La apuesta – Tian Gu Ci Fu
No podían decir que no habían intentado de todo para entretenerse durante 800 años, pero definitivamente a veces surgían oportunidades que no podían desaprovechar. Quién sabe cuántos siglos más pasarían sin una nueva idea para entretenerse.
Devotos, ofrendas y ocasionales escándalos no era suficiente. El concurso de las linternas tampoco fue el mismo desde la avasallante victoria de Xie Lian, así que mejor ni siquiera trataban de competir contra el fanatismo de la lluvia sangrienta que busca la flor. Después de la tercera ascensión del príncipe, nadie parecía tener más influencia, control o poder que él. Lo cual era ridículo.
Pero eso había traído a Feng Xin y Mu Qing a su actual dilema.
-Te lo digo, no hay cosa a la que él le diga que no-
-No puede decirle a todo que sí. Lo he visto negarse-
-¿Ah sí? Menciona la última vez que ese rey fantasma le haya dicho NO a dianxia-
Ambos se miraron pensando de manera extensa en sus últimos encuentros.
Definitivamente no encontraban nada ni golpeando la cabeza en el pilar más cercano y eso solo los frustraba más. Feng Xin golpeó su puño cerrado en la mesa y se puso de pie con un grito de guerra.
-¡Ya es suficiente! ¡Te apuesto a que sí hay cosas a las que seguro le dice que NO y lo voy a descubrir! ¡No puede ser tan condescendiente ni actuar así siempre porque solo lo va a malcriar…!-
-¿Más?- Mu Qing lo veía aún aburrido, con la barbilla recargada en su palma abierta, su codo sobre la mesa donde comían antes de empezar todo el argumento. -Tú tampoco solías decirle que NO a todo lo que Dianxia quería- le recordó y Feng Xin se volvió a sentar, levemente rojo pero sin negar la acusación. -Las cosas han cambiado sin duda, tú al menos ya le dices que NO-
Eso sin embargo no parecía ser un cumplido para Feng Xin.
-No puede ser tan perfecto- masculló y clavó el tenedor de nuevo en el plato. La idea de que el rey fantasma más temido de los tres reinos fuera un ciervo leal e incondicional del príncipe… ¡ Por todos los dioses!
-Pero dijiste que apostabas que había cosas a las que le diría que NO- comentó Mu Qing interesado y el otro lo miró con una ceja arqueada, eso sonaba a un plan. -¿Qué cosas le negaría Hua Cheng y qué apuestas si comprobamos tu teoría?-
Se hizo el silencio en los cielos y chispas peligrosas comenzaron a salir entre esos dos. Era una guerra de manera oficial, era una apuesta por sobre todas las cosas y a ambos les encantaba tener la razón. Lo único que podían prever era que quizás se arrepentirían, pero en nombre de todo lo divino, alguno de los dos tenía que ganar.
Lo cual nos traía a una tranquila tarde en el Santuario Puqi. Xie Lian estaba barriendo las hojas acumuladas del último par de días, cuando la aparición de dos presencias amigas le causó una leve sonrisa aún sin girarse. Esas auras las reconocería en cualquier vida.
-Dianxia-
Recargó la escoba en el árbol y volteó hacia los recién llegados con la sonrisa aún intacta.
-Feng Xin, Mu Qing- saludó y empezó a sacudir un poco su túnica. -¿Qué los trae por aquí? ¿Acaso hay problemas en el cielo?-
Ambos hombres lo miraron sin comprender el saludo tan… poco característico de Xie Lian, pero aun así se terminaron de acercar.
-San Lang dijo que ustedes no vienen a visitarme a menos de que necesiten ayuda en algo- confesó incluso antes de que le preguntaran, con un dedo acariciaba su mejilla de manera pensativa -Yo le dije que eso no era cierto, pero entonces ustedes aparecieron, lo que me lleva a preguntar si hay algún problema en el cielo- sonrió de nuevo y claro que esperaba una contestación tan sincera como él lo estaba siendo.
Una gotita de sudor rodó por la frente de Mu Qing, podía tolerar los comentarios, pero viniendo de ese ser lo ponía de mal humor de inmediato.
-¡No vinimos porque hay problemas!- gruñó Feng Xin y se acercó a tomar a Xie Lian por ambos hombros para sacudirlo por encima de lo leve -¡Vinimos a visitarte, para saber cómo estás, como buenos amigos!- declaró tan fuerte como para que toda la villa se enterara. Alguien le pasaría el recado a Hua Cheng. Bastardo manipulador.
Después de eso todo se volvió incómodo. No había sido su mejor idea ir y a sacudir por los hombros a dianxia, pero la acusación tan falsa del no presente, le dolía. Le dolía mucho.
-Hablando de Hua Cheng…- pasó un brazo sobre los hombros del príncipe con más calma y comenzó a guiarlo de vuelta al santuario.
El tema ya estaba en la mesa, solo era cuestión de cuestionar a Xie Lian un poco y saldrían de dudas. De todas formas solo perderían 10 templos cada que cualquier suposición de la lista de "Lo que la lluvia sangrienta que busca la flor, probablemente le negaría Dianxia" resultara errónea.
Nada complicado, ¿Cierto?
