Los personajes de Saint Seiya no me pertenecen, son propiedad de Masami Kurumada. Los personajes extras así como la trama entera del fanfic sí son de mi pertenencia y de hecho les saque derecho. Disfruten el fic. La letra es una traducción de la canción hecha por mí, así que no es la letra original, no estoy infringiendo los derechos de autor de ninguna canción. Y lo aviso porque luego fanfiction se pone quisquilloso, pero aquí no tienes reclamo FF. Fic Protegido por SA, DMCA e INDA.
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LA VERDAD TRAS LA ROSA
Aprendiz: La vida es nuestra maestra.
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… Sólo una enorme mancha negruzca en medio del bosque. Tomó algo de la tierra negra entre sus dedos. No era la tierra natural del lugar. Más parecían cenizas vueltas polvo y barridas por el tiempo y los temporales. El bosque parecía desquebrajado, la línea de los arboles parecía haber sido tajada de forma violenta, más no por taladores, sino por algún evento natural, tal vez…
Artemis recorrió el lugar pero no encontró rastro de edificación alguna, ni siquiera cimientos, parecía ser verdad que Löwenhielm no era más que una propiedad en algún cuento de hadas…
Caminó por el terreno irregular y desde una parte alta divisó de nuevo la enorme mancha de tierra negra, ahí al centro donde parecía faltar un pedazo de bosque. Era extraña, muy extraña. Entonces una idea llegó a su mente.
Artemis no podía comunicarse con las plantas a través de sus vibraciones, pero en cambio, poseía la mágica habilidad de leer en los ropajes de las dríadas. Artemis era un habilidoso derwydd "vidente del roble" quien como los antiguos druidas podía leer en las cortezas de estas.
Todo lo que sucede en los parajes salvajes de los hombres los vientos lo recogen y lo llevan donde las hamadríadas, las hadas de los árboles que danzan con los vientos llenos de emociones y acontecimientos, transformándolos en bruma que estalla en lluvia de cuentos. Es esa lluvia que, convertida en limo, escribe historias y leyendas sobre la corteza de los vestidos de las dríadas, hermosas mujeres de piel verde como la manzana y cabellos esponjosos y salvajes como las ramas, de las cuales a su muerte queda el registro de la naturaleza en el interior de los anillos de los arboles donde habitaron. Esas cortezas eran libros vivientes y Artemis sabía leer de ellos.
De las dríadas, podía ver y sentir lo que estás habían presenciado y sentido en el pasado, todas las historias que tenían por contar. Los árboles, los centinelas del bosque, guardaban información de lontanos tiempos, algunos incluso de tiempos inmemoriales para el humano.
Artemis comenzó a caminar entre los árboles, tenía una intuición que jamás le fallaba y siempre se dejaba guiar por ella, esta, en una corazonada, lo guio en especial hacia un árbol que parecía más viejo que los demás, un pino albar, fuerte y alto como torreón, su corteza ajada sin dudar tendría interminables historias que cortar. Las plantas no tenían ojos, pero en cambio tenían otras formas de percepción, como el sonar de los delfines que sin ojos podía percibir claras las formas, las plantas tenía su propia visión de su mundo y Artemis podía percibirla igual al conectarse con ellas.
Artemis saludó al gigante del bosque con respeto y puso suavemente una mano en su tronco, suplicó su ayuda y le habló del por qué estaba ahí. Artemis quería que le contara si acaso conocía o había existido la propiedad que buscaba, pues quizá aún estaba por ahí, más adentro del bosque.
Sin embargo el sabio guardián del bosque dejándole leer entre sus anillos le daría más información sobre esa propiedad de la que Artemis esperaba obtener.
Artemis pegó suavemente su frente al tronco y conectó su cosmos a las raíces mismas del árbol para así leer en las cortezas.
Sensaciones, similares a imágenes aleatorias comenzaron a llegar a su mente, corriendo hacia atrás en el tiempo, guiándolo, sintió la primavera y el invierno pasar hacia el pasado más de una vez... Y finalmente... El peso de una edificación grande sobre la tierra, justo ahí, donde la tierra negra resaltaba fuera de lugar. Artemis pudo sentir… Pasos en la tierra, pasos delicados, pasos de mujer… Pasos, pasos presurosos de animales y un hombre, un cazador, conejos corriendo entre la nieve. Alces y renos corriendo… la vibración provocada por el disparo de una escopeta… Risas, animales de granja…
Du varg du varg kom inte hit, Ungen får du aldrig...
El cantar de una voz femenina, haciendo eco en la noche, en los arboles…
Al parecer… Sí había existido una propiedad ahí, de seguro habría sido derrumbada por algún venda- ¡…!
A su cuerpo llegó una vibración que le detuvo el corazón. Pasos de infante… Un pequeño con una vibración muy particular y un cosmos demasiado familiar… correteando entre los árboles que otrora estuvieron ahí. La flora que conectaba sus raíces en un pálpito con todas las demás, llamándolo, sintiendo al pequeño cuidarlas y correr entre ellas. Risas inocentes... Inocentes manos acariciando un rosal…
El llanto y la desesperación de una madre, lágrimas de terror cayendo sobre la tierra… pasos presurosos…
…Pasos manchando de inmundicia la tierra, pasos maculados de infernal maldad, la tierra misma sentía rechazo a esos pies que la profanaban… La vibración de disparos, disparos… de distintos calibres, febriles, desesperados…
Fuego… un dolor intenso, el fuego devorando todo a su paso, plantas y animales muriendo calcinados por el gran incendio. La desesperación de una madre, la impotencia de un padre, el miedo desgarrador en dos almas inocentes, y la maldad más acendrada que hubiera pisado la tierra. Pasos que encendían la tierra con las llamas del tártaro. Y voces desesperadas que le laceraban los oídos…
"¡Corre, enciérrate con los niños!... ¡No pondrán un pie en mi casa malditos demonios! ¡No les daré a mi hijo!" Disparos desesperados y risas burlonas, sangre inmunda cayendo al suelo sin que los pasos impíos detuvieran su avance. Artemis conocía la sensación de esta sangre sobre la tierra, él la había derramado antes en batalla, limpiando el lugar con su cosmos despues, ante el asco que la tierra le manifestaba al sentirse machada por tal inmundicia. Era la sangre de machairovgáltis y alastors.
"Tienes una deuda con los Dioses Príncipe Maximillian Vasaborg y yo he venido a saldarla… ¡Con tu cabeza y la de tu familia!" La carrera de unas garras sobre la tierra cargando contra un ser humano. Artemis comenzó a leer con claridad, todo lo que ese viejo pino albar había escuchado y presenciado. La madera de la casa, conectada a su naturaleza, hablaba de los horrores que había visto y hablaba del choque de un infante contra sus muros, del olor de la sangre que se impregnó en el viejo piso de madera de la mansión, el grito en el alma de una familia, el grito en el alma de una casa que vio morir a quienes debía resguardar.
Artemis comenzaba a sentirse mareado, su cuerpo rechazaba todo lo que sentía, e incluso podía olfatear y oír, demasiadas sensaciones, maldad, crueldad, miedo, dolor, odio e impotencia, las sensaciones se recrudecían y pasaban a vertiginosa velocidad, haciéndole sentir absolutamente todo lo que habían percibido. Sangre de un vientre, la Tierra era muy sensible a la sangre de las parturientas, eran sus hijas, y daban vida como ella, y esta sangre llenaba de indignación a la Madre Tierra, incluso el bosque mismo parecía clamar justicia por la muerte de una de sus hijas… ¿¡Una hija de los bosques!? La sangre de la mujer… no era del todo humana, palpitaba con las venas del bosque y las venas de las Huldre… Artemis no podía creer lo que percibía, no atinaba a procesar lo que sentía cuando un terrible dolor lo hizo caer de rodillas al suelo sin soltar el tronco. Sintió como si sus propios huesos se rompieran cuando las vigas de madera de la casa se partieron. Sintió el retumbar de la casa sobre la tierra cuando los cimientos se vinieron abajo y el fuego se propagó violento por los alrededores. Y entonces… sintió una mano de inmunda materia posarse sobre el tronco del mismo árbol que Artemis sujetaba y pudo oler sangre, había sangre humana pero también… Un Alastor, sin duda, un Alastor se sostenía de ese mismo tronco y estaba herido, su sangre caía a tierra… entonces escuchó la estridente carcajada de su voz "¡¿Me escuchan Huldre?! ¡Vean arder su preciado bosque desgraciados!"… podía sentir que el Alastor tenía una cría humana en brazos, y ya que el ser se sostenía de este mismo árbol, Artemis usó su poder y pudo conectarse directamente con el cuerpo de aquel ente lleno de maldad, y entonces a través de los ojos de ese ser, vio con claridad humana lo que el Alastor veía en ese momento, el hijo del hombre que el Alastor sostenía en brazos era…
Aun con los ojos cerrados, las lágrimas comenzaron a manar de Artemis cuando esa visión clara le rompió el corazón.
Y… Tras el hermoso e inocente rostro bañado en lágrimas, una enorme mansión de tradicional y antigua arquitectura escandinava se caía a pedazos devorada por un rabioso fuego, prendiendo fuego al bosque. Los hermosos ojos azules de la creatura se clavaron en él cuándo escuchó la voz del Alastor decir "Mírame hermoso ángel… así… bebe del leteo…" "¿No quieres ir a tu verdadero hogar? ¿No quieres ir a casa?... Todo terminó… Mi misión ha terminado, pero la tuya pequeña perla, apenas comienza… Ah… Hasta nunca mi bella Svana"
Cuando el ser soltó el árbol para abandonar el lugar, Artemis perdió conexión con el cuerpo del Alastor, y comenzó a sentir como las llamas lo devoraban vivo a él. Ante el intenso dolor Artemis abrió los ojos y soltó el tronco, respirando sumamente agitado, las terribles sensaciones y dolores comenzaron a desaparecer de a poco y su piel dejó de arder.
Aún de rodillas y tratando de recobrar el aliento, Artemis miró hacia aquella parte de tierra negra. Sólo tierra, sólo una mancha de tierra negra que se podría confundir fácilmente con la tierra del lugar para quien no conociera de geología como él. Sólo tierra… sólo eso había quedado de la familia de Afrodita. Su madre, su hermana, su padre…
Artemis cerró los puños con rabia e impotencia y golpeó la tierra. No podía creer que los Dioses hubieran sacrificado de forma tan desgraciada a una familia entera… Athena en el Olimpo no debía estar enterada… El Olimpo… Donde la tierra del hombre no tenía secretos para los Dioses… No, no sería posible que hubiera permitido… No… su Diosa no… no sería capaz de… ¡Athena, aquella a quien había consagrado su vida, y sacrificado sus anhelos a su servicio, no sería capaz de permitir esto en su nombre!
