Bienvenido a mi nueva historia: Dividido. Espero que te guste

Todo lo que reconozcas pertenece a Rick Riordan.


I Cómo mi vida se descontroló.

-Señor Williams, quítese el gorro-ordenó la señora Dodds.

Tuve que hacer caso y me quité el gorro de lana negro que siempre llevaba, dejando al descubierto mi cabello dorado. A mí no me gustaba ser rubio y, como mi madre no me dejaba teñirme, taparlo era mi única opción. A mí lado, Percy Jackson, mi mejor amigo, se rió por lo bajo. Yo le fulminé con la mirada medio en broma, porque ambos sabíamos que la profesora de introducción al álgebra, la señora Dodds, nos odiaba y buscaba cualquier escusa para llamarnos la atención.

Estábamos en el Museo de Arte Metropolitano, en Nueva York, para ver cosas antiguas griegas y romanas. El profesor de latín, el señor Brunner, era el encargado de la excursión. Eso me daba esperanzas. El señor Brunner era el mejor profesor que he tenido y tendré en mi vida. En realidad parecía normal, salvo porque iba en silla de ruedas, pero tenía una colección alucinante de armas antiguas que a veces nos dejaba usar durante sus clases. Las suyas eran las únicas clases al las que prestaba atención, en vez de leer a escondidas y pasar de todo.

El señor Brunner estaba explicando algo sobre la estela, un monumento funerario, de una chica de la Antigua Grecia. Yo intentaba atender, pero tenía detrás a Nancy Bobofit, una chica pelirroja y la persona más molesta de la clase, que no paraba de hablar. No pude aguantar y le dije por lo bajo:

-¿Quieres callarte de una vez?

Ella me hizo caso, pero el señor Brunner tiene un oído finísimo y me pilló.

-Parece ser que Andy Williams sabe tanto del tema que no necesita prestar atención. Señor William, ¿podría decirme que respresenta esta imagen?-pidió el profesor señalando un dibujo en la estela.

Yo me puse rojo de vergüenza y miré lo que señalaba. Sentí alivio darme cuenta de que sabía que era.

-Es Cronos vomitando a sus hijos-respondí.

-¿Y por qué los está vomitando?- me preguntó.

-Pues por qué se los comió.

Todos rieron y yo me puse rojo de vergüenza.

-¿Podría explicar eso un poco mejor, señor Williams?

-Pues... Cronos era el rey titán y le dijeron que sus hijos le destronarían. Y por eso se los comió al nacer-contesté.

-¿Y qué pasó después?-preguntó el profesor de latín.

-Eh... No me acuerdo-reconocí.

-Gracias por la sinceridad. Señor Jackson, ¿podría decir qué pasó después?-dijo el señor Brunner girándose hacia mi amigo.

Siempre hacía eso. Daba igual de qué hablara, que siempre nos preguntaba a Percy y a mí. Como si fuera más importante que lo supiéramos nosotros que el resto.

-A la mujer de Cronos no le gustó que se comiera a sus hijos-empezó Percy-. Así que engañó a su marido para que se comiera una piedra en vez de su hijo pequeño, Zeus. Luego Zeus hizo que Cronos vomitara a sus hermanos, los dioses, y empezaron la guerra contra los titanes. Al final lo dioses cortaron en pedacitos con su propia guadaña.

-Bien, señor Jackson. Zeus hizo que su padre Cronos vomitara a sus hermanos y hermanas con una mezcla de miel y mostaza y al final de la guerra tiraron los trozos de su padre al Tártaro-puntualizó el profesor de latín.

El señor Brunner continuó explicando sobre la estela, pero Nancy Bobofit habló de nuevo:

-¿De qué nos sirve esto? ¿Acaso en nuestra entrevista de trabajo nos van a preguntar por qué Cronos se comió a sus hijos?

El señor Brunner respondió con voz seria:

-Un día agradeceréis saber esto, creedme.

Pero el profesor no miraba hacia la chica mientras hablaba, sino a Percy y a mí. Como si sus palabras fueran solo para nosotros.

Más tarde Percy y estábamos en las escaleras del museo con Grover, un compañero de clase que tenía un problema en las piernas y tenía que llevar muletas. Además, Grover debía de haber repetido varios cursos, porque era el único de sexto con pelusilla.

