Los personajes no me pertenecen, sino a la escritora STEPHANIE MEYER. La historia si es de mi autoría. No publicar en otras páginas, categorías o traducir sin previo permiso. Está prohibida su copia total o parcial. +18
Capítulo 16:
No en horas laborales.
La gente en la oficina comenzó a recoger sus pertenencias, algunos conversaban entre ellos; volviendo al trabajo. Le eché un vistazo a Edward, su mandíbula ya no estaba tan tensa, pero tenía el ceño ligeramente fruncido.
Tomé mis cosas y me dispuse a salir para ir directo a mi nuevo escritorio y esconderme ahí hasta que fuera hora de irme.
— Hola — me saludó un hombre saliendo de la sala. Su saludo vino acompañado con una sonrisa cortés, pero tímida. El primer valiente —. Me llamo Mike Newton. Bienvenida a la empresa.
Suspiré para mis adentros. Tendría que lidiar con esta presentación repetidas veces en los siguientes días, además, de que ahora ellos eran mis nuevos compañeros. No podría esconderme, aunque quisiera. Estiré la mano para estrechar la suya.
— Mucho gusto, Mike. Isabella Swan — dije con educación.
Enarcó las cejas, y estrechó mi mano a la par que me sonreía con calidez. Le regresé el gesto. En ese momento la puerta de la sala en la que estuvimos se abrió y salió Edward. Se detuvo al ver nuestro gesto con rostro tenso, miró a Mike, luego a mí. En seguida solté el agarre, pero Edward no hizo comentario alguno. Solo siguió de largo y se fue a lo que supuse era su oficina.
Solté el aire discretamente, el ambiente se había tensado ligeramente.
— ¿Siempre es así? — pregunté con voz baja y una sonrisa cómplice para aligerar el ambiente.
Mike también suspiró y se relajó.
— Lo notaste. Pues acostúmbrate — comentó —, Cullen es bastante serio y estricto — enarqué las cejas y Mike se rascó la nuca —. Quiero decir, no creo que sea bueno hablar así del jefe a la chica nueva, pero así es. No es un tirano — agregó —, pero es el jefe.
— Tiene sentido, supongo — dije echando una mirada a la puerta de su oficina.
— Oye… sé que hay trabajo que hacer y eso, pero ¿quisieras juntarte a la hora del almuerzo? Así podríamos conocernos… entre todos, quiero decir.
Uf.
Ya que…
— Seguro. Gracias.
Superando la incomodidad del inesperado interés, Mike me dio algunos consejos para sobrevivir a mi primer día. Uno de ellos era que debía estar al pendiente del correo de la empresa, ya que los mensajes por celular no estaban permitidos por alguna razón. Si algún departamento o persona en específico necesitaba algo de mí, me lo haría saber por correo. Y al igual que en la oficina de Charlie, había una red general donde estaban muchos archivos de interés interdepartamental, así que eso no sería un problema. Estaba familiarizándome con los archivos de la empresa – que eran muchos – cuando me llegó la notificación de un correo nuevo de "edwardcullen "
Tragué y di click.
"Buenos días, señorita Swan.
Acuda a mi oficina en la brevedad posible. Gracias.
Atentamente
Edward Cullen, CEO".
— Cuanta ambigüedad — suspiré. Me estremecí ante la idea de estar a solas con él, y eso no hacía más fácil lo que se suponía que debía hacer. Lo mejor era terminar el tema de una vez por todas.
Esperé unos cuantos minutos, y sin mucha prisa, me levanté de mi asiento y caminé directo a la oficina de Edward. Sentí algunas miradas conforme avanzaba, pero las ignoré lo mejor que pude. Llamé a la puerta.
— Adelante — escuché que decía.
Exhalé y abrí.
— ¿Quería verme, señor Cullen? — dije con cierto grado de complicidad.
El serio rostro de Edward se relajó en cuando liberó un amago de sonrisa.
— Sí, señorita Swan. Adelante, y cierre la puerta, por favor.
En cuanto lo hice, se pudo sentir como el peso de tener que pretender se disolvía. Podíamos hablar con honestidad sin temor a ser escuchados.
Me acerqué y me dejé caer sobre la silla frente a él. Edward se dejó caer en su respaldo y exhaló. Arqué las cejas, burlona.
— Vaya lío — dije sin ironía. Él me miró, pensativo —. Supongo que no estabas enterado. Si sirve de algo, yo tampoco estaba informada. Aunque… no sé si querías hablar de esto... — titubeé.
Asintió.
— Me sorprendió que mi padre no me lo dijera — admitió.
Ambos guardamos silencio.
— Y ahora, ¿qué? — dije sin rudeza.
Él enarcó la ceja y sonrió de forma ladina, haciendo que me lo comiera con la mirada.
— ¿A qué te refieres?
Me enderecé en la silla.
— Hace tan solo unos días… Trabajar juntos… — tragué. Miré sus hermosas facciones antes de continuar. Tenía que ser honesta —. Me tomo mi profesión muy en serio, Edward. Y este proyecto significa mucho para mí…
— Yo tampoco mezclo el trabajo con el placer. Y este proyecto también es importante para mí.
