MENTIRAS A MEDIAS

I

Disclaimer: Saint Seiya no me pertenece, es propiedad de Masami Kurumada.


Estaba frio como la nieve a pesar de estar a fines de Junio, se imaginaba lo pálido que debía estar y como no, la conmoción se lo estaba comiendo vivo y eso era decir mucho. Él nunca había sido una persona que se sorprendiera o se impacientara por cualquier cosa, él solía mantener la calma en todo momento, incluso en las peores situaciones. Siempre había sido racional, siempre pensaba todo antes de decir o hacer cualquier cosa, la psiquis humana es bastante fácil de perturbar y una mente perturbada no puede reaccionar correctamente, era lo que siempre solía decirle a su círculo social cada vez que cuestionaban su aparentemente perfecta serenidad. No, la exageración no estaba en su conducta biológica.

O eso era lo que él creía.

Había estado cerca de quince minutos dando vueltas de un lado a otro en el vestíbulo de su casa, jugando con sus dedos por delante de su estómago, inhalando y exhalando exageradamente intentando contener los nervios, las ansias y las ganas de darse media vuelta y encerrarse en su habitación por los siguientes siete días, pero no podía hacer eso, tenía demasiado que perder. Miró su reloj de pulsera, faltaban unos diez minutos para que el taxi llegara a recogerlo y con solo pensarlo el nudo en su estómago crecía junto con su incapacidad de mantenerse tranquilo.

Y es que esto no debió haber sucedido en primer lugar. Él podría estar en estos momentos preparándose como corresponde para su primera exposición en el Hotel más prestigioso de Athenas o estaría con Hamal quien estaría recorriendo la casa con su juguete ruidoso en el hocico, exigiéndole un poco de su atención como lo hacía cada día mientras él intentaba ver la televisión o trabajaba, pero en vez de eso él estaba a punto de abordad un barco con destino a Mykonos. Y no es que la idea de ir a descansar a una de las islas más bellas de Grecia fuera horripilante para él, claro que no, si fuera por vacaciones estaría más que ansioso por ir.

El sonido del timbre lo hizo sobresaltar de una forma vergonzosa, y sin querer le dio un vistazo al espejo que estaba enganchado en la pared del recibidor y en el su aspecto casi demacrado se asomaba dando una mala imagen. No había dormido nada, así que no era de extrañarse de que sus ojeras oscuras, provocadas por sus nervios, destacaran con la palidez de su piel. Tomó sus llaves de la pequeña mesita debajo del espejo que estaba adornado con algunos budas, rosarios y velas pequeñas ignorando esta vez por completo su reflejo, debía recordar quitar el espejo de ahí al volver. Tomó también su maleta que estaba casi olvidada cerca de la puerta, junto a su bolso de mano.

Inhaló profundo y abrió la puerta de entrada.

Afuera un hombre enfundado en una camisa gris y jeans lo esperaba.

—¿Mu Paudel? —preguntó sonriente. Mu sin poder ni siquiera abrir la boca por miedo a vomitar asintió varias veces. Le entregó su maleta al chofer y se dirigió al taxi negro brillante, se metió con cuidado y cerró la puerta.

El camino fue silencioso excepto por el tenue sonido de la radio el cual tocaba un especial de Sam Smith.

Esto no puede ser más deprimente— pensó, aunque deprimente era lo que estaba a punto de hacer desde el momento que pusiera un pie en el ferry y lo que durara la semana, pero ya no había vuelta atrás, solo esperaba que los días pasaran rápidamente y nadie notara su presencia y la de su compañía. Aun a sabiendas que sería casi imposible que eso ocurriera.

Se pasó una de sus manos por la frente intentando quitar los mechones lilas y a su vez intentando de comprender aún como era que las cosas se habían dado de esta manera. Habían sido hace unos cinco meses atrás cuando a su puerta había llegado la carta, no una de recibos, ni deudas, ni ofertas, sino una invitación.

En el remitente estaba el nombre de uno de sus mejores amigos y en el interior la invitación a participar en la ceremonia nupcial con su prometido. Al principio había sido una buena noticia, su amigo hindú quien había conocido en la universidad se había comprometido en matrimonio con su novio griego Aioria. Shaka era un alumno de intercambio igual que él, quienes en circunstancias extrañas de la vida se habían vuelto buenos amigos. Al graduarse de la universidad el hindú volvió a su país junto con Aioria y se comunicaban a través de correos electrónicos, llamadas y chats. Por lo que obviamente no podía estar más feliz por su amigo, quien había dado un gran paso y que podía asegurar era absolutamente feliz.

Sin embargo, de lo turbio se enteró mucho después, hace apenas unas tres semanas atrás, gracias una reunión con otros de sus amigos de la universidad supo que su ex también estaba invitado a la boda. Desde ese momento se había impuesto no ir a la celebración, no podía estar ahí sabiendo que él estaría allí también, aún le dolía que lo hubiese terminado por teléfono y nunca más haber sabido nada de él, que se reusaba siquiera a estar en la misma habitación que él.

Shaka te matará si no vas —había dicho Milo en aquel momento.

Lo sé, pero no puedo ir si él también estará ahí… —le había respondido en medio de unas copas de vino— Tengo sentimientos por él aún. Escuché que está saliendo con alguien y… —tomó un trago— la verdad me destrozaría verlo con alguien más. —el trago de vino no fue tan amargo como la imagen que su mente de su ex y otra persona en plano sentimental, y sus ojos no negaron la tristeza que su corazón sentía.

Pues ve con alguien más. —había sido la respuesta de su amigo. No sabía en qué parte de su cerebro eso podría ser buena idea, y aunque así fuera, desgraciadamente no tenía con quien ir.

Y que haría, ¿darle celos?, ¿demostrarle que estoy bien sin él? —Bebió otro trago. Se imaginó a sí mismo yendo con alguien más intentando darle celos, fanfarroneando con algún tipo delante de él. Se rio de solo pensarlo, hasta medio ebrio podía ver que era una mala idea.

