Esa semana tendrían la primera clase de aparición, pero aquello no era lo que ocupaba la totalidad de los pensamiento de Harry.
Ni siquiera con los TIMOS se sintió tan nervioso. Tan paranoico. Una maldita fecha que lo tenía doblegado ante el miedo y la vibrante anticipación.
Tendido boca arriba miraba el dosel de la cama con preocupación. Aún tenía tarea por hacer, un desorden gigantesco repartido en el suelo, que ni siquiera los elfos domésticos quisieron ordenar por él y las maletas todavía se encontraban sin deshacer. Esa tarde la tenía libre, pero en lugar de ponerse a hacer cualquier cosa, prefería continuar recostado, pensando
—Te noto perdido, hermano…—le llamó Ron, a lo que Harry alzó un poco la mirada— Venga, que un cinco en DCAO no te deprima, ya sabes que Snape es un desgraciado siempre.
—No estoy pensando en eso —gruñó Harry, al darse media vuelta para analizar el calendario en la cabecera de Ron.
Odiaba febrero. Esos días en los que no sabía muy bien que ponerse, las inminentes alergias y las lloviznas repentinas.
—¿Entonces qué te pasa?
No. Como odiaba San Valentín.
—¿Llevaras a Lavender a algun sitio este finde?
—¿Qué hay este finde?
—… ¿San Valentín?
Ron abrió mucho los ojos, comprobó la fecha y se tomó la cabeza con ambas manos.
—¡Mierda! ¡Tienes razón! Dime ¿Cómo es esa tienda ñoña de té? ¿Crees que le gustaría que la llevara a ese sitio?
Harry recordó la desastrosa cita que tuvo con Cho del año pasado. Hace tiempo que no cruzaba palabra alguna con la chica y, según sus caculos, se dio cuenta de que ese era el último año para ella. Por un momento trató de concebir un futuro en el que ambos hubiesen durado, pero sencillamente no era capaz de evocar una imagen completa, solo sentimientos ambiguos y algo desabridos.
Aparte, entraba lo sucedido con Fay Dumbar, sin embargo, pronto se dio cuenta de que aquello no hubiese pasado de estar con Cho. Sin embargo, agradeció el haber cortado con ella antes de esa noche de noviembre, en la que conoció a Draco en un contexto más allá de la extraña amistad que habían formado; porque si no se hubiese sentido como un hijo de puta por engañarla.
Una vez llegó a Draco se lo imaginó sentado en esas cursis sillas, con una taza entre las manos tan pequeña que parecía de juguete, mientras vestía de negro en ese entorno de listones rosados. Era una imagen mental de lo más delirante que le sacó una sonrisa estúpida.
—A las chicas les gusta ese tipo de lugares, supongo.
Ron lo vio poco convencido y, como si hubiera comprendido todo de un momento a otro, se cambió de cama para hacerse un lado junto a Harry.
—No tienes cita porque quieres, Harry. Hay una larga lista de espera que desea probar (por no decirse comerse) al "Elegido" —le mencionó con una sonrisa burlesca—. Solo sería necesario poner un folleto de "se busca pareja" en los anuncios y ya verías como harían cola afuera de la sala común.
Harry arrugó la nariz y frunció el entrecejo.
—Si, claro…
—¡Venga! ¡Mira el lado positivo! El gran imbécil de Malfoy tampoco tiene novia.
Se relamió los labios ante la apreciación de Ron y se revolvió el pelo para intentar despejar la marea de ideas que lo dominaban con la fuerza equivalente a un huracán.
—Mejor ve preparando los labios, Ron, porque Lavender no te va a dejar escapar este finde.
Ron sonrió a medias y sacudió la cabeza, decorada con un poderoso sonrojo.
—¿Crees que pueda… ya sabes… subir de nivel?
—¿Subir de nivel?
—¡No te hagas el que no sabe!
Harry soltó un suspiro y se miró las manos.
—Tu vida sexual no es problema mío. Mientras no vayas dejando repartidos mini-Weasley por ahí; todo bien.
