Es una jovencita hermosa... ella es la indicada para acompañarme en mi soledad.

Pensó Kotatsu, al mismo tiempo en que, sutilmente, tomaba sus pinturas.

Sólo es cuestión de liberar a uno de ellos, sin que se den cuenta.

Volteó, desenrollando un pergamino, mientras sonreía.

- Vaya, supongo que esperó menos tiempo del que supuse.

- ¿Qué? - volteó rápidamente, quedándose completamente paralizado.

- ¿Qué está haciendo? - pronunció Kagome, con su ceño fruncido.

- Yo... sólo estaba por revisar mis... mis cosas.

- Entonces no tendrá problema con que veamos sus pinturas, ahora que las ha sacado.

- Sólo yo puedo verlas...

- ¿Y eso por qué?

- ¿Siempre eres tan entrometida niña?

- Iré al grano - Miroku se puso de pie - Te dimos la posibilidad de que hablaras, sin embargo, decidiste no hacerlo - empuñó su cetro, apuntándolo directamente - ¿Dónde lo conseguiste?

- No se de que estas hablando, monje - se puso de pie, ocultando tras su espalda, sus elementos.

- Hablamos del fragmento de Shikon que llevas en tu cantimplora - respondió ella.

¿Cómo supo que estaba ahí?

- ¿Ese es el causante de que la tinta que usas emane esa energía desagradable?

Se sentía completamente acorralado, sobre todo al saber que, para salir, debía atravesar a los jóvenes frente a él, por lo que, tomó rápidamente su decisión.

- Planeaba hacer esto de manera simple... pero decidieron complicar mis planes - sonrió, tomando una de las pinturas - Ahora morirán.

Extendió el papel, liberando uno de los demonios, el cual se elevó por sobre la estructura de la cabaña, destrozándola por completo.

- ¡¿Qué es eso?! - gritó.

- ¡Señorita Kagome! - la tomó de la cintura, alejándola rápidamente del lugar, al mismo tiempo en que Kotatsu se montaba en el hombro del demonio.

El polvo se disipó, dejando ver a los dos seres, observándolos fijamente.

- Es un oni - pronunció Miroku.

- ¡¿Un que?!

- Un tipo de demonio... debí haberme dado cuenta, esa tinta no es normal... ¡¿No es cierto, Kotatsu?! - gritó.

- Así es, mi querido monje - rio - Esta tinta esta mezclada con sangre y órganos de humanos y yokais... estos dibujos están creados con cosas oscuras - sonrió orgulloso.

- Y el fragmento de Shikon les dio vida - murmuró la mujer.

- Eso parece - suspiró el castaño - Lamento que tenga que observar esto... espero que no se asuste demasiado.

- ¿Qué?

- Sólo, quédese detrás de mi - se paró delante de ella, quitando el rosario de su mano - ¡Kanzaana!

¿Qué es eso?

Los ojos del pintor se abrieron ampliamente, al mismo tiempo que, contra su voluntad, el demonio comenzó a ser arrastrado al interior del vórtice.

- ¡Maldición! - gritó, lanzándose, mientras trataba de escapar.

- ¡No escaparás!

- ¡Señorita Kagome! - cerró el kanzaana, en el mismo momento en que ella se atravesó y la mitad del cuerpo del oni se desplomó frente a sus ojos.

Es... una gran cantidad de energía demoníaca... no sé... si hubiera resistido al absorberla completamente.

Pensó, tratando de mantener su postura firme.

- ¡Regresa! - gritó la mujer.

- Maldita niña - la miró por sobre su hombro, mientras volteaba, desenrollando otro pergamino, el cual expulsó una serpiente mucho más pequeña que la que había desplegado en su encuentro con Kikyo.

- ¡Kagome!

¡Maldición! Si abro el Kanzaana, la absorberé a ella también.

- ¡No! - la joven extendió su mano, al mismo tiempo en que una luz rosada emanaba de ella, desintegrando a aquella criatura - ¡¿He?!

Esta energía... la recuerdo... sucedió lo mismo en el pozo.

- No puede ser - murmuró Kotatsu.

- ¿Acaso purificó a aquel yokai?

- Planeaba traerte conmigo, pero ya veo que no es una buen idea - desplegó otro pergamino, con un demonio similar al de la mujer ciempiés que la había traído a ese mundo - Estas oficialmente muerta.

- ¡Kagome! - lanzó un pergamino, el cual impactó en la frente del hombre.

- ¿Lo olvidaste monje? ¡Soy humano!

Sólo... sólo debo extender mi mano, ¿verdad? se... se supone que eso es todo, pero... ¿y si no funciona?

Abrió la palma, cerrando sus ojos, al mismo tiempo en que una luz iluminaba la noche, en el medio de la nada.

- ¿Lo logré? - abrió su mirada, encontrándose con una prominente melena plateada frente a ella - ¿Inuyasha? - él la miró por sobre su hombro - Sesshomaru... ¿Cómo...?

El cuerpo del yokai ciempiés estaba cortado al medio, mientras su látigo venenoso aún estaba en su mano.

- ¿Quién se supone que eres tú? - protestó el hombre.

- Kagome - se acercó a su lado - ¿Se encuentra bien?

- Si, eso creo.

- ¿Quién es él?

- Es... el hermano de Inuyasha.

- ¿El hermano? - abrió ampliamente sus ojos.

Pe... pero, este ser es un demonio... la señorita Kagome dijo que el joven Inuyasha era un hanyo, ¿es posible que sean hermanos?

- ¡Responde! - gritó.

- Hm... un simple humano... - sonrió - ¿Por qué siempre se empeñan en poseer cosas que no pueden controlar?... esa tinta...

¿Él también puede ver los fragmentos de la perla?

