Los personajes no me pertenecen, sino a la escritora STEPHANIE MEYER. La historia si es de mi autoría. No publicar en otras páginas, categorías o traducir sin previo permiso. Está prohibida su copia total o parcial. +18
Capítulo 7:
El ataque es la mejor defensa.
Mi mente se dividió en dos. Una parte admiraba lo guapo que se veía, con su camisa azul oscuro y su cabello despeinado, su porte tan elegante varonil… y la otra maldecía al autor de mi vida.
Los segundos pasaban, abofeteándome, restregándome que esto no era una pesadilla de la podía despertar.
— ¡Edward! — gritó Alice y corrió a saludar a su hermano con gran gusto.
— ¡Hola! — le respondió con emoción más controlada, pero el brillo en sus ojos era innegable.
Habría sido tierno de no ser una situación tan retorcida.
Para mi agonía, no reparó en mi de inmediato, sino en Billy, a quién saludó con formalidad.
— Señor Black, que gusto volver a verlo.
— Lo mismo digo, señor Cullen.
— Tú debes ser su hijo — le dijo a un sonriente Jacob.
— Jacob Black, encantado.
Ambos se saludaron y luego reparó en la presencia de mi padre para repetir toda la escena.
Y mientras todo esto ocurría, mi nerviosismo aumentaba de manera exponencial, sentía que me iba a desarmar en cualquier segundo, que iba a escupir el estómago o el corazón.
No podía moverme a ninguna parte sin que me notara, tendría que actual normal, no tenía opción. No podía huir.
¡¿Pero cómo actuar normal?! ¡¿Qué significa normal?!
Si parecía que lo había apropósito, como un asesino en serie. Primero atacaba a cada uno de los que conocía y me dejaba para el final, dejándome cocerme en mi miedo.
Contuve la respiración, esperando lo inevitable.
Finalmente, me miró. La sonrisa afable se le congeló en el rostro, terminando en una mueca extraña. Por sus ojos pasaron una serie de emociones, desde el reconocimiento, pasando por la incredulidad, terminando en la confusión.
— Señor Cullen, le presento a mi hija — intervino Charlie, pasando un brazo por mis hombros —. Solo falta usted de conocerla.
Ja.
Edward y yo mantuvimos la mirada todo el tiempo, tratando de descifrar los pensamientos del otro. En cuanto Charlie dijo "hija", casi pude escuchar como su mente caía en cuenta en lo jodido de la situación.
La sonrisa desapareció, y su rostro se volvió serio, impenetrable.
— Isabella Swan — dije, extendiendo mi mano.
Él la estrechó. Su agarre era tenso.
— Edward Cullen. Mucho gusto, señorita Swan.
— Igualmente.
Solté su mano cuando el calor se hizo insostenible, desbocando los recuerdos.
Fui la primera en desviar la mirada. Los otros presentes parecían no notar nada raro, un respiro de alivio.
— Lamento haber sido el último en llegar — musitó Edward, alejándose de mí.
Carlisle le respondió algo que no pude escuchar.
Comenzaba a perderlo. Mi corazón latía errático en mi pecho y mis oídos chillaban. Apreté la mandíbula, aferrándome con uñas y dientes a la idea de no desmoronarme ahí mismo.
Charlie me dio un suave apretón antes de soltarme. Fui hacia Mary.
— Disculpe — dije con la garganta cerrada y una sonrisa forzada — ¿Sería tan amable de decirme dónde está el baño?
— Sígame, por favor.
Así lo hice, tratando de no correr.
Salimos de la vista de todos, volviendo al recibidor y yendo hasta el fondo, donde había un pasillo que atravesaba, uniendo sala, recibidor y comedor.
Mary me indicó una puerta de madera corrediza. Una vez dentro, cerré la puerta con ligereza forzada y solté el aire de golpe. Sentía mis pulmones contraerse en busca de aire como si acabara de hacer largos en una alberca olímpica.
Esto no podía ser cierto.
