DOCE
Invisible
Cortar su relación con Nanami de forma tan abrupta fue la cosa más difícil que Satoru había hecho en su vida, pasó semanas luchando contra las ganas de enviar un mensaje para preguntarle si estaba bien, o necesitaba ayuda; noches en vela, escribiendo, borrando y volviendo a escribir mensajes en los que le decía que lo extrañaba, o preguntaba si podía ir a visitarlo. Los textos y llamadas que recibía del alfa, también se habían detenido, al principio denotaban preocupación, que pronto se convirtió en enojo. "Nunca te voy a perdonar por esto", rezaba el último.
Pese a todo, Satoru creía que estaba manejando bastante bien su ruptura.
Tenía a los niños cuando necesitaba algo de compañía, y aunque Shoko estaba bastante ocupada con la escuela de medicina, a veces se veían para charlar, beber (solo ella lo hacía) y ponerse al día. Incluso, su médico encontró un alfa compatible para continuar con su tratamiento en óptimas condiciones, si bien, sus niveles hormonales fueron estables los últimos diez meses, era probable que la ruptura lo desestabilizara, por lo que, según la doctora Ima, lo ideal que comenzará a ver a un nuevo compañero.
Por su puesto, él no estaba de conforme con esa resolución, tampoco deseaba echar en saco roto todo el esfuerzo que le costó recomponerse. Acudió a una sesión, para conocer al sujeto en cuestión; el hombre fue agradable, a decir verdad, pero tenía un aura inquietante que alertó no sólo a los seis ojos, sino también a su instinto, lo que significaba mucho, porque estas dos partes de sí mismo, rara vez se ponían de acuerdo. Se lo dijo a la doctora, por supuesto, a lo que ella respondió que se reunirían al menos un par de veces más, mientras encontraban a otra persona. Inconforme con la respuesta, Satoru comenzó a posponer las citas, y seguiría haciéndolo hasta que llegara alguien diferente, o tuviera una crisis, lo que sucediera primero.
A decir verdad, esto no era la vida que imaginó cuando entro a la escuela de hechicería, tampoco se parecía a lo que imagino una vez que Nanami comenzó a convertirse en una posibilidad, pero no estaba mal. Solo tenía que acostumbrarse a su nueva realidad, del mismo modo en que lo había hecho antes.
«La vida tiene que seguir, con o sin las personas que amas», se dijo a sí mismo.
•••
El restaurante-bar que Shoko había elegido para que se encontraran esa noche, era un ambiente demasiado family friendly para su gusto, el tipo de sitio en que su mente inquieta y siempre alerta a causa de su técnica, no podía encontrar alguna distracción que le concediera un pequeño descanso.
Impaciente, comenzó a tamborilear los dedos sobre la mesa, lo que atrajo la atención de un mesero que le preguntó si lo estaban atendiendo bien. Avergonzado, Satoru se apresuró a explicar que el servicio era adecuado, pero que estaba esperando a alguien; el hombre ofreció algo para beber, a lo que él respondió ordenando cualquier cosa que no tuviera alcohol y fuera dulce, mientras tecleaba otro mensaje para confirmar que su amiga no lo había dejado plantado.
Así, en cuestión de minutos, Satoru volvió a escudriñar a su alrededor, lamentándose de nuevo porque en un lugar como en el que estaba, no podía ir, sentarse con un desconocido e intentar pasar el rato, como si lo conociera de toda la vida, aunque no era como si hubiera hecho eso alguna vez; Shoko solía llevarlo a pubs medio snobs, en donde se reunían grupos de pseudointelectuales a leer poesía homoerótica, o manifiestos anticapitalistas, en lugar de a un antro donde pudiera bailar, o conseguir un buen polvo.
El mesero volvió con su bebida, justo en el momento en que Shoko le escribió que no podría ir junto con una serie de emojis explícitos que delataban que tendría una noche muy ocupada. Satoru suspiró contra la orilla del vaso, preguntándose qué haría con el resto de sus horas libres ahora que sus planes se habían ido por la borda. Fue entonces cuando sintió un cambio en la habitación; los seis ojos le advirtieron que una energía maldita familiar estaba cerca, pero fue el revoloteo de su corazón animado por su instinto, lo que le hizo saber de quién se trataba.
