Los personajes no me pertenecen, sino a la escritora STEPHANIE MEYER. La historia si es de mi autoría. No publicar en otras páginas, categorías o traducir sin previo permiso. Está prohibida su copia total o parcial. +18

Capítulo 18:

Un lugar seguro

ISABELLA POV

El restaurante al que me invitó Alice estaba en el centro de la ciudad, y por las fotos que vi en sus redes, era muy lindo como para ir en mi ropa rota y alternativa. Así que me decidí por un conjunto de colores claros que creí que estaría más acorde al ambiente, además, no era una comida social. Alice dijo que quería mi opinión para un proyecto personal.

Jake esperó a que terminara de arreglarme y él mismo me llevó al restaurante. Le insistí en que no era necesario, que mejor se fuera a casa a descansar, que usará su domingo con alguien o algo más, y él dijo que lo haría… luego de llevarme.

Resoplé, era una batalla perdida.

— Ten un bonito día, Bells — dijo una vez que llegamos. Me dio un cariñoso beso en la mejilla.

— Gracias, Jake — lo miré. Toqué sus profundas ojeras.

Jake tomó mis manos con suavidad y las quitó de su rostro.

— Quita esa cara, Bella — se burló —. Parece como si me estuvieras viendo golpeado o algo.

Lancé el aire, en una risita.

— Sabes lo que estoy pensando, así que no lo repetiré — dijo —. Nos vemos luego, Jake.

Sonrió, comprensivo.

— Me avisas si tienen presentación, por favor.

Pensé en negarme, o mentir, pero a Jake solo le tomaría una llamada a Renée para saber.

— Está bien — acepté —, pero me molestaré mucho si te veo igual de zombie — advertí.

Roló los ojos, entre divertido y exasperado.

— Si, mamá.

— Ugh, adiós — dije, pero igual de lancé un beso para que supiera que no estaba enojada.

Abrí la puerta y bajé del auto.

— Manda saludos a Alice de mi parte — exclamó Jake a través de la ventanilla.

Asentí. Agité la mano conforme nos alejábamos.

El lugar que había elegido Alice era una cafetería-restaurante, y yo no había escuchado de él en lo absoluto. Tenía que salir más.

El color predominante era el blanco con un rosa coral como contraste. Los detalles eran de color dorado, madera en colores claros y había plantas como decoración. Era esa clase de lugares que solo ves en fotografías o revistas.

Entré con paso inseguro, familiarizándome con el lugar. Había llegado un poco antes, porque me parecía a mí que Alice es de esa clase de personas, que llega con tiempo de sobra. Y no me equivoqué.

Sentada casi al fondo del local, distinguí a Alice, estaba muy concentrada haciendo algo en un ordenador portátil. Me acerqué con paso decidido, y ella me sonrió abiertamente en cuanto me vio. Cerró el aparato y lo hizo a un lado.

— ¡Hola, Bella! — dijo levantándose de su silla para recibirme con un abrazo.

Se lo devolví sin pensarlo.

— ¡Hola, Alice! Me da gusto volver a verte.

— A mi igual.

Tomamos asiento, una frente a la otra, aun con el calor de un saludo tan sincero.

— ¿Dónde encontraste este lugar? — pregunté —. No tenía ni idea de que existía.

Ella sonrió.

— Me encanta descubrir lugares a cada ciudad a la que voy — contó —. No suelo quedarme mucho tiempo cada que me mudo, y cuando vuelvo, la ciudad cambia por completo. Es emocionante. Es como conocer la ciudad por primera vez, otra vez.

Elevé las cejas, algo asombrada con su actitud, pero aquella vida trotamundos debía gustarle.

— Estás muy acostumbrada a viajar — no era una pregunta.

De igual forma ella asintió.

— Desde que tengo memoria.

Supongo que era lógico, teniendo en cuenta su contexto familiar. No podía imaginarme aquello. Yo había vivido en esta ciudad casi toda mi vida, excepto cuando cursé la universidad, y, aun así, no me aventuraba a ir muy lejos del campus.

Comencé a replantearme mi vida.

En eso llegó un mesero, sacándome de mi pequeña crisis.

Nos ofreció el menú, pero Alice solo pidió un café frío y yo hice lo mismo.