¡Justamente!, —celebró Milo, se inclinó hacia adelante apoyando su antebrazo en la mesa para darse apoyo— él no tiene porqué enterarse, además solo serán unos días y luego todo volverá a la normalidad, tú te quedarás aquí y él volverá a España, en el peor de los casos nada cambiará, —dice muy confiado, Mu pensaba que si de verdad había algo malo en él o el vino estaba haciendo lo suyo en su cerebro— y en el mejor, él intentará buscarte, te pedirá perdón, te harás un poco el difícil y volverán a ser la pareja que siempre has deseado. Fin.

—Esto no puede estar pasándome. —se repitió mientras masajeaba su frente con la mano. Recordar aquello solo le provocaban ganas de golpearse, ¿sería muy extremo decirle al taxista que lo arrollara?

—Ya llegamos señor. —quiso con todas sus fuerzas poder derretir al chofer con la mirada, pero era inútil aun sí fuera posible, de todas forma el pobre sujeto no estaba ni enterado de la catástrofe que tenía en su vida.

—Gracias —fue lo único que dijo, antes de cerrar la puerta. Se dio media vuelta, el puerto El Pireo le daba la bienvenida con una gran cantidad de turistas, por ser verano el lugar estaba repleto, la mayoría jóvenes y adultos. Miró por todas partes, revisando la multitud.

Tomó sus maletas con fuerza y caminó con su usual calma perfectamente disimulada. Llegó con algo de dificultad a la fila para subir al ferry, pasar por toda esa cantidad de personas le había costado más de lo que había imaginado, buscó el nombre del ferry que lo llevaría a su desdicha, ahí el barco que lo trasladaría a su tortura lo esperaba imponente sobre el agua, suspiró con pesar por enésima vez esa mañana pensando otra vez si esto sería buena idea y temiendo volver a caer en el mismo agujero sentimental en el que cayó hace un año y le costó meses en salir.

El lugar estaba tan atochado que era imposible no chocar con otros pasajeros que venían de vuelta a la ciudad. La fila avanzaba demasiado rápido para su gusto, se arrepentía de haber comprado el boleto por internet, todo sucedía muy rápido que parecía irreal, en cualquier otro caso estaría más que encantado, pero esta vez no. Cada paso que daba estaba más cerca de aquel gigante de hierro, jamás pensó que la felicidad de otros sería la agonía y la desdicha para él. Sacó de su bolsillo una cajita dorada de terciopelo, la miró por unos cuantos segundos y la volvió a guardar en el mismo sitio.

No podía fallarle.

El calor se estaba volviendo insoportable tanto así que se desabrochó los primeros tres botones de su camisa verde y se quitó el delgado chaleco negro, al menos estaba recuperando el calor que había perdido temprano. El bullicio de los alrededores le estaba molestando, la gente gritaba, se reía y hablaban tan alto que su cerebro amenazaba con dolerle, resopló hastiado mirando la hora en su reloj cuando uno de los pasajeros que iba de salida le da un empujón haciéndolo trastabillar con sus propios pies, chocando con la otra persona que venía detrás evitando que cayera al suelo. Profirió una disculpa casi de inmediato, pero quedaron a medio terminar cuando se giró para dar con quien lo había amortiguado. Un hombre con una severa mirada lo veía con el ceño fruncido.

Mu dio un paso hacia atrás de inmediato quitándose de su lado, volviendo a disculparse. Se sentía como un niño ante esa mirada tan dura, tanto así que recordó la última vez que se había sentido de esa forma, hace algunos años, cuando le comentó la noticia a su padre que se independizaría de la compañía familiar. Los brazos de aquel tosco sujeto lo sostuvieron haciéndolo volver al presente, mientras lo acomodaba a un lado, mientras él avanzaba sin decir ni una palabra, ignorándolo por completo. Mu quedó en el sitio donde lo dejaron por unos momentos, eso había sido lo más extraño del día. Al parecer nada estaba saliendo bien que dudaba que el resto de los días fueran mejores.

El sonido de la bocina daba el inicio del embarque, tomó sus maletas y avanzó junto con el resto de los pasajeros que querían abordar el Blue Sky Ferries. Echó una última mirada, preguntándose si todo esto era lo correcto, si era necesario para él pasar otra vez por ese sentimiento, si estaba en su destino. El nudo en el estómago le volvió a recordar lo que vendría de ahora en adelante. Camino por la plancha de madera y mostró su boleto a través de su teléfono celular, avanzando sin ningún problema. El ferry era amplio, por fortuna, subió hacia la cubierta yendo rápidamente hacía los laterales del barco, situándose en la borda.

Echó su cabeza hacia atrás y liberó su cabello de la coleta suelta que se había hecho esta mañana. La primera parte ya estaba hecha, no había marcha atrás estaba ya arriba del odioso barco y bueno, lo demás vendría como los dioses quisieran. Lo único que Mu deseaba en esos momentos era que su acompañante no llegara, así no se sentiría tan miserable y falso. Miró su celular revisando si hubiera llagado algún mensaje de esa persona, la verdad era que no quiso encontrarse con él ni una semana, ni un día antes, ni hoy en la mañana, eso hubiese sido bastante bochornoso y posiblemente hubiera cancelado todo, por lo que prefirió hacerlo sobre el ferry donde ya no tendría opción de negarse.

Deseaba con todas sus ganas de que no llegara, había rezado todos los mantras que había aprendido de niño e incluso rezó a los dioses olímpicos para que le concedieran ese deseo y así poder reclamar su dinero de vuelta, pero su suerte nuevamente le daba una mala pasada, porque apenas había guardado el celular en su bolsillo este había sonado y vibrado en el interior de este. Tomó de nuevo el aparato cansado de su suerte y miró la pantalla, debajo de la hora había una pequeña pestaña que destacaba, un pequeño mensaje de su misterioso acompañante.

—Estoy en el ferry, ¿has llegado? —por desgracia, pensó.

—No tuve otra opción —texteó. Otra vez ese nerviosismo, ¡por todos los dioses! Si hasta sentía que sudaba frío otra vez, ¿sería muy mala idea arrojarse al mar?. Claro, Shaka lo mataría, sin él no habría anillos de bodas.

