t/w: contenido sexual explícito, mencion de aborto, sangre y violencia física.
SIETE
Omega Disease
Notó la presencia de Ieiri un par de calles antes de llegar al vecindario en dónde vivían los niños, por un momento, consideró llamarla y preguntarle por qué lo estaba siguiendo, pero un estallido de energía maldita lo hizo apresurar el paso. No se sorprendió al descubrir la mitad de la casa hecha escombros, ni tampoco de encontrar a Gojo golpeando la puerta de su vecina, mientras gritaba que le devolviera a sus cachorros.
Fue un alivio que, antes de que Gojo notara que sus cachorros no estaban con él, la señora Hanako (siguiendo su consejo) cerrara ventas, puertas y apagara las luces para hacer parecer que no había nadie en casa. Sin embargo, Kento sabía que el omega tenía un buen olfato, sumado a eso, gracias al don de su familia, podía percibir la naciente energía maldita de Megumi, por lo que no lo engañaría, ni tampoco lo detendrían por mucho tiempo; solo rogaba porque Gojo no estuviera tan fuera de sí, como para atacar a los vecinos, o el problema crecería mil veces.
Se permitió tener un momento de alivio al darse cuenta de que la explosión de energía que hubo unos segundos atrás, ocurrió cuando Gojo notó que Megumi y Tsumiki no estaban, pues de lo contrario, estaría volando la puerta en pedazos, en lugar de solo golpear.
—Gojo-senpai —llamó acercándose con cautela, el aludido volteó de golpe, su energía maldita se sacudió como advertencia.
—No vas a llevarte a mis cachorros —gruño. Kento no pudo evitar fijarse que sus ojos estaban hinchados y rojos por el llanto—. Son míos.
—No me los quiero llevar —dijo dejando su arma en el suelo y levantando las manos para hacerle ver que no quería pelear—. Sólo vengo a hablar contigo.
—Vete al carajo —gruñó girándose sobre sus talones para volver a golpear la puerta de la vecina. Por supuesto, nadie respondió—. Da un paso más y te haré daño, Nanami.
El alfa se quedó quieto, no quería acabar con la paciencia de Gojo tan pronto y arruinar sus posibilidades de salir del lugar sin haber puesto a todo el vecindario en peligro. «Debí ser honesto y aceptarlo», pensó, de ese modo el omega sería solo su problema.
—Ellos no van a salir hasta que te calmes —le informó—. Los asustaste.
Gojo dejó de golpear la puerta y miró al alfa con sospecha, su olor, que cambió de enojo a consternación, le hizo saber a Kento que sus palabras lo habían alcanzado, si seguían hablando así, en unos minutos estarían de vuelta en la escuela, con dos niños ahora sin hogar, lo que todavía era un problema, pero a salvo de todas formas.
—¿Cómo lo sabes?
—Ellos me llamaron, estaban llorando —los ojos de Gojo se pusieron vidriosos a causa de las lágrimas acumulándose. Kento intentó acercarse, pero el otro hechicero retrocedió.
—Dije que no te acercaras —gruñó levantando su mano derecha para atacar.
—Gojo-senpai, perdóname —dijo, creyendo que tal vez no era demasiado tarde para sincerarse—. Quería que me dejaras solo y dije algo muy hiriente, que no es lo que siento por ti, así que perdón.
Gojo lo miró con los ojos muy abiertos, igual que un ciervo deslumbrado por la luz, Kento se preguntó si sería la primera vez que alguien se disculpaba con él después de herir sus sentimientos, porque eso parecía. Dio un paso hacia el frente, el omega no se movió; pensó que eso era bueno, podía alcanzarlo, enmendar su error y evitar que otros salieran heridos debido a su estupidez.
—Nanami, Satoru ¿qué está pasando? —Ieiri apareció.
No estaba seguro de si debía estar agradecido, o asustado, por su intervención. Sus ojos no se despegaron del omega, en busca de cualquier pista que lo ayudara prevenir su siguiente movimiento: Gojo vaciló un momento, sorprendido al ver a su amiga en ese lugar, abrió la boca como si estuviera a punto de decir algo. No lo hizo, en cambio, miró al alfa con un gesto inescrutable, antes de regresar su atención a Ieiri. Sus labios se apretaron, al igual que sus puños, Kento maldijo, al percatarse de que el olor del omega, similar al de manzanas pudriéndose mezcladas con caramelo amargo, le resultaba familiar. Lo había detectado una vez, aunque fue muy sutil, aquella noche, cuando Ieiri acababa de sanarlo y él irrumpió en su habitación para pedirle que cuidara de Megumi.
Gojo estaba celoso. Kento podía entender por qué, Ieiri era guapa e inteligente, cualidades que alguna vez admitió que le parecían atractivas (maldita la hora en que eligió verdad en ese juego de la botella); además, para echarle más leña al fuego, había demostrado tener interés en betas. Si salía de ese embrollo, tendría que decirle al omega que solo le gustaban los hombres, quizás así desconfiaría menos de su única amiga.
Kento intentó hacerle una señal a Ieiri para que se fuera, no le entendió, pero el intercambio de miradas no pasó desapercibido para el omega, que se lanzó sobre ella. Ieiri reaccionó a tiempo y se arrojó al piso para esquivarlo, el alfa por su parte, se movió para recoger su espada antes de cubrirla.
—¿Es por ella, no? —gruñó Gojo, mostrando los colmillos, su olor era insoportable y estaba ofendiendo a su instinto alfa, lo cual no era nada bueno—. ¿Es por ella que me dejas a mí?
Un sin fin de respuestas, cada una más sarcástica que la anterior, cruzaron por su cabeza, pero nunca llegaron a los labios de Kento, debido a que Gojo no le dio la oportunidad de responder, antes de golpearlo con tanta fuerza que terminó deslizándose por el pavimento hasta el final de la calle. Escuchó a Ieiri gritar su nombre, por lo que se apresuró a levantarse, ella era hábil y muy capaz, aunque no lo suficiente para defenderse del omega por mucho tiempo, así que, la única opción que tenían para ganarle era pensar más rápido, anticiparse a sus movimientos, intentar tomarlo por sorpresa; los puntos en razón de 7:3 brillaban a lo largo y ancho del cuerpo de Gojo, como faros tratando de guiarlo, a pesar de que sabía que el infinito detendría su crítico y el golpe jamás lo alcanzaría, Kento lanzó su espada, en un intento de atraer su atención.
—Déjala, Gojo —advirtió, mientras veía su cuchilla, rebotar—. Es conmigo con quien debes pelear.
El aludido lo miró indignado, como si no creyera posible que lo atacara, volteó a ver a Ieiri, que no había bajado la guardia y luego, de vuelta hacia él.
—Ya que lo deseas tanto.