— Qué bueno que ambas teníamos un rato de la tarde libre — dijo Alice una vez que el chico se fue —. Pero no creas que te acapararé el resto del día. Ha sido una semana de locos.

— Te entiendo perfecto — musité.

— ¡Ay, claro! — exclamó de repente —. Ya te felicité por teléfono, pero aprovechando… Felicidades por tu contrato. Jasper me contó.

— Gracias, Alice — suspiré —. Sé que es tu familia, y apenas y nos conocemos, pero, me emociona mucho ser parte de esto. Todos han sido muy amables.

Nuestra orden llegó y pausamos para degustar el café.

— Aquí entre nos — dijo Alice en tono confidencial —. Si papá aceptó, es porque vio algo en ti.

— ¿Eso crees? — pregunté sintiéndome algo apenada.

Ella asintió con seguridad.

— Así que no tengo dudas de que te irá muy bien. Además, harás equipo con mi hermano; si no ha mostrado su lado estricto, lo hará pronto — comentó con un deje de fraternal fastidio.

Sonreí.

— De hecho, ya lo presencié — dije, recordando a Mike —. Un poco. No conmigo, pero me voy dando una idea — Cambié de tema de forma tal vez no tan sutil, pero no quería que comenzara a ponerse incómodo —. Tengo curiosidad, Alice. Me pediste mi ayuda, pero no puedo imaginar para qué.

Bajó su café y sus ojos brillaron con entusiasmo.

— Cierto. El tiempo apremia — tomó el ordenador y en cuanto encontró lo que quería, lo volteó de tal forma que ambas pudiéramos ver la pantalla —. La noche de la cena te conté que estaba trabajando en mi primer colección de forma independiente — asentí, recodándolo —. Ahora mismo estoy dividida en mil piezas, y necesito tu ayuda, Bella.

Alice me mostró su trabajo, y tenía que decir que se veía espectacular. El concepto era totalmente años 20's. No me mostró sus piezas, pero si así se imaginaba su pasarela, no podía imaginarme sus diseños…

Más que contarme la parte administrativa, me preguntó por detalles decorativos y factibilidad a la hora de llevarlos a la vida.

— Tengo listo el concepto para la pasarela y ya encontré el lugar perfecto para el evento. No estaba disponible el día que lo tenía previsto, pero esos son detalles — me mostró unos fotomontajes para que me viera lo mismo que ella en el mismo espacio. Ya sabía qué lugar era, y era enorme. Con suficiente espacio para la pasarela y la fiesta posterior a ella.

— ¿Crees que sea posible? — me preguntó al explicarme uno de los detalles más grandes que ella imaginaba.

— Si, claro — dije pensativa, en modo arquitecta —. Esto es una escenografía enorme, pero hay una especie de masa para amoldar, que no es cara, y se adapta muy bien a espacios lisos y rugosos — expliqué —, y lo positivo es que no es pesado. Es un material ligero, que si lo ponemos en moldes y lo unimos para lograr lo que quieres, hará que sea vea real. Será como si hubieras tomado una pared de la calle y la hayas puesto ahí dentro.

— ¡¿En serio?! — exclamó.

— Ajá — asentí —. Para esta parte a lo mejor es excesivo — dije señalando la extensión más larga —. Pero aquí, que es donde está el escenario y la entrada, está perfecto. Por dentro podríamos usar tela, para que el ambiente no sea tan pesado o muy encerrado. Nada que tela y un buen juego de luces no arregle.

A Alice le brillaron los ojos ante la idea.

— Y así se vería el concepto sin perder el glamour — dijo para sí.

— En esta sección lo importante es la pasarela — señalé de nuevo la pantalla —. Será la parte menos cargada para que nada llame más la atención que tus diseños. Pero esta sección destinada para la fiesta, puedes hacerlo tan real como quieras. El escenario ya lo tendrías, y el resto sería por el bien de la temática.

— Okey, pero, por ejemplo, en esta parte…

Y así se nos fue gran parte de la hora y el café. Hablando de materiales y alternativas de construcción y precios.

