Los personajes no me pertenecen, sino a la escritora STEPHANIE MEYER. La historia si es de mi autoría. No publicar en otras páginas, categorías o traducir sin previo permiso. Está prohibida su copia total o parcial. +18
Capítulo 22:
Favor con favor se paga
EDWARD POV
Nunca en mi vida había manejado tan frenéticamente. Las altas velocidades me gustaban, conducía rápido por placer, pero esta carrera en nada se comparaba. Con unos reflejos que no sabía que poseía, esquivaba cada auto frente a mí. Arrebasaba a todos e invadía los carriles a una velocidad y brusquedad ilegales.
Aproveché cada verde e hice sonar el claxon sin tregua.
Aceleré en un ámbar y crucé justo en rojo. Creo que me insultaron, no lo sé. No escuchaba nada más que la respiración alterada de Bella a mi lado. Parecía que iba a entrar en estado de shock en cualquier momento. Inhalaba y exhalaba por la boca como si estuviera sollozando, pero no había derramado una sola lágrima. No sabía quién de los dos estaba más alterado, pero las energías viciaban el auto. No podía detenerme.
— Ya casi llegamos — dije, echándole un vistazo rápido.
Ella no respondió. Veía al frente y nada más. Sujetaba su mano lastimada con firmeza, envuelta en una playera que Bella tenía en su mochila. Sabía que mi forma de conducir no estaba siendo delicada y seguramente le dolía mucho, pero necesitaba urgentemente un hospital.
Finalmente llegamos, y frené en seco junto a la puerta de urgencias. Abrí mi puerta y salí de un salto aún con el motor encendido. Bella abrió su puerta con frenesí, tan desesperada como yo de conseguir ayuda. Le ayudé a salir y la conduje dentro del edificio.
La sangre había traspasado la prenda y ahora la ropa que vestía Bella estaba manchada de sangre en la zona del regazo y estómago. Se veía más pálida, si eso era posible.
— Necesitamos un doctor, por favor — grité.
La enfermera nos miró y al ver la sangre se acercó en seguida.
— ¿Qué pasó? — preguntó con calma profesional.
La respiración de Bella no se había calmado para nada, así que respondí por ella tratando de serenarme. La adrenalina aún corría por mi cuerpo, pidiéndome una vía de escape.
— Pelea de bar. Le rompieron una botella en el brazo, y la sangre no para de salir.
El personal médico actuó en seguida, gracias a Dios. Pusieron a Bella en una silla de ruedas, y la condujeron a una ala disponible. La enfermera de piso me detuvo en seco al intentar acompañarla.
— ¿Es su familiar?
Miré a Bella y luego a la enfermera. Ella vio la pelea en mi interior con sus ojos expertos y se plantó con firmeza en mi camino.
— Sólo pueden pasar familiares directos.
Abrí la boca para replicar.
— Lo siento, señor — me ganó la enfermera —. Sólo familiares directos. Lo mantendremos informado, pero por ahora tiene que esperar.
Me restregué las manos en el rostro, presa de la desesperación.
— Está bien — casi gruñí.
Di media vuelta bruscamente, saliendo del hospital antes de cometer una tontería. Fui de regreso al auto y lo estacioné correctamente esta vez. Bella no iba a salir pronto, lo sabía, pero tenía que regresar lo antes posible por si ocurría cualquier cosa.
Tomé el bolso de Bella, en caso de que necesitara algo. Como una identificación o ropa más cómoda.
Al volver me dejé caer en el primer sillón que vi libre, y resoplé. Nunca inicias el día esperando terminarlo en un hospital. Mi mente volvió a hace menos de una hora atrás, en el momento en que Bella se interpuso entre la pelirroja y yo. El terror en su mirada, su determinación al lanzar el golpe. Su expresión al ver la herida en su brazo.