Artemis lloraba de rabia, no encontraba explicación a tal crueldad, tenía que haber alguna justificación para que Athena quien por ahora residía en el Olimpo no hubiera impedido esto. Quizá ya había nacido y no lo sabían… tenía que pedir a Shion que buscara a esa niña en las estrellas. Athena no podía estar en el Olimpo aún y haber permitido semejante atrocidad. Simplemente no podía aceptarlo, no podía porque no podría perdonar jamás tal crueldad. No, no podría justificar ni perdonar, ni siquiera a la Diosa a la que servía…
Artemis de Piscis se desmoronó en llanto, no podía creer el precio tan alto que su pequeño Afrodita había pagado por la armadura de Piscis y él que el mismo pagaba por tener la bendición de ser padre…
No deseo volver a la vida, no deseo seguir siendo un Caballero Dorado nunca más, no deseo pelear por una falsa Diosa que en aras de proteger a la humanidad, sacrifica más vidas humanas de las que salva, para placer de los Dioses. Débil e ingenua… mucho menos que eso, y mucho más de lo que pretende ser… mentirosa y taimada como las víboras. Dicen que no hay peor mascara de la maldad que aquella que se oculta en la inocencia y un rostro bonito.
Athena, Poseidon, Hades… Caballeros, Marinas y Espectros, todos nosotros peleando entre sí para defender a su respectivo Dios, y… si la pelea es entre Dioses… ¿Por qué somos nosotros los que peleamos?... ¿Por qué somos nosotros los que sangramos? ¿Por qué somos nosotros los que morimos? ¿Por qué somos nosotros los que matamos? ¿En nombre de qué?...
¿Cómo puede tanta sangre derramada tan inútilmente ser la salvación de la humanidad? ¿Cómo justifica el dolor de quienes quedan en el medio de esta infernal cruzada?
Era tras era, los caballeros, las marinas, los espectros, los ángeles, todos sólo causan muerte y derraman sangre en nombre de algún Dios ¿Y qué dan los Dioses a la humanidad a cambio? Sólo su desdén y su desprecio.
La humanidad sigue sufriendo, la gente sigue muriendo, el mundo se plaga de injusticias… ¿Dónde están los Dioses?
Pero mientras nosotros peleamos guerras santas, unos contra otros en nombre de nuestro Dios, un niño muere de hambre en la India, una mujer es abusada en el Cairo, un hombre asesinado por un mísero celular en Nueva York, y los gobiernos se enriquecen sometiendo al pueblo a la miseria…
¿Qué hacen los Dioses al respecto? ¿Dónde estaban sus guerreros cuando esto pasaba en el mundo? Yo les diré dónde estaban, estaban matándose unos a otros en su nombre y para su diversión.
No, nada es lo que nos han contado, y nada justifica la sangre derramada, en nombre de un Dios…
Llaman ignorante a la humanidad, cuando quienes actúan como auténticos ignorantes son ellos, los Dioses, son sólo niños mimados, atrapados en un sueño eterno…
¿Aprenderé lo que realmente es sagrado?
¿Redimiré mi alma?
¿La verdad me hará libre?
…
- ¿Ya? –preguntó Shion sorprendido mientras acomodaba unos papeles.
- Claro, llegó la hora. Ah… Antes que nos demos cuenta, tendré que entregar mi armadura –sonrió –y la veremos encoger para acoplarse a su nuevo dueño –decía muy contento Artemis.
- Pues tienes un prodigio de chiquillo.
- Como que se parece a mí -dijo el otro orgulloso de su niño.
- Cuanta modestia... Siete años cumplidos, mira, qué rápido se pasa el tiempo. Me parece que fue ayer cuando llegó al Santuario, y era un gatito arisco y silencioso. ¿Cuándo se van? –dijo pujando para levantar tres viejos enormes y pesados libros.
- Mañana. ¿Me vas a extrañar? –dijo haciéndole ojitos a Shion.
- Claro que no. –rezongó el otro.
El danés se echó a reír y ayudó a Shion a cargar los pesados libros caminado junto a él para ponerlos en su estantería.
- ¿Y qué dice Afrodita?
- Está emocionado de viajar a Groenlandia. –decía Artemis subiendo la escalera librera del estante.
- Saga lo va a extrañar mucho.
- Creo que Afro lo extrañará también, aunque no sólo a él. Me alegra poder decir que se lleva muy bien con todos sus pequeños hermanitos. ¡Y ese hijo del averno llamado Angello! Nunca pensé que se harían tan cercanos.
- Ni yo, son como el agua y el aceite. Sin embargo, veo en ellos al ying y al yang. Afrodita es quien le aporta equilibrio a ese descarriado. Gracias a él los otros aprendices de dorado no se han matado con las ocurrencias de Angello.
- ¿Escuchaste que Angello se quiere cambiar el nombre por Mascara de Muerte?
- ¿¡Cómo dices?!
- Sí, dice Afro que desde que le regaló esa mascara veneciana que le compró por su cumpleaños, no deja de repetirlo cuando se la pone.
- Caray… tendré que hablar con Cerber…
- Y… ya está–dijo guardando el ultimo viejo y pesado libro en la estantería y bajando la escalera.
-Te lo agradezco, ahora… me es imposible subirme a esa escalera, menos con peso… como siempre dices viejo amigo, la edad se me ha venido encima.
- Sólo bromeo Shion –dijo el otro con gentileza.
- Pero es la verdad amigo mío… ¿Sabes? Todos van a sentir mucho tu ausencia.
- Y yo voy a extrañarlos a todos, en especial a ti, aunque tú no me extrañes –reclamó jugando.
- Sabes que lo haré. Cuídense mucho…
Shion se sentaba lentamente ayudado por el pequeño caballero de piscis en un sillón de la sala del enorme templo de Piscis.
- Gracias hijo.
- Iré a llamar a mi maestro su Ilustrísima, en seguida vuelvo.
El niño hizo una reverencia y se marchó bajo la sonrisa y curiosa mirada de Shion. Ese jovencito era todo un caballero de la más fina etiqueta a tan corta edad, sólo podría compararlo con Camus, pues incluso a los mayores les faltaba una… pulidita, aún eran algo silvestres. Shion lo vio perderse entre los pasillos, era tan curioso ver la armadura de piscis de nuevo en ese pequeño tamaño, hacía casi doscientos años que no la veía así…
Al poco rato llegó Artemis acompañado de su hijo y saludó con gran cariño a Shion, este intentó levantarse pero Artemis se lo impidió y lo abrazo así, sentado. Afrodita hizo una reverencia al patriarca y despidiéndose de su maestro dejó a ambos hombres para que tuvieran privacidad de hablar, además, él tenía que estar atento a la guardia de su casa.
- Digno caballero dorado, a tan corta edad.
- Sí, no sabes lo orgulloso que estoy de él.
- Y… ¿cómo sigue?
- Ah… un poco mejor. Pero, no es el mismo. Ya no sé… qué hacer amigo. He intentado de todo, me siento inútil por no poder ayudarlo. ¡Soy su padre se supone que pueda hacer algo! Y ni siquiera pude evitar esto…
- Artemis no fue tu culpa.
- Debí haber estado más pendiente de él, con quién hablaba, con quién se juntaba.
- No podías estar tras de él todo el tiempo, y no podías encerrarlo en la casa de piscis. En algún momento tenía que convivir con más gente y...
- No con esa gente Shion. Estoy muy preocupado Shion, mi niño… no ha sido el mismo desde entonces.
- Fue un duro golpe para él Artemis… dale tiempo. Ahora Afrodita necesita mucho amor y mucha paciencia, estas cosas son duras para un adulto, cuantimás para un niño.
- Toda mi paciencia y mi amor están para él, pero me duele verlo así.
- ¿Hay algo en lo que yo pueda ayudar?
- Me temo que no… –el danés suspiró apesadumbrado.
- Bueno si hay algo, por favor, házmelo saber, cuentas conmigo para lo que sea.
- Te lo agradezco mucho Shion.
- Vamos, arriba ese ánimo, verte deprimido también, no le ayudará a Afrodita. Además, valórame un poquito, bajé cuatrocientos escalones para verte, al menos finge alegría de verme –esto logró hacer sonreír a Artemis y Shion cambió el tema para relajar el ambiente –Y dime amigo ¿cómo te sienta la jubilación?
- Es extraño he de confesar –dijo con una risilla. –No pensé que me jubilaría antes de morir.
- Creí que volverías a pasar tus años de… "juventud" a Dinamarca.
- ¡¿Y dejar a mi niño aquí?! ¡Ni hablar!
- Pues Drage Hjelm se caerá a pedazos.
- No lo hará, si no has caído tú, menos esa propiedad.
Shion le miró con ojos endiablados y Artemis soltó la carcajada.
- Tú no cambias. Nunca aprendiste a respetar a tu patriarca.
- Jajaja Shion… siempre respeté al patriarca y lo sabes, frente a todos siempre te di tu lugar.
- ¿Y qué tal a solas? –le recriminó con una sonrisa de medio lado.
- A solas es una historia diferente. Ya lo dije, siempre respeté al patriarca, pero como hermanito menor estoy para joder a mi hermano mayor jajaja.
- Ah, tengo que admitir que esa confianza con la que siempre me tratas a solas, me hace sentir más humano. Ser el patriarca… puede llegar a ser muy pesado y hasta solitario. –dijo suspirando cansado, recordando todos sus años en el trono. –No sé qué hubiera hecho sin ustedes, en especial sin Dohko, Cerber y tú.
- No me debes extrañar tanto, casi no me visitas.
- Tú no subes a verme.
- Mi "juventud" ¿Qué te digo?... No lo creerás pero, últimamente me cuesta mucho trabajo subir esos cuatrocientos escalones –le dijo sonriendo cansado.
- ¿Y yo si los tengo que bajar? –preguntó el otro en un gracioso reclamo sacándole la risa a Artemis.
- Comprendo que te sea difícil no verme tan seguido, por eso haces el esfuerzo… -bromeó de nuevo pero poniéndose serio le dijo con gratitud -Pero de verdad aprecio que lo hayas hecho, ya extrañaba saber de ti, discúlpame por favor por no haber ido a verte en el último mes, no es falta de voluntad, es… creo que las heridas de mi pasado me están cobrando lo que les debía.
- Por eso vine Artemis –Shion buscó el cosmos del joven caballero de Piscis y al sentirlo lejos de la habitación prosiguió muy seriamente –Estaba muy preocupado por ti, quería hablar contigo antes que salieras para Dinamarca. Esas punzadas y cegueras espontaneas ¿han seguido?
- Vienen y se van, pero ya me siento mejor.
- ¿De verdad? Cuando perdiste la visión y casi te desmallas en mi despacho el otro día… me diste un terrible susto Artemis. ¿Qué dijeron los sanadores?
- Ah… lo que ambos sabemos Shion. Mi cuerpo ya está resintiendo las viejas heridas. Despues de todo por debajo de esta perene juventud, ya soy más que un anciano, una reliquia de 188 años… Mi apariencia es sólo eso, una apariencia, pero por dentro mi organismo esta… cansado. Ya lo ves –dijo riendo –no soy tan buen caballero dorado como tú, resulte genérico jajaja.