Se enfrascaron en una pelea mano a mano, en la que Kento se concentró en evitar los golpes, no había nada que pudiera hacer si infinity lo protegía, sin embargo, al ritmo que iban, no duraría lo suficiente. Se forzó a idear un plan, contra cualquier otro oponente, buscaría un punto débil del cual aprovecharse, pero Gojo no tenía ninguno, a menos que se tomara en cuenta su casta, y no se atrevería a ofenderlo al considerarlo frágil solo por ser un omega. Una patada a su estómago seguido de un puñetazo que lo dejó viendo luces, lo hizo trastabillar y caer al suelo, maldijo por lo bajo y escupió la sangre que se acumulaba en la boca a causa de un diente flojo.
Cuando volvió a ponerse de pie, Gojo estaba frente a él, tan cerca que podría besarlo, si se atreviera. «Hay algo malo conmigo», se burló de sí mismo, cuestionándose cómo podía pensar en aparearse con él, después de recibir tremenda paliza. El omega exhaló, Kento se percató que parecía cansado, ¿Estuvo luchando en otro lado? ¿Su energía maldita no funcionaba como debía? Fue entonces que notó el brillo violeta en sus ojos, detrás del intenso azul provocado por su técnica. Era su instinto el que tenía el control y la única forma de detener a un omega que perdió la cabeza, según sabía, era con las feromonas que se producían por la mordida de un alfa. Nanami lo pateó, a diferencia de otros golpes, este dio en el blanco, por lo que tuvo oportunidad de correr, una vez que lo soltó.
Kento no quería morderlo, o más bien, no podía. En las condiciones en las que se encontraban, morder a Gojo sería el peor de los crímenes.
El omega lo alcanzó, derribándolo contra el suelo sin piedad, mientras intentaba quitárselo de encima terminaron rodando colina abajo. Cuando trataba de incorporarse, Kento notó que se habían alejado de la casa de los Fushiguro, era algo bueno, si pudiera seguir alejándolo, quizás podría hacerlo entrar en razón. Distraído como estaba, no vio venir una patada en el estómago que lo dejó sin poder respirar; se alejó unos centímetros, para evitar recibir otro golpe e hizo un esfuerzo para ponerse de pie, pero antes de que lo lograra, Gojo lo tomó con fuerza del cabello; sus fríos ojos azules se encontraron con los propios, Kento creyó que moriría ahí mismo.
Su cerebro barajó sus opciones: continuar peleando como hechicero parecía inútil, pero el alfa, quizá tenía una oportunidad. Kento se relamió los labios, midiendo el peso de su decisión, en el mejor de los casos, la mordida no produciría ningún efecto, en el peor, cuya probabilidad de ocurrir era minúscula, terminarían atados por un vínculo que no podrían remover (a menos que ambos renunciaran al jujutsu), lo que los obligaría a pasar el resto de sus vidas juntos. Existía, por supuesto, un tercer escenario en el que Gojo terminaría con una marca de enlace en alguna parte de su cuerpo, lo cual sería bueno para él, aunque doloroso para Kento.
«Cualquier cosa es mejor que morir», pensó, mientras comenzaba a liberar feromonas; no creía que fueran lo bastante fuertes, debido a la poca experiencia que tenía dejándolas salir a voluntad cuando no estaba en su rut. Por suerte, no pasó ni un minuto antes de que la expresión se suavizara y el agarre en su cabeza se aflojara. Kento aprovechó la oportunidad, tomó su muñeca, la torció detrás de su espalda y lo presionó contra el suelo, la confianza en el rostro de Gojo desapareció, a medida que su cuerpo dejó de responderle como quería.
—No te me acerques —gritó Gojo, cubriéndose el cuello con su mano libre, mientras forcejeaba.
—¡Deja de pelear! —El miedo en su olor, hizo que el alfa se sintiera enfermo. No quería que desconfiara de él, ni que le temiera—. Siento mucho lo que te dije, por favor, Satoru, terminemos esto aquí.
Kento lo soltó, confiando en que ambos habían tenido suficiente de esa estúpida rabieta. Gojo se levantó tan rápido como pudo, por un momento, debido a su pose defensiva, el alfa creyó que iba a atacar de nuevo; suspiró con cansancio, todo su cuerpo dolía, aun así, reunió todas sus fuerzas e intentó levantarse, listo para seguir afrontando el castigo que sabía que se lo merecía, sin embargo, comenzó a sentirse mareado, trastabilló, pero antes de caer al suelo, Gojo lo sujetó. Confundido, llevó una mano a su cabeza, sus dedos se llenaron de sangre, se preguntó cuándo se había herido ahí.
—Nanami —llamó Gojo. Sus miradas se encontraron, el alivio se extendió por el cuerpo del alfa al darse cuenta de que tanto su instinto, como su técnica, al fin estaban fuera de línea.
—¿Cómo estás, Gojo-senpai? —el aludido lo miró sorprendido, como si la pregunta estuviera fuera de lugar.
—No lo sé —admitió—. Pero creo que te provoqué una contusión.
—Oh, eso explica por qué te ves borroso —era una broma, pero a Gojo no le hizo gracia, olía a preocupación y la expresión de su rostro era digna de ser inmortalizada en una estatua con tema religioso, como un suplicante, o un santo.
—Vamos, te llevaré con Shoko.
—Tienes que irte —Kento se negó, haciendo un esfuerzo por liberarse del agarre de Gojo—. Tu olor es muy fuerte, ya ni siquiera quedan rastros del parche, ella ya sospecha, además, creo que tu estro ya comenzó.
El omega se miró las manos, como si en ellas pudiera comprobar si lo que le decía era verdad.
—Mis cachorros —dijo, mirando en dirección a la casa de los Fushiguro.
—Me aseguraré de que estén a salvo, luego iré contigo a Taito, lo prometo.
Gojo quiso protestar, su olor se volvió agresivo, así que Kento se impuso con sus feromonas de nuevo, hasta que el omega dejó de parecer una amenaza, mientras agradecía al cielo que eso fuera suficiente para calmarlo. Gojo le dedicó una mirada que mezclaba preocupación y desagrado antes de desaparecer.
Agotado y dolorido, Kento se obligó a tragar el sentimiento amargo que se quedó después del rechazo de Gojo, para ir a ver a Megumi y Tsumiki, pensando en cómo ponerlos a salvo y las cosas que debía comprar de camino a encontrarse con el omega. Cuando estaba a una calle de la casa, Ieiri se acercó con la intención de sanarlo; Kento rechazó el cuidado, por el simple hecho de creer que se merecía ese dolor por lo que le dijo a Gojo y por el mal rato que le hizo pasar a los niños y su vecina. Ieiri expresó su desaprobación, alegando algo sobre no estar de humor para tratar con su idealización suicida.
Al final aceptó que lo curara, porque tenía una larga noche por delante. Ieiri intentó hacer que se sentara, pero Kento no se detuvo, necesitaba comprobar que los chicos estaban bien y que la señora Hanako no hubiera llamado a los servicios infantiles, a regañadientes ella lo siguió, haciendo lo posible con su técnica maldita.
