Los personajes no me pertenecen, sino a la escritora STEPHANIE MEYER. La historia si es de mi autoría. No publicar en otras páginas, categorías o traducir sin previo permiso. Está prohibida su copia total o parcial. +18
Capítulo 21:
La pesadilla de todo guitarrista
EDWARD POV
Bebí de mi botella de cerveza hasta dejarla casi vacía. Estaba en problemas.
Hubo algunas alarmas e indicios, pero; neciamente, decidí ignorarlos. Las escondí bajo débiles excusas, sin duda nacidas de la negación, e incluso miedo; esto último lo admití solo para mí y con reservas.
Llegué puntual al bar, encantado con la idea de volver a ver a Isabella en un escenario. En cuanto encontré un lugar, los anunciaron y el telón se abrió.
Sólo la había visto dos veces, pero esa primera vez bastó para desatar todo este desastre, una noche que pondría de cabeza nuestras vidas.
Esa primera noche ella era todo un misterio, una fuerza magnética que hacía que todo brillara si estaba cerca… y al igual que esa noche; todo se repetía. El escenario era suyo, daba cada pisada con firmeza y se entregaba a la música, entregando una parte de sí en el proceso.
Era una escena tan reveladora, esa era su verdadero yo. Había convivido con ella el tiempo suficiente como para trazar paralelismos. En cenas de negocios, en el trabajo; y era una persona distinta. Mostraba una faceta tan diferente que nadie sospecharía que una energía tan intensa se escondiera detrás de esos trajes formales y comentarios educados.
Había un brillo en su mirar estando ahí arriba, incluso se movía diferente; más explosiva, sin contenciones. Esto era un secreto que guardaba con fiereza, lo vi cuando le pregunté en mi apartamento la razón de su silencio y la determinación que vi en ella me frenó de seguir haciendo preguntas.
Su padre no lo sabía. Al principio pensé que era más una cuestión de rebeldía adolescente tardía; hasta que fuimos a esa cena en la casa del señor Swan.
La forma en que se mordió la lengua al negar una parte de sí…
"¿Recuerdas cuando tenías 16 o 17 y tenías esta ridícula idea de cantar en una banda de rock?" Había dicho el señor Swan, con burla. Isabella rio como si le hubieran dicho un chiste "Lo recuerdo. Que ridículo, ¿no?" Pero sus comisuras se curvaron hacía abajo, delatando sus emociones reales. Le dolía más de lo que dejaba entre ver. Esto era muy importante para ella, porque esto era ella.
En seguida me arrepentí de mi actitud, jurando que cuidaría su secreto. Lo había descubierto sin querer, sin embargo, vi que un comentario mío podía destrozar toda su vida.
Ahora, viéndola de nuevo en el escenario, y sabiendo lo que sabía, y más importante aún, sabiendo que era el único que lo sabía… por alguna razón quería mantener esta exclusividad. Que solo compartiera este secreto conmigo.
Me bebí todo el resto del líquido buscando una forma de apagar la desazón. Esto no debería de estar ocurriendo. Éramos… éramos… ¿qué era? ¿qué quería ser? ¿por qué me hacía tantas preguntas tan estúpidas?
Viéndola ahora, siendo ella misma, era fácil saber la respuesta.
Porque me importaba. Isabella en serio me gustaba.
— Mierda.
Ok, no es tan grave. Me dije.
Incluso sentí cierto alivio al reconocerlo, tanto que incluso sonreí.
Era verdad, ahora lo veía. Isabella me gustaba. La atracción era innegable, por parte de ambos y nuestra relación había sido honesta hasta ahora… más o menos. Así que las cosas no tenían porqué cambiar o ser negativas, al contrario.
Qué curioso, pensé. Ahora que he aceptado lo evidente, creo que estoy disfrutando más de su presentación.
Sin embargo, algo dentro de mi se puso en guardia. Isabella me gustaba y eso estaba bien. Pero esto no debía avanzar de ninguna forma, así que con la determinación de la que sabía era poseedor, me propuse a dejarlo así.