Me sentía terriblemente culpable por un montón de tonterías. Si tan solo no me hubiera estacionado tan lejos. Si hubiéramos salido juntos del bar. Si hubiera reaccionado más rápido…
Saqué mi celular para distraerme, pero no tenía nada en él para hacerlo más que cosas del trabajo. Yo no tenía redes sociales ni nada de eso. Ni una app de imágenes que esas que le gustaban tanto a Alice, o un lugar para tener mi música, mucho menos juegos. A mi costado vi un montón de revistas viejas. Ni loco. Volví a mirar mi celular pensando en algo más importante. No se me ocurría nadie a quién llamar.
El guardia de seguridad (Sam), había visto la herida de Bella y se había mostrado muy preocupado.
"Llevaré a Bella al hospital", dije cubriendo la herida.
"Le avisaré a Renée", había dicho él, volviendo al bar hablando por el radio.
Pero yo no tenía ni idea de quién era Renée.
Un sonido llamó mi atención. Era el sonido amortiguado de un celular vibrando. A los segundos me di cuenta de que el ruido venía de la mochila de Bella, y luego de debatirme, decidí buscarlo. Tal vez era el tal Renée. O alguien más del bar preocupado por ella.
La llamada botó a buzón antes de encontrarlo, pero en seguida volvió a sonar. Lo encontré esta vez, la pantalla decía "Jake" con un corazón amarillo al lado. Me petrifiqué.
Dejé que la llamada volviera a buzón de nuevo. Tenía un montón de llamadas perdidas de distintos números. Bella tenía todo bloqueado así que tendría que esperar a que volvieran a llamar.
¿Y qué iba a decir? Se suponía que yo no debería estar aquí. Sin embargo, ahí estaba.
Jacob volvió a llamar enseguida.
Tragué y mi mente comenzó a trabajar a mil por hora, viendo una manera de librarnos de esta. No podría seguir aparentando indiferencia, demasiada gente nos había visto y alguien me reconocería. Bella me había defendido y ahora estaba en el hospital por eso. Tenía que encontrar la manera de regresarle el favor.
Contesté.
— Jacob. Soy Edward Cullen.
ISABELLA POV
Odiaba los hospitales en todo aspecto. Su olor, su apariencia pétrea, lo fríos y distantes que eran; incluso el dolor de cabeza que era diseñar uno de estos. Pero odiaba aún más la razón por la que estaba allí.
Solo sentía la playera mojada y pegajosa, pero no tenía el valor de mirar. Si veía la cantidad de sangre que había perdido, me desmayaría.
— ¿Y Edward? — dije con voz temblorosa, buscándolo.
Nadie me respondió.
Terminé entrando a la habitación yo sola, lo cual me aterraba muchísimo más. El doctor llegó en seguida y me examinó al cabo de unas preguntas de rutina. Mi nombre, edad, qué había ocurrido, esas cosas.
— Muy bien, Isabella. Retiraré la playera ahora, ¿está bien?
Asentí con rigidez, aunque sabía que no me estaba pidiendo permiso. Contuve la respiración y alcé la mirada, tratando de no imaginar cómo había quedado mi brazo. Lo sentía frío y adormecido.
El doctor tuvo el profesionalismo de mantener su rostro neutral. No me calmó, pero tampoco alimentó mi terror. Mantuve la vista en el techo durante todo el procedimiento. La anestesia ayudó a no sentir el dolor, pero era imposible no sentir los pinchazos al retirar los pedazos de cristal, o no escuchar el sonido que hacían al chocar con la bandeja de metal en un tintineo. Conté hasta ocho tintineos.
Me suturaron, tenían que hacerlo. Solo veía la silueta del doctor subir mano, tirar, bajar de nuevo. Subir, tirar…
— ¿Qué tan grave es? — hablé al fin, sin quitar la vista del techo.
El doctor exhaló.
— No tanto como crees. ¿Sientes esto? — me presionó el dedo meñique. Lo sentí sobre la anestesia.
Asentí.
— Estarás bien. Fue un corte profundo, pero si sigues las indicaciones podrás volver a mover la mano con normalidad.