- No digas eso.
- A pesar de todo aún estás de una pieza Shion, y eso que soy más joven que tú cincuenta y seis años.
- Llevaste más golpes que yo. Artemis estuviste al borde de la muerte en varias misiones. Muchas veces creí que no la contarías, y mírate aquí sigues. No digas tonterías como que eres genérico, en mis tiempos de dorado no había los males que hay ahora.
- Dioses siempre ha habido –dijo riendo.
- Sabes a qué me refiero. Además siendo así, yo también resulté ser genérico, hubo caballeros que vivieron más de quinientos años y aún conservaban su fuerza y juventud, y yo a mis 244 años ya no puedo ni con el patriarcado, me cuesta caminar y de mi juventud y lozanía sólo quedan historias. Artemis los tiempo ya no son los mismos –dijo con un suspiro –parece que conforme el mal se incrementa en este mudo el humano se desgasta más, incluso la comida y las frutas no saben igual que hace doscientos años, te puedo jurar que algo ha cambiado, como si ya no fueran tan naturales… la energía del planeta se vuelve más densa, los cielos más oscuros y contaminados, ya no es tan fácil ver las estrellas por la noche. Los mantos acuíferos se envenenan con radiación, bombas y armas biológicas de destrucción masiva esparcen enfermedad peste y muerte. ¡Caray, quién lo hubiera imaginado en nuestros tiempos!. No Artemis, ya nada es igual que antes, ya no son sólo los Dioses, son los propios humanos los que ponen en riesgo el futuro de la vida en este planeta. Ya lo ves, ni siquiera Atla sobrevivo al último siglo y eso que los lemurianos solemos vivir mucho más que un humano. Parece que conforme pasan las generaciones los santos viven cada vez menos.
- Hablando de Atla… -acotó con honesta picardía –Yo insisto Shion en que Alta se pasó la regla del celibato por el arco del triunfo –comentó con una risilla. Es que Mu no podía ser bajo ninguna circunstancia una casualidad…
- Artemis… ¿sigues con eso?
- Shion TODOS insistimos con eso. Nadie olvida a esa bella chiquilla de larga cabellera plateada que tenía embobado a Atla. Dalha se llamaba, y si mal no recuerdo, era pariente de tu maestro ¿no?
- Hija de su prima.
- La única chica herrera alquimista de la que oí jamás. ¿Por qué no hubo más chicas? Entiendo que los grandes herreros de Lemuria eran todos hombres… ¿No es eso algo sexista?
- No es eso amigo, se necesita mucha fuerza física para reparar armaduras, no sólo conocimiento. Pero creo que sí hubo varias herreras, sobre todo cuando el continente aún existía.
- Pues muy guapas las lemurianas –suspiró. –No me extrañan los olvidos de Atla. Sus primeros años como caballero de Aries, fueron los peores para esa casa… nunca estaba. Teneo parecía ser guardián de Tauro Y Aries, siempre cubriendo a su amigo.
- Atla de verdad tenía cosas que hacer en Jamir.
- Claro, y buenos pretextos para ir, como por polvo estelar, herramientas, oricalco… ¡Ja! Como si no lo tuviera en la casa de Aries. ¡Y aquel famoso martillo que siempre se le "olvidaba" en Jamir! Shion por favor, ese chico supo aprovechar su poder de teleportación y si me baso en mi cálculo de fechas y ausencias, podría decir que estaba pendiente de… "alguien" que necesitaba su protección –le dijo con una sonrisa sínica y mirada inquisitiva, a lo que Shion sólo bajó la vista ocultando una risilla con las largas mangas de su traje. –Que se me hace que tú sabías algo lemuriano.
- Para nada –afirmó Shion con una solemnidad más falsa que armadura de cobre.
-¡Ja! Y yo que desperdicie mi juvenil concupiscencia siendo fiel a la regla del celibato. Te lo digo Shion, respecto a la parentela de Mu, no tengo pruebas pero tampoco dudas.
Shion soltó la carcajada y Artemis se acercó un poco más a su amigo para preguntar.
- Shion… ¿tú… hubieras encubierto algo así?
- Artemis, nunca habría sido cómplice de algo así sabiéndolo.
- O sea que no lo sabías.
- Artemis –dijo entrecerrando los ojos con una sonrisa cómplice –Sólo diré algo, las reglas del santuario deben respetarse, un caballero que las rompe debe ser castigado, es importante no tener lazos externos pues pueden usarlos en nuestra contra. Pero… si un caballero me salta y desobedece y comete un error ¿cómo podría yo castigar a un inocente por ese error? Una vida es algo muy importante, y a veces el amor te hace cometer locuras que tienen consecuencias, consecuencias que para un caballero de Athena pueden costar demasiado caras –dijo suspirando y cambiando su mirada a una melancólica –por eso… los caballeros dorados no podemos darnos el lujo de hacer una familia con una mujer como el resto de los mortales.
- Al buen entendedor pocas palabras… creo que ahora me hace bastante sentido, aquel trágico encuentro donde Atla y Dalha perdieron la vida... Siempre me pregunté por qué esa jovencita estaba ahí… ¿Shion?
- Dime.
- Hipotéticamente hablando, sólo hipotéticamente… Si un dorado anda de enamorado y comete una locura, sin que tú te enteres, y esa locura tuvo… consecuencias… ¿Qué harías al enterarte?
- Hacer un gran coraje. Y aparte darle un castigo ejemplar que lo desalentara de cometer otra igual… Tendría que ser sensato y permitirle tomar responsabilidades y cuidado de esa "consecuencia", por mucho que fuera en contra de las reglas, lo obligaría a tomar ambas responsabilidades, la del cuidado de su casa zodiacal y de… su otra casa, por muy pesado que fuera, como parte de su castigo. Y me vería obligado a encubrirlo para que no le diera el mal ejemplo a otros caballeros.
- La defensa descansa. No tengo más preguntas –dijo el otro con expresión triunfal como si le hubiera sacado a Shion lo que quería saber.
Shion soltó la carcajada ante la sagacidad y ocurrencias de su amigo y le dijo–El trono hubiera sido insoportable sin todas las locuras que ustedes hacían y decían. Mis hermanos pequeños… Agradezco que al menos ustedes cinco sigan a mi lado, enterrar a seis de los once pequeños hermanos que crie, en los últimos ciento cincuenta años, fue muy doloroso… Y de verdad me tienes muy preocupado. ¿Te has estado cuidando?
- Sí mamá.
- Artemis no es broma –le reprendió –si no por mí espero estés tomando precauciones por tu hijo Afrodita. Pese a lo que pasó, para ese niño tú eres su padre.
- Y por él estoy haciendo lo que debo. Si por mí fuera, no ira a hacerme ninguna resonancia, esperaría la muerte tranquilito bebiendo té y viendo tele en mi lecho en Drage Hjelm. Pero ahora tengo un hijo, es por él que haré ese viaje.
- ¿Lo sabe?
- Shion, sabes que mi hijo no está bien, y no voy darle otro golpe justo ahora. No quiero darle una preocupación innecesaria, despues de lo que digan los médicos, hablaré con él.
-Creo que deberías hablarlo de una vez, sé que… sé que sería el peor momento pero... Él puede estar pendiente de ti. Y tiene todo el derecho de saber que su padre está enfermo.
- Y darle el golpe de gracia ¿no?. Vivir con el alma en un hilo por algo de lo que no hay seguridad. No gracias, no quiero eso para mi hijo.
- Artemis-
- Shion te prometo que hablaré con él a mi regreso, pero no lo dejaré con semejante preocupación por algo que en realidad no sabemos qué es.
- Esta bien Artemis, espero que esto sea lo correcto… ¿Y qué le dijiste?
- Que voy a arreglar un asunto familiar.
- Artemis… no me hace gracia que vayas tú solo, podrías sentirte mal en el camino. Que te acompañe uno de los caballeros de plata.
- Shion es un asunto personal, no del santuario, estaré bien. Pero hablando de no estar solos… Shion me alegra sobre manera que hayas venido porque –dijo echándose hacia adelante sobre su silla –hay algo que he querido tratar contigo pero no he tenido fuerzas para subir a tu templo.
- ¿De qué se trata amigo?
- Pues, no… sé por dónde comenzar. Es… es sobre Saga. Hay algo que, me inquieta un poco.
- ¿Te ha comentado tener problemas con sus técnicas de pelea?
- No, no, ese muchacho es un prodigio de guerrero, es… otra cosa. Recuerdas lo que pasó con los gemelos a su llegada al santuario.
- Claro.
- Eh… ¿todo bien?
- ¿Todo bien con qué?
- No sé, no… ¿no notas algo extraño en el muchacho?
- Ay por favor Artemis, no comenzarás tú también con las locuras de Dohko.
- Ah Shion… rezo porque sean sólo eso, locuras nuestras…
- ¿Por qué lo dices? –dijo Shion con un dejo de suspicacia.
- Aunque sé que para ti todos los dorados son tus pequeños, fuiste tú quien tuvo que criar a los gemelos desde su llegada, biberones y desvelo, como si fueran tus hijos, casi igual que a Mu ahora, y entiendo que los defiendas, pero sé que no te ciegas Shion, y algo habrás notado.
Shion bajo la vista y se desprendió de esa seguridad con la que hacía unos segundos hablaba.
- ¿Qué has notado tú? –preguntó con resignación.
- Algo raro pasa con él, Saga, no es el joven que crie a tu lado, hace un tiempo siento algo extraño en él, no sé qué es… un… aura misteriosa y, perdóname por lo que voy a decir pero… llena de maldad. Lo has notado ¿verdad, amigo?
- Yo… –dijo Shion afligido. –Creo que… que sólo es… esa dualidad endemonia que suelen tener todos los caballeros de Géminis…
- Yo también quiero creerlo así Shion pero… mi sexto sentido me dice que es algo más, algo… peligroso. Y tú ya debes de saberlo. –Shion sólo desvió la mirada pues no podía sostener la de Artemis –Incluso el propio Afrodita algo me ha comentado… el niño está asustado Shion. Yo siempre le digo que así suelen ser los caballeros de géminis, y que… Angello y sus historias de almas en pena lo están sugestionando. Pero mi niño no es tonto ¿sabes? Él no deja de preocuparse. Y hace unos días me hizo una pregunta que me heló la sangre.
- ¿Qué te dijo?
- Me preguntó si a Saga le podía irritar el veneno de las rosas con tan sólo pasar por la casa de Piscis.
- ¿Qué tiene eso de particular?
- La razón de su pregunta. Afrodita me jura que cuando Saga bajaba de tu templo hace dos días, Saga tenía las escleróticas rojas.
- ¿Rojas? Artemis eso no es para inquietarse. Quizá sí tenía los ojos irritados por algo.
- Eso no explica el terror que causó en Afrodita.