¡Esto no podía ser cierto!
¡Edward Cullen!
De todos los tipos irresistibles en el mundo, ¿tenía que ser él?
El hijo mayor… el trato más grande mi padre…
Eso no era lo peor. No.
¡Él me vio en el bar! ¡Él me conoció como Rocket! ¡Jasper había estado con él! Ahora entendía porque se me hacía familiar, pero al parecer él no me había reconocido. Él me había visto de lejos, en el escenario; y en la barra ni me miró. Edward, en cambio, si que me había visto de cerca…
Y si alguien se enteraba de lo que pasó entre nosotros…
¡Todo! ¡Absolutamente todo podía salir mal esta noche!
Me aferré al lavabo y miré mi reflejo. Controlé mi respiración, obligándome entereza.
Nadie tenía porqué saber nada.
Me comportaría a la altura, como hasta ahora, como siempre. Mantendría las apariencias. Fue una aventura y nada más. Sólo una noche… Maravillosa, por cierto. Pero eso ya no importaba.
Lo trataría como a un extraño, que, a fines prácticos, eso era lo que era. Un extraño que sabía demasiado.
Yo guardaría las apariencias, pero ¿y él?
Una nueva oleada de pánico me invadió. Él podía mencionar el bar sin mencionar nuestra noche y no salir afectado, ¿podía confiar en su discreción? Él no me debía nada.
A partir de aquí todo podía ir cuesta abajo. Posiblemente en este momento la sala estaba ardiendo hasta sus cimientos y yo en el baño, teniendo una crisis, sin tener la oportunidad de defenderme.
Salí, dispuesta a hacerle frente a lo que fuera que me esperaba. Si algo se rompía, recogería las piezas y me las arreglaría para rearmar todo.
Lo hice una vez, y lo volvería a hacer.
Con la mirada en lo alto, volví a la sala… donde todo era apacible. Las conversaciones seguían, todos sonreían. Nadie parecía querer matar a nadie. Aún.
Algunos voltearon al verme llegar, pero no Edward, quién me ignoró de una forma impresionante.
— ¡Perfecto! Ahora que estamos todos presentes — dijo Esme con una sonrisa en sus labios —, podemos pasar al comedor. La cena está lista.
Los anfitriones nos guiaron a la siguiente habitación. Me quedé atrás a propósito y Jake se acercó a mi encuentro. Me miró preocupado y pasó su mano por mi brazo.
— ¿Estás bien? — preguntó discretamente.
Fruncí levemente el ceño, haciéndome la tonta.
— Sí, perfectamente. ¿Porqué?
Mentirle a Jake era como tratar de esconder un elefante tras un poste de luz.
— Parecía que querías vomitar o algo así.
— La realidad me abrumó un poco.
Eso era quedarse corto.
Sonrió con calidez y repitió su gesto sobre mi brazo. Asintió comprensivo, aunque él pensaba en una situación totalmente diferente.
Le dediqué una sonrisa de agradecimiento y caminamos juntos al comedor, alcanzando a los demás.
Carlisle y Esme estaban cada uno en un extremo de la gran mesa rectangular, que estaba magníficamente repleta de comida. Panecillos, acompañamientos, jarras con agua, fruta, y todos los platos, cubiertos y vasos para cada uno de los presentes.
El resto de los Cullen se sentaron en el mismo lado de la mesa, quedando encontrados con nosotros cuatro. Alice y Jasper se sentaron en el extremo cerca a Esme, y Edward, Charlie y Billy en el de Carlisle.
Jacob y yo fuimos los últimos en tomar asiento, conmigo quedando entre él y mi padre. Me quedé cerca de Edward, preparándome para intervenir si era necesario.
Lo miré de reojo, y vi que pasaba su mirada entre Jake y yo, para luego desviarla, fallando en su cometido por ignorarme. Tenía el ceño ligeramente fruncido.
Él se concentró en su cena y yo fingí hacer lo mismo. La entrada era una sopa de crema que lucía y olía muy bien.