Lo miré tan rápido que se sobresaltó.
— ¿Volver a mover la mano? — pregunté con el corazón latiéndome a mil por hora — ¿Cómo que volver?
— Tendrás que ser paciente — dijo, regresando a lo suyo, cubriéndome el brazo con vendas —. El panorama se ve positivo, tuviste suerte por unos milímetros. Pudo haber sido mucho peor. Tendrás que guardar mucho reposo para que la herida sane bien. Nada de movimientos bruscos, no intentes cargar nada con esta mano o te reabrirás la herida…
— ¿Cuánto tiempo? — lo interrumpí, temiendo lo peor.
— Unos tres meses.
Sentí una opresión en el pecho que dolió mucho más que la herida en mi brazo.
— No lo entiende. Soy guitarrista — se me quebró la voz.
El doctor me miró, y me sonrió con compasión.
— No por un tiempo.
Mi temple se hizo añicos y entonces me eché a llorar.
Al cabo de lo que me pareció una eternidad, salí al lobby con el brazo vendado, una receta con un montón de medicinas que debía comprar y mi espíritu hasta el suelo del centro de la tierra. Ya podía irme a mi casa.
— Disculpe, — le dije a la enfermera en la recepción —, ¿sabe si el hombre que vino conmigo sigue aquí?
— ¡Bella! — gritaron.
Giré al llamado, pero no era Edward, era Jacob. Verlo puso mis emociones de gelatina y comencé a llorar de nuevo. Corrí hacia él y estiré mi brazo lastimado, abrazándolo con el lado bueno.
— Voy a matar a Riley — sentenció con su abrazo fraternal.
— ¿Quién te dijo? — sollocé sin soltarlo.
— Renée me llamó. Sam le contó lo que pasó, pero no te encontrábamos. Estábamos muertos de preocupación.
Me separé de golpe.
— ¿Cómo me encontraste?
— Edward nos dijo dónde estabas.
— ¿E-Edward? — balbuceé, sintiendo como mi alma abandonaba mi cuerpo.
Listo. Estaba muerta. Esperaba el grito, el regaño, las miradas de reproche. El sermón, el '¿cómo se te ocurrió, Isabella?' Pero nada llegaba. De hecho, Jacob estaba muy calmado dentro de las circunstancias. Y parecía más preocupado que molesto ante la intervención de Edward.
Miré a las espaldas de Jacob y ahí estaba Edward. En una pieza. De pie tan calmado como un santo. No lo entendía, pero era bueno que estuviéramos en un hospital. Edward ocuparía mucho más que una sutura en cuanto se abriera la caja de Pandora.
Pero NADA-PA-SABA, y eso no ayudaba a mis emociones que estaban a flor de piel.
Edward se acercó con calma, y sonrió ligeramente, aunque la alegría era incompleta. Era la postura formal, la de jefe y persona distante. No la que solía tener en privado o en confianza. En este momento era el señor Cullen.
Incluso me habló de manera cordial.
— Lamento haber usado tu celular sin tu permiso, Isabella. Yo contesté la llamada de Jacob, y ya le conté todo.
— ¿Sí? — fue todo lo que pude decir, alternando la mirada ante los dos hombres frente a mí.
¿Y porqué sigues vivo? Me daban ganas de preguntar. Jacob me miraba a mí; Edward me guiñó el ojo discretamente, así que supe que debía seguirlo.
— Sí — asintió Jacob, con una sonrisa más sincera —. Fue una gran coincidencia, pero si Edward no hubiera estado ahí, no sé qué habría ocurrido.
— No creo en las coincidencias — intervino Edward sin ser grosero —. Pero sin duda me alegro haber estado en el momento y lugar correctos. Y como te dije en el bar, Isabella. Tu secreto está a salvo conmigo.
No entendía un carajo, así que solo asentí y murmuré un 'gracias'.
— ¿Qué te dijo el doctor? — preguntó Jacob, viendo mi vendaje —, ¿fue muy grave?