Sentí un pinchazo de disgusto, pero no lo expresé.
— Me alegra que nos entendamos.
Su sonrisa se ensanchó.
— Sin embargo — agitó su dedo índice a la par que se enderezaba también —. Esto me recuerda que hay algunas condiciones que no he establecido.
— ¿Qué quieres decir con eso?
Apoyó sus manos en la silla y se levantó. Avanzó hacia la puerta de su oficina y discretamente, le colocó el seguro.
Giré la silla hacia él, mirándolo sin entender.
— ¿Qué estás haciendo?
Se acercó a mí y apoyó sus manos en la silla, dejándome entre él y el mueble. Solo sentía su calor e inspiraba su perfume mezclado con su esencia. Me recorrió un estremecimiento de gozo anticipado.
— Esta situación, sin duda es una sorpresa — dijo, mirándome con una gran intensidad en su mirada —. Y respetaré tus deseos de mantener lo profesional con lo profesional, porque yo no lo haré de otra forma. También me tomo mi trabajo muy en serio — miró mis labios, entreabiertos por la sorpresa, y se acercó un poco más —. Pero que quede claro que no tengo intenciones de dejar de verte, Isabella. Pasaremos mucho tiempo juntos. Temo que serás una tentación constante a la que no pienso resistirme.
Tragué con dificultad. Con él así, era fácil olvidar dónde estaba. En mi vientre comenzaba a nacer esa conocida necesidad, mis labios ardían por tocar su piel… era tan solo cuestión de inclinarme un poco. Pero eso solo haría que quisiera más, estaba segura.
Lo consideré. Tal vez estaba pecando de ambiciosa. Un proyecto que auguraba libertad, y la compañía de Edward, quién aseguraba mantener las cosas en su sitio; el mejor trato de mi vida.
— ¿Mantener esto fuera de la oficina? — aventuré.
Asintió.
— Solo entre tú y yo.
Me gustó como sonó eso.
— De acuerdo — musité. Enarcó las cejas, ligeramente sorprendido; pero su sonrisa demostraba que estaba complacido. Sonreí con malicia y coloqué mi mano en su pecho, alejándolo. Un poco de deseo contenido no le hace mal a nadie —. Comenzando ahora.
Me levanté a la par que lo alejaba. Él estrechó su mirada, pero no intentó nada más. Su expresión seguía siendo de diversión.
— ¿Algo más que me quiera decir, señor Cullen?
— Se lo haré saber, señorita Swan.
Caminó a la puerta y quitó el seguro.
— De hecho — exclamé, antes de que abriera la puerta —. Aún tengo muchas dudas sobre el trabajo en sí. Hay tanto que tengo que saber…
— Te enviaré todo lo necesario. Y mañana traeremos tu contrato — informó.
— Uy, contrato… — musité.
El rio quedamente.
— Disculpa que no sea muy claro el día de hoy, pero me ha tomado por sorpresa y necesito poner orden antes de darte acceso a tanta información — dijo seriamente.
— Sí, por supuesto.
— No tienes que quedarte todo el día de hoy. No podrás hacer mucho aún, además de leer un montón de archivos.
Negué.
— No importa. Entre más pronto comience, más pronto termino. Pero no me quedaré horas extra — bromeé.
Hizo una mueca.
— Ya veremos…
Exhalé una risita. Le dirigí una mirada coqueta y dije:
— Estaré en mi escritorio.
Edward asintió, abriendo la puerta de su oficina para mí.
Al verme sola en el pasillo, lancé un suspiro. Me sentía muchísimo más aliviada ahora que sabía cual era la postura de Edward, pero eso no quería decir que las cosas serían más sencillas. Pero por ahora, no habría nada de qué preocuparse.
Volví a mi escritorio, donde retomé mis lecturas. No voy a mentir, refresqué la ventana de mi correo un par de veces, pero no me llegó ningún otro mensaje.
Estaba terminando de fisgonear en una carpeta cuando se acercó Mike.
— ¿Cómo vas en tu primer día?
— Oh, hola — dije, saliendo de mi burbuja —. Bien. Gracias.
Miré sus manos, donde vi que tenía unos tuppers y cubiertos.
— ¿Ya es la hora del almuerzo? — pregunté sorprendida.
— Sí. ¿Tan concentrada estabas?
— Si — reí —. Creo que sí.
— Vamos — dijo Mike con entusiasmo —. Te presentaré a los demás.
Mike me guio al comedor, donde estaba al menos la mitad de la gente que había visto hoy. Todos voltearon a vernos cuando entramos, pero eso no pareció importante para Mike. Se dirigió a una mesa que ya tenía gente, y me presentó alegremente con todos. Por la familiaridad, supuse que era su grupito del trabajo.
— Hola, Isabella — dijo el hombre llamado Tyler —. No tuvimos la oportunidad de presentarnos formalmente.
