24 de diciembre de 2011

Los eventos realizados por la familia Malfoy para causas benéficas se han convertido en una especie de clásico de estas festividades. Después de que la guerra terminara, y de que todos los miembros de dicha familia hubiesen quedado libres gracias al testimonio dado en su defensa por parte de Harry (entiéndase, para Draco y Narcisa) y a las maravillas que pudieron lograr varias generosas donaciones de galeones al Ministerio (entiéndase, Lucius), los Malfoy habían tenido que lamer las heridas generadas a su reputación en absoluta soledad dentro de su mansión. Sin embargo, la sociedad mágica estaba lejos de ver el final de la familia Malfoy. De hecho, este pequeño traspiés sólo les había brindado la fuerza de voluntad y determinación necesarias para recuperar su lugar privilegiado dentro del mundo mágico.

Unos miles de galeones donados a diversos lugares estratégicos que quedaron devastados durante la guerra (como lo fueron Hogwarts, Hogsmeade y el Callejón Diagon), varias cenas de beneficencia para recaudar fondos para San Mungo, y unas cuantas llamadas por chimenea para cobrar ciertos favores fue todo lo que esta astuta familia necesitó para volver, una vez más, a codearse entre las personas más importantes de la sociedad. Sí, es cierto que las miradas de sospecha y reproche pueden observarse aún al día de hoy en aquellos magos y brujas que no encuentran dentro de sí el perdón de manera tan fácil, aunque eso no desanima en lo absoluto a los miembros de la familia Malfoy; por el contrario, los incentiva a redoblar sus esfuerzos para demostrarles que tienen tanto derecho como ellos de estar aquí.

Es que, después de que Lucius Malfoy hubiera comprendido (finalmente y luego de ser amenazado tanto por su esposa, como por su hijo) de cambiar sus nefastos pensamientos acerca de la pureza de la sangre, la sociedad mágica ya no tuvo una excusa plausible por la cual continuar haciendo a un lado a los Malfoy como si se trataran de una suciedad que desean esconder bajo la alfombra. Vamos, que ni siquiera Harry Potter, la persona con más derecho del mundo a continuar odiando al patriarca Malfoy, aún lo hacía. Sí, es cierto que Lucius Malfoy nunca sería la persona favorita de Harry, pero después de que éste se hubiera disculpado con él y los Weasley por su pasado comportamiento (todo esto bajo la atenta mirada de Narcisa), a Harry no le había quedado más remedio que dar el ejemplo para sentar un precedente y perdonar al mayor de los Malfoy. Claro que esto nada tuvo que ver con el hecho de que Harry creyera, incluso por ese entonces, que sería algo sensato llevarse cordialmente con la persona que podría llegar a convertirse algún día en su suegro. No, ciertamente su perdón nada había tenido que ver con ello, y él lo negará incluso bajo tortura.

Y así es como llegamos al día de hoy, otro veinticuatro de diciembre en el cual los Malfoy han abierto las puertas de su mansión para recibir a la elite de la sociedad en una cena de gala con baile, sólo con el único propósito de recaudar fondos para la caridad; bueno, uno de los propósitos, claro está. El hecho de que los Malfoy encuentren en estas veladas una oportunidad de hacer nuevos contactos y acuerdos para incrementar sus arcas en Gringotts es sólo una oportunidad colateral que se presenta. Sólo un tonto se negaría a aprovechar estas ventajas que se les ofrecen en bandeja de plata; y como los Malfoy pueden ser muchas cosas, pero tontos es algo con lo cual no pueden ser definidos, ellos con mucho gusto las aprovechan al máximo.

Harry observa a su alrededor todo ese despliegue de ostentación, pero contrariamente a lo esperado, no se siente fuera de lugar. De hecho, la decoración fina y muy delicada que Narcisa ha elegido para este salón le hace sentir cálido por dentro y como si estuviera dentro de una especie de cuento de hadas. Las paredes, las cuales son de un color marfil, tienen grabados muy ostentosos en ellas que le dan un aire refinado difícil de igualar. La chimenea tiene por encima un gran espejo de marco realizado con un metal dorado (el cual Harry supone que es oro sólido del mejor kilate), y sobre la encimera se encuentran ubicadas velas y una estatua que parece tener orígenes griegos. Sobre los lados de la chimenea se encuentran unos arbustos repletos de luces de hadas que han sido podados tan perfectamente que parecen haber sido conjurados con magia, lo cual no sorprendería a Harry si así fuera. Sin embargo, lo que más llama la atención del lugar no son los cientos de lámparas distribuidas en las paredes y el techo, las cuales iluminan la habitación con un brillo acogedor y luminoso; no, lo que capta la atención de todos los presentes es el enorme árbol de Navidad ubicado a un lado de la chimenea. El mismo ha sido decorado con adornos refinados en color dorado y plateado, mientras que de éste parpadean miles de luces blancas muy brillantes gracias a los cientos de hadas que bailan de una rama hacia la otra.

