cama, y procede a flexionar sus piernas con gran seguridad; hasta quedar con las rodillas apuntando al techo. Y una vez ahí, empieza a separar sus piernas con increíble lentitud, hasta dejar su abultada rajita totalmente expuesta; y de lo mas lista para lo que sea que tuviese en mente.

¿Pero que rayos estaría pensando hacer Lana? ¡¿Acaso se iba a masturbar?!

Me encontraba a la expectativa, y sin saber con certeza que era lo que pretendía hacer. Pero al cabo de unos cuantos segundos, mis dudas fueron completamente disipadas, en el instante en que le hizo un par de señas rápidas a Charles; para que se acomodase junto a ella.

A ver la manera en la que su dueña lo llamaba, Charles no dudó en hacerle caso. Por lo que rápidamente se acomodó justo en medio de sus aclaradas piernas, mientras batía la cola con rebosante alegría. ¡¿Pero que rayos?!

Fue ahí cuando todo comenzó a cobrar sentido para mí, ya que al parecer Lana, iba a hacer algo mucho más intenso que simplemente masturbarse.

Tan pronto Charles estuvo posicionado estratégicamente sobre su delicada intimidad, sacó su pequeña lengua con descaro, y empezó a lamerle la entrepierna con apabullante desesperación; provocándole varias arcadas a su muy acalorada dueña, los cuales les fueron imposibles de lograr ocultar.

—¡Ohh, Oohh, Charles! ¡Bueeén chico! Eso es. ¡Dale más rápido! ¡Mmm, siií! Tu sí que sabes cómo es que le gusta a mami.

Charles estaba haciendo estremecer a Lana por completo, a medida que le introducía su enrojecida lengua con mayor profundidad.

De un momento al otro nuestro perro se encontraba escarbando justo en medio de su pronunciada abertura, casi al tiempo en que le rozaba sus lampiños labios con el hocico.

Lana tenía los ojos bien cerrados, y había comenzado a morderse sus propios labios por causa de tanto placer. La cara de viciosa que tenía en ese momento, estoy seguro de que jamás la podré sacar de mi cabeza.

Lana permanecía tendida sobre su cama, con las piernas totalmente abiertas; recibiendo los certeros lametazos que Charles le estaba propinado a lo largo de toda su brillante rajita. ¡Que envidia me daba!

Al parecer no era la primera vez que Charles le metía la lengua entre sus sudadas piernas, ya que lo hacía con enorme soltura y conocimiento. Quien sabe desde cuando Lana habría estado utilizando a nuestro perro, para satisfacer sus necesidades sexuales más primitivas.

Charles introducía cada vez más profundo su delgada lengua dentro de su coño, y la movía de una manera tan vertiginosa; que había comenzado a hacerla babear descontroladamente.

En un momento dado, Charles se dedicó a lamer los inflamados pliegues vaginales de su extasiada dueña; haciendo que Lana se colocase una de sus pequeñas almohadas en el rostro, para intentar contener sus feroces gemidos.

—¡Mmm! ¡Mmmh! ¡Mmghh!

Era muy excitante ver la manera en que Lana retorcía su frágil cuerpecito, al compás de los acelerados movimientos ejercidos por su mascota. Y por la gran cantidad de gemidos que esta liberaba, se notaba con facilidad lo realmente bien que la estaba pasando.

¡¿Desde hace cuánto estarían sosteniendo sus tórridos encuentros?!

Charles estaba empeñado en hacer retorcer a Lana, ya que seguía y seguía taladrandora con su alargada lengua; sin siquiera detenerse para descansar.

La escena me tenía sumamente acelerado, por lo que no tardé en acariciar mí ya extenuada polla sobre mi encarpado pantalón, para tratar de disimular mi desbordante calentura.

Estaba tan agitado, que no tardé en entreabrir la puerta del closet, para poder apreciar de mejor manera el espectáculo; y por suerte ambos seguían tan concentrados en su labor, que ninguno de los dos se percató en lo más mínimo de mi presencia.

Charles le devoraba la vagina con tan enérgica velocidad, que estaba casi seguro de que cuando se la metía hasta el fondo, la hacía ver las estrellitas.

Nuestro perro le lamía todo su sexo con una habilidad tan impresionante, que ciertamente empecé a sentir celos de su maravillosa técnica.

Lana estaba cada vez más bañada en sudor, y no dejaba de gemir, ni de sacudirse con demencia; al grado de que no tardó mucho en anunciar, la llegada de su primer orgasmo.

—¡Oohh, Siiií! ¡Que rico! Me voy a venir, Charles… ¡Me voy a veniiiír! Sigue, sigue, ¡No te detengas ¡Ohh, Oohh! ¡Mmmh!