—¿Dónde estás? —recibió como respuesta, por su mente pasó darle una indicación errónea, mandarlo a la proa por ejemplo.

Volvió a leer el minúsculo mensaje, ¿eran sus nervios o este tipo era algo parco?. Bufó tomando su celular para decirle su ubicación cuando en ese instante a su mente llegaba una pregunta que no se había hecho antes, ¿Cómo sería aquel sujeto?, por teléfono su voz era muy grave, recordó golpeando suavemente el borde del celular contra su mentón, cerró sus ojos e intentó hacerse una imagen de él, se lo imaginó muy moreno, cabello corto y rizado, como un cantante de Jazz. No, pensó. Quizás un hombre más adulto, quizás cincuenta años, canoso, cabello prolijamente cortado, adicto al whisky, así como los inversionistas que frecuentaba o sus clientes viejos verdes.

—Estoy en el borde izquierdo, cerca de las salidas de emergencias. —Texteó. Para lanzarme al mar en cualquier momento, pensó en seguida. Ahora otra idea se venía a su cabeza, tal vez era un hombre mayor, más bajo que él, calvo y con un habano en la boca y una copa de Martini en la mano, como un gánster. Se estremeció ante eso y con solo pensar en el olor del cigarrillo mezclado con el alcohol le dio un asco horrible. Definitivamente el cantante de Jazz era lo mejor de lo peor.

Mu se volvió hacia el borde del barco para mirar la inmensidad del mar, ahora que lo pensaba a su totalidad, no sabía nada de él, con suerte conocía su nombre, si es que era su nombre verdadero en primer lugar. No sabía su edad, donde vivía, su nacionalidad, ¡no sabía nada!, jamás quiso encontrarse con él antes del día de viaje. Y es que estaba tan molesto y contrariado que no quiso hacer nada hasta el día de hoy, y ahora se arrepentía un poco, bien podría ser un estafador, un psicópata o un asesino violador que vendería sus órganos en el mercado negro.

¡No!, debía quitar esos pensamientos de su mente, las novelas criminalísticas le estaban dando muchas ideas.

Suspiró mirando el horizonte, el claro cielo griego y una masa de tierra que dejaban atrás. Si tan solo ese día no hubiera bebido tanto él ahora estaría solo, intranquilo, pero con la seguridad de que ningún maniático pudiera hacerle algo. Su mente volvió al día en que bebieron vino con Milo en su casa, no recordaba la última vez que había bebido de esa forma. Lo último que recordaba era la estúpida idea de Milo en buscar a alguien para llevar a la boda de su amigo.

Ahí fue donde todo había comenzado, él se había ido a acostar pensando en que todo estaba bien. De hecho, todo parecía estar bien hasta que el efecto del alcohol se fue de su sistema al día siguiente.

Había amanecido con un dolor de cabeza insoportable por beber demás. Recordaba cómo horas después, bajo el encanto embriagador del vino y las risas, hipotetizaban un posible encuentro él y su ex y lo que podrían hacer para llamar la atención de su ex. Y ahora que rememoraba todo lucidamente podía decir que había sido la peor y la más ridícula idea de su vida.

No fue sino hasta unas horas después cuando su celular sonó, la notificación de un nuevo correo electrónico yacía brillante en la pantalla de su celular, y Mu lo había abierto creyendo que sería un mensaje de su secretaria, pero grande fue su sorpresa al leer…

Estimado Sr. Paudel:

Me es grato informarle que he recibido satisfactoriamente el pago por su servicio de compañía masculina, me contactaré con usted para afinar los detalles de nuestro acuerdo.

Atte.
Saga G.

Se había quedado estático con el celular en la mano, y con un dolor de cabeza creciendo cada vez más. Un sonido agudo le zumbó en los oídos y casi pudo decir que se quedó sin aliento por unos buenos segundos. Las palabras "compañía masculina" se le repetían en su mente una y otra vez. Esto no podía estar pasando, respiró profundo recordando mantener la calma para pensar con claridad, cerró los ojos. Al cabo de unos segundos le envió un correo a la cuenta de la persona correspondiente, ese tal Saga debía estar en un error, porque él no había hecho ninguna transacción, de eso estaba seguro.

Estimado Sr. Saga: Me parece que está en un error, yo no he contratado ningún tipo de servicio de compañía —hablaba en voz alta mientras escribía su correo—, ha debido de confundirse de persona, espero pueda corroborar bien los datos de su cliente, para que no cause algún inconveniente. Buenas tardes. —tecleaba firmando con su nombre— Sí, eso debe ser un error, eso ocurre con frecuencia. —se decía restándole importancia al asunto mientras bebía su café en su cama y lanzaba el juguete que Hamal había traído.

No obtuvo respuesta.

Habían pasado al menos unas tres horas y nada había pasado, por lo que se permitió respirar en paz de una buena vez. Si él hubiese estado equivocado le habría llegado un correo en cuestión de minutos.

Se levantó de la cama y fue a su armario por una toalla cuando el sonido de un nuevo mensaje llegó a sus oídos. Su corazón se aceleró un poco, debía ser otra cosa, quizás un anuncio de alguna casa comercial pensó para sí mismo intentando autoconvencerse. Sin embargo, no miró el celular, se quedó ahí de pie un buen tiempo, ¿a qué le tenía miedo?, ¿a un desconocido que se había equivocado de sujeto?. Serio y con paso tranquilo se acercó al aparato, lo tomó entre sus manos y desbloqueó la pantalla, abrió su correo y leyó.

Sr. Paudel:

Creo que el que está en un error es usted, tengo un registro con sus datos personales y la copia de la transacción que usted hizo ayer, siete de junio a las 22:03 hrs. Le adjunto los datos antes mencionados…

No leyó nada más y fue directo a los archivos adjuntos, los descargó y al revisarlos casi se le cae la cara de la impresión. Ahí estaba la inscripción, sus datos personales estaban ahí, su número de identificación, su número de teléfono e incluso su dirección.