— Si — dije, tomando asiento —. A algunos de ustedes los vi en la sala de juntas.
— ¿De cuál firma vienes? — me preguntó una chica sin más. Lauren, si no mal recordaba.
— ¿Habías trabajado antes con los Cullen? — dijo otra chica llamada Jessica.
Ninguna de ellas había estado en la junta, estaba segura.
— No deberías interrogar a tu nueva jefa — rio Mike.
Ellas me miraron sin entender, entre confundidas y alarmadas. Reí quedamente.
— No es así — las tranquilicé —. El señor Carlisle es mi jefe también.
— Pero estás a cargo del proyecto — afirmó Tyler —. El señor Carlisle lo dijo.
Asentí.
— Comparto esa responsabilidad con Edward, pero sí.
— Entonces es una colaboración — empujó Jessica.
Aunque quise externar mi irritación ante tanta insistencia, sonreí con timidez.
— Bueno. Los Cullen son sus jefes, así que no puedo hablar por ellos. Pero si, el proyecto es una colaboración. Y respecto a tu pregunta — dije mirando a Lauren —. Yo vengo de la firma Black and Swan — esperaba que eso dejara el tema por terminado, pero entonces Mike me señaló y dijo.
— Espera. ¿Charlie Swan es tu padre?
Quise negarlo, pero la pregunta me tomó por tal sorpresa que mi expresión debía ser suficiente para confirmarlo.
— Sí — admití.
Él soltó una risa jovial.
— ¡Qué locura! ¡Su portafolio es increíble!
— ¡Totalmente! — convino Tyler.
Lauren y Jessica se miraron una al otra. Entonces Jessica me miró y sonrió, aunque su gesto me pareció un tanto forzado.
— Así que tú eres de los famosos Swan. Felicidades por el trato. Supimos que las firmas se hermanaron.
— Ah, ¿sí?
— Sí, claro — dijo como si fuera lo más obvio del mundo —. La semana pasada no se hablaba de otra cosa. Todo mundo quería ese trato.
Eso era verdad.
— ¡Swan and Black! Wow — dijo Mike —. Intenté entrar hace unos años, pero nunca me llamaron.
Me reí sin burla. En seguida me tapé la boca y traté de controlarme.
— Lo lamento mucho — dije con sinceridad.
Él agitó la mano, quitándole importancia.
— La verdad es que aquí estoy muy bien. La firma Cullen también es excelente.
— Me alegro — dije.
— Pero — dijo Jessica, en un tono más confidencial — lo mejor será advertirte.
— ¿Sobre qué?
— ¿Has hablado con Edward Cullen? Dijiste que es la primera vez que trabajaran juntos, ¿no es así?
Asentí. La miré confundida, no sabía a donde quería llegar con eso. Pensé en una respuesta segura, que respondiera a su pregunta y no generara más.
— Es decir. Además de hoy, he hablado con él un par de veces — meh. Datos más, datos menos —. Pero no diría que lo conozco.
— ¿No te da miedo? — preguntó Lauren —. Yo no puedo ni saludarlo, intimida mucho.
Miré a Mike y recordé lo que había pasado esa mañana cuando lo conocí. La reacción de Edward y la advertencia de Mike.
— Me adelanté, chicas — dijo él.
— Mike me advirtió acerca del señor Cullen — comenté.
— Pues tú trabajarás a la par — dijo Tyler —. Tal vez con eso sea un poco más flexible.
— No creo — dijo Lauren, en un tono en el que me dio a entender que ojalá no lo fuera.
Podía imaginarme a Edward siendo un jefe inflexible. Lo había visto molesto, serio, ¡cielo santo! Hasta discutimos y nos amenazamos. Entendía la parte de que resultara intimidante para otros. Supuse que, debido a las circunstancias en las que nos conocimos, yo no lo veía así.
Tyler miró su celular y comenzó a guardar sus cosas.
— Es hora de volver — anunció.
Todos retomaron sus actividades y yo aproveché para escabullirme a mi escritorio a seguir con mis lecturas.
El día pasó sin más novedades. Al final si me fui un poco más temprano, en parte porque no tenía gran cosa que hacer, y, además, porque no quería otro interrogatorio. Mientras me debatía si ir a la oficina de Edward o no, Carlisle apareció por la entrada del piso. Me saludó con cordialidad y me preguntó sobre mi primer día en la oficina. Cuando le expresé mi duda sobre avisarle a Edward o no, que ya me iba, el señor Cullen solo dijo.
— Justo me dirijo a su oficina. Yo le aviso. Que tenga buen día, señorita Swan.
Ni siquiera me desencanté. Sabía que lo vería el día de mañana.
Salí del edificio, sintiendo el abanico de posibilidades desplegarse ante mí.
Otra cosa positiva de mi nuevo trabajo es que no me quedaba tan lejos de mi casa, así que llegué en menos de una hora a la comodidad de mi hogar.