Lana comenzó a correrse con tanto descontrol, que me resultaba fácil el poder apreciar la forma en la que sus agitadas manos se aferraba con vehemencia a las sábanas de su colchón; como tratando de controlar los fuertes espasmos, que se mantenía experimentando en su ya frágil cuerpecito. Y mientras gemía, Charles continuaba metiéndole la lengua a mas no poder, dentro de su ya encharcada abertura.

—¡Ohh, Charles! ¡Que ricooo! ¡Mmmm! ¡Si… S-Sí! ¡Oghhh! ¡Siiiií!

Luego de eso, Lana cayó abatida sobre su revuelta cama, completamente alterada y a punto de perder el conocimiento; y mantenía su cabeza girando de un lado al otro, como intentando poder controlar todo el voltaje que se encontraba recorriendo por su apacible figurita.

Después de un buen rato lleno de interminables sacudidas, gemidos de placer y orgasmos pronunciados, Lana no pudo seguir soportando más la habilidosa lengua de su perro, por lo que decidió apartarlo rápidamente de su lado; hasta dejar a su pobre mascota de lo más furibunda.

Cuando logró quitarse a Charles de encima, pude notar como Lana tenía el chochito completamente enrojecido, por culpa de los terribles lengüetazos que había recibido; y estaba tan agotada en ese instante, que casi no tenía fuerzas ni para respirar.

Lana permanecía tendida sobre el colchón, con la boca abierta, y jadeando entrecortadamente; mientras trataba de recuperar el aliento.

Después de un intenso rato plagado de gemidos, y acertados lametazos, Charles había logrado su cometido. Así que, visiblemente extenuado, se quedó delante de Lana; mientras jadeaba con dificultad, con su lengua colgándole por un lado del hocico.

Charles había hecho un gran trabajo, y Lana no tardó en premiarlo por toda su dedicación; es por ello que, mientras le acariciaba la cabeza con ternura, no dudó en decirle con suavidad:

—¡Uff! Vaya gustazo que me has dado Charles. ¡Cada vez lo haces mejor!

En ese momento, y tras escuchar las agradecidas palabras de su dueña, me di cuenta de lo inquieto que lucía Charles; y al mirarlo con más detenimiento, pude apreciar como de a poco había comenzado a sacar la puntita roja de su delgado miembro, hasta dejarla a escasas pulgadas del mojado coño de su jadeante compañera.

Contemplar dicha escena me causó mucha gracia, ya que a pesar de estar fundido, ¡Charles iba por más!

—¡Ohh, Charles! ¡Parece que a ti también te ha puesto muy caliente mi cosita! ¡¿No es así?!

Lana estaba cada vez más enrojecida, y se veía mucho más agitada que en un principio; así que era más que evidente, lo deseosa que estaba de seguir "jugando" con su querido perro.

—Te gusta el chochito de mami, ¡¿verdad, Charles?! Pues a mi tu lengua me puso como loca, así que creo que te mereces un premio.

Mientras Charles continuaba resoplando frente a la lubricada rajita de Lana, pude contemplar con asombro, como este había comenzado a dejar salir varios centímetros más de su esbelta polla canina; hasta dejarla casi toda por fuera.

La polla de Charles se veía bastante brillante, y tenía un color rojo oscuro, cubierto de pequeñas venas rosas.

Jamás pensé que llegaría a verle la polla a mi perro con tanto detalle, y menos aún, estando tan cerca de la vagina desnuda de mi jadeante hermana pequeña.

Charles permanecía sentado junto a ella, de lo más ansioso y expectante; hasta que Lana extendió su mano con ternura, y comenzó a acariciarlo suavemente.

Luego de unos cuantos segundos Lana empezó a descender su diminuta mano con pericia, hasta lograr posarla con delicadeza sobre la alargada polla de su peludo acompañante; y tan pronto se apoderó de su delgado miembro, comenzó a darle un ligero masaje con cautela, moviendo suavemente su achicada mano de adelante hacia atrás.

El resultado fue prácticamente de inmediato, y la polla de Charles empezó a crecerle a una gran velocidad; hasta lograr ponerse mucho más endurecida.

Al percatarse del efecto que estaba teniendo su decidido masaje sobre su alterada mascota, Lana comenzó a excitarse nuevamente. Daba la sensación de que Charles lo único que había logrado con su faena previa, era despertar la desbordante lujuria que yacía dormida en lo más profundo de su controvertida amante.

Al cabo de un vibrante rato, su polla estaba mucho más punzante de lo que se la hubiese visto nunca; y apuntaba con entusiasmo hacia la humedecida entrepierna de la sonriente rubia.

