Los personajes no me pertenecen, sino a la escritora STEPHANIE MEYER. La historia si es de mi autoría. No publicar en otras páginas, categorías o traducir sin previo permiso. Está prohibida su copia total o parcial. +18

Capítulo 17:

Un artista no admite sus fuentes

EDWARD POV

No era especialmente tarde cuando salí de la oficina. Mi padre ya se había ido, y yo no tenía mucha prisa por volver a mi apartamento. Al menos ya había pasado la hora del tráfico.

Caminé a paso tranquilo a través del estacionamiento cuando sonó mi celular, avisándome que me había llegado un mensaje.

Alice, seguramente.

Cuando entré al auto y vi la pantalla, noté que no era Alice, sino Isabella.

Vaya, vaya.

Sonreí al ver su mensaje. Mi plan surgió efecto más rápido de lo que creí. Y sonreí más, al saber mi victoria.

Llego en un rato

E

Tecleé.

Guardé el celular y encendí el auto.

— Bella, Bella, Bella… — musité para mí, negando ligeramente con la cabeza.

No sabía con quién se había metido.

Al principio ni siquiera lo pensé, pero cuando me di cuenta de que su elección de ropa había tenido un fin concreto, despertó mi lado vengativo. Esto no se iba a quedar así.

"¿Qué cosa?", había dicho, con la inocencia en su voz y la malicia en sus ojos. Sabía perfecto a lo que me refería.

Esto iba a ser una constante agonía, pero si así iban a ser las cosas…

No podía ni quería enfrentarla en la oficina, requeriría de un lugar y tiempo a solas. Un pequeño "desliz" tal vez me daría la oportunidad. Ser discretos era importante.

Y funcionó.

Recorrer el camino a su casa no fue una dificultad, y fue mucho más rápido porque su casa estaba cerca del trabajo.

Me estacioné en el mismo lugar que la última vez.

Isabella fue a abrirme a los segundos de tocar el timbre. Era obvio que me estaba esperando.

— Buenas noches, Isabella — saludé.

— Hola, de nuevo. Pasa — dijo adentrándose en la casa.

Aún no se había cambiado de ropa, aunque no traía zapatos. Y todavía llevaba esa maldita falda…

Cerré a mis espaldas y puse el pestiño. La seguí hasta la cocina, donde vi el USB incorrecto.

— Lamento mucho la confusión — dije, disfrutando el momento.

— Tienes suerte de que me haya dado cuenta hoy.

Sonreí. Realmente no ocupaba la USB, pero eso ella no tenía que saberlo. Aunque… no esperaba mensaje hasta mañana.

— ¿Llegaste a casa a trabajar? — pregunté con curiosidad. Si era así, eso sería otra cosa en común.

— No estoy cansada y tengo la noche libre — contestó con soltura — Toma.

Me tendió la USB, y vi en su rostro que solo estaba siendo amable. Descubrí otro rasgo, era honesta. Bien pudo no haberme dicho, y eso casi hace que me sintiera un poco mal. Casi.

Tomé la memoria.

Sonreí, sin poder resistirlo más.

— Te diste cuenta muy rápido — dije, descubriendo mi trampa.

Ver su expresión pasar a la confusión, sospecha y finalmente a la resolución, fue la cereza del pastel. Además de ser preciosos, tenía unos ojos increíblemente expresivos.

— Lo hiciste a propósito — acusó con un hilo de voz.

Mira quién habla.

— Sí, si lo hice apropósito — admití. Sin poder resistirlo más, acorté la distancia y aprovechando nuestras posiciones, la encerré entre la mesa y yo mismo. Ella se sonrojó un poco al verse acorralada, pero no hizo ademán de querer liberarse. Perfecto —. ¿Crees que eres la única que sabe cómo jugar sucio?

Algo me decía que lo negaría, y le lancé una mirada de advertencia.

En seguida se puso a la defensiva.

— No sé de qué estás hablando.

Resistí el impulso de poner los ojos en blanco, pero la miré burlón. Claro que intentaría negarlo. No importaba lo que me dijera, esa mirada en la oficina sabía que no me la había inventado, y el que lo negara solo confirmaba mis sospechas.

— ¿En serio me vas a decir que no te pusiste esto hoy solo para atormentarme? — dije, mirando su atuendo.

Al tenerla tan cerca, comenzaba a perder el autocontrol que requerí gran parte del día en la oficina. Aquí no había cámaras o testigos, o colegas ineptos poco discretos…

Isabella cuadró su mandíbula y roló los ojos.

— No seas tan engreído, Edward — pero ya no lo dijo tan convencida.

En verdad era testaruda, pero en eso también podía jugar yo.

— Admítelo — dije, mirando sus labios, sintiendo la tentación en los míos.

Resistí un poco más. Quería mi respuesta.

Apartó la mirada unos segundos, luego me dedicó la mirada más altanera y retadora. Y tal vez, un poquito infantil.

— ¿Y qué si lo hice?

Incluso alzó una ceja como diciendo: ¿y qué harás al respecto?

La tentación se volvió insoportable y me dejé ir por mis impulsos.

Mis labios ardieron en cuanto toqué los suyos, al igual que mis manos. Estas, inquietas, en seguida buscaron su cuerpo. La tomé de la cintura y la subí a la mesa. Eso me dio mejor acceso a su boca, y al resto de ella. Su aliento sabía a postre de frutas combinado con su esencia floral, y no sé por qué, pero me encantó.

Isabella abrazó mis caderas con sus piernas y mis labios bajaron por la suave piel de su garganta. Su respiración era algo errática, y en medio de una exhalación dijo:

— Vamos arriba.

Sonreí en su clavícula, encantado con la idea.

La ayudé a bajar de la mesa. Tomó mi mano y me guio escaleras arriba. Aproveché para apreciar la vista antes de llegar al primer piso. Maldita sea, me encantaba esa falda.

Me llevó a su habitación. Su esencia estaba por toda la casa, pero aquí estaba especialmente concentrada.

Cerré de un portazo.