—Señora Hanako, soy Nanami Kento —dijo golpeando la puerta con suavidad, Ieiri estaba detrás de él, casi de puntillas, tratando de alcanzar su cabeza, para curar esa herida—. Pueden salir ahora.
Las luces se encendieron dentro de la casa, luego escuchó los cerrojos siendo retirados; cuando la puerta se abrió, los niños Fushiguro se escondieron detrás de las piernas de la señora Hanako, aunque parecían felices de verlo.
—Está bien si van con él —los animó la mujer.
Kento no pudo evitar sospechar de ella, sus cachorros eran ariscos por naturaleza, aunado a eso, nunca la habían mencionado, lo cual lo dejaba con la duda sobre qué hizo para ganárselos en cuestión de horas. Ellos asintieron con la cabeza, pero Megumi fue el único que corrió hacia Kento, cuando el pequeño abrazó sus piernas, notó un olor muy desagradable, como si algo se estuviera pudriendo, sin embargo, no quería herir los sentimientos de Megumi, así que se esforzó para tragarse el asco, se agachó, levantó al niño a pesar de las protestas de Ieiri y lo sostuvo contra su pecho para calmarlo.
—¿Estás bien, Tsumiki? —preguntó Kento extendiendo la mano como una invitación para qué se acercara.
—No quiere venir porque hueles a peligro —dijo Megumi apretándose la nariz—. Pero no nos hará daño, ¿ves?
Tsumiki, dudo por un momento, al final se quedó junto a Hanako, mirando a su hermano con disgusto; Kento miró a la niña con tristeza, Megumi en sus brazos debió darse cuenta de que su ánimo había cambiado, porque lo abrazó, recargando su cabeza contra su hombro.
—No lo entiendo… —comenzó a decir Kento, más para sí mismo, que para los demás, a Tsumiki le agradan, aunque era cierto que prefería a Gojo, o al menos eso creía porque solía ponerse de su lado.
—Ese chico, Gojo, los marcó para protegerlos.
—No creo estar entendiendo a lo que se refiere, señora.
—Por supuesto que no, te criaste por las generaciones que intentan suprimir nuestros instintos por supuesta comodidad —escupió con recelo—. Pero te lo explicaré, Gojo tiene un brote de omega disease.
—El omega disease no es un diagnóstico médico —se rio Ieiri, ahora de pie a lado del alfa, que notó que su cuerpo estaba en mejor estado, aunque todavía sentía algo de dolor—. Además, Satoru no es un omega.
—Oh, querida, no sabes nada —dijo la anciana, en un tono condescendiente que molestó a la muchacha.
—¿Puede decirme más al respecto, señora Hanako? —preguntó Kento, a pesar de la mirada asesina y reprobatoria que Ieiri le lanzó.
—Por supuesto, intentaré no hacerlo complicado —Kento asintió, Ieiri resopló, Tsumiki se acercó a ellos, aunque se mantuvo junto a su hermano—. Esta enfermedad ocurre cuando un omega se expone a las feromonas de un alfa por un tiempo prolongado, durante el cual comienza a formarse un nexo; que se fractura una vez que la relación se desmorona. Ante el rechazó de quién los hacía sentir seguros, los omegas entran en estado de alerta, similar a un ataque de pánico, que los vuelve agresivos. Su primer instinto es huir, si tienen cachorros, los marcan con un olor desagradable que causa un rechazo entre los niños y el alfa, así evitan que se acerquen. En los casos más severos, algunos llegan a quitarse la vida. También hay otros motivos que devienen en un cuado de omega disease: como comenzar a salir después de una ruptura dolorosa; un matrimonio en decadencia, o un amorío insano; enlaces y vínculos rotos de forma unilateral, o que no han sanado; la pérdida, ya sea de un cachorro, o una pareja. En fin, depende mucho de la salud mental de cada persona.
La preocupación se extendió por el pecho de Kento como una presión que le impedía respirar. Aunque Ieiri tenía razón, y el omega disease no era un diagnóstico, la explicación ofrecida por la señora, describía con detalle las inestables acciones de Gojo, e incluso iba más allá de los eventos de la noche. Si bien, odiaba tener que admitir que, a veces, los instintos eran más fuertes que el raciocinio, esta vez no podía negarlo: desde el momento en el que él entró al gimnasio esa tarde, su instinto supo que algo andaba mal, pero en lugar de escuchar y ayudar, eligió ser egoísta.
—¿No creerás en las tonterías que dijo o sí, Nanami? —preguntó Ieiri.
—No son tonterías, niña —regaño la anciana—. Fui partera toda mi vida, al igual que mi madre, reconozco a un omega deprimido por perder a un cachorro y un vínculo cuando lo veo.
—Gojo no… —comenzó a decir irritado por las palabras de la mujer, pero a medida que su cabeza digería la información, comenzó a recordar.
Durante la terrible pelea que Gojo tuvo con su madre en diciembre, ella le gritó que olía a flores, Kento no pudo distinguir el aroma en ese momento, demasiado preocupado por el penetrante olor a sangre y sándalo chamuscado, pero si no mal recordaba la alfa dijo que su hijo emitía una fragancia igual a la amapola, la flor que representa el sueño eterno como un eufemismo para la muerte sin violencia; y belladona, asociada con la muerte repentina y prematura.
—Lo siento mucho, muchacho —Hanako sonaba sincera, pero a Kento le sonó como una burla.
Estuvo a punto de decir que no necesitaba sus disculpas porque no era suyo, pero se sintió inhumano de solo pensarlo, después de todo, Satoru debió sufrir mucho con la perdida, quería ser empático con él, no le deseaba ese mal a nadie, ni siquiera a Geto que ahora era un usuario de maldiciones. Su cachorro nonato no tenía la culpa de como terminó la relación de sus padres, ni tampoco de que Kento fuera un alfa celoso que se había enamorado de uno de ellos, por un momento, se preguntó, qué habría hecho si Gojo le hubiera pedido ser el padre de su hijo por nacer, en lugar de su pretendiente oficial.
Tragó saliva, en un intento de deshacerse del nudo que sentí en la garganta, no tenía sentido pensar en posibilidades, cuando necesitaba ir con Satoru, y asegurarse de que sus niños tuvieran un lugar donde pasar la noche. Se despidió de la señora Hanako, antes de tomar las manos de Megumi y Tsumiki, para cruzar la calle hacia las ruinas de la casa, le tomó unos segundos encontrar las maletas que el omega preparó para ellos, mientras las abría para revisar su contenido, se preguntó qué habría pasado por la cabeza de Gojo.
—Ieiri-senpai, ¿puedes llevar a los niños a la escuela, por favor? —Ella lo miró con sospecha.
—¿Y qué le digo al director Yaga?
Kento lo medito unos segundos, las barreras informaría de su presencia en la dirección, así que sería imposible intentar ocultarlo, también estaba el hecho de que desconocía si alguien más sabía que Gojo los cuidaba, o era un secreto que debía guardar.