Lana continuaba masturbando a Charles sin ningún tipo de vergüenza, y lo tenía tan alterado, que llegué a pensar que le provocaría alguna especie de ataque cardíaco.

—¡Mmm! Como te gusta ¿eh? ¡¿Tu amita te pone caliente?!

En ese momento Lana estaba realmente irreconocible, y no podía salir de mi completo asombro, al ver lo pervertida que se había vuelto. Y a medida que la veía, no dejaba de preguntarme una y otra vez en mi cabeza, si todo esto había sido mi culpa.

—Dime muchacho, ¡¿Quieres que sea tu perrita?! ¡¿Eh?! ¿Si quieres? Quieres follarme con esa pollita tan rica, ¿verdad?

Su grado de excitación era tan alto, que poco a poco había comenzado a desvariar; y ni siquiera las veces que habíamos estado juntos, se había comportado de esa manera. ¡Lana estaba realmente enloquecida!

—¡Ohh, Charles! Pero que verga más dura y rica tienes. ¡Oohh, Siiií! Me tienes ardiendo por dentro. ¡Me muero por sentirla en mi interior!

Fue ahí cuando Lana soltó por un instante el reducido pene de su pequeño perro, para luego acomodarse con absoluta rapidez sobre la cama; hasta quedar nuevamente con las piernas abiertas y el coño bastante expuesto.

Tan pronto estuvo en posición, agarró a Charles con enorme desespero, y lo puso en dos patas hasta lograr dejarlo sobre su distendida vagina; y una vez ahí, tan solo tuvo que esperar a que su fiel mascota se dejase llevar por su instinto animal, e hiciera el resto.

Rápidamente Charles acomodó su polla sobre la aceitada rajita de su expectante dueña, y casi sin dudarlo, la penetró con una gran profundidad; hasta hacerla sacudirse por tanto deleite.

Charles estaba como poseído taladrado cada vez más rápido la entrepierna de Lana, sin importarle si le hacía daño o no. Aunque al ver la expresión tan marcada de placer que mantenía en su transpirado rostro, estaba más que seguro de que le encantaba lo que este le hacía.

—¡Ohh, Oohh! ¡Siií, Charles! ¡Mmm! ¡Mmmh! —jadeaba desesperadamente la agitada gemela.

Con el paso de los minutos Lana se había puesto mucho más eufórica, y no pudo evitar comenzar a mover de manera circular sus pequeñas caderitas; cada vez que su enloquecido perro la penetraba con ahínco.

Charles continúo cogiéndosela cada vez más fuerte, mientras su temblorosa dueña trataba desesperadamente de seguiré el ritmo.

El frenético mete y saca impuesto por nuestra animada mascota, no disminuía ni por un solo segundo. Y por el contrario, se hacía tan intenso y acelerado; que no tardo en hacer que su electrificada acompañante, estuviese a punto de volver a correrse.

En ese punto, el cuerpo de Lana no paraba de tensarse ante la inminente llegada de otro monumental orgasmo; el cual, al parecer, era mucho más despiadado que el anterior, ya que la hizo gritar y zarandearse como una auténtica desquiciada.

—¡Aaghh, S-Siiii! ¡Ah, Ahh, Aaghh! Buen chico Charles. Dame... ¡Mmm! ¡Dame duro! Soy tu perra. ¡Si, siií! ¡Tu sucia perra! Métemela… ¡Métemela más fuerteee! ¡Uhh! ¡Uughm!

Lana estaba cada vez más desencajada, mientras los orgasmos le sucedían uno tras otro sin parar. Y cuando pensaba que ya no podía retorcerse más de placer, Charles volvió a acelerar el ritmo de sus fervientes embestidas de una manera tan brutal, que la hizo hundir nuevamente su cabeza entre la almohada; para no gritar con bestialidad.

¡Charles le estaba dando con todo! Le metía y le sacaba la verga a un ritmo tan marcado, que era evidente lo poco que le faltaba, para lograr correrse en el interior de su querida protectora.

Al cabo de unos cuantos segundos más, pude observar con innegable fascinación, como el cuerpo de Charles se contraía con enorme fortaleza; ante la salvaje corrida que estaba teniendo dentro del mojado coño de mi perturbada hermanita.

Al sentir como la leche caliente de Charles le estaba inundando las entrañas, Lana soltó un gemido tan increíblemente desgarrador; que me fue muy fácil de percibir, a pesar de mantener su rostro oculto bajo la almohada.

—¡Mmm, Mmmh! ¡Mmmhh!