Pensó, completamente aterrado.

- Está mezclada con sangre de demonios y sangre humana... lo que significa, que has asesinado a los de tu misma especie, sólo por mantener su poder.

- ¿Y que con eso?

- Confirmas lo que pienso... ustedes son un asco - lanzó su látigo, atravesando la cantimplora, lo que provocó que la tinta se esparciera en los pies del hombre.

- ¡Mi tinta! - cayó de rodillas, buscando entre aquel líquido espeso - ¡Mi fragmento!

- ¿Sesshomaru? - murmuró Kagome.

Cuando llegué, estaba pintando un oni... seguramente para secuestrar a Rin.

Frunció el ceño ante ese recuerdo de las palabras de la sacerdotisa, empuñando sus garras. Kotatsu dio un paso, sin embargo, la tinta comenzó a ascender por sus piernas

- ¿Qué... qué sucede? ¡Ayúdame! - extendió su manos - ¡Por favor! ¡No me dejes morir!

- ¡Señorita Kagome!

La morena pasó al lado del peliplata, sujetando la mano del hombre, tratando de jalarlo fuera de la tinta, sin embargo, su cuerpo se desintegro antes de poder dar el siguiente paso.

- ¡No! - gritó, al mismo tiempo en que algo la jalaba hacia atrás, lanzándola lejos de aquel líquido - Sesshomaru...

- Esa tinta iba a devorarte - pronunció, mientras comenzaba a caminar.

- ¡Espera Sesshomaru! - él se detuvo - ¿Qué estabas haciendo por aquí?

- Eso no te interesa - retomó su andar.

- ¡Amo Sesshomaru! - gritó, acercándose - ¿Por qué me dejó atrás? ¡Ay! Es la mujer de Inuyasha.

¿La mujer?

Pensó, sonrojándose, al mismo tiempo en que colocaba su mano en su pecho.

- Sesshomaru - el demonio se detuvo nuevamente - ¿Puedes decirnos dónde queda la aldea? el monje Miroku puede intentar liberar a Inuyasha.

La miró por sobre su hombro.

- Es por allá - señaló al sur - Libérenlo pronto... para que pueda reclamar la espada que me pertenece.

¿Todavía sigue con la idea de asesinarlo?

Su cara mostraba una mezcla de tristeza y confusión, sin embargo, regresó a la realidad cuando oyó las palabras del joven.

- Bueno, puedo decir que estoy sorprendido en niveles difíciles de explicar - sonrió, colocándose a su lado.

- ¿He? ¿A que se refiere?

- Primero que nada, a juzgar por lo que usted me ha comentado, Inuyasha es muy diferente a su hermano, el cual es un yokai completo.

- Si - murmuró - Realmente son... muy distintos.

- Y... usted es una sacerdotisa - sonrió - No me había dicho sobre sus habilidades.

¿Lo soy? ¿Realmente hay alguna especie de poder dentro de mi? Bueno... Kikyo también hizo hincapié en eso cuando llegué.

Kikyo...

- Yo... no estoy segura de que lo sea este poder, pero... ¡el fragmento! - gritó de repente, acercándose a la tinta.

- ¡Espere!

Se puso en cuclillas, tomando el pequeño trozo que, en un segundo, retomó su color rosado, al entrar en contacto con su mano.

Vaya... ha purificado el fragmento... definitivamente, esta chica no es una humana ordinaria.

Pensó, mientras ella regresaba a las ruinas de aquella pequeña cabaña, en busca de sus cosas, para emprender el regreso.


Pude sentir aquella energía, ¿Cómo es posible que provenga de él?

Pensó la sacerdotisa, mientras se acercaba al árbol sagrado. Luego de unos cuantos pasos, se detuvo frente a él, observándolo detenidamente.

- ¿Qué sucede, Inuyasha? - murmuró - ¿Ya te diste cuenta de que lo sé todo? - apretó sus puños - Te despertaría... sólo para preguntarte, ¿por qué? - sus ojos se llenaron de lágrimas - Y después... te mataría.

Me sentía muy culpable por no haber confiado en ti... sentía que mi alma podía morir en cualquier momento, al saber que había cometido un error y... había perdido a la persona que amaba, pero... cuando ella me confesó todo... supe que era la única que compartía este sentimiento y el deseo de una vida juntos. Me traicionaste y no voy a perdonarte nunca... yo... ¡Te odio!

En ese momento, un nuevo brillo envolvió al peliplata, provocando su sorpresa.

- Con que es eso - pronunció, seriamente - El odio que he comenzado a sentir, está fortaleciendo el sello - sonrió - Jamás serás liberado... no mientras yo no abandone estos sentimientos negativos hacia ti.

Y, ten por seguro, que si muero en algún momento... volveré a vengarme de ti... jamás olvidaré tu traición.

Inuyasha

Me importan una mierda tus amenazas... sé que me liberaré y, cuando eso suceda, iré a buscarte y te mataré con mis propias manos, Kikyo.

No mentí... si quería una vida contigo, si quería estar a tu lado, sólo... no estaba seguro de volverme humano, mucho menos por algo tan tonto como el amor, pero... al conocer a Kagome, supe lo que era verdaderamente el amor, pero, sobre todo, supe que quería seguir siendo yo... un mitad bestia, no me importaba si nadie más me aceptaba, porque estaría con ella y con eso sería suficiente.

Kagome... sé que te hice muchas promesas y, lo siento, pero... no podré cumplirlas... no cuando estoy dispuesto a manchar mis manos de sangre y condenar mi alma al infierno, pero... no permitiré que nadie vuelva a lastimarme, nunca más, mucho menos una humana ordinaria.

Perdóname, pero... tú mereces a alguien mejor y... yo no lo soy, yo... no soy tu destino.