—Dile que Gojo ha estado cuidando de ellos, pero esta noche tuvimos un problema y no tienen dónde quedarse —suspiró, una verdad a medias era mejor que una mentira.
—No sé si sea suficiente-
Kento tampoco lo creía, pero no sentía que le correspondiera ser él quien revelara los secretos del omega.
—Llevaré a Gojo tan pronto como pueda, pueden hacerle todas las preguntas a él, ¿por favor?
Shoko asintió. Kento se giró a buscar a los niños, que parecían estar buscando algo entre los escombros, se acercó a ellos con cautela, Megumi lo saludo con una mano, mientras que Tsumiki se escondió detrás de su hermano.
—Megumi, Tsumiki, escuchen con atención —dijo, acuclillándose frente a ellos—. La chica detrás de mí, se llama Ieiri, es amiga mía y de Gojo.
—No parecían muy amigos —Tsumiki tenía el ceño fruncido, como si no le creyera nada—. Se estaban peleando.
—Lo sé, a veces los mayores peleamos con nuestros amigos, no está bien, pero lo hacemos y eso no significa que no los queramos, o no confiemos.
—¿Tenemos que ir con ella? —preguntó Megumi.
—Sí. —Kento frotó una mancha en la mejilla de Megumi mientras seguía hablando—. Irán a la escuela de hechicería, allí conocerán a un hombre llamado Masamichi Yaga, es el director, él les dirá dónde se quedarán a dormir, si quieren pueden pedirle que les muestre mi habitación, o la de Gojo.
—¿Por qué no vienes con nosotros?
—Porque debo ir con Gojo —Kento puso un mechón del pelo de Tsumiki tras su oreja—. Hoy se comportó raro, porque está enfermo, se pondrá bien, pero tengo que cuidarlo, ¿entienden?
—Sí —dijeron al unísono, haciendo sonreír al alfa.
—Una última cosa —dijo—. Puede que les hagan muchas preguntas, si no quieren responder, está bien, pero si lo hacen tienen que ser cuidadosos: Megumi, no puedes hablar del trato con el Clan Zen'in, y tampoco deben mencionar que saben que Gojo es-
Tsumiki puso una mano sobre la boca del alfa para callarlo, mirando detrás de él como si Ieiri pudiera escucharlos a la distancia que estaban.
—Su casta es un secreto, Nanami —susurró, a su lado Megumi parecía desinteresado, mirando su elefante de felpa, aunque el alfa podía sentir que lo juzgaba por su desliz.
—Bueno, eso es todo —Kento se levantó—. Vamos, los acompañaré a la estación.
•••
Kento no estaba seguro de si la puerta principal de la residencia fue dejada abierta, o si el espíritu que custodiaba la casa la abrió para él, de cualquier forma, al no recibir ningún tipo de impedimento para entrar, lo tomó como una señal de que era bienvenido.
Además del jardín medio destruido, la siguiente cosa que Kento notó fue el olor de Gojo esparcido por todo el lugar, aunque era diferente a la fragancia embaucadora que utilizó en el gimnasio y también a su aroma natural; no tenía con qué compararlo, pero sí encontró palabras para describirlo: miedo y desesperación. Dejó su arma junto a la puerta, a sabiendas de que no iba a necesitarla y se dirigió hacia el ala este, sin embargo, cuando giro en el pasillo que lo conducía a la habitación en donde Satoru construyó su nido, Harumi apareció frente a él, con una mano estirada, en una posición igual a la que el omega utilizaba para hacer explotar cosas.
—Vengo a disculparme —atino a decir levantando las manos en señal de rendición—. Juro que no voy a hacerle ningún daño.
Pareció que ella no le creía, su rostro sereno se deformó en una mueca cruel; hubo un sonido estrepitoso proveniente de la habitación en donde estaba Satoru; se movió un paso, la energía de Harumi aumentó, una advertencia para mantenerse lejos tal vez, pero Kento no quería irse. Otro ruido llegó hasta sus oídos, el alfa se disculpó con el espíritu maldito, luego corrió en su dirección con la energía maldita acumulándose en su puño, listo para derribarla, sin embargo, antes de que pudiera alcanzarla, ella desapareció.
Apenas tuvo tiempo para desactivar su ritual y evitar destrozar el piso de madera. Se dio cuenta entonces de que debía tratarse de una prueba, así que se apresuró a llegar junto al omega, antes de que Harumi cambiara de opinión. Encontró Gojo con la mirada perdida en dirección a la ventana, arrodillado en medio de la habitación destrozada, había plumas, relleno y pedazos de tela por todos lados, incluso sobre su cabello. Se veía tan cansado y tan frágil, que Kento solo deseaba abrazarlo contra su pecho y asegurarle que todo iba a estar bien.
—Satoru —llamó, deteniéndose bajo el umbral de la puerta.
—¿Y Megumi y Tsumiki? —preguntó girando la cabeza para verlo.
—Le pedí a Ieiri-senpai que los llevará a la escuela. —Esperaba que mencionar el nombre de su amiga común no supusiera un problema.
El omega asintió con la cabeza y cerró los ojos un momento, Kento sintió que su corazón se rompía cuando los hombros de Satoru se sacudieron con violencia y las lágrimas escurrieron por sus mejillas. Sin pensarlo, se acercó hasta que pudo arrodillarse frente a él, esperando que no se alejara si lo tocaba.
—Mira todo lo que hice —sollozo abrazándose a sí mismo—. Incluso destruí nuestro nido, el único lugar en el mundo en el que me sentía seguro y no logro entender qué me pasó.
Kento negó con la cabeza, extendió sus manos para tomar el rostro de Gojo con firmeza, quien lo miró como si estuviera deslumbrado por la luz, sus pulgares acariciaron las mejillas del omega con suavidad, limpiando las lágrimas que las humedecían.
—Escúchame, Satoru —pidió—: No es tu culpa, ha sido un año muy duro y eso es todo lo que necesitas entender, es normal que hayas alcanzado tu límite
—Soy el más fuerte, no se supone que me rompa de esta manera —se quejó apartando la mirada. Kento presionó las manos contra sus mejillas para indicarle que lo viera.
—Que seas poderoso, no quiere decir que tengas que suprimir tus emociones, o que no puedas tener un mal día. —No estaba seguro de si Gojo lo escuchaba, ya que parecía más interesado en restregar el rostro contra las muñecas de Kento, en busca del confort que sus feromonas podían proporcionarle, aun así siguió hablando, con la esperanza de ayudarlo, como debió hacer desde el principio—. Significa que entiendes cuando puedes seguir luchando y cuando necesitas parar por un segundo. Eres sólo un muchacho, Satoru. No se supone que debas cargar con todo tú solo y no siempre tienes que ser el más fuerte. —añadió, alejando algunos de los mechones blancos que caían sobre su frente.