Enseguida volví a buscar sus labios. En cuestión de segundos, le quité esa molesta blusa que me impedía apreciar sus curvas. Encontré el broche de su falda, y por más que me gustara como se le veía, también se tenía que ir.

Isabella se sentó con calma en la orilla de la cama y comenzó a desabrocharme la camisa, pero la detuve.

Frunció ligeramente el ceño.

— Aún estás muy vestido — refunfuñó.

Sonreí y me incliné sobre ella. Nos acomodamos sobre el colchón, conmigo entre sus piernas.

¿En serio creía que iba a ser tan benevolente?

Besé su estómago, subiendo por sus costillas hasta llegar a la base de sus senos. El pecho de Bella subía irregularmente, su respiración comenzaba a hacerse errática y su piel se erizaba por donde la tocaba.

Me deshice de su sostén, dándole toda mi atención a esos pechos tan preciosos que tenía.

Las manos de Isabella fueron directo a mi cabello en una petición silenciosa. Sonreí cuando tiré con delicadeza de uno de ellos y ella lanzó un largo suspiro de placer arqueando ligeramente su espalda.

Desde nuestro primer encuentro sabía que era realmente sensible, y me encantaba llevarla al límite, pero ese suspiro fue tan sensual que mi propio miembro me rogaba que me quitara los pantalones de una puta vez.

No lo hice, pero si me liberé de mi camisa, mientras los ojos de Isabella seguían con atención cada uno de mis movimientos con deseo.

Volví a sus labios, mientras ella exploraba todo lo que quería, encendiendo todo a su paso. Yo tampoco perdí el tiempo, y acaricié su torso hasta llegar a su intimidad.

— Mmm — no pude evitar medio gemir al sentir su excitación.

Bella elevó un poco sus caderas, reaccionando a mi tacto.

Me separé un poco, contemplando su rostro. Sus mejillas estaban sonrojadas por la excitación y sus labios hinchados.

Repetí la caricia, sacándole un gemido de placer.

Esta mujer sería mi perdición.

Volví a hacerlo, con su gemido terminando en mi boca.

— Esto es injusto — exhaló.

Esbocé una sonrisa engreída.

— Tú empezaste.

Saqué otro sensual gemido de sus labios y no lo resistí más, y al parecer ella tampoco.

Entre los dos logramos deshacernos de la ropa que aún estorbaba, y me puse un preservativo que guardaba en un bolsillo del pantalón.

— Venías preparado — acusó.

— Cuando se trata de ti; siempre, preciosa.

Sin muchos más preliminares, entré en ella en un solo movimiento. Creo que gruñí. Carajo, se sentía tan bien.

Alargué el momento tanto como pude, regodeándome de la visión de Bella retorciéndose de placer debajo de mí.

Mierda, era tan hermosa.

No lo pude aplazar más, la tomé de las caderas aumentando el ritmo de mis movimientos. Ella sonrió en medio de sus jadeos, no pude evitar sonreírle de vuelta. Su rostro se contrajo en un gesto de placer y gritó al llegar a su orgasmo. No tardé mucho en llegar al mío, maldiciendo.

Me tumbé junto a ella, ambos tratando de recuperar el aliento.

— Debería provocarte más seguido — musitó Bella luego de un rato de silencio.

Lancé una risa corta.

— Trata de no provocar a media oficina en el proceso — comenté, recordando como la habían visto otros, no solo Newton.

Fruncí el ceño. Isabella era una mujer muy bella, y eso también lo veían muchos otros. Y no éramos nada más que colegas con un inicio muy particular, pero me molestó un poco la imagen de Bella con alguien más.

Lo cuál era francamente ridículo. Ella podía hacer lo que quisiera. Al igual que yo.

— Mmm. No creí que sería tan efectivo — dijo con voz ronca.

Giré a verla, interrogante. Ella esbozó una sonrisa burlona.

— Creo que estás exagerando. Quiero decir, vi la reacción de Newton, pero ¿media oficina?

Hizo un gesto, como si aquello le pareciera ridículo.

Mi primer instinto fue la arrogancia, al pensar que ella estaba más al pendiente de mi para darse cuenta de los demás. Entonces resolví que tal vez solo era despistada.

— No miento — dije. Me encontré deseando que sí.

Pero tú estás aquí y ellos no, me dijo una voz en mi cabeza.

Pero ella era más joven, bella e inteligente.

Le lancé una mirada de soslayo, preguntándome cuánto duraría esto. Mis encuentros casuales rara vez se repetían. Aunque, a decir verdad, mi deseo no había disminuido ni un poco. Hacía muchos años que no me pasaba algo similar… alejé ese pensamiento de mi mente. Esta situación no era la misma que esa.

Isabella lanzó un suspiro y me miró, sacándome de mis ideas.

— ¿Quieres cenar algo? Se me abrió el apetito — admitió con algo de timidez.

¿Quedarme un rato más? Pensé en negarme, pero en lugar de eso dije:

— Me encantaría.

Isabella sonrió.

— Genial — se levantó, dándome una vista preciosa de su cuerpo. Se puso solamente una pijama corta de dos piezas.

De su armario sacó un pantalón tipo pants, el mismo que me había ofrecido la otra vez y que no utilicé.

Lo puso en la cama.

— Por si quieres algo un poco más cómodo. Puedes usar el baño si quieres — dijo, no sin antes recorrerme entero con sus ojos.

Alcé las cejas, burlón.

Ella roló los ojos, entre divertida y avergonzada.

— Te veo en la cocina — prácticamente huyó.

No pude evitar soltar una risotada.

Me puse de vuelta mis calzoncillos luego de asearme, y esta vez acepté la prenda que me ofreció. No era exactamente de mi talla, pero no me quedaba mal. Y estaba prácticamente nueva.

Conforme bajaba, escuchaba música a un volumen medio y me encontré a Bella preparando algo en una sartén, mientras cantaba una canción que no había escuchado en mi vida, pero sonaba como el tipo se cosas que escucharía Alice.

— Ah, genial. Si te queda — comentó, viéndome de reojo.