Mientras más hablábamos, más cómodas nos sentíamos la una con la otra. Descubrí que Alice había viajado por absolutamente todo el mundo. Que no vivió de forma sedentaria hasta que decidió entrar a la escuela de modas y conoció a Jasper. De todas formas, viajaba, pero ya no con tanta frecuencia como antes. La ciudad era su hogar actual, porque sus padres vivirían allí por un tiempo, y Jasper siendo un miembro tan activo en la empresa y tan cercano a Carlisle, había una gran probabilidad de que lo siguiera en cuando decidiera moverse.

Pero se quedaría el tiempo suficiente como para tener su debut, y de ahí, lo que deparara el futuro.

Yo no hablé más que de mi carrera, aunque quise compartir más cosas con ella. Simplemente me lo guardaba, no sé si por miedo, porque ambas teníamos vidas muy diferentes, o porque estaba acostumbrada a ocultarme.

Pedimos otro café cada quién, y continuamos con la plática. Terminamos con un montoncito de hojas llenas de bocetos de ambas, donde nos tratábamos de dar a entender. Pero luego de una plática tan activa, Alice se veía recargada de inspiración. Y, a decir verdad, yo también.

Me miró con una gran sonrisa.

— Qué bueno que pregunté por tu consejo — dijo sin adular —. Mi mente ha estado en tantas cosas en las últimas semanas que a veces me cuesta tomar decisiones en áreas que me son ajenas. Necesitaba la opinión de alguien más — su notó se volvió algo melancólico —. Creo que eso es de lo más difícil de viajar tanto, es muy complicado mantener relaciones duraderas además de las de mi familia. Y no es que no confié en el criterio de Edward porque tiene muy buen gusto y siempre me escucha cuando pido su consejo, pero… a veces es demasiado cuadrado para mi gusto — admitió en una risita —. Quién diría que tienes lado artístico — me sonrió, y dio un sorbo a su café.

No tienes idea, pensé.

Pero por la forma en que Alice se había expresado de su hermano... era la misma forma en que yo me sentía con Jacob. Y yo sabía que el sentimiento de hermandad entre él y yo era recíproco, pero entendía a Alice. Yo no viajaba como ella, pero mis relaciones emocionales también se reducían a las familiares y estaba contando a Rose y a Em; me sentía igual de solitaria. Entonces me di cuenta de que quería que Alice fuera mi amiga, pero no tuve el valor de decirlo.

Porque hasta donde sabía de amistad, tienes que compartir parte de tu vida con ellos, y nuestra relación empezaría con mentiras y secretos, y eso no sería justo.

Terminamos nuestro café y salimos de la cafetería.

— Muchas gracias, Bella — se despidió Alice —, por tus consejos y tu tiempo.

Le quité importancia con ademán.

— Ni lo menciones, cuando quieras.

— Te tomaré la palabra — amenazó de forma juguetona.

— Espero que lo hagas — dije —. Me alegra haberte ayudado.

— Hasta luego.

Ella partió camino a su auto, y yo me fui hacía el otro lado, tratando de dejar de lado mis pensamientos tristes.

Deambulé por las conocidas calles del centro un rato, debatiéndome. Le había dicho a mi madre que iría al bar, y lo haría, pero por primera vez en cuatro años, no tenía muchas ganas. Tampoco había alguna tienda a la que quisiera ir… pero tampoco quería llegar a mi casa.

Entonces lo pensé. Solo había un lugar para esta clase de situaciones. Sonreí con algo de nostalgia. Hacía tiempo que no iba.

El camino a pie se me antojó extraño, era como volver en el tiempo, aunque era una sensación agradable. Era como ver a un viejo amigo.

Llegué a la zona cultural de la ciudad, las áreas verdes se hacían cada vez más extensas. Estaban repletas de gente, familias y amigos que se habían reunido a pasar el domingo al aire libre.

En el parque principal de la ciudad hay edificios históricos, escenarios al aire libre y lugares turísticos, pero también había un museo. Ese era el edificio al que yo me dirigía. El museo de arte local era un edificio enorme. Su diseño era moderno contemporáneo, con grandes muros y una escalinata principal que la hacía asemejarse a un palacio.

De cierta manera, veía el edificio seguido. Una postal estaba colgada en mi pizarrón de inspiración, pero verlo en una foto no se comparaba con estar allí.

Subí las escaleras y compré mi boleto de entrada en la taquilla.

