Los personajes no me pertenecen, sino a la escritora STEPHANIE MEYER. La historia si es de mi autoría. No publicar en otras páginas, categorías o traducir sin previo permiso. Está prohibida su copia total o parcial. +18
Capítulo 23:
¿Cómo se pausa la vida?
Al salir de mi cuarto pude escuchar con claridad los ruidos que subían de la cocina. Cerré con cuidado y caminé con cuidado mayor. Jake había hecho una broma, pero yo me la había tomado en serio. Sólo faltaba que me cayera por las escaleras. Bajé muy lento, el movimiento solo intensificaba el dolor, pero no quería estar encerrada en mi cuarto.
Jake apareció al final de la escalera con una charola con comida en las manos. Elevó las cejas al verme, sorprendido.
— ¿Qué haces? — lo interrogué.
— No, ¿tú que haces? — me interrogó de vuelta —. Deberías estar en cama.
— Es muy tarde. No voy a regresar.
Sus hombros bajaron, en señal de derrota.
— Bueno, espérame.
Volvió sobre sus pasos, devolvió la charola a la cocina y regresó por mí, tendiéndome la mano.
— Te estaba llevando el desayuno a la cama, para que no bajaras.
— Aww, gracias — dije con sinceridad —. Te lo agradezco mucho, pero me tengo que mover. Suficiente tengo con no poder usar el brazo como para no usar el resto de mi cuerpo.
— ¿Cómo te sientes? — preguntó al llegar a la planta baja.
— En general bien, pero la mano me está matando — hice un mohín.
— ¿Ya tomaste un analgésico?
— No. Primero quiero comer, muero de hambre.
— Bueno, todo está recién hecho.
No adivinaba que había preparado, pero la cocina olía muy bien. Había un plato hondo en la charola y un cazo pequeño humeante en la estufa.
— ¿Qué hiciste? — pregunté curiosa. Jake rara vez cocinaba.
Sonrió, algo apenado.
— Bueno, tú sabes que no se me da mucho la cocina, pero esto sí lo sé hacer — dijo, acercándose a la mesa —. Es sopa. Es la sopa que nos prepara mi mamá cuando nos sentimos mal.
Primero me reí de ternura, pero la emoción que me embargó su detalle por alguna razón creció y creció hasta desmoronarme y comencé a llorar.
— ¡No! ¿Por qué lloras? — preguntó Jake, preocupado.
— No sé — lloriqueé. Por suerte, me pude controlar —. Creo que sigo sensible — reí, tratando de aligerar la situación.
Jake no me siguió la broma.
— Estás preocupada, ¿verdad?
Exhalé profundamente.
— Me estoy muriendo de preocupación, Jake — me dejé caer en un asiento de la islita —. No hay analgésicos para eso.
Jake se sentó en la silla a mi lado y tomó mi mano buena.
— Bella, ¿qué pasó ayer?
— Pues por dónde empiezo… — miré a Jake, y él espero. Tomé aire y pretendí pensar un poco; ya sabía que era lo que iba a decir —. Cuando terminamos de tocar, bajé a la barra y ahí estaba el señor Cullen. Ni siquiera tuve tiempo de esquivarlo, había visto la presentación y me reconoció, así que no había mucho que pudiera hacer — exhalé —. Lo primero que hice fue preguntarle si había alguien más con él, pero iba solo. Y luego le dije que no podía decirle a nadie, que era un secreto, que nadie lo sabía y que por favor guardara silencio, y él prometió que así lo haría. Para entonces Riley y Victoria ya estaban ahí, y Riley intentó acercarse cuando estaba hablando con el señor Cullen, pero lo ignoré. Nos quedamos en la barra, y Edward se ofreció a llevarme a cenar, porque obviamente él quería saber qué carajos está pasando porque nuestros malditos padres son socios, y yo trabajo para su familia.
En este punto de la conversación, comencé a sentirme más tranquila porque la siguiente parte no era una mentira. Y aunque manejé la conversación bastante bien, mi corazón estaba latiendo a mil por hora de nervios. Yo le mentía a Charlie, no a Jake.
— Y al salir del bar me topé a Riley. Estaba super ebrio — rolé los ojos —. Y se puso igual de insistente —. Jacob, que me estaba escuchando con atención, frunció el ceño. Imaginando la escena, supuse —. Dijo un montón de tonterías, y le pedí que me dejara en paz. Me retuvo y me lastimó el brazo.
— ¿Te lastimó? — intervino Jake por primera vez. Sus ojos trasmitían furia.