Me puse ropa cómoda, tomé mi guitarra y me senté en mi sofá. Sabía que no tardaría mucho para que Charlie me hablara para bombardearme con preguntas. Si no él, Jacob; y quería un rato para mí. Había sido un día algo pesado, porque había sido un día sin dudas diferente. Estaba tocando nada en específico, cuando sonó mi celular con la llegada de un mensaje.
Suspiré, pero en seguida me extrañé. Era un número no registrado.
Mi padre me ha pasado tu contacto. Espero que no te moleste.
Edward
Me enderecé de inmediato, con una sonrisa de oreja a oreja. Me serené y esperé dos canciones a responderle, no queriendo verme tan emocionada. Mientras tanto, guardé el contacto como "Sexy"
Claro que no. Después de todo, trabajaremos juntos.
Bella
Intenté volver a concentrare en mi guitarra, pero no lo logré. Mi mirada volvía al aparato en mi mesa. Volvió a vibrar y yo prácticamente brinqué.
¿No lo habría conseguido de otra forma?
E
Puede ser. Ahora nunca lo sabrás.
B
Jajaj
¿Llegaste bien a casa?
E
Si, gracias.
¿Y tú sigues en la oficina?
B
Si. Cierto asunto me tiene haciendo horas extra…
E
Ups. Pero oye, eso no era mi culpa.
Eso es terrible. Ojalá termines con ese asunto pronto.
B
Más bien, puedo hacer que cierto asunto termine…
E
Me tomó un momento captarlo. En cuanto lo hice, inhalé aire ruidosamente.
Eso es jugar sucio.
B
Cuando se trata de ti, no me gusta hacerlo de otra manera.
E
— Bastaaaaaa — le grité al aparato en mis manos.
Me sentía una maldita adolescente.
Antes de que pudiera teclear mi respuesta, me llegó otro mensaje.
Jajaj, por más que quisiera seguir con esto, en verdad
tengo mucho por hacer.
Nos vemos mañana, Isabella.
Dulces sueños.
E
Claro, huye.
Hasta mañana, Edward.
Buenas noches.
B
Leyó mi mensaje. Esperé unos momentos, pero ya no hubo respuesta.
Me dejé caer en el sofá y cubrí mi rostro con un almohadón para reprimir mi grito. Ese hombre sería mi perdición.
Aún seguía en las nubes cuando una llamada entró.
Charlie.
Resoplé y contesté. Esto tomaría tiempo…
El viernes prometía ser un gran día, o al menos así lo sentía. Me desperté de buen humor, con ganas de ir a la oficina por una evidente razón.
Además, la idea de volver al Tártaro siempre era emocionante, aunque ese plan ser vio pospuesto.
Mamá me habló poco después de que desayuné, solo para decirme que el horario de la banda se movería para el sábado en la noche.
— Hoy tocará Demon Hunters — me dijo —. No quiero que se repita lo del fin de semana pasado. En medida de lo posible, no los pondré la misma noche.
— Muchas gracias, mamá — le dije de corazón.
En cuanto colgamos, mensajeé a los chicos con los horarios de nuestras presentaciones y corrí a la ducha. Al salir me concentré en elegir un atuendo adecuado.
Edward había dicho que ese día me darían el contrato, lo cuál esperaba. Y seguramente ese día sería más atareado que el anterior. Les juro que lo resistí, pero no fui tan fuerte. Pensé mucho mi ropa de ese día porque me quería vestir bonito, como siempre, pero una parte de mí quería que Edward volteara a verme.
Pensé en el ambiente del día anterior, y mi ropa no estuvo fuera de lugar. Podía usar tacones o tenis, mientras me fuera más formal que casual.
Luego de estudiar mi armario, elegí algo que me gustaba usar de tanto en tanto porque era cómodo, formal y me gustaba mucho como se me veía. Un conjunto de falda-saco color celeste, y una blusa blanca lisa a juego. Me calcé unos tazones abiertos color blanco y me recogí mi cabello en una coleta alta, dejando escapar algunos de mis rizos.
Opté por un maquillaje ligero y accesorios sencillos en color dorado.
Okey, tal vez si me estaba esforzando un poquito más de lo normal, pero nadie sabía eso.
Con un último vistazo aprobatorio, tomé mi bolso y me dirigí a la oficina. Esta vez atravesé el lobby a paso seguro. Antes de llegar a los elevadores, algunas personas voltearon a verme, incluso un hombre en traje ejecutivo me saludó, coqueto. Sonreí para mí.
Este sería mi día.
Entré al piso con paso seguro, saludé con cordialidad a la gente a mi paso, y me fui directo a mi computadora. Para mi sorpresa, tenía un correo nuevo de Edward. Al contrario de lo que creía, no había grandes archivos ni carpetas. Ni siquiera el correo era tan extenso. Era tan conciso y cordial como el del día anterior.
"Buenos días, señorita Swan.
Por favor, preséntese en la sala de juntas B a las 10:00 am. El motivo de la reunión es la discusión y firma de su contrato. Favor de ser puntual.
Edward Cullen, CEO".