El interior era contrastante con el exterior. Por fuera, el edificio se veía imponente con sus colores mates; por dentro, los muros eran igual de altos, pero los colores eran acogedores. Los pisos eran de color claro, al igual que muchas de las paredes. En el techo, había secciones de cristal, bien pensadas para proporcionarle al edificio luz natural sin lastimar las obras.

Crucé el edificio, pero no me detuve en ninguna exposición. No venía a ver las pinturas ni las fotografías, sino al edificio.

Caminé entre las salas, ignorando a la gente a mi alrededor. Llegué a centro del museo, ahí había un jardín donde también se exponían esculturas, pero también servía como área de recreación.

Salí y me senté en una de las bancas en un suspiro.

De una forma extraña, me sentí mejor. Este edificio se había construido unos años antes de que me fuera a la universidad, y cuando lo visité por primera vez, en automático se convirtió en mi lugar favorito de toda la ciudad.

En aquel entonces no sabía nada de diseño, pero había algo en él que simplemente me encantó. Me gustaba recorrer los pasillos, descubrir las salas, pasear por el jardín. Ver a la gente interactuar con el edificio. Se convirtió en el lugar en el que podía venir a pensar. Se convirtió en mi refugio durante mis momentos malos, que eran muchos. Cuando mamá y papá peleaban, cuando estaba confundida, cuando no quería llegar a casa, cuando terminé con Riley, incluso en el trato con Charlie… y muchas cosas más.

Cuando comencé a dedicarle más tiempo a Caronte, habían bajado la frecuencia de mis visitas, hasta hacerse cero. Había encontrado otro refugio, pero ese era un refugio escandaloso y alocado, perfecto para olvidar y no pensar. Este era un refugio pacífico y sereno, un lugar donde no podía escapar de las divagaciones de mi interior. Y justo ahora necesitaba una confrontación.

Dejé mis pensamientos correr libres por mi mente. Diciéndome todo lo que me hacía sentir así.

Algunas cosas aún no las podía cambiar, pero estaba en eso.

Había otras que simplemente no tendrían remedio nunca.

También, estaban aquellas cosas a las que no quería renunciar. Mi vida no era perfecta, sin embargo, era feliz. Tenía sueños, ambiciones, metas; y una conciencia tranquila.

Sonreí.

Con la palma de mi mano, acaricié la banca, prometiéndome volver a poner en mi rutina venir a este lugar.

Suspiré. Me sentía mejor para volver a casa.


Había pasado casi una semana y a decir verdad me sentía mucho mejor en mi nuevo trabajo. Habíamos ido al sitio donde se construiría el hotel y estábamos trabajando en algunas correcciones del diseño. Yo aún tenía mucho que aprender, pero hasta ahora todas mis preguntas habían sido respondidas de buena gana, lo cual me ayudaba a mejorar mi desempeño.

Debo decir, a favor de Edward, que era muy profesional. No volvimos a tentarnos en horas laborales, y era fácil trabajar con él; aunque era estricto y muy serio. Y eso lo hacía ver más sexy. Muchos en la oficina le temían, a tal punto que, compañeros con quien hablaba con total normalidad, me hablaban con cordialidad cuando me encontraba cerca de él. Yo lo encontraba muy divertido, aunque no se lo hice saber.

Edward tampoco había vuelto a mi casa, ni habíamos buscado una excusa. El proyecto estaba agarrando vuelo, lo cuál absorbía gran parte de nuestra atención, sin mencionar que mamá nos había pedido que tocáramos en el bar el sábado y domingo, lo cual significaba un ingreso extra, y obviamente, el cumplimiento de mi apuesta con Emmett, que no me perdería por nada.

También noté que Edward, Carlisle y Jasper se habían reunido bastante en los últimos días, y los tres tenían el estrés tatuado por toda la cara. Sentía curiosidad, pero no preguntaría nada. De afectarme, supuse que Edward me lo contaría. Y aquello pasaría el jueves en la tarde, a la hora de la comida.

— Buenos días — saludé con ánimo al llegar a la oficina de Edward, como ya casi me era costumbre.

Teníamos tanto trabajo, que era más fácil estar en su oficina o en una sala de juntas.

Edward levantó la vista al verme llegar, y sonrió, distraído.

— Buenos días, Isabella.

Entré como si nada, y tomé una carpeta que había dejado ahí el día anterior.