Siguió con el siguiente archivo dándose valor, ahí estaba la copia de la transacción, el número de su tarjeta de crédito, la fecha y hora que era la misma que salía en el correo y ¡por todos los dioses!

—¡Cinco mil dólares! —gritó mientras se dejaba caer lentamente sobre la cama, no lo podía creer, había una inscripción a su nombre, con su dirección y todo, por un servicio de compañía que cuesta nada más ni nada menos que cinco mil dólares, ¡esto era una estafa!.

Volvió al correo buscando algo más que pudiera decir el sujeto y lo único que encontró fue una indicación en posdata: Mantenga su celular a mano, lo contactaré en unos minutos.

El teléfono vibro y una canción predeterminada salió del aparato, Mu arrojó el celular y calló al piso con un sonido seco. Se acercó para ver el número, era un número desconocido. Tragó saliva, y respiró profundo, repitiendo que todo tenía solución, era cosa solo de hablar y decir que es una estafa que el nunca contrató el servicio y que deseaba cancelarlo, eso era todo.

Todo estaría bien. Se repitió.

Tomó el aparato que aun sonaba y deslizó su dedo por la pantalla.

Diga —dice reponiéndose de tan estúpida reacción.

¿Mu Paudel? —pregunta una voz grave por el otro lado del teléfono, había algo en esa voz, era como… seductora.

Ssi, habla con él, —la voz le temblaba un poco, les rezaba a los dioses que esto no fuera nada más que un malentendido.

Buenas tardes, hablas con Saga Géminis, ¿cómo estás? —la voz era pausada, bien modulada y atrayente.

Bien, gracias. Verás creo que hay un problema aquí, todo lo que me enviaste figura que fui yo quien te contrató, pero la verdad es que no ocurrió, esto debió haber sido un tipo de estafa o hackeo, porque yo no he hecho ninguna transacción. —había dicho ya más controlado.

Lo dudo, todo esto es totalmente seguro. —le respondió la voz grave.

No, es que no lo entiendes, no fui yo quien hizo este contrato, yo-yo no necesito de este servicio, así que quiero pedirle, por favor que cancele la transacción y el servicio. —Respiró profundo.

Mu, eso no es posible, no hago devolución de dinero, eso está en la política de servició que se envió ayer por la noche a tu correo. —que, ¿qué?, casi escupe el café ante la noticia, ¿Cómo que no puede?, ¿Qué política de servicio?, ¡Demonios!.

¡¿Qué?! ¿Cómo que no se puede devolver el dinero? —intentó de calmarse luego de casi morir ahogado por su propio café, esto no podía estarle sucediendo— Debe haber una forma de…

La única forma es aceptar el servicio. Ya lo he dicho antes, no hay devolución. —Aquella voz que se sentía tan complaciente a sus oídos, había cambiado abruptamente de tono, a uno más rígido y serio. El sujeto al otro lado del teléfono parecía estar perdiendo la paciencia, mientras Mu perdía la cabeza.

El shock le duró varias horas y las últimas palabras resonaron insistentemente por varios días más. No sabía cómo había llegado a dicho contrato, ni como deshacerlo. Pues bien, sí, había una, en una parte de las condiciones de contrato decía que si el sujeto en cuestión no asistía o no llegaba en el límite de tiempo permitido de una hora el contrato se cancelaría automáticamente con previa certificación del hecho.

Esa era su única esperanza.

Posteriormente las conversaciones a lo largo de los días eran por correo o alguna que otra vez por teléfono, hasta la última que había sido una semana antes de la fecha de embarque donde habían quedado en qué día, a qué hora y en qué ferry se embarcarían a Mykonos.

Así es como había sucedido y ahora estaba ahí esperando a que un rayo saliera de la nada y lo golpeara para que acabara con su maldita existencia. Si tan solo no hubiera sido tan confiado, tan ingenuo, tan torpe, pero ya basta de lamentarse, lo hecho, hecho estaba y no había vuelta atrás, ahora solo esperaba que esos cinco mil dólares valieran la pena y que definitivamente fuera el cantante de Jazz y no los otros dos sujetos de su imaginación.

—¿Te marean los barcos, Mu? —esa voz grave llegó a sus oídos y lo hizo respingar del susto, se giró con algo de desconfianza, imaginándose a los tres sujetos de su mente frente a él.

—De hecho, buscaba una forma de escapar —pronunció bajito lo último, le echó una mirada a la persona que estaba frente a él sorprendido tragándose cada uno de sus amigos imaginarios. El hombre allí era alto, trigueño, aparentemente solo un poco mayor que él, guapo. El hombre vestía unos jeans oscuros, una camisa blanca a medida, con los primeros botones sin abrochar y las mangas hasta los codos, el cabello azul suelto nada vulgar. Parecía sacado de un catálogo. No sabía cuánto rato se había quedado mirándolo, esperaba que no fuera mucho.

—No dejaré que lo hagas —otra vez su voz grave y una sonrisa seductora. Lo vio acercarse, demasiado, y sus alarmas se accionaron, seguía siendo un desconocido posible psicópata, estafador, violador, asesino y vendedor de órganos. Por lo que era mejor mantener las distancias.

—Es un gusto conocerte. —dice colocando su mano entre ambos como signo de saludo. El tal Saga se quedó por unos segundos intrigado, pero accedió al saludo. Estrechando su mano abarcando por completo esa blanca extremidad con la suya apretando sin ser brusco moviendo de forma lenta.

—Lo mismo digo, todo un placer —dice lo suficientemente cerca. Mu tragó saliva, intentando quitar su mano de aquella más morena. Ya viéndose por fin liberado le da una mirada, ¿era idea suya o lo había visto antes?.

—Así que Saga Géminis, ¿en serio es tu verdadero nombre? —decide preguntar, Saga se sitúa a un lado de él apoyándose en la baranda del barco con sus manos en los bolsillos.

—Es el único que debes saber —responde, Mu lo mira queriendo saber que significaba eso, el peliazul le devuelve la mirada con el ceño fruncido— ¿Algún problema con eso? —Entonces ahora lo recordaba, era él mismo tipo malhumorado que había chocado anteriormente hace algunas horas.

