DISCLAIMER: Los personajes pertenecen a la saga "Five Nights at Freddy's", propiedad de Scott Cawthon.


Cumpleaños. Los cumpleaños irradian alegría, rebosan felicidad y están diseñados para brindar un momento de disfrute junto a amigos y seres queridos. Para los niños, sin lugar a dudas, son una de las fechas más especiales del año. ¿A quién no le encanta asistir a una hermosa celebración para conmemorar el día en que llegaste al mundo rodeado de los amigos que tanto quieres?

Con gran entusiasmo, Cassie aguardaba la llegada de sus amigos dentro del Pizzaplex, deseando con alegría que se presentaran pronto para poder jugar juntos y compartir todas las actividades que había planeado. La impaciencia no le permitía mantener la calma, permitiéndose dejarse llevar por la emoción que la embargaba.

Sus padres, conscientes de la importancia de esta fecha, habían organizado una fiesta de cumpleaños en el Mega Pizzaplex para celebrar los once años de su hija. Sin embargo, debido a compromisos ineludibles, no podrían acompañarla en persona. Aunque esta situación entristecía a la niña, ella no se quejó en absoluto, ya que al menos tendría la oportunidad de disfrutar en compañía de sus amigos.

En el área de fiestas, todo estaba decorado: multicolores globos flotaban en el aire, serpentinas y confeti adornaban las paredes, mientras que una pequeña pancarta con el clásico mensaje de "feliz cumpleaños" se encontraba adherida al fondo. La mesa, impecablemente puesta, con platos y vasos vacíos, incluyendo cubiertos perfectamente alineados, y el gran plato donde estaría el pastel, el cual uno de sus amigos tendría el honor de llevar. Cassie, sola en ese pequeño cuarto, lucía un brillante gorro de cumple verde en su cabeza, con una sonrisa que reflejaba esperanzas e incontenible emoción, jugueteando con sus piernas mientras aguardaba pacientemente la llegada de sus amigos.

Con el pasar de las horas la sonrisa de la pequeña niña se fue borrando de su rostro. ¿Por qué no llegaban sus amigos? Varios de los globos comenzaron a explotar, y la pancarta cayó al suelo por culpa del viento. Antes de que Cassie pudiera sostener su sombrero de fiestas, este salió volando.

La cumpleañera bajó la mirada entristecida. ¿Sus amigos no iban a llegar? Siempre que planeaban un evento ella era la excluida, o siempre faltaban a las fiestas que ella solía organizar. ¿Por qué siempre tenía que estar sola? ¿Tenía algo que no le gustaba a los demás? ¿Algo malo en ella, quizá? No, no debería tener esos pensamientos tan negativos. Prefirió esperar unos minutos más, seguro llegaban pronto. Pero, ella sabía, y la dura realidad se infiltró en su corazón.

Mientras observaba la habitación vacía, un nudo en la garganta comenzó a apretarse, y una profunda tristeza se instaló en su pecho. Cuestionamientos amargos comenzaron a atormentarla. ¿Qué es lo que ella poseía que alejaba a las personas?

Cada vez que llegaba una hora marcada en su cronograma de la fiesta, la ansiedad se apoderaba aún más de Cassie. Cada llamada y mensaje sin respuesta solo acentuaba su sensación de aislamiento y abandono. Las lágrimas amenazaban con caer, mientras el sentimiento de fracaso crecía en su interior.

El sueño arduamente planeado ahora se desmoronaba como pastel caído en el suelo. La ausencia de sus amigos le recordaba su soledad y la falta de conexiones reales en su vida. El silencio de la habitación resonaba en su mente, amplificando la tristeza que había infiltrado su ser.

Sintiendo un profundo vacío, Cassie deseaba con todas sus fuerzas haber encajado en algún lugar, haber sido apreciada y querida lo suficiente como para que sus amigos estuvieran allí, pero el hecho de que su fiesta hubiera pasado desapercibida solo magnificaba sus miedos y dudas sobre su valía personal.

En medio de esa oscuridad emocional, Cassie anhelaba desesperadamente que alguien —cualquier persona— la envolviera en un abrazo cálido y reconfortante. Pero en lugar de eso, se encontraba de pie, sola, enfrentando la crueldad del abandono y sumergida en el eco vacío de su fiesta fallida.

—Es inútil —susurró entre suspiros, sujetando el gorro que hace minutos cayó al suelo y observando su delicado material. Sus ojos comenzaron a tornarse cristalinos—. Debí saber que nadie vendría.

Ni siquiera habría pastel. Se supone que uno de sus amigos lo llevaría, no estaba en sus planes que ninguno faltara y la celebración se fuera a la ruina.