Estábamos los tres sentados junto a una fuente mientras comíamos. Y Nancy decidió venir a molestarnos. Intentamos ignorarla, pero no tenemos mucha paciencia. Acabamos Percy y yo discutiendo con Nancy mientras Grover intentaba que no cometiéramos alguna locura. Y de repente, sin que nadie la tocara, Nancy estaba en la fuente.

-¡Me habéis empujado!-chilló.

-¡Si no te hemos tocado!-exclamó Percy.

Íbamos a empezar a discutir de nuevo, pero una voz hizo que nos quedáramos quietos.

-Jackson, Williams; venid conmigo-ordenó la señora Dodds.

Tragué saliva, preocupado. Desde el primer día la profesora de introducción al álgebra adoraba a Nancy y nos odiaba a Percy y a mí.

La profesora prometió a Nancy una camiseta nueva de la tienda de regalos y luego la seguimos dentro del museo. A nuestro paso se oían susurros:

-¿Has visto...?

-... el agua ...

-... la ha arrastrado...

Al entrar en el museo pensé que tendríamos que comprarle una camiseta a Nancy, pero la profesora nos guió hacia la sala de la Antigua Grecia.

-Señor Williams, espere aquí fuera-me pidió-. Primero hablaré con el señor Jackson.

Mi mejor amigo y la profesora entraron en la sala, que estaba vacía. La señora Dodds puso la misma cara que siempre ponía antes de mandarnos algún castigo retorcido e inútil, como quedarnos hasta medianoche borrando libros de ejercicios de matemáticas.

Entonces la mujer empezó a transformarse: los ojos empezaron a brillarle como carbones en una barbacoa, se le alargaron los dedos y se transformaron en garras, su cazadora se derritió hasta convertirse en enormes alas coriáceas... Me quedé estupefacto. Aquella mujer no era humana. Era un criatura horripilante con alas de murciélago, zarpas y la boca llena de colmillos amarillentos.

-Te acabas de delatar, Perseus Jackson- dijo la... lo que fuera-. ¿Creías qué no te descubriríamos?

-¿Eh?-respondió Percy.

-¡No te hagas el estúpido!-exclamó la señora Dodds, furiosa- Sabes lo que hiciste, lo que robaste, y ahora te mataré por ello.

-¿Matarme?-no veía la cara de Percy, pero notaba que estaba aterrorizado-¡Yo no he robado nada!

-No me mientas. Y sí, voy a matarte. A ti y al otro, es demasiado poderoso.

-¿Qué otro?

-Ya sabes quien es. El rubio. Es demasiado poderoso.

¿Era posible qué hablaran de mí? No era el único rubio de la clase, pero mi pelo era rubio de verdad. Como tener el sol en la cabeza. Y además estaba allí fuera esperando, para ir después de Percy... Y si hablaba de mí, ¿a qué se refería con demasiado poderoso? ¿Me iba a matar mi profesora de álgebra?

Mientras yo flipaba la señora Dodds se abalanzó sobre Percy. Pero llegó el señor Brunner y le lanzó un bolígrafo. Mi amigo lo cogió y la abrió y se convirtió en una espada de bronce como las que el profesor llevaba a veces a clase. Percy blandió la espada y esta atravesó al monstruo-profesora, que se deshizo en polvo. Me acerqué a él.

-¿Estás bien, Percy?-pregunté.

-Andy, ¿tú también has visto eso?

-Acabas de matar a nuestra profesora, que quería matarnos a nosotros. Bueno a ti y a un rubio. Pero probablemente sea yo...-me callé antes de empezar a decir cosas sin sentido. Cuando me pongo nervioso no puedo evitar hablar de más.

Percy sonrió, aunque no creía haber dicho algo gracioso.

-Menos mal, pensaba que me estaba volviendo loco-aseguró.

-O lo estamos los dos-comenté.

Ojalá que hubiéramos estado los dos locos y ya. Casi prefiero eso a la verdad.

Salimos del museo y al llegar Nancy nos dijo:

-Espero que la señora Kerr os haya dado unos buenos azotes en el culo.