Al parecer su malhumor es lo único verdadero. —piensa, y es que no era la primera vez que lo escuchaba hablar en ese tono tan autoritario. En algunas ocasiones cuando habían hablado por teléfono tenía esa forma de hablar que no agradaba mucho a Mu— No, no hay problemas, mientras menos cosas sepa de ti es mejor, de todas formas, no volveremos a vernos después de que esto termine —dice, sus cabellos lilas se mueven bailando entre la brisa que salía, era sumamente agradable.

—Eso dicen todos, después buscan más —replica confiado dándole apenas una mirada.

—Así será. No tengo intenciones de seguir frecuentando contigo —la verdad era que no tenía otra opción—. Solo lo hago porque no me diste otra opción, si no estaría botando cinco mil dólares a la basura.

—No recuerdo haberte obligado a contratar mis servicios. —touché, definitivamente el cantante de Jazz era mejor opción, pensó, no solo era gruñón y mandón, sino que también descortés. Vaya tipo.

—Eso fue un error —replicó molesto. Odiaba de por sí la situación y odiaba que le recordara su estupidez y se odiaba a sí mismo por su nulo juicio y sobre todo por pensar que era guapo.

—No, claro que no, fue desesperación. —Le dijo cruzándose de brazos. Mu abrió la boca y se contuvo de decirle un par de improperios, no sacaría nada con recriminarle lo que en su fuero interno sabía que era cierto, pero, aun así ¿Qué se creía este tipo?, no esperaba que fuera amable o condescendiente, pero esto iba más allá.

—Para tú información eso no te incumbe, no me interesa que es lo que pienses, sino que cumplas con tu trabajo. —dijo colocándose frente a él, no podía dejar que hiciera lo que quisiera, aunque tuviera algo de razón—, si no, bien puedes devolverme el dinero y marcharte en busca de otro cliente. —se había quedado mirándolo, hoy había salido de su normal calma por segunda vez.

Saga le dio un vistazo sin moverse de su sitio, no era tan inocente como lo había pensado, bien, eso ponía las cosas más interesantes. Si había algo que a él le gustaran eran los clientes fuera de lo común y él estaba entrando en ese pequeño círculo. Al principio no lo había reconocido, pero era obvio, esa cabellera lila y esa mirada felina eran algo que no se veía todos los días.

Cuando chocó con él en el puerto, apenas si le había puesto atención, para él no había sido más que un chiquillo, pero había algo que se había quedado grabado en su memoria, sus ojos, tenía unos ojos que seducían, unas fuentes de agua verde verdaderamente hermosas. Y cuando se dirigió a él en la cubierta y se volteó, ese mismo par de ojos, más su carita de no romper ningún plato estimularon su imaginación. Lo llevaron a imaginarlo en la recamara de la habitación con poca ropa y a poca luz.

Pero, él bien sabía que las apariencias engañan y no se había equivocado, aquel hombre que parecía ser un ángel tenía su carácter y eso le agradó aún más. Ahora, solo debía esperar a que estuvieran solos y podría recrear su imaginación. Solo era cosa de tiempo.

—¿Te ocurre algo? —escuchó, volviendo a la realidad. Mu lo miraba con desconfianza. El moreno se relajó y esbozó una sonrisa, se inclinó hacia adelante y Mu dio un paso hacia atrás.

—Tienes razón. Cuanto lo siento. —Le dice, mirando la boca del pelilila, luego a sus ojos— Ya es muy tarde, te invito a almorzar. —Mu estuvo a punto de protestar cuando Saga cargó en uno de sus hombros su bolso y en su otra mano la maleta de él y avanzó hacia el pequeño restaurant que tenía al interior.

Mu lo siguió acomodando su bolso de mano, negando con la cabeza, pensando que era un tipo muy extraño y que era mejor mantenerse alerta. Solo esperaba que esta semana pasara en un parpadeo, miró por última vez su reloj de pulsera, faltaban aún cuatro horas. Avanzó siguiendo la silueta de aquel hombre, no podía negar que era atractivo y como no si su trabajo dependía de ello. Ahora por su mente pasaban otras cosas, como ¿Tendrá familia?, ¿Esposa?, ¿Hijos?, ¿Tendrá un trabajo aparte de este?. Se recriminó por su curiosidad, no podía seguir alimentando su mente con más preguntas, porque sabía que tarde o temprano tendría la necesidad de saber las respuestas, por lo que intentó eliminarlas de su sistema, pensando en otra cosa, ¿y qué es lo que más consume la mente de una persona?, trabajo.

Tomó su celular y revisó su agenda personal y correo. Con todo este asunto había olvidado que dentro de quince días tenía su exposición y debía afinar los detalles de su presentación. Por lo que mandó un correo a su secretaria para que lo mantuviera al tanto de los avances, si habían llegados los pedidos que había hecho, si las piedras habían sido pulidas, etc.

Cuando llegó al interior revisó la sala, el restaurant estaba hermosamente iluminado, mesas sencillas pero que daban un ambiente acogedor, unas plantas situadas estratégicamente para que atochara el lugar visualmente, se acercó donde Saga estaba, en una mesa situada en el ventanal que daba la vista al mar. Era una mesa para dos, Mu se sentó frente a él, a los pies de la mesa se hallaba su maleta.

—¿Les tomo su orden señores? —pregunto uno de los meseros, un joven delgado con el cabello rizado.

—Si, para mí un menú vegetariano, por favor. —comenta el ariano primero, Saga no le quita la mirada- Y un té de frutos rojos -Finaliza.

—Para mí el menú principal y una copa de vino —El mesero tomó la orden y se retiró- ¿Eres vegetariano? -preguntó casi de inmediato.

—Si, desde siempre —comentó.

—¿Jainista? —preguntó Saga. Mu lo observó con detenimiento y algo asombrado.

—Cerca, pero no tanto, tibetano, nací en Nepal. Y aunque la tradición familiar es ser vegetariano, yo lo soy porque en realidad no me gusta la carne. —Responde.

—Nepalí, no decía eso en tu inscripción, —eso lo descolocó, en verdad ese tipo había leído todo de él- aunque eso explica las marcas en tu frente.