— Sí, donde me jaló el brazo, me torcí un poco. Fue cuando el señor Cullen intervino — dije a su favor. Era verdad, claro. Pero quería dejar en claro que él me había defendido, esperando que eso de alguna forma le diera puntos, por si acaso —. Le ordenó que me dejara en paz, y Riley lo empujó queriendo empezar una pelea, pero Edward no cayó en sus provocaciones. Fue cuando llegó Victoria. Ella fue la que llegó con la botella de cristal, decidida a atacar a Cullen por la espalda, le iba a reventar la botella en la cabeza — dije genuinamente horrorizada, solo imaginando que mi mano lastimada no fue lo peor que pudo haber pasado—, y… y ni siquiera lo pensé, solo me metí. La botella se estrelló en mi brazo, y su nariz en mi puño — agregué sombría.
— ¿Le rompiste la nariz? — dijo Jake sin ocultar su gozo.
Sonreí también, y me encogí de hombros.
— La verdad no sé, pero terminó en el piso… y yo en el hospital — terminé la oración borrando mi sonrisa y haciendo un puchero.
Ahora fue Jake quien exhaló y se pasó la mano por el rostro.
— Ay, Bells. Pero qué noche tuviste.
No lo negué.
— Y… ¿a ti qué te dijo Cullen?
Jake sonrió con algo de preocupación, pero solo algo. No se veía tan desesperado como yo me estaba sintiendo.
— Que fue una gran sorpresa, que definitivamente no esperaba verte y mucho menos en el escenario. Pero que habías dejado muy en claro que era muy importante para ti, así que me dio su palabra de que no diría nada.
— ¿Le creíste?
Se encogió de hombros.
— No tenemos mucha opción ¿o sí?
— Es algo, supongo…
Pero Edward ya había demostrado que era una persona de fiar, solo que Jake eso aún no lo sabía.
— ¿Eso fue todo? ¿No te dijo nada más? — insistí.
— No — negó con la cabeza —. No hizo preguntas, no hizo comentario alguno. Se limitó a contarme la pelea y que te habían lastimado. El que estaba alterado era yo — rio —. Fui muy insistente, le hice un montón de preguntas, especialmente si lo que ahora sabe afectaría tu trabajo…
— ¿Y qué te dijo? — pregunté en un hilo de voz.
— Que por supuesto que no. Que una cosa no tenía nada que ver con la otra. Y ya. La mayor parte del tiempo estuvimos en silencio, esperando a que salieras, ¿no te ha dicho algo?
Negué, sin necesidad de revisar el celular.
— Nada — era cierto —. Bueno, me siento mucho más tranquila, creo. No hay nada que podamos hacer ya.
— Eso es verdad — suspiró Jake —. Mejor come. La sopa sabe mejor caliente, además Reneé y Phil llegarán en cualquier momento. ¿Ya les avistaste a Rose y a Em?
Cerré los ojos con fuerza. ¿Cómo se me pudo olvidar?
— No. Mejor les digo de una vez. Se supone que hoy también tocaríamos — suspiré triste, pero resignada.
Hice ademán de agarrar el teléfono con normalidad y grité de dolor. Maldije entre dientes.
— ¡¿Qué pasó?! — se alarmó Jake.
— Que soy tonta, eso pasó. Quise teclear como si nada.
— La costumbre — se burló Jake.
— Mimimi — le hice gestos.
Al final mandé un mensaje de voz al chat grupal con una foto de mi mano como evidencia. Suerte que no soy zurda. Los mensajes no se hicieron esperar, y antes de poder contestar alguno, Rose me llamó.
— Hola, Rose. Estás en altavoz, aquí está Jake.
— ¡Hola, Jake! — saludó con voz dulce, para luego gritar —: ¡¿Pero qué carajos?!
— ¿Qué te pasó? — gritó Emmett.
— ¿Es grave?
— ¿Cómo te lastimaste?
— ¿Estás bien?
— Sí estoy bien. Y no es taaaaan grave, pero algo sí — titubeé —. Fue anoche, en el bar.
— ¿Riley? — dijo Rose de inmediato.
— Cerca. Victoria.
— ¡Le voy a arrancar el cabello!
Jake soltó una inesperada carcajada.
— ¿Qué clase de amenaza es esa?
— Pero ¿qué pasó? — terció Emmett.
— Es demasiado vendaje para un golpe, ¿TE ROMPISTE LA MANO?
— ¡No! Gracias a Dios, no. Escuchen. Mamá y Phil vienen en camino, no solo fue una agresión directa, sino que ocurrió afuera del bar, ¿creen poder venir y así les cuento a todos lo que pasó? — pedí amablemente —. Esto también afecta a la banda.