Ron le pellizcó la nariz y acabó por regresar a su cama, ahora siendo él quien quedó pensativo. Harry se encontraba seguro (por la expresión ceñuda de su amigo) de que maquinaba el plan perfecto para pasar de la cita romántica a revolcarse en la cama con Lavender de la manera más natural posible.
Harry se levantó de la cama, abrió la ventana y se sentó en el diván con la cajetilla de cigarros encima de las piernas. Quizás le estaba dando demasiadas vueltas a aquel asunto sin relevancia. A una fecha nacida del consumismo y las ideas fomentadas desde la monogamia, el amor verdadero, y, sobre todo, hetero normativo.
Lo iba a dejar pasar. Los dos eran chicos, desinteresados en aquellas comedias románticas que siempre daban durante la fecha. Tenían cosas más importantes en las que pensar. Un montón de temas que de verdad valía la pena invertir toda esa pasión y tiempo.
Fumó y se sintió fuera de lugar. Harry se preguntó si le convenía fingir una enfermedad para evitar las molestias y el remordimiento que lo iba a carcomer ese día de pies a cabeza.
• ── ◦ ◦ ── •
Por fin comenzaba a alumbrar. La nieve ya se había derretido y los árboles volvían a florecer a ritmo pausado. Draco había decidido salir un rato afuera junto a Daphne para "orientarla" en la tarea acumulada de astronomía y Nott, que solo la acompañaba con un libro bajo el brazo.
—Tus constelaciones están desviadas —le indicó Draco con el dedo—. Para eso son los grados; no puedes dibujarlas en cualquier parte.
—Lo sé, pero me cuesta… —murmuró la chica molesta—. Voy a tener que pasar a comprar una regla mañana cuando salgamos, amor.
Nott asintió y sin decir nada le pasó a Daphne el marca páginas rectangular. La chica lo tomó y borró sus dibujos chuecos.
—¿Tienen planes? Quizás vaya con ustedes, hay un libro que quiero comprar…
La chica dejó la goma de borrar a un lado, y miró a Draco como si no pudiera creerse lo que acababa de escuchar.
—Ay, Draco, me sienta super mal decirte que no nos puedes acompañar —dijo la chica, mordiéndose el labios—. Al final de cuentas; es una cita.
—Ah, entonces voy con Pansy. No hay problema con eso.
Nott cerró de un golpe el libro y lo observó de manera analítica.
—¿Decidieron volver juntos? —le preguntó confundido—. Yo creía que ya era cosa del pasado lo de ustedes dos.
—Bueno, donde hubo fuego, cenizas quedan, mi amor —agregó la chica—. ¡Me indigna saber que Pansy no me contó nada acerca! Vamos ¿Quién decidió retomar de los dos?
Ahora Draco era quien fruncía el cejo sin comprender nada. Cero. En blanco.
—No estoy saliendo con Pansy…
Nott entonces entendió y regresó a la lectura con la certeza de que Daphne soltaría el remate.
—¿Entonces por qué saldrías con ella en San Valentín? Es decir, son amigos, pero… igual es raro, como que da la impresión equivocada ¿sabes?
Draco tuvo que poner una mano en su mentón para evitar abrir la boca, cerró los ojos un momento y olió la tierra húmeda. Todo pareció alinearse de inmediato, desde la actitud esquiva de Harry como la manera en que varias chicas en la sala común le habían hecho ojitos desesperadas.
Decidió entonces interceptarlo después de la cena. Era como jugar al gato y al ratón; Harry, al darse cuenta de que Draco iba tras suyo, empezó a trotar por los pasillos de la manera menos disimulada posible. La persecución duró hasta que Draco apresuró el paso en una curva en donde alcanzó a Harry por poco y lo llevó hacia un aula vacía.
—¿De qué… Corres —le preguntó Draco, recuperando el aliento—, Potter?
—De nada… —contestó Harry de la misma forma cansada.
Se miraron mientras trataban de que el corazón les fuera a un ritmo pausado.
—¿Por qué me has evitado toda la semana?
—¿Yo? ¿Qué te ha hecho pensar eso?