— Si, gracias — comenté —. ¿De dónde lo sacaste?

Arrugó la nariz y se encogió de hombros.

— No recuerdo si se la robé a Jacob o a Emmett — dijo sin culpa.

— ¿Emmett? — pregunté. No había escuchado ese nombre antes.

Frunció los labios, sin perder el ánimo.

— Cierto, ah… el bajista — explicó —. Ese es su nombre.

Me recargué en la isla, viéndola cocinar.

— Lo recuerdo — dije, y era verdad. Era un tipo enorme, tal vez incluso más alto que yo —. ¿Ustedes tuvieron algo?

Pregunté, sintiéndome mal al instante. ¿A mí qué más me daba?

Me miró como si me hubiera salido un tercer ojo y soltó una risotada.

— ¿Qué? — volvió a reír —. Jamás — dijo como si fuera la idea más ridícula del mundo —. Él y la baterista están juntos desde hace años. Solo somos amigos.

Explicó, volviendo a reír.

Se me ocurrieron un montón de preguntas más. Todas relacionadas con su vida en el bar y la música, pero consideré que había sido lo suficientemente entrometido. Además, creo que, si ella quisiera, ella misma me lo contaría.

Bella sacó unas cuantas verduras de su refrigerador y comenzó a lavarlas.

— Uy, qué buena canción — dijo para sí. Mientras comenzaba a cantar una canción pegadiza — ¿qué? — cuestionó al ver que me le quedaba viendo —. No todo es rock.

— ¿Te ayudo en algo? — me ofrecí. Me hacía sentir poco caballeroso verla cocinar y yo sin hacer nada.

Bella lo pensó unos momentos.

— Mmmm, cortando la verdura. Gracias.

— ¿Qué tienes en mente? — dije, acercándome a la vajilla.

— Pollo a la plancha con verduras y queso gratinado — sonrió.

— Suena bien.

Durante un rato nos movimos únicamente para cocinar. Cambiamos actividades. Ella cortó la verdura y yo preparé el pollo.

Cocinar era algo que disfrutaba hacer, aunque no siempre tenía tiempo para ello. Además de que la única persona que había recibido en mi apartamento desde mi llegada había sido Alice, pero ella siempre insistía en salir a restaurantes.

Mientras nos desplazábamos en la cocina, aprovechábamos la distancia para darlos una que otra caricia descarada y sonrisas cómplices.

Me sentía extrañamente cómodo.

— ¿Vino? — preguntó Bella, sacando una botella.

— Sí, por favor. Gracias — dije cuando me tendió una copa.

Nos sentamos a comer, uno frente al otro en la isla de la cocina.

— Mmm — exclamó Bella con el primer bocado —. Te quedó muy rico.

Alabó, probando un poco más.

Elevé mi copa, aceptando el cumplido. Bella continuó muy concentrada en la comida, pero noté que bailaba al ritmo de la música de fondo, pero creo que lo hacía de forma inconsciente.

— ¿Qué tipo de música te gusta? — preguntó de pronto —. Además del jazz.

Sonreí.

— ¿Por qué preguntas?

— Para saber si correrte de mi casa o no — dijo en broma.

Fruncí el ceño.

— Hubiéramos empezado por ahí — dije con fingido enfado.

Ella rio.

— Simple curiosidad.

Me miró muy atenta, esperando mi respuesta.

— Mmm, de todo un poco — respondí.

A lo que ella solo gruñó y roló los ojos.

— Esperaba que no me dieras esa respuesta — me miró divertida —. Si escucharas "de todo un poco", Edward. Sabrías cuál es esa canción.

Señaló la bocina. Sonreí ante su lógica.

— Supongo que es cierto, ¿quién es?

— Ariana Grande — respondió de inmediato.

Fruncí los labios y negué. Ni idea. Me miró con ojos de "te lo dije".

— Bien. Me gusta el rock y el jazz, aunque eso ya lo sabes — respondí —. Me gusta la música instrumental, el blues… Mmmm, no soy fan del rap, no sé de pop, no me gusta el electro — hice una cara de disgusto —. Eso se lo dejo a Alice y a Jasper.

Negué con la cabeza. No. No podía entender cómo les gustaba ese ruido. Hubo un corto silencio cuando acabó la canción y en seguida fue reemplazada por una mezcla que reconocí como, justamente, electro.

Isabella soltó una risa más amplia que la anterior ante la coincidencia y en seguida cambió la canción.

— ¿En serio? — pregunté.

Ella esbozó una sonrisa malvada.

— A lo mejor es algo generacional.

Fue un comentario tan inesperado que no pude controlar mi expresión de escándalo. Era la primera vez que decía algo acerca de la diferencia de edad.

— ¿Acabas de decirme viejo?

— Nooooo — su risa no me convenció —. Maduro, tal vez…

— Eso es mucho mejor — la fulminé con la mirada.

— No te enojes — rogó —. Te saldrán canas antes de tiempo.

Su sonrisa burlona se ensanchó.

— Basta — advertí en voz grave.

— Ya, lo siento — levantó sus palmas hacia mí, en son de paz. Reprimiendo otra sonrisa.

Acababa de descubrir algo más. Le gustaba burlarse.

Entonces recordé esa primera vez en la barra cuando jugó con el barman, justo antes de atreverme a hablarle antes de que alguien más lo hiciera.

No, me corregí. No es burla. Le gusta hacer bromas.

Tiene una vena infantil. Bueno, apenas y tenía veinticinco, así que eso no debería sorprenderme mucho.

Y teniendo en cuenta que nos veríamos muy, muy seguido; no me quedaba más que aguantarme. Esperaba no ser su blanco de manera constante.

Luego de eso acabaron las bromas, pero mantuvimos la conversación en temas triviales.

Terminamos de cenar en un cómodo silencio.

— Te serviría más vino, pero supongo que vas a conducir — dijo, terminando su propia copa.

— Muy considerado de tu parte.

Sabía que Isabella no me estaba corriendo. Ni siquiera era media noche, y ya habíamos terminado de cenar. La última vez me quedé dormido sin pensarlo ni planearlo. En esta ocasión ya no tenía excusas o razones para quedarme.