Satoru lo miró sorpresa, como si fuera la primera vez que alguien le hacía saber eso, sus ojos, que parecían más azules que nunca, estuvieron a punto de llenarse de lágrimas otra vez. Kento lo abrazó contra su pecho y frotó su espalda tratando de reconfortarlo.
—A veces, para ser más fuerte que antes, uno tiene que romperse un poco —continuó Kento, mientras que Gojo correspondió al abrazo y escondió la cabeza contra el pecho del alfa—. Y sí, hay ocasiones en las que se debe seguir adelante, sin importar lo mucho que nos duela, pero de la misma forma, siempre llegará un momento para bajar la guardia.
—¿Estás leyendo libros de autoayuda, o algo así? —Satoru se alejó apenas lo suficiente, sorbió por la nariz. Había nuevas lágrimas asomándose en los bordes de sus ojos y tenía un puchero en los labios, que lo hacía ver más joven de lo que era.
—Venía escrito en el empaque de las mentas que compré ayer —bromeó, creyendo que a Gojo le vendría bien cambiar el rumbo de la conversación. El omega dejó escapar una risa demasiado alta y exagerada para ser genuina, pero Kento no iba a juzgarlo, por eso—. ¿Cómo te sientes?
—Como un puto desastre —se quejó—. Pero mis pensamientos son tan claros, que ahora me doy cuenta de que pase todo el día sintiéndome fuera de mí mismo, como si algo hubiera nublado mi conciencia y estuviera sonámbulo, es… ¿Es una tontería, verdad?
Kento negó con la cabeza.
—No lo es. De hecho, creo que tiene mucho sentido, podría ser causado por tu instinto, o tu técnica.
—Antes dijiste que mi celo estaba comenzando, ¿verdad? —el alfa asintió con la cabeza—. ¿Fue el olor? ¿Cómo huelo ahora?
—Dulce, como siempre —hizo un esfuerzo por no olfatearlo, a pesar de lo mucho que quería hacerlo—. Hace un rato tenías un olor a flores y frutos maduros, aunque también olías afligido.
—Vaya.
—Lo siento.
—¿Por qué te disculpas?
—Porque me di cuenta de que estabas pasando por algo y en lugar de ofrecer ayuda, herí tus sentimientos y provoque esto.
—No es tu culpa, Nanami —Gojo apartó la mirada—. Es que yo soy muy malo manejando el rechazo. Además, entiendo que no te guste, podría preguntarte que debo hacer para que sientas lo mismo que yo siento por ti, pero eso sería estúpido, no creo poder cambiar quién soy, y no te puedo obligar a amarme, así que está bien.
—Me gustas, Gojo —se confesó—. No es una excusa, pero me sentí abrumado por lo bien que se siente gustarte y lo mucho qué deseo tenerte, además, como dije, me di cuenta de que algo iba mal; al mismo tiempo olías tan encantador, que necesitaba que te fueras antes de que hiciera algo de lo que me arrepentiría después, fue estúpido de mi parte creer que pisotear tus sentimientos era buena idea. En verdad lamento cada palabra que use en tu contra.
—¿Qué es lo que quieres hacerme?
—Gojo, no mentí cuando dije que voy a irme.
—¿Eso qué importa?
—No soy útil para ti, involucrarnos ahora sólo volverá todo difícil en el futuro, tendrás problemas y, de entre todas las cosas, ser otra carga sobre tus hombros es lo que más odio.
Gojo resopló, la frustración y el desacuerdo se filtraban tanto en su olor, como en su gesto.
—Es que no lo entiendo, Nanami —se quejó—. Si ambos tenemos sentimientos el uno por el otro, ¿por qué ignorarlo? ¿Por qué no podemos solo tomar esto para nosotros?
—Gojo-
—Somos hechiceros —continuó, inclinándose hacia delante, apoyando sus manos en los muslos del alfa, ignorando su intento de detener su perorata—. Tenemos un pie en la tumba desde siempre, lo que significa que hay poco tiempo y eso lo vuelve valioso, ¿por qué desperdiciarlo?
—¡Si lo que quieres es que nos acostemos esta charla sobre la muerte y el tiempo, no está haciendo nada por tu causa!
Satoru, que estaba a punto de decir otra cosa, cerró la boca de golpe, sus mejillas se tiñeron de un hermoso color rojo, que le provocaron a Kento ganas de mordisquearlo. El omega se echó para atrás, de repente parecía más tímido de lo que alguna vez podría llegar a ser, Kento sabía que era un truco de su instinto para tenerlo alrededor; lo peor de todo, era que funcionaba, la necesidad de deslizar sus dedos por cada milímetro de su piel, de inclinarlo bajo su cuerpo y devorarlo, era un latido constante, aún más fuerte que el de su corazón.
Kento suspiró, e hizo un intento de levantarse, en un último intento de mantener el control sobre sí mismo, sin embargo, en contra de sus planes, Gojo extendió su brazo y sujetó su mano para detenerlo.
—No puedes insinuar que me deseas y luego solo irte —dijo obligándolo a quedarse donde estaba, se acercó con aire amenazante.
Los ojos de Kento siguieron el recorrido de los dedos de Gojo que se deslizaba por sus muslos, sus miradas se cruzaron, contuvo el aliento. A pesar de que necesitaba besarlo en ese mismo instante, no lo hizo, porque no quería darle la satisfacción de ganar esa batalla. Gojo sonrió, lo besó en la comisura de sus labios primero, luego siguió su camino hacia abajo, en donde el roce de su boca fue reemplazado por el de sus nudillos mientras intentaba desabotonar la chaqueta de su uniforme. Kento levantó la cabeza, clavando la mirada en el techo, cuando el omega plantó un beso en su cuello por primera vez.
—¿Nunca te rindes? —preguntó.
Gojo que tenía la cabeza recargada contra su hombro, se rio.
—No cuando en verdad quiero algo —dijo, con un tono de voz seductor que, mezclado con su aroma a granada, hizo temblar al alfa—. Te quiero a ti, conmigo, sobre mí, en mí, por favor, Kento, no me hagas rogarte.
El gruñido de su instinto, se convirtió en un sonido que resonó en la habitación destrozada, Kento sujeto al omega por el cabello, y tiró de su cabeza hacia atrás, para evitar que siguiera dejando marcas lascivas y besos húmedos en su cuello. Apenas usando fuerzas, pero los ojos de Gojo tenían un brillo de disfrute, y sus labios estaban entreabiertos en un grito que nunca salió de su garganta.
—No lo sé, Satoru. Creo que rogar te queda bien —lo dijo en el tono más apático que pudo, mientras lo soltaba, pero eso no desanimó a Gojo. La sonrisa traviesa volvió a su rostro, sus dedos hábiles se colaron por debajo de la manga de la chaqueta del uniforme del alfa, en dónde comenzó a frotar con suavidad las glándulas de sus muñecas.