— Buenos días — dijo una tercera voz. Era Carlisle.

— Oh, buenos días, señor Cullen — saludé con una sonrisa.

— ¿Cómo va con las actividades de la semana, señorita Isabella? — preguntó con amabilidad.

— Bien. Justo venía por algo que necesito. Todo va de acuerdo con las fechas.

— Excelente. Señorita Swan, no quisiera sonar grosero, pero necesito hablar con Edward un momento.

— Claro, permiso — dije, saliendo de la oficina —. Te mando el informe en unas horas — le dije a Edward.

Él asintió.

— Gracias, Isabella.

Y salí de allí.

Carlisle no salió de la oficina de Edward en horas. Así que me concentré en lo mío. Había quien se acercaba para preguntarme algo respecto al proyecto o alguna retroalimentación, lo cuál hacía con mucho gusto.

Entre planos y tablas de cálculo, se me fue la mañana.

Cerca del mediodía, Edward salió de su oficina y se dirigió directo conmigo.

— Isabella — me llamó con discreción —, necesito pedirte un favor ¿almorzamos juntos?

A pesar de su elección de palabras, no me asusté. Su expresión era de cansancio, y un poco de fastidio, pero aún así fue amable conmigo. Asentí, entre curiosa y preocupada.

— Claro — dije.

— Bien, te veo en el lobby de la torre, entonces — me dirigió una leve sonrisa, y se alejó.

Lo vi entrar y salir de la oficina múltiples veces, pero yo seguí con mi trabajo. A penas comenzó la hora de la comida, tomé mis cosas y me dirigí al elevador principal.

Edward me estaba esperando en el lobby, justo como dijo. En cuanto me vio llegar, me dirigió una sonrisa más abierta y relajada, la cual respondí en automático.

— ¿A dónde quieres ir a comer? — me preguntó.

— Solo conozco el restaurante chino a dos cuadras — admití —. No conozco otra cosa cerca de aquí.

— Comida china suena bien. Vamos — me dijo cortésmente, cediéndome el paso.

Llegamos al restaurante en un cómodo silencio. Nos dieron una mesa para dos, y nos sentamos uno frente al otro. Hizo lo mismo que aquella primera vez. Observó todo el restaurante con ojo crítico y algo de curiosidad, lo cual me hizo pensar que tal vez era la primera vez que entraba allí. Problemas de arquitectos.

Sonreí al recordar esa noche.

Dejé que Edward viera un rato el menú porque yo ya sabía qué ordenar. Rápidamente nos trajeron nuestras bebidas y algunas cosas para botanear en lo que estaba nuestra orden.

— ¿Entonces? — pregunté en una sonrisa cortés —. ¿Qué es eso de lo que querías hablar? — mordisqué un nacho.

Edward suspiró en una sonrisa.

— No seas impaciente — dijo, burlón —. No es nada de lo que debas preocuparte demasiado, solo que, necesitaré tu ayuda.

— Bien, pero si quieres que la policía no sepa a quien culpar, necesitaremos ácido — le dije con total seriedad —. Y lo que hiciste las últimas 48 horas. Necesitarás una coartada.

Me miró con el ceño fruncido en un gesto de preocupación, pero su sonrisa me decía que entendía que era una broma.

— Le diré a Jasper que te investigue — medio amenazó.

Me encogí de hombros.

— No encontrará nada.

Resoplé por dentro, descontenta porque no me había seguido el juego… de nuevo. Edward generalmente se reía levemente de mis comentarios y negaba con la cabeza, pero solo eso.

— ¿Acaso es la otra parte de tu vida que aún no descubre nadie?

Okey. Eso contaba como media broma.

— No pienso decir más.

Por suerte, llegó nuestra comida. Así que nuestra conversación se vio interrumpida. Agradecimos a la señorita y tomé los palillos.

— Provecho, Edward — dije en una sonrisa.

— Gracias, igualmente. A decir verdad, esto solo fue una excusa — dijo una vez que empezamos a comer.

— ¿Excusa para qué?

— Para tener un tiempo a solas contigo — admitió —. Pudimos haber comido y hablado en mi oficina, pero prefería salir.

Asentí. Me sentía igual. A pesar de todo, aún quería su compañía. Fue agradable saber qué él también sentía lo mismo.