Volteé a ver el reloj, faltaba poco más del cuarto para la hora acordada.
Era un poco chistoso que fuera tan serio y formal en sus correos, cuando a puerta cerrada era el hombre más sexy del mundo. Reprimí una sonrisa.
Vi la hora del correo. Me lo había mandado poco antes de las 8 am, bufé ligeramente, ¿acaso dormía?
Me preparé, y faltando diez minutos para las 10, me dirigí a la sala de juntas indicada. Para mi sorpresa, Cullen padre e hijo ya estaban ahí.
Ambos interrumpieron su conversación y voltearon a verme en cuanto abrí.
— ¡Ah, señorita, Swan! — dijo el señor Carlisle —. Tome asiento, por favor.
Sentado, muy despreocupado estaba Edward. Al girar la silla quedó de espaldas a Carlisle, así que solo yo lo vi. Noté como, en una acción que parecía pasar desapercibida, me escaneó rápidamente de pies a cabeza. Tenía la misma expresión que la primera vez que nos vimos en el bar. Cruzamos miradas por una fracción de segundo, y luego el giró de vuelta a la mesa.
Sonreí, triunfante. Y algo afectada por el poder de su mirada.
— Buenos días — saludé, e hice lo que me dijeron.
Carlisle se acomodó en su silla, con un movimiento grácil.
— En seguida comenzaremos con el papeleo, solo estamos esperando a Jasper — asentí. Tenía que ser muy serio si estaba involucrado el abogado.
Jasper no tardó mucho en llegar, nos saludó a todos con una sonrisa cálida y en seguida sacó un documento de su maletín. Lo puso frente a mí. Era el contrato.
Tomó lugar junto a Edward, y los tres hombres voltearon a verme.
Luché por no demostrar lo nerviosa que repentinamente me sentí. Volví la mirada al documento; era extenso.
— Tómese su tiempo, señorita Swan — me tranquilizó el señor Carlisle —. Jasper, ¿tienes los otros documentos que te pedí?
— Sí, claro — dijo, y les dio un folder a los otros dos hombres.
Ellos en seguida se enfrascaron en otra cosa. Me acerqué discretamente a Jasper.
— ¿Puedo preguntarte ante cualquier duda?
— Claro que sí, Bella.
— Bien, gracias — le sonreí.
Desde que comencé a leerlo, noté que no era un contrato común. No era un contrato de empleado, sino de asociado. Contuve el aliento, sintiendo el peso y compromiso del momento.
El documento tenía un montón de clausulas y condiciones. Muchas de ellas razonables. En resumidas cuentas, pedía que hiciera mi parte como colaboradora, a nombre la firma de mi padre y que no compartiera información o documentación con terceros o me vería en un problema legal por incumplimiento de contrato. Me di cuenta de que algunas de estas demandas habían sido recientemente modificadas.
Me pregunté si era por lo que había pasado con el resot.
Seguro que sí.
La última parte del documento trataba sobre mis beneficios por ley, los adicionales por la empresa, el horario, puesto y pago, que era muy generoso; entre otras cosas.
El contrato decía que mi compromiso con la empresa era de al menos, un año o hasta la conclusión del proyecto en dado caso de que acabara antes de la fecha estipulada. La empresa se comprometía a renovar mi contrato si este vencía y el proyecto aún no estaba terminado.
Jasper aclaró las dudas que llegaron a surgir, pero me sentí más segura. Todo estaba tan claro como el agua.
— Firme donde le indique, señorita Swan — dijo Jasper.
Y así lo hice, una y otra vez en los lugares que él me indicada.
— Y aquí… —, dijo finalmente.
Estaba hecho.
Yo no era empleada como Mike, Jessica y los demás. O como en la firma de papá. Era su hija, pero no su mano derecha o asociada. Tenía a mi cargo proyectos pequeños, pero aún así yo no era la jefa del departamento. Le respondía a alguien más.
Pero ahora, esto era un ascenso. Era tan responsable de este proyecto como los hombres a la mesa.
El mismo Carlisle lo había dicho. Edward y yo estábamos a la cabeza de esto, en lo que diseño y ejecución se refería.
Suspiré. Era mucho para procesar. Se sentía genial… pero al mismo tiempo tenía miedo. Pero así son las cosas que más nos importan.
— Bienvenida al equipo… oficialmente — dijo Jasper con una sonrisa.
— Gracias — dije de corazón.
— Bienvenida, Isabella — dijo Carlisle —. Bien, lo mejor será que se pongas al corriente en todo aspecto. Edward te guiará en esa parte. Jasper y yo estaremos en mi oficina discutiendo otros asuntos. Hijo, Isabella — se despidió, saliendo de la sala.
— Hasta luego, Isabella. Nos vemos, Edward.
Nos quedamos solos. La sala se quedó en silencio, pero no era uno tenso. Estamos sentados frente a frente, cada quién en un costado de la mesa. Parecía que ambos estábamos esperando que el otro dijera o hiciera algo primero.
Edward me dedicó su sonrisa ladina.
