BIENVENIDOS A UNA NUEVA HISTORIA NARRADA MÁS, DEL MARAVILLOSO UNIVERSO LITERARIO DE LWA

¡ABRO TELÓN!


IV

Cuando la primera luz del día aparece antes de que salga el sol en el horizonte, Diana Cavendish ya se encuentra acomodando su gorra militar frente al espejo, ocultando sus hipnotizantes ojos zarcos bajo una mirada inexpugnable. Una pequeña arruga en la parte superior del cuello de su chaqueta gris se asoma con discreción, pero ella no tarda en arreglarla con sumo prolijo, terminando de alisar el resto de su uniforme para luego salir del baño a la brevedad. Un fino haz de luz le ilumina la cara. Avanza por el pasillo de madera chirriante paulatinamente y se detiene frente a la primera puerta que se encuentra en su travesía, meditando arduamente en si abrirla o no.

Su mano se sostiene en el aire antes de tomar la valentía necesaria para ingresar silenciosamente a su cuarto, da tres pasos luengos posicionándose frente a su cama y se inclina únicamente para ser testigo de la inocencia en su estado más puro. Atsuko Kagari durmiendo le llena el alma de una paz conciliadora. Por lo cual, sonríe y se agacha todavía más hasta alcanzar su mejilla y rozarla con el extremo de sus labios, provocando que ella se hunda en su almohada y respire profundamente.

- Eres como un pequeño ángel cuando duermes.

Diana se quedó admirándola minuciosamente durante algunos segundos más, después de rendirse a la idea de que jamás lograría obtener de ella esa cercanía tan serena. Alejándose y caminando de vuelta a la puerta, con su corazón abandonando la pasión a fin de dedicarse enteramente a asegurar su bienestar.

Bajó las escaleras deslizando su mano por la barandilla, contando sus pasos uno a uno con su mente enlentecida. La plataforma gruesa y pesada de sus botas hicieron al suelo resonar. Permanecía la calma en una mañana escarchada. Y Rei Kagari ya se encontraba en la cocina, hirviendo agua en una tetera y calentando sus manos en el fogón de la estufa, cuando Diana se asomó por los alrededores. Ella podría jurar haberlo escuchado murmurar palabras que se asemejaban a una oración, pero como su presencia sirvió como distracción a la hora de irrumpir en la cocina, no pudo asegurarlo del todo, haciendo al señor Kagari simplemente girar en su dirección y sonreírle con simpatía.

- Buenos días, Diana ¿Cómo amaneciste?

La joven militar colocó una de sus manos a la altura de su estómago e inclinó su cuerpo levemente para consentir el saludo, levantando la cabeza e imitando su sonrisa.

- Buen día, señor Kagari. Dormí muy bien, gracias. Significa mucho para mí su hospitalidad.

El hombre mayor dejó dos tazas grandes sobre la mesita plegable de la cocina y sirvió en ellas agua, azúcar y una generosa cucharada de café con un chorro de leche. Deslizando la más presentable delante de Diana, la cual ya se encontraba tomando asiento frente a él.

- Ni lo menciones. Ese cuarto desde hace mucho que tiente tu nombre, sólo espero el día en que te decidas a venirte a vivir aquí. Estaría muy feliz de que eso sucediera.

- Sí, pero yo me sé de una persona a la que no le apetece nada que lo haga – Diana le respondió sinceramente divertida, mientras sorbía un poco de café, a lo que Rei asintió riendo consciente de sus palabras.

- Ayer se veía bastante molesta, no quise hablar de ello, pero me preocupa. Akko es bastante temperamental.

- Testaruda e irracional, pero ya estoy aprendiendo a lidiar con eso. No tiene por qué preocuparse, lo mantendré al pendiente de todo lo importante que pase respecto a ella. En especial si vuelvo a verla en una protesta.

- Los jóvenes se creen invencibles – Rei musitó, contemplando concienzudamente el café en su taza – Se creen que nada puede pasarles, pero no es así. Akko no dimensiona el peligro de sus acciones, ella simplemente lo hace por quedar bien frente a otros chicos de su edad… No lo sé. Desde que entró a la universidad, ya no es la misma chiquilla alegre que solía ser.

- Es que si crees que voy a quedarme con la misma actitud que tenía a los cinco años, estás muy equivocado, papá.

"Hablando de la reina de Roma"

Atsuko se presentó en la cocina sin haber dado indicios previos de su llegada. Acercándose y girándose hacia Diana con un gesto aburrido en su rostro. Ya había tenido suficiente de ella el día anterior ¿Por qué hoy tendría que soportarla de nuevo?

- Buenos días, Akko.

- Sí, lo que sea.

La joven se sentó discretamente en la silla más cercana a ella, apoyando los brazos sobre la mesa y exhalando exageradamente. Contorsionaba su cuerpo, realizando sonidos guturales tímidos y agudos, hasta que por fin se quedó quieta, observando a su comensal adjunto, expresando molestia en la forma en que sus cejas se juntaban en medio de su frente. Y no dudó en preguntar:

- ¿No tienes gente a la que fusilar hoy? – Con cierto espesor malintencionado.

- Akko…

Rei Kagari estuvo a punto de interferir para recriminar a su hija, sin embargo, una mirada cerrada de Diana le fue más que suficiente para entender que no valía la pena y que lo dejara estar, después de todo, esos comentarios ácidos ya los tenía incrustados en su diadema de pensamientos y no vacilaba a la hora de ignorarlos y desecharlos.

No se sintió ofendida, pero sí un poco dolida, aunque acostumbrada también, lo que la llevó a sorber su café una vez más antes de aclarar su garganta.

- La verdad, es que hoy no tengo trabajo – Respondió, muy a pesar de Akko, no conformándose con terminar su frase ahí – Y estaba pensando en pasar mis días libres aquí. Creo que tu padre necesita un poco de compañía y planeo dársela. Supongo que no te molesta ¿Verdad, Akko?

Y la cara de Atsuko se desfiguró desvelando en ella el cruel martirio al que sería sometida.


Como siempre, cualquier falta de ortografía: ¡UN HECHICERO LO HIZO!

¡CIERRO TELÓN!

P.D: Mis agradecimientos a ti (te llamaré Guest porque no tengo tu nick), me hace mucha ilusión que todavía te agraden mis historias y ojalá así yo pueda retomar este pasatiempo que me gusta muchísimo. Por lo que espero poder seguir contando con tu apoyo.