— Hemos tenido mucho trabajo — dije —. Y eso que apenas y estamos empezando.

— Eso es verdad. De hecho, hablando justo de trabajo — su tono se volvió un poco más serio —. Has demostrado compromiso y responsabilidad. A pesar de las circunstancias — sonrió de lado con picardía —, somos compañeros y, debido a ciertos problemas sin resolver, muy posiblemente necesite de tu ayuda la próxima semana.

— ¿Todo está bien? — pregunté con profesional curiosidad.

— Sí. Es… un asunto de la empresa — dijo con un gesto, evitando los detalles sin sonar grosero. Entendí que era algo privado —. Pero me ausentaré por unos días, así que cuando yo no esté, tú estarás a cargo.

Mi boca se abrió un poco, en una expresión de sorpresa.

— ¿Qué? — pregunté con voz aguda.

— Bueno, es parte del puesto — dijo —. Solo… apégate al calendario de actividades y estarás bien. Además, tenemos esta semana. Aún no hay fecha para el viaje, pero es seguro que saldré. Solo pensé que lo mejor sería ponerte al tanto.

No lo dijo de forma desapasionada, sino como una genuina advertencia por parte de un colega. Me mordí el labio, sintiendo el nudo en el estómago por la preocupación.

Edward sonrió, y soltó una risita ligera.

— ¿Qué te preocupa tanto? Has estado a cargo de proyecto tú sola antes.

— Sí… en la compañía de mi padre — suspiré —. Creo que es el hecho que aun siento algo ajena la oficina.

Edward hizo un gesto pensativo, pero no hizo nada más. Removí el arroz con los palillos, pensando. Era cierto, ya había manejado proyectos antes, pero de otro tipo, y más pequeños. Además, no me iba a quedar sola mucho tiempo. Edward volvería, y tal vez eso me ayudaría a familiarizarme más con mi entorno laboral. Tenía cierta autoridad, claro, pero era obvio que los jefes máximos eran Edward y Carlisle. Si me iba a hacer cargo de algunas partes del proyecto, tendría que ganarme el puesto.

Fruncí el ceño, repentinamente motivada.

— Tienes razón — dije con cierta fiereza. Edward levantó la vista de su plato, sorprendido por mi cambio de actitud. Asentí con seguridad —. Sí puedo hacerlo.

Edward elevó las cejas algo perplejo y luego sonrió con calidez.

— Ya lo sé.


EDWARD POV

No tenía idea de cuánto tiempo llevaba tratando de comprender lo que estaba leyendo. No podía ni recordar la última oración en el documento, así que mejor me rendí.

Me retiré los lentes y resoplé con fastidio. Ya era de noche, pero yo seguía en la oficina. Me tallé los ojos y presioné el puente de mi nariz. Estaba muy cansado, no físicamente, pero si mental, habían sido días particularmente largos y tediosos.

El tema del resot estaba avanzando, gracias a los esfuerzos de Jasper y el resto de nuestros abogados, pero era un fastidio pasar por todo ese proceso y papeleo. Era la primera vez que me involucraba con la parte burocrática de la empresa tan a fondo y ahora entendía porqué papá siempre se tomaba unos días de vacaciones luego de arreglar todas estas cosas.

— Maldito, Whiterdale — sissé por entre mis dientes.

Sabía que no debimos confiar en él. Debimos cambiar de despacho en cuanto el padre se retiró y puso a su hijo en su lugar…

Volví a resoplar.

El mal ya estaba hecho y entre más pronto atravesáramos por esta situación, más rápido se arreglaría.

Y eso incluía ir al resort… No tenía muchas ganas de viajar, menos para verle la cara a Whiterdale, pero tomaría una posición profesional y zanjaría el asunto como lo que eran: negocios.

Me ausentaría solo un par de días, y mi compañera asociada se haría cargo. Sonreí al pensar en Bella. Su currículum era muy bueno, pero me gustaba verla trabajar. Se notaba que aún se estaba tratando de adaptar, como ella misma me lo hizo saber entre líneas en la comida, pero era muy competente. Era educada, profesional. Era tan seria como yo al momento de tomar decisiones, y no pude evitar notar que hacía un gesto muy chistoso cuando se concentraba mucho en algo. Pero era mucho más abierta y sociable que yo. La veía conversar con todos en la oficina con buena disposición, pero siempre sobre trabajo. Nada más. Excepto el odioso de Newton…

¿Y a mi qué más me daba? Isabella atraía miradas, pero… ¿por qué me siento así? Me pregunté, pero luego solo concluí que era solo porque Newton simplemente no me caía bien. Eso era todo.