— Entonces sí es grave… — dijo Emmett.
Hubo un momento de silencio.
— Vamos para allá.
Unas horas más tarde, había una reunión muy particular y seria ocurriendo en mi sala. Jake y yo ya habíamos terminado de contarles todo a todos con "lujo" de detalles. Nos reservamos la identidad de la persona que me ayudó, solo dijimos que fue un buen samaritano que había conocido esa noche. Centré mi historia en el punto que le importaba más al bar a la banda: la pelea.
No tenían forma de saber lo que había ocurrido dentro del bar, en eso solo tenían mi palabra.
Mamá no necesitaba ir a interrogar gente, la cámara de seguridad de la puerta principal captó todo, incluso nos lo mostró desde su tablet. Se podía distinguir lo que pasó, desde donde me alejo del bar y Riley me jala del brazo, hasta donde me meto al Audi y Edward acelera en punto muerto. Las cámaras eran buenas, pero no captaban una imagen muy nítida como para distinguir los rostros a la perfección, o las placas. La identidad de Edward estaba a salvo. Pero una cosa es ver en cámara, y otra ver en directo a tu hija con una lesión. Era muy raro verme a mi misma en esa situación desde afuera; estaba orgullosa de mi reacción, pero me sentí muy incómoda al ver el momento en que abrazo a Edward como si la vida me fuera en ello luego de recibir el golpe. Me excusé diciendo que fue una acción espontánea ante la adrenalina y el miedo; nadie me lo cuestionó.
— Qué buen golpe — alabó Emmett ante mi puñetazo.
— Qué buenos reflejos — contraatacó Phil.
— ¿Dónde es la herida? — preguntó Rose.
Les señalé el lugar exacto sobre el vendaje, les conté sobre los trozos que me tuvieron que sacar y todo el proceso de sutura, que fue horrible.
— ¿Segura que no es grave? — dijo mi madre, tomando mi mano con vendas con mucho cuidado.
Los analgésicos ya habían surtido efecto, así que no me dolió… tanto.
— Segura — asentí —. El doctor dijo que mi recuperación será exitosa si soy paciente, y si me cuido bien la herida y todo eso. No perdí sensibilidad ni nada, podré volver a tocar, sólo que no será muy pronto… — suspiré.
— No debimos irnos sin ti — dijo Rose con gran consternación.
— No, Rose. No digas eso — supliqué de inmediato —. No fue culpa de nadie más que de Victoria. Sabemos que sólo estaban buscando una excusa.
— Y ni siquiera puede culpar al alcohol — terció Phil —. Los chicos de seguridad los retuvieron. Riley no podía ni ponerse de pie; en cambio Victoria estaba consciente. Según Jared el que no dejaba de pedir era Riley, Victoria si acaso se tomó tres cervezas.
— ¿Lo ves? — le dije a Rose —. De haber podido me habría atacado en una iglesia.
— Con ese cabello que tiene, si pisa una iglesia seguro la exorcizan — dijo Emmett en serio, provocando que todos nos riéramos*
Rose también se rio, pero vi que en sus ojos comenzaban a formarse lágrimas. Extendí mi mano buena y tomé la suya.
— No llores, Rosie. Estoy bien.
Ella asintió, pero tomó mi mano un poco más fuerte.
— ¿Qué dirás en el trabajo? — preguntó Jake de pronto.
— ¡Es cierto! — se alarmó Reneé —, ¿qué le dirás a Charlie?
Me encogí de hombros.
— A él no lo veo, así que no te preocupes. Ya veré que les digo, algo se me ocurrirá. Yo les aviso, por si Charlie se entera.
— Puedes decir que tenías un vaso en la mano y te tropezaste — sugirió Emmett —. A mí me pasó cuando era niño.
— Esa es buena.
— Y posible.
Asentí.
— Bella — llamó mi madre —. ¿Vas a presentar cargos?
— No — dije de inmediato.
Asintió, como si esperara esa respuesta.
Ya había suficiente atención sobre mí como para pensar en una demanda. No era como que Victoria no mereciera un castigo; pasado el temor y la preocupación, estaba muy enojada e incluso frustrada, obviamente quería que tuviera su merecido, pero esa no era mi prioridad.
— En ese caso — dijo mi madre —, les advertiré a todos los bares de la zona. Una banda con integrantes violentos no es precisamente raro. A muchos bares no les gusta la mala reputación, o presentar bandas que buscan pleitos. Ellos sabrán si los dejan entrar, pero en el Tártaro ya no son bienvenidos.