—¡Nunca estudias! ¿Y ahora te dio la locura por hacerlo? Ni siquiera estamos cerca de los finales.
Con un mohín en los labios, Harry se encogió de hombros y se apoyó contra un escritorio. Sin decir nada, sacó una cajetilla que le extendió a Draco de manera desinteresada, como si asumiera que esa conversación iba a ser larga.
—A lo mejor, por fin me di cuenta de la importancia de las notas en el futuro.
—O tal vez no dejas de pensar en que mañana es catorce de febrero —gruñó Draco—. No soy imbécil.
—No es como que haya estado preocupado por eso… —dijo Harry arrastrando las palabras—, si de cualquier modo no vamos a hacer nada ¿verdad?
Draco alzó una ceja, se hizo sonar los nudillos, con la varita abrió las ventanas del aula y encendió un cigarro.
—¿No quieres hacer nada o te da miedo que nos vean haciendo algo?
Así de sencillo Harry agachó la cabeza y guardó la cajetilla en el bolsillo del pantalón. Draco le entregó el cigarro recién prendido y le dio una fumada antes de devolvérselo.
—¿Tienes planeado algo?
—Quería planear algo —reconoció Draco—. No me importan mucho las fechas, pero supongo que sería una ocasión… ¿Bonita? Supongo…
—No podemos ir a Hogsmeade ¿¡Qué dirán si nos ven juntos?!
Draco le dio la razón y en silencio terminaron de fumar aquel cigarro compartido. Salieron en la sala, con Draco siguiendo a Harry igual que una sombría figura en medio del pasillo.
—Entonces quedemos en el castillo.
—¿Haciendo qué?
—Se me ocurren algunas cosas… —terminó por sentenciar, Draco— pero primero debes de asegurarte de que tu habitación se quede vacía. La mía no; Crabbe y Goyle ya decidieron que van a quedarse en la pieza atiborrándose a chocolate.
Harry abrió mucho los ojos y reconoció en Draco una mirada de falsa inocencia. El rostro de una persona que pensaba con toda la astucia de su cerebro.
—¿Te quieres infiltrar en mi sala común? Creía que te desagradaba…
—En tiempos desesperados, medidas desesperadas. No te sigas comiendo la cabeza, Potter; que a este paso te volverás más tonto de lo que ya eres.
—¡Oye!
Draco soltó una risa y le desordenó el pelo antes de quedarse cerca de las escaleras.
—Tengo que ir a devolver un libro antes de que cierre la biblioteca —se excusó—. Y para la próxima, no le des tanta vueltas a algo como esto, es absurdo.
Y con eso, la discusión terminó. Draco se dio media vuelta y caminó erguido a la biblioteca con la posibilidad encima. Debía hacer un poco de investigación para llevar a cabo su plan y era probable que se quedara esa noche en velo, pero sabía que valdría la pena.
Al entregarle los libros a Madame Pince, corrió a la sección de pociones que a esas horas estaba casi vacía. Al encontrar el texto que buscaba, esbozó una media sonrisa y lo pidió antes de que la mujer cerrara.
Ahora la parte fácil era infiltrarse en la sala de pociones para ponerse a trabajar hasta la madrugada. De haber sabido que las cosas se tornarían de ese modo, se hubiese tomado un café en la cena.
• ── ◦ ◦ ── •
Sin siquiera preguntar, al día siguiente la habitación quedó vacía después del desayuno. Dean y Seamus tenían planes en Hogsmeade —relacionados con ir a comprar materiales de arte y nuevas historietas—, Neville iba a pasar el día con Luna en el bosque prohibido y Ron quedó con Lavender en la cursi tienda de té.
Tan pronto Harry se encontró con Draco, lo cubrió con la capa de invisibilidad sin siquiera darle oportunidad de saludarlo; Draco (es decir el sujeto de la infiltración) tuvo que caminar con las rodillas dobladas y la espalda encorvada para que la capa le ocultara los pies; y durante todo el trayecto de subida a la torre, ninguno de los dos intercambió palabra alguna.
Aun así, tan pronto entraron a la sala común, Harry fue llamado por Romilda Vane y sus amigas, que no dejaban de reírse nerviosas al verlo.