Bella y sus amigos eran muy buenos, había buena sinergia y se notaba que estaban en armonía. Había cosas que se comunicaban solo con mirarse o hacerse una seña y eso decía mucho de lo bien engranada que estaba la máquina. Se notaban los años de práctica. Me encontré moviendo la cabeza al ritmo de su música.
— ¡Vamos, Kore! — gritó el tal Emmett por el micrófono e Isabella hizo rugir las cuerdas de su guitarra.
El público se emocionó y brincó al ritmo que Bella estaba marcando. Sus dedos no dudaban, moviéndose con maestría. Le dio fin a su solo en un solo movimiento echando la cabeza hacia atrás, levantando su cabello. Su piel expuesta estaba bañada con una capa superficial de sudor, pero con las luces de los reflectores parecía que brillara. Fue un momento para fotografiar.
— Wow.
Su presentación terminó y me uní a los aplausos de la gente. Al cabo de un rato, Isabella se reunió conmigo, luciendo más repuesta. Otra cosa de la que no ponía quejas era la ropa que elegía cuando era Rocket. Esos corsés iban a ser mi perdición…
— ¿Quieres quédate otro rato? — me preguntó Isabella por sobre la música.
Lo pensé. Todo el tiempo tenía a Isabella, pero quería conocer mejor esta parte de ella. Quería que me mostrara qué encontraba tan fascinante en este mundo, quería ver más de su lado más transparente.
— Quiero saber más sobre tu mundo, Rocket.
Le dije al oído, buscando cualquier excusa para sentir su piel. Me enderecé y me concentré en el escenario. Si quería cumplir mi palabra, tenía que dejar de coquetearle a la tentación.
La siguiente también estuvo bien, tenía más integrantes así que sonaban muy diferente. Isabella me iba contando acerca de las bandas locales, aquellas que ya tenían un tiempo y aquellas que se acababan de regresar de alguna especie de retiro.
Entre los descansos de las bandas, nos divertíamos a costa del pobre Fred. Entre más bebía más afable se hacía, pero ahora estaba sentado en una de las mesas, recargado contra una columna, luchando por no quedarse dormido.
— ¿Estará bien?
— Sí — me dijo muy segura —. Fred es un buen tipo, y los chicos lo cuidarán bien. Oye, ¿no quieres algo de comer? Yo invito.
— Oh, no. Estoy bien. No quiero que le debas a la casa.
Rio, quitándole importancia.
— No te preocupes. Yo hago lo que quiero aquí.
— ¿El dueño sabe eso? — molesté.
Abrió un poco más los ojos en un gesto de sorpresa y luego rio nerviosa.
— ¿Qué? — pregunté sin rudeza, intrigado por su reacción.
— Nada — rio —. Luego te cuento.
Ahora moría de la curiosidad. Iba a insistir, pero la expresión de Isabella cambió de inmediato, tensa. Vi por sobre mi hombro, y vi que un sujeto se acercaba, parecía que se dirigía a Isabella, pero al cruzar miradas conmigo, fue directo hacia la barra y pidió dos bebidas.
Ya lo había visto cuando entré y a lo largo de la noche.
Isabella se acercó más a mí, pero creo que lo hizo de forma inconsciente. No para estar más pegada a mí, sino para alejarse del sujeto al lado de ella.
— Hey, Rocket — saludó algo hosco y apenas girando la cara.
— Hey — regresó ella el saludo, pero sin decir nada más.
Le entregaron sus botellas, al girarse volteó a verme con cierto reto en los ojos, luego vio a Isabella. Parecía que quería decirle algo, pero al final se alejó yendo con una chica pelirroja que también ya había visto y que tampoco nos miraba con amabilidad.
En cuanto el tipo estuvo lejos, Isabella suspiró.
— Rocket, ¿todo en orden? — preguntó el chico de la barra. Más al pendiente de lo que creía.
— Sí — asintió.
— ¿Qué fue eso? — pregunté.
Isabella hizo un mohín de fastidio.
— Ellos son Riley y Victoria. Tocan aquí a veces, su banda se llama Demon Hunters —, explicó.
— ¿Sólo ellos dos?