Justo cuando tomé mi vaso, Jake tomó una de las jarras con agua y me sirvió.
— Gracias — musité.
Tomé un panecillo y se lo pasé.
— Gracias, Bells.
Carlisle carraspeó, llamando la atención de todos.
— Antes de comenzar, me gustaría decir unas palabras. No es un secreto para nadie el motivo por el que estamos aquí. Más que un trato, buscamos una alianza. Compañeros que no solo entiendan y compartan nuestra visión y misión; sino también nuestros valores. Después de mucho buscar, Esme y yo creemos que lo hemos encontrado —. Volteó a vernos a los cuatro y sonrió —. Lo que sucedió hace tiempo es un gran infortunio, pero eso ha quedado atrás. Queremos avanzar. Confiamos en que la firma "Black&Swan" entiende esto. Puede ser un método poco ortodoxo, pero no solo les estaremos confiando hoteles, sino el trabajo de toda una vida. Queremos generar vínculos no solo profesionales, sino también personales. Es por esto por lo que les hemos pedido que vinieran a nuestra casa a conocer a nuestra familia —, sonrió con orgullo. Edward y yo inevitablemente cruzamos miradas, desviándolas de inmediato —. Ellos son el motor y alma de todo lo que hemos realizado.
— Gracias, papá — dijo Alice con voz dulce.
Edward asintió, mirando a su padre con admiración. Una mirada que me sacó una media sonrisa, olvidándome de la tensión por un segundo.
— Bueno, no demoremos más. Adelante. Buen provecho —, dijo el señor Cullen.
— Gracias —, murmuramos todos a nuestro tiempo, tomando nuestros cubiertos.
Alice me dirigió una mirada divertida, luego de unos momentos de silencio.
— ¿Sabes? La parte de entendernos no será difícil — aseguró —. Conversar contigo es muy sencillo, es genial conocer a una chica que no solo sabe de ropa, sino de arquitectura. Incluso podrías entenderte perfecto con mi hermano.
— ¿Tú crees? — dije tratando de no sonar irónica.
— Totalmente, ¿no lo crees tú, Edward?
— ¿Qué cosa? — inquirió él con amabilidad.
Alice, no…
— Que Bella y tú puedan entenderse super bien. Después de todo ambos son arquitectos.
Me miró… No. No me miró. Clavó sus ojos en mi cara con todo el poder de sus ojos verdes.
— Arquitecta… — musitó.
Tragué.
— S-sí. Así es.
— Trabaja con nosotros en la firma — dijo Charlie, orgulloso —. Así como Jake. Son nuestras manos derechas.
— ¿Tú también eres arquitecto? — preguntó Alice con curiosidad.
Mi amigo negó con una sonrisa.
— No. Yo soy ingeniero.
— El dúo perfecto — dijo Jasper sin malicia.
Jacob me miró y sonrió. Quise poder regresarle el gesto.
— Dígame, señorita Swan — dijo Edward con soltura. Lo miré a regañadientes. Sus labios sonreían, pero sus ojos estaban cargados de una doble intención —. ¿Tiene alguna otra pasión, además de la arquitectura?
Hijo de…
— No — repliqué de inmediato, lanzándole una mirada de advertencia. Sus cejas se arquearon muy levemente.
— Es bueno para un arquitecto cosechar diversos… pasatiempos. Debe tener alguno.
¿Qué carajos pretendía?
Le dirigí una sonrisa cínica.
— Los tengo — aseguré —. Leer es el principal — casi siempre —, tomar fotografías, pasear por la ciudad… aprender cosas nuevas.
Era cierto que hacia todo eso… cuando no estaba con la banda.
— ¿Algo más? — retó.
Usé todas mis fuerzas para no acribillarlo con la mirada.
— No. Nada más — mentí con descaro y sin pena.
Me había cabreado en tan solo un segundo.
