LUZ DE LUNA
Luego de haber tomado la decisión de hablar con Natalie y decirle que la amaba, volví a mi tarea habitual y que el Patriarca tanto me había encomendado: acumular todo el cosmos que pudiera para lograr transformar los frutos del árbol Mokurenji en el arma que logre eliminar la inmortalidad de los espectros de Hades. Mientras me dirigía al interior de mi Templo, pensaba en cuál sería el momento adecuado para declararle mi amor a la joven. ¿Debería ir a verla a la Casa del Anciano Sanador, o sería mejor enviarle un mensaje pidiéndole verla en otro sitio? Sea lo que fuera, sonaba descabellado que un caballero dorado tuviera este tipo de comportamiento, el cual se consideraba completamente fuera de lugar debido al rango que portaba.
Además de eso, también lo que daba vueltas en mi cabeza era si ella iba a corresponderme. En el fondo de mi corazón, podía decir que estaba cien por ciento seguro de que Natalie sentía lo mismo que yo, pero debido a mi inexperiencia en cuestiones de relaciones humanas, la duda estaba allí, recordándome que no era igual al resto de los hombres, no sólo por el hecho pertenecer a la élite más alta del ejército de Athena, sino debido a mi incapacidad para ver. La ceguera había marcado mi vida de tal modo que contribuyó a que mi personalidad se moldeara en torno a un férreo hermetismo. Pero tenía la esperanza de que Natalie haya logrado ver a mi verdadero yo,el que se ha ocultado durante todos estos años detrás de la máscara que me vi obligado a forjar para protegerme del mundo exterior y sus tribulaciones. Sabía que ella con su corazón bondadoso y empático sería capaz de amar a un ciego, y me había aferrado a aquella creencia durante todo este tiempo de la misma forma que a un mantra, anhelando amar y recibir de ella el mismo cariño y la devoción que secretamente le profesaba. ¿Será que mi intuición está diciéndome la verdad, o esa corazonada que siento en realidad se trata de mi deseo ferviente y la esperanza de ser amado?
Sé que ya no debo dudar puesto que no queda tiempo para ello; la arena del reloj está corriendo y poco falta para que se acabe, y con él mi vida misma... Debo confiar en mí y en mi intuición, la cual me guía inevitablemente hacia la joven viajera del espacio-tiempo, cuyo destino sé que está enlazado con el mío...
Durante el resto de ese día intenté acumular todo el cosmos que podía a través de la meditación, pues sabía que no quedaba mucho tiempo por delante y debía aprovecharlo cuanto pudiera. Mientras estaba en trance, podía percibir atisbos de vibraciones provenientes del exterior, las cuales no eran para nada buenas: cosmos oscuros y llenos de ira se irradiaban desde seres malignos que formaban parte del Ejército de Hades, cerniéndose sobre tierras griegas; específicamente, sobre el pueblo de Rodorio, que era el más cercano al Santuario de Athena. Mi corazón comenzó a latir apresuradamente producto de la adrenalina que comenzó a correr por mis venas al percibir a nuestros enemigos tan cerca; al mismo tiempo, se encendió dentro de mí el espíritu de lucha, animándome a salir de mi Templo para sumarme a la batalla, más un pensamiento cortó de cuajo aquella idea que estaba decidido a llevar a cabo. El Patriarca Sage, intuyendo lo que estaba pensando aún en mi estado de trance durante la meditación, fue capaz de comunicarse conmigo para decirme que no me adentrara en la batalla pues no era el momento propicio aún, y que continuara con la misión encomendada, ya que era la única persona que podría llevar a cabo la transformación de los frutos del Árbol del Mokurenji en armas capaces de eliminar la inmortalidad de los espectros de Hades. Si no lograba acumular todo el cosmos que me fuera posible, eso no podría llevarse a cabo, y toda la estrategia planeada para la Guerra Santa se vendría abajo.
Un sentimiento de rabia se coló por un instante en mi mente; quería participar en la lucha para defender al pueblo y a sus habitantes, a los que había ayudado a cuidar durante todos estos años, pero sabía que el Patriarca tenía razón. En su sabiduría como cabeza del Santuario, había trazado toda una estrategia para el enfrentamiento contra el Dios del Inframundo y, por supuesto, no iba a permitir que los impulsos de un joven inexperto en este tipo de conflictos acabara con todo su arduo trabajo, para el cual se ha estado preparando desde la anterior Guerra Santa, en la que había participado y sufrido allí innumerables pérdidas de amigos y compañeros de armas.
"_No olvides Ásmita, que tu misión no es sólo transformar esos frutos en armas... el destino tiene reservado para ti algo mucho más grande y que podría cambiar el futuro de la humanidad, y eso es tan o más importante que lo que te he encomendado. ¿Acaso no recuerdas nuestra charla? ¡De nada servirá que mueras ahora! Con eso sólo lograrás perjudicarnos a todos, y en especial dañarás irremediablemente a una persona cuyo destino está unido al tuyo... ¡No te dejes llevar por la impulsividad y sé paciente, tu momento de entrar en la batalla no ha llegado aún!"_ .