Todo esto en conjunto, hace del salón un lugar absolutamente maravilloso. Harry cree que, de existir un concurso para la mejor decoración navideña, los Malfoy sin lugar a dudas ganarían el primer puesto. Y si bien Harry está disfrutando de estar en un lugar tan bellamente decorado, aún no comprende del todo porqué aceptó venir esta noche. Sí, el hecho asegurar su presencia para que muchos magos y brujas compren una tarjeta y asistan con la esperanza de poder conversar con él es, posiblemente, una gran explicación a ello. Después de todo, eso de seguro incrementará las ganancias para cualquiera sea la obra de caridad que los Malfoy hayan elegido este año. Sin embargo, Harry sabe mejor que mentirse a sí mismo. Claramente, ese no es el único motivo por el que está aquí, parado en una esquina apartada del salón, y vistiendo su mejor túnica de gala; aunque Harry negará incluso bajo los efectos del Veritaserum el hecho de que sólo asistió para ver a Draco.

El rubor que quiere apoderarse de las mejillas de Harry al pensar en Draco (y lo bien que se ve con ese traje muggle de color azul que lleva puesto hoy) se interrumpe cuando Narcisa se acerca a él.

─¿Me acompaña a bailar esta pieza, señor Potter?

Narcisa pregunta en un tono educado mientras extiende su mano. Harry observa a la bella madre de Draco con la boca ligeramente abierta, y a pesar de que lo intenta, no encuentra ninguna excusa decente para reclinar la petición. Resignándose a su suerte, Harry suelta un imperceptible suspiro para darse ánimos, y toma la mano de la mujer. Una vez hecho esto, la dirige hasta la pista de baile, pero no sin antes advertirle sobre su destreza con el baile; o, mejor dicho, la no-destreza que posee.

─¿Está segura de esto, señora Malfoy? Nunca he sido un buen bailarín, y estoy seguro de que terminaré pisándola. ─Harry dice esto con una voz apenada, a la vez que siente sus mejillas colorearse. Grandioso, justo lo que él necesita, quedar en ridículo frente a quien le gustaría que fuera su suegra.

─¡Tonterías! Estoy segura de que, con la guía adecuada, serás un gran bailarín. Además, no creo que puedas ser una peor pareja de baile que la que fue Lucius cuando aprendió a bailar. ¡Oh! Y por favor, llámame Narcisa.

La señora Malfoy suelta una risita divertida, mientras utiliza sus manos para ajustar los brazos de Harry a la altura y lugar correctos donde ubicarlos. Harry, sin tener mucha idea de qué hacer, simplemente confía en ella y sigue sus indicaciones. Cuando ambos parecen estar listos, Harry comienza a dar los pasos necesarios para balancear a Narcisa por una pequeña fracción de la pista, aunque sus pasos son torpes y para nada agraciados. Afortunadamente, la bella mujer no parece interesada en burlarse de su incapacidad para bailar, y simplemente se dedica a observarlo con una astuta mirada brillando en esos ojos azules que tiene.

─En ese caso, puedes llamarme Harry. "Señor Potter" me hace sentir… viejo. ─Harry escucha a Narcisa reír ante su patético intento de broma, y es allí cuando descubre con fascinación que Draco ha heredado la misma risa contenida de su madre. No queriendo traer a la mente al objeto de sus deseos, especialmente cuando está bailando con la madre de dicha persona, Harry se aclara la garganta y vuelve a traer el tema del baile a colación. ─Y disculpa mi incredulidad, pero simplemente no puedo creerte cuando dices que tu esposo no solía saber bailar. Nadie que baile así hoy en día, puede haber sido tan mal bailarín en el pasado.

Harry dice esto último con un leve asentimiento de la cabeza hacia la dirección en la que Lucius Malfoy está bailando grácilmente con una bruja arrugada y bastante anciana que él cree haber visto sentada en las bancas del Wizengamot.

─Oh, créeme cuando te digo que, cuando estábamos en Hogwarts, Lucius era un pésimo bailarín. Honestamente, ese hombre parecía tener dos pies izquierdos. No fue hasta que yo le enseñé a bailar, que Lucius se convirtió en lo que es hoy en día. ─Dice Narcisa entre medio de risitas, mientras sus ojos brillan en lo que Harry supone que es un recuerdo de sus lecciones de baile con su esposo. Sin embargo, el momento de remembranzas dura poco, y Narcisa vuelve a sonreírle a Harry, antes de soltar algo que lo dejará más nervioso de lo que ya se encuentra. ─Por fortuna, Draco ha heredado mis genes para el baile, y nunca he tenido que enseñarle. Él simplemente tiene el ritmo en sus venas.