— ¿Hablas de una exposición pública? — preguntó Phil.
El rostro de Renée se volvió más sombrío.
— Lastimaron a Bella. Así que yo destruiré su reputación.
Phil asintió, al igual que Jake. Rose no soltó mi mano en ningún momento, y Emmett lanzó el puño al aire, demasiado emocionado con la idea de destruir a Demon Hunters. Sonreí, sintiendo el calor del apoyo de mi familia.
Miré mi mano en vendas. Ahora solo quedaba esperar.
…
Mamá y Phil fueron los primeros en irse. El bar abriría pronto y por más preocupados que estuvieran por mí, debían ir a trabajar. Emmett, Rose y Jake se quedaron todo el día conmigo hasta el anochecer. Pedimos comida china, vimos una película de comedia muy mala, y al terminar, volvió a salir el tema de mi lesión.
Emmett y Rose estaban muy molestos, más aún porque no sabíamos cuando volveríamos al escenario, la banda era nuestro pasatiempo y se había convertido en nuestro plan fijo de fines de semana, era algo que disfrutábamos hacer juntos. No era tan malo porque no era nuestra profesión principal, yo tenía la oficina y ellos el taller, pero igual apestaba.
— Bueno, podemos hacer otras cosas — dijo Emmett, tratando de ser positivo.
— ¿Cómo cuáles? — preguntó Rosie.
— Si no tengo que usar las manos, mejor.
La sonrisa de Emmett titubeó.
— ¡No me digas! ¡No me digas! — grité juguetona —. ¿Pensaste en jugar videojuegos?
— No — dijo Emmett, siguiendo el juego.
— ¿En pasear en moto? — dijo Jake.
— Tampoco, pero no es mala idea.
Volteamos a ver a Rose, que miraba a Emmett muy concentrada, y luego soltó una risa.
— Pensaste en gotcha.
— Sí — sonrió Emmett con culpa.
Jake y yo reímos.
— ¿Quieras que pierda el brazo?
— ¿Cómo supiste que pensó en eso?
— Tiene semanas queriendo ir a jugar, justo anoche dijo que quería ir.
— Ay, Em — reí —. Podemos ir, aunque yo solo miraré.
Hizo un mohín.
— Así no tiene chiste. Quería llevar la revancha del Mario Kart al siguiente nivel.
— Es una gran idea — convine —, pero lo más extremo que puedo hacer por ahora es ir al cine. Y creo que es un riesgo.
— Ya veremos qué hacemos — me consoló Rose —. ¡Ya son las nueve! Mejor nos vamos, para que descanses.
Miré el reloj… a esta hora estaríamos tocando.
— Está bien. De todas formas, mañana tengo que trabajar, al igual que Jake.
— Llámanos si necesitas algo — dijo Emmett, levantándose del sofá. Se acercó a darme un abrazo.
— Claro. Muchas gracias por hacerme compañía.
Me alborotó el cabello en respuesta.
Rose también me abrazó.
— Se van con cuidado, chicos.
— Yo también me tengo que ir Bells — dijo Jake con un gesto de disculpa —. Quisiera quedarme…
Negué.
— Tienes que trabajar mañana.
— ¿Quieres que te lleve mañana?
Volví a negar con firmeza.
— Te desviaría muchísimo. Estaré bien. Si llega a pasar algo, te prometo que te llamaré.
— Está bien.
Cerré con seguro en cuanto todos se fueron. En soledad como estaba, fui al único lugar en el que tenía ganas de estar justo ahora, además del bar, claro. Mi estudio.
Encendí mi computadora, puse algo de música y fui directo a correo. Había otra persona con la que necesitaba hablar en este momento. Garrett.
Habíamos intercambiado algunos correos en los últimas semanas. El último correo se lo había enviado yo y no lo había respondido todavía; lo entendía. Seguramente estaba muy ocupado, pero no sabía a quién más recurrir.
Era increíblemente molesto teclear con una sola mano, pero era lo que había y así sería algunas semanas.
Le conté todo lo ocurrido, le describí mi herida, el tratamiento que estaba llevando y adjunté una foto de mi brazo con las vendas. Pedí por su consejo, si alguien sabía que podía hacer para recuperarme, era él. Si él no sabía o no conocía a alguien, estaba perdida. Solo un músico podía ayudarme ahora, y solo sentía que podía encontrar refugio en quién fue mi maestro.
Manda saludos a la banda de mi parte, por favor. Cuídate mucho donde quiera que estes.
Abrazos,
Bella.
Presioné enviar, y me recliné en mi silla. Tenía que esperar… de nuevo.
Resoplé.