- ¿De qué hablas?
- Sabes que si hay un niño cercano a Saga en este santuario, como nadie más, ese es Afrodita. Confía plenamente en él, y es de los pocos aprendices que no le tienen ese respeto que raya en el terror a Saga. Es más diría que el problema no es lograr que Afrodita se acerque a Saga, sino quitárselo de encima, y lo sabes, hasta ha tomado la Otra Dimensión de Saga como su parque de juegos personal… Pero ese día Afrodita dice que sintió terror de acercarse a Saga, dice que la mirada en los ojos de Saga era endemoniada, y su cosmos era aterrador, Saga no lo notó a él, así que Afrodita sólo lo vio pasar desde el segundo piso de la casa pero en lugar de correr a él y hablarle como siempre hace, se escondió tras una de las columnas a verlo pasar. Shion mi hijo no es mentiroso mucho menos cobarde, yo lo conozco bien, ese día estaba aterrado cuando me lo contó. Y… no es la primera vez que siente miedo al estar con él.
- ¿Hubo otros incidentes?
- Sí, aunque no tan acentuados como el de hace dos días, pero desde hace unos años Afrodita ya me comentaba que a veces mientras jugaba con él o pasaban tiempo juntos, por segundos, algo en Saga cambiaba y lo hacía sentir temor, pero se acostumbró con los años. Dice que es algo que viene y va, como un fantasma, por eso Afro asumió que a Saga se le metió un alma en pena de esas que dice ver Angello. Ojala fuera sólo eso… Me preocupa mucho, sobre todo ahora que me tengo que ir justo cuando los otros aprendices y sus maestros dejan el santuario para ir a su entrenamiento. Cerber está en misión y no volverá en tres semanas, te quedarás solo en el Santuario con Aioros y Saga…
- También se quedan Afrodita y Angello.
- Todavía no son rivales para Saga, aún son niños y aunque poseen un gran poder, Saga tiene más años de experiencia, además… ellos dos confían demasiado en él…
- Artemis –dijo Shion frunciendo el ceño con incredulidad –No pensarás que Saga sería capaz de lastimarme ¿o sí? ¡He sido como su padre!
- ¡Y es por eso que me preocupa más! Ah Shion… jamás desconfiaría del niño que criamos hace años, pero… el Saga de un tiempo acá, no es él mismo… Mira no tengo nada en contra del muchacho y lo sabes, le tengo mucho cariño y afecto y creo ser bien correspondido por él, pero, por favor Shion, permanece atento. Sólo… sólo no… no estés a solas con él ¿de acuerdo?. Si notas algo raro, lo que sea, retírate o llama a Aioros. Que tu hermano Arles esté siempre a tu lado. Por favor… sólo eso. Dame esa tranquilidad para marcharme en paz.
- Ah –Shion suspiró apesadumbrado, el mismo algo había notado pero, no lo quería admitir porque eran sus niños… pero, ya tenía días con un muy mal presentimiento y luego de lo dicho por Artemis seguir negándose a sí mismo lo que había detectado era inútil… pero a pesar de todo, aun guardaba esperanzas en su corazón… –Esta bien… haré… haré caso a tus recomendaciones…
- Gracias –dijo el otro con mirada aliviada.
- Por cierto… -dijo seriamente, aún un poco enfurruñado -mañana quiero a todos los aprendices de dorado presentes en la explanada, dile a Afrodita que suba antes de las once en punto.
- Oh… Así que, finalmente ha llegado la hora…
- Ya estoy demasiado viejo… los años me pesan y ya no puedo cumplir con mis deberes como debería…
- No digas eso, has sido y sigues siendo el mejor patriarca que ha tenido este santuario.
- Agradezco el alto concepto en que me tienes, sin embargo la realidad es que el cargo ya me pesa demasiado. Y ahora con la reciente llegada de nuestra señora en su forma humana debo ser aún más responsable, es tiempo de ceder mi puesto a alguien más competente. Y respecto a ser el mejor… Ah hubo otros mejores –dijo con una melancólica sonrisa –Como el hermano de mi maestro, el gran patriarca Sage, mi propio maestro Hakurei, no creo que haya otro dúo igual.
- Escuché grandes cosas de Sage y lo respeto como el que más, pero creo que tú lo superaste. Shion has sido justo y dedicado, has criado a dos generaciones de dorados con paciencia, responsabilidad, un digno ejemplo y amor. Gracias a ti muchos jamás nos sentimos desvalidos ni solos. Yo no tengo nada que reprocharte ni como patriarca ni como mi hermano de crianza. Ese cargo no es para cualquiera. Dos generaciones de dorados y una guerra santa. Creo que no estás consiente del gran trabajo que has hecho. Míranos ¡no creo que ninguno de nosotros hubiéramos podido con el cargo de patriarca, ni siquiera el viejo Dohko de libra! –exclamo con una sincera sonrisa.
- No digas eso, cualquiera de ustedes habría hecho un digno papel de haberse necesitado. Hasta creo que tú hubieras sido un buen patriarca si te hubiera tocado.
- Agradezco la blanca mentira, pero yo sé que no… demasiado liberal y distraído para ser patriarca. Este santuario se habría venido abajo en menos de dos años. ¡Y en qué forma! Además, un patriarca debe actuar como la cabeza de esta familia, ser una figura paterna para todos, y como vez, a mí sólo se me da ser papá de un solo niño –dijo sonriendo. – Shion de verdad te admiro, yo criando a tantos doraditos ¡me habrían vuelto loco! ¡No sé cómo nosotros no te volvimos loco a ti!
- ¿Y quién dijo que no quedé mal? –dijo riendo y haciendo reír a su amigo.
- Pues no se te nota, has jugado muy bien tu papel de hombre cuerdo jajaja.
- ¿Y si se me da en gana elegirte a ti como sucesor mañana? –le amenazó con una sonrisa ladina.
- ¡Hey no me amenaces! Jajaja Ah Shion, los dos sabemos que no puedes elegir a tu sucesor entre ninguno de nosotros. Y la razón es porque somos tan viejitos y carcachos como tú.
- Oye…
- No te ofendas amigo jajaja es la verdad. Mírame, yo con toda esta lozanía y sensualidad, y sin saber qué hacer con ella –acotó coqueto haciendo sonreír a Shion – sé que ya tengo que resignarme a una mecedora. Ah… estoy cansado, tanto como tú. Todos nosotros. Este Santuario necesita un Patriarca joven y fuerte que sepa guiar con sabiduría a esta nueva generación de santos de Athena ¡y que les dure mínimo unos cien años! Y para eso ninguno de los dorados mayores que quedamos damos la talla.
Shion rio pero despues poniéndose serio miró a su viejo amigo con nostalgia y casi en una súplica le pidió.
- Por favor Artemis, vuelve con buenas noticias.
- No está en mis manos hermano… pero de verdad deseo que así sea, por mi hijo… ¡Y también por ti! ¡Así que espérame con ansias de enamorado! –dijo palmeándolo con cariño en el hombro.
- Tú no cambias –ambos hombres rieron de buena gana, y por un momento se remontaron a su juventud, cuando solían hacerse bromas de ese tipo.
Artemis estaba recostado en su cama en la casa de piscis, se sentía físicamente muy cansado, las heridas de tiempos pasados ya hacían estragos en su cuerpo. Pero era lo de menos ahora que emocionalmente estaba abatido.
Sabía que los últimos meses Shion había estado más cansado de lo habitual y su salud era delicada pero su condición parecía estable. No eran pocas las veces que Shion había mencionado que ya no estaba apto para el cargo porque su cuerpo cansado cada vez resistía menos pero… Nunca pensó que… se iría tan repentinamente, sin que pudiera despedirse de él.
Había muerto tranquilo en su cama, en compañía de su hermano y actual regente del santuario, Arles, quien sólo esperaba que Aioros cumpliera la mayoría de edad para cederle el trono del patriarcado.
Le daba tranquilidad saber que su amigo, hermano de crianza y patriarca, había muerto sin dolor y acompañado por Arles quien le sostuvo la mano hasta el último aliento, según le había dicho el propio Arles, pero de haber sabido que Shion ya estaba en las últimas, habría pospuesto su viaje a Dinamarca para estar a su lado también en sus últimos momentos. Entonces recordó las últimas palabras de Shion.
"Por favor Artemis, vuelve con buenas noticias"
- Debí decirte que tú debías esperarme con buenas noticias también, pero… Ni tú me esperaste, ni yo pude traerte buenas noticias…
Artemis miró la placa de acetato en sus manos con preocupación. La resonancia había revelado algo… por lo menos preocupante. Algo a raíz de los incontables golpes, algo se había estado formando en su cabeza en una zona que resultaba inoperable… y a pesar de lo que revelaba la resonancia, los doctores quisieron ser optimistas. "Tenemos un tratamiento experimental, es nuevo, pero todo apunta a que puede ser exitoso. Cuando iniciamos el tratamiento a tiempo, es posible impedir la formación de… y podría desbaratar esto, cre-creo que aún estamos a tiempo, no se preocupe"
Ni el medico quiso pronunciar la palabra ni Artemis lo dejó. Tampoco quería oírlo. Si le hubieran dicho esto hace seis años lo hubiera tomado con bastante tranquilidad, y ni siquiera le hubiera dado importancia, siempre decía que las heridas del pasado lo matarían y lo esperaba, hubiera esperado lo que fuera en la tranquilidad de su casa, pero… ahora todo en su vida tenía una nueva razón.
El tratamiento en ese momento era experimental y Dinamarca siendo de los países más avanzados en materia médica era el único que lo tenía.
Artemis odiaba las medicinas las dietas y los tratamientos rigurosos, pero, por él valía la pena hacerlo…
-Aún tengo mucho que vivir con mi niño…
Si Shion había vivido hasta los 244 años, él siendo más joven, debía de poder vivir otros cincuenta más, por su hijo.
Unos toques en la puerta hicieron que Artemis se apresurara a esconder las placas en el gran sobre y lo lanzara bajo la cama. Apenas a tiempo cuando la puerta se abrió.
- Maestro ¿Puedo pasar? –dijo el bello rostro de un chiquillo de nueve años que se asomaba por la puerta.
- Claro hijo entra.
El jovencito envestido en una brillante armadura dorada y capa blanca entró llevando con él un carrito de servicio.
- Ya es hora de su comida –dijo el joven llevando el carrito hasta la cama.
Artemis sonrió enternecido. Afrodita se había convertido en casi su enfermero personal desde que había hablado con él hacía unos días.
No le había dicho lo que los médicos habían descubierto, sólo… le había dicho que los doctores le habían aconsejado cambiar su dieta y tomar unas medicinas, sólo eso. El niño había tomado la lista de la dieta que prepararon los doctores especialmente para Artemis y desde ese día la hacía cumplir al pie de la letra, incluso si Artemis hacia algún berrinche. Artemis detestaba que alguien le dijera qué podía comer y qué no. Pero por Afrodita… valía la pena.