— Bienvenida.
— Gracias.
Se recargó mejor en su silla, entrelazó sus largos dedos apoyándolos en su pierna. Su expresión se tornó seria y su mandíbula se tensó un poco.
— ¿Qué pasa? — pregunté.
— Intento mantener en mente que en este lugar hay cámaras — dijo aun con su semblante serio, aunque sus ojos se habían oscurecido un poco.
No pude reprimir una sonrisa maliciosa.
— ¿Crees que nos quieran dar una copia?
Edward enarcó una ceja y en seguida estrechó su mirada.
— Lo hiciste a propósito — acusó en un murmullo.
— ¿Qué cosa? — pregunté con fingida inocencia.
Me miró con sospecha por unos segundos y luego cambió su postura.
— Mejor ve por algo para apuntar — dijo, acercando su portátil —. Esto durará un rato — advirtió.
Cumplió su amenaza.
En cuanto volví, Edward había tomado su papel de arquitecto y director del proyecto y yo me concentré en hacer lo mismo.
Por momentos, cuando Edward detenía su discurso y revisaba sus apuntes, yo me detenía a mirarlo. Era imposible no hacerlo teniéndolo tan cerca. Veía como su camisa se ceñía en los lugares justos, al igual que sus pantalones. También puse atención, no crean que fui una descarada todo el tiempo.
El proyecto era muy importante y estaba bastante avanzado a nivel papel. Aún no habían empezado la construcción, a pesar de que, evidentemente, ya tenían un terreno.
Lo más estresante de esto, es que los cambios podían ocurrir en cualquier momento. Ahora estaba absorbiendo muchísima información, pero no era definitivo. Casi nada lo era.
Pausamos solo para ir a comer, a la hora que correspondía. Edward me acompañó a la cafetería más cercana, donde compré un sándwich y un latte frío.
— ¿Sólo comerás eso? — creí escuchar un deje de reproche.
Me encogí de hombros.
— Cuando tengo tanto trabajo, se me corta el apetito. No voy a poder comer más que esto.
Le di un buen sorbo a mi café.
Eso no era muy saludable, pero era verdad. Desde la universidad, cuando tenía mucha carga de trabajo, había días en los que simplemente olvidaba comer. Hacía mucho tiempo que eso ya no me pasaba, pero mi apetito todavía se reducía considerablemente.
Frunció el ceño.
— Esto tiene cero sentido, Isabella.
— No me critiques — medio gruñí.
Me dedicó una sonrisa burlona, pero no dijo nada más.
Él si compró algo decente y volvimos a la oficina.
— ¿Esta clase intensiva no te está quitando tiempo en otras cosas? — le pregunté de vuelta en el elevador.
— Al contrario — aseguró —. Además, este proyecto es mi única prioridad, así que es bueno tener un repaso.
¿En verdad era su único proyecto?, me pregunté sorprendida. Pero bueno, con este tenía. Edward estaba al pendiente de todo en lo que diseño se refería, y no podía creer que hasta ahora él se hubiera encargado de supervisar casi todo.
Me adelanté un poquito y abrí la puerta del piso sin dificultad. Al entrar al piso, vi que alguien se acercaba por el pasillo. Era Mike.
— Hola, Be… wow — exclamó, sin quitarme la mirada de encima.
— Hola, Mike — saludé. Medio sonreí, sorprendida y divertida por su reacción.
Él iba a decir algo más, hasta que vio con quién estaba y su expresión cambió por completo a una de alarma, como si lo hubieran sorprendido haciendo algo indebido. Juraría que incluso de sonrojó un poco.
— Newton — saludó Edward secamente.
— Señor Cullen — balbuceó él.
Mantuve mi ánimo, haciendo como que no me enteraba de nada.
— Hasta luego, Mike — sonreí —. Día ocupado — dije por toda explicación, encogiéndome de hombros y pasé a su lado, yendo directo a la sala de conferencias.
Sentía a Edward cerca de mí. Esta vez él se adelantó y abrió la puerta.
— Gracias — dije sin poder ocultar mi diversión.
Volví a mi asiento y él hizo lo mismo.
— ¿Se puede saber qué es tan divertido? — preguntó algo hosco.
— No creo que le encuentres la gracia — dije, volviendo a mi sándwich.
Gruñó por toda respuesta.
Así que lo decían era cierto…
— ¿Se puede saber que le hiciste a Newton para que te tenga tanto miedo?
Esbozó una ligera sonrisa ladina, no era la misma de siempre. Esta tenía un ápice de maldad.
— Nada, pero no me agrada — confesó —. Además, soy jefe. Los jefes no solemos tener muchos amigos en nuestro trabajo.
Asentí, concediéndole eso.
— No lo conozco, obviamente. Pero hasta ahora ha sido amable conmigo — comenté.
— Por supuesto que sí — lo escuché gruñir por lo bajo.
No fingí no escucharlo. Alcé la ceja, incitando a que se explicara.
Lanzó un pequeño bufido.