—Estoy nacionalizado griego desde hace años. —respondió omitiendo su último comentario. El mesero traía sus órdenes y las colocó el correspondiente a cada uno.

Se hizo un silencio luego, ambos se concentraban en comer, Mu de vez en cuando chequeaba su celular cada vez que se enviaba un mensaje. Saga no le perdía la vista, en su inscripción salía que tenía treinta y tres años, pero se veía más joven. No parecía ser el típico de su edad, era bastante callado, calmado a simple vista, excepto en esa ocasión ahí arriba. La primera vez que habló con él tenía una impresión de ser alguien inseguro, más ahora viéndolo no había nada de eso. Saga bebió un sorbo de su copa, recordando que en uno de sus correos Mu le había dicho que el evento que lo acompañaría sería una boda.

—¿Para qué quieres compañía para una boda? —preguntó finalmente, Mu levantó la cabeza de su teléfono algo sorprendido por la pregunta.

—Yo… -no sabía que decirle, la verdad no recordaba haber platicado con él anteriormente sobre ese tema. No quería sonar patético— Ya deberías imaginarte —dijo con las mejillas coloradas y la mirada puesta en la ventana.

—Bien, supongo que es para ser tu novio por unos días, si es así necesito saber cosas de ti —de reojo podía ver como ese hombre parecía ponerse cómodo, mientras con su mano movía lentamente la copa de vino.

—Cosas, ¿qué cosas? —Mu preguntó a la vez que volvía a verle a la cara. No sabía cómo catalogar si Saga lo hacía como mera cuestión de trabajo o había algo más oscuro detrás. Era tan difícil de leer que lo inquietaba.

—¿A qué te dedicas?, por ejemplo —La comida había desaparecido y el mesero había retirado todo de la mesa, solo estaban ellos sin más distracciones.

—Soy geólogo —responde— ¿Y tú a qué te dedicas?, aparte de esto obviamente. —Saga levantó una ceja y Mu volvía a ruborizarse, no tenía que recordarle lo que había dicho en la cubierta, pero no era solo por curiosidad, solo intentaba hacer equitativa la conversación— No es que me interese, pero no puedo andar diciendo por ahí que eres un caballero de compañía.

Saga bebió otro trago y lo meditó.

—Eres tú quien me contrató, eres tú quien elige, dime ¿qué deseas que sea? —Como un muñeco, pensó. En eso se basaría, en jugar con el muñequito a medida que se desarrolla su fantasía. No era algo que a él precisamente le gustaba, siempre fue muy respetuoso con cada persona que conocía, que el pensar siquiera en usarlo a su conveniencia era algo totalmente repugnante.

Pero qué diablos estaba pensando, ¡él lo había contratado!.

Toda su moral se estaba contradiciendo y solo habían intercambiado un par de preguntas y definitivamente él no ayudaba a su confundida conciencia, había algo en la mirada de ese hombre que lo hacía ponerse incómodo.

—No, no. Te lo dejo a ti, ya es suficiente con decir que eres mi novio. —

—Mu, si tanto te incomoda mentir frente al resto, ¿Por qué contratarme en primer lugar? —Eso lo hizo pensar.

—Fue una estupidez, además, no me diste opción ¿recuerdas? —Saga se quedó callado. En realidad, Mu no quería decirle que lo había hecho estando ebrio y menos para darle celos a su expareja.

—¿Algo que deba saber antes de que lleguemos? —Saga fijaba su mirada el pelilila, algo en él le decía que había algo más, que su papel no era solo estar ahí y pretender ser el novio de alguien. Además, Mu no parecía de las personas que necesitaran contratar a alguien, el hombre es guapo, a lo lejos se veía que tenía una situación económica buena, el reloj que tenía en su muñeca lo delataba. A simple vista era alguien educado, gentil. No veía la necesidad de contratar a alguien cuando podría tenerlo en cualquier otro lado como lo hacía la gente normal.

—Ahora que lo mencionas, sí. Verás es la boda de mi mejor amigo. Nos conocemos desde la universidad… —Comenzó a hablar, Saga escuchaba con atención recogiendo toda la información posible- La ceremonia será en la playa, la cena y la fiesta serán en el hotel.

El resto del viaje resultó menos tenso que al comienzo, hablaron de cosas triviales, además del gusto de la comida, le contó de cómo había conocido a sus amigos, series, deporte, coches. Mu resolvió que Saga no era un hombre tan superficial, al tipo no le faltaban temas y se desenvolvía muy bien con la plática, el menor apostaba que se debía a su profesión y en una idea malintencionada no pudo evitar compararlo con una geisha masculina, pero no se lo diría, eso sería muy grosero.

La noticia de la llegada a la isla llegó más pronto de lo que pretendía que fuera, ambos se levantaron de su asiento con sus maletas y salieron a cubierta, el moreno iba al lado de Mu, algo que aún le parecía incomodo, a pesar de la buena plática no podía bajar la guardia con aquel encantador sujeto.

Cuando ambos pisaron el puerto fueron recibidos por Shaka. Mu se acercó dándole un abrazo, hacía años que no lo veía y aunque no había cambiado casi nada, no pudo evitar en mirar la mano donde guindaba el anillo de compromiso.

—Cuéntame, ¿cómo estuvo el viaje? —Shaka preguntó ayudándole con su equipaje de manos. El rubio parecía ser alguien bastante simple y serio.

—Tranquilo. —respondió a su vez. Saga se acercó entonces rodeando con una de sus manos la cintura del pelilila, quien se estremeció ante el sorpresivo contacto, no esperaba que actuara desde el minuto uno, pero no podía quejarse y tendría que mantener su autocontrol si no quería que lo descubrieran.

—¿Es tu novio?, Bienvenido soy Shaka Ghoshal —dice Shaka estrechando su mano, estaba intrigado, Mu no le había comentado de ningún novio sino hasta hace apenas unas dos semanas y no había dado demasiados detalles del asunto y él sabiendo como era de quisquilloso con sus temas personales no quiso seguir indagando más. Que se haya olvidado por fin de su ex era mejor que nada.