Salió de la sala de fiestas con lágrimas resbalando por sus mejillas, sintiendo un profundo vacío en su pecho. Arrojó el gorro de fiesta en un contenedor de basura con la figura de Glamrock Freddy y se dispuso a caminar sin rumbo fijo hacia un lugar solitario del centro comercial. Todo se había arruinado.

Aunque su llanto no pasó desapercibido, tampoco generó atención relevante por parte de aquellos que pasaban a su lado. Pensaron que quizás se había caído o algo similar. Para ellos, presenciar a un niño llorando no era tan importante, simplemente considerarían sus lágrimas como caprichos insignificantes por algún peluche o travesura similar. Los leves jadeos y sollozos de Cassie se reducirían a meros caprichos a sus ojos.

Dirigiéndose hacia el atrio, Cassie se pasó el brazo por los ojos para secar las lágrimas y limpiar su cara empapada por ellas.

—Ey, ¿todo bien? —preguntó una voz. Cassie volteó hacia esta y vio a una animatronico preocupada frente a ella. Se inclinó hacia la altura de la niña—. ¿Por qué lloras?

Cassie no supo responder a eso.

Aún así, se notaba la profunda tristeza que tenía. Y eso no era bueno. Debería estar feliz, como todo niño. Divertirse.

—¿Te ocurrió algo? —Roxy tomó un tono de voz tranquilo, para producirle calma a Cassie—. ¿Dónde están tus padres?

—Ellos no... No pueden estar presentes —susurró ella, bajando la mirada, con muchas más lágrimas.

—¿Por eso estás así?

—No, es que —¿Cómo contarle?—... Hoy es mi cumpleaños...

—¡Oh, feliz cumpleaños entonces! —sonrió Roxanne a la castaña, pero al ver que ella no hacia lo mismo, prefirió ahorrarse las sonrisas para después—. Hmm, ¿hay algún problema? Creí que estarías feliz por eso.

—No... Yo...

Para Roxy no había sonido más triste que oír la voz de una niña quebrarse de tanta tristeza, por un vacío en su interior. No soportaba oír sus voces llenas de dolor. Vio con tristeza a la presente, pensando en qué le haría daño para haber terminado así.

—Vamos, cuéntame. No le diré a nadie—dijo ella—. Puedes confíar en mí. No hay nadie más cerca para que puedan oírlo.

—Eso no me importa —negó Cassie entre sollozos y desesperación—. Sólo quiero pasar mi cumpleaños con alguien.

—¿Y tus amigos? ¿Estás sola?

—No han asistido, no lo han hecho —jadeó ella—. ¡No lo entiendo! ¿Hay algo malo en mí? ¿Por qué nunca quieren estar conmigo?

¿Cómo una criatura tan pequeña podría pensar eso? Su belleza estaba en el interior, en su corazón, en la manera dulce de tratar y convivir con las personas que la rodean. No debería pensar eso de ella misma.

Por experiencia, Roxanne sabía que ese sentimiento no era bonito. Ella lo vive siempre, a diario. No hay día que no pensara qué hay en ella para dejar de verse como un fracaso.

Roxanne colocó su mano en el hombro de Cassie y la miró con ternura.

—Nena, no hay nada malo en ti, eres preciosa —animó sonriendo, le pasó los dedos por sus ojos para limpiar su rostro—. Ellos se lo pierden, no debes ponerte así por personas que no saben valorarte.

—Pero son mis amigos —susurra Cassie mirando a un lado—. Sólo quería estar con ellos, eso es todo lo que pido.

La animatronico negó la cabeza con desaprobación y tomó la cara de Cassie entre sus manos.

—Quita esa carita —le dijo—. Es tu cumpleaños, no puede arruinarse sólo porque tus amigos no llegaron. ¡Vamos! Es tu día especial, debes aprovecharlo.

Cassie creó una sonrisa triste. Roxanne la sujetó por la cintura para cargarla y la pegó a su cuerpo.

—¿Cómo te llamas?

Pudo haber utilizado su escáner facial, pero no le gustaba, siempre había preferido preguntarle a los niños por su propia cuenta y oírlos decir sus nombres.

La castaña observó los amarillentos ojos del animatronico, llenos de compasión, eran tan brillantes, transmitían paz y tranquilidad.

—Ca... Cassie.

—Bien Cassie, iremos a la zona de cumpleaños, verás que la pasaras muy bien.

—Pero no tengo ni pastel —habló Cassie.

—No te preocupes por eso —sonrió Roxy—. Me encargaré de todo, tú sólo preocúpate por divertirte.

Nuevamente, Cassie se limpió las lágrimas y se dedicó a sonreírle a la animatronico. Se recostó en el pecho de esta y cerró sus ojos, esperando para terminar de calmarse.

—Gracias, Roxy.