— No creo que no lo hayas notado — bueno, eso era cierto —. Pero tendrá que aguantarse. Las relaciones empleado-jefe no están permitidas — dijo con suficiencia.
— ¿En serio? — dije sarcástica, mirándolo significativamente.
Rio ligeramente.
— Por suerte para ti, tenemos el mismo puesto.
Ahora yo bufé ante su fanfarronería, aunque sabía que lo estaba haciendo a propósito. Lo miré, retadora.
— ¿De ser contratada como empleada, te habrías detenido?
— Pero no es el caso, ¿o sí? — contraatacó, con esa sonrisa fanfarrona que me había fulminarlo con la mirada y querer besarlo al mismo tiempo.
— Vamos a trabajar, ¿o qué? — dije.
Edward rio, pero no insistió.
Solo nos tomó unas dos horas más para terminar de ver su interminable presentación.
— ¿Alguna duda, señorita Swan?
— Solo una o dos millones — respondí, estirándome —. Pero hasta ahora todo bien. Una visita a campo no me haría mal. O alguna copia de todo esto. Hay muchas cosas de esto que no recuerdo haber visto en los archivos generales.
Edward recogió su portátil y sacó algo de su bolsillo. Era una memoria USB. Me la tendió.
— Es todo lo que necesitas sobre este proyecto. Es verdad, muchas cosas no están en los archivos generales y por favor trata de tener cuidado. De preferencia, no guardes nada en el ordenador de tu escritorio. Te daré una portátil que no tenga conexión directa a la red de la oficina.
Fruncí el ceño, algo confundida.
— Es por eso por lo que no adjuntaste nada en el correo — aventuré —. ¿Puedo preguntar por qué?
— Solo diré que el correo está monitoreado. Por eso soy cuidadoso con lo que escribo.
— Aaah — dije, comprendiendo. Bueno saberlo.
— Es todo, señorita Swan — sonrió —. Ya te incluí en todo lo pertinente. Calendarios, lista de deberes, agendas, proveedores… Ante cualquier cambio, te lo haré saber — levantó su dedo índice, indicando que le falta una cosa más —. Te sugiero que primero te familiarices con todo lo demás antes de ver lo de la USB.
Asentí.
— De acuerdo, gracias.
Gracias al cielo era viernes y no tenía presentación. No me sentía especialmente cansada, pero no tenía ganas de salir.
Me quité los zapatos, y subí a mi estudio antes de cualquier cosa. Dejé ahí mis apuntes de ese día al igual que la USB que me había dado Edward. Ya tendría tiempo mañana para verla.
Me dejé caer en la silla frente a mi escritorio, volteando a ver mi pizarrón de inspiración.
Desde la silla pude ver mis bocetos, pinturas y fotografías de todo lo que me motivaba. Miré la USB, pensando en todo el trabajo que tenía por delante, pero no pensaba darme por vencida.
Tomé mi libreta de bocetos y la hojeé un poco. Ahí dentro había muchas ideas, no solo al aire, sino las cosas que deseaba traer a la vida. Era algo muy diferente a lo que estaba haciendo, pero no perdía las esperanzas de que algún día pasaría. Volví a mirar la USB y suspiré. Para lograrlo tenía que pasar por esto primero.
Un vistazo rápido no mataría a nadie. Encendí mi ordenador, y bajé a la cocina por algo de comer. En lo que mi cena se calentaba en el microondas, saqué un bote de helado y me recargué en la isla, esperando.
Estaba viendo mis redes sociales cuando una llamada de Jake me distrajo. Sonreí y contesté de inmediato.
— Holaaaa — saludé feliz.
— Hola, Bells. Te extraño un montón, la oficina no es lo mismo sin ti.
— Yo también a ti. Es super raro no trabajar contigo — convine —. Lo que me pone más triste es que a veces la oficina era el único momento del día en que te veía.
— Aun tenemos los fines — me consoló.
— Lo sé, pero no es lo mismo — dije, y di otro bocado.
— ¿Qué estás comiendo? — rio.
— Nieve — respondí con la boca llena y una sonrisa, como si él estuviera ahí.
Jake rio.
— Eso quiere decir que ya estás en tu casa.
— ¿Y tú sigues en la oficina? — pregunté, viendo la hora. No sería raro que Jake hiciera tiempo extra.
— Sí — suspiró —. Te quería llamar para saber cómo estás, y si tenías presentación.
— Puedes estar tranquilo. Hasta ahora el nuevo trabajo no es malo, pero bueno, solo llevo dos días. Pero no te apures, no hay presentación hasta mañana. Tal vez quieras ir.
— Cuenta con eso, Bells.
En ese momento, el microondas indicó que mi comida estaba lista.
— Te dejo cenar — dijo Jacob —. Nos vemos mañana, Bells. O si no, hasta el domingo. Te avisaré.
— Gracias, Jake. Buenas noches. Y descansa, el trabajo no se irá a ninguna parte.
A veces me preocupaba que trabajara tanto. Era un hombre dedicado, pero realmente salir no le haría nada de daño.