Además, dijo la palabra "supongo".

Me vi tentado, pero ya había abusado de su hospitalidad bastante.

— En seguida vuelvo.

Subí de regreso a la habitación, volviendo a ponerme mi ropa. Esta vez, me detuve un momento a ver el lugar sin poder frenar mi curiosidad.

El único desorden era el que nosotros habíamos ocasionado.

Era una habitación amplia, de colores claros y cortinas blancas. A la luz del día, debía sentirse muy apacible. Cerca de la ventana había un sillón individual de color celeste y frente a él tenía un librero completamente lleno. Tenía un montón de libros de géneros varios, desde novelas fantásticas hasta libros de historia y arquitectura. También tenía clásicos y libros en otros idiomas.

Ella había dicho que le gustaba leer, y sabía que era políglota porque había visto su currículum. Pero igual verlo en un lugar tan personal, hacía que se sintiera diferente.

Me senté en la orilla de la cama y me calcé mis zapatos. Frente a mí tenía un espejo de cuerpo completo y una mesita-tocador.

Pero lo que más me gustó fue la pared contraría a la ventana.

Tenía unos apoyos empotrados en la pared, en uno de ellos descansaba una guitarra acústica, el segundo apoyo estaba vacío, al igual que el tripié en el suelo.

No vi ningún estuche por ninguna parte. Me pregunté dónde tendría su guitarra eléctrica…

Salí, antes de subiera y me viera curioseando en sus cosas.

Cerré la puerta del dormitorio y antes de volver, di un vistazo por el pasillo. Dejándome llevar por mi curiosidad, de nuevo.

Había un corredor que terminaba en una ventana con un espacio para sentarse. Había otras dos puertas con una distancia considerable entre sí. Debían ser habitaciones. No me acerqué a ninguna, así que no podía estar seguro. Era una casa muy amplia para una sola persona, y lo más curioso es que no me parecía que fuera muy el estilo de Bella. Todo eran colores claros y materiales cálidos.

¿En serio vivía sola? No había señales de la presencia de alguien más.

Era otra cosa que teníamos en común, pero no pude evitar sentir una ola de inquietud, aunque no entendí muy bien porque.

Volví a la cocina. Ahí seguía Isabella. Había recogido los platos y ahora estaba comiendo nieve directamente del bote.

Esbozó una sonrisa amigable al verme llegar.

— ¿Quieres? — me ofreció, relamiendo sus labios con aire distraído.

Me coloqué a su lado y vi la etiqueta. Era de pay de queso de frutos rojos.

— Aaah, con que esto era — dije, entendiendo.

Me miró, confundida.

La tomé de las caderas y la besé con lentitud, probando los frutos rojos directamente de sus labios. Nuestras lenguas se encontraron y afiancé mi agarre. Las manos de Isabella fueron a mí nuca, atrayéndome más hacia ella. El beso se intensificó, pero lo frené de a poco antes de que nos descontroláramos de nuevo. Algo que no sería muy difícil.

Me lamí los labios, reteniendo un poco el frescor de los suyos.

— Me tengo que ir — dije con la voz más ronca de lo que pretendía.

Isabella hizo un puchero.

— Como quieras — dijo en un tonito de "tú te lo pierdes".

Sonreí, divertido ante su pequeño berrinche.

Caminamos hacia la puerta y estando en el umbral, metí la mano en mi bolsillo para sacar las llaves del auto, pero me encontré con algo más.

— Oh, por cierto — me giré hacía ella —. Ésta es la USB correcta.

Le guiñé el ojo, esbozando una sonrisa engreída. Era consciente de eso.

Isabella tomó la memoria, fulminándome con la mirada.

— Largo, Cullen — bromeó.

— Nos vemos el lunes — me despedí.

Le robé un último beso antes de alejarme de ella y de la tentación.


BELLA POV

— Tierra llamando a Bella — dijo Emmett, agitando su mano frente a mí.

Parpadeé, volviendo al momento.

— ¿Qué? — balbuceé.

Evidentemente me habían dicho algo y estaban esperando una respuesta, pero no había puesto nada de atención.

Estábamos en el bar, discutiendo sobre la presentación de esa noche y sobre cuáles canciones deberíamos tocar. Había una banda extra esa noche, así que nuestro tiempo era un poco más limitado.

— ¿Estás bien? — quiso saber Rose —. Estás muy distraída.

Asentí con seguridad.

— Estabas muy concentrada en algo, ¿cómo se llama? — molestó Emmett, con gesto sugerente.

Solté una risita.

— Lo sabré cuando termine.

El rostro de Rose se iluminó con una sonrisa.

— ¿Es una canción nueva? — aunque sonó más a una afirmación.

Asentí de nuevo.

— ¡Con razón! — exclamó Emmett, elevando sus brazos de forma dramática.

— ¿Por qué no nos habías dicho? — dijo Rose.

— Porque se me ocurrió apenas ayer — me defendí —. No está terminada, pero no he podido sacármela de la cabeza.

Hacía mucho tiempo que esto no me ocurría.

Luego de que Edward se fuera la noche anterior, tomé una ducha y me metí a la cama a tratar de dormir. Pero las imágenes de lo que había ocurrido ahí mismo no me dejaban en paz. Su fragancia se percibía algo débil en mis almohadas y el calor de sus manos sobre mí era una sensación que se negaba a irse.

Estaba cruzando el umbral del sueño cuando ocurrió. Escuché algo en mi mente, primero era algo suave como un susurro, pero se iban agregando elementos, abriéndose paso como un cántico de catedral.

Entonces aparecieron las palabras, una estrofa.

Entenderán que luego de eso no pude dormir. Corrí por mi libreta y mi guitarra y dejé que la idea fluyera. Apunté las notas y la tarareé, incluso me grabé mientras hacía todo aquello para no perder ni una parte del proceso.

Luego de unas horas, ya tenía una hoja con algunos versos aun sucios. Había un montón de anotaciones y cambios de nota.