Kento cerró los ojos, permitiéndose perderse en la caricia, sabía que era una mala idea seguir por ese camino; si no equivocaba, el estro de Gojo estaba a unos cuantos días de comenzar (si es que todo lo que ocurrió en el día no fue parte del pre-celo). Dar rienda suelta a sus deseos, sólo estimularía los síntomas y los dejaría fuera por casi 72 horas, toda la escuela los estaría buscando, y lo que era peor, Megumi y Tsumiki quedarían a la deriva.
—¿Tu celo no debería estar cerca? —preguntó sujetando su barbilla con suavidad, para hacer que le pusiera atención.
—Tomé supresores este mes —respondió, la forma en que miró sus labios, no pasó desapercibido para el alfa.
Kento pensó que los comprimidos no habían funcionado muy bien debido a lo fuertes que eran sus feromonas, pero no tuvo tiempo de mencionarlo, porque Satoru se abalanzó sobre él, uniendo sus labios en una caricia desesperada.
—Deberíamos volver a la escuela y ver a los niños, Gojo, le prometí a Ieiri-senpai que responderemos todas sus preguntas —dijo, entre besos, en último intento tanto de contener a Gojo que cada segundo estaba más animado, como a sus propios deseos.
—Están en buenas manos —respondió para el desconcierto del alfa—. Si te das prisa, más pronto podremos ir con los niños.
Se dio cuenta, entonces, que esta era una de esas situaciones en las que existía una solución única, que era que uno de los dos diera su brazo a torcer. Kento pensó que no era un mal final, en los últimos meses Gojo se había convertido en una fantasía recurrente, que lo visitaba no solo en las noches, sino en cualquier momento del día, y ahora, por fin, tenía la oportunidad de hacerlo realidad. Cuestionando su cordura, repasó con pulgar el contorno de la boca de Gojo haciéndolo contener aliento. Kento sonrió, se inclinó hacia el espacio del otro y presionó sus labios juntos.
Satoru esperaba que fuera un toque suave, casi tímido, en cambio, fue duro y demandante, muy diferente al beso desordenado que compartieron apenas unos minutos atrás, pero le provocó la misma sensación de cosquilleo en el vientre. Se encontró a sí mismo dejando escapar el aire de sus pulmones y persiguiendo los labios del otro cuando intentó alejarse.
Sin perder el tiempo, sus manos se deslizaron por el pecho de Nanami, subiendo hasta sus hombros para intentar quitarle la chaqueta; antes de que pudiera lograrlo, él otro lo sujetó con fuerza por el brazo, sin embargo, en lugar de regañarlo, o detenerlo, como esperaba que hiciera, acercó su boca. Satoru lo vio cerrar los ojos mientras su lengua se deslizaba por la suave piel de su muñeca, con tanta calma, que el roce le provocó un escalofrío que recorrió su cuerpo, como si acabara de ser golpeado por un rayo.
Hubo un beso antes de que sus labios se abrieran sobre la zona, sus colmillos pincharon su piel, ahora hinchada y rebosante de feromonas, trago saliva, al mismo tiempo que Nanami succionó con ahínco; Satoru jadeo, sintiéndose tan excitado que creyó podría correrse solo con eso, era un poco vergonzoso, pero considerando que llevaba un largo año sin ser tocado, estaba dispuesto a aceptar la humillación con tal de que el alfa se encargara de saciar su apetito sexual. Nanami entreabrió los ojos y el omega pudo distinguir un brillo de dorado en su mirada que lo hizo quedarse sin aliento.
—¿Estás seguro de que es lo que quieres? —preguntó el alfa relamiéndose los labios. Su aliento contra la ahora sensible zona hizo que el cosquilleo en el vientre de Satoru aumentara. En un intento de mantener la compostura para no verse tan necesitado, tragó saliva y tiró de su mano, Nanami lo dejó ir con más facilidad de lo que esperaba, lo cual fue un poco decepcionante.
—Sí —respondió enredando sus brazos alrededor del cuello del alfa—. Aunque sea solo por esta vez —agregó rozando sus labios en la mejilla de Nanami, quién emitió un gruñido bajo antes de atrapar el labio inferior de Gojo entre sus dientes, haciendo que se quejara.
—Sujétate —advirtió Nanami rodeando la cintura del otro antes de arreglárselas para levantarse. Satoru emitió un sonido de gozo, al mismo tiempo que enganchaba sus tobillos detrás de la espalda del alfa.
—Hay una habitación de invitados al otro lado de la casa —susurró a su oído, antes de mordisquear su oreja que estaba roja.
—Al menos déjame caminar —se quejó.
Satoru puso los ojos en blanco y acto seguido los hizo aparecer en la otra habitación, en dónde aprovechó el momento de confusión de Nanami, para arrojarlo a la cama y trepar sobre él. Con una sonrisa traviesa, abrió la chaqueta del uniforme del otro y metió las manos bajo la camiseta: acarició su estómago y, de a poco, subió hasta el pecho, deleitándose con el descubrimiento de que Nanami no era tan enjuto como parecía, lo cual era prometedor. Satoru relamió los labios, imaginándoselo dentro de un par de años, una vez que pasara más tiempo entrenando.
El rubio hizo un intento de levantarse; Satoru usó su fuerza para retenerlo en su sitio, quería tener el control de ese momento, hacerlo a su manera, aunque fuera por un instante. Debajo de él, Nanami gruñó, lejos de sentirlo como una amenaza, Satoru lo encontró encantador. Para calmarlo, se quitó la camiseta, bajo la mirada expectante de su alfa, que sin dudarlo acarició sus costados, sus manos se detuvieron a ambos lados de su cadera.
Mientras se inclinaba para buscar sus labios, se preguntó si le tomaría mucho tiempo empujar a Nanami al límite de su autocontrol, para que ese destello dorado en sus ojos cubriera todo su iris y lo tomara como se debía. El alfa lo sacó de sus pensamientos, cuando lo sujetó por la cintura, movimiento que Satoru aprovechó para mover la cadera, restregándose contra su cuerpo. Sin pensarlo dos veces comenzó a liberar sus feromonas, no esperaba que Nanami respondiera, pero lo hizo, provocando una oleada de emoción y satisfacción en el omega, que, a juzgar por la forma en que el alfa le restregó la nariz en la garganta, debió transmitirse en su aroma.
No pasó mucho tiempo antes de que el alfa intentará imponerse otra vez; esta vez, Satoru estaba gustoso de permitirle invertir las posiciones. Ni lento, ni perezoso, Nanami se desvistió frente a él, hasta quedar solo en ropa interior, Satoru ronroneó ante el espectáculo, lo que hizo sonreír al alfa.
—Estás muy callado —dijo Nanami mientras desabrochaba el botón de su pantalón.
—No quería asustarte con mis sonidos de…
—No te atrevas a terminar esa frase —advirtió Nanami mirándolo con desaprobación. Satoru se rio por lo bajo y levantó las caderas para que Nanami pudiera quitarle el pantalón.