Sus ojos me seguían pareciendo preciosos y aún creía que era muy sexy, pero esa actitud me estaba sacando de quicio.
¿Qué iba a ganar él con todo esto?
Miré de refilón a mi padre, completamente ajeno a la conversación doble, igual que todos los demás.
Edward mantuvo su mirada en mí, pero no insistió.
— Qué bonito que sepas de fotografía — intervino Esme —. Yo lo intenté, pero no funcionó. Prefiero la pintura.
Sonreí con sinceridad ante su cumplido y reí un poco. Ella no tenía por qué sufrir conmigo.
— Yo elegí fotografía porque no soy nada buena en pintura.
Alice, Jasper, Esme y Jacob rieron.
— ¿Una arquitecta que no sabe dibujar? — ironizó Jasper.
Alice le dio un manotazo juguetón.
— No, no. Sé dibujar, pero no pintar — me defendí —. Además, eso no detuvo a Frank Gehry.
Mi comentario llevó la conversación a terreno menos peligroso y suspiré aliviada, aunque escuché más de lo que hablé, preparada para volver a saltar si la conversación volvía a volverse en mi contra.
Estaba dispuesta a lanzar mentira tras mentira como fuese necesario, pero Edward se mantuvo tan callado como yo.
Rápidamente pasamos al plato principal. Era carne roja bañado en salsa cremosa con verduras salteadas.
Era demasiada comida solo para mí, pero no despreciaría nada.
— Si te llenas, me dices — me dijo Jacob por lo bajo. Comenzó a inspeccionar la mesa con la mirada y yo le pasé la pimienta —. Gracias.
Yo tomé otro panecillo y comencé a buscar la mantequilla.
— Acá está — dijo Jake, extendiendo su brazo detrás de una bandeja que tapaba mi visión, sacando lo que estaba buscando.
— Gracias.
Volteé a verlo y solté una risita. Tenía una mancha de sopa en la mejilla. No me sorprendía. Siempre acababa manchado de la cara cuando comía, por más cuidado que pusiera. Así había sido desde que podía recordar, incluso aunque él fuera mayor que yo.
Él lo captó al vuelo y comenzó a buscarse la mancha con las manos.
— Aquí — señalé usando mi cara. Se limpió de inmediato, agradeciéndome con la mirada.
Alice y Esme nos miraban con diversión y Edward con recelo. Al parecer él estaba tan al pendiente de mis movimientos como yo de los suyos, ¿sus motivos? Desconocidos. Pero no me gustaba como miraba a Jacob.
Los varones a mi derecha comenzaron a hablar de cortes de carne y cosas del tipo, pero Edward no parecía muy interesado en unírseles.
— Espero no estar siendo indiscreta — dijo Alice —, pero ¿ustedes tienen algo?
Nos señaló a Jake y a mí, dirigiéndonos una mirada coqueta. Me ruboricé de inmediato.
— ¿Bella y yo? — dijo Jake, casi escandalizado.
Alice asintió, mordiéndose el labio inferior.
— No, nada que ver — negamos los dos a la vez.
— ¿Seguros? — insistió Alice.
— Muy seguros — dijo Jake.
— ¿Por qué lo dices? — inquirí yo.
Ella sonrió, encogiéndose de hombros.
— Es que saben lo que el otro necesita sin decirlo. Lo han hecho toda la cena.
— Como si se leyeran la mente — terció Esme en una media sonrisa —. Lo siento, yo también lo pensé.
Jake y yo soltamos una risita penosa.
Miré de soslayo a Edward sin poder evitarlo, y me pareció verlo incómodo, pero yo qué sabía.
— Bells y yo hemos estado juntos desde siempre.
Casi siempre, corregí en mi mente, pero me lo guardé.
— No somos familiares directos, pero es como si lo fuéramos — expliqué yo.
— Yo… presencié sus primeros pasos — dijo Jake, divertido —. Crecimos como hermanos.
Asentí, dando fe.
— No creo que pueda verlo de otra manera — aclaré.