Saga le devuelve el saludo.

—Un gusto Saga Géminis —responde. Ofreciendo una sonrisa sin quitar la mano de la cintura del pelilila—. Felicitaciones por tu compromiso, Mu me ha hablado mucho de ti. —

—Gracias, me encantaría poder decir lo mismo, —comenta pasando su aguda mirada celeste por ambos. Shaka sabía que su amigo le debía una historia, pero lo dejaría para más adelante— pero imagino que están algo cansados, ¿Por qué no vamos al hotel? ahí podrán descansar, Milo y Camus llegarán antes del anochecer. —comentó avanzando para que la pareja lo siguiera.

—Seguro. —dice Mu regalándole una sonrisa nerviosa, esperaba haber convencido a su amigo, él era demasiado perspicaz y temía que se diera cuenta de que algo extraño ocurría.

—Y dime Mu, ¿cómo va el trabajo?, oí que a la tienda le está yendo de maravilla. —dice mientras caminaban. Saga escuchaba atento la conversación, así que su cliente no solo era un degustador de piedras, sino que también tenía su propia tienda.

—Muy bien, gracias. Este año nos ha ido bastante bien, nos hemos dado a conocer en muy poco tiempo, tengo unos proyectos grandes que espero funcionen. —Mu dice con orgullo. Él había logrado sacar su carrera y hacer lo que más le gustaba desde cero.

—Bien, me contarás eso más tarde y dime, ¿trajiste eso? —preguntó casi bajito.

—Si, aquí lo tengo —Mu se metió la mano a los bolsillos y sacó la cajita dorada, dispuesto a entregárselo a su amigo.

—Aun no, quiero que sea una sorpresa. —El que Mu le haya traído los anillos de matrimonio era lo más emocionante y a la vez estresante. No era alguien apegado a gustos caros, ni mucho menos a cosas materiales, pero lo que había allí era algo distinto y aunque se moría de ganas por verlos, se aguantaría toda esa curiosidad hasta el día de la boda.

—Si eso quieres -ríe y se vuelve a guardar la caja en el bolsillo— ¿Dónde nos quedaremos? —Agradecía que su amigo hubiera hecho la reservación por él, ya que con todo el ajetreo de su mente ni siquiera había pensado donde se quedaría a dormir, así que cuando Shaka lo llamó para decirle que se quedaría en el mismo hotel que él y Aioria, fue un relajo a sus músculos y a su mente de una manera que no podría imaginarse jamás.

—Te hice una reserva en el Rocabella, Aioria y yo hospedamos ahí también. La ceremonia será en la playa del hotel. —Eso sonaba bastante pacífico y romántico, de seguro ambos se habían acoplado de tal manera de mantener los gustos de cada uno, sin muchas ostentosidades.

—Tenías todo planeado, ¿eh? —bromea dándole un pequeño empujoncito a su rubio amigo.

—En realidad no, Aioria planeo todo, si hubiera sido por mí, me casaría en las montañas —dice medio en broma, medio no.

—Era de esperarse. —Aioria podía ser muy apasionado la mayoría de las veces, incluso podría haber hecho la ceremonia en Dubai si pudiera, pero reconocía que el estar aquí con algo tan privado como un matrimonio en la playa, solo se debía que pensaba en la felicidad y comodidad de su pareja y eso era algo hermoso.

Ellos habían tenido tantos altos y bajos en su relación, que era muy difícil pensar que en algún momento ellos pudieran concretar su relación a algo más serio, la impulsividad de Aioria era muy desbordada para la pacificidad de Shaka, por lo que tuvieron quiebres, problemas, distanciamientos, pero siempre volvían, ambos resolvían sus problemas y se acoplaban a cada una de sus características.

Cada día era un renacimiento.

Llegaron al estacionamiento donde Shaka tenía su auto, los tres subieron y partieron rumbo al hotel, afortunadamente para ellos no era tan lejos, pero durante el recorrido Mu se quedó encantado con las fachadas de los alrededores, llevaba años viviendo en Grecia y jamás había visitado las islas, había estado sumergido en sus proyectos laborales que nunca se había dado el tiempo para descansar en uno de esos lugares.

Quizás si las cosas resultaban él podría volver a este lugar, sin mentiras de por medio.

El hotel era bien central, una fortaleza de piedras con una vista preciosa de la playa. En el centro de los terrenos del hotel ya se estaba armando todo para la boda, telas, flores y luces. Entraron en la recepción, un lugar amplio con el piso que brillaba como el mármol, Shaka se acercó al recibidor donde el hombre de unos cincuenta años le entregaba una tarjeta banca.

—Ten, esa es la tarjeta de la habitación, pueden descansar, Aioria tiene planeado hacer una fiesta de bienvenida a las diez en la piscina, ya sabes cómo es. —le comentó Shaka con un movimiento de hombros, podría haber domesticado al león, pero Aioria siempre haría algo divertido para estar con las personas que quería— Yo aún tengo que ver el tema de la comida así que, estaré algo ocupado, nos veremos a la noche. —

—Gracias. Nos vemos. —dijo Mu. Saga dio una cabezada de despido y fue con Mu a la habitación.

Al llegar Mu quedó maravillado, la habitación era completamente blanca con unas lámparas hechas de mimbre colgando en el techo, la cama estaba en una de las paredes y en un costado un gran ventanal de cortinas blancas que daban una vista maravillosa del mar. Afuera del ventanal un pequeño sitio con dos sillas de mimbre y una mesita del mismo material. Inspeccionó las salas de baño, una tina amplia con puerta corrediza, las baldosas de un color marrón claro y la luz tenue daban una impresión de ser bastante relajante.

—Es hermoso, —comentó inspeccionando cada lugar— Aioria tiene un buen gusto para los hoteles. —comentó más para sí mismo, conocía perfectamente a sus amigos y sabía que si de Shaka dependiera el matrimonio sería en un lugar alejado de la sociedad, el desierto del Sahara sería lo más apropiado para él.