— No, faltan otros tres. Pero… — dudó, buscando las palabras —. Larga historia. La cosa es que no nos llevamos bien. Ha habido cierta tensión entre Caronte y Demon Hunters desde hace tiempo y hace unas semanas casi nos agarramos a golpes — alcé las cejas al imaginarlo. Por la forma en que lo dijo supe que no estaba exagerando —. Y la administración ha tratado de darnos diferentes noches desde entonces.
— ¿Es en serio, Isabella? — dije incrédulo.
Podía a imaginar a Isabella en fin sin de situaciones pero no en una pelea. Era tan… pequeña. De tan solo pensar en lo lastimada que podría salir…
Ella se encogió de hombros, como diciendo: si no hay de otra.
— ¿Entonces son como bandas enemigas? ¿Qué pudo haber pasado para que casi termine en golpes?
Volvió a suspirar.
— Estaba sola aquí en la barra y Riley se acercó a hablarme. Tenía semanas queriendo acercarse, su novia nos vio y no le gustó.
— ¿La pelirroja?
Al fin sonrió.
— ¿Qué te hizo descubrirlo? ¿La forma tan tierna que tiene de verme? Creo que no está muy contenta desde que la empujé.
— ¡Sí se iban a agarrar a golpes! — afirmé al borde del enojo.
¿Cómo se le ocurría estar tan dispuesta a pasar por ese peligro?
— Sí — dijo riendo ante mi insistencia —. No miento. Todo estaba bajo control hasta que ella llegó, y Jake me defendió. Si no hubiera llegado seguridad en ese momento, la noche habría terminado muy diferente — no había humor en ese comentario.
Di un vistazo sobre mi hombro de nuevo, pero la pareja ya no estaba donde mismo.
— Si ese fue el motivo de esa noche, ¿por qué se acercó ahora?
— No lo sé y no me importa — dijo molesta —. No quiero problemas.
Yo tampoco, pensé. Así que me olvidé del tema y hablamos de otras cosas.
Isabella me preguntó si alguna vez había intentado tocar guitarra y yo le conté que sí, pero que no me gustó tanto. Ella hizo una expresión como si la hubiera ofendido, pero yo sabía que estaba jugando.
— ¿Cómo te atreves?
— ¿Y tú intentaste otro instrumento o simplemente sabías que lo tuyo era la guitarra?
— Sí, claro — afirmó con una leve sonrisa —. Yo ya tenía tiempo en la música cuando descubrí el poder de la guitarra.
— ¿Qué instrumento tocabas antes?
Frunció los labios, repentinamente apenada.
— No me vas a creer — sentenció.
— Pruébame.
Alzó las cejas y se acercó a mí, jugando con el borde de mi camisa. En seguida me puse tenso no de rechazo, al contrario. Podía sentir el calor de su mano cerca de la piel de mi estómago. Tragué.
— Yo elegiría un lugar más privado, pero ya que lo pides así…
Me tomó un segundo entender. Pruébame, le había dicho. Esta mujer…
La tomé de la muñeca y la acerqué, ella extendió su mano y la pasó leventemente por mi cintura. Sentí esa parte de mi piel hormiguear, y la sensación se extendió por mi costado. Tomé su rostro con la mano que tenía libre y acaricié sus labios con mi pulgar. El ambiente entre nosotros enseguida se tensó, y pensé que era un buen momento para irnos. Me acerqué a su oído, besando la piel cerca de este en el proceso. Lo hice a propósito, sabiendo que Isabella reaccionaría ante esa simple caricia. Comenzaba a conocer sus puntos débiles y los iba a aprovechar.
— ¿Qué te parece si seguimos esta conversación en mi apartamento?
Su agarre en mi cintura se afianzó, y giró el rostro dejando un leve pero provocativo beso en la base de mi mandíbula.
— Creí que nunca lo dirías — susurró cerca de mi piel. Mi mandíbula se tensó y ella sonrió.
Al parecer ella también comenzaba a encontrar mis propias debilidades.
— Vámonos — dije sin más.
— Tengo que ir por mis cosas, están en el camerino.