Shion ya le estaría riñendo por ocultarle la verdad a su hijo pero, Afrodita no estaba bien y Artemis no quería hacerle más daño, ni mucho menos que viviera con el alma en un hilo. Tal vez y ese tratamiento funcionara, y cuando le dieran el ansiado diagnostico favorable, entonces le contaría la verdad a Afrodita…
El joven y actual caballero de piscis estaba muy preocupado por su maestro pues Artemis se mostraba abatido y era normal, habían perdido al Patriarca, la principal figura de respeto y autoridad del santuario luego de la Diosa, además Shion siempre había sido como un segundo padre para los nuevos caballeros dorados, y entre la generación de dorados pasada se le conocía como el hermano mayor de todos. El santuario estaba de luto, y más aún Artemis, uno de los más cercanos a Shion. La relación de Shion y Artemis, había sido muy similar a la que llevaran Saga y Afrodita y desde ese punto de vista Afrodita entendía que su maestro estaría muy triste, así que en la medida de lo posible no le quitaba el ojo de encima.
- Hijo… ¿Cómo te das abasto? Entre tus nuevos deberes como caballero dorado y cuidar de mí debes terminar exhausto.
- Para nada. Además no es que tenga mucho qué hacer como el caballero de piscis. –dijo el niño sacando la mesita de cama de debajo del carrito.
- Disfruta esta tranquilidad hijo, vendrán días más agitados, si lo sabré yo. Y dime ¿qué tal la armadura? ¿Finalmente te acostumbraste?
- Es extraña, pensé que me molestaría el peso al principio pero, es su vibración a lo que aún no me acostumbro.
- Es un ser vivo y pueden ser caprichosas ¡Especialmente las de Leo y Escorpio¡ Es naturaleza del signo.
- Vaya que lo es… -dijo incómodo.
- Ya te hizo una travesura –más que preguntar afirmó.
- ¿Cómo? –el niño puso cara de espanto y Artemis se echó a reír. ¿¡Es que acaso… las armaduras podían hacer eso?!
- Jajajaja no hijo es un decir jajaja. Nunca la verás correteando sola por la casa si eso es lo que te preocupa. –El niño suspiró aliviado y Artemis prosiguió, acomodándose para que Afrodita pudiera poner la mesita de cama para poder pasar los platos del carrito. -¿Cómo va todo en el santuario? Estos días no he tenido fuerza para ir a echar un vistazo.
- Todo bien maestro. No debe preocuparse.
- Afro… ya sabes que no me gusta que me digas así… ni que me hables de usted.
El niño se acercó al carrito de servicio tomando la servilleta y poniéndola en el regazo de su maestro, sin mirarlo a los ojos, pretextó –Es… lo correcto. Sh-Shura dice que debemos dirigirnos con el respeto debido a nuestros maestros.
- Pero sabes que no soy sólo tu maestro. Mi pequeño –dijo atrayendo hacia la cama al niño que ya se apartaba a tomar los platos, y acariciando los risos que apenas le caían suavemente un poco por debajo de los hombros le dijo –No es por lo que dijo Shura… es por lo que hablamos con Shion hace un par de meses ¿verdad?… El cielo sabe que si sólo fuera por mí, jamás te habrías enterado, pero tampoco puedo ser egoísta y, dadas las circunstancias, tú tenías derecho a las respuestas...
En algún momento estudiando las costumbres e historia del santuario Afrodita se podría dar cuenta de… pues de muchas cosas. Pero Artemis tenía la esperanza que ciertas otras se quedaran como estaban, secretas, pues, la verdad no valía la pena ser contada. No se podía hacer ya nada, y era mejor que todo ese horror se quedara sepultado bajo la tierra negra del bosque de Alfheim.
Y si no fuera por las indiscreciones de ciertas personas del Santuario, unas por inocencia y otras por malicia, también Afrodita habría vivido siempre creyendo que Artemis era su padre.
Pese a no saber nada sobre la terrible verdad tras su llegada al santuario, el actual santo de piscis estaba quebrado. Artemis, ese hombre que adoraba con el alma y al que con tanto amor llamaba padre, no lo era. Y eso le había pegado muy duro. Ya no sabía cómo dirigirse a él, se sentía como una planta a la que han arrancado de raíz y botado sobre la tierra, no tenía de dónde agarrarse. Inseguro, Afrodita llevaba meses con un trato respetuoso pero distante con Artemis, había comenzado a llamarlo maestro, a hablarle de usted, y a mantener las distancias y respeto que un aprendiz le debía a su maestro, en especial las distancias que se le debían a un insigne caballero dorado.
- Siéntate –pidió, pero el niño se negó a sentarse en la cama y permanecía estoico al lado, a lo que con suavidad Artemis tomándolo del brazo lo jaló y lo hizo sentarse frente a él poniendo a un lado la mesita plegable. - Escúchame y escúchame bien Afrodita. Tú eres mi hijo, no necesitas llevar mi sangre, te amé desde el día que te conocí y te amo ahora, y puedes estar seguro que aún en la muerte te seguiré amando.
El niño se alteró sobremanera al oír esa palabra, acababan de perder a Shion quien había sido como un segundo padre para todos, la muerte de un ser querido estaba muy reciente en el corazón de todos en el santuario, sobre todo en los nuevos y pequeños caballeros dorados, y la sola idea de perder a Artemis apanicó al niño quien lo abrazó de inmediato y las palabras salieron sin pensar de sus labios.
- ¡No digas eso padre!
Artemis suspiro y sonrió, llevaba meses ansiando tanto oír esa palabra y sentir los abrazos de su niño… Pero el niño se asustó y de inmediato se alejó pidiendo disculpas.
- Pe-perdón, quise decir maestro.
Artemis lo atrajo hacia sí y encerrando al niño en un abrazo apretado le dijo.
- Padre. Eso es lo que soy hijo. Soy tu padre, y así debes llamarme, ni maestro, ni Artemis, ni nada. Padre. –Artemis se separó sólo un poco para ver a Afrodita a los ojos pero no deshizo el abrazo. –Sé que fue un golpe difícil el enterarte, que fue como… arrancar un rosal de su raíz, pero mírame, dime hijo ¿me amaste menos cuando te enteraste que yo no era tu padre bilógico? –dijo con una mirada adolorida.
Afrodita negó de inmediato -¡Jamás! Siempre ha sido mi padre y lo amo como tal… pero... yo… -el niño bajó la mirada y expresó su inseguridad –Usted sí sabía que yo no era su hijo desde el principio.
- ¿Y por eso temes que te ame menos?
Por única respuesta los ojos del niño se acristalaron y bajó la vista sin atreverse a mirarlo.
- Mírame hijo… las cosas no funcionan así para un padre –le sonrió –entiende algo, si no te hubiera amado desde que te vi, jamás hubiera intentado ser un padre para ti, no soy esa clase de irresponsable, hubiéramos tenido sólo una relación de alumno-maestro, pero eso no era lo que estaba en mi corazón. Escucha mi niño, ser padre no es nada fácil, y si alguna vez tú llegas a tener la bendición como yo, me entenderás. Es un compromiso de por vida, una enorme responsabilidad, si no hay un gran amor de por medio, es imposible completar la misión más importante en la vida de un hombre y ese amor es un una fuerza que va más allá de la propia sangre. Yo añoraba un hijo es verdad –dijo recargando la cabeza del niño es su pecho –pero no quería un niño cualquiera, y no me hubiera conformado con cualquier niño como te dijo ese anciano intendente de pacotilla. Quería algo que fuera real y no ilusorio, y esa realidad la vi el día que vi en tus ojos. Niño de mi alma, si tienes miedo, mírame a los ojos y dime lo que ves, no hay palabras en mi boca que puedan expresar más que mi alma, mira en ella, mira en mis ojos y dime ¿crees que sólo es costumbre a ti lo que hay en ella?
Con algo de trabajo Artemis logró que Afrodita lo viera a los ojos, y al mirarlo, Afrodita lo vio claramente… por más inseguridades que Afrodita tuviera, el amor a Artemis se le salía por los ojos, era su padre sin dudar y aun así… El niño bajó la vista y comenzando a llorar dijo con voz entrecortada.
- Es que tengo miedo…
- ¿A qué?
- A que un día tú ya no me quieras.
- Mi niño… -Artemis pegó la cabeza de Afrodita a su pecho y acunándolo fuertemente mientras acariciaba los risos azules le dijo angustiado -¿qué puedo hacer para qué me creas?…
Artemis entendía el fuerte golpe que representó para Afrodita saber que él no era su verdadero padre, y peor aún la forma y las palabras con que se enteró. Era obvio que su hijo ahora iba a tener fuertes inseguridades. Todos sus compañeros dorados y Shion hubieran guardado silencio, lo hubieran guardado como un secreto más de las doce casas. Lastimosamente no eran los únicos habitantes del santuario. Y entre las viejas matronas que ayudaban a Shion y su inocente indiscreción, los comentarios imprudentes de ciertos aprendices de otros rangos, hasta ese maldito intendente con lengua de víbora, llevaron a su hijo a un callejón de dudas y preguntas que se resolvieron de la peor manera para el niño.
Saber que sólo había llegado como una estrella fugaz que había caído a la casa de piscis desde la mismísima constelación, para ser adoptado por el caballero regente de la casa que tenía la obligación de cuidarlo y ser su maestro, aun si no lo quisiera, y que además ese caballero en particular sólo quería tener un niño sin importar cual fuera, como un capricho. Estás últimas palabras agregadas con toda la malicia de herir a la criatura, sólo por diversión.
Afrodita había caído en una terrible depresión por su causa. Si Artemis no había matado a ese desgraciado, fue porque Shion lo detuvo, y cuando ese perro estuvo sólo suficientemente recuperado, Shion expulsó al hombre, fuera del santuario como el perro que era.
Pero el daño estaba hecho. Afrodita ahora dudaba fuertemente de sí mismo y de los sentimientos de Artemis por él, y aunque eso le dolía mucho a Artemis, no se lo reprochaba, al contrario sabía que su hijo estaba pasando por una difícil etapa. Era obvio que Afrodita no lo quería menos a él ahora que sabía que no era su padre, porque el pequeño caballero de piscis se desvivía por cuidar y estar pendiente de su maestro. Su amor por Artemis no había disminuido. Pero Afrodita tenía miedo que el amor de Artemis por él se esfumara en cualquier momento.
- Mi niño nuestros corazones están conectados como las raíces de dos rosales, ojala… pudieras ver en mi corazón y sentir lo que yo siento…
En ese momento sus propias palabras parecieron darle la respuesta, abrió los ojos y la idea tomó forma. De sus manos nació un tallo que tenía dos rosas en su punta, una rosa real con un retoño rojo al lado, un pequeño capullo de rosa real, y haciendo a Afrodita levantar la cabeza le pidió que tomara la rosa junto con él. Afrodita tomó la rosa por sobre la mano de su maestro y así con ambas manos enlazadas Artemis encendió su cosmos, el tallo comenzó a crecer en una enredadera que comenzó a correr suavemente por ambas manos, enlazándolas, y la afilada punta del tallo fue a clavarse en las venas de Artemis, Afrodita intentó quitarla con su otra mano pero de inmediato Artemis apartó su mano con cuidado…
- Shhh… está bien… Esta rosa te lo dirá todo –dijo su maestro sonriendo con una mirada llena de la ternura de un padre.