En estos momentos, en los que no sabía que hacer, tomaría mi guitarra y pasaría el rato.
— Maldita sea, ahora tengo que encontrar un nuevo hobbie también.
No eran ni las diez, aún era demasiado temprano para mí.
— Pues ya qué.
Volví a la computadora y puse una película. No se me ocurría qué otra cosa hacer. Apenas iba comenzando cuando me llegó un mensaje.
Creí que sería de alguien más, pero no de Edward.
"¿Cómo estás?" decía en la pantalla.
Recordé la promesa que me había hecho la noche anterior, y me aferré a ella. Alejarlo de Rocket no incluía pretender que no existiera. Eso sería muy grosero e infantil de mi parte, así que le respondí.
B: Hola
Mejor que ayer, pero aún duele mucho.
E: ¿No tomaste medicina?
B: Por supuesto, pero por desgracia no es mágica
E: ¿Qué tal va la herida?
B: Sigue roja, si es lo que preguntas.
Cambié el vendaje hace poco y luce horrible, pero va bien.
No sabía que más decirle así que solo le escribí.
B: Gracias por preguntar(:
E: No tienes que ir a trabajar mañana si no quieres.
B: Tentador. Pero estoy bien.
No es tan grave, aún puedo trabajar.
— Más o menos — dije para mí. El trabajo de oficina no me haría daño… esperaba.
E: ¿Segura?
B: El mayor daño es el emocional.
En mi mente sonó chistoso, pero en cuanto lo mandé sonó muy deprimente.
B: Por cierto, gracias por ponerme al tanto de lo que le dijiste a Jacob.
Hablamos con la gente del bar, no te preocupes, tu identidad está a salvo.
La alarma sonó, indicando que era la hora de la medicina. Me tomé los analgésicos, apagué mi computadora y me fui directo a la cama. No estaba acostumbrada a tomar medicación tan fuerte, y seguramente me quedaría dormida en cuestión de minutos. Edward respondió mientras tanto.
E: Qué mal. Yo quería un reconocimiento público.
Reí.
B: Haberlo dicho antes.
Para mañana habrá un panorámico en la oficina.
¿Es demasiado si pongo tu cara en una foto de Superman?
E: Mejor no te doy ideas.
Volví a reír, pero me callé de golpe. Esto no ayudaba si quería mantener mi distancia. Dolía, no voy a mentir; tenía que recordarme que esto debía mantenerse de forma profesional. Tal vez no era buena idea que fuéramos amigos tampoco, no si quería arreglar las cosas.
Mi buen humor se esfumó en un segundo y prácticamente hui de la conversación.
B: Edward, la medicina comienza a hacer efecto.
Te veo mañana en la oficina.
Buenas noches.
No esperé respuesta, dejé el celular a mi lado y cerré los ojos. El aparato sonó en cuanto me llegaron mensajes, pero los ignoré.
Mañana me esperaba un día muy largo.
Era horrible lo difícil que se podían volver las cosas cotidianas cuando se tiene una herida grave; luego de la odisea que fue la ducha y cambiarme, comencé a cuestionarme si en serio iba a poder con el día a día, pero no tenía opción.
Me puse un saco poquito holgado para ocultar mi vendaje lo más que pudiera, no quería que me preguntaran mucho y sabía que la venda iba a llamar la atención. No podía ocultarla por completo, la venda envolvía mi mano también, pero hice el intento.
Mandé mensajes a mis amigos diciéndoles que todo iba bien, pero ignoré deliberadamente los mensajes de Edward de la noche anterior.
Llegué a la oficina de una pieza, y a salvo: no me había topado a ningún Cullen en el camino. Fui directo a mi escritorio a trabajar en lo que tenía programado para ese día.
Exhalé, recordándome que tenía que tomarme las cosas con calma.
— Tú puedes, Isabella — me dije en voz baja.
Bajé mi mano lastimada a mi regazo, y comencé a trabajar con una sola mano. Era muy cansado y tedioso, pero sabía que al cabo de unos días me terminaría de acostumbrar. Vi a Edward y al señor Carlisle entrar a la oficina al mismo tiempo, pero pretendí no darme cuenta y no aparté la mirada del ordenador.
Sólo profesional, no somos amigos. Sólo profesional, no somos amigos, me repetía internamente una y otra vez, y por el momento no necesitaba decirle nada del trabajo. Eventualmente pasaría, pero ya no buscaría excusas para estar en su compañía. No me mandó mensajes en toda la mañana, ni por correo ni por mensaje y luché contra la desilusión.