— Bien, ve por ellas y te veo en la puerta, ¿sí? El auto está un poco lejos — Ella asintió, pero le tomó un segundo más soltarme.
— Te veo en la puerta — repitió ella antes de dar media vuelta y desaparecer entre el gentío.
ISABELLA POV
Me escurrí tras bambalinas y fui directo al camerino que compartía con la banda. Solo estaban mis cosas, Rose y Emmett se habían ido ya desde hacía rato. Tomé mi bolso con la ropa dentro y me aseguré de que no me faltara nada y que tampoco se les hubiera quedado nada a mis amigos. Salí al pasillo con mi guitarra en mano y la guardé en la oficina de mamá; no tenía por qué llevármela si volveríamos a tocar la noche siguiente.
Me moví con prisa, deseando a volver a reunirme con Edward y no hacerlo esperar mucho. Volví por el mismo camino, despidiéndome de todos en el proceso.
Salí por la puerta principal buscando el Audi, pero no lo vi. Me acerqué a la pared a esperar. Había actividad en la banqueta, había gente fumando y platicando, era una noche movida.
— Oye, fíjate — exclamó alguien de lado más alejado de la puerta.
Una persona, evidentemente ebria, había chocado con alguien más. Era Riley. Vio que lo vi y se acercó a mí tambaleándose un poco.
— Ay, no — dije por lo bajo.
— ¡Sol! — exclamó Riley acelerando el paso. Incluso esa simple palabra la dijo de forma arrastrada.
Un grupo me obstruyó el paso y no me alejé de la pared a tiempo. Riley me alcanzó y tomó mi muñeca sin brusquedad, pero ya la aparté de un jalón.
— Sol, espera. Quiero hablar contigo — continuó.
— Riley — lo encaré, molesta —. Déjame en paz. Yo no quiero hablar cont-
— Ya lo sé, pero escushame — insistió —. Sol… la música… no es lo mismo sin ti…
— Estás ebrio — volteé, esperando ver el auto, pero Edward aun no llegaba.
— ¡Eso no es cierto! — dijo necio. Lo había visto suficientes veces en ese estado para saber que no tardaría en ponerse demasiado insistente.
— Si Victoria te ve, me mata — acusé.
— Ah… Victoria. Es linda, pero no es tú, Sol.
— Ya deja de decirme así. ¿Dónde está?
— ¿Quién?
— ¡Victoria! — dije impaciente —, ¿Dónde está?
Riley se encogió de hombros.
— En el baño, que-sé-yo.
Vi un auto negro acercarse y detenerse frente al bar. Era el Audi, gracias a Dios. Hice ademán de alejarme, pero Riley me retuvo del brazo, esta vez con más fuerza.
— ¡Suéltame! — exclamé molesta, tirando de mi brazo, pero esta vez no pude zafarlo.
— ¡No hasta que me escuches! — me respondió en voz alta. La gente comenzaba a voltearnos a ver —. Fui un imbécil, lo sé. Por favor, Sol. Tú eres mi musa.
El enojo comenzó a nacer desde lo más profundo de mi estómago, me llenaba de veneno la boca. Railey había envejecido, pero no había cambiado en lo absoluto.
— No fuiste. Sigues siendo un imbécil. Tú y yo no tenemos nada de qué hablar.
Su agarre aflojó y aproveché para soltar mi mano. Edward ya estaba afuera del auto, acercándose a mí con el ceño fruncido, viendo la escena.
— ¡Bella! — exclamó Riley a mis espaldas. Esta vez me tomó del brazo y me giró sin medir su fuerza. Me frenó en seco y me quejé al sentir el tirón.
— ¡No la toques! — gritó Edward en la voz más autoritaria que le había escuchado jamás.
Riley saltó y se alejó unos pasos. Su tono me dio miedo hasta a mí. En un parpadeo ya tenía a Edward a mi lado, interponiéndose entre Riley y yo.
— ¿Estás bien? — me preguntó con intensidad.
— ¿Acaso es por él? — acusó Riley, como si le debiera explicaciones.