Afrodita comenzó a sentir como si fuera arrastrado en un torbellino que lo jalaba dentro, dentro de… ¿a dónde lo llevaba?... Pudo sentir el palpitar en otro corazón, las sensaciones de otra piel, la sangre corriendo en las venas, la vida que corría en otro cuerpo, y entonces pudo sentir emociones en su corazón e ideas en su cabeza, fuertes, pero no eran suyas, eran… Afrodita abrió grande los ojos cuando se dio cuenta de lo que estaba pasando, estaba sintiendo lo que Artemis sentía, podía sentir su respiración, el cansancio de su cuerpo, y el dolor… el gran dolor en su corazón, pero no se dolía por sí mismo, se dolía por ver sufrir al hijo al que amaba con toda el alma sin poder ayudar, un hijo que en ese cuerpo y esa mente era tan legítimo y real para él como si fuera de sangre. En su mente y corazón no había otra palabra para definir lo que Afrodita era para él, un hijo. Su hijo, un hijo al que amaba más que a nadie y por quien su corazón se debatía y desesperaba por no saber qué hacer para que viera la verdad de su amor infinito por él.
Afrodita no sabía que un sentimiento tan puro poderoso y profundo pudiera existir sobre la Tierra. Esto era el amor de un padre, un verdadero padre…
- ¿Ahora lo puedes ver, mi niño? –dijo el mayor con lágrimas en los ojos y una sonrisa adolorida en los sonrosados labios.
Al sentir en su propio corazón, ese amor inmenso, del que las palabras eran inútiles y nada fiables para externar, Afrodita sintió como si lo que le habían quebrado en el alma hubiera sido restaurado y llorando se echó en brazos de su maestro, NO, de su padre, para abrazarlo muy fuerte.
- Padre… ¡Lo siento... lo siento tanto! ¡Perdóname por favor!
- ¿Pero de qué te disculpas mi niño? –dijo el otro recibiendo al infante en sus brazos y pegando su frente en la cabeza de su niño.
- Por atreverme a dudar del amor que me tienes… ¡no es que dude de ti es que…!
El niño no sabía cómo expresar que no era tanto de Artemis de quien dudaba sino de sí mismo, de por no ser su hijo legítimo, no ser merecedor del amor que en estos años lo había cobijado. Le habían arrancado de tajo su seguridad y el amor más grande de su vida cuando supo que Artemis no era su padre, y ahora se sentía estúpido, mal hijo e indigno de tal amor, por haber dudado de él.
- Yo lo entiendo. Sólo tenías miedo. Ya no llores, mi ángel, no estoy molesto, y no tengo nada que disculpar porque no has hecho nada malo ¿lo entiendes?. Sólo una cosa le preocupa a tu padre –dijo mirándolo con ternura y con lágrimas de inseguridad que iban cargadas de todo el amor que sentía por él le preguntó -Ya no dudarás de mi amor por ti ¿o sí mi ángel?
- Jamás, te lo juro, nunca más… -dijo el niño aferrándose a su padre.
Ambos se abrazaron y se quedaron así hasta que ambos se fueron tranquilizando. Mientras como la rosa que les aferraba las manos, volvían a estar unidos en un mismo tallo.
Ahora ya no sé qué es lo divino y que es lo profano, qué es verdad o que es mentira, entre la bendición y la blasfemia, he perdido mi rumbo. ¿Seré realmente libre algún día? ¿Será la nada la redención de mi alma? ¿Será este final… mi liberación? ¿O es acaso que algo peor aún me espera?. Sólo quiero ser libre, libre… ¿la verdad que hoy he conocido me abrirá de algún modo las puertas de la libertad? ¿Es que acaso… aún merezco soñar con la ilusión de una esperanza? ¿Alguna vez conoceré lo que es realmente sagrado? En este infierno ya sea en la vida o en la muerte, donde nada es sagrado y todo puede ser arrebatado por la injusticia de los Dioses.
Perdona mis pecados
Me equivoque tanto… Mentiras, caos, poder enfrentado por poder… Fuimos sólo títeres, marionetas en manos de los Dioses… Guerra tras guerra, hermano contra hermano, dolor, que alimentó a esas entidades egoístas que se hacían llamar Dioses, que aseguraban amarnos… amarnos… igual que un granjero ama a los cerdos que se comerá el siguiente verano….
¿Eso querías decir Daidalos de Cefeo?... Sí, eso querías decir… pero no podías hablar, no intentabas hundirme en el infierno, tú en especial, sólo intentabas gritar la verdad que de forma tan cruel habías descubierto, no había perdón, no había misericordia, no había gloria, no había paz, ni gratificación para aquellos que ofrendaron su vida al servicio de la Diosa… Inocentes o culpables, todos compartiríamos el mismo destino. Engañados por los Dioses, sólo fuimos marionetas en manos de un destino que nos fue impuesto por la egoísta voluntad de unos entes que bajo el papel de Dioses, se apoderaron de lo más sagrado…
Shun, a ti no te pediré perdón porque he saldado con mi vida la deuda que tenía pendiente contigo, vengaste a tu maestro, y te cubriste de gloria en todo tu arrojo y valentía. Además porque sé… que ya me lo has concedido…siempre actuaste como un digno caballero… Pero tú también chiquillo, tú, Seiya y los demás, también fueron engañados, utilizados, sacrificados… Eres un alma demasiado pura, y eso sólo será peor para ti. Terminarás justo aquí.
Una vez, yo fui inocente como tú… Pero lo que se le permite a un ser humano normal, está simplemente prohibido para un caballero: Inocencia, amor… algo que el santuario no se daba el lujo de dejar florecer…
"Un día yo seré el más fuerte, y nadie me volverá a lastimar" eso me dije una vez, y salí más lastimado. Me temo que tú Shun también verás traicionados todos tus ideales. Y me temo que pudieras terminar como yo.
Mi inocencia fue arrebatada entre sangre y muerte y de las circunstancias no sólo aprendí a defenderme, sino a lastimar también, quizá debí dejar esa "enseñanza" de lado, pero qué quieres, también aprendí lo que quizá no debí.
Y tú, Saga, mi hermano, mi alma quebrantada… Sí, te seguí, y maté en tu nombre y por tu bien, destruí en tu nombre y en nombre de esa tan llamada justicia del fuerte. Pero no me arrepiento, si con eso al menos te ayudé a aligerar tu carga al haber estado siempre a tu lado. Si ambos en nuestro pecado le compramos más días de vida a la humanidad, entonces habrá valido la pena.
Y tengo que admitir que más allá de lo que es correcto o no, me dejé arrastrar… Todos tenemos un lado oscuro, y el mío fue alimentado e incentivado a salir desde que tengo memoria. Debí mantenerlo bajo control, pero es que, el dolor me hizo olvidar, me enloqueció, y olvidé a mi familia, a mi padre, a mi madre, a mi hermana, a mi amado padre y maestro Artemis, y sólo quedó una mancha blanca de locura, sólo una idea en mi mente "Nadie jamás me enseñó la victoria del lado bueno y amable de las cosas"... Crecimos para sólo ver y hacer el mal, en nombre de la tan llamada Diosa de la Justicia, "el fin justifica los medios" ¿Recuerdas Athena?
La bestia…así te llamaron a ti Saga, cuando la única bestia en ese santuario siempre fue la Diosa que ahí se veneraba. La Diosa de la guerra justa, de la sabiduría, de la justicia, cualidades que jamás demostró. Que peleaba por la humanidad… ¿y es que acaso nadie leía en los anales del santuario sus acciones guerra tras guerra? Nunca nada fue en beneficio de la humanidad, ni una sola vez, siempre fue sólo por los intereses y el territorio de los Dioses, ellos eran quienes sin necesidad se lanzaban guerras santas unos a otros. Era sólo un juego, porque cuando los humanos iniciaban sus cruentas guerras entre países, jamás fuimos enviados a detenerlos, ni caballeros, ni marinas, mucho menos espectros… Sí, de desastres nucleares y conspiraciones, que descubrí afectaban a los planes y aliados de los Dioses, aquellos que les rendían pleitesía y necesitaban favores, los Dioses debían atender para tener así a su rebaño feliz, y sólo por eso, acudimos al llamado de los gobiernos pidiendo auxilio, más nunca por el bien común, sino por el bien particular de esos adoradores.
Sin embargo cuando de verdad se nos ha requerido nunca hemos estado presentes porque "Debemos respetar el libre albedrio de los pueblos"… Y así, cuando aquel noble fue asesinado en Sarajevo y estalló el primer gran conflicto entre naciones o cuando despues aquel demente austriaco levantó los poderes del mundo contra otros pueblos clamando tener superioridad de raza, nunca un solo caballero apareció para poner en sitio a todos y cada uno de los implicados, reducir a cenizas sus tanques de guerra y evitar tanta muerte y miseria.
Los Dioses nunca han estado para protegernos, nosotros hemos estado para mantener su estilo de vida, son ellos quienes dependen de nosotros, pero nos hacen creer lo contrario. Ellos son sólo el débil, cuya fuerza nace de la ignorancia del fuerte.
Cuestión de estrategia divina, la más cruel de todas….
Athena… Somos su elite, los doce más poderosos, los más pequeños en obtener sus armaduras. ¿De qué otra forma moldear al autómata perfecto que entrenándolo y disociándolo desde niño? Acaso nadie se preguntaba ¿Por qué nunca había aspirantes adolecentes en el santuario?
Siempre eran niños, y en su mayoría huérfanos, o hijos de padres que no se preocupaban en lo más mínimo por el futuro de sus vástagos en este lugar. Como Mitsumasa, esa máquina sexual que sólo sabía procrear hijos con diferentes mujeres que le resultaban menos que un desechable para después ofrendarlos al santuario sin importarle que la mayoría morirían en ese lugar.
Niños… No existe nada más moldeable en este mundo.
Cegado para ver, la crueldad de la bestia
Es mi lado más oscuro.
Perdóname mis pecados.
El velo de mis sueños engañó todo lo que vi.
Perdóname por lo que he sido.
Perdóname mis pecados.
- Es maravilloso –decía Afrodita mientras veía la rosa en su mano, aun ahora le seguía pareciendo magnifico tener el poder de manifestar de la nada, una flor.