No me di cuenta en qué momento me quedé dormida, pero al despertar, la necesidad de terminar la canción seguía ahí.

— ¿Y qué estás esperando? — apremió Rose.

— Las ideas se comparten en esta banda, Rocket — dijo Emmett igual de impaciente.

Saqué mi guitarra y mi libreta de apuntes.

La canción era algo diferente a lo que teníamos en nuestro repertorio. Hablábamos mucho sobre la libertad, la anarquía, incluso teníamos una canción romántica, pero no sobre sensaciones.

La canción iba acerca de la tentación y quería que la música representara esa sensación embriagadora cuando sucumbías ante ella. Quería que a la gente se le erizara la piel al escucharla, o al menos que recordara alguna ocasión en específico o alguien.

No hace falta mucho decir de donde nació la inspiración: de lo que mi situación con Edward me hacía sentir, porque la verdad; nunca nadie me había hecho vibrar así. No solo el mismo Edward, sino también la adrenalina de hacer algo indebido; pero no admitiría mis fuentes.

Como él había dicho, era nuestro secreto.

Les presenté a amigos el primer borrador, y les indicaba como me había imaginado la batería y el bajo.

Rose tomó la hoja, viendo mis apuntes.

— Chica, esto es muy… — exhaló, buscando una palabra.

— ¿Sexy? — le ayudó Emmett.

— No es la palabra que buscaba, pero más o menos. Provocador se le acerca más.

Sonreí. Les había gustado.

— Ya, en serio. Cómo se llama — insistió Emmett.

Solté una risa más amplia.

— Fantasías reprimidas, Emmett. Ese es su nombre.

Emmett puso cara antipática y Rose me miró, entre escéptica y divertida.

— Pues muy reprimido no parece — dijo volviendo a leer la hoja.

— Ugh — me quejé —. Me estoy arrepintiendo de haberles dicho.

— Pues ni modo. Me gusta — dijo Rose —. Mierda, ahora estoy teniendo una idea.

Soltó la hoja y comenzó a seguir sus pensamientos. Tomó las baquetas y marcó un ritmo en la orilla de la barra. Al principio sonaba algo inseguro, pero luego ganó algo de forma.

— ¡Espera, espera! — exclamé, sacando mi celular de inmediato y comenzando a grabar. Lo dejé sobre la barra y tomé la guitarra —. Sigue.

— Dame pie — pidió ella.

Emmett se apresuró a tomar su bajo.

Comencé desde arriba, Emmett y Rose se unieron siguiendo mi idea inicial, pero luego comenzaron a poner cosas de su cosecha. Era el borrador de canción más rápido que habíamos sacado jamás, aunque aún estaba lejos de estar pulida.

— Uy — dijo Emmett, estremeciéndose como si tuviera un escalofrío.

— Vamos por buen camino — sentencié en una sonrisa.

— Buenas noches — saludó una voz. Los tres volteamos. Era Sam, de seguridad.

— Hola — saludamos los tres.

Ya era tarde, el personal comenzaba a llegar.

— Bueno, el bar abrirá en cualquier momento. ¿Quieren ir a cenar en lo que es nuestra hora? — ofreció Emmett.

Rose y yo aceptamos. Guardamos nuestras cosas y fuimos por hamburguesas y papas a un local cercano.

Como ahora estaba más concentrada, participé más atenta a la elección de canciones de esa noche.

— ¡Por cierto! Hay algo que no les he contado — dije, una vez terminada la lista.

Les conté acerca de mi cambio de trabajo y el ascenso obligado, pero ascenso, al fin y al cabo.

— No sé qué decirte, Rocket. ¿Eso apesta? ¿Felicidades? — dijo Em, confundido.

Reí.

— Cualquiera funciona. Lo importante es que, mis fines siguen intactos, así que el cambio de trabajo no afecta a la banda. ¡Yei! — festejé.

— El milagro que necesitaba para saber que el dios del rock no solo es real, sino piadoso — asintió Rose, muy seria.

Le saqué la lengua.

— ¿Y Charlie? — quiso saber Em.

Me encogí de hombros.

— Pues ya no lo veré tan seguido, así que eso me da un respiro de inventar tantas excusas.

— Qué bueno, porque se te estaban acabando.

Resoplé.

— Lo sé. No sé cómo pude eludirlo tanto tiempo. Pero, ya saben, cualquier cosa les aviso. Por ahora no hay nada de qué preocuparse — aseguré.

— Hasta nuevo aviso — picó Emmett.

Le lancé una papa.

En ese momento, mi celular vibró.

Voy en camino

Jake

Le respondí con muchos emoticones celebrando.

Te veo en un rato

B

— Jake está en camino — les informé mis amigos.

Nos terminamos las papas y salimos de ahí.

Regresamos a paso tranquilo, y decidimos entrar por la puerta principal. El lugar se había llenado en nuestra ausencia, incluso había gente haciendo fila, esperando entrar.

— Holaaa — saludé al guardia, pasando como si nada.

— Rocket, espera — dijo Sam, llevándome a un lado.

¿Ahora qué?, pensé.

— Acaba de entrar Riley — me dijo discretamente —. Ha entrado solo.

Puse los ojos en blanco, con fastidio. No esperaba verlo en un buen tiempo.

Mi gozo en un pozo.

— ¿Seguro que vino solo? — me quise asegurar.

Asintió.

— No he visto a nadie más de su banda, ¿sabes si vendrán?

Me encogí de hombros.

— Ellos tuvieron presentación ayer. Renée hizo lo posible por darnos días separados.

Sam hizo un gesto afirmativo, entendiendo.

— Mejor vayan directo a tras bambalinas. Daré la orden de que vigilen la puerta para que no intente entrar solo.

— Entendido — resoplé —. Gracias, Sam.

— Ni lo menciones. Cualquier cosa, lo comunicaré por radio. Por cierto, Jake llegó también. Está tras el escenario.

Guiñó el ojo.

Eso disparó mi buen humor.

— Gracias — dije con una sonrisa genuina.