Luego de eso Lana no aguantó más, y se desplomó sobre el colchón. La pobre estaba con el cuerpo bastante sensible, y con la voz bastante ronca por tanto gritar; pero eso sí, con una enorme sonrisa de satisfacción por lo que acababa de realizar.

Visiblemente extenuado, Charles se tumbó al lado de su ama; y con sus últimos restos de energía se dispuso a lamerse su flácida polla, mientras esta se le replegaba poco a poco.

Había sido un espectáculo sumamente memorable, pero había llegado el momento de salir de ese lugar. ¡Hmm! Aunque había solo un problema. Tenía que esperar a que Lana saliera de la habitación, para poder abandonar mi improvisado escondite sin ser descubierto. ¡Rayos!

Con el paso de los minutos, y a pesar de mi interminable espera, Lana continuaba tendida y resoplando con dificultad; mientras trataba de recuperar el control sobre su enrojecida figurita.

Tenía que hacer algo para poder escapar sin ser visto, ya que de a poco podía sentir como se me habían empezado a acalambrar las piernas, debido a mi mala posición.

Fue así como de un momento al otro, y sin ser capaz de evitarlo, di un leve paso hacia un costado; mientras trataba de mantener el equilibrio para no caerme. Pero lo hice con tan mala fortuna, que sin querer pisé uno de los pequeños juguetes de Charles que Lana guardaba en ese lugar; el cual emitió un sonoro pitido que retumbó con desbordante intensidad, dejándome en total evidencia ante todos. ¡Rayos!

Lleno de miedo, y completamente expuesto, abrí poco a poco la puerta del armario; y salí lentamente de ese lugar.

Tan pronto estuve afuera, no tardé en girar muy lentamente mi cabeza hacia donde se encontraba Lana, tan solo para comprobar como Charles y ella permanecían completamente quietos, y en absoluto silencio; mientras me observaban al rostro con bastante incredulidad.

Con el corazón acelerado, y mucho más apenado de lo que hubiese estado en mucho tiempo, no me quedó de otra más que tratar de disculparme con indiscutible sinceridad.

—La-Lana, no fue mi intención invadir tu espacio. E-Estaba huyendo de Luna y de las demás chicas, y este fue el primer lugar que se me ocurrió para poder ocultarme.

Lana continuaba acostada y en completo silencio, y lo único que hacía era mirarme fijamente.

—Y no te preocupes... ¡Lo que pasó en este cuarto será uno más de nuestros secretos!

Al terminar de hablar, Lana finalmente sale de su letargo, y me dice con un tono bastante disipado:

—Espera Lincoln, ¡No te vayas!

Mientras decía esas palabras, el rostro de Lana se puso colorado, y sus ojos no fueron capaces de continuar mirando a los míos. Al parecer Lana lucia bastante avergonzada por todo lo ocurrido.

—Que, ¿qué pasa Lana?

Lana seguía con la respiración bastante entrecortada, por lo que las pocas palabras que salían de su boca me resultaban difíciles de entender.

Así que, controlando de a poco su inquieta respiración, y luciendo cada vez más enrojecida que en un principio, voltea su mirada hacia otra parte; y me susurra muy suavemente:

—¡Mmm! Es que...

—Vamos Lana, que es lo que quieres, ¡Confía en mí!

Completamente roja, Lana extiende una de sus pequeñas manos hacia las mías; y sujetándome con firmeza de ellas, no demora en decir:

—Es que Charles me dejó muy caliente, y... ¡Te necesito!

—Espera... ¡¿Qué?!

Como era posible que Lana siguiese tan caliente, después de la despiadada manera en la que Charles la había hecho retorcerse; hasta prácticamente quedar al borde de perder el conocimiento.

Charles le había hecho pasar una tarde sumamente excitante a mi ruborizada hermanita, pero a pesar de ello, Lana seguía frotando sus delgadas piernas una con la otra; en señal de lo agitada que aún se encontraba. ¡¿Es en serio?!

Todo parecía indicar que con el pasar de los meses, Lana se estaba volviendo cada vez más insaciable en la cama; lo cual tan solo podía indicar, lo mucho que le gustaba el sexo.

Lana me estaba pidiendo que le ayudase a quitarse la elevada calentura que le había dejado nuestro perro, a pesar de la majestuosa faena que este le había hecho disfrutar. Y en ese punto, era muy difícil que me pudiera negar.

Lana permanecía tendida sobre el centro de su cama, completamente sudada y resoplando con dificultad; hasta que de un momento a otro, y ante mi completa incredulidad, extendió una de sus reducidas manos, y comenzó a masajearse su dilatada rajita con bastante desespero.