Muchos no serían capaces de ver la maravilla que eso representaba, pero él sí, era una flor, no cualquier cosa, una flor, un ser vivo, porque eso eran sus flores, seres vivos, sus letales rosas estaban tan vivas como un animal o un humano, como las flores que asían sus raíces a la tierra y vibraban con ella. En sus pétalos las venas pulsaban de vida, en sus tallos corría la clorofila, la verde y brillante sangre de las plantas. Estaban vivas. Los demás no podían verlo, pero de entre todos los caballeros, Él era el único que podía crear vida, seres vivos, pensantes, sintientes.
Los demás podían crear barreras psíquicas, revolucionar pequeñas estrellas, abrir portales a otras dimensiones, o viajar entre ellas, ir del cielo al infierno, envenenar decidiendo sobre la vida o la muerte con un aguijón, cortar el viento mismo, crear luces fatuas y manipular a las almas, luces fatuas, artificiales… pero sus rosas, estaban vivas, eran seres independientes, que podían seguir viviendo su existencia con tan solo aferrarse a la tierra, pero ellas sus rosas, no habían brotado de una semilla sembrada en la tierra que creció poco a poco, sobreviviendo día tras días, no, sus rosas habían nacido, como Athena, adultas, formadas, armadas y vestidas, listas para combatir, o simplemente vivir embelleciendo al mundo. Hermosas, tentadoras, peligrosas…
De entre todos los dorados él era el único que podía dar vida. Vida pero… también muerte, con esas mismas rosas. ¿Entonces… qué debería hacer? Sus rosas se suponía, nacían para matar al enemigo. ¿Sólo para eso?
El niño miró al jardín, ese jardín secreto que tan preciado era para los caballeros de piscis y miraba la vida expandirse en belleza y esplendor. La madre naturaleza daba vida, en muchas de sus expresiones, daba frutos, alimento y sustento al hombre, de sus entrañas procedían todos los elementos que el hombre necesitaba para vivir, comida, materiales de construcción, textiles y pieles, todo eso eran hijos de la madre naturaleza. Ella daba vida. Entonces miró las bayas en uno de los grandes rosales… También podía dar muerte, esas bayas estaban envenenadas al igual que muchas otras plantas y animales. Ella era vida y muerte, no se la podía dividir y elegir una sola.
- ¿Soy yo lo mismo?... –se preguntó introspectivo.
- ¿Lo mismo de qué mi niño?
- ¡Padre! –el niño se levantó para recibir a su padre quien se acercaba por el jardín y al tenerlo cerca lo recibió con un abrazo. -¿Cómo amaneciste hoy?
- Muy bien mi niño.
- ¿Dormiste bien?
- Tan pero tan bien que hasta me pasé de horas ¿por qué no me despertaste mi retoño?
- Estás jubilado, no tienes por qué levantarte temprano.
- Pues me tienes muy consentido, me estoy volviendo flojo.
- Ya peleaste demasiado. Mascara dice que cuando se jubile no hará otra cosa que holgazanear.
- ¿Insiste en llamarse así?
- Sí.
- Y tú que le haces caso.
- Si lo hace feliz…
- Ah… Cerber tiene un gran problema en las manos, esta vez lo digo en serio. Hoy por la tarde bajaré a hablar con él, otra vez, quizá pueda ayudar. –dijo seriamente, y luego mirando a su hijo con cariño preguntó -¿Qué hacías aquí tan solito?
- Pensaba.
- ¿En qué?
- En mis flores. Papá ¿por qué somos los únicos caballeros que podemos crear vida?
A Artemis esa pregunta lo tomó por sorpresa -¿Crear vida?
- Sí. Pensaba en los poderes de los demás y me doy cuenta que sólo nosotros podemos hacer nacer seres vivos. Mu usa sus poderes psíquicos, Milo su veneno, Mascara sus luces fatuas del infierno, la mayoría de sus poderes son psíquicos, de velocidad, o fuerza bruta. Pero ninguno es capaz de crear a un ser vivo y pensante como nosotros. Porque sé que las rosas sienten piensan y a su manera las plantas me hablan. Me preguntaba si somos como la madre naturaleza, que da vida, y entonces me di cuenta que las bayas envenenadas de los rosales pueden matar. La naturaleza da vida y muerte, y mis rosas hacen lo mismo. Por eso me preguntaba, si la madre da vida y muerte, y mis rosas nacen para acabar con el enemigo, ¿Somos los caballeros de piscis una representación humana de la madre Tierra?
Artemis miró al niño sorprendido… él mismo en toda su larga vida no lo había pensado, no había meditado sobre lo que su niño decía y… era verdad…
- Caray mi niño… ni yo mismo lo había pensado así… Pero creo que tienes toda la razón. –Artemis hizo aparecer una rosa con su cosmos y la miró absorto en las palabras de su hijo. Las venas en los pétalos de la rosa latían, el tallo estaba lleno de verde sangre, ya sabía que las rosas eran seres vivos pero jamás lo medito a conciencia –Creamos vida… Los caballeros de piscis somos los únicos en crear vida.
Volvió sus azules ojos al jardín y lo vio palpitar lleno de vida y colores. Eran como la tierra de la que brota una y mil vidas. Una y mil rosas habían nacido de sus manos, y también muchas de esas rosas habían arrebatado vidas impías… Un ciclo de muerte y renacimiento, como la Tierra.
- También pensaba que nuestras rosas se parecen a Athena.
Artemis salió de sus cavilaciones -¿En qué forma mi niño?
- A que nacen ya adultas, vestidas y listas para pelear. ¿Así nació Athena de la cabeza de Zeus, no?
- Sí… sí mi niño. –dijo sorprendido, el mismo no lo había pensado.
- La vida es hermosa –dijo el niño mirando la belleza del exuberante jardín –esto es lo que protegemos ¿verdad?. O… -dijo dudando – ¿O es sólo a la Diosa a quien debemos proteger?
- ¿Tienes dudas mi retoño?
- Bueno… es que no comprendo. Shura dice que los caballeros dorados tenemos el sagrado deber de proteger a Athena, la Diosa justa que protege a la humanidad. Pero… entonces veo mi jardín y me siento confuso. Esta vida… los animales, las plantas, la madre naturaleza que alimenta al ser humano. Yo veo a la guardiana de la humanidad en la Madre Tierra, es ella la que la provee. Ayer pasé mucho tiempo leyendo en la biblioteca del santuario, sobre los Dioses y las guerras pasadas, y no me parece que los Dioses nos hayan sustentado mucho, según los mitos, piden más de lo que dan, y todos los Dioses que brindaron autentico conocimiento y ayuda a la humanidad fueron terriblemente castigados por otros Dioses por eso, desde Ícaro hasta Lucifer. Todo aquel que intentó ayudar a la humanidad fue castigado por los Dioses, entonces ¿dónde está su amor?...-se dijo el niño más para sí que para su maestro, y haciéndose consiente de la mirada de su maestro sobre él reaccionó –e-es decir sé que está mal dudar de los Dioses pero-
- ¿Por qué está mal? –Preguntó con una sonrisa desconcertando al niño –No mi niño tenemos la capacidad del raciocinio por algo, lo único que está mal, es el no usarla. Afrodita yo siempre incentivé en ti la opinión propia, nunca te impuse nada, y me alegra que sigas tan inquisitivo como siempre, porque el que busca encuentra. El que sólo toma lo que le dan por cierto, se esclaviza en la ignorancia. No está mal dudar incluso si es de los mismos Dioses. Recuerda esto hijo, jamás asumas nada, y siempre cuestiona todo, usa esa mente afilada que tienes a tu favor, siempre en tu favor y en favor de lo que amas, de nada más. Saca tus propias conclusiones y cuando encuentres la verdad, aún si todo está en contra, si todos la llaman mentira, si tú estás seguro, síguela y defiéndela en tu corazón. No estás errado hijo… los Dioses… -dijo girando el cuerpo hacia su hijo, y mirándolo a los ojos le dijo –Escucha Afrodita, los caballeros dorados tenemos el poder de proteger a la humanidad, tenemos el privilegio y debemos estar orgullosos. Es verdad que los humanos guardan mucha maldad, tanta que a veces, parece que esta lucha no tiene sentido, pero, igualmente, hay bondad en ellos, hay tanto bien como mal en ellos, pueden hacer cosas terribles es cierto, pero también son capaces de crear cosas hermosas. Los humanos no son ni buenos ni malos, sólo son arrastrados por las circunstancias de su entorno. Si viven en guerra y dolor, usaran su inteligencia para el mal. Pero si viven en paz y alegría, pueden crear un mundo hermoso y utópico. Si este mundo pudiera vivir en paz… ni siquiera los elíseos serían tan bellos. Los Dioses pueden protegerse solos, pero por ahora la humanidad no puede sola, por eso nos necesitan. La paz y lo que es realmente bello en esta vida son algo por lo que vale la pena pelear. Algo tan bello como el amor, un amor tan puro como el que hay en una familia.
- ¿Cómo nosotros?
- Exacto –le sonrió –como nosotros. Esto es el verdadero tesoro del hombre.
- ¿Y qué hay de la Diosa? Dicen que nosotros los caballeros dorados, estamos para protegerla, por eso resguardamos las doce casas, para que el enemigo no llegue al palacio del patriarca donde habita la Diosa cuando está encarnada, por eso no salimos del santuario más que cuando se nos manda en misión ¿A quién debería proteger padre? ¿A Athena o a la humanidad?
Artemis lo miró largamente y Afrodita pensando que había dicho algo indebido bajó la mirada.
- Una pregunta estúpida… ¿verdad? Tengo claro mi deber.
- ¿A quién crees tú? –preguntó Artemis honestamente, esperando oír lo que su hijo iba a decir.
La pregunta desconcertó de nuevo al niño –Pues a-
-Hijo no me digas lo que crees que debes contestar, dime lo que tú crees de verdad.
- ¿Eh? Pues… yo…
-Dices que has leído la historia de guerras pasadas. Basándote en tus conclusiones al respecto dime mi niño ¿tú qué harías?
- ¿Y-yo? ¿E-en una idea personal?
- Sí… vamos, sin miedo.
- Yo elegiría la humanidad –dijo seguro y al mismo tiempo afligido que le llamaran la atención, pues antes que nada, el amor y devoción de un caballero dorado se debía a la Diosa verdadera. –Pero ya sé que tengo que anteponer a nuestra Diosa por sobre todo.
- ¿Por qué?
- ¡¿Eh?! Pues, porque así debe ser ¿no?. Es una falta grave no cumplir con… ese requisito –mascullo molesto.
Artemis comenzó con una risilla para seguir en una carcajada -¿Requisito? Jajajaja ¿así lo llamas? jajaja.
- Bueno es lo que sé que tengo que hacer ¿qué es si no? –dijo algo sonrojado al ver que su maestro se desbarataba de la risa.
- Ay hijo –dijo retomando el aliento –el amor no es un requisito mi niño, es algo que nace del alma.
- ¿Y si no me nace? –preguntó acongojado.
- Entonces no existe. Es algo que no se puede fingir. ¿No sientes amor hacia nuestra Diosa?