—¿Por qué? ¿No te gusta una buena charla sucia? Antes dijiste unas cosas que me pusieron muy mojado allá abajo. —jadeo con picardía, contoneando la cadera para demostrar su punto.
Nanami lo miró con seriedad y la siguiente frase ingeniosa que Satoru tenía preparada murió en su lengua cuando las fuertes manos del alfa separaron sus piernas con rudeza, antes de que sus dedos se deslizaran por el interior de sus muslos.
—Supongo que podría acostumbrarme con el tiempo —admitió, inclinándose sobre Satoru y dejando un mordisco en su hombro—. Pero no tenemos tiempo y creo que te mueres por sentirme adentro, ¿no?
—Te estás tomando tu tiempo, alfa. —El orgullo y la exasperación en su voz fueron tan palpables como la erección que se escondía detrás de su ropa interior, contra la que Nanami presionó su mano, solo para probar su punto y fastidiarlo.
—Quizá solo estés demasiado impaciente —apuntó.
Satoru estuvo a punto de protestar, pero fue silenciado con un beso y obligado a abrir la boca para que sus lenguas jugaran juntas, jadeó abrumado por la sensación, aunque no estaba seguro de si la caricia era así de increíble, o si sus feromonas ya habían nublado su juicio. Sintió que Nanami tiraba del elástico de su ropa interior, hasta que se deslizaron alrededor de sus muslos; su cuerpo se estremeció cuando los dedos del alfa acariciaron su miembro, cuya punta ya estaba empapada con líquido pre-seminal, pasó saliva, al mismo tiempo que él otro comenzó masajear la cabeza de su pene con su pulgar.
—K-kento —balbuceó. El alfa lo miró con una sonrisa socarrona dibujada en su rostro que por lo general mostraba un gesto amable.
—¿Tan pronto te deshaces en mis manos? —se burló, aparentando la base de su pene, provocando que todo su cuerpo se retorciera de placer, Satoru atinó a ladear la cabeza ahogando un gemido contra su mano.
Al alfa no pareció importarle su falta de respuesta, pues de inmediato lo hizo mirarlo de nuevo: lamió sus labios (que dejó a al omega con ganas de otro beso, o tal vez de una mamada) antes de entretenerse besuqueando su cuello y continuó bajando hasta llegar a su pecho, en dónde jugó con los pezones del omega, hasta que logró arrancarle un grito de placer.
Decidiendo que era momento de hacer algo diferente, comenzando por deshacerse de la ropa interior que le impedía moverse con soltura, luego sostuvo el miembro del omega entre sus dedos, masajeando de arriba a abajo para estimular su erección, Satoru dejó escapar un gemido, que se convirtió en la señal que el alfa necesitaba para tomarlo en su boca. Los ojos del omega se abrieron con sorpresa cuando sintió la cálida boca de Nanami alrededor de su pene; era la primera vez que le chupaban la polla, así que no fue consciente de lo mucho que lo había querido hasta ese momento.
—¡Nanami! —gritó. Su miembro se sentía más caliente y sensible a medida que los segundos pasaban, se preguntó si las hormonas afrodisíacas en la saliva tendrían algo que ver, pero el pensamiento fue arrebatado de su cabeza, pues cada vez que la lengua del alfa hacía un nuevo movimiento, el cosquilleo y los espasmos en su vientre se volvía más intenso. A ese ritmo, alcanzaría el orgasmo muy pronto—. Estoy… Kento yo-
El aludido succionó la punta una última vez, antes de apartar la cara, permitiendo que Gojo se corriera, Nanami continuó masturbándolo, hasta que lo exprimió por completo.
—¿Cansado, Satoru? —preguntó. El sonido de su nombre, en los labios del alfa lo hizo temblar.
—Dilo de nuevo —pidió.
—¿Qué? ¿Tu nombre? —Nanami se rio, era un sonido tan encantador, tan lleno de júbilo, que el omega se encontró sonriendo también, a pesar de que el otro se estaba burlando de él—. ¡Qué narcisista! —añadió, antes de dejar un beso sobre su frente, seguido de uno a lado de sus ojos—. Apuesto a que puedes correrte mientras escuchas tu nombre.
—No. —Satoru intentó negar con la cabeza, pero la boca de Nanami contra la suya, lo mantuvo quieto.
Sintió al alfa acomodarse entre sus muslos, guiando sus piernas alrededor de su cintura. Nanami tenía una sonrisa taimada dibujada en el rostro, mientras sus manos le acariciaban todo lo que estaba a su alcance: el trasero, los costados, el vientre.
Sin previo aviso, el otro lo levantó, de modo que ambos quedaron sentados, el alfa sobre la cama y Satoru en su regazo, de no ser porque Nanami seguía vestido, estarían piel a piel. El alfa tiró de él, como si pudieran estar más juntos. Satoru lo miró con sospecha, preguntándose qué estaba planeando, pero antes de que pudiera decir algo, él lo besó, fue un toque suave y cariñoso, que complementaba a los dedos que se deslizaban por su columna.
—Si puedes —susurró a su oído, en un sonido bajo y sensual que, junto a los dedos, pellizcaron sus nalgas, le indicaron lo que pasaría después—. Satoru.
El omega se estremeció, sus caderas se movieron hacia delante, buscando rozarse contra el abdomen del alfa, quien no pudo evitar reírse, encantado por la forma en que su omega respondía a él. Satoru estaba jadeando, impulsándose sobre sus piernas para subir y bajar, Nanami lo beso, una distracción para que uno de sus dedos se colara entre sus nalgas, cuando Satoru notó la intromisión, chilló.
—K-kento —gimoteó. Estaba tembloroso, mientras sus caderas se movían de un lado a otro, tratando de continuar frotándose contra el alfa, al mismo que quería que sus dedos llegaran más adentro.
—Satoru, estás tan mojado —gruñó Nanami, provocando que el otro se mordiera el labio inferior, incapaz de hacer otra cosa con su excitación—. Será tan fácil que tomes mi nudo, cariño, mi omega.
—Estás haciendo trampa. Dijiste, mierda —siseó, con lágrimas en los ojos, mientras sentía como otro dedo se colaba en su entrada—. Mi nombre, dijiste que sería con mi nombre.
—Pero no dije que únicamente usaría tu nombre, Satoru —El omega, gruñó algo inteligible, antes de apoyar su frente sobre la del alfa—. Me detendré si quieres.
—No, quiero correrme como estamos, con tus dedos en mí, mientras dices mi nombre —sonaba desesperado, al alfa le gustó eso—. Así que sostenme, fóllame, di mi nombre.
Nanami sonrió, besó sus labios y su cuello, mordisqueó su oreja, con su mano libre, acarició su espalda una y otra vez, hasta que el omega se corrió, alcanzando el clímax con tanta fuerza, que lo dejó lánguido entre los brazos del alfa, que lo sostuvo con cariño.
—¿Cómo estuve? —preguntó Satoru, con la cabeza apoyada en el hombro del alfa, aun con todo su peso apoyado sobre él.