En cuanto volví con Em y Rose, les expliqué lo que me había dicho Sam y fuimos directo a back.

El que Riley viniera solo quería decir que no quería pelear, tal vez solo quería pasarse y ya, eso era todo. No tenía la entrada prohibida y podía venir si se le antojaba, aunque no tuviera presentación, pero la verdad es que no quería averiguar qué hacía allí.

Riley no había ido antes solo. Y eso lo sabía porque en mis noches libres iba a trabajar a la barra y nunca lo había visto ahí solo ni una sola vez. Solo iba cuando tenía presentación.

Sacudí la cabeza, obligándome a no darle muchas vueltas. Que hiciera lo que quisiera mientras no se me volviera a acercar.

Esta era mi noche libre y la disfrutaría como tal.

— ¡Jake! — grité al verlo en el camerino, esperando por nosotros.

Literalmente me lancé a sus brazos y me colgué como si fuera un koala.

Me parecía que había sido una eternidad desde la última vez que lo había visto. Me recibió con uno de sus abrazos de oso y una risa cálida.

— A mí también me da gusto verte — dijo, colocándome de nuevo en el suelo.

Jake saludó a Em y a Rose con efusividad también.

— Cada vez veo más bandas en la marquesina — hizo conversación.

Todos asentimos.

— El bar está ganando popularidad — dijo Rose —. Luego de lo de Eternals, más bandas han buscado presentarse aquí. O eso me dijo Angie.

— Afuera está repleto de gente. No creo que alcancemos lugar en la barra — dijo Jake.

— Mm… en realidad, por hoy nos quedaremos aquí atrás. Riley está aquí. Sam nos advirtió antes de entrar.

— Pff — resopló.

— Lo mismo dije. Según Sam, vino solo. Pero, aun así — me encogí de hombros, dejando la oración inconclusa.

— Bueno, ni hablar.

No dejamos que el fastidio nos arruinara la noche. Jake y Em fueron por bebidas para todos y vimos a las bandas nuevas desde las piernas del escenario. El público era algo exigente esa noche, pero le aplaudimos a cada una de las bandas que se presentó.

— Enséñales como se hace — me dijo Jake al oído en cuanto llegó nuestro turno.

Chocamos los puños y nos alistamos, sintiendo el electrizante hormigueo previo a tocar.

Esta vez nos presentó Phil, con tanto entusiasmo como hacía Renée. Era la noche libre de mamá, pero ya la vería mañana.

Al llegar al micrófono, pude ver a Riley en la barra, y me parecía que veía directamente al escenario, pero en cuanto comenzamos a tocar, dejó de preocuparme.

Dejamos todo en la presentación, como siempre.

El público interactuaba con nosotros entre canciones, silbando y vitoreando. Esa noche Rose recibió muchísima atención, pues cada que le tocaba hacer sus solos, el público se volvía loco.

Y no era para menos, era una baterista increíble. Pero su más grande fan era Emmett, que la miraba con devoción.

Al terminar, el público nos despidió con una gran energía y yo me sentía más que plena, una vez más.

No vimos a Riley el resto de la noche.


Los cuatro terminamos en casa de Rose y Emmett, siguiendo con la noche de sábado. Habíamos llegado con la idea de quedarnos juntos otro rato, pero terminamos jugando cartas, haciendo apuestas absurdas y riendo como locos.

Nos quedamos dormidos en la sala. Rose y Emmett estaban en un sofá, yo en otro, y Jake en una especie de cama improvisada. Estábamos rodeados de latas de refresco y comida chatarra.

Mi reloj biológico me traicionó, de nuevo, y me desperté más temprano de lo que me hubiera gustado.

No estaba del todo lúcida, producto de la desvelada.

Me quejé al levantarme.

Ya no estaba para estas cosas.

Sonreí, aun soñolienta. Pero, carajo, había sido muy divertido.

Hice café para todos, pero nada más. No tenía ganas de cocinar nada.

Me quedé en la sala del comedor, viendo de lejos a todos mis amigos aun dormidos.

Entré a mis redes sociales, solo por hacer algo y entré al perfil del bar, revisando que había de nuevo.

Había historias de nuestra presentación y habían etiquetado al bar. Entré a la publicación original, algunos comentarios solo eran emoticones, y otros preguntando cosas como: "Dónde es ahí?" "Cómo se llama la banda?" y cosas del estilo. Alguien había respondido uno de esos comentarios: "Caronte, se presentan seguido pero no encuentro su perfil =((((("

Y no lo harían. No teníamos.

De querer ser reconocidos, tendríamos; y de ser así, tendríamos que subir contenido. Cosa que no ayudaba si quería mantener mi nombre en el misterio.

Torcí el gesto, pero al mismo tiempo sentí alivio. El secreto seguía a salvo.

— Ugh — escuché a Jake quejarse, llamado mi atención. Era la imagen de un hombre devastado.

— Buenos días — me burlé.

— Ugh, ya estoy viejo para estas cosas — se dejó caer en una de las sillas y se recostó en la mesa con lentitud.

Reí, yo había pensado algo similar.

— ¿Café? — dije sin cambiar mi tono.

— Mmmm, no grites — gruñó.

Me reí lo más bajo que pude. Le serví una taza extra cargada y la puse frente a él.

— Gracias.

— Ni siquiera tomaste tanto.

— No, pero es resaca de cansancio — le dio un buen sorbo al café aun con los ojos medio cerrados.

— En ese caso no debiste ir al bar, Jake — dije, comprensiva —. No pasa nada si no te veo un fin de semana. Necesitas descansar más.

Exhaló por la nariz y me dedicó una sonrisa que intentaba ser consoladora.

— Estaré bien, Bells.

Resoplé. No lo iba a sacar de ahí.

— Si tú dices — tomé más café.

— Mejor cuéntame cómo te va, pequeña — dijo, un poco más repuesto —. El otro día me contaste que te darían contrato y toda la cosa.

Asentí.

— Si, eso ya está hecho. Es un buen contrato. Un tanto estricto — hice una mueca —, pero creo que fue por lo del resort.