No sabía por qué, pero esperaba que Edward hubiera escuchado esa última parte.
— Oh — dijo Alice —. Pues tienen una química muy bonita — alabó.
Sonreí. Eso ya nos lo habían dicho antes, y era cierto.
— Entonces tú eres mucho mayor — dijo Esme mirando a Jake.
— Solo por cinco años — se encogió de hombros —. Yo tengo treinta.
— ¡Ay! Casi como Edward y yo — comentó Alice.
— ¿Cómo? — pregunté yo.
— Alice y Edward se llevan por siete años — explicó Esme —, y me alegra que aún así sean muy unidos.
Alice asintió.
— La verdad creí que eras un poco más chica, pero tú y yo casi somos de la edad, Bella. Yo tengo veintiocho.
O sea que Edward me llevaba exactamente diez años.
Esto no hacía más que mejorar.
— A lo mejor por eso nos hemos entendido tan bien —, le respondí. Independientemente de lo que había pasado con su hermano, Alice en serio me agradaba. La única amiga cercana que tenía era Rose, y no siempre nos veíamos.
Mi imaginación se disparó, y nos visualicé a las tres en una sola habitación, teniendo una tarde de chicas. Rose y Alice se entenderían de inmediato, de eso no tenía duda. Pero luego lo deseché porque eso no sería posible, no sin tener que involucrar a Alice y con que Edward lo supiera era suficiente para dos vidas.
— Deberíamos salir juntas — dijo ella, ajena a mi repentina amargura —. En cuanto tengamos tiempo, claro. Ambas llevamos vidas algo ocupadas.
No tenía idea.
— Sólo si no interfiere con tu trabajo —, dijo, mirando a Charlie.
Mi padre se dio cuenta y le sonrió en un gesto tranquilizador.
— Oh, no se preocupe, Alice. A Bella le haría bien salir con amigas de vez en cuando.
Edward lo miró sutilmente y luego a mí.
— Claro, me encantaría — respondí, ignorándolo —. Es solo que… los domingos suelen ser mis únicos días libres.
Charlie volteó a verme, extrañado.
— Pero tú descansas los fines de semana.
Mierda.
— Eh, sí, pero…
Entré en pánico. ¿Ahora qué decía?
— Esa es mi culpa — llegó Jake a mi rescate —. Suelo acaparar mucho a Bella.
Suspiré. Recordaría agradecerle más tarde.
Miré de refilón a Edward, esperando cualquier comentario por su parte. Tenía la comisura de su labio ligeramente elevada, como si luchara por reprimir una sonrisa. No dijo nada.
¿Qué estás pensando? Quise preguntarle. Él se estaba enterando de todo sin el menor esfuerzo, ¿cuánto había deducido hasta ahora? ¿planeaba dejar caer la bomba para el acto final?
— Pero es cierto, Charlie —, dijo continuó Jake —. Bella debería salir con otras personas.
Yo sabía que solo lo decía para darle a mi padre por su lado, algo para dirigir la conversación a un lugar seguro. Torcí un poco los labios.
Alice se reclinó un poco y me dijo en tono cómplice:
— Te entiendo, yo también soy la menor.
Ella también tenía hombres al pendiente, pero dudaba que ella les tuviera secretos tan grandes. Aunque, bueno. Nunca se sabe.
Rodé los ojos con falso fastidio.
— Salgamos. Tú elige — respondí.
Jasper rio entre dientes.
— No le digas eso. Si le das carta abierta, lo aprovechará.
Alice abrió la boca, ofendida, y luego se encogió de hombros.
— Bueno, es cierto.
Todos reímos, yo para liberar un poco de tensión.
El postre siguió con todo seguro, pero no podía dejar de mirar a Edward. Parecía que se había decidido a dejarme en paz por ahora, porque no volvió ni siquiera a mirarme. Me maldije internamente, porque a pesar de la situación, lo seguía deseando.