Sobresaltado, abandoné mi estado de trance tras oír las palabras del Patriarca dentro de mi cabeza en un tono imperativo; estaba claro que no iba a tolerar una desobediencia por mi parte. Agitado, traté de serenarme y de tomar control de mi respiración para así nuevamente volver a comenzar con la meditación, mientras intentaba hacer acopio de todas mis fuerzas para así acallar los pensamientos de rabia que aún pululaban en mi interior, al no poder prestar mi ayuda en la batalla.
Desconozco cuánto tiempo ha transcurrido ya desde que tomé asiento en el lecho de meditación; tampoco mi cuerpo ha sentido ningún tipo de necesidad física humana durante las horas que he permanecido en esta posición, más eso era común en mí luego de años de entrenamiento físico y mental que me ha permitido tomar control de mi cosmos y con eso, dominar así las necesidades y algunas de las funciones del cuerpo humano. Había dejado de percibir los oscuros e iracundos cosmos de los espectros de Hades, por lo que supuse que éstos ya se habían marchado de Rodorio, dejando desolación y horror a su paso. En su lugar, podía sentir la tristeza, el dolor y la desesperación de los aldeanos que habían perdido en ese ataque tanto sus bienes materiales como a sus seres queridos. Una lágrima comenzó a rodar por una de mis mejillas, humedeciéndola hasta caer sobre el frío metal de mi armadura, recordándome que a pesar de cuánto me esforzara por aislarme de los complicados sentimientos humanos, jamás podría hacerlo.
En medio de todas las sensaciones negativas que estaba percibiendo, también pude percibirla a ella. Ese cosmos único e irrepetible, que siempre irradiaba bondad, empatía y generosidad podía distinguirlo a la distancia entre miles de personas. Pero esta vez había algo más en él que me hizo poder percibirlo: estaba cargado de tristeza, angustia y agotamiento; sin duda producto del ataque que los espectros habían llevado a cabo. Mi corazón se oprimió dentro de mi pecho al saber que Natalie estaba sufriendo; sabía que en esas situaciones difíciles que la llevaban al límite ella necesitaba contar con alguien cercano que le proporcionara sostén emocional, que estuviera allí para decirle que todo estaría bien y que podría con todo eso y más.
Encendí mi cosmos e hice un esfuerzo para concentrarme por última vez, puesto que sabía que no podría permanecer en mi Templo mucho más tiempo al saber que me necesitaba. Nuevamente me sumergí en la meditación profunda, pensando en que sólo un par de minutos más bastarían para cumplir con el deber del día que el Patriarca me había encomendado cumplir antes de ir en busca de Natalie, cuando de repente, oí pasos a mi alrededor, los cuales se acercaban cada vez más. Fue entonces que ya no me quedó duda alguna: ella estaba aquí, y no se encontraba bien. Inmediatamente salí de mi trance y llegué junto a la joven médica justo a tiempo para evitar que se desvaneciera en el piso producto del cansancio.
La tomé entre mis brazos y giré mi rostro hacia el suyo, a pesar de saber que no podía verla por mi condición, pero necesitaba saber cómo se encontraba. Me preocupaba no sólo su salud física, sino principalmente su salud mental debido a sus antecedentes de depresión en su tiempo. Sabía que estaba agotada mentalmente desde hacía mucho tiempo, así que no lo pensé más y decidí llevarla al único lugar en donde yo encontraba paz, por lo que la cargué en mis brazos y me dirigí al Jardín de los Sales Gemelos. Aquel sitio estaba vedado para todas aquellas personas que no hayan alcanzado la pureza espiritual, así que nadie había logrado tener acceso, y me alegraba que Natalie fuera la primera en poder disfrutar con su vista y sus demás sentidos todas las maravillas que sabía que allí existían.
Mientras me adentraba más en el interior del jardín con ella en brazos, la muchacha me preguntó si se encontraba en los Campos Elíseos, lo que me pareció adorable. Su frescura e inocencia me cautivaban completamente y me infundían una energía y una calidez que llenaban por completo mi ser, haciéndome sentir renacido. Su alma transparente me conmueve y me atrae hacia ella cual abeja a la miel, a tal punto que mi corazón duele si está lejos de mí. Ahora es que me doy cuenta de que ya no hay vuelta atrás, y que éste es el momento que había estado esperando para revelarle mis sentimientos .No sé cómo pude vivir todos estos años lejos de esta maravillosa joven, y lo único que sé en este momento es que no puedo dejar pasar más el tiempo. Sea lo que sea que el destino me tenga preparado, quiero pasar cada día, cada hora y cada minuto que me quede mientras dure mi existencia con ella.
Es ahora o nunca.