— ¿Has sabido más de eso? — los ojos de Jake brillando, deseando saciar su necesidad de chisme.

Hice un gesto de falso escándalo.

— Jacob Black — dije, dramática — ¿Acaso quieres que te comparta información confidencial?

Frunció la nariz.

— No tienes ni idea, ¿verdad?

— No — dije en un puchero.

Yo también quería saber. Jake dio un ligero puño en la mesa.

— Maldición — dijo, tomando otro sorbo de café.

— Pero bueno, fue un desfalco y el culpable fue llevado de inmediato a las autoridades. Así queeeee no hay tanto misterio, ¿no?

— Pues el juicio aún no termina y el proyecto sigue en pausa. Me apuesto un Pritzker (N/A) a que hay algo más.

Me reí.

— Es una apuesta arriesgada, señor Black. ¿Tan seguro está de sus probabilidades?

— No me digas que tú no opinas lo mismo.

Hice un gesto con los labios. La verdad es que no tenía ni idea de cómo funcionaba algo de esa magnitud. Entendía la gravedad de robar dinero y mancillar un nombre respetable, pero ¿podría ser que hubiera algo más? ¿algo cómo qué?

— Es que no sé — admití —. Pero puede ser que sí, si se modificaron clausulas…

— ¿Clausulas?

— Sí… Cuando me dieron el contrato, había algunas cláusulas que habían sido modificadas. No tendría más que unos meses, pero en definitiva fue luego del escándalo. Venía en el pie de página, pero no eran muchas. ¿Crees que tenga algo que ver?

Jacob se rascó la barbilla, pensativo.

— Puede que sí, puede que no… Pero no hagas mucho caso. No quiero que te metas en problemas en tus primeros días por andar de entrometida — rio.

Maldita sea, ahora tenía curiosidad.

— ¿Charlie no te ha preguntado nada? — cuestionó Jake.

Hice un gesto de indiferencia, recordando esa extensa llamada. Guardándome el disgusto para mí.

— Me acribilló con preguntas y un montón de órdenes, pero nada destacable. Solo Charlie siendo Charlie. Creo que aún no se hace a la idea de que ya no trabajo solo para él.

— Pues tendrá que apurarse — espetó —. Después de solo fue su idea que trabajaras a nombre de la firma.

— Ni me lo recuerdes — dije, mordaz.

Había algo en especial que me molestaba de la última llamada con mi padre. Seguíamos teniendo un asunto pendiente, y como ahora no era él quién me pagaba, no tenía poder sobre mi nómina, así que no tenía poder de descontarme el porcentaje del acuerdo. Ahora tenía que hacerlo yo de forma puntual, si no, me metería en problemas.

Mi padre, muy amablemente, tocó el tema para asegurarse "de que no se me olvidara". Cómo si pudiera.

Jake tomó de su café, pensativo.

— ¿Qué? — cuestioné sin rudeza.

Negó suavemente con la cabeza.

— Me preocupo por ti, solo eso.

Tomé su mano, dándole un ligero apretón y una sonrisa cargada de seguridad, una que no sentía del todo.

Jake no tenía que sufrir conmigo.

Al poco rato de eso, Em y Rose despertaron y desayunamos algo más o menos decente, aunque ninguno de los cuatro tenía muchas ganas de existir esa mañana.

— Aaah, no quiero trabajar — se quejó Emmett, aún soñoliento a pesar de que había pasado más de una hora que se había despertado.

Se dejó caer en el sofá, panza abajo.

— Es domingo — respondió Rose desde el comedor.

— No importa, mujer — gruñó Emmett contra los cojines.

— Ay, Emmett.

Rodó los ojos, divertida.

Me paré de la mesa para recoger mis platos cuando mi celular comenzó a sonar.

Alice me estaba llamado.

Elevé las cejas de la sorpresa. No me esperaba eso para nada.

— Ya vengo — les dije a mis amigos. Y salí al patio a responder —. Hola, Alice. Qué sorpresa.

Hola, Bella — saludó, muy animada —. Buen día. Perdona que te llame así sin avisar, espero no encontrarte ocupada.

— No, no realmente. ¿Qué puedo hacer por ti?

Me enteré sobre tu nuevo contrato. ¡Enhorabuena! — me felicitó — Ojalá mi hermano no esté siendo un tirano contigo. Si es así, dime. Para ponerlo en su lugar.

Su hermano…

Reí, nerviosa. Vi a mis espaldas, solo para asegurarme de estar lejos.

— Hasta ahora no, Alice. Te lo aseguro — dije con el tono más casual del que fui capaz —. Pero no te apures. Serás la primera en saberlo.

Además de felicitarte, quería preguntarte algo. ¿Tienes planes para más tarde? Quisiera salir a comer contigo. Estoy trabajando en algo y pensé que tu opinión sería de gran ayuda — dijo de golpe.

Olvidé mi culpa y acepté de inmediato. Después de todo, lo que tenía con Edward había ocurrido mucho antes de todo este embrollo y los dos éramos adultos. No teníamos que darles explicaciones a los demás de los términos de nuestra relación, durara lo que durara.

— ¡Claro que sí, Alice! Encantada de ayudarte. ¿Tienes algún lugar en mente?

¡Excelente! Pues sí. En seguida te envió la dirección. ¿A la 4 pm te parece bien?

Miré la hora. Aún tenía tiempo de sobra.

— Anotado. Nos vemos más tarde.

Alice en verdad me había simpatizado mucho y Charlie tenía razón en algo. Necesitaba salir con gente nueva. Además, sentía curiosidad, ¿en qué le podría ayudar a una chica que lo tenía todo, incluso una gran seguridad?

— ¿Charlie? — preguntó Jake con cautela en cuanto volví.

Negué con una sonrisa.

— Alice. Me invitó a comer.

— Ah, ¡qué bien!

— ¿Alice? — Rose con curiosidad —. No solo cambiaste de trabajo, también de amistades — dijo con gran melodrama.

— No seas celosa — la molesté —. Es la hija de mi nuevo jefe. Quiere hablar sobre un proyecto.