Satoru dejó su bebida sobre un portavaso, e intentó encontrar otra cosa en la cual concentrarse, pero al final, su mirada se dirigió hacia el sitio en donde Nanami, junto a un grupo de personas, ocupaban una mesa para diez
Lo primero que notó es que se cortó el pelo. Se veía guapo así, pero, en conjunto con la ropa que usaba, parecía tener veinticinco años en lugar de veinte. Un suspiro escapó de sus labios, sujetó su bebida con fuerza, en un intento de hacer desaparecer el fantasma de la caricia del cabello del alfa, deslizándose entre sus dedos, negándose a rizarse por mucho que intentara quitarle el lacio. Lo segundo, fue que la chica que estaba sentada a su lado, era la misma que lo buscó en la librería.
Una chispa de celos invadió su cabeza, estiro la mano para tomar su bebida, pero debió emplear más fuerza de la necesaria, porque el vaso se quebró, derramando todo el líquido en la mesa. Una mujer que estaba a unos cuantos asientos de distancia, exclamó algo sobre lo peligroso que eran los vasos estos días y llamó al mesero que corrió para disculparse con Satoru y limpiar el desastre.
El revuelo atrajo la atención de muchos de los clientes del restaurante, pero no la de Nanami. Satoru sintió el enojo burbujeando en su interior porque no había forma alguna en que el alfa no hubiera notado que estaba ahí, lo que significaba que lo ignoraba, a propósito.
Sabía que estaba siendo mezquino al querer reclamar la atención de Nanami, cuando fue él quien se alejó sin decir nada, pero su instinto omega no iba a dejar que el alfa se fuera de ahí creyendo que ignorarlo era así de fácil.
Se movió de lugar, a la mesa para dos que había quedado vacía, justo detrás de la que ocupaban Kento y sus amigos. El mesero le llevó otra bebida junto con algunos bocadillos (cortesía de la casa por el problema con el vaso), Satoru le agració, alto, efusivo y muy coqueto. En otro sitio, habría usado sus feromonas para atraer al alfa, pero tampoco deseaba tener la atención de todos en el restaurante sobre sí mismo.
Los minutos comenzaron a pasar. Satoru se acabó los bocadillos y su bebida. Pidió más, tardaron un poco en servirle porque el lugar se llenó y los empleados no se daban abasto, pero Nanami nunca volteó.
La idea de rendirse cruzó por su cabeza, se dejó caer contra el respaldo de la silla y resopló: «Si nos hubiéramos enlazado, podría intentar llamarlo por esa conexión», pensó. Sería tan fácil, solo tendría que calmarse para poder buscar en su interior ese punto en el que parecía tener un segundo latido, lo tomaría, como si fuera un listón, y lo tensaría despacio para no asustar a Kento al otro lado; « mírame», susurraría, esperando que el alfa pudiera escucharlo, una y otra vez hasta que consiguiera su cometido.
« Mírame, mírame, mírame, mírame, mírame. Kento, tienes que mírame…»
Entonces sucedió.
Kento se giró para mirarlo, directo a los ojos. Por un momento, fue como si el mundo fuera más lento, pero lejos de recibir la sonrisa que esperaba de parte del alfa, se encontró con un gesto de absoluto asombro e incredulidad. Satoru apartó la cabeza primero, preguntándose que acababa de pasar y a que se debía el hormigueo que sentía sobre el pecho.
"Satoru", escuchó la voz del otro en su cabeza, un susurro débil, pero cargado de seguridad. El hormigueo sobre su corazón, se convirtió en el fantasma de una caricia, suave y cálida. « Un enlace», pensó, la emoción y el miedo de haber cometido el mismo error dos veces se mezclaron en su interior, dándole un vuelco a su estómago. Levantó la mirada, temeroso, del lado opuesto de la mesa, Kento, con una mano encima de su pecho, lo miró como si acabara de traicionarlo.
—Nanami-kun, ¿estás bien? —preguntó la muchacha de pelo oscuro, poniendo una mano sobre el brazo del alfa para atraer su atención.
Su instinto omega se retorció bajo una punzada de celos, que hizo a Satoru suspirar con resignación porque no había nada que pudiera hacer para espantar ese sentimiento.