Negué con la cabeza, miré el vendaje con tristeza.
— No, pero no podré tocar la guitarra durante unos meses.
— En verdad lo lamento — dijo Edward. Su personaje se había resquebrajado un poco, evidenciando que en serio lo lamentaba.
Negué una vez más.
— No fue su culpa.
Las lágrimas volvieron a salir, esta vez con más calma. Me las retiré con el dorso de la mano.
Jake me volvió a abrazar.
— Si lo vuelvo a ver, lo mato.
Usualmente habría alentado ese comentario con algún sarcasmo o algo, pero estaba muy cansada.
— ¿Me llevas a casa? — medio supliqué.
— Por supuesto — dijo Jacob, dándome un beso en el cabello. Un gesto de consuelo —. El auto está cerca, vamos.
Una vez afuera de emergencias, Jacob se giró hacia Edward.
— Te lo agradezco mucho — dijo ofreciéndole la mano para estrecharla —. Me siento en deuda.
Edward aceptó el gesto.
— No hay porqué. Hice lo que tenía que hacer, no hay deuda que pagar.
— Con… respecto al tema de la música… — dudó, y yo me tensé.
Edward negó en seguida.
— Esa es la vida personal de Isabella. Fue totalmente inesperado, pero yo no diré nada.
Jake asintió, aceptando la palabra de Edward como garantía.
— Cuídate, Isabella — dijo girando hacia mí —. Y en serio lamento que la noche haya acabado así.
Quería abrazarlo, de verdad que sí. Obviamente no lo hice, me quedé dónde estaba.
— Le debo una — fue todo lo que atiné a decir.
Me sonrió, esta vez fue una de esas sonrisas ladinas, y fue sincera.
— Te aseguro que no — me acompañó a la puerta del copiloto del auto de Jake, y dijo de forma aparentemente casual —. Tal vez deberías revisar tu teléfono… — lo miré, sintiendo algo raro en su tono de voz — tienes muchas llamadas perdidas.
Sabía que eso probablemente era verdad, pero…
Desbloqueé el teléfono, y además de las docenas de llamadas de distintos números había mensajes de Edward de hacia menos de media hora.
Lo miré de vuelta, captando el mensaje. De repente, ahí parada, sentí un intensa y repentina oleada de emociones, todas angustiantes; las predominantes eran el miedo, y por alguna razón, la vergüenza. Sin decir nada más, entré al auto y me dispuse a revisar los mensajes. Jake no había entrado al auto, sino que se había acercado nuevamente a Edward, no escuché que le dijo, estaba concentrada en mi celular. Ambos hombre estrecharon las manos y finalmente Jake entró al auto, llevándome a casa.
En cuánto pisé mi casa me sentí mejor, pero poco. Me sentía agotada de todas las formas, y ver mi mano envuelta en vendas sólo lo empeoraba. Ya era muy tarde como para buscar medicinas, así que eso tendría que esperar a la mañana siguiente.
Llamé a mamá. Sabía que esa conversación llevaría mucho tiempo, estaba alterada y casi no me dejaba hablar; al final logré que se tranquilizara. No se si fueron mis palabras o el tono de mi voz, pero aceptó.
— No tienes que venir justo ahora, me quedaré dormida en cualquier momento. Es muy tarde para ustedes. Jake se quedará conmigo, estoy bien — la convencí.
— Iremos mañana temprano a verte — sentenció y yo acepté.
Mi cuerpo me pedía a gritos que me durmiera, quería apagarme un rato, y Jacob subió conmigo las escaleras.
— ¿Quieres quedarte en la sala o en el estudio? — le pregunté, buscando ropa para él.
— Me iré a la sala, Bells. Si ocupas algo, solo dime y te lo subo.
Bufé una risita.
— Me lastimé la mano, no las piernas.
— Falta que te tropieces y caigas por las escaleras — se burló, tratando de hacerme reír.