Ver a mi linda hermanita completamente desnuda, mientras se acariciaba sus partes íntimas con deslumbrante sensualidad, me hizo arder la polla casi al instante; y me generó unos sobresalientes corrientazos cargados de una apabullante excitación, que me tenían mucho más que ansioso por tratar de penetrarla de una sola estocada.

Mientras contemplaba con autentica admiración la hermosísima silueta desnuda de mi resollante acompañante, no pude evitar que un par de gotas de baba se me escurrieran por la comisura de mi boca; hasta ir a dar al suelo. Lana me tenía de lo más extasiado, ¡y absolutamente embobado!

En ese momento me despojé de mi ropa con tanta velocidad, que ni siquiera me di cuenta de a donde fueron a parar mis calzoncillos.

Una vez desnudo, me subí rápidamente a la cama; y tan pronto estuve junto a Lana, Charles se abalanzó sobre mí, y me comenzó a gruñir con inmensa rabia. El muy infeliz no quería que nadie más se tirara a su dueña.

Lana no pudo evitar soltar una pequeña carcajada de regocijo, ante la sorpresiva escena de celos que estaba presenciando; y no tardó en comenzar a acaricia la cabeza de Charles con enorme suavidad, para tratar de tranquilizarlo.

Cuando su amante canino estuvo más calmado, Lana lo agarró con cuidado, y lo bajó de la cama para que no nos interrumpiera.

—¡Quédate ahí juicioso, y no te muevas! —indicó Lana con enorme suavidad—. Si te portas bien, más tarde te daré un premio. Pero ahora, ¡deja que mami juegue con su hermanito!

Para mi sorpresa, Charles le hizo caso a su querida dueña, y permaneció quieto en su lugar; pero cada vez que lo volteaba a ver, me pelaba los dientes con bastante odio. ¡Acababa de ganarme un nuevo enemigo de por vida!

Tan pronto quedamos los dos sobre la cama, me abalancé sobre Lana, y comencé a besar su delgado cuello con mucho anhelo; y desde ahí fui descendiendo mis labios lentamente, hasta llegar a sus rosáceos pezoncitos.

Mis caricias habían provocado que la pequeña silueta de Lana comenzara a estremecerse con enorme exasperación, hasta hacerla delirar por tanto regocijo.

Mientras continuaba deleitándome a costa de sus adictivas tetas, aproveché para deslizar mis manos por todo su plano abdomen; hasta situar una de ellas sobre su minúsculo ombligo.

Una vez ahí, comencé a realizar pequeños círculos en su contorno; logrando apreciar la manera en la que Lana sacudía todo su atractiva figura, con auténtico arrebato.

Más que animado, descendí mi otra mano hasta situarla sobre su lasciva rajita, en donde me fue imposible resistir la tentación de empezar a deslizar uno de mis dedos sobre la comisura de sus enrojecidos labios; haciéndola suspirar con incomparable dinamismo:

—¡Ohh, Oohh! ¡Mmmh! ¡Aaghh!

No me tuve que esforzar demasiado para que Lana comenzase a gemir con enorme intermitencia, ya que en ese momento… ¡Su cuerpo estaba realmente encendido!

Ella estaba muy risueña ante cada uno de mis certeros estímulos, por lo que no tardé en bajar mi cabeza directamente hacia su encharcada entrepierna; dispuesto a admirar directamente toda la belleza y magia que escondía en tan gloriosa abertura.

En el instante en el que logré acomodarme frente a su sonrosada intimidad, pude darme cuenta de lo lubricado que lucía su hermoso coño; y al tenerlo tan cerca, no pude ser capaz de continuar aguantándome las feroces ganas que tenía, de comenzar a frotar mi traviesa lengua por sus labios.

De ese modo, fui deslizando mi lengua por todo lo largo de su inigualable rajita; sin importarme demasiado el que Charles se hubiese corrido minutos antes en su interior.

La inquieta gruta de Lana había comenzado a liberar gran cantidad de fluidos cristalinos, que estaban formando un pequeño charco sobre las sábanas. Por lo que no tardé en hundir mi electrificada lengua en su interior, hasta lograr conseguir que su diminuto cuerpo se tensase por completo.

Aunque lucía bastante agitada, Lana no dejaba de sacudir su vibrante entrepierna con bastante brutalidad; como tratando de controlar las contundentes descargas de placer, que arremetían contra su goloso sexo.

Al verla toda sudada y con la piel más que erizada, estiré mis manos hasta lograr apoderarme de su dilatado clítoris, el cual yacía orgulloso en la parte superior de sus finos labios. Y al hacerlo, pude notar cómo su cuerpo se descompuso enteramente; provocándole nuevos estertores, del más puro y vertiginoso deseo.