Antes de la hora del almuerzo, Mike me interceptó y esta vez acepté salir con él y los demás.
— Iremos a un restaurante a unas cuadras, ¿vas?
— Claro — acepté en un santiamén.
— ¿Qué tienes en la mano? — preguntó Jessica en cuanto nos encontramos en el elevador.
— Ah, es un vendaje.
— ¿Qué te pasó? — preguntó Tyler.
Recordé la mentira que me facilitó Emmett, pero me limité a decir:
— Tuve un accidente este fin de semana.
— ¿Es grave? — dijo Mike.
— Algo, sí. Me duele mucho.
— Habrá que tener cuidado, entonces.
Y Mike se portó especialmente protector desde ese momento. ¿Innecesario? Tal vez. ¿Incómodo? Definitivamente.
Abría todas las puertas para mí, y usaba su cuerpo como barrera entre mi mano lastimada y los demás. Una vez en el restaurante, usé una oportunidad y me senté en la ventana al lado de Jessica, temiendo que Mike creyera que no podía comer por mi cuenta o algo así.
— ¿Qué clase de accidente tuviste? — me preguntó Jessica.
— Fue una tontería, en realidad. Tenía un vaso de cristal en la mano y me tropecé —. Levanté mi mano —. Aterricé en el vaso.
— ¡Ouch! Suena doloroso — dijo Tyler.
— No tanto como las puntadas.
La conversación se desvió en las experiencias de los demás en hospitales, así que pude comer a gusto.
En el camino de regreso, me aferré a Jessica y el tema de conversación que quisiera con tal de quitarme a Mike de encima. No me molestaban las atenciones, solo que no quería que vinieran de él. Apenas y nos conocíamos y no necesitaba un guardaespaldas.
Al volver a mi lugar, me tomé la medicina correspondiente y volví a mi pacífica soledad. Edward no me habló en todo el día, y yo tampoco lo busqué.
El martes y el miércoles pasaron más o menos igual. La herida no parecía dejar de doler y los analgésicos me seguían durmiendo. Jake fue a cenar conmigo esos días, de no ser por eso me habría sentido muy sola.
No hablar con Edward estaba resultando más difícil de lo que creía. El martes lo vi brevemente, me saludó, y agregó una sonrisa muy sutil. Ese tipo de sonrisas que tantea el terreno y demuestra que vienes en son de paz. Una sonrisa que me pareció un gesto tímido de calidez, un gesto que denotaba cierta proximidad y pedía confianza.
Deseé corresponderle.
No. Tengo que hacer lo correcto. Y yo le correspondí con formalidad. Me aseguré de comportarme de forma distante con el simple hecho de no responder su sonrisa, sin ser grosera, por supuesto. Frunció muy ligeramente el ceño, sintiendo mi cambio, pero no preguntó nada. Más tarde ese día salió de la oficina y no lo vi volver. El miércoles él ya estaba ahí cuando yo llegué, pero toda la información que necesitaba ya estaba a mi disposición así que no había excusas para hablar con él. Fue un día ocupado, así que no hablamos en todo el día.
El jueves estaba siendo especialmente deprimente. Durante la noche anterior me giré en sueños y me lastimé la herida, no pude descansar bien luego de eso. Llegué de mal humor al trabajo, Garrett aún no había respondido mis correos, y los analgésicos no parecían hacer efecto. Las atenciones de Mike comenzaban a sacarme de quicio así que inventé una excusa para comer sola esa vez. Extrañaba mucho la música, tanto que dolía, y para echarle sal a la herida mi computadora se trabó y el archivo se cerró sin guardar los últimos cambios. Me mordí el interior de la mejilla para no terminar llorando en el trabajo.
Luego del almuerzo me llegó un correo notificando una junta muy importante de parte de Carlisle, quien me esperaba en una de las salas.
La panza se me revolvió de los nervios, pero me armé de valor.
Haz lo correcto, me dije. Y eso era cumplir con mi trabajo y nada más, como había hecho toda esa semana.
Fui a la sala correspondiente, Edward y Carlisle ya estaba ahí. Saludé al entrar y me senté en la primera silla que vi, pero manteniendo mi distancia con Edward. Me lanzó una mirada fugaz que correspondí, pero no hice nada más. Ni un guiño, ni un coqueteo por más que quisiera, y en serio quería hacerlo. Aunque fuera para borrar un poco la distancia que había estado trazando.
— No tomará mucho tiempo — dijo Carlisle, acomodándose el saco —, pero necesitamos hablar con usted de algo importante.
Me senté mejor en mi silla, prestando atención.