Funcionó. Si, sólo faltaba eso.
Moría de ganas de saber muchas cosas. Pude ver en su rostro que él también quería platicar, pero debí ofrecer una imagen muy deprimente, así que lo dejó estar. Al fin tuve mi tiempo a solas. Gracias a Dios, el corsé se abrochaba por enfrente, y en cuanto me lo quité y me retiré el maquillaje, me metí en la cama.
Había leído todos los mensajes de Edward. Se tomó la molestia de escribir todo lo que él le había dicho a Jacob, para que nuestras historias coincidieran. Era una mentira sencilla. Esas eran el mejor tipo de mentiras.
Todo había sido una mera coincidencia. Era tan probable, que era posible. Así nos habíamos conocido en realidad, pero esta versión era una mentira.
Leí toda la historia, no le contesté ningún mensaje.
Estaba muy cansada para llorar, para pensar. Acomodé mi brazo con sumo cuidado, y rogué en silencio por no moverme entre sueños. En cuestión de segundos, me quedé dormida.
A la mañana siguiente amanecí en la misma posición en la que me había quedado dormida. Sentía mi cuerpo ligeramente rígido, pero mi mente estaba despejada. Mi mano dolía de los mil demonios, y ese dolor se extendía por el brazo hasta desaparecer. Lo visualicé como un dolor en gradiente.
Seguía triste, por supuesto. Pero no desesperada. Según el doctor podría volver a tocar si me cuidaba bien. Así que eso haría. Mi celular no tenía llamadas perdidas, no como la noche anterior, pero si un montón de mensajes del staff del bar. Todos me mandaron mensajes expresando su preocupación y sonreí con calidez. Algunos maldecían a Riley y a Victoria, la noticia se había esparcido rápido.
Exhalé. Jacob seguía en la casa, podía escuchar ruidos a la distancia, y tendría que enfrentarlo tarde o temprano. Volví a leer los mensajes de Edward, repasando la historia. A la luz del día y con la mente despejada, me parecía factible la versión que él proponía, así que decidí aferrarme a ella.
También volvieron las emociones de la noche anterior, aunque ahora las podía procesar mejor. Tenía miedo por la incertidumbre, por mi lesión y el pavor de no volver a agarrar una guitarra; y por supuesto, que se descubriera nuestra aventura. Pero también sentía vergüenza, no por la naturaleza de nuestra relación, sino para con él. Sentí pena por toda la situación en la que nos habíamos visto envueltos. En la pelea, el hospital, el que hubiera decidido enfrentarse primero a Riley y luego a Jacob y posiblemente exponernos, con tal de que mi familia supiera que estaba bien y a salvo.
Que se hubiera quedado a dar la cara, y que todavía hubiera pensado en una buena excusa para salir libres de todo este embrollo.
Pude sentir la vergüenza escalar hasta mi rostro y volverlo rojo. Cerré los ojos.
Justo por esto mantenía mis vidas separadas. Jamás quise que mi vida lo afectara también a él, o nadie ya que estamos. Si él hubiera conocido sólo a Isabella, posiblemente nada, absolutamente nada de esto habría pasado. Pero él había conocido a Rocket, y eso era algo que ya no se podía remediar.
Pero es algo que puedo enmendar. Pensé.
Edward ya había mentido mucho por mí. Ayer pudo haber terminado mucho peor, y si esto seguía, tal vez incluso podría lastimar su carrera y su imagen pública, y la de su familia.
La vergüenza lentamente se convirtió en convicción. Él había dicho que no le debía nada, pero yo me sentía en deuda. La mejor forma de pagarle era alejándolo de todo lo que pudiera afectarlo. Y eso era yo.
No podía hacer mucho por Isabella, la hija de Charlie Swan, esa parte la vería todos los días. No sólo porque había conflicto de intereses; yo tenía un contrato y un propósito. No. Apartaría la otra parte de mí. Apartaría a Rocket de su vida. Antes de que el daño fuera irreparable.