Guardé el documento en su lugar y cerré la carpeta. Estaba desvariando de puro cansancio.

— Mejor me voy a casa — dije en voz alta.

Recogí mi saco, cuando mi celular comenzó a vibrar.

Alice.

— Qué precisa.

Esperaba que no quisiera salir. No era tan tarde, pero ciertamente yo no estaba de humor para la vida social.

— Hola, Alice — saludé con cortesía.

Empujé la puerta yendo a la recepción.

No puedo creer que sigas en la oficina — respondió.

Miré mi entorno, buscándola, aunque sabía que estaba solo.

— ¿Cómo lo sabes? — cuestioné.

El elevador llegó y entré, presionando el botón hacía el estacionamiento.

Porque te conozco — dijo con obviedad —. Y porque estoy en tu apartamento, ¿te mataría comer algo que tenga azúcar? Tus yogurts no saben a nada.

Escuché el golpe de mi refrigerador al cerrarse.

Cerré los ojos y conté hasta diez. Maldije por dentro. Olvidé cambiar la contraseña.

— ¿Por qué estás allí? — dije con un tono infantil involuntario. Por un momento me sentí adolescente, cuando le decía a una Alice más pequeña que saliera de mi cuarto.

Algunas cosas no cambian.

Porque sino vengo no te veo — eso sonó a regaño —. Y, además, quería decirte que mañana hay cena en casa de nuestros padres. Nada formal, solo por el placer de convivir, así que no hagas planes. Y si los tienes, ¡cancélalos!

Me rasqué la cabeza ante el plan inesperado. De hecho, si quería hacer algo… pero si faltaba, ninguno me lo perdonaría. Tal vez… podría zafarme temprano.

— ¿A qué horas?

A las siete — lo sopesé, me podría librar a las nueve… —. Ah, y otra cosa, ¿crees que pueda pedirte un favor?

El elevador se abrió en el estacionamiento, y salí, caminando hacia el auto. Fruncí los labios al escuchar la pregunta de Alice, desconfíe un poco y me puse en guardia, porque generalmente sus favores los formulaba en forma de órdenes.

— ¿Qué necesitas?

Invité a Bella, y dijo que sí. ¿Sería mucha molestia si vienen juntos? Ella insistió en que vendría por su cuenta, pero está muy lejos para ir en taxi.

¿Bella? pensé. ¿Bella irá?

— ¿Por qué la invitaste? — pregunté sin pensarlo.

En seguida me arrepentí.

Alice rio.

Porque me agrada — dijo por toda respuesta —. ¿Entonces? — presionó ante mi silencio.

— ¿Qué? — musité —. Digo, sí. Okey. Yo la llevo.

Ni siquiera tenía que pedírmelo como favor. Con tan sólo avisarme que Isabella iría, por supuesto que me ofrecería a llevarla.

¡Excelente! Bueno, ya me voy. No te preocuuuuupes, cerraré bien. Nos vemos mañana, Edward, adiós.

Y sin más, colgó.

Entré al auto de forma distraída, absorto en mis pensamientos. Mis planes se habían modificado un poco, pero ciertamente para mejor.

Había planeado ir ver a Bella tocar el viernes, o al menos, creía que ese día tocarían. No negaba que el bar me había gustado, pero tenía ganas de verla en el escenario, pero no planeaba decírselo, porque ni yo mismo terminaba de entender de donde nacía tanto interés. Isabella me atraía, lo había hecho desde el primer instante y, a diferencia de lo que yo creía, no estaba disminuyendo conforme nos familiarizábamos más, ¿sería buena idea que también se acercara a mi familia?

Me encogí de hombros, no le veía lo malo. Además, ella había aceptado ir, ¿no?, ¿Por qué? ¿Por cortesía? ¿Por Alice? … ¿por mí? Me atreví a preguntarme.

Me tallé la cara con las palmas de las manos.

Alejé todas esas ideas y me dispuse a ir a mi apartamento.