— Edward y yo nos ausentaremos unos días la próxima semana. Nos iremos el lunes a primera hora y no sabemos exactamente qué día volveremos. Usted se quedará al frente del proyecto por unos días.
Asentí.
— Entiendo.
— Todo va muy bien, pero necesitamos que ponga especial atención en estas cosas — me extendió un papel con la información en él —. De momento todo va bien en el terreno, pero necesitamos especial atención en el desarrollo del diseño. Usted se hará cargo de la primer revisión general. Cualquier solicitud de dinero tiene que pasar directamente por nosotros, eso no lo puede autorizar usted — dijo en una sonrisa.
— Sí, por supuesto — sonreí de vuelta.
Levanté mi mano herida a la mesa sin pensarlo, y atraje el papel directo hacia mí para leerlo con un poco más de atención.
— ¿Qué le pasó en la mano? — preguntó Carlisle, sorprendido y preocupado a la vez.
Lo miré a él, y por primera vez Edward y yo intercambiamos una mirada, pero me volví directo a Carlisle.
— Tuve un accidente el fin de semana.
— ¿En serio? — insistió el señor Cullen aun con preocupación —. ¿Qué clase de accidente? ¿Es grave?
— Más o menos — volví a mirar a Edward, preparándome para mentirle a mi jefe. Tragué —. En realidad, fue muy torpe. Tenía un vaso de cristal en la mano y me tropecé —, reí quedamente, como si estuviera apenada —. Me tuvieron que dar unas cuantas puntadas —, y por primera vez en mucho tiempo sentí verdadera vergüenza por mentir, tanta, que sentí que me estaba sonrojando. Quería dejar de mentir, maldita sea.
— ¿Ahora le duele? — preguntó Edward, su voz hablándome directamente fue como un bálsamo en una herida que no sabía que tenía. Fue un alivio para mi horrible día, pero no me dejé llevar por la sensación.
— Un poco. Anoche me lastimé mientras dormía — dije la verdad —. Pero la medicina ayuda.
— Señorita Swan, debió infórmame — insistió Carlisle.
— Como no es un impedimento para trabajar, no creí que fuera importante — me excusé con algo de timidez.
— ¡Pero si está vendada!
Sabía que no me estaba regañando, pero así lo estaba sintiendo. Fruncí los labios, ignorando la sensación de ligero ardor en los ojos. Carajo, en verdad estaba muy sensible ese día.
No llores, no llores, no llores.
No se que vio en mi rostro, pero exhaló y se pasó la mano por el cabello. Edward tenía el mismo gesto y le salía igualito. Por alguna razón, esa acción me hizo sonreír, ayudándome a sobrellevar la tristeza.
— En verdad lo siento, señor Cullen — dije en serio —. No sabía que tenía que decirle, pero le aseguro que estoy bien. Mi rendimiento no cambiará — dije con firmeza.
No quería decirle que la medicina me provocaba sueño, no creía que esa información fuera de ayuda, menos ahora que me decían que se iban por unos días.
— De acuerdo — dijo por fin —. Pero por favor, si necesita cualquier cosa… ir al hospital, o algo más, no dude en decirnos.
Asentí. Y volví la vista al papel, regresando al trabajo.
En general era lo mismo que hacía en el despacho de Charlie, sólo que con más personas; así que al menos en esa parte no estaba perdida. Esperaba hacer un buen trabajo.
— ¿Alguna duda? — dijo Carlisle al terminar la junta.
— No, señor — dije juntando toda la información —. Si tengo problemas o dudas en algo, le preguntaré en seguida.
— Recuerde que, si no estoy yo, también puede acercarse con Edward — dijo Carlisle recogiendo sus cosas.
— Cualquier duda antes del lunes — dijo Edward en su tono autoritario —, pero si algo pasa mientras no estamos, infórmeme de inmediato.
Tal vez era mi imaginación, pero percibí un tonito poquito hostil. Nunca me había hablado así, estaba segura. Me obligué a mirarlo con el semblante serio, casi rayando en la indiferencia, como si sólo fuéramos meramente compañeros de trabajo, aunque me sentía un poco dolida. Edward tenía la mandíbula ligeramente tensa, como si estuviera molesto; seguí en mi papel.
— Claro que sí, señor Cullen — dije en un tono desapasionado y salí de la sala.
Finalmente estaba en mi casa, Jake había ido por mi al trabajo, pero mi tristeza seguía presente y yo solo quería estar sola.
— ¿Segura que no quieres que te acompañe?
Me había preguntado en el auto.
— Muy segura. Tuve un día malo así que solo quiero hacerme bolita y llorar.