Pensé en nuestros coqueteos tan solo esta mañana, cuando me lo topé en la tienda de vinos y tontamente pensé que había sido un golpe de suerte. Pensé en su mirada cuando me subí a la moto, mi deseo de quedarme con él cuando le di un beso en la mejilla y él lo permitió.
Ahora resultaba que todo el tiempo sus "negocios" eran cuestiones familiares… con nuestra firma. Posiblemente el hotel que tuvimos una noche de desenfreno era de su familia.
De no habernos conocido en el bar, lo habría conocido en esta cena y sabía que inevitablemente la conclusión habría sido la misma: lo habría deseado de igual forma.
¿Habría ocurrido algo? No lo sé.
Pero esa no era la situación. Había pasado, habíamos estado juntos una noche. Y ahora, aun sabiendo todo lo que sabía… quería que se repitiera.
Luego de la cena, todos volvimos a la sala muy bien servidos.
Los señores Cullen se acercaron a Charlie y Billy. Jasper y Alice tenían su momento, y Edward estaba meditabundo, un poco alejado de todos.
— ¿Sabe? — le decía Carlisle a Billy —. Yo creo que, de su portafolio, uno de mis proyectos favoritos es la plaza de usos mixtos, la que tiene la torre curveada.
— Ah, muchas gracias. También es de nuestros mayores orgullos — respondió Billy —. El cálculo de la estructura no fue nada sencillo.
— ¿Querido? — dijo Esme, mirando a Carlisle de una forma significativa.
Él asintió.
— Bueno, me parece que no tiene sentido alargar el momento. Por favor, síganos a mi oficina, ¿Jasper? — llamó. El rubio depositó un beso en la mejilla de Alice y fue hacia los Cullen —. En seguida volvemos.
Jacob suspiró, una vez solos.
— Bien, llegó el momento de la noche — me dijo —. Creo que es el cierre de trato más peculiar que hemos tenido.
No era la palabra que yo habría elegido… pero bueno.
— Y que lo digas.
Alice fue a la cocina con Mary y Jacob se retiró al baño.
Edward y yo nos quedamos solos. Ahora sin testigos ni nadie que nos obligara a pretender, liberamos nuestra tensión, cargando la habitación. Yo hice mi mayor esfuerzo por ignorarlo, sin saber como enfrentarlo. Me quedé viendo una pintura, solo por hacer algo.
— Así que papá no sabe nada —, susurró muy cerca de mi oído.
Di un respingo, estremeciéndome. La piel de mi hombro se erizó, esperaba que él no lo hubiera notado. Lo fulminé con la mirada, buscando controlarme.
— Así que no solo eres músico y arquitecta. También eres una mentirosa — continuó echándole leña al fuego. Sus ojos resplandecían con algo que no supe identificar.
Ya se había tardado. ¿Eso era lo que estaba esperando? ¿Qué estuviéramos solos para comenzar su ataque?
— No te mentí — escupí con acidez —. Sólo no te dije toda la verdad.
— ¿Cuál es la diferencia?
— ¿A ti qué más te da?, ¿querías un trato especial? — dije con un cargado sarcasmo, incapaz de detener todos mis sentimientos acumulados.
Frunció el ceño.
— A ver, Isabella…
Bufé.
— Vete al diablo. Hazte el autoritario en otro lado.
El enojo en sus ojos se avivó, apretó la mandíbula y cuando habló, lo hizo entre dientes y con voz contenida.
— Para mi sería muy sencillo ir al estudio y…
¿QUÉ? Este sexy hijo de puta.
Si quería intimidarme, no lo lograría.
— Hazlo — lo reté interrumpiéndolo, completamente cabreada —. Hazlo y a ver quién sale vivo de esto. Yo canto en una banda, tú te metiste con una mujer más chica que tu hermana.
Eso fue un golpe bajo, lo admito. Pero era lo mejor que tenía.
Funcionó.
Sus labios se convirtieron en una línea fina y sus orbes verdes me miraron con intensidad.