—¡Harry! ¡Ven, por favor!
No era necesario ver a Draco para notar la expresión burlesca que tenía el rostro. Harry la sentía clavada en la espalda como una estaca que con cada segundo se hundía más.
Se acercó a paso lento, al mismo tiempo en que la muchacha se apegó a él lo suficiente como para que Harry temiera bajar la mirada y notar su pronunciado escote. Tragó saliva y decidió colocar la vista en un punto muerto en la otra esquina de la sala.
—¿Tienes planes hoy?
—Si, lamentablemente acumulé mucha tarea.
—¡Ay! ¡Pero no seas aburrido! ¡Sal con nosotras!
Harry volvió a negar con la cabeza y se llevó una mano al pelo algo orgulloso. Pensó un momento en su padre y Sirius, y se preguntó como era que eran capaces de lidiar con toda esa atención.
—No puedo, Snape me puso detención a eso de las once, lo siento —se excusó con fuerza. La chica pareció no darse por enterada.
—Bueno, pues que mal —replicó Romilda con un puchero en los labios—, igual te hice chocolates ¡Espero que te gusten! Puse todo mi corazón en prepáralos.
—¡Yo también te hice, Harry! —dijo una de las chicas que la acompañaba.
—¡Y yo! —gritó otra que acababa de sumarse a la comitiva para hacerlo tener una sobredosis de azúcar.
Harry recibió cajas de chocolate de todos los tamaños y agradeció con una tímida sonrisa. En cuanto las chicas se fueron, Harry notó que las risas que llevaba un rato escuchando venían de Hermione a su espalda.
—No sé de qué te ríes.
—Cierto… ¿Por qué será? —tanteó la chica viendo las cajas—. ¿Me das alguno?
—Si quieres llévatelos todos.
—¿Por qué? ¿Acaso temes que Draco se pueda enterar?
A su costado un cuadro se enchuecó y Harry suprimió una sonrisa.
—¿Qué tiene que ver Draco en esto? —le gruñó algo divertido—. Solo quiero que no me dé diabetes tan joven.
—Si claro… supongamos que es así, chico del castigo inventado.
Hermione sacó las primeras tres cajas con una sonrisa, le guiñó un ojo y le dejó el resto a Harry, antes de volver a subir a su dormitorio.
Sin interrupciones adicionales subieron a la habitación. Dejó que Draco pasara y volvió a fijarse en el pasillo: Hermione acababa de salir y entornó la mirada hacia él con una expresión curiosa. Él le devolvió el guiño y al poner un pie en el cuarto, se encontró con la capa echa un ovillo sin forma en el piso y a Draco chusmeando por todo el dormitorio.
Mientras Harry buscaba un lugar para guardar los chocolates, Draco molestó a las plantas de Neville, se burló de las fotos que Ron tenía colgado en el respaldo de su cama y vio alguno de los lienzos pintados de Dean como si se trata de un crítico de arte.
—Yo que tú, el regalo de la primera chica no me lo como —le advirtió, devolviendo la pintura a su lugar original y se fue a sentar en la cama de Harry.
Harry diferenció la caja que tenía más trabajo. En forma de corazón, con un inmenso listón rojo y una nota con su nombre lleno de besos hechos con lápiz labial rosado.
—¿Por?
—Pueden estar envenenados.
Harry puso los ojos en blanco, dejó los chocolates encima de la mesa de noche y se inclinó hacia Draco para darle un beso en la cabeza.
—Tú aún no me has dado tu chocolate…—le susurró contra el pelo.
—¿Y por qué debería darte uno si ya tienes como un millón para atiborrarte?
Lo pensó antes de responder. Draco rodeó con los brazos la cintura de Harry y alzó la cara para ver la expresión sonrojada del chico al que abrazaba.
—Porque permití que invadas el único lugar al que no debías entrar.
Draco ladeó la cabeza, soltó un brazo y con la varita le puso seguro a la puerta. El sonido acompañó la hábil manera con la que sacó de dentro de su chaqueta una tableta de chocolate.