Continué dando pasos a través del jardín hasta llegar a donde se encontraban los Sales gemelos, esos dos árboles que se extendían majestuosos dominando el paisaje de aquel lugar tan mágico, y me acuclillé con suavidad para luego depositar a Natalie a sus pies. Me senté junto a ella y, tras un profundo suspiro, comencé a dejar salir todo lo que mi corazón había guardado por lo que parecía una eternidad.
Toda mi vida he sentido el gran sufrimiento que aqueja a la humanidad, las injusticias, la tristeza; he tenido muy pocos momentos donde haya podido experimentar un sentimiento como éste, tan fuerte y puro que le diera un nuevo sentido a mi existencia... He vivido en la oscuridad hasta ahora, y en este último tiempo he encontrado los colores perdidos en mi alma. Entraste a mi vida como si supieras que guardaba en mi corazón un lugar para ti... Me salvaste del silencio, hiciste que descubriera que también soy capaz de sentir y sonreír; te convertiste en mi presente e hipnotizaste mis sentidos. Desde que apareciste en mi vida Natalie, has logrado que la coraza que ha mantenido mi corazón alejado de los sentimientos se rompiera. Eres un conjunto de maravillosas sensaciones que me atrapan y me tienen pensando en ti todo el día. Estás en mis sueños, en cada hora de mis días, en todos los pasos de mi camino, en cada gota de mi sangre, en cada suspiro que doy en cada amanecer cuando te pienso... Llegaste a mí cuando ya no esperaba nada, y ahora que te conozco sé que ha valido la pena cada minuto de espera. Siento la necesidad de cuidarte, de apoyarte y de estar contigo en cada tormenta que se pueda presentar, y voy a hacer lo que sea para que sonrías cada segundo de tu existencia...Yo te amo Natalie... Mi corazón y mi alma son completamente tuyos desde aquella mañana de verano en la que simplemente apareciste en este tiempo. Tal vez no sepa qué es lo que será de mí mañana, ni lo que el destino me tenga deparado, pero si pudiera abrir mis ojos y ver los tuyos, sabría dónde quedarme... tú eres mi hogar, el que siempre anhelé tener, y te elegiría en esta y en todas las vidas que me toquen vivir..._.
Una vez que hube terminado de hablar, sentí un gran alivio en mi alma , al haberme liberado del peso que suponía en mi corazón todos aquellos sentimientos que habían estado reprimidos durante tanto tiempo. Por un instante hubo un silencio entre los dos, el cual me pareció una eternidad, y temí haberla asustado con mi declaración. No me había dado cuenta de que durante todo ese tiempo había mantenido mis manos entrelazadas con las suyas, tal vez para demostrarle a la joven que mis palabras eran sinceras. A continuación, como movido por una especie de inercia y una fuerza de atracción inexplicable para mí, tomé su barbilla entre mis dedos y con suavidad elevé su rostro hacia el mío, para que pudiera ver la expresión de mi rostro en el preciso momento en que estaba desnudando mi corazón. Con infinita ternura, acaricié una de sus mejillas, mientras interiormente tomaba coraje para poder hacer lo que secretamente había estado anhelando durante las madrugadas en las que no podía conciliar el sueño. Acerqué mi rostro al suyo y finalmente, probé sus labios. ¡Por todos los dioses! La sensación que me produjo el rozarlos me transportó literalmente a los Campos Elíseos, era simplemente una combinación de sensaciones completamente nuevas e inexplicables para mí que me llevaban a una especie de éxtasis...supongo que así debe de sentirse el probar la ambrosía de los dioses. Parecía que el tiempo se había detenido para mí mientras me encontraba conectado a Natalie a través de ese beso tan mágico que se sentía tan bien; las reacciones de la muchacha y el hecho de que por un instante pude ver en el interior de su corazón y leer su pensamiento, finalmente me dieron la certeza de que ella me correspondía y se sentía de la misma manera que yo. Aquello me dio el valor para continuar probando sus labios. Esos labios que apenas había conocido hacía unos minutos y que ya lograban hacerme perder la cordura...Tomé a Natalie por la cintura y la acerqué más a mí, al mismo tiempo que fui profundizando el beso poco a poco; me sorprendí a mí mismo al actuar de esa manera tan osada para la época, e incluso prohibida para un caballero dorado.
Por primera vez en mi vida, hice caso omiso de la parte racional de mi mente y me entregué por completo a aquella maravillosa sensación que me llenaba el alma. Saber que Natalie correspondía a mis sentimientos me hacía inmensamente feliz, como nunca lo había sido, y lo único que me importaba en ese momento era hacer todo lo que estaba en mis manos para que volviera a sonreír... Mi corazón latía frenéticamente dentro de mi pecho, dando un golpeteo sobre mi caja torácica al sentir los brazos de la joven enredarse en mi cuello para atraerme más hacia ella. La felicidad que sentí era tal que mis ojos se humedecieron de lágrimas, más éstas no eran producto de la tristeza... Por fin me sentía verdaderamente amado.
CONTINUARÁ...