— Esto no tiene nada que ver con negocios. Y los dos salimos perdiendo — dije, terminando la conversación.
Estar enojada con él era muy agotador, era más sencillo comérselo con los ojos; cosa que no tardó en suceder. Edward se acercó un poco más a mí, tanto que su aroma me envolvió. Crucé los brazos, luchando contra el estúpido impulso de tocarlo, aunque fuera para empujarlo.
— ¿Eso crees? — ronroneó.
— Lo sé. Y tú también.
Sonrió de lado, convirtiendo su sonrisa preciosa en un gesto arrogante.
— Tal vez estoy equivocado, pero… A lo que entendí, Isabella no es el secreto, sino Rocket. ¿Cuántas personas lo sabrán? ¿Dos, tres?
¿Para qué pregunta si ya lo sabe?
Resoplé, harta. Me tenía contra la espada y la pared. Ninguno de los dos podía mover una pieza sin esperar un ataque del otro, y la que saldría perdiendo más de entre los dos, era yo. Sin contar los daños colaterales.
Levanté la barbilla, en un gesto testarudo.
— Si me vas a delatar, solo hazlo.
Su rostro se volvió impenetrable, de nuevo. Pareció no reaccionar a mis palabras, se mantuvo en su lugar. La tensión del enojo se combinó con la familiar electricidad, aumentando mi temperatura.
Su lado cínico era un fastidio, pero su lado serio era muy atrayente.
¿Cómo podía desequilibrarme incluso en momentos así?
No sabía cuál impulso era más fuerte, si empujarlo o besarlo con fervor.
Por un momento me pareció que se estaba acercando a mí, o tal vez era solo mi deseo. Finalmente se alejó, yendo hasta el otro lado de la habitación, cerca del comedor. Justo donde estaba antes.
Mi corazón se detuvo por un segundo. Creí que sí me delataría, como si tuviéramos jodidos cinco años, pero no lo hizo. Se quedó ahí, sin mirarme.
Cobarde, pensé.
Jacob volvió primero.
La tensión de la habitación no se había disipado del todo, y yo aun sentía mi rostro rojizo por la furia, pero Jacob no hizo notar ninguna de estas cosas, el motivo podía ser el trato y no que Edward y yo casi explotamos en medio de la sala.
— ¿Aún no vuelven?
Negué con la cabeza, insegura de usar mi voz.
— ¿Puedes creer que pensaron que somos pareja? — sacó el tema, sonriendo con incredulidad.
Solté una risita, atrayendo la atención de Edward, pero seguí ignorándolo. Solo Jake podía hacerme reír con un solo comentario, liberando parte de la tensión en mi pecho.
— Espero que Billy no lo mencione, sino Seth y Embry te molestarán toda una vida.
Él hizo un gesto muy gracioso y me reí un poco más fuerte. Me cubrí la boca con la mano.
— Maldita sea, no lo había pensado — se pasó una mano por su cabello.
Los hermanos menores de Jacob eran buenos chicos, pero disfrutaban de fastidiarlo e incluso incomodarlo, y tenía que admitirlo, a veces me les unía.
Agité mi coleta e hice un gesto engreído.
— Aunque ya quisieras tener tanta suerte — dije muy pagada de mí misma.
Jacob me miró con reproche.
— Compórtate, Isabella — replicó —. Todos saben que tú quisieras tener esta suerte — dijo señalándose.
Rio, burlón. Rodeé los ojos y sonreí.
— Sueñas, Black.
— Que tonta eres — rio y me tomó por los hombros, abrazándome.
La ventaja de tener un buen amigo como Jacob, era que podíamos hacer bromas de lo que fuera sin sonar desubicados. Y si estábamos juntos, era muy fácil actuar como niños.
Respondí su gesto pasando mi brazo por detrás de su cintura y recargando mi cabeza en su pecho. Cuando hacía eso, siempre me sentía pequeña. Era una suerte que él estuviera a mi lado, sin él, habría estado perdida desde hacía mucho. Incluso en esta cena.