Ahora que lo veía mejor, Draco se había esmerado ese día en vestirse. Todo de negro, cosa que no era que le sorprendiera demasiado, aunque traía una camisa verde bastante delgada con sutiles detalles en blanco que formaban una imagen que era oculta por la chaqueta encima.
—No te engañes, traje para los dos.
Draco abrió el envoltorio y la partió por la mitad. Harry, sin pensarlo demasiado, se llevó un pedazo de la parte que le correspondía a la boca y sonrió encantado.
Draco pronto volvió a rebuscar en sus bolsillos presuroso, justo antes de mirar interesado por el otro chico.
—Y hay otra cosa que es para ambos.
Al ver la tira de condones que Draco sacó de su chaqueta, a Harry le quedó claro que, quizás, eso de haber probado el chocolate de Draco no fue la mejor idea del mundo.
—Feliz San Valentín, Potter.
Fue como un ronroneo. Un soplido avergonzó que acompañó al chocolate de naranja. Al segundo mordisco, un calor intenso le cruzó por el cuerpo. Fue electrizante, como ser impactado por un hechizo desde atrás. Algo acalorado abrió la ventana y cuando sintió que los pantalones le quedaban algo apretados, se dio cuenta de que no era por el calor encerrado en esa habitación.
—¿No serás tú quien me quiere envenenar? —le preguntó mientras se acercaba de vuelta.
—Para nada, mira…—pronunció Draco, mordiendo un trozo del chocolate—. No es por nada, pero luces un poco, agitado. ¿No quieres recostarte un rato?
Harry se dejó caer encima de la cama, mientras Draco descorría el dosel. En ese momento solo era capaz de entender una cosa y esa era la manera tan grácil con la que Draco le miró tan pronto el dulzor del chocolate también surtió efecto en él.
• ── ◦ ◦ ── •
Fueron despertados por la calidez de la tarde y el fuerte grito que provino desde afuera.
Aún quedaba retazos de aquel desorden juvenil. Draco zarandeó a Harry con fuerza hasta que recobró la consciencia. Se miraron presas del pánico y comenzaron a ponerse la ropa que dejaron desparramados por cualquier lugar.
—¡Harry! ¡Abre de una jodida vez! ¡Despierta! —exclamó Ron— ¿Sabes qué? Me cansé ¡Alohomora!
La puerta exclamó un chasquido. Draco, mientras se colocaba de vuelta los pantalones, se apresuró a presionar la entrada con todo el peso de su cuerpo para que no se pudiera abrir.
—¡Harry! ¡¿Qué mierda pasa?!
—¡Espera! Que… ¡Se metió un elfo a la pieza!
—¿Un elfo? ¿Dobby?
—¡Kreacher!
Draco frunció el cejó ante la inverosímil respuesta.
—¡Déjame entrar y te ayudo!
—¡Fuera, Kreacher! ¡Es que trabó la puerta con una silla!
Todo terminó cuando Draco se colocó la capa y Ron entró despavorido al cuarto, para notar la cama deshecha y el paquete de chocolate a la mitad. Que Harry se apresuró a guardar el dulce bajo la almohada para que Ron no tuviera la grandiosa idea de probarlo.
—¡Amigo! ¿Qué te pasó? ¿Acaso se atrevió a pegarte?
—¡No!
—¿Y esos moretones en tu cuello?
Draco salió con cuidado de la habitaciones, mientras aguantaba la risa. Le dejó las excusas a Harry. Antes de salir de la sala común, no desaprovechó la oportunidad de robarse un par de golosinas de un par de niños de segundo que recién regresaban de Hogsmeade y salió con ellas victorioso.
• ── ◦ ◦ ── •
Pansy se cruzó de brazos al verlo llegar, en especial por el aspecto que mostraba sin vergüenza. Decidió tomarlo del brazo antes de que ingresara a la sala común; para dirigirlo al baño de chicas del primer piso.
—Infiero por esa sonrisa de imbécil que pasó algo bueno con Potter.