—¡Ahh, Ahhh! ¡Mmgh! ¡Aahh! ¡Nghh! —resoplaba muy tenuemente la afanosa gemela, mientras movía su rostro de un lado al otro con innegable ferocidad.

Lana estaba más que deseosa de seguir experimentado las impetuosas descargas de placer, que estaba sintiendo en su tembloroso botoncito. Así que, sin detener el paso de ninguno de mis movimientos, continué frotando su resplandeciente pepita a una gran velocidad; hasta hacerla resoplar con increíble sobresalto.

—S-Siii, siiiií... ¡Ahí, ahí! No te Detengas, Lincoln. Por favor… ¡No te detengas! ¡Mmgh!

Animado, redoblé mis esfuerzos sobre su eufórica abertura, masturbándola dulcemente con mis delgados dedos; mientras mis labios y mi lengua, se ocupaban de atender su intranquila abertura.

El coño de Lana era un auténtico charco, y podía sentir con absoluta facilidad la manera en la que mis dedos chapoteaban fervientemente en su interior; generando una gran cantidad de lascivos sonidos de contacto, que me tenían con la polla a punto de estallar.

Visiblemente afectada, Lana extiende con ansiedad una de sus pálidas manos hasta mi entrepierna; y me sujeta la polla con firmeza, como tratando de no darle más largas al asunto.

—¡Ngmh! No aguanto más Lincoln. Métemela… ¡Métemela ya!

Al ver lo enloquecida que en ese instante se encontraba, dejé de succionar su irritada cavidad, y acomodé mi cuerpo rápidamente en medio de sus temblorosas piernas; con el firme propósito de lograr satisfacer toda la prolongada lujuria, que permanecía presente en nuestros ansiosos cuerpos.

Una vez ahí, comencé a dirigir mi polla hacia su chorreante vagina; para lograr disfrutar de su ajustado interior lo antes posible. Pero al posar mi miembro en medio de sus sensuales labios, me dispuse a frotársela con absoluta lentitud; deslizándole muy suavemente la esponjosa punta de mi endurecido garrote por todo lo largo de su humedecida rajita, nada más para verla protestar.

Al comprobar la manera en la que lentamente le desplazaba mi pene por todo el centro de sus replegadas piernas, Lana arquea su cuerpo con gran estupefacción; y me reniega con vistosidad:

—¡Ohh, Oohh, Lincoln! No… ¡No seas así! Métemela, ¡Métemela de una buena vez! Me estás volviendo loca. ¡Ooghh!

Estaban disfrutando enormemente, al ver la manera en la que Lana se retorcía con irreverencia. Tanto, que continué deslizándole mi glande una y otra vez sobre sus enrojecidos labios; para verla estremecerse con delirante exasperación.

—N-No, ¡no me hagas esperar más! ¡Quiero tenerla adentro, yaaá! ¡Uhm! ¡Mmmh! ¡Uughh!

Lana estaba contorsionándose cada vez más rápido. Tanto, que la cama había empezado a traquear violentamente, gracias a toda la energía generada en cada uno de sus salvajes movimientos.

En ese punto, quería hacerla aullar por tanto deseo. Pero por desgracia, no podía seguir soportando el intenso ardor que se me había comenzado a formar en mis entumecidas bolas, así que rápidamente apunté mi miembro entre sus dilatados labios vaginales; y ejerciendo un poco de presión sobre estos, se la enterré de una sola estocada, hasta hacerla chillar con enorme satisfacción.

—¡Ohh! ¡Oohh! ¡Si, Siiiií, Linky! ¡Tú, tu polla es la mejor! ¡Uhh, Uhmm! ¡Nghh!

A medida que la penetraba, Lana comenzó a jadear cada vez con mayor intensidad; sacudiendo con destreza cada una de sus temblorosas piernas.

En vista de lo frenética que en ese instante se encontraba, le introduje rápidamente uno de mis dedos dentro de su boca; para tratar de apaciguar sus potentes alaridos.

Lana cada vez estaba más descolocada. Por lo que de un momento al otro comenzó a estirar sus esbeltas piernas con gran desesperación, hasta abrazar completamente mis oscilantes caderas.

Al tener sus piernas totalmente abiertas, me resultaba realmente fácil el poder penetrarla con mayor profundidad; hasta llegar cada vez más lejos dentro de su jugosa abertura. Al parecer, el que mi polla llegase con extrema facilidad hasta su apretado útero, no demoró en provocarle feroces espasmos en todo el cuerpo; que la tenían fascinada y a punto de colapsar.

—¡Ohh, Siií… Linky! ¡Tu pene está palpitando en mi interior!