Mi enojo se mezcló con vergüenza, no por mí, sino por la escena que estaba haciendo mi ex.
— ¡Vete al diablo, Riley! Vámonos — le dije a Edward, casi en un ruego.
— ¡Dímelo! — dio unos pasos en mi dirección.
— ¡No te le acerques! — ordenó Edward. No gritó, no lo necesitaba. La fiereza en su tono de voz era más que suficiente.
— ¡Tú no te metas! — Riley se abalanzó sobre él para darle el un empujón, el acto declarado de una pelea.
— ¡Riley! — gritó una voz femenina.
Miré hacia el frente. Victoria se acercaba a nosotros, más que dispuesta a defender a Riley.
Yo no tenía idea si Edward era capaz de meterse en una pelea, pero no iba a averiguarlo. No quería que saliera lastimado. En cambio, yo había estado en peleas de bares antes y alguna vez apliqué mis conocimientos básicos, no era algo de lo que estuviera orgullosa, pero algo me enseñaron entre Emmett y Jake era a meter un buen puñetazo. Y era un conocimiento que podía salvar vidas, literalmente.
Antes de poder intervenir, Edward esquivó el empujón de Riley, este se tambaleó, Edward lo tomó del brazo y lo tiró al piso usando el propio peso de su oponente. Lo hizo rápido y limpio. Okey, tal vez si sabía pelear. No tuve tiempo de sentirme impresionada.
— ¡Déjalo en paz!
Muchas cosas pasaron al mismo tiempo. Riley giró en el suelo, tratando de ubicar el norte por sobre tu borrachera. Edward miraba en mi dirección, acercándose a mí. Y Victoria se acercaba a Edward con un brazo en alto, traía una botella de cerveza en la mano, dispuesta a usarla como arma. Edward no tendría tiempo de esquivarla.
El recuerdo de una pelea de bar vino a mi mente y la angustia invadió mi cuerpo.
— ¡No! — el grito desgarró mi garganta, sintiendo mi voz ajena.
La botella iba su trayectoria hacia abajo, esperando el impacto. De dos zancadas me puse entre Edward y Victoria, sin pensarlo un segundo, metí el antebrazo izquierdo cubriendo mi rostro, cerré los ojos y aparté la vista por mero reflejo. Escuché el vidrio quebrase contra mi antebrazo, pero gracias a la adrenalina bloqueé la sensación. Abrí los ojos, giré la cadera tomando impulso, y dejando fluir mi fuerza le di un puñetazo en la cara a Victoria quien se tambaleó hacia atrás, tropezó con el cuerpo de Riley y cayó al sueño. El impacto me dolió, pero estaba segura de que no me había lastimado, y esa era mi última preocupación.
Me giré hacia Edward, presa del pánico.
— ¡¿Estás bien?! — dije histérica.
Inspeccioné rápidamente su rostro, pecho y brazos, buscando cualquier herida. Pero no tenía nada.
Exhalé aliviada, y lo abracé por la cintura.
— ¡¿Qué está pasando?! — escuché otra voz autoritaria que conocía bien. Sam.
— ¡Isabella! ¿Estás bien? ¡Mírame! — la histeria en la voz de Edward competía con la mía.
— Estoy bien — dije, soltando mi agarre.
Edward me tomó de las muñecas y un dolor increíblemente agudo me atravesó el brazo.
— ¡Au! — grité.
En una de las manos de Edward había sangre. Me alarmé enseguida y sentí una opresión en el pecho. Entonces sí estaba herido.
— Isabella, tu brazo.
— ¿Qué? — balbuceé, girando a ver mi mano que ahora sí que comenzaba a dolerme.
Mi antebrazo estaba lleno de sangre. Me tomó unos segundos comprender que era mía. Algunos trozos de la botella me habían perforado la piel en el costado de la muñeca y parte de mi antebrazo, y les gustó tanto el lugar que se quedaron clavados ahí, decorando mi brazo con sus formas puntiagudas.
Me quedé de piedra, viendo los cristalinos destellos verdes nadando en el fluir de mi sangre.
Aaaaaaaaah