El chico retomó la expresión seria y se metió al baño para darse cuenta del lamentable estado que lo delataba por completo. La camisa afuera del pantalón, los restos de chocolate en la comisura de los labios hinchados, el pelo como si hubiera sido sacudido por el viento y en el espacio de la clavícula hasta la barbilla, en donde relucían dos mordidas frescas, en las cuales cada diente se definía con claridad.
En silencio se arregló de vuelta de manera superficial, aunque se moría de ganas por darse un baño. Se acomodó mejor el pelo, para que este fuera el encargado de ocultar las marcas de guerra que Harry le dejó sin remordimiento alguno.
Sin embargo, le gustaba la forma de estas y, sobre todo, adoraba el olor con el que Harry impregnó toda su ropa.
Toda su esencia. Él era en lo único que podía pensar.
Pansy se acercó al espejo para retocarse el labial, momento en donde Draco apreció, por encima de la fragancia de sí mismo, un tenue perfume floral que provenía de Pansy.
—Cierto… Tú también tenías una cita ¿verdad?
La chica se ruborizó un poco, pronto Draco se acercó a ella para definir el aroma con mayor precisión.
—Ese olor… ¿La hermanita de Weasley?
—Somos amigas. Queríamos ir a comprar ropa.
—Ajá, lo que sea, no es de mi incumbencia.
Pansy le dio un codazo y se maquilló en silencio, aunque se notaba que se moría por contarle todo. Acabó por tragarse las palabras, como si descartara temas y tocó uno que consideró como el más relevante.
—Luna llena será en dos días.
—Lo tengo claro y, como el buen chico que soy, he estado tomando de manera religiosa mi poción.
—Eso es bueno, porque esta vez no te dejaré solo.
Draco suspiró. Después de todo lo ocurrido, no le apetecía en absoluto el discutir con Pansy acerca de ese tipo de asuntos.
La luz entraba a los baños, golpeaba contra las baldosas y se proyectaba en los espejos. A espaldas, Draco precisó en el reflejo Pansy una expresión tenaz, con la mandíbula firme y las manos apretadas contra la loza.
—Aprecio tu esfuerzo, pero no quiero hacerte daño…
La chica se relajó, giró sobre sus talones y tomó a Draco de las muñecas, para descubrirlas y acariciar una larga cicatriz plateada. Pronto esa parte se calentó un poco ante el contacto y Pansy se la llevó a la mejilla con una dulzura fraternal que hizo que Draco sonriera un poco.
—Todos le tenemos miedo a hacerle daño a la gente que queremos, Draco —murmuró Pansy contra la muñeca del chico, antes de darle un beso y soltarla—; pero lo que tú no entiendes, es que el no dejarme ayudarte me destroza por completo.
Por un momento el pulso se ralentizó y Draco, sin saber demasiado qué hacer (sin saber cómo debía actuar), abrazó a Pansy y la dejó esconderse en su pecho. Sintió como ella entrelazaba las manos en su espalda, mientras que Draco la agasajó como una niña pequeña.
—Por favor, no sigas soportando esto solo. Déjame entrar.
Los ojos de ella lo miraron como si fueran dos brillantes canicas negras. Era súplica y amistad. Era San Valentín y los dos estaban llenos de amor. Draco se mordió el labio y asintió derrotado.
—Prométeme que escaparas si ves que algo sale mal.
Pansy se separó con una sonrisa inmensa.
—Se que nada saldrá mal, pero lo prometo.
Cerraron el pacto con el sello de manada. No debían decirse nada más, porque entre ellos y el silencio, lo comprendieron todo.
• ── ◦ ◦ ── •
Hola!
Lo sé. La escena fue abruptamente cortada. No me arrepiento. Durante la semana se va a publicar un pequeño extra, de específicamente esa parte, para que quienes quieran leerla pueden hacerlo. La verdad es que estuve un largo rato intentando escribirla, y cuando me di cuenta ya tenía algo bastante consistente.
Por esta misma razón es que esta capítulo no incluye multimedia, ya que la canción se verá en el extra que será publicado.
Muchas gracias por leer. Cada semana estamos más cerca del final de esta segunda parte.
The Machine.