— Ay, Bells — dijo con ternura.
— Bueno, no lloraré — mucho —. Pero quiero estar sola hoy.
— Está bien — dijo Jake, respetando mi decisión.
Y ahora estaba en mitad de la cocina vestida con pijama, considerando cenar una copa de vino y chocolates.
Había bajado mi guitarra acústica porque soy una masoquista. Tomé helado de la nevera, y sí me serví esa copa de vino.
Me senté en el sofá de la sala, tratando de desenmarañar las emociones guardadas en mi pecho. Vi mi guitarra, recargada en la orilla del sofá, haciéndome compañía en silencio. Dejé el bote de helado en la mesa y tomé la guitarra como si fuera a tocar algo, pero sabía que eso no era posible. Miré mi mano lastimada y sin poder resistirlo la coloqué muy despacito en el mástil.
Con cuidado, no la gires muy rápido.
Exhalé de alivio al no sentir dolor alguno; decidí ir un poco más lejos, colocando mis dedos en los trastes. Lo hice con mucha delicadeza, pero con un hambre indescriptible. Dudosa, rasgué las cuerdas, y el sonido fue maravilloso. Fue como probar agua luego de atravesar un desierto.
Ya te pusiste a prueba lo suficiente.
Quería seguir. Entonces perdí cuidado; salté de un traste a otro sin pensarlo realmente, y fue cuando sentí el dolor. Grité sosteniendo mi mano tratando de contener el daño. Entonces la maraña en mi pecho se desenredó y comencé a llorar, pero a llorar en serio. El sentimiento nació desde la boca de mi estómago subió por mi pecho y encontró su salida estallando en sollozos.
Recogí mis piernas y lloré apoyada en mis rodillas, protegiendo mi mano con todo mi cuerpo. Poco a poco el dolor en mi mano iba apagándose, pero no así mis lágrimas. Sentía las ansias recorrer mis brazos, pidiéndome una salida; la única que conocía era la música.
Mi celular comenzó a vibrar, cerré los ojos, aferrada a seguir en mi burbuja de miseria. Saltó a buzón, pero en seguida volvió a sonar.
Tomé el celular, molesta.
— ¡¿Quéeee?! ¡No ven que intento ser miserable! — le grité al aparato sin responder la llamada.
Era Charlie. Me callé al instante, y luego sollocé, haciendo un berrinche.
— No quieroooo. Pero qué punteríaaaa — me quejé antes de contestar. Era mejor contestar, no había hablado con él en no sé cuánto tiempo y sabía que no descansaría hasta que atendiera la llamada —. Dime.
— Hola, Isabella, ¿cómo va todo con los Cullen?
— Bien, todo está en orden. El proyecto va avanzando — dije sin muchos ánimos, tratando de ocultar que estaba a mitad de una catarsis. No lo estaba haciendo muy bien.
— ¿Ya te pagaron?
— ¿Qué? — ¿qué clase de pregunta es esa?
— Qué si ya te pagaron — repitió sin más, creyendo que no lo había escuchado —. Te recuerdo que ya casi llegamos a fin de mes. De hecho, prefiero que me pases tu cuenta actual, para vincularla con el contador de siempre. Ahora que estás como intermediaria, lo del pago se complica.
Los dientes me crujieron de lo fuerte que apreté la mordida.
— ¿En serio para eso me llamas?
— ¿De qué creías que era esta llamada?
Cerré los ojos con mucha fuerza, deseando con muchas ganas poder desaparecer.
— No lo sé, Charlie — comencé dando rienda a mi enojo —. A lo mejor te dio por ser paternal y te preguntabas como estoy, a lo mejor viste una buena película y me llamaste para contarme, no sé. Hay muchas opciones. No para pagar la parte que debo y que no se me olvida porque, no sé, a lo mejor porque la he pagado ¡durante los últimos malditos cinco años!
Grité sin poder contenerme más. Ahí estaba la salida de energía que estaba buscando. Charlie me gritó de vuelta, pero lo interrumpí.
— ¡Estoy pasando un mal momento! ¡Te daré tu maldito dinero, ahora déjame en paz!
Colgué y dejé el celular en modo avión.
Volví a hacerme bolita en el sofá, con mi mano buena crispada en mi cabello, y la otra resguardada en mi regazo.
El llanto continuó. No quería hablar con nadie. Si me fundía en el sofá hasta llegar a un mundo alterno entre los cojines donde nadie me encontrara, mejor.
No había manera, realmente no había manera de que este día empeorara.
Parece que aquel pensamiento le sonó a reto al universo, porque en ese momento llamaron a la puerta.