- Bueno yo… no la conozco. Quizá es sólo eso…
- Quizá… o quizá es que ella no se lo ha ganado.
- ¿¡Eh?! –exclamó desconcertado. ¡Que nadie oyera a su maestro diciendo eso o le iría mal! –¡Padre ni siquiera lo menciones!
- ¿Por qué? –preguntó el otro como si nada. –El amor es algo que se gana, es como una semilla, se planta, se cuida día con día, se alimenta y esta entonces florece, el jardinero se ha ganado el disfrutar de su fruto y presencia.
- Pero Athena es nuestra Diosa, ¿no se supone que una Diosa merece el amor de los humanos?
- ¿Sólo porque sí? No mi niño, Dioses o mortales, el amor es algo que se gana, no es algo que se regale. Nunca regales tu amor Afrodita, menos a quien no se lo merece.
- ¿Insinúas que nuestra Diosa no lo merece? –apenas terminó su pregunta, reaccionó dándose cuenta de su osadía y esperando cuando menos un coscorrón de su maestro, pero…
- Sólo quiero que lo recuerdes. Dale tu amor a quien tú decidas y pelea por quien tú quieras, pero que sea por elección propia, no porque alguien te dijo que debías hacerlo. Es tu vida Afrodita, lo más importante que tienes, y sólo te pertenece a ti, si deseas dedicarla a un noble propósito que sea tu decisión.
- Entonces… ¿no está mal, el elegir a la humanidad por sobre mi Diosa?
- Tú lo has dicho, ella es una Diosa, y como tal debe tener poder más que suficiente para protegerse sola, no nos necesita, pero la humanidad sí, son nuestros pares. Afrodita, yo quiero que tú elijas tu camino. Pero –le dijo con una sonrisa cómplice y acercándose a él –nunca se lo digas a nadie, ni siquiera a Saga, no lo entenderían, esta conversación, será nuestro secreto, algo sólo entre padre e hijo ¿de acuerdo?
- De acuerdo –el niño abrazó a Artemis y este correspondió al abrazo, dedicó unos instantes a ver a su hijo pero luego levantó la vista viendo el jardín. Esta belleza… ¿acaso era tan siquiera apreciada por los Dioses?
No… ellos no podían ver más allá de su ego. Artemis miró de nuevo al niño en sus brazos y clavó la azul mirada en la dorada armadura. ¿Acaso su hijo debía ofrendar y sacrificar su vida por esto?
Acababan de perder a uno de los más valerosos y jóvenes promesas de los caballeros dorados. Aioros… Y por esta razón Arles había dejado el cargo de regente para convertirse en el Patriarca del Santuario.
Aioros había muerto traicionando a Athena. Un joven tan leal, tan integro devoto y dedicado como Aioros… ¿Por qué habría tratado de matar a la Diosa verdadera? Arles había dicho una cosa, pero Afrodita otra…
Afrodita junto a Shura y Mascara de la Muerte habían perseguido al Arquero hasta el puente colgante que sobre un abismo que separaba los terrenos del santuario del poblado más cercano. Si quería matar a Athena en sus aposentos, ¿por qué no lo hizo al bajar por las doce casas?
Arles llegó a tiempo, o eso había dicho, pero y si llegó a tiempo ¿por qué Aioros se la llevó? ¿por qué razón Aioros huía con la niña en brazos? Podía haberla matando en el trayecto de piscis a Aries si su objetivo era darle fin. Fue Shura quien tomó esa decisión, decidiendo acabar al arquero junto a Athena, seguro en que la Diosa renacería otra vez, pero el traidor sería eliminado. Y todo esto sucedió en unos días, mientras él había estado fuera en Dinamarca, visitando a su doctor.
¿Matar a la infanta Athena?...
¿¡Qué caballero de su generación en su sano juicio habría tomado tan osada y sacrílega decisión?! ¡Ninguno! Pero… esta no era su generación, ya no eran sus tiempos. Era la nueva generación de santos dorados, que había sido recibida bajo el manto sabio y protector de Shion, pero que ahora crecía más independiente y salvaje bajo el mandato de Arles, el hermano de sangre de Shion. Un hombre de buen y justo corazón, pero… el mismo Arles parecía tan diferente. Había cambiado.
Sin embargo no lo reprochaba porque él mismo lo había hecho. Él había cambiado tan radicalmente que si se reencontrara con su yo de hace cuatro años, no se reconocería. Si Athena acababa de nacer poco antes que Shion muriera, entonces quería decir que ella aún estaba en el Olimpo, en el ojo todo avizor cuando…
- ¿Y puedo elegir a quién querer? –preguntó el niño sacando a Artemis de sus cavilaciones, Afrodita tenía dudas pues todos le decían que debía amar incluso por sobre sí mismo a la Diosa Athena.
- Yo lo hice mi niño, elegí que tú fueras el amor de mi vida.
- ¿Y la Diosa?
- Miles más la quieren, no creo que me note –dijo sonriendo a ojos cerrados.
- ¿No que los dorados no debemos tener otro amor por encima de ella?
- Eso dicen pero, toma las reglas de este santuario más como una simple guía, no como una ley inquebrantable.
- Si se me ocurre decir eso me enviarán a cabo sunion… -dijo acongojado.
- Entonces no lo digas –le sonrió –sólo mantenlo en mente.
- ¿Me quieres más que a nuestra señora? –preguntó mas no con duda, pues ya no dudaba del amor de su padre, sólo quería oírlo.
- Mil veces más, desde que llegaste, a los pocos días el amor que tuve por mi Diosa, ya rivalizaba con el amor que me nacía en el alma por ti, y ahora, puedo decir que no hay nada que ame más, mi amado Afrodita.
- ¿Y no temes que te castiguen por eso? –preguntó preocupado.
- Si me castigan por hacer lo único que deseé de corazón en mi vida, entonces valdrá la pena. No voy a renunciar a ti por nada ni por nadie, ni siquiera por nuestra Diosa.
- Padre… cuando te conocí, me hablabas del amor que debíamos tener a nuestra señora, y aunque sé que me amaste aún más que a ella desde un principio, aún fomentabas en mí, la devoción por Athena pero, de unos años para acá, pareces incentivar mi autonomía de este santuario en todo sentido, mental y emocional, incluso por encima de lo que se marca como propio de los santos dorados y las reglas del santuario. ¿Por qué? ¿Por qué no pareces el mismo?
- ¿En qué he cambiado mi niño?
- No conmigo, sino con respecto a la Diosa. ¿Paso algo?
- No… nada… nada mi niño… -dijo el hombre remontándose a visiones del pasado que un árbol le contó, entonces miró con seguridad al niño –Es sólo que quiero que tengas derecho a escoger tu camino. Como caballeros dorados, lo seremos mientras vivamos o nuestro sucesor no haya nacido, no es algo a lo que le puedas decir no… pero quiero que puedas elegir como lo tomarás, sin que nada nuble o coaccione tu mente y tus decisiones. –el niño lo miró cavilando en sus palabras y Artemis preguntó - ¿Ya desayunaste?
- ¿Eh? No, no tuve hambre cuando me levanté.
- A pues ya le vas haciendo hueco al estómago, mal pasarse está muy mal, vamos –le invitó animoso y cariñoso como siempre.
Afrodita estaba contento de ver a su padre tan repuesto. En el último año el antiguo caballero de piscis había recuperado muchas de sus fuerzas, de nuevo se le podía ver paseando por el santuario e incluso bajar a supervisar al coliseo los entrenamientos de los más jóvenes. Quizá fueron las dietas y las medicinas, pero Artemis se veía mucho mejor.
Aunque el tratamiento había erradicado la extraña formación en su cerebro, al ser un tratamiento experimental, como en todos estos químicos, cabía la enorme posibilidad que tuviera efectos secundarios, y este no había sido la excepción. Si bien había desbaratado el mal en su cerebro, como efecto colateral había causado el debilitamiento de los vasos sanguíneos cerebrales, y había dejado a Artemis con altas posibilidades sufrir un accidente cerebro vascular o un aneurisma por una subida repentina de presión. Por lo cual el caballero había sido recomendado a retirarse a un lugar donde pudiera descansar y no tener emociones fuertes, además que debía mantener controlada su presión arterial en todo momento. No debía pasar corajes ni tener emociones fuertes.
Y nuevamente Artemis le ocultaba toda la verdad a Afrodita en aras de protegerlo. Cuando le dijeron que su antiguo mal había desaparecido, pensó en contarle la verdad a su hijo, pero ese mismo día también le dieron los resultados del efecto colateral del medicamento. Así que Artemis lo pensó de nuevo. Afrodita era un niño demasiado preocupón de su padre, si le hacía saber que le había ocultado algo tan grave, Afrodita siendo desconfiado no volvería a confiar en sus palabras respecto a su salud y viviría con el pendiente de saber si su padre le mentía sobre su bien estar para protegerlo o no, si lo conocía bien, y siendo honestos, si se ponía en su lugar él se sentiría igual. Así que solamente le dijo lo que ahora sabían sobre sus arterias y sobre que no debía tener emociones fuertes o esforzarse físicamente y nada más, ocultándole que había estado muy cerca de la muerte por un tumor en la cabeza.
Artemis sabía que si quería vivir más años no debía preocuparse, por eso se esforzaba en ignorar ciertas cosas que había descubierto que lo hacían tener más y peores dudas sobre todo en lo que toda su vida había creído. Se esforzaba en tratar de erradicar preocupaciones de su cabeza, porque su hijo aún era un niño. Si ya había vivido 189 años, podría vivir otros setenta más. Tenía mucho por vivir para su niño, no iba a dejarlo solo, mucho menos ahora que… él mismo dudaba de todo.
Artemis ya no podía aceptar la muerte, no podía ni quería, tenía un fuerte motivo para sobrevivir.
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Gracias a quienes dieron su favorito y comentaron.
Nota importante: Quiero avisarles que ya he estado subiendo mis fanarts de este fic al las otras paginas donde lo tengo publicado, pero fanfiction net no me deja, en este caso los pondré en mi Devianart, tengo fanarts de la mamá y la hermana de Afro, Svana y Johanna, Harald el pintor, y claro que el suegro adoptivo de todas las fans de Afro el bello caballero Artemis de Piscis (y no dudo que muchas querrán ser madrastras del Afro porque como buen caballero de piscis mi Artemis es todo un galán) y también al suegro biológico de todas Maximillian Vasaborg. Seguiré subiendo mis fanarts de mis personajes originales de mis fanfics Devian, deseo los lleguen a amar, y ahí me comentan. Quedan prohibidas las propuestas indecorosas a sus dos suegros por respeto a sus almas, ya que ya están en el cielo, y una buena mujer religiosa no piensa mal… ahora que si quieren ser herejes y pecadoras no se los prohíbo XD. En la puerta del infierno Mascara Mortal les abrirá la puerta en calzones (y seguro Saga ya estará sin ellos)XDXDXD.