—¿Nunca habías venido? —preguntó saga quien había dejado su maleta a un lado de la habitación y se disponía a desabotonarse la camisa.

—Jamás, aunque creo que quizás lo haga en otra ocasión… —estaba tan embelesado que no ponía atención en otra cosa que no fuera los detalles de la habitación, hasta que su vista periférica captó algo extraño— ¿Qué haces? —preguntó extrañado viendo como su acompañante se quitaba la camisa.

—Tomaré un baño, ¿quieres venir? —preguntó mientras se acercaba a Mu, si con ropa ese hombre era atractivo, sin su camisa era encantador, bronceado, espalda ancha, brazos marcados, pectorales y abdomen definido, esto iba mucho más allá que el cantante de Jazz, el viejo verde o el mafioso.

Mu caminó hacia atrás hasta que su espalda dio con una superficie dura, se vio sin escapatoria cuando Saga llegó ante él, podía oler perfectamente el perfume de él, amaderado, olía bien. Saga llevó uno de sus brazos a uno de los lados de Mu y este intentó mantener la calma lo mejor que pudo sin despegar sus ojos de la mirada jade. Unos ojos verdes, tan atrayentes. El griego retrajo su brazo abriendo una de las puertas del closet donde Mu estaba apoyado y saco una de las toallas, retirándose al instante.

Mu suspiró aliviado y abochornado, estaba maximizando las cosas, parecía un paranoico. Quizás a él le vendría bien una ducha fría, debía quitarse toda esa tención y nerviosismo de su cuerpo, antes que estos le pasaran la cuenta.

Esperó a que Saga entrara en el cuarto de baño para ir en busca de su maleta, registró con cuidado sus cosas y sacó de allí su computadora, tenía algo de tiempo para avanzar en su tan importante presentación, solo esperaba poder terminarlo antes que el matrimonio acabara.

Se acomodó sobre la cama con la computadora, leyendo los correos que su secretaria le había enviado durante el viaje. Estuvo tan enfrascado en su trabajo que no sintió la puerta del baño abrirse, ni tampoco vio cuando Saga salía de allí. Él seguía tan absorto en sus apuntes, acostado de lado en la cama tecleando o revisando algunas cosas en su celular. Saga lo siguió con detenimiento mientras se secaba el cabello con una pequeña toalla blanca. La mirada seria y calmada de él, se preguntó si sería así en todos los aspectos de su vida, de vez en cuando veía como este curvaba la boca, como sus parpados ocultaban ese mar verde, la cascada lila que tenía caían libres por su costado, tan brillante y sedoso. Se quedó observándolo un tiempo más, hasta que Mu levantó la cabeza.

—¿Ocurre algo? —preguntó. Había tenido la sensación de que alguien lo observaba y así era. No sabía por qué, pero saberse con la atención de él le hacía ponerse incómodo.

—Estabas muy concentrado —le dijo. Saga se acercaba a los pies de la cama, tenía la toalla envuelta en su cintura y con la otra se secaba el cabello. No podía negar que era bastante atractivo, el color de su piel hacía juego con su color de ojos, tostada, con algunas gotas de agua aun decorándolo.

Su mente se sacudió, no podía quedarse viéndolo, no quería darle ideas incorrectas— Es solo trabajo —dijo, despejándose la garganta, guardó el archivo en el que trabajaba y cerró la computadora. Se levantó de la cama y ordenó su ropa en el armario, aún bajo la aguda e incómoda mirada de su compañero.

—Por favor no hagas eso —dijo finalmente. La situación le estaba fastidiando un poco.

—¿Hacer qué? —el moreno se quitó la toalla de la cabeza acomodando su cabello con las manos.

—Observarme. —respondió, mientras seguía con su labor de ordenar sus pertenencias— Es incomodo y descortés. —Le reclamó dándole una mirada severa. Saga torció su boca en una sonrisa arrogante, cosa que no le gustó a Mu.

—¿Traes trabajo a tus descansos? —cambió radicalmente el tema mientras tomaba su maleta y la colocaba sobre la cama sacando la ropa que traía.

—Afino algunos detalles —comentó mientras miraba de reojo, para asegurarse que no lo estuviera observando de esa forma. Mientras tomaba lo necesario para darse una ducha.

El silencio se hizo en la habitación, Saga siguió con su tarea de ordenar su ropa. Por un momento pensó en vestirse frente a él, pero desistió a la idea casi de inmediato, sería demasiado para su amiguito. Lo vio entrar al baño mirándolo con desconfianza, eso le causaba gracia. Sin duda no era lo que estaba esperando, por lo general, si alguien pedía su compañía el sexo estaba indiscutiblemente de por medio, pero con él parecía ser lo contrario. Era bastante reservado, callado y desconfiaba como si fuese a matarlo.

Mientras Mu se duchaba, le había dado tiempo para vestirse, en la isla hacía bastante calor, unos jeans crema hasta la rodilla no le vendría mal, junto con una camisa de mangas cortas. Se sentó en la orilla de la cama y pasó ambas manos por su cara fastidiado, tal parecía que sería uno de sus trabajos más aburridos y tendría que esperar seis días más para que todo esto terminara y volviera a pisar Atenas, pero bueno, eran cinco mil dólares solo por fingir ser el novio de alguien más y eso para él era pan comido.

Eso sí, esperaba tener un poco más de diversión, quizás podría convencer a su desconfiado amigo y así darle algo de motivación a sus días más allá de intercambiar un par de palabras.


¡Hola Querubines!

Hace mucho que no subía nada de esta pareja y bueno el año no ha estado muy apañador, ha sido algo difícil tener tiempo para poder crear algo, ha sido un caos, pero espero que las cosas se relajen un poco y el cielo me de algo de imaginación para seguir.

Espero de corazón que les guste este fic, es algo raro y por favor no me maten por los clichés tan repetitivos y por los dedasos que puedan encontrar.

Un abrazo virtual para todos y nos leeremos más a delante.

Pd: Aprovechando la fecha les deseo una feliz navidad a todos y un feliz año. Esperando que este año nuevo les de a todos vida, salud y fuerza para avanzar, los quiero.