Volví a mi estudio con mi cena en mano y puse música tranquila en volumen bajito para que fuera de fondo.
Como Edward había dicho, me había adjuntado a un montón de archivos y calendarios compartidos.
Conecté la USB, y abrí la carpeta. Me tomó unos momentos darme cuenta de que los archivos que había ahí no tenían nada que ver con lo que vimos hoy. Eran de un proyecto totalmente diferente.
Revisé cada una de las carpetas para estar segura, pero no vi nada familiar.
— Ugh, se equivocó de USB.
Tomé mi celular y busqué nuestra conversación. Lo mejor era avisarle de una vez.
Perdona que no sea horario de trabajo
Pero me diste la USB equivocada
B
Me respondió al cabo de unos minutos.
Buenas noches, Isabella
¿En verdad? Estoy seguro de que te di la correcta
E
Tomé una foto y la envié como evidencia.
Noup
B
Demonios. Lo dejaría pasar hasta el lunes
Pero necesito esa USB
Voy saliendo de la oficina
¿Puedo pasar a recogerla y darte la correcta?
E
Me mordí el labio inferior, y exhalé. Todo por no fijarse en lo que hace.
De acuerdo
¿Recuerdas la dirección?
B
Sí
Llego en un rato
E
Bajé el plato de mi cena, y ni si quiera me molesté en cambiarme de ropa. Piqué un poco más de nieve. La oficina no estaba muy lejos y sabía que Edward manejaba muy rápido y podía llegar en cualquier momento.
Como si lo hubiera invocado, vi unas luces pasar por la calle y segundos después sonó el timbre.
Al abrir, me topé con un Edward relajado, con las manos en sus bolsillos. Me dedicó una de sus sonrisas.
— Buenas noches, Isabella — saludó.
— Hola, de nuevo. Pasa — lo invité.
Entró, pero no hizo ademán de sentarse en la sala. Me siguió hasta la cocina.
— Lamento mucho la confusión — dijo.
Aun mantenía ese porte relajado. Era extraño volver a tenerlo en mi casa, pero descubrí que era una idea a la que me podía acostumbrar.
— Tienes suerte que me haya dado cuenta hoy.
— ¿Llegaste a trabajar? — preguntó, alzando una ceja.
Me encogí de hombros.
— No estoy cansada y tengo la noche libre. Toma — le dije, entregándole la USB.
La tomó entre sus esbeltos dedos, y sonrió de la misma manera en que lo hizo esa tarde en la sala de conferencias. Con un ápice de maldad.
Fruncí el ceño, confundida. ¿Qué era tan divertido?
— Te diste cuenta muy rápido — dijo.
Lo miré sin entender, hasta que…
— Lo hiciste a propósito — murmuré.
Su sonrisa se ensanchó.
— Sí, si lo hice a propósito — admitió con un gesto que no denotaba culpa alguna. Se acercó a mí, hasta que sentí mi espalda chocar ligeramente con la isla. Edward estiró los brazos a cada uno de mis costados y me miró con malévola diversión —. ¿Crees que eres la única que sabe cómo jugar sucio?
Alzó las cejas, retándome a que lo contradijera, y así lo hice.
— No sé de qué estás hablando — dije, testaruda.
Pero era obvio que no me creía.
— ¿En serio me vas a decir que no te pusiste esto hoy solo para atormentarme? — preguntó, aunque ya la sabía la respuesta.
Comencé a sentir la electricidad correr y mis nervios a flor de piel. Me resistí y no di brazo a torcer.
Roleé los ojos.
— No seas tan engreído, Edward.
Acortó la distancia. Sentía como su calor comenzaba a mezclarse con el mío, lo cual no me ayudó.
— Admítelo — dijo, viendo mis labios.
Desvié la mirada por un momento, y cuando lo volví a mirar, lo hice con un aire engreído. Era obvio que me había descubierto, así que, ¿por qué no admitirlo?
— ¿Y qué si lo hice? — musité, altanera.
No había puesto reglas o condiciones y yo no prometí jugar limpio. Igual no creí que sería tan obvia. Evidentemente, me equivoqué.
La mirada de Edward se oscureció, y la tensión entre nosotros se disparó hasta que se hizo insoportable. No sé quién cedió primero o si fuimos los dos al mismo tiempo, pero de pronto tenía la boca de Edward sobre la mía y mis manos perdidas en su desordenado cabello cobrizo.
Sentía mi cuerpo arder, y cuando sus manos me tomaron de la cintura y me sentó en la isla con él entre mis piernas, no pude evitar sonreír, victoriosa.
Al fin, al fin, al fin! Justo ahora estoy trabajando en un nuevo cap (un poco más adelantado) y últimamente he tenido más tiempo libre así que ya tengo más caps, juro que he resistido para no publicarlo todo de golpe jajaja. En cuanto avance hasta donde quiero llegar, subiré el siguiente. Si es que la emoción no me gana jajaj
Nos estamos leyendo:B