-¿Quién?-preguntó Percy.

-Nuestra profesora, bobo.

Percy y yo nos miramos sin entender nada y el señor Brunner se acercó por detrás.

-La próxima vez traiga sus propios instrumentos de escritura, señor Jackson- recomendó el profesor, señalando la mano de Percy en la que estaba la espada, que ahora volvía a ser un bolígrafo.

Mi amigo se lo dio y nos quedamos allí parados, asimilándolo todo. A final de la excursión subió al autobús una mujer rubia que no había visto en mi vida y que todos pensaban que llevaba como nuestra profesora desde navidades.

Por mucho que Percy y yo preguntamos a la gente, nadie confesó que conocía a la señora Dodds. Y de alguna manera sabía que no mentían sobre la señora Kerr. Todos salvo una persona: Grover. Siempre que le preguntábamos se ponía nervioso antes de responder que la señora Dodds no existía. Pero sabía que estaba mintiendo.

El episodio de la señora Dodds hizo que la gente nos tomara por locos y se riera de nosotros. Percy se metió en más peleas, discutimos más con Nancy Bobofit y sus amigas, atendimos menos en clase, nuestras notas bajaron y yo hasta le grité a varios profesores. El resultado fue una carta del director para cada uno en la que nos anunciaba que estábamos expulsados de la academia Yancy para niños con problemas. ¿Éramos niños con problemas? Podría decirse así. Percy tenía TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad) y dislexia. Yo no tenía hiperactividad, pero tampoco tenía mucha capacidad de estar quieto y prestar atención. Y, aunque iba un curso adelantado en los estudios, solía meterme en problemas y ya me habían expulsado de varios colegios.

La cosa es que la expulsión fue un bajón. Para Percy era el sexto colegio en seis años. Para mí el cuarto en cinco. Decidimos no estudiar para ninguna asignatura salvo para la del Señor Brunner, latín, porque el profesor nos caía bien. Aunque lo más probable era que los exámenes me salieran bien igual.

La noche antes de ese examen estábamos en nuestro dormitorio estudiando. Tras media hora Percy empezó a desesperarse porque su dislexia le hacía confundir los nombres y yo empecé a distraerme.

Notaba que me estaba quedando dormido pero no podía evitarlo. Desde siempre mi cuerpo tenía la extraña manía de seguir a rajatabla el ciclo solar. Siempre me despertaba al salir el sol y casi no podía mantenerme despierto tras el anochecer. Me levanté para ir al baño y echarme agua fría por la cara.

Cuando estaba a mitad del pasillo oí voces que salían del despacho del señor Brunner:

-...preocupado por Percy, señor-dijo una voz, que reconocí como Grover-. A lo mejor debería venir.

-Si viene se meterá de cabeza en el problema-respondió un hombre, creo que el señor Brunner-. Es demasiado joven, solo tiene doce años.

-Pero su aura es demasiado fuerte-rebatió Grover-. Atrajo una Furia a la escuela. ¡Una Furia! ¿Cómo no nos dimos cuenta? Y los chicos no paran de hacer preguntas...

-Mis instintos no son lo que eran desde el solsticio de invierno-admitió el profesor-. Y respecto a sus preguntas, la Niebla debería mantenerlas a raya. Aun así, no están seguros. Quizá después del solsticio de verano, dependiendo de como esté la situación, puede que Percy pueda ir al campamento.

-¿Y Andy? Está claro que él no corre el mismo peligro. Y solo allí estará a salvo.

-Tienes razón, Grover. Su aura es excepcionalmente poderosa para no ser...

Pero no pude oír lo que dijo, porque Percy chocó conmigo.

-¿Qué haces aquí?-pregunté.

-Fui a buscarte. Tardabas tanto que pensé que te habías quedado dormido en el baño otra vez.

Antes de que pudiera responder oí que alguien salía del despacho, así que empujé a Percy tras una puesta abierta y la cerré tras nosotros.

Por la rendija que quedó abierta vi una sombra de alguien muy alto y oí un sonido de cascos.

-No hay nadie, falsa alarma-dijo el señor Brunner.

-Debería irme. Mañana tengo un largo día de exámenes-recordó Grover con un suspiro, que casi sonó como un balido.