—Increíble —respondió Nanami, antes de besar su mejilla—. Eres maravilloso, Satoru, mi dulce omega.
El aludido se rio, busco los labios del alfa y lo beso lento, sin prisa, mientras se dejaba caer en la cama, arrastrando a Nanami con él. Se quedaron así, besándose por un largo rato, hasta que el alfa se escapó de entre sus brazos; estaba sonriendo, satisfecho consigo mismo, ahora que había hecho que su omega tuviera el segundo orgasmo de la noche.
Ahora, Gojo estaba tendido en la cama, con las piernas flexionadas y vueltas hacia la derecha, los brazos sobre la cabeza, el rostro sonrojado, el pelo despeinado, los labios entreabiertos y la respiración entrecortada. Incluso así, con la apariencia desaliñada y los restos de sus orgasmos brillando encima de su vientre, verlo resultaba todo un espectáculo, Kento no podía esperar a seguir desarmándolo, quería volverlo a escuchar gritando su nombre, marcarlo y moldearlo a su forma, para que le resultara imposible que alguien más lo satisficiera.
—¿Te gusta lo que ves? —preguntó Satoru en un tono coqueto, observando como el pecho de Nanami subía y bajaba a un ritmo errático, mientras contemplaba su cuerpo.
—Eres hermoso, Satoru —respondió, levantando la mirada, el omega sonrió al darse cuenta de que el dorado en los ojos del alfa estaba completo.
El aludido se inclinó hacia adelante, pero Satoru se sentía travieso, colocó un pie sobre el pecho de Nanami para frenarlo, mientras que con el otro, se hizo un espacio entre las piernas del alfa, y se frotó contra su erección.
—Eso ya lo sé —tarareó, intentando parecer indiferente a pesar del fuerte latido de su corazón—. Pero me alegra que te des cuenta de eso —agregó moviéndose una vez más, esta vez abriendo las piernas para exponer su agujero.
El alfa lo observó, su mano se posó sobre una de las rodillas de Satoru para mantener sus piernas separadas, mientras que la otra acarició la parte interna de sus muslos. Gimió, cuando el primer dedo se deslizó con facilidad en su interior, no solo por el trabajo previo, sino porque su cuerpo siempre cooperaba con sus deseos; en ese momento se sentía como si llevara una eternidad mojado, esperando por el momento en el que sería llenando con la polla de Nanami, así que no pasó mucho tiempo antes de que otros dos dedos ingresaran para estimularlo y prepararlo para el evento principal.
—Apresúrate… —rogó y dejó escapar un gemido de queja cuando los dedos del alfa lo dejaron vacío.
Nanami hizo que se girara, lo sujetó con firmeza, alineando su pene con la entrada de su omega; Satoru contuvo el aliento cuando la punta se abrió paso entre sus paredes, y se deshizo en un gemido ahogado en el momento en que su trasero golpeó contra la piel del alfa. Se sentía tan bien estar tan lleno de alguien que lo deseaba con tantas ganas, que de inmediato comenzó a mover las caderas con insistencia, animando a Nanami para que comenzara a moverse, lo escuchó gruñir, antes de embestir, fue un movimiento suave, como si estuviera probando su resistencia.
El calor se extendió por el vientre de Satoru, sus feromonas comenzaron a inundar la habitación provocando que Nanami golpeara su interior cada vez más rápido. Gritó cuando sintió la mano del alfa masturbándolo, incapaz de sostenerse sobre sus codos, le rogó que lo dejara darse la vuelta. Nanami atendió su demanda y en compensación, Satoru enganchó sus tobillos detrás de la espalda del rubio, sus brazos alrededor de su cuello.
Se deleitó con los gruñidos, jadeos y gemidos roncos del alfa en sus oídos; su lengua lamiéndole el cuello lo hizo estremecerse de pies a cabeza. Con torpeza, busco sostener el rostro del rubio entre sus manos para poder besarlo, Nanami no dudo ni un segundo en introducir su lengua dentro de la boca del omega, buscando saciarse con su dulce sabor.
Desesperado por alcanzar su clímax, Satoru tomó su pene, fue entonces el alfa pareció darse cuenta de su descuido, pues alentó el movimiento de sus caderas y en su lugar comenzó a masturbarlo. Satoru se corrió con fuerza, y los espasmos involuntarios de su cuerpo, que lo hicieron apretarse alrededor de Nanami, fueron suficientes para que alfa se corriera en su interior, dejándolo mareado ante la idea de tener a sus cachorros.
Hubo un pequeño momento de incertidumbre antes de que Nanami se tumbara a su lado en la cama y lo rodeará con un abrazo protector que tomó a Satoru por sorpresa. Sin quererlo, pensó en Geto, en la forma en que siempre le dio la espalda una vez que el sexo llegaba a su fin; las primeras veces, Satoru demando su atención, le pidió que lo mimara, aunque fuera un poco, pero luego se rindió y asumió que el desentendimiento de Geto era una cosa de alfas que no podía cambiar.
Incómodo, Satoru pensó en pedirle que se alejara, pero Nanami, tan ajeno a la tormenta dentro de él, acarició con delicadeza la glándula de su cuello y comenzó a ronronear. Tímido, Satoru levantó la cabeza, en cuanto sus miradas se encontraron, Nanami le sonrió y de inmediato rozó sus narices repetidas veces. El gesto le pareció tan íntimo y cálido, que sintió ganas de llorar.
—¿Estás bien, dulzura? —preguntó Nanami, sorprendiendo una vez más a Satoru.
—Estoy genial —asintió.
El alfa emitió un ruidito de satisfacción, Satoru, por sí lado, se acurrucó sobre el pecho del alfa.
Mientras Nanami restregaba sus muñecas contra el cuello del otro, liberando feromonas para marcarlo con su olor, Satoru empezó a quedarse dormido, arrullado por los ronroneos de su alfa y la reconfortante sensación de ser amado y protegido con la misma intensidad con la que él entregaba su corazón.
Nota:
Hola, primero que nada, muchas gracias por leer.
Ahora algunas notas:
Para el Omega Disease, me inspiré en lo que la época victoriana mal llamaban "histéria fememina", y también de los episodios maníacos que se relacionan con la bipolaridad. Como dije solo es una inspiración por lo que puede no tener demasiado sentido.
También cabe aclarar que el repentino deseo de Gojo por tener relaciones o por conseguír un alfa es parte de la depresión y el estrés postraumático que finalmente termina en cuadro de Omega Disease. Sin embargo, eso no influye en la escena final entre Nanami y Gojo, por lo que todo fue consensuado (bc el consentimiento es sexy)
En fin, les pido una disculpa si la escena smut fue mala, la verdad fue un poco complicado escribirla porque hace años que no intentaba escribir algo explicito así que creo que quedo un poco... desazonado.
Pero bueno, una vez más, gracias por leer y nos leemos en el próximo capítulo :3