Sentir mis feroces embestidas dentro de su suave intimidad, hizo que Lana cerrase los ojos con apremio; y empezase a resoplarme en la cara con incalculable angustia.

—¡Oohh, Ohhh! ¡Ooghh! ¡Mmm!

A medida que la iba penetrando, empecé a retorcer sus desafiantes tetillas; lo que la hizo volver a sacudir su sonrojado cuerpecito, y la llevó cada vez más cerca del añorado éxtasis.

—¡Aahh, Ahh! Eso es Linky... ¡Retuércemelos con más fuerza! ¡Ahh, Aahh! ¡Nghh!

Mientras desaparecía una y otra vez mi punzante polla dentro de su cálida hendidura, Lana estiró sus brazos y se aferró directamente a mi oscilante espalda; para hacer más difícil que me alejase de su lado.

Lana me estaba haciendo sudar con mucho furor, y a este paso no creo que pudiese ser capaz de durar demasiado.

Llevado por la interminable calentura del momento, empecé a penetrarla cada vez con mayor brutalidad; para tratar de saciar las inmensas ganas que le tenía a su apretado coñito.

A medida que acribillaba con deseo, el acalorado chochito de mi viciosa hermana pequeña, comencé a notar como ella había extendido una de sus delicadas manos, hasta ponerla sobre la parte alta de su sensible abertura; para luego comenzar a darse gustito, mientras se frotaba su endurecido clítoris con la yema de sus dedos.

Lana estaba exprimiendo mi magullada polla sin ningún tipo de misericordia, arrancándome diversos gemidos desaforados en el proceso.

—¡Ohh, Lana! ¡Ooghh, Oohh! ¡Mmghh! ¡Lanaaá!

El interior de Lana se sentía tan ampliamente lubricado, que era cuestión de tiempo para que mi intranquila existencia explotase en una angustiante tormenta de pasión desenfrenada; que no se detendría hasta haber llenado por completo su fogosa intimidad.

Me sentía mucho más que descolocado, y aunque mi cuerpo no podía dejar de penetrar violentamente su emotiva rajita; no quería terminar sin haber disfrutado al máximo de su majestuosa figurita. Por lo que, envalentonado, saqué rápidamente mi agitada polla de su dilatado conducto; y dándole a Lana un par de palmaditas en las caderas, le hice un par veloces señas para que cambiase de posición.

Por suerte Lana captó de inmediato lo que tenía en mente, y casi sin dudarlo, empezó a girar su lindo torso hasta quedar con el trasero elevado; dejándome así, con una incomparable visual de su extraordinaria belleza.

Luego de eso, y aprovechando tan lasciva postura, no tardé en hacer desaparecer mi vigoroso falo justo en medio de sus bamboleantes piernas; dando inicio a un frenético mete y saca, que nos tenía a ambos con la respiración mucho más que acelerada.

—¡Aahh, Ahhh, Lincoln! Eres, ¡Mmm! ¡Eres fabuloso!

A medida que la penetraba, podía sentir la manera en la que su pequeño cuerpecito, recibía con auténtico regocijo a mi estresada herramienta; y por la manera en la que Lana se estremecía, estaba casi seguro de que le encantaba lo que hacía.

—¡Uhh, Uughh! No pares… ¡No pares! ¡No te atrevas a parar! ¡Ahh, Aaghh! ¡Nghh!

Lana estaba cada vez más desesperada. Por lo que no tardó en comenzar a batir sus sensacionales caderas a un ritmo tan ampliamente vertiginoso; que me tenían cada vez más cerca de perder el control.

En ese momento nuestros cuerpos estaban tan unidos, que se me hacía realmente fácil el sentir los acelerados latidos de su enérgico corazón.

Aprovechando nuestra cercanía, y su más profunda entrega, apoyé mis manos sobre sus pequeñas nalgas, y las entreabrí con bastante suavidad; hasta dejar su apretado ojete, totalmente expuesto ante mis ojos.

Al tener a Lana completamente a mi merced, dirigí mi vigorosa polla hacia su acaramelado asterisco, y comencé a puntearla con enorme impaciencia; para tratar de abrirme paso en su apretado conducto.

El orto de Lana se sentía realmente restringido, al punto en que no tenía claro si lo llegaría a conseguir.

Con el pasar de los segundos, y luego de una serie de efusivas estocadas vigorosas, conseguí meter la punta de mi efusivo miembro, dentro de la fascinante retaguardia de mi alterada hermanita. ¡Finalmente lo había conseguido!

—¡Aahhh! ¡Aaaghh! Lincoln… ¡Me estás partiendo el trasero!