La puerta de la cocina se abrió y Mary se acercó a la mesa del comedor con una charola con un montón de vasos. Jake y yo soltamos nuestro abrazo al escuchar muchas voces acercarse. Los señores Cullen volvieron con todos los demás, Alice incluida.
— ¡Está hecho! — anunció el señor Cullen — Nuestra alianza es legal y oficial.
Se acercó a una cajonera al lado de la mesa y sacó una botella de whisky nueva. La abrió y sirvió licor en todos los vasos en la charola. Él mismo tomó uno y lo elevó.
— Hagamos un brindis.
Todos nos acercamos y tomamos un vaso cada quién, lo elevamos, imitando al señor Cullen.
— Por nuestros nuevos socios, y por los proyectos por venir — dijo, tomando un sorbo.
El licor estaba exquisito, era muy potente. Perfecto para cerrar un trato.
Nuestra presencia en casa de los Cullen ya no tenía tanto propósito, así que las despedidas comenzaron pronto.
Billy y Charlie le agradecieron a los Cullen la invitación y la esplendida cena, mientras Jasper y Edward se despedían de Jacob con un apretón de manos.
Alice se acercó a mí y me dio un sorpresivo abrazo.
— Espero que nos veamos pronto, Bella. En serio me has caído muy bien.
Estreché el abrazo.
— Lo mismo digo. Ha sido un placer conocerte.
— Lo de salir era en serio — dijo una vez que nos separamos.
Mi sonrisa se ensanchó.
— Cuando quieras, Alice —, dije esperando poder cumplirlo.
— Pásame tu número — dijo con una sonrisa, sacando su celular. Me lo tendió.
— Claro — dije en una sonrisa, guardando mi contacto —. Listo.
— ¿Bella? — llamó Jacob. Mi padre y Billy ya estaban afuera.
— Voy.
Me despedí de Jasper con beso en la mejilla y una sonrisa.
— Muchas gracias por su tiempo — le dije a Esme y a Carlisle. El señor Cullen me dio un apretón de manos y una sonrisa afable. Esme me dio un beso en la mejilla.
— Señor Cullen — le dije a Edward, estrechando nuestras manos.
Estaba a tan solo unos pasos de la puerta. Quería salir de esa casa ya. Si Edward quería arruinar la noche, esta sería su última oportunidad.
Creí que sería algo rápido, pero él no me soltaba.
— Hasta luego, señorita Swan — dijo con voz aterciopelada —. Fue un placer conocerla.
Solté su mano, y le dirigí mi mejor sonrisa cínica.
Crucé el umbral de la puerta, a salvo. Jake me tendió su mano y yo la tomé sin dudar. Me ayudó a subí al auto de Charlie y salimos de la propiedad. No fue hasta entonces que pude respirar con normalidad.
No dejé que la paranoia me ganara. Si Edward hubiera querido decir algo, ya lo habría hecho, de eso estaba segura. Por ahora, él no diría nada.
Aún sentía el calor en mi mano, y ese bendito Hasta luego de sus labios. Me pareció escuchar un trasfondo. Una promesa.
Miré hacia el camino arbolado, iluminado solo por los faros de los autos y la luz de la luna. ¿Qué pasaría ahora? Fruncí el ceño.
Al diablo. Nada tenía porqué ser diferente.
El trato no tenía porque afectar mi vida personal y tampoco era motivo para ver a los Cullen todo el tiempo.
Seguiría llevando mi vida como siempre.
Amaba ser Rocket, amaba mi libertad prestada. No dejaría que nadie me arrebatara eso sin pelear, especialmente Edward Cullen.
Chan chan chaaannnn
¿Qué creen que pasará ahora? ¿Edward dirá algo? ¿Guardará su secreto?
¡Los leo!
Muchas gracias por leer y por sus reviews. Que tengan un bonito inicio de semana.
