DISCLAIMER: Es 2024, y Harry Potter le sigue perteneciendo a J. .

Este fic participa en el Reto #73: "Feliz año nuevo" del Foro "Hogwarts a través de los años".

Prompt: hacer más ejercicio.

Lord Voldemort era un mago que distaba ya de ser joven, aunque odiara reconocerlo. La paciencia era una virtud. Una que él llevaba muchos años ya cultivando, pues sólo así podría llegar a ser aquello que aspiraba: el dueño de su propio destino, el amo de la muerte, y el mago más poderoso que jamás hubiera habido.

Gracias a la paciencia, la espera de diez largos años entre el tiempo en el que se vio obligado a ocultarse y el momento en el que por fin pudo intentar hacerse con la piedra filosofal y matar a Potter (sin mencionar los fracasos, muchas gracias), fue bien aprovechado para idear planes, maquinar ideas que lo condujeran al éxito.

Pero ahora lamentaba un poco haber sido tan paciente. La paciencia lo había orillado a permanecer por mucho tiempo como una mera sombra, como algo un poco menos muerto que un espectro. Lord Voldemort no era, ni mucho menos, aquel que había sido en sus años mozos.

No se había dado cuenta al principio, claro está. Aquella noche en la que recuperó su cuerpo y Potter escapó por pura suerte y ayuda de otros, como siempre, se sentía vivo y poderoso, y la emoción de haber vuelto nubló todo lo demás. Claro que, una vez que había sufrido su fracaso y se vio obligado a ocultarse, entendió que su agilidad no era la misma de antes. Ni sus movimientos de varita tan fluidos… ¿era eso una contractura después de usar la maldición cruciatus?

No lo habló con ninguno de sus seguidores, por supuesto. Ni siquiera con Bellatrix. No iba a parecerse a un débil hombre cuando él era el mago más poderoso del mundo.

Pero luego de que el vejestorio de Dumbledore lo derrotara nuevamente en el Ministerio de Magia (sólo se había retirado porque, como se dijo antes, Voldemort era paciente) se dio cuenta de que le dolían tremendamente los pies.

Tal vez, sólo tal vez, ya no tenía la misma fuerza y forma que cuando era joven (y por eso, en serio, detestaba la decrepitud que conlleva el paso del tiempo y la muerte).

Voldemort no iba a admitirlo, excepto para sí mismo. Y en ese año nuevo, mientras planeaba su próximo golpe para derrotar a Dumbledore y a Potter, y hacerse con el control del mundo mágico, Lord Voldemort se prometió a sí mismo hacer más ejercicio para mantenerse en forma (y que sus planes ya dejaran de fallar).