Harry se sonroja automáticamente ante la mención de Draco, y esto no pasa desapercibido en lo absoluto para la observadora Narcisa. Teniendo en claro que no encontrará un mejor momento que éste para llevar a cabo su parte del plan, Narcisa vuelve su rostro serio y observa a Harry con esa penetrante mirada que es capaz de hacer temblar incluso a su esposo; luego, dice: ─Voy a ser sincera y muy directa contigo, Harry. Realmente esperaba que hicieras un movimiento con mi hijo, y lo invitaras a salir. Si te soy completamente honesta, siempre he creído que tú tenías sentimientos por Draco.

Harry siente sus mejillas arder ante la inesperada confesión que Narcisa le está dando, y sólo atina a soltar una especie de inentendible balbuceo, antes de que ella vuelva a tomar la palabra para dejarlo aún más perplejo y nervioso de lo que se encuentra.

─Sí, realmente creía que mi hijo te gustaba, y sólo estabas tratando de buscar la mejor forma de hacérselo saber. Es por este motivo, que Lucius y yo no hemos estado interviniendo para presentarle candidatos adecuados a Draco. ─Narcisa hace una pausa para causar que la idea se asiente en la mente de Harry, y cuando parce que Harry está dispuesto a replicar algo, ella continúa con su confesión empleando ese tono firme y decisivo que provoca escalofríos en la espalda del Gryffindor. ─Sin embargo, los años han pasado, y tú no has hecho ningún intento por acercarte a Draco de esa forma. Al parecer, he malinterpretado tus sentimientos, Harry. Te pido mis más sinceras disculpas por haberme tomado el atrevimiento de asumir algo que claramente no es.

Harry se queda en silencio ante las palabras que Narcisa ha dicho, y aunque éstas le han brindado una excusa perfecta para no tener que confesarle a la madre de Draco lo que en verdad siente por él, no puede evitar sentir que algo muy pesado se instale dentro de su pecho. Harry no sabe a qué demonios se debe ese sentimiento, lo único que tiene en claro es que, sea lo que sea que Narcisa diga a continuación, será algo que terminará de destruir su vida para siempre. Y Harry tiene razón en temer esas palabras, ya que lo que Narcisa le dice a continuación lo deja más aterrado de lo que nunca ha estado en su vida.

─Pero ahora que tengo muy en claro que tú no tienes sentimientos de ese estilo por mi hijo, creo que es hora de que Lucius y yo le presentemos a Draco un candidato adecuado con el cual contraer matrimonio. Después de todo, Draco cumplirá treinta y dos años este año. Ya es hora de que él se convierta en el patriarca Malfoy.

Narcisa los hace bailar en silencio durante unos segundos, pero lo único en lo que Harry puede pensar es en lo que la mujer acaba de decirle. Draco, su Draco, va a ser presentado ante cualquiera sea el imbécil adinerado que Lucius y ella escojan para que pueda contraer matrimonio y heredar el legado Malfoy. ¿En qué momento su mundo de paz y tranquilidad se ha vuelto de cabeza? ¿Por qué está ocurriendo esto? Pero más importante aún, ¿Cómo pudo ser tan estúpido para perder tanto tiempo, a tal punto de arruinar su chance de confesarle a Draco lo que siente por él? Realmente su vida apesta.

Por otro lado, Narcisa no hace nada más que reír internamente al ver la clara desesperación plasmada en el rostro de Harry, mientras se felicita para sus adentros al haber descubierto el botón que presionar para que éste se arme de valor y confiese sus sentimientos por su hijo de una vez por todas. Teniendo en cuenta que lo que dirá a continuación terminará de quebrar todos los temores que han estado reteniendo a Harry, mismos que le han impedido invitar a Draco a salir, Narcisa aclara su garganta y asesta el último golpe que la hará convertirse en la única que pudo hacerlos entrar en razón a estos dos. Honestamente, Hermione debió haberle dado el número uno en el folleto del Código Navidad. De haberlo hecho, se hubieran ahorrado meses de suspiros del uno por el otro.

─Ya hemos estado hablando con el hijo de una adinerada familia que es amiga nuestra en Francia, y él siempre se ha llevado muy bien con Draco.