— ¡Lo sabía! ¡Ahí está! Nuevas responsabilidades — exclamó Emmett, quien ya se había acomodado en el sofá y hacía zapping —. Al menos podrás reciclar las excusas.

Los miré con cara de pocos amigos.

— Son tal para cual.

— ¿Ya te tienes que ir? — me preguntó Emmett.

Negué.

— Me puedo quedar otra hora.

Sonrió.

— Entonces trae tu trasero para acá. Me debes una partida de Mario Kart. Esta vez vas a morder el polvo, Swan.

Me reí con burla.

— ¿Quieres apostar, McCarthy?

— No apuesten — se quejó Rose sin convicción, sabiendo que era inevitable.

— Hecho — dijo él, ignorando a Rose.

Caminé con paso seguro al sofá, y Emmett se levantó. Quedamos frente a frente.

— Si yo gano — comencé, pensándolo bien. Nuestras apuestas nunca se repetían y entre Emmett y yo siempre tratábamos de hacernos la vida imposible cuando esas ocurrían —, usarás la camisa de malla la próxima vez que toquemos. Sin nada arriba ni nada abajo.

— Uy — dijo Rose, ya no tan a la contra que hiciéramos apuesta.

Jake solo soltó una risotada.

Sonreí con malicia. Tenía meses tratando de hacer que usara esa cosa.

Emmett me fulminó con la mirada, pero luego sonrió con maldad.

— Si yo gano, nos dirás quién inspiró tu nueva canción.

— Uuuuuyyyyy — exclamó Rose, echándole leña al fuego.

— Esperen, ¿de qué me perdí? — preguntó Jake, y escuché como Rose lo ponía al tanto rápidamente.

Mi expresión debió delatarme, porque Emmett ensanchó su sonrisa de maldad. Me tendió la mano, para cerrar el trato.

Tragué, y me di un zape mentalmente. Pero yo quería apostar…

— ¿El mejor de cinco? — ofrecí.

— Si crees que eso te va a ayudar…

Estrechamos las manos y nos plantamos en el sofá frente al televisor.

Era la partida de Mario Kart más decisiva de toda mi vida.

Las primeras dos las gané yo. No me importó mucho que Emmett me ganara en la tercera partida, pero perdí la ventaja cuando perdí la cuarta.

Grité, me había ganado por una nada.

— ¡Estúpido caparazón! — exclamé.

Emmett soltó una carcajada.

— Maldita sea — gruñí entre dientes.

— ¿Quieres hacerlo más interesante? — ofreció Emmett.

— No se vale modificar las apuestas — acusó Jake, sentado en un sofá individual a mi lado.

— No — dijo él —. Que la última partida se juegue en la senda arcoíris. Ambos apestamos en ese.

Me reí. Eso era cierto.

— ¿Hay alguna trampa debajo de esto? — cuestioné.

— Solo el simple placer de hacerte sufrir — contestó Em con una sonrisa adorable.

Puse una cara de fastidio, pero igual acepté porque no tengo autocontrol cuando se trata de apostar.

Fue la partida más estresante de mi vida. Tanto Emmett como yo estábamos inusualmente callados de lo concentrados que estábamos. Los únicos exclamando y viviendo más la partida eran Rose y Jake. Era como si estuvieran viendo una final deportiva o algo así.

Jake… No había forma, de ninguna forma, jamás, jamás, jamasjamasjamasjamas de que admitiera frente a él que Edward, Edward Cullen, Edward-soy-diez-años-mayor-Cullen, había sido la inspiración para una canción de ese tipo. Destaparía la caja de Pandora.

Prefería decirle a Charlie que tocaba en una banda que afrontar la reacción de Jake si llegaba a enterarse de mi aventura con Edward.

Volví al juego, Emmett tomó la delantera en la última vuelta. Rio, saboreando su victoria por anticipado.

Jake.

No, no había manera. A Jacob le contaba todo, absolutamente todo… pero no esto.

Me hice con una caja misteriosa, ni siquiera vi que fue lo que gané, solo se la lancé a Emmett, quién no lo pudo esquivar la munición y cayó de la senda.

— ¡No! — gritó cuando tomé la delantera.

Él apenas había vuelto a la pista, cuando yo tenía la línea de meta frente a mí. Llegué en quinto lugar, pero no podía importarme menos.

— ¡Nooooo! — gritó Emmett, lanzando el control y alejándose del sofá con las manos crispadas en el cabello

Yo me desparramé en mi lugar, haciéndome de gelatina en un largo suspiro contenido. Reí de puro alivio.

— Lo vi cerca — dije riendo de forma histérica.

— ¡Estuve tan cerca! — gritó Emmett al mismo tiempo.

Rose y Jake solo reían, liberando la tensión de la última media hora.

Emmett me pidió la revancha, pero la apuesta ya estaba gastada. Si apostábamos, tendríamos que apostar otra cosa y ninguno de los dos tenía algo bueno que reemplazara la inicial. Así que lo sometimos a voto y fueron tres contra uno.

— Viva la democracia — dije.

— Rose — lloriqueó Emmett.

— Yo les dije que no apostaran — se desentendió.

Emmett respiró profundo y levantó la cabeza.

— Eres una adversaria digna — me tendió la mano.

Consideré burlarme, pero decidí que no mancharía mi victoria.

— Aprecio que lo digas — estreché su mano —. Tal vez deberíamos bajarles un poco a nuestras apuestas. Un día terminaremos arrestados.

Emmett rio, recuperando su buen humor.

— No hasta que eso no suceda.


(N/A) Un Pritzker es un reconocimiento en el mundo de la arquitectura. Se entrega anualmente y solo se lo dan a los arquitectos con una trayectoria destacada.

¡Hola! El nuevo cap llegó n_n ¿Qué les pareció? Espero que les haya gustado :33 Tengo un aviso! Los sábados serán los días en que actualice Caronte, y los domingos será actualización de 72 horas. Trataré de que no sea más de dos semanas de actualización entre un capítulo y otro en ambos fics.

Muchas gracias por leer!