El profesor de latín cerró la puerta tras salir el alumno y cuando el pasillo quedó en silencio Percy y yo volvimos a la habitación. Al pasar por delante del cuarto de Grover vimos que estaba allí concentrado estudiando y daba la sensación de no haberse movido en un par de horas. Nos saludo al pasar.

Al llegar a nuestro cuarto Percy preguntó:

-¿Qué acaba de pasar?

Yo le expliqué la conversación que había oído. Cuando acabé dijo:

-Así que al final la señora Dodds sí que era real.

-Sí, pero por alguna razón hay quienes creen que no lo fue. Por algo llamado Niebla... Me pregunto que será eso.

En realidad tenía muchísimas más preguntas, pero estaba agotado y me dormí.

Acabé el examen de latín, que me salió bastante bien, antes que Percy. Me quedé fuera esperando por él. Cuando salió parecía decepcionado, pero noté que no era por el examen. No me dijo por qué era.

Mientras hacíamos las maletas todos en la residencia hablaban del verano genial que iban a pasar, en una playa del Caribe o esquiando en los Alpes suizos. Ellos también eran delincuentes juveniles, pero eran delincuentes juveniles cuyos padres tenían más dinero del que sus reducidos cerebros podrían contar jamás.

En el viaje en autobús de vuelta a Nueva York intenté dormir, pero no lo conseguí, pues el sol brillaba en lo alto del cielo. Oí a Percy y Grover hablar en el asiento de delante, pero no me esforcé en entender lo que decían.

La luz del sol entraba por la ventana, arrullándome con su calidez. Entré en una especie de trance. Tenía los ojos abiertos, pero ya no veía el autobús.

Estaba en medio de una nada cálida y brillante, como estar en un rayo de luz. Un hombre se acercó a mi, Era rubio, de ojos azules, deslumbrante y perfecto. Era un desconocido, pero a la vez familiar. Y de alguna manera me parecía que era... Divino.

-Hola, André- saludó, con una voz hecha para ser escuchada.

-Prefiero que me llamen Andy, señor-mi voz sonó distinta, una mezcla de respeto, intimidación y, a la vez, atrevimiento.

Él rio a mis palabras y su risa lo llenó todo.

-No me llames señor, por favor, Andy. Me hace sentir viejo. Aunque en realidad lo soy.

-¿Quién es... eres?-pregunté, aunque sin saber por que me costó no tratarle con más respeto.

-Directo al grano, ¿eh? Igual que tu madre.

-¿De qué conoces a mi madre? ¿Quién eres?-repetí.

-Me temo que no te lo puedo decir. Pero pronto lo sabrás-se puso serio-. Estoy aquí para darte un aviso.

-¿Un aviso? ¿Sobre qué?

-Lo lobos pronto vendrán a buscarte. Pero no llegarán a tiempo.

-¿A tiempo de qué? ¿Cómo que lobos? ¿De qué habla?

-Si vas en busca de tu amigo-continuó hablando, ignorando mis preguntas- te encontrarás con los del este, aunque tu lugar no sea allí. Solo complicará más las cosas-me miró directamente a los ojos, que eran azules y muy brillantes, como todo él-. No puedo obligarte a nada. Pero recuerda, si vas tras tu amigo se complicarán las cosas. Bona fortuna.

Quería hacer más preguntas, exigirle que me respondiera, pero pestañeé y volví al autobús. Percy y Grover seguían cuchicheando delante mía y el autobús paró. Todos bajamos y pude ver al conductor mirando desesperado el motor estropeado. Percy señaló algo al otro lado de la carretera, aunque yo no vi nada, y Grover le respondió muy preocupado. Yo me quedé a un lado y no escuché nada, con la advertencia del hombre resonando en mi cabeza.


Que os ha parecido? Tengo planeado que la historia sea revivir todos los libros desde el punto de vista de mi personaje. Me centraré sobre todo en las cosas que cambiarán y las que no pasan en los libros y lo que ya todos sabemos de los libros lo contaré un poco por encima. Esper que difrutéis de esta historia tanto como yo escribiéndola.

No se cuando subiré el próximo capitulo.

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Erin Luan