—Me siento un poco mal —no estaba mintiendo, se dio cuenta Satoru—. Creo que me iré ahora.
Sus compañeros (o amigos, tal vez), abuchearon y se quejaron de forma muy ruidosa, alguien se ofreció a acompañarlo, pero Kento lo rechazó. No miró atrás mientras salía. Sintiéndose culpable, Satoru se levantó. Llegaron hasta la puerta, casi pisando los talones del otro.
—Kento, espera un segundo —pidió al mismo tiempo que el mesero gritaba que todavía no pagaba la cuenta.
El alfa siguió adelante, ignorándolo, pero cuando Satoru intentó seguirlo, el maitre lo hizo volver adentro para cerrar la cuenta. De mala gana, volvió a la mesa que estuvo ocupando, para esperar a que el mesero le llevara la cuenta, ya que de todos modos iba a pagar, se apresuró a beber el contenido de su vaso y a terminar los bocadillos.
—¿Creen que Nanami esté bien? —escuchó decir a un tipo.
—Escuché que terminó con su pareja hace poco —añadió alguien más.
—¿Eso es verdad, Nomi-chan?
—Algo como eso —respondió la chica de cabello negro, a la que al fin pudo ponerle nombre—. El tipo sólo desapareció , si entienden a lo que me refiero. —Los demás asintieron, dos betas mujeres incluso se atrevieron a maldecirlo en nombre de Kento.
Se habría reído de la situación, si no le doliera tanto. El mesero llegó, Satoru pagó y salió del lugar.
•••
Después de pensarlo durante mucho tiempo, Satoru llegó a la conclusión de que no podía volver a ver a Kento, pero necesitaba disculparse. En un moviendo estúpido, apreció en el techo del edificio que estaba frente a la residencia, y marcó su número. Una parte de sí, la que se encontraba aterrada de enfrentar las consecuencias de sus acciones, deseo que el alfa no respondiera.
— ¿Qué quieres? —escucho del otro lado de la línea, justo después del primer timbre.
—Siento lo de esta noche y siento haberme ido sin decir nada —El alfa gruño, y se dejó caer sobre su cama. Satoru se dio la vuelta, cerrando los ojos e ignorando la información que su técnica le enviaba para no espiarlo de nuevo.
— ¿Es todo?
—Te echó de menos —admitió—. Quise llamarte varias veces, pero al final no me atreví a hacerlo.
— ¿Demasiado orgulloso para admitir que te equivocaste al dejarme?
—Demasiado preocupado de que me odiaras por haber herido tus sentimientos.
«Y porque no quiero ponerte en peligro», pensó para sí mismo.
— No te odio, Satoru, ni siquiera estoy enojado ahora.
—¿Por qué no? Tienes derecho a estar enojado, romper fue una decisión unilateral, quiero decir, ni siquiera te dije que estábamos rompiendo, solo me-
—Porque te amo —lo interrumpió. Satoru se sintió tentado a volar directo a la ventana, sin embargo, se obligó a permanecer en su lugar—. Creo, nunca te lo dije antes, pero te amo, Satoru y sé que lo sabes.
—Lo hago —asintió—. Yo también te amo.
— Pero no estás llamando para que volvamos.
—Es por jujutsu —admitió Satoru—. Por ahora, es mejor si me mantengo lejos.
— No pensé que te escucharía decir eso —Él suspiró de Nanami, para su propio pesar, sonó demasiado triste—. Pero debo admitir que tampoco me sorprende.
—¿Qué se supone que significa eso?
— Que confío en tus decisiones, Satoru. Siempre lo hice y siempre lo haré.
—Si alguna vez necesitas ayuda-
—Te llamaré —prometió.
—Hasta pronto, Kento.
El alfa solo colgó. Satoru se quedó mirando la pantalla de su teléfono, esperando recobrar la fuerza para comenzar a moverse de nuevo.
En el momento en el que dio el primer paso, sintió una calidez que le oprimía el corazón extenderse sobre su pecho, la voz de «Hasta pronto, Satoru», escuchó a Kento susurrar a través del enlace. Satoru sonrió, creyendo que no existía nada en el mundo que pudiera separarlos, a pesar de no estar juntos.