A Narcisa ni siquiera le sorprende que Harry haya dejado toda pretensión de lado y detuviera el baile que estaban realizando. De hecho, eso sólo acrecienta la satisfacción que posee al creer que tendrá éxito en su misión. Después de todo, y si la mirada asesina que se vislumbra en los ojos esmeraldas de Harry es indicativa de algo, él está celoso al punto de ser prácticamente imposible de describir.

─¿Y sabes algo, Harry? Este joven parece realmente encantado de formar un matrimonio con Draco; y sé que mi hijo también estará complacido cuando le digamos esta noche las buenas noticias. ¿No estás de acuerdo conmigo en que es el mejor regalo de Navidad que podríamos haberle hecho a nuestro hijo?

Aunque Narcisa nunca llega a escuchar la respuesta a su pregunta, porque Harry parece haber tenido suficiente de esto, y dando una ininteligible disculpa en un enfadado murmullo, se aparta de Narcisa, y huye hacia la salida con las manos apretadas en puños y con una decisión en su mirada que nadie le ha vuelto a ver portar desde que la guerra terminó.

Lucius, al notar que Narcisa se ha quedado parada y sin compañero de baile en el centro de la pista, se acerca hacia su esposa (después de haber devuelto a su esposo a la bruja con la que estaba danzando) y continúa bailando con ella. Durante unos cuantos segundos, lo único que se escucha en el lugar es el arrastre de sus túnicas de gala y el suave sonido de la música clásica que está siendo interpretada por la banda. Cuando la canción que Narcisa estaba bailando con Harry termina, comienza otra un poco más romántica, la cual hace que Lucius acerque un poco más a su esposa. Aprovechado que ha captado su atención, eleva una ceja en alto y dice: ─¿De verdad crees que tu manipulación emocional funcionará con él? Subestimas la idiotez de Potter, mi querida Cissy.

Narcisa eleva una ceja ante la forma irritada en la que su esposo se dirige al chico que, de seguro, se convertirá en su yerno en un futuro no tan lejano, y responde a su pregunta con un tono que pretende ser ofendido.

─¿Estás poniendo en duda mi astucia, querido esposo?

Lucius ríe entre dientes al escucharla bromear con él, y luego de hacerla girar, vuelve a hablar en un acatado tono que para nada se corresponde con el altanero que suele usar para dirigirse a todo aquel que no sea su esposa.

─Nunca me atrevería a hacerlo, mi adorada esposa.

Lucius la hace girar una vez más, y cuando la acerca, Narcisa coloca los brazos sobre el cuello de su esposo en un gesto bastante atrevido que no muchas parejas de su edad y casta social suelen hacer. Lucius parece sorprendido ante el arrebato de rebeldía de su esposa, pero eso no lo molesta en lo absoluto. De hecho, encuentra esta faceta de Narcisa fascinante; y Narcisa, siendo la astuta mujer que es, aprovecha que Lucius parece estar distraído mirándola con deseo para reprenderlo y dejarle en claro que tendrá que aprender a ser más respetuoso con Harry.

─Y si yo fuera tú, Lucius, dejaría de llamar "idiota" a quien se convertirá en tu futuro yerno. ─Dice Narcisa con una mirada de reproche que deja algo inquieto a Lucius, a tal punto de casi hacerlo equivocar en uno de sus pasos de baile. ─No creo que a Draco le agrade demasiado que llames a Harry de esa forma, ¿sabes?

Al escuchar esto último, Lucius gruñe algo entre dientes que suena similar al gusto estropeado que tiene su hijo en cuanto a personas de las que enamorarse se refiere, y esto hace que Narcisa vuelva a soltar incontrolables risitas debido a la diversión que le causan las payasadas de su marido. Ninguno de los dos vuelve a bailar con otra persona que no sea ellos esa noche, y tampoco vuelven a pensar hacia dónde ha huido Harry Potter. Después de todo, y muy a pesar de Lucius, Narcisa sabe que no debe preocuparse por ello. Es casi seguro que, para estas alturas, Draco y Harry estén encerrados en el dormitorio de su hijo haciendo cosas que ninguna madre quiere ver hacer a su pequeño. Jamás.


Aclaración dentro del capítulo: la inspiración para la descripción del salón de baile de los Malfoy fue sacada de una imagen que encontré en internet. Si gustan verla, pueden pasar por este capítulo en mi perfil de Archive of Our Own y la verán. Desafortunadamente, Fanfiction no permite subir imágenes dentro de las historias.


Notas finales: muchas gracias a todos por leer. Espero que les haya gustado. Realmente amé escribir este capítulo, en especial la interacción de Narcisa y Lucius. Sólo espero que ninguno de ellos haya quedado demasiado OoC, pero esa es la forma en la que imagino que los Malfoy interactúan entre ellos. Ahora sí, me despido. Nos leemos mañana.