Los adoloridos gestos de mi hermana en lugar de conmoverme, me impulsaban a seguirla taladrando con mayor intensidad; hasta haberme adueñado por completo de su impetuoso interior.

Entre más pasaban los minutos, mayores eran las prolongadas estocadas que le estaba propinando en su glorioso culo; haciéndola desvariar con cada uno de mis briosas embestidas.

—¡Aahjjjj! ¡Aagjhh! ¡Mmhgjjj!

Luego de un ajetreado rato cargado de profundas sacudidas, pude darme cuenta de la manera en la que la transpirada silueta de mi hermana había comenzó a relajarse; permitiéndome bombear en su interior con mayor tranquilidad.

Al ver que Lana había comenzado a disfrutar de mis más intensos latigazos, no dudé en darle con todo; hasta verla retorcer.

Luego de un rato, y aprovechando la excitante posición en la que esta se encontraba, no tardé en introducirle mi endurecida herramienta hasta lo más profundo de su esponjosa retaguardia; generándome así un agobiante cosquilleo en la base misma de mis inquietas bolas, que amenazaba con finalizar abruptamente nuestro sensual encuentro. ¡Ooghh!

Segado por la lujuria, agarré con fuerza sus perfectos cachetes y los separé una vez más, para ver la manera en la que mi venosa herramienta, taladraba con desesperación a su reducido asterisco.

Era un auténtico deleite el ver como su apretado esfínter se abría y entrecerraba con inmensa rapidez, cada vez que le metía mi endurecida polla en su interior.

Poco a poco Lana se iba entregando cada vez más al sistemático ritmo que le estaba imponiendo en cada una de mis despiadadas embestidas; al punto en que no demoró en resollar debido a tantas estocadas.

—¡Mmm! ¡Mmhh! ¡Ooghh!

Lana había comenzado a mover muy suavemente su pequeño traserito de adelante hacia atrás, ajustándose al ritmo de mis eficientes embestidas; para tratar de que mi adolorido garrote, le entrase en lo más profundo de su ceñido interior.

Al parecer la fastuosa mezcla de sensaciones que sentía Lana dentro de su intranquilo conducto, no tardó en provocar en ella toda una alucinante serie de desmesurados sobresaltos; que la tenían totalmente erizada, y a punto de colapsar.

Lana comenzó a gemir con enorme aceleración, mientras sus manos se aferraban cada vez más a su ablandada almohada. Es por ello que, al verla tan desprotegida, aproveché para acelerar el compás de mis enérgicos embates, hasta hacerla delirar con enorme sobresalto.

—¡Aahh, Aghh! ¡Estás revolviendo todo mi interior! ¡Mmm! ¡Mmmh! No pares, ¡no pares Linky! Estoy a punto de correrme.

Ver la manera en la que Lana estremecía su delgada silueta sin parar, no tardó en comenzar a provocarme un par de estimulantes arcadas tensionantes; que de a poco fueron generando un inmenso vacío en mis burbujeantes bolas, que me tenía con la polla entumecida.

¡El suntuoso trasero de Lana estaba acabando con mi resistencia!

Con la leche acumulada en la punta de mi miembro, agarré fuertemente a Lana por sus delicadas caderitas, y comencé a penetrarla con todas las fuerzas que permanecían en mi ser; hasta sentir como su dilatado ojete se aferraba cada vez más rápido a mi consternado falo. Lo cual ocasionó que no pudiese seguir soportando los intensos cosquilleos que recorrían por mi entrepierna, obligándome a explotar en su apretado interior.

—¡La-Lana! No aguanto… ¡No aguanto más! ¡Oohh! ¡Ooghh! ¡Aaghm!

Podía sentir la manera en la que la estrecha vagina de Lana había comenzado a succionarme poco a poco mi maltratada polla, exprimiéndomela cada vez con mayor velocidad; prácticamente como si estuviese tratando de arrancármela del pegue.

—¡Ohh! ¡Oohh! ¡Lana… Laannaaa!

—¡Aahh, Ahhh! Liiincooln. ¡Aaghh!

Atiborrado por tanto placer, no pude evitar caer rendido sobre la enrojecida espalda de mi sofocada hermana pequeña; quien luego de tan increíble esfuerzo, no era capaz ni de mantener los ojos abiertos.

En ese momento me acomodé detrás de Lana, y tras aferrarme a su espalda con gran lentitud, permanecimos tendidos sobre su desarreglado colchón; mientras tratábamos por todos los medios de recuperar el semblante.

Había sido un inicio de tarde bastante inusual, pero no podía bajar la guardia, ya que aún tenía que encontrar la manera de poder arreglar las cosas con el resto de mis hermanas; antes de que ellas